Varias respuestas (1)
En una nota previa (aquella en la que escribí de cómo se ven las cosas en el medio literario canadiense), Rafael Tiburcio dejó unas preguntas que reproduzco a continuación:
La pregunta para los que se nos va el tren, ya no para vivir de las letras (si cómo no) sino al menos para publicar en este país:
¿Debo seguir participando en los concursos y buscando becas para amafiarme, buscar talleres, seguir esos “consejos” que Bolaño da en Los detectives salvajes… o sigo mis “convicciones literarias” (cualquier cosa que eso signifique) y espero un milagro?
o bien:
¿Esas “pretenciones artísticas” con las que crecemos [fusion_builder_container hundred_percent=»yes» overflow=»visible»][fusion_builder_row][fusion_builder_column type=»1_1″ background_position=»left top» background_color=»» border_size=»» border_color=»» border_style=»solid» spacing=»yes» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» padding=»» margin_top=»0px» margin_bottom=»0px» class=»» id=»» animation_type=»» animation_speed=»0.3″ animation_direction=»left» hide_on_mobile=»no» center_content=»no» min_height=»none»][…] son poco menos que nada? ¿las quito? ¿las pulo? ¿o simplemente me presento en una editorial con un thriller, una novela histórica o un libro de chistes y cruzo los dedos?
La pregunta, finalmente, es ¿Cómo se publica en este país?: ¿Con currículum (premio nacional de los juegos florales de Tangamandapio)? ¿o con palancas (como en todo lo demás)?
Lo que sigue (en esta nota y al menos en una más, que publicaré pronto) es mi respuesta a estas preguntas. Es una serie de opiniones que sostengo y defenderé en caso necesario, pero se basa en mi propia experiencia. Digo esto porque cuando quise empezar a escribir tuve suerte (literalmente suerte) muy pronto, y tal vez eso me ayudó a no darme por vencido cuando la suerte desapareció; por otra parte, la suerte nunca se queda con uno por demasiado tiempo, y en general no está allí, y de lo que se trata el escribir –en especial si se quiere publicar y tal vez hacer una «carrera»– es de trabajar, haya suerte o no.
Aquí va, pues.
«¿Debo seguir participando en los concursos y buscando becas para amafiarme, buscar talleres, seguir esos ‘consejos’ que Bolaño da en Los detectives salvajes… o sigo mis ‘convicciones literarias’ (cualquier cosa que eso signifique) y espero un milagro?»
Solicitar una beca o participar en un concurso no es sinónimo de «amafiarse». Siempre hay convocatorias que se ganan mediante maniobras arteras y dictámenes injustos, pero lo opuesto no es imposible por definición: también hay personas que merecen las becas que tienen y los premios que se les han dado. Si se quiere concursar limpiamente, hay que evitar los certámenes de los que se desconfíe y probar en otros. En cualquier caso, no todos los libros se publican por haber ganado un concurso ni se escriben gracias a una beca. Y si una persona quiere escribir solamente para intentar ganar un premio, debería preguntarse si no habrá otras formas de ganar más dinero (o prestigio, o lo que quiera ganar) más fácilmente: la escritura es una labor ingrata y –dirían quienes hablan así– con una pésima relación «costo-beneficio».
Sí, hay grupos de interés que a veces llamamos «mafias» y en los que se puede ingresar en algunas circunstancias. Pero hacerlo no es imprescindible para realizar la tarea de escribir; muchas veces, también me consta, ni siquiera lo es para publicar.
Los talleres pueden servir a algunas personas. No a todas, ni todos los talleres. Los que son sesiones de terapia de grupo (ya sea de abrazos o de golpes) pueden ser útiles para encontrar amistades o experimentar emociones fuertes pero no sirven para la escritura. Los mejores son aquellos en los que se puede aprender del grupo entero, de la interacción de todos los individuos involucrados, y esto puede ocurrir incluso a despecho del tallerista, quien funciona mejor cuando hace de orientador y facilitador de la actividad del grupo. Y, repito, los talleres no sirven a todos: hay quienes necesitan trabajar solos. Basta asistir a un par de talleres para empezar a darse cuenta de si el proponer textos propios a un grupo de lectores estimula o no el proceso de trabajo.
Los consejos de Bolaño, o de cualquier otro, sólo pueden ser una influencia para llegar a formular las propias convicciones literarias, que no son (al menos como entiendo el término) algo muy complicado: son simplemente qué se quiere decir y cómo. Si uno quiere escribir de veras (y no sólo salir en las fotos, acumular poder, tener un pretexto para emborracharse, etcétera), llega a tener convicciones incluso si no se lo propone, porque realmente tiene algo que decir, quiere decirlo y cree tener el derecho de decirlo. Es necesario atreverse: quienes creen que es pretencioso que alguien se considere «escritor» olvidan que esto es simplemente un oficio: no es una garantía de belleza física, un pase automático a la sabiduría o la divinidad ni nada de lo que nos enseña a buscar en los famosos nuestra cultura de adoración de las celebridades. La posibilidad de la fama, la prosperidad o el poder no existe para todo el mundo, pero la posibilidad de crear sí existe. Esto es lo que nos impulsa a seguir escribiendo, incluso cuando no parece que vaya a haber ningún milagro y el trabajo fracasará o quedará en el olvido.
Con esto quiero decir que es necesario persistir: no hay garantía de nada a la hora de emprender esta carrera…, pero tampoco la hay en ninguna otra. Y si la suerte no se puede convocar, sí se puede trabajar con constancia y hacer, al menos una vez, la pregunta crucial: ¿para qué se escribe?
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Etiquetas: Escritores, escritura y vida, Internet, la dura realidad, Literatura, mafias, notas recomendadas, Opiniones, publicación, talleres literarios, ¿para qué escribir?
16 comentarios
Información Bitacoras.com…
Si lo deseas, puedes hacer click para valorar este post en Bitacoras.com. Gracias….
Era justo lo que necesitaba leer. Gracias.
Yo escribo porque no ño puedo evitar, y así hablo sin que me interrumpan. Un saludo
Escribo porque es una necesidad vital, como dormir o respirar, en mi pirámide de Maslow, es la punta de la construcción, pero también la piedra fundamental, porque, al menos en mi experiencia, cuando uno decide escribir piensa todo el tiempo en ello, en lo que escucha, lo que lee, lo que critica, lo que interpreta, lo que vive, lo que odia o arrebata con frenesí. escribir es traducirnos la vida, y si se tiene suerte traducirle parte de ella a algunos más.
Escribir es una actividad intelectua, cierto, no tiene que ver con cuestiones de «inspiración», pero también se aliementa de sensibilidad; discrepo, por ejemplo, de los que dicen que la poesía se hace con palabras solamente, porque también come del corazón de las personas, de uno u otro modo, el proceso intelectual media todo eso, lo traduce, le da forma.
Ningún escritor cambia al mundo, pero escribir si cambia el mundo propio.
Rafael, estoy de acuerdo. Y creo que contigo también, Antonio, aunque prefiero escribir que hablar y lo haría aun si fuese más elocuente. 🙂
Pablo: gracias.
terminé de leer tus respuestas, Alberto. La neta no puedo olvidar el entusiasmo que me da terminar un texto, hiperbreve o de más de 10 cuartillas, y la emoción cuando estoy escribiéndolo, los «ensayos» y la vuelta y vuelta, rumiando el argumento, la historia, la presión liberada al «vomitar» las palabras dedos mediante a la pantalla de la computadora. Más todavía emoción cuando el texto «amarra» con algún lector, amigo o desconocido, y se sonríe, si lo veo, o me hace algún comentario al respecto, por cualquier medio. La emoción de escribir, ahora que lo pienso detenidamente y a la luz de tus palabras, es esa pasión por el detalle, la escena, el personaje, las acciones, la trama, el argumento, la puntuación, escuchar la voz del personaje en mi cabeza, verlo correr, reír, sentarse, dormir, beber… en fin, resumiendo y a manera de slogan: «pasión por el detalle» de la creación.
saludos huidobrianos.
ah, sí: luego viene lo otro, dónde ponerlo, jejeje, pero esa ya es otra labor… creo
Esa pasión es lo mejor que hay, David… 🙂
Creo que hay diferencias entre lo que se pregunta y lo que se responde. Lo que se pregunta, en el fondo es, cómo figurar en el mundillo literario. Por eso la preocupación por las becas, los premios, las mafias. Es participar activamente de los estratos sociales de la literatura que te llevan a sitios modestos, sobresalientes o protagónicos. Obvio, desde esa perspectiva, todos querríamos ser protagónicos y si conseguimos alguna receta que nos lleve ahí (reconocer el taller al que hay que ir para hacer relachonchips, las fórmulas que pueden ayudar a ganar un concurso, los sitios donde se reúne la Gente Importante de La Literatura e interactuar con ellos), si reproducimos estas recetas, repito, pues a ejecutarlas con gozo pero sabiendo que solamente se pretende «pertenecer». Pero hay algo paralelo y distinto a esta infraestructura social, y es el gozo íntimo de la escritura, los retos que uno se impone y que supera (o no), el pulso nervioso que va reinventando la voz personal… y eso está más allá de los sitios que uno ocupe o quiera ocupar en el mundillo literario. Pero eso se aprende con el tiempo, creo: ser más escritura y menos literatura (ok ok, ahí solemos disentir, pero sabes más o menos qué quiero decir con eso). Pero está interesante el debate. ¿¿¿¿Y el café????
Hola, Carlos. Me falta escribir más sobre esto (completar al menos mis respuestas), pero mientras…
No: mientras, nada. Me apuro mejor a hacer la nota correspondiente. Sí, sigo sin estar de acuerdo con esa distinción entre escritura y literatura (los libros no se escriben solos, y los malos escritores vienen de todos los sectores, por igual de los «exquisitos» que de los «gruesos»), pero concordamos en más de lo que parece.
Un abrazo (y te llamo prontísimo para ese café).
Estoy buscando la segunda parte y no la encuentro, ¿no está verdad?, o es que estoy buscando mal, tal vez… bueno, me conformaré con lo que acabo de leer.
Saludos.
Hola, Alisma. La segunda parte se retrasó por una gripe horrible de la que ya estoy saliendo. Aparecerá pronto. Disculpas y gracias.
[…] notas sobre publicar y escribir en México se podrán complementar con las que están aquí y con algunas más que no he escrito todavía. Como una fea gripe retrasó esta entrega, seré […]
Amigo mío: apenas leo este texto tuyo sobre la escritura (más que sobre la publicación de la misma). Coincido contigo. Escribir es una necesidad. El escritor verdadero lo haría aunque nunca publicara, aunque nadie lo leyera, aunque estuviera prohibido. Escribir es un desfogue, un vicio, una pasión. Un ansia.
Te envío un abrazo. Siempre q
ue tengo oportunidad, te leo.
Gracias, Carlos, y un abrazo.