Durante varios años, aquí en Las Historias aparecieron periódicamente ejercicios de escritura (todos los cuales se pueden ver en el archivo del sitio). Ahora que estamos con el proyecto #Escritura2017, además de publicar ejercicios nuevos haré selecciones de los ya existentes, pensando en que pueden ser de utilidad. Aquí está la primera de esas selecciones: tres ejercicios para crear personajes a partir de imaginar partes del pensamiento –la vida interior– de los mismos.
Las instrucciones de cada ejercicio se dan en los enlaces:
¿Dónde encuentran la belleza nuestros personajes? Puede no ser donde la encontramos nosotros: puede ser en el arte pero también en el futbol, en la publicidad y casi en cualquier sitio, y conocer en dónde nos permite conocerlos mejor.
Si un personaje fuera escritor, ¿qué escribiría? Este ejercicio invita a imaginar parte del pensamiento de un personaje, que por supuesto se manifestaría en sus escritos, si éstos existieran, igual que nuestro pensamiento se manifiesta en todo lo que nosotros escribimos.
Y como extras:
Una nota más: algo sobre la teoría de la fisura del novelista Georges Simenon, útil para imaginar personajes a partir de sus defectos.
Y un video reciente: una conversación sobre cómo perder el miedo a escribir (a la famosa página en blanco) transmitida inicialmente en Periscope.
Esta es una invitación a un pequeño proyecto: Raquel Castro, mi esposa, y yo lo hemos llamado #Escritura2017, y se trata simplemente de eso. Nos comprometemos a escribir durante el año hasta completar el primer borrador de un proyecto, e invitamos a otras personas a hacer lo mismo y completar sus propios proyectos de escritura, del tipo que sea. Puede ser un libro, un texto suelto, una colección de textos breves. Como nuestra especialidad es la escritura de narrativa (cuento, novela, etcétera) nos concentraremos en ella, pero cualquier tipo de escritura se vale.
Cualquier persona interesada puede participar. La etiqueta (hashtag) #Escritura2017 se puede usar para publicar notas sobre su trabajo, compartir sus progresos o pedir ayuda a otros en blogs o redes sociales. Durante todo el año, nosotros publicaremos ejercicios, sugerencias y enlaces a recursos útiles en este sitio y en el de Raquel. Además, cada mes haremos una transmisión en Periscope para conversar con quienes estén trabajando en sus proyectos y materiales adicionales en nuestro canal de YouTube.
No será un taller, porque no sería posible leer en vivo el trabajo de todo el mundo, pero sí un espacio para intercambiar ideas y crear una red de apoyo.
Hay proyectos semejantes, como el llamado NaNoWriMo (National Novel Writing Month, o Mes Nacional de Escritura de Novela, que es una idea de una comunidad virtual de los Estados Unidos). En este caso el objetivo no es completar una novela en un tiempo fijo sino mantener la disciplina de la escritura tanto tiempo como sea posible.
Los invitamos.
Aquí pueden ver el video de nuestra presentación original del proyecto:
Y aquí nuestra primera lista de sugerencias, para definir un proyecto de escritura narrativa (que se explican más ampliamente en el video).
Establecer (y apartar) el tiempo con el que se va a contar.
Establecer una primera idea de la extensión del trabajo.
Establecer una primera idea de la forma del trabajo.
Dividir el año de escritura en etapas y plantearse metas.
Empezar la “preproducción” (los preparativos anteriores a la escritura) tan pronto sea posible.
Hay muchos manuales de escritura que les pueden ser de utilidad, y aquí se puede descargar uno gratuito, especializado en escritura narrativa, que se alberga en este sitio. Las personas que nunca hayan escrito narrativa pueden empezar haciendo primero los ocho ejercicios fundamentales del manual, que están aquí.
He aquí 20 sugerencias de escritura que pueden ser útiles, en especial, para personas que comienzan a escribir novela. Tienen que ver con cómo organizarse para la escritura, qué errores evitar y cuáles estrategias emplear incluso aunque su utilidad no parezca obvia. Además, hay consejos sobre la escritura narrativa en general. Y, para variar, todo viene en video:
* * *
Este año, mi esposa, Raquel Castro, y yo hemos estado haciendo estos y otros videos: transmisiones por un canal de Periscope (los martes, alrededor de las 9:00 pm, hora de la ciudad de México), y #ListasRápidas: cortos de divulgación por un canal de YouTube. No pretendemos compararnos con los booktubers –que actualmente hacen una labor sin precedentes de difusión de la lectura–, pues además de que nuestros videos tienen otro formato, entre Raquel y yo tenemos la edad de cuatro o cinco de ellos, así que somos de lo que este otro video define como la «vieja guardia».
En todo caso, hay espacio para todos en la red. Ojalá estos consejos puedan servir.
Y, como se dice, agradeceremos sus visitas, sus «me gusta» y sus suscripciones: sus donaciones de dopamina para la vida virtual, pues. 😉
En Ask.fm me preguntaron mi opinión sobre el Premio de Cuento Fantástico Amparo Dávila. También me pidieron sugerencias para participar en él. Respondí y me pareció que lo que propuse podía ser útil, con algunas modificaciones, para cualquier concurso de cuento. Aquí van, pues, diez consejos para participar en cualquier certamen de narraciones breves (no de libros completos):
1. Lo esencial: lee bien las bases. Asegúrate de que te es permitido participar (que no haya restricciones de edad o de nacionalidad de los concursantes que te dejen fuera, por ejemplo). Asegúrate de que el cuento que puedes ofrecer se ajuste a lo requerido por las bases. Asegúrate de hacer el envío antes de la fecha de cierre.
2. Esto puede parecer raro, pero no recomiendo escribir para concursos, es decir, empezar a trabajar después de enterarse de que hay un concurso abierto. Es más difícil que esto dé buenos resultados. Es mejor que estés escribiendo, trabajando constantemente, y aproveches algo que ya tengas escrito o al menos empezado cuando surja la oportunidad de participar en un concurso.
3. Si el concurso admite un solo cuento por concursante, aprovecha la restricción: selecciona tu mejor cuento si ya tienes más de uno escrito o en proceso, o en el peor de los casos concéntrate en la idea que te parezca mejor para realizar un cuento nuevo.
4. Si el concurso admite más de un cuento por concursante, no te extiendas de más: no envíes cien. (Ni diez.) No se tienen más probabilidades de ganar metiendo más textos, aunque pudiera parecer que sí. Lo importante es que los cuentos que participen queden lo mejor posible.
5. Date tiempo para revisar lo que has escrito. A menos que ya tengas encima la fecha y hora de cierre de la convocatoria, no envíes el cuento inmediatamente después de terminarlo. Reléelo con calma. Revísalo una vez más. Si tienes oportunidad, dáselo a leer a alguna persona en cuyo juicio confíes.
6. Por ahí dicen, ahora, que si no te gusta lo que escribes puedes «bajar tus estándares», exigirte menos y dejar el texto como está. Pero esto no es buena opción porque así jamás se progresa… ni salen muchos textos capaces de ganar concursos. Mejor considerar esto:
a) La verdad es que al escribir nunca va a salir exactamente lo que uno se imagina, porque el proceso de escribir pasa por varias etapas muy complejas del cerebro que idea a la mano que forma las palabras; hay distorsiones y modificaciones que se dan en el momento mismo de escribir, inevitablemente, así que no te preocupes demasiado cuando esto te suceda. Más bien date la oportunidad de corregir lo que no te guste, y también de aprovechar los «accidentes felices»: las cosas que suceden inesperadamente en el texto, «de chiripa», y se pueden aprovechar aunque no se hayan planeado.
b) También puede ser que, si un texto no resulta satisfactorio, la causa sea que quien lo escribe no está todavía preparado: no ha practicado lo suficiente, no ha aprendido las técnicas necesarias para lograr el resultado que busca. Por esto es recomendable leer, leer todo lo que se pueda, incluso más allá de los textos que nos gustan: para aprender nuevas herramientas. Siempre.
7. En caso de que el cuento no se sienta perfecto, y ya no haya tiempo de más trabajo, mejor mandarlo de todas maneras, porque nunca se sabe: tal vez uno, después de mucho revisar, ya no alcanza a ver con claridad lo que sí tiene de bueno.
8. Si el concurso tiene alguna restricción en cuanto al tema de los cuentos que admite, no intentes de inmediato «ajustar» tu texto a alguna idea preconcebida que tengas sobre ese tema. Busca ejemplos tan diversos como puedas. Date la oportunidad de experimentar y proponer ideas nuevas si lo deseas. Por ejemplo, el Premio Amparo Dávila es de cuento fantástico, pero para participar vale la pena considerar que la narrativa fantástica es un terreno muy amplio. En él están las historias a las que suele ponerse la etiqueta de «fantástica» (magos estilo Harry Potter, vampiros, monstruos salidos de manga o anime, etcétera), pero también hay mucho más. Básicamente lo único esencial para que un cuento se considere fantástico es que en él haya, de manera constante, sucesos, personajes o lugares que no sean «reales», que no sean «posibles»: lo fantástico es lo irreal hecho a sabiendas, que nos permite precisar y poner a prueba nuestras ideas sobre lo que sí es real. Puede que un tratamiento no convencional de un tema dado sí logre ganar un concurso.
9. Si no se gana, no hay que olvidar que en los concursos siempre hay un poco de azar: un fallo desfavorable no es una condena.
10. En cualquier caso, ganes o no, haya siquiera un concurso o no de por medio, acepta que las cosas siempre van más despacio de lo que uno desea. Que además de trabajo se necesita paciencia y persistencia.
Aquí en Las Historias hay un manual de escritura que puede ser útil (y es gratis) para las personas que comienzan a hacer sus propios cuentos, y en la red hay mucha información útil sobre el mismo tema.[/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]
En todos los cursos de novela que doy recomiendo un libro que no es novela y es obra de un autor que jamás escribió una novela: The Unstrung Harp (El arpa sin encordar, 1953), un breve relato ilustrado del artista estadounidense Edward Gorey. Hay una traducción disponible del mismo en la compilación Amphigorey, publicada en español por Valdemar, pero si no tienen demasiados problemas con el inglés no es difìcil disfrutar a Gorey en su idioma original. Es una pequeña obra maestra además de un texto paradójico (Gorey debutó como ¿narrador gráfico?, ¿historietista? con The Unstrung Harp) y cuenta el proceso creativo del novelista con una potencia y una exactitud extraordinarias (y también, agrego, con mucho humor).
Su protagonista, que lleva el nombre improbable de Clavius Frederick Earbrass, es un novelista de carrera: cada cierto tiempo se embarca en la escritura de un nuevo proyecto, que siempre está dentro del mismo subgénero: dramas familiares en entornos de clase alta, al modo de los que aparecen (con diversos enfoques y tonos) en la obra de autores desde P. G. Wodehouse hasta Ford Maddox Ford. A lo largo de la historia de Gorey, éste se ríe de varios de los clichés del trabajo novelesco, incluyendo los rituales preparatorios para poder escribir; también muestra lo necesario de la concentración en la escritura de largo aliento (y los efectos extraños que puede producir), el caos que puede tener lugar cuando se acumulan las revisiones y modificaciones del proyecto de apariencia más sencilla, y, muy importante, el contraste que quien escribe acaba por percibir (por experimentar) entre su propia vida y la “vida” de sus personajes. Los detalles de la vida cotidiana de Earbrass son apenas menos triviales y sosos que los de su vida en el medio literario; por el contrario, la absorción en su novela produce, en un momento mágico evidente, la aparición literal de uno de sus personajes, y en otro más sutil y prolongado la llegada de una sensación de irrealidad que se cuela a sus días y lo nulifica: lo afantasma. Ese momento culminante de vacío tras la creación es mágico y cierto a la vez: perfectamente claro y pese a todo ambiguo, como tantos finales de grandes novelas.
(Antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, el Sr. Earbrass descubrió que tenía toda la intención de pasar algunas semanas en el Continente. En un trance de eficiencia, que no hubiera sorprendido a nadie más de lo que lo sorprendía a él mismo, hizo los preparativos complicados y enloquecedores para su partida en casi nada de tiempo. Ahora, al amanecer, está de pie, entumecido por el frío y la duda, mirando la superficie agitada del Canal de la Mancha. Supone que tendrá terribles malestares por horas y horas, pero no importa. Aunque es una persona a quien las cosas no le suceden, tal vez le puedan suceder cuando esté del otro lado.)
Hay algo de vampírico en la novela, porque se alimenta de su creador. Y porque el creador es una víctima dispuesta de esa criatura que (para modificar la frase hecha) no puede cobrar vida si no es gracias a él.
(Dos textos más sobre Gorey se pueden leer aquí y aquí.)
No falta mucho (espero) para que pueda reanudar el taller de narrativa que acostumbro impartir. Mientras eso sucede, dejo aquí lo siguiente:
Los últimos meses del año pasado, noté que las preguntas que se hacían durante la discusión de los textos que discutíamos en el taller tenían con frecuencia estas dos cualidades: a) eran totalmente pertinentes en relación con el texto que se comentaba, y b) sonaban muy extrañas fuera de ese contexto. Es que se hacían al calor de la conversación y a partir de lo que todos sabíamos del texto ya leído: alguien que no estuviera con nosotros y no supiera exactamente de qué hablábamos no podría saber con precisión a qué argumento se referían, a qué mundo y qué situación precisa de una narración o del proceso de su escritura.
Por varias semanas fui tuiteando, después de cada sesión, las preguntas más raras que podía recordar de cada una. Luego reuní todas en este acopio de Storify. Ahora las reproduzco aquí. Sirven para ilustrar, pienso, lo que puede pasar en una sesión de taller que se propone explorar con seriedad –y también con disposición para el juego y para la sorpresa– lo que escriben las personas que lo forman. Además, se me ocurre que varias podrían ser semillas de otras historias…
No he puesto ninguna referencia a los textos que motivaron cada pregunta y que, después de todo, son de sus autores y sólo de ellos.
«¿Qué tanto le falta al mundo?»
«¿Cómo se siente cuando sueñas?»
«¿Cómo es la vida interior de un personaje soñado?»
«¿De verdad las arañas no son insectos?»
«¿Le pasa algo además de morirse?»
«¿Sus otros dos padres son los extraterrestres?»
«Las personas ¿se vuelven distintas con el tiempo? ¿O se vuelven iguales?»
«¿Aparte de no ser un ser humano tiene algún defecto?»
«¿No poder suicidarse es mala suerte?»
«¿Te das cuenta de que tu personaje es más hábil que Alejandro Magno?»
«¿Cuál de las dos caras fue la que le quitaron?»
«¿Una inteligencia no humana puede hacer corrección de estilo?»
«¿El Viagra hace efecto si uno se arrodilla y reza?»
«Si todos se llamaran Arcadio, ¿el cuento sonaría a García Márquez?»
«¿Y si la última mujer desapareciera?»
«¿Sabe el hijo que ha cambiado el pasado de su padre?»
«¿Qué pasa cuando se acaba la luz?»
«¿Cuáles son las implicaciones del capitalismo zombi?»
«Sí, está loco, pero ¿los ángeles le hablan de verdad?»
«Si los autores que escriben de futbol escribieran de tiro con arco ¿serían igual de populares?»
«¿En las favelas hay GPS?»
«¿El placer disuelve, licúa, disgrega, desintegra, o qué?»
«¿Por qué no salió bien su suicidio?»
«¿Puedes calcular mentalmente una raíz cuadrada?»
«¿Los sueños de ella lo transforman a él, o viceversa?»
«¿Puede un mexicano no ser corrupto?»
«¿El camaleón puede hacerse invisible?»
«¿Conoces al Ser de Metepec?»
«¿No somos todos una deidad para nuestros personajes?»
En varias ocasiones he sido parte del jurado en concursos de libro de cuentos. En un país como México, ese tipo de certámenes es muchas veces la única oportunidad de publicar que tiene una persona interesada en escribir narraciones breves, así que en todos suele haber una buena cantidad de participantes. También hay tendencias: modas o hábitos que se dejan ver de concurso en concurso y que cambian con los años; también hay errores frecuentes, que no cambian mucho, y que se deben en buena medida al hecho de que –en muchos casos– los participantes en estos concursos escriben exclusivamente para ellos, con el único impulso de presentar un trabajo que pueda aspirar al premio.
La lista que sigue es una serie de sugerencias encaminadas a que una persona interesada en hacer un libro de cuentos pueda corregir esos errores.
Advierto que esto no es una serie de recomendaciones, ni mucho menos una receta infalible, para ganar concursos: de hecho, lo primero que debo recomendar es no escribir exclusivamente pensando en ellos. Los proyectos que valen la pena rara vez se desarrollan en el espacio de tiempo que suele darse entre la apertura y el cierre de una convocatoria.
Además, no hay garantía posible de ganar con justicia ningún concurso. No sólo algunos están arreglados de antemano (aunque suele ocurrir más con los de novela), sino que incluso en los que son honestos ocurre que los gustos diversos, las discusiones y las interacciones de un jurado particular en el día preciso en que le toca deliberar pueden dar por resultado que no gane un trabajo que en otras circunstancias –otros miembros del jurado, otro día, otro camino de las conversaciones– sí hubiera sido premiado. (Tristemente, en muchos casos gana el trabajo que menos polariza las opiniones, aunque no sea el que más entusiasme a ninguno de los involucrados ni el de mejor calidad. Y también debe decirse que nada en esta nota tiene que ver con la tarea de escribir los cuentos que formarán el libro, y que es, finalmente, aquella de la que depende por encima de todo la calidad del trabajo.)
Estas sugerencias están pensadas, simplemente, para ayudar a crear una serie de narraciones en la que sucedan al mismo tiempo los dos mejores efectos que una colección de cuentos puede producir: la impresión de una secuencia de lecturas brillantes por sí mismas, y la experiencia significativa de una lectura mayor: la percepción de un todo que es un poco más que la suma de sus partes sin disminuir a ninguna de ellas. Por otra parte, todo esto puede servir también para proyectos de libro de cuentos que no necesariamente estén pensados para participar en un concurso (véase a este respecto el punto 6 de la lista).
Como decía arriba, [fusion_highlight color=»#b1ffaf»]no escribir pensando exclusivamente en meter lo escrito en un concurso[/fusion_highlight].
[fusion_highlight color=»#b1ffaf»]No tratar de llenar un número dado de páginas a toda costa[/fusion_highlight]. La mayoría de los concursos tiene límites explícitos de extensión por razones prácticas; siempre se nota cuando alguien intenta no pasarse de un máximo o cuando intenta «estirar» su escrito para alcanzar un mínimo de páginas. Y acaso un libro demasiado largo para un concurso, y presentado con páginas de letra y márgenes pequeños, puede ser un libro valioso, del mismo modo en que puede serlo uno con letra grande y márgenes generosos; pero en ninguno de esos dos casos se consigue engañar a nadie. Lo peor es intentar poner «relleno» en un libro que no tiene suficientes textos de suficiente calidad, porque entonces el conjunto queda definitivamente dañado.
[fusion_highlight color=»#b1ffaf»]No subestimar la estructura del conjunto.[/fusion_highlight] Al contrario de lo que sucedía en otras épocas, en ésta el libro de cuentos puede ser la primera oportunidad (y hasta la única) de que ciertas historias lleguen a sus lectores. Por esto, a lo largo de las últimas décadas, se ha vuelto más importante que en siglos pasados la forma del libro, la percepción del conjunto de los textos que lo componen: de su orden, del ritmo que proponen en la lectura corrida, las resonancias o ecos que se producen entre los textos, etcétera. Algunos lectores buscan también estos efectos (escribí sobre esto hace tiempo). Hay colecciones de cuentos, pues, que pueden ganar en fuerza si se atiende a su estructura general. Un consejo muy extendido es que el libro comience y termine con cuentos muy potentes, de los mejor logrados que se tengan. También se puede considerar alternar cuentos de diferentes extensión o agrupar (o al contrario, separar tanto como se pueda) narraciones de temas o técnicas afines.
A la vez, sin embargo, es necesario [fusion_highlight color=»#b1ffaf»]no apostarle todo a la estructura, la «unidad temática» o el «proyecto»[/fusion_highlight]. Tanto en los concursos de cuento como en otros tipos de certámenes (en especial los que se organizan para otorgar becas y otros apoyos), se suele encontrar propuestas con una intención muy clara de lograr cierta estructura o cierta unidad temática. Cuando se trata de evaluar un proyecto todavía no escrito, esa aspiración puede ser muy atrayente porque se piensa que denota que el autor o autora tiene claro lo que desea hacer. Sin embargo, también hay ocasiones en las que se nota que los textos son menos buenos que la idea de su conjunto, es decir, que no se ha trabajado en ellos lo suficiente –pensando en que el ordenamiento potenciará su lectura– o incluso que no hay realmente trabajo detrás y que los textos sólo son relleno de una forma. Para evitar esto, se debe
[fusion_highlight color=»#b1ffaf»]Poner a prueba cada uno de los cuentos individuales.[/fusion_highlight] Si uno es claramente más endeble que el resto, tal vez lo mejor sea eliminarlo del conjunto, incluso si con esto se deja de tener cierto «mínimo» de páginas o se violenta algún ordenamiento preestablecido. Pero cada cuento de una colección debería poder «sostenerse» por sí mismo, sin recurrir a los otros (o, peor, a la buena voluntad de los lectores).
Y para terminar: en los concursos de cuento también se da el caso de libros que no ganan en una ocasión, y luego pasan a otro concurso…, que tampoco ganan, y así sucesivamente (yo he visto varios casos así; no sé quiénes serán los autores, por supuesto, pero reconozco los textos y los títulos; alguno llegó a aparecer en no menos de cinco concursos). No hay nada malo en persistir, pero las más de las veces estos libros pasan de un concurso a otro sin ninguna modificación, y en varios casos de los que he visto era claro que las colecciones necesitaban más trabajo ya no digamos para ganar un concurso sino meramente para resultar publicables. Hay veces en que realmente se tiene mala suerte; hay veces que ciertos libros son demasiado distintos del gusto dominante de su tiempo o su entorno, sí, pero también es necesario [fusion_highlight color=»#b1ffaf»]tener autocrítica[/fusion_highlight]. Hay ocasiones en las que simplemente hay que trabajar más en los proyectos, o dejarlos de lado, para que descansen un tiempo… o, incluso, abandonarlos definitivamente; no todo el trabajo del escritor está en lo que se publica, y también se aprende de lo que no se logra. Y siempre se puede comenzar algo nuevo.
En Twitter, hace muy poco, me pidieron consejo para preparar un proyecto literario con miras a solicitar una beca del FONCA.
El Fondo Nacional para la Cultura y las Artes es una institución gubernamental mexicana que financia y apoya proyectos artísticos de todo tipo desde principios de los noventa. Pedir esos apoyos es un ritual que miles de personas realizan cada año. Se les critica en ocasiones, al igual que a los apoyos mismos, a quienes los ofrecen y a quienes los entregan, y las críticas no siempre han sido infundadas. Sin embargo, no es imposible ni está mal (creo) listar una serie de sugerencias para que un escritor principiante elabore un proyecto literario y haga su solicitud. Aquí van siete, que se derivan de mi experiencia escribiendo, leyendo y evaluando proyectos (entre 2009 y 2011 fui juez y luego tutor del FONCA en su programa de Jóvenes Creadores). Obviamente, las ofrezco sin ninguna garantía.
1. Hay que redactar bien: lograr que el texto sea comprensible, simplemente porque el lenguaje es la herramienta de quien escribe. Un texto ininteligible, mal hecho, será rechazado de inmediato, y con justa razón. Si no se sabe redactar –si no se conocen al menos los fundamentos–, probablemente lo mejor es no solicitar apoyo para un proyecto literario.
2. Al hacer la descripción del proyecto, no hay que escribir las reseñas futuras del mismo: hay que describir, realmente, el que podría ser el texto resultante al completar el proyecto, empezando por su extensión, el género literario en el que se está haciendo la solicitud (cuento, novela, ensayo, etcétera) y lo que ya se sepa o se haya decidido respecto de sus temas, sus técnicas, su estructura, sus influencias, etcétera. Los detalles concretos son importantes. Al proyecto de un libro de cuentos, por dar un ejemplo, le puede servir la sinopsis de todos los cuentos que se escribirán, pero le sirve todavía más una estimación de cuántas serán esas historias y de cuánto medirá cada una. El proyecto puede cambiar mientras se realiza, y se sabe que muchas decisiones creativas deben tomarse sobre la marcha porque son imprevisibles, pero es necesario que el solicitante se comprometa explícitamente a algo que puede realizarse y que, desde el punto de vista de quienes van a evaluarlo, merezca ser apoyado. Un proyecto de novela (por dar otro ejemplo) que proponga acumular 2,000 páginas en un año será rechazado por imposible, y uno que implique escribir un solo cuento de cinco páginas en el mismo lapso será rechazado por insuficiente.
[fusion_builder_container hundred_percent=»yes» overflow=»visible»][fusion_builder_row][fusion_builder_column type=»1_1″ background_position=»left top» background_color=»» border_size=»» border_color=»» border_style=»solid» spacing=»yes» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» padding=»» margin_top=»0px» margin_bottom=»0px» class=»» id=»» animation_type=»» animation_speed=»0.3″ animation_direction=»left» hide_on_mobile=»no» center_content=»no» min_height=»none»][2a. No hay que explicar de más. Y también se debe evitar, como bien ha escrito Naief Yehya, ser condescendiente o complaciente. Más sobre esto último más adelante.]
3. Mientras más breve y concisa sea la información del proyecto, mejor. Ningún apartado de los que se solicitan (descripción, justificación, etcétera) debería medir más de una cuartilla (una página tamaño carta, escrita a doble espacio con caracteres de 12 puntos; en el tiempo de las máquinas de escribir se consideraba que esta medida equivalía a unos 1,800 caracteres).
4. Si se pide una muestra de trabajo, hay que seleccionar lo mejor que se haya escrito. Si se parece a lo propuesto en el proyecto puede ser una ventaja mayor, pero lo esencial es que la muestra sea la mejor posible.
5. Si se pide un currículum, es mejor que sea veraz y serio: las descripciones arrogantes de la propia persona o el propio trabajo no siempre dan la impresión de más talento (y no es difícil descubrir cuando son falsas) y las que incluyen chistes («trabajó de lavaplatos, narcotraficante y payaso de rodeo») sólo dejan ver que quien escribe está inseguro de sí mismo o de sus merecimientos.
6. A veces se tiene la idea de que las instituciones apoyan más ciertos temas que otros, o bien prefieren ciertos subgéneros (en narrativa el realismo, digamos) por encima de otros. Si bien puede haber jueces que partan de sus predilecciones personales a la hora de evaluar (lo cual es desafortunado), no tiene sentido tratar de «complacerlos» con proyectos pensados para «agradar». Si por casualidad el proyecto que se desea proponer es poco convencional, arriesgado, inusitado, vale más tratar de describirlo y justificarlo bien: siempre existe la posibilidad de que el jurado que va a leer el proyecto de uno tenga realmente gusto precisamente por proyectos y obras no convencionales, o al menos la mentalidad suficientemente abierta para apreciarlos aunque no necesariamente le gusten. (Además, los proyectos convencionales siempre son los más abundantes: las novelas «sobre la ciudad», digamos, o los libros donde todos los cuentos giran alrededor de un parroquiano distinto de la misma cantina.)
[6a. Puede ocurrir que un proyecto pensado para «complacer» a los jueces reciba efectivamente un apoyo. Y entonces puede que la persona que lo reciba quede obligada a trabajar en algo que en realidad no quería hacer durante un año, lo que llevará al final a que no lo haga o lo haga muy mal. Para alguien que sólo busca el dinero de la beca, para los trepadores de todo tipo, esto no será un problema, pero estas sugerencias, desde luego, no están escritas para esas personas.]
7. Hay numerosas historias de aspirantes y jueces corruptos, de apoyos que se dan a quienes no lo merecen, y varias son, incluso, ciertas. Pero no recomiendo intentar sobornos, cohechos ni nada parecido: siempre existe la posibilidad de que el jurado que va a leer el proyecto de uno sea honesto…
Este año trabajé en el último tramo de la novela La torre y el jardín, en un par más de libros propios que me tuvieron sumamente atareado, y en un proyecto aparte que me parece muy interesante: el escribir un cuaderno para el Programa Nacional de Salas de Lectura, que se propone difundir libros entre ciudadanos de a pie (no especialistas ni académicos); a su vez, éstos los mantienen en sus propios domicilios y los ofrecen a sus comunidades.
La propuesta fue que escribiera un manual de escritura para principiantes: de hecho, para gente que tal vez no sólo se iniciaría en la escritura sino incluso en la lectura. El resultado fue un librito: Cómo empezar a escribir historias, que empezará a circular pronto entre los miembros del programa de Salas de Lectura.
De ese libro dejo aquí un pequeño extracto: ocho ejercicios propuestos para personas que nunca han escrito nada y quieren comenzar a hacerlo. Los dejo para lo que pueda servir.
Antes de empezar con las cuestiones teóricas –ideas y conceptos que pueden ser útiles para comprender qué sucede cuando se cuenta y se lee una historia–, es conveniente simplemente empezar a contar: ver «qué se siente», en qué consiste la experiencia.
Y una persona que no haya escrito jamás: que no haya tenido aún esa experiencia, puede comenzar aquí mismo. Los que vienen a continuación son ocho ejercicios básicos que se pueden realizar con rapidez y sin ninguna restricción, en papel o en cualquier otro medio del que se disponga. Es recomendable intentarlos antes de seguir adelante.
Ejercicios posteriores en este libro (los del capítulo 3, «El acto de contar») están pensados para discutirse y analizarse. Estos no: no se requiere ningún tipo de evaluación. Basta fijarse en las sugerencias que se ofrecen junto con las instrucciones: su objetivo es que quien empieza a escribir se haga consciente de varios elementos importantes del proceso de contar, que usamos incluso en nuestra vida cotidiana aunque no necesariamente pensemos en ellos.
Recordar un suceso importante o interesante de la última semana y contarlo: escribir simple y brevemente qué sucedió, en primera persona («yo hice», «yo dije», etcétera). Hecho el ejercicio, observar que lo escrito muestra casi con seguridad algo que cambió, aunque sea pequeño, en la existencia de quien vivió el hecho.
Pedir a otra persona que cuente un suceso importante o interesante. Luego, escribirlo en tercera persona («ella hizo», «él dijo», etcétera). Observar que este es otro modo fundamental de contar: no lo que uno mismo hizo, vivió o presenció, sino las experiencias de otros.
Escribir una nueva versión del ejercicio anterior, cambiando de tercera persona a primera persona: contar exactamente los mismos hechos pero modificando la redacción (en vez de «él hizo», «yo hice», por ejemplo). El resultado será un escrito donde alguien que no es quien escribe parece contar su propia historia: un cambio de perspectiva (de punto de vista) de la historia contada previamente.
Encontrar un noticia interesante en el periódico, relacionada con personas que no se conozcan. Luego, escribir una versión del suceso desde el punto de vista de alguna de esas personas (en vez de la narración más impersonal que suelen tener las notas periodísticas). ¿Cómo experimentó un robo la víctima del mismo? ¿Qué pensaba una estrella que llegó al estreno de su película? Casi con seguridad será necesario imaginar más de lo que la noticia dice: detalles de la acción, del lugar, de los pensamientos. Este es un paso importante, pues lleva a la creación de personajes.
Ver una película y hacer un resumen o sinopsis de la misma, es decir, escribir todos los hechos relevantes que suceden en la historia, del principio hasta el final. Un resumen puede ser mucho más breve que la historia de la que parte y a la vez dar una idea general de la totalidad de ella. (A veces, la palabra sinopsis se emplea para referirse a los resúmenes cortados que se encuentran en cajas de películas o en notas de espectáculos, y que no cuentan el final de las historias; en este caso, es necesario llegar hasta el final para ver esa totalidad.)
Escribir en tercera o en primera persona un sueño que se haya tenido. Mientras más extraño el sueño, mejor. No se trata de interpretarlo: simplemente hay que relatar los sucesos raros, y a veces imposibles, que se pueden experimentar cuando se sueña. Éste es otro paso importante: sirve para empezar a contar cosas que no sucedieron, es decir, a escribir ficción.
Imaginar a una persona con algún rasgo de carácter distinto del propio: si se es tímido, imaginar a alguien extrovertido, por ejemplo; si se es impulsivo, imaginar a alguien que piensa mucho antes de actuar, o cualquier otra alternativa semejante. Luego, recordando el ejercicio 1, imaginar qué habría pasado si el suceso que se contó en ese ejercicio le hubiera pasado a esa persona (o más bien, a ese personaje: a ese individuo inventado). ¿Todo habría sido igual, algo habría cambiado, la conclusión hubiera sido la misma? Por último, escribir una nueva versión del ejercicio 1, en primera o tercera persona, en la que el personaje inventado sea quien vive los hechos.
Imaginar otra cosa interesante que pudiera haberle pasado al personaje inventado en el ejercicio anterior y escribirla como una nueva historia. Esto ya es invención pura, como la de la mayoría de las historias que encontraremos (y que tal vez haremos) en la literatura.
Lo que sigue es una serie de ideas breves sobre los talleres literarios que publiqué hoy mismo en Twitter usando la etiqueta #talleresdeescritura. La serie fue compilada mediante Storify (no del todo satisfactoriamente en lo que hace a su formato, me temo) y se puede leer también aquí.
1. Un taller que vale la pena no enseña: encauza.
2. El cauce que puede ofrecer un buen taller, por lo demás, nunca es igual para todos sus miembros.
3. Lo anterior, de otro modo: un buen taller no impone verticalmente un modo único de «escribir bien».
4. Un buen taller busca propiciar, primero, diferentes modos de leer los textos: la escritura deviene re-lectura.
5. Un buen taller busca que sus miembros precisen sus aspiraciones al escribir y encuentren sus modos de alcanzarlas.
6. En un buen taller, pues, puede haber muchas aspiraciones distintas de escritura: cada una dará lecturas distintas.
7. Un buen taller no lo es en un sentido moralizante. Tampoco intenta promover una escritura «correcta».
8. Un buen taller acompaña, mientras deba hacerlo, la búsqueda que hace cada uno de sus miembros: la de su propia voz.
9. Un buen taller trabaja desde los textos: no desde las aspiraciones de quien escribe ni las conjeturas de quien lee.
10. Un buen taller suplementa –no suple, mucho menos «remedia»– la soledad de la escritura.
11. Un buen taller no enseña artería ni tráfico de influencias, habilidades acaso útiles pero más allá de la escritura.
12. Un buen taller propicia la idea de que toda escritura es, en el fondo, provisional: mutable.
13. Un buen taller busca trabajar a partir de incertidumbres e indagaciones: cada texto puede resultar una poética.
14. En un buen taller las «reglas» y las «normas» ayudan al escribir: nunca lo rigen.
Dejo estos breves textos para lo que puedan servir y para que los comente quien lo desee. Por supuesto, soy una parte interesada en la discusión, dado que imparto talleres y cursos literarios, pero justamente me parece que vale la pena cuestionar ese prejuicio –que tienen muchas personas– contra la idea misma del taller de escritura. Recomiendo además, entre otros, este artículo sobre la actividad de tallerear, escrito por Cristina Rivera Garza.