Siguen los ejercicios dobles: ahora, dos propuestas de interpretación:
Escribir un episodio cualquiera de un personaje y luego, de modo plausible, explicarlo como definitivo («un hito», “un parteaguas”) en la vida de un personaje debido al carácter e historia de éste. Sin mucho ruido, Cervantes hizo esto en las primeras páginas del Quijote, por supuesto.
Y la variación: que el mismo episodio, el mismo conjunto de sucesos del mismo personaje, sea explicado como el cumplimiento de una profecía milenaria o el signo de un acontecimiento cósmico sin recurrir a la parodia. (¿Cómo habría descrito el propio don Quijote, digamos, lo que le pasó? Un ejemplo aún mejor y que ya ha aparecido en esta bitácora, es la locura de Daniel Paul Schreber; Elias Canetti le dedica un capítulo magnífico de su libro Masa y poder.)
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I
Jaime V. terminó la Sección A de Take Five con un redoble de tarola, siendo ésta su manera para firmar una pieza ejecutada a la perfección. En el saxofón, Jorge White sopló un si bemol negro y todos dieron por muerta la tocada. Llovía intermitentemente y sin gracia.
Jaime desatornillaba los atriles de sus platillos cuando una mujer de treinta y tantos se aproximó. Quería que le firmara el CD que acababa de comprar en el vestíbulo. Jaime preguntó si prefería alguna dedicatoria en especial. ‘Sólo fírmalo’, respondió a secas.
Desempacando los tambores que apenas cabían en el viejo Peugeot, Jaime se sintió extraño. Trató de recordar la última vez que le habían pedido su firma. ¿Podía ser que todavía existiera alguien capaz de entusiasmarse con las mismas canciones de siempre? Entró y se puso a ver televisión, una serie aburridísima de médicos y las relaciones íntimas entre ellos.
Lo despertó un gemido canino. Había olvidado la comida de K.
Mientras rellenaba el plato de croquetas, sonó el timbre de su pequeño apartamento. ¿Qué hora es?, se preguntó. En la puerta, la mujer del autógrafo esperaba bajo un paraguas.
Jaime V. nunca antes había tenido sexo con una groupie.
Nunca.
Al despertar del siguiente día, Jaime V. no encontró rastro de la mujer. Trató de convencerse a sí mismo que todo había sido una ilusión, de que el inconciente juega sucio con las personas que viven solas.
Bajó a la cocina. Quedaban unas pocas croquetas en el plato de K.
No pudo haber sido un sueño, se dijo Jaime V. Recuerdo que rellené el plato, es decir, ¡las croquetas lo prueban todo! La mujer no fue ninguna ilusión, se alegró.
Y aunque sabía perfectamente que sí podía haberlo sido, Jaime V. se repitió a sí mismo toda la tarde la media certeza de su afirmación. Hasta que, entrada la noche, logró convertirla en un plan de acción.
Y todos sabemos el terrible fin de cualquier plan de acción.
II
Existen criaturas extrañas, invisibles a los sentidos de los seres humanos, que moran entre los vivos como sombras y pasan entre nosotros cual camaleones, que pueden cambiar su forma y transubstanciar su esencia de acuerdo a los fatuos elementos. Criaturas que despiertan de su milenario sueño con el chasquido de unos dedos, o incluso, en el caso que nos ocupa, con el redoble quedo de una tarola al terminar una improvisación.
Me refiero al alucinante caso de Jaime V., músico blando y de plebeyo linaje, que, tras jactarse de una espléndida ejecución con tambores y timbales, irrumpió el dulce sueño de la iracunda Giratrábala mediante un tamborileo malaventurado.
Fue así que Giratrábala la enojada salió de la Dimensión de los Heliotropos y cruzó el Valle de las Espinas Circulares, saltó de un brinco (o brincó de un salto) el Cañón de los Eclipses y hasta dio una vuelta errónea en Albuquerque. Cuando finalmente llegó a la Plaza Garibaldi se transformó en una mariposa, luego en un minotauro, finalmente en una guapachosa mujer con ojos grises y lengua áspera.
Giratrábala aceptó un curioso artefacto que le fue ofrecido a la entrada de la Plaza, presentándolo a Jaime V. como contrato de duelo. Jaime V. aceptó el artefacto y firmó el contrato de la terrible criatura, sin chistar, valiente baterista cual ninguno. Giratrábala la turbada salió a esperar las dos horas de cortesía universal antes de un combate, maquillándose para la guerra según una revista especializada que encontró en un Sanborns. Aprendió también de la revista las tácticas de guerra en este mundo tan extraño: ’10 técnicas para enloquecer a tu hombre en la cama’, leía el artículo.
Cuando finalmente el reloj dio la hora, Giratrábala la terrible se presentó en la espartana morada de Jaime V. Sin pronunciar palabra, dio comienzo el combate. Al cabo de hora y media de intenso luchar, el baterista aulló horripilantemente y desparramó sobre el lecho su cuerpo. Una sonrisa de dolor se dibujó en su rostro desfigurado. Giratrábala sentía extrañas ganas de seguir luchando, y pensó luego que en este mundo raro hasta los seres más nobles podrían volverse sádicos de un momento a otro.
Satisfecha, Giratrábala bajó las escaleras. ‘No estaría mal quedarme un rato’, pensó la voluptuosa. En exóticos y poco bélicos pensamientos divagaba cuando oyó el ladrido de Kalimakulcán, príncipe de las pesadillas. Giratrábala palideció. ‘¿Qué haces por aquí, Gran Señor K. de las Tinieblas?’, dijo asustada, evitando pronunciar su nombre completo. Kalimakulcán gruñó, lamiendo después sus colmillos de marfil y preparando el ataque. Giratrábala no tuvo entonces más remedio que saltar (o brincar) hacia la forma de un mosquito pispireto y voló en retirada a su Dimensión Heliotrópica.
Cuando Jaime V. despertó de un sueño intranquilo, la guerra interdimensional era inevitable.
Gracias por animarte a proponer los textos… Los dos me parecen muy buenos. Valdría revisarlos para asegurar que se sostengan cada uno solo, creo, y luego publicarlos en algún sitio.
Salud y suerte.
Gracias por la lectura y la sugerencia. Aunque originalmente pensé en los textos para que se apoyasen entre sí, me parece buena idea lo que propones. Habrá que trabajarlos, pues.
Un saludo.
1-Estuvo todo el día con ese sentimiento de que algo sucedería, algo importante, eso que las viejas llaman pálpito, que no se justifica en alguien asintomático a lo espiritual.
Las clases pasaron en medio de una sensación de irrealidad, cosa rara en ella, tan responsable y preocupada.
La inminencia latía en todo su cuerpo, la garganta seca, los ojos inquietos, las manos temblorosas. Estaba febril, creyendo que una gripe le arruinaría todos los planes del fin de semana, pero bueno, algo hay que pagar por ser siempre tan afortunada.
Pensaba seriamente si debía irse a descansar, tratar de ahogar en sueño ese malestar tan extraño. Total, el semestre apenas empezaba y la única clase que faltaba era Teología, y de leer los apuntes de alguien no pasaría el daño. Se decide y empieza a recoger su folder, cuando oye del saludo del profesor, del cual no se dio cuenta hasta ese momento. Alza la vista con una sensación de fastidio, y su mirada encuentra directamente la de él, con un reconocimiento instantáneo, una aceptación de hechos y una total tranquilidad de espíritu. Su cuerpo calla síntomas y malestares, y su alma ríe de placer.
1- Hoy, a la medianoche en punto, me desperté con una voz llamándome, y veo, a los pies de mi cama, a medio metro del suelo, una figura luminosa, ambigua, muy bella. Con una voz muda, que gritaba en mi cabeza, me dice:
“Cuando los unos sean seis, del hombre culto, sacerdote de lo oscuro y de la mujer pura, nacerá la semilla doble de la perdición. La semilla fecundará a si misma y de ese incesto saldrá el que nunca debe ser, el que emergerá entre la confusión y el caos, dejando más sangre a su paso que ningún otro. El ultimará la raza”.
Juro ante Dios la veracidad de mis palabras.
(Augusto, 23-05-2008)
Esto que has publicado, Natty, está de lo más interesante. Se agradece.