Una idea simple:
Describir, de modo convincente, sensaciones que no se hayan tenido nunca.
Hay quien plantea este ejercicio precisando: «sensaciones que sería imposible experimentar», pero esto lleva siempre a pensar en los otros órganos genitales (es decir, en los que no tiene quien va a escribir), y especular así es es válido, por supuesto, pero es sólo una entre varias alternativas. Están, por ejemplo, ciertos estados alterados de la conciencia; está la muerte, que Paul Bowles, Marcel Proust, Yukio Mishima y León Tolstoi (entre otros muchos) han descrito de manera clara y arrebatadora. Etcétera.
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Le digo que en los primeros segundos me sentí aliviado. Cómo si me hubiera liberado de un peso, de todo el peso. Y no era para menos. Ver la hoja plateada subir y bajar, eligiendo dónde caer sobre mi brazo, una y otra vez; inmóvil, observando desde un lugar privilegiado, si el término se permite. Verla subir y bajar me había llenado de miedo, de terror, de frío, de cambios bruscos en la presión sanguínea. Una nube de hielo dentro de mi cuerpo corría desde los pies hasta la cabeza, escondiéndose, buscando refugio. Cada vez que se movía los huesos se me apretaban al punto de poder estallar. Temí astillarme por dentro. Cuando supe que era la última embestida cerré los ojos y estiré el cuello para arrancarme la cabeza del cuerpo. Apenas duró un soplido. Nada, estaba libre de mis captores. Pensé en ponerme de pie y correr. Qué iluso. Mi brazo cortado casi a la altura del hombro cayó a la tierra y, al verlo desprendido, comenzó el ardor. Cómo si me hubiera apoyado en una hornalla prendida y luego, con las heridas abiertas, apoyado en sal gruesa. El dolor se metió al pecho entre docenas de largos alfileres y caí no se donde. Aquí desperté, junto a usted. En esta celda. Ya condenado por mi delito, incapaz de volver a repetirlo.
Este si lo veo complicado:
Luis sintió como su mano se translaba a las faldas de los pirineos y arrojaba una espada, como su cabeza se desprendía del cuerpo y justo en el último instante de vida, sintió a sus pies correr de los ejercitos Macedonios. Y de pronto su mano tocó algo de nuevo, la otra o quizá la misma cambiaba el canal de la televisión mientras sus oidos escuchaban una marea catastrófica, un ojo dislumbra un bajel destruido y un sólo sobreviviente, el otro ve una ciudad iluminada. Luis o Jorge o Mauricio comprenden que se están desbaratando, de alguna manera. Se equivocan, lo que se desbarata es el tiempo.
Perdón por los tiempos verbales.
Hola, una pregunta, no entiendo el ejercicio, ¿què debo escribir? Las instrucciones son a mi percepciòn ambiguas; ¿sensaciòn que no he sentido no sentire?, ¿organos genitales? Podria detallarlo por favor, debo escribir como si fuera hombre, por fis, por fis
Gracias
Hola, Fernando, Hernán… Angie, se trata sólo de imaginar cualquier sensación que no hayas experimentado y describirla; no tiene que ser necesariamente algo que sólo pueda experimentar un hombre. Ejemplos: qué se sentirá cuando te cortan una mano, o cuando pruebas una droga que en la vida real no hayas probado, o cuando te estás muriendo (que era la propuesta), etcétera.
Muchos saludos.
MUÑECA ROTA
Yo…, yo tenía tanta rabia dentro, coraje, sueños insatisfechos, llena de mentiras, excesivos huecos, escuchaba reiteradas veces, ¡eres una estúpida!, ¡todo lo haces mal!, ¡nunca tomas la elección correcta!, ¡tú eres un error!, y ¿sabes? creo que lo soy… Era el castigo por haber esperado amor de una forma incorrecta, fuera de lugar, sin valía. No estaba sola pero me sentía vacía, siempre me he sentido desarraigada, ¡no sé de dónde soy ni que diablos hacer con mi vida!… Mi sonrisa se deslizó por la sala, por mi cama, por las calles, vuelta loca huyó, se escondió, caminó en círculos, sin vuelta ni atrás, se degradó el ánimo, moronita por moronita lo vi caer al suelo, excoriando el mundo inventado, terminó la magia, la helada del hielo la rompió, trituró la sonrisa de mi rostro, ¿dónde me albergaría?, ¿dónde guardaría mi corazón?, reclamo inoportuno…
Sólo quedó un frío condensado de una roca fundida a profundidad. Había que purgar las impurezas, noche de cristales rotos, fraccionados, esparcidos en cientos, estrellas fugadas del cielo en una anochecer triste, arte lapidario. Anestesiada por la ausencia de brillo y color, el punto de partida de mi sangre dejó de idealizar, más que una barrera, mi piel era prisión, cuerpo enmohecido.
Divise la muerte como un hermoso sueño, el mejor de ellos, ¡se acababan los reclamos!, una muerta debe ser perfecta, se eleva su fotografía en un altar, todas las noches le rezan, le suplican a un Dios la perdone, la ayude, año con año ponen una ofrenda de espera, de amor y cariño, quizás prepararía frijoles con longaniza, mi platillo favorito… El cielo clamaba, rogaba mi presencia, estaba lista, de frente la calma, nadie me espera y tenía prisa por abandonar este lugar; imaginé mi nombre en el suelo, lleno de flores, paz.
Un cristal fisuró la superficie de mi cadena, cortaba el aire un túnel transversalmente, tierra dividida en dos, frontera perversa, muñeca rota y sin sonrisa, basura, llevada corriente a bajo por un río púrpura, hasta la conclusión de las mareas y los vientos contrarios, variante fragilidad por el cambio de presión y temperatura, viento soplaba suavemente, turno para descansar. Miraba el vaciar de la furia por completo, el fluir del veneno, la parálisis, ¿caída o lejana salvación? Fija mi vista sin penetrar, mi voz a punto de desaparecer, se asomó mi felicidad…
¿Asi? Gracias
Mientras la aguja penetraba un frio sudor recorria mi espalda,
comence a temblar. ¡Con una chingada, ya te dije que no te muevas
pendeja! ¿Querìas saber que se siente no?
No sabia si la reaccion era ante la morfina o el brevìsimo dolor
que recorrio mi brazo como descarga electrica. Despues la nada. Ante
mis ojos se presento Morfeo con un licuado de arandano por la mañana.
Esa mañana bajé por el tiro en el ascensor de la mina. A mis pulmones
entró un polvo fino, imperceptible a la vista. Caminé por el tunel
reforzado por pilotes de metal y madera. La lámpara alumbró el camino
y al llegar al final del tunel golpee la roca con el zapapico, y sentí
retumbar el impacto en mi cuerpo. Levanté las piedras que la exposión
del día anterior había dejado. Respiraba con dificultad, algo oprimía
mi pecho. De pronto la tierra tembló. Las piedras se desprendieron y
los polines se vencieron con el peso. Quedé boca abajo, aplastado con
los polines encima. No sentí mi cuerpo. El polvo que respiré del suelo
resecó mi garganta. No pensé en nadie. Quedé atrapado sin salvación.
Respiraba entrecortadamente. Las fosas nasales se llenaron de polvo y
en la boca sentí un intenso sabor a tierra. Todo se movió y reinó el
silencio. Mi cuerpo se convulsionó entre las rocas en un movimiento
sin sentido.
Hola! Solo una felicitacion por la recopilacion de cuentos Viaje Celeste, fue una grata sorpresa
encontrarlo.
Hola, Claudia. Gracias por decirme: me alegra mucho que te haya gustado. Muchos saludos y por acá seguimos.
Era algo parecido a la narcosis. Una especie de eforia, en parte provocada por la hazaña, en parte por lo enrarecido de eso que… ¿que sería?…¿aire? Querría brincar pero el aislante térmico de mis zapatos era enorme. En serio que veía pinos, pinos rojos, como los de América del Norte en otoño. Solo que más rojos, rojos incandenscentes. Que absrurdo, en mis tiempos de espeleóloga también veía enormes coniferas dentro de las cavernas. ¡Qué limitados pulmones!¡Qué pinos! Mis sentidos se transtornaban: veía pinos pero olía a azufre, y mi cerebro sabía que era imposible. ¡Qué borrachera! Ganas de atacarme de risa y un impulso de vaivén, que para que les cuento. Y sin embargo no perdía el sentido, los comprimidos que tenía que mascar cada dos minutos me mantenían en pie. Me quite el guante para saludar a las cámaras, cuanta sorpresa poder ver mis células de la mano. Una por una. Casi distinguía las mitocondirias. Y tener que dar mi informe mientras todo esto acontencía ¡Qué distracción!… El bosque de pinos no me dejaba avansar, mi intelecto me obligaba:»sigue, aqui no hay nada». Pero yo chocaba sin remedio con las hojas escarlata y la dificultad para respirar tendía a adormecerme…toda mi alegrìa contenida quería literalmente irse por un tubo.Estallar. El mundo entero transtornado y yo luchando por respirar, por no vomitar con el olor, por no ver lo que mis ojos veían y por no ser tar egocéntricamente feliz, tan embriagadoramente feliz… y en vez de sucumbir aquí, al pie de este carmesí inmenso, muerta de risa, atónita y asfixiado, poder dar mi infmorme, mi informe… yo… por primera vez… un ser humano caminando la superficie del planeta rojo.
Hola, Selegna, y gracias por dejar el texto. Un saludo y ojalá sigamos leyéndonos. Suerte.