La historia del origen de Vyasa, el poeta mítico a quien la tradición atribuye la escritura del Mahabharata, se ha contado muchas veces. Jean-Claude Carrière la refiere en su versión novelada del poema (aquí un extracto), hecha paralelamente a la famosa adaptación teatral que realizó para el director Peter Brook. El texto dice lo siguiente:
—Un rey que cazaba en un bosque se durmió. Soñó con su mujer y brotó su esperma.
—Esto empieza muy bien —dijo el dios sacudiendo la cabeza.
—Cuando despertó el rey y vio el esperma sobre una hoja, llamó a un halcón y le dijo: lleva veloz mi esperma a la reina. Pero el halcón fue atacado por otro halcón, el esperma cayó en un río y un pez lo engulló. Algunos meses más tarde, un pescador cogió el pez, lo abrió y encontró en su vientre una niña muy pequeña a la que dio el nombre de Satyavati. Creció y se volvió muy bella, pero por desgracia desprendía un espantoso olor a pescado.
Mientras escribía, Ganesha se maravillaba, sonreía, balanceaba la trompa y dejaba escapar unos ruidos guturales que demostraban el placer que le producía ya la historia.
Alrededor, en cambio, los pájaros se callaban, e incluso el agua del río parecía presa del silencio.
Vyasa prosiguió:
—La joven de olor repugnante se mostraba inabordable y triste. Un día encontró a un eremita vagabundo que le dijo: me gustas, hagamos el amor aquí mismo, enseguida, y prometo que convertiré tu olor repugnante en el más encantador de los perfumes. Y ella gritó: ¡No, ahora no! ¡Aquí, bajo la luz del día, no puedo! Entonces el eremita, con un gesto simple, hizo nacer una espesa niebla que engulló el río y el campo, fueron hasta una isla, Satyavati se abrió al eremita y de pronto su olor se volvió irresistible.
—¿Tuvieron un hijo? — preguntó el niño, haciendo su primera pregunta.
—Sí, yo. Vyasa.
(NOTA: La imagen ilustra un episodio posterior. Luego de parir a Vyasa, Satyavati fue cortejada por el rey Santanu, padre de Bhishma, y de ese cortejo surgirían tragedias y glorias innumerables)
Para la mayoría de las personas de ahora, no habituadas a las maravillas y en cambio malacostumbradas a que todas sus historias tengan la misma forma, comiencen del mismo modo y terminen con las mismas victorias de los mismos personajes, la forma en la que la trama de este breve fragmento salta de un lado a otro, invoca personajes y los deja atrás sin vacilar, y no anuncia de ninguna manera a dónde se supone que va a llegar, puede resultar desconcertante (ocurre lo mismo en textos como éste). Sin embargo, todas las incógnitas que el texto no resuelve pueden ser material de nuevas historias.
Si no me engaño, en el Mahabharata no se vuelve a saber del rey que donó (ejem) el esperma, ni del halcón, ni del eremita. Y del pescador apenas se dice más. La propuesta es imaginar posibles historias para ellos: mucho mejor será si pueden abrirse, como el cuento que les da origen, a lo extraño y lo impredecible.
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Pero el cuento tiene un correlato. Las consecuencias. Todo accionar genera una consecuencia que no necesaria mente es la esperada.
Dos gatos se abrazaron sobre el tejado, con uñas y colmillos, rodando por la pendiente hacia el vértigo de la caída. A poco del fin se detuvieron por el propio susto, pero el odio los traicionó. Iban cortando el aire sin soltarse cuando el helecho se abrió para devorarlos. Los atrapó como un guante y se quedó con sus pelos. La planta pensaba: ‘Que finas y suaves hojas he conseguido. Las flores me envidiaran.’. Un tijeretazo le cortó la cabeza, los brazos, el cuerpo, y lo sacó de la tierra desgarrando sus piernas. El jardinero gesticulaba nervioso sus tics y asustando a los niños que pasaban frente a la casa. Algunos de ellos le mostraron la lengua y le hicieron burla con la mano formando una trompa. Niños que salieron del colegio para desaprender todo lo forjado. Corrieron hasta las vías del tren y aplastaron sus monedas sobre el riel.
Un día, un jóven rey que paseaba por una plaza atestada de gente, de pronto supo que era observado.
Al buscar la fuente de esa sensación, descubrió a un anciano harapiento, que mientras lo miraba fijamente, le dijo — Tu serás su padre, y yo engendraré a tu nieto.
El joven rey, sin saber de que hablaba, le preguntó al anciano como podría ser eso posible.
–No lo sé– dijo el anciano. –Tal vez me lo dijo un ave.
La gente siguió caminando sin inmutarse, después de ese instante en que todo se detuvo, en aquella plaza donde confluían los tiempos.
–Otra vez, el rey que cazaba en un bosque decidió continuar hasta efectivamente conseguir una presa.
–Esa historia no promete mucho –dijo el dios y dejó caer la cabeza sobre los almohadones.
–Pero podría ser una caza maravillosa.
–Continúa pues.
–El rey caminó durante mucho tiempo, vio pasar conejos, venados, un oso y dos castores. Él quería cazar un animal hermoso y extraño, que dejara maravillados a quienes lo vieran.
Ghanesa bostezó y sus párpados tardaban en descubrir sus ojos.
–Está bien, está bien –volvió a bostezar–. Puedes ya seguir tu camino, yo cuidaré tu viaje. Pero nunca más vengas aquí a contar historias.
Entonces Ghanesa durmió y tuvo un largo sueño en donde todos eran mudos y no se levantaban de su silla.
Hola a los tres… Los cambios de tiempo y de estado en sus propuestas son de lo más curioso; dan ganas de ver las historias en versiones más extensas. Si las escriben, por favor dejen el aviso. Gracias y saludos…
[esto es un fragmento de una novela que tengo en preparación; no estoy seguro de que fuera lo indicado en este ejercicio, pero leer este taller me recordó este pasaje, precisamente]
Cuando llego a mi casa, el teléfono suena. Es Saturnino. Está preocupado. Necesita que nos veamos. Todos. Pero Sarita no puede mañana. Y pasado mañana se fue de viaje, y la reunión tuvo que ser pospuesta.
Mientras, Saturnino, Konstantinos y Daucuscarota venían a mi casa a leer, a escribir y a emborracharse. Cuando el quinto vaso de tequila se vació, tomé el teléfono. Marqué. Y una hora después, Nadia llegó y trajo cervezas y una botella de vino. Me da asco el vino, es como beber sangre. Es como chuparle la vida al alcohol. El alcohol es mi amigo, yo no quiero asesinarlo ni causarle una anemia o algo (en el Pequeño Villarruel Ilustrado leí una vez: ANEMIA: Presencia de Ana en la sangre). La televisión muestra imágenes de un idiota cayendo por un hoyo de un puente peatonal mientras miraba a los paramédicos atender a un idiota de la misma estirpe que había caído minutos antes. Los programas de noticias son cada vez más divertidos. Como cuando informaron que el Cardenal padecía de sífilis. Y después, algunas buenas noticias: el salario mínimo sube un 0.01 por ciento; la tortilla sólo sube un 200 por ciento. Es realmente motivador encender el televisor y descubrir que las cosas siguen igual que siempre, que no hay cambios abruptos en la estructura socio-económica. Bendito sea nuestro país, uno de los más vanguardistas, que a diferencia de los arcaicos que tienen presidente y rey, éste en cambio tiene dos presidentes, un presidente Espurio y un presidente Cinco Millas. Bailamos un poco al ritmo de Tom Waits, he went down down down / and the devil called him by name. Destapo una cerveza más para brindar por la Gestapo, y cuando termino de acabármela, suena el teléfono. Nadia, que es la menos borracha, responde. Nadia me informa que Sarita regresó hoy. ¡Hasta se me fue lo borrach
Los conoejos, los venados, el oso y los dos castores iban de regreso a su pirámide dorada (pirita, el oro de los tontos, que le dicen). La serpiente circular, sin principio ni fin, prima lejana del ouroboros, giraba tratando de escapar del ciervo cabeza de perro. Pero los conejos decidieron ir a otra parte, hartos ya de la estructura piramidal de su casa.
Gataluna, que usualmente viene a escuchar mis relatos, me pidió que inventara alguna cosa mientras hacíamos el amor, así que los conejos, los venados, el oso y los castores desaparecieron, ¡plop! como una burbuja de Ulalume González de León, a quien leí recientemente. Y qué contarle a Gataluna. Algo lovecraftiano, con elementos quiroguianos, donde un científico de la mente abandona sus cómoda casa de Francia y se va a Chiapas, a descubrir a una bella mujer maya.
–Ese relato me gusta mucho –dijo Gataluna.
Será mejor que acabe de una vez, así podremos hacer el amor el resto de la noche, pues a las cinco de la mañana, Gataluna saltará por la ventana, y la esperaré veinte horas, para volver a tomar sus manos entre mis dientes.
–Y al final, se lo comió –le dije, y Gataluna rió alegre.
Jorge, también creo que la relación de tus textos con el ejercicio propuesto es tenue, pero ambos me parecen muy interesantes. Suerte con los proyectos. 🙂