Considérese el siguiente fragmento de Alfonso Reyes, gran maestro de la puntuación y la sintaxis (proviene de sus «Notas sobre la inteligencia americana»):
Nuestro drama tiene un escenario, un coro y un personaje. Por escenario no quiero ahora entender un espacio, sino más bien un tiempo, un tiempo en el sentido casi musical de la palabra: un compás, un ritmo. Llegada tarde al banquete de la civilización europea, América vive saltando etapas, apresurando el paso y corriendo de una forma en otra, sin haber dado tiempo a que madure del todo la forma precedente. A veces, el salto es osado y la nueva forma tiene el aire de un alimento retirado del fuego antes de alcanzar su plena cocción. La tradición ha pesado menos, y esto explica la audacia. Pero falta todavía saber si el ritmo europeo—que procuramos alcanzar a grandes zancadas, no pudiendo emparejarlo a su paso medio—, es el único «tempo» histórico posible, y nadie ha demostrado todavía que una cierta aceleración del proceso sea contra natura. Tal es el secreto de nuestra historia, de nuestra política, de nuestra vida, presididas por una consigna de improvisación. El coro: las poblaciones americanas se reclutan, principalmente, entre los antiguos elementos autóctonos, las masas ibéricas de conquistadores, misioneros y colonos, y las ulteriores aportaciones de inmigrantes europeos en general. Hay choques de sangres, problemas de mestizaje, esfuerzos de adaptación y absorción. Según las regiones, domina el tinte indio, el ibérico, el gris del mestizo, el blanco de la inmigración europea general, y aun las vastas manchas del africano traído en otros siglos a nuestro suelo por las antiguas administraciones coloniales. La gama admite todos los tonos. La laboriosa entraña de América va poco a poco mezclando esta sustancia heterogénea, y hoy por hoy, existe ya una humanidad americana característica, existe un espíritu americano. El actor o personaje, para nuestro argumento, viene aquí a ser la inteligencia.
Leerlo en silencio permite apreciar la justicia de su uso de los signos, que comunican claramente lo que el escritor quiere decir. Pero ¿qué sucede al leerlo en voz alta? El ejercicio consiste en averiguarlo: reescribir este texto como el parlamento de alguien que lee en voz alta a Alfonso Reyes, de manera que podamos averiguar algo de quien lee simplemente por cómo lo lee, por la forma en la que se oye.
Antes de que se me diga que el parlamento, al estar escrito, no se podrá escuchar en absoluto, va esta sugerencia: los signos de puntuación, además de ayudar al ordenamiento lógico de las oraciones y los párrafos, pueden lograr que los lectores imaginemos, siquiera vagamente, las entonaciones y las pausas de la palabra hablada. Un texto escrito sin puntos o sólo con comas puede ser un parlamento dicho rápida y nerviosamente; un texto con muchos puntos o pausas puede ser el parlamento de alguien con problemas respiratorios, que necesita tomar aire con frecuencia. Los signos de interrogación y admiración van asociados, como sabemos, a entonaciones e intenciones precisas. Etcétera. Una buena idea para hacer este ejercicio es, por consiguiente, lograr una entonación precisa variando sólo la puntuación.
Por si les es útil para practicar, he aquí otra vez el texto de Reyes, desprovisto de signos y mayúsculas:
nuestro drama tiene un escenario un coro y un personaje por escenario no quiero ahora entender un espacio sino más bien un tiempo un tiempo en el sentido casi musical de la palabra un compás un ritmo llegada tarde al banquete de la civilización europea américa vive saltando etapas apresurando el paso y corriendo de una forma en otra sin haber dado tiempo a que madure del todo la forma precedente a veces el salto es osado y la nueva forma tiene el aire de un alimento retirado del fuego antes de alcanzar su plena cocción la tradición ha pesado menos y esto explica la audacia pero falta todavía saber si el ritmo europeo que procuramos alcanzar a grandes zancadas no pudiendo emparejarlo a su paso medio es el único «tempo» histórico posible y nadie ha demostrado todavía que una cierta aceleración del proceso sea contra natura tal es el secreto de nuestra historia de nuestra política de nuestra vida presididas por una consigna de improvisación el coro las poblaciones americanas se reclutan principalmente entre los antiguos elementos autóctonos las masas ibéricas de conquistadores misioneros y colonos y las ulteriores aportaciones de inmigrantes europeos en general hay choques de sangres problemas de mestizaje esfuerzos de adaptación y absorción según las regiones domina el tinte indio el ibérico el gris del mestizo el blanco de la inmigración europea general y aun las vastas manchas del africano traído en otros siglos a nuestro suelo por las antiguas administraciones coloniales la gama admite todos los tonos la laboriosa entraña de américa va poco a poco mezclando esta sustancia heterogénea y hoy por hoy existe ya una humanidad americana característica existe un espíritu americano el actor o personaje para nuestro argumento viene aquí a ser la inteligencia
3 comentarios. Dejar nuevo
¡Órale con Reyes! Primero el tema que trata (¿dónde lo leí antes?) y segundo, el ejercicio me recuerda un cuentito que escribí. Gracias, Alberto, por darle atención a las comas, puntos y demás signos.
No hay nada que agradecer. 🙂
Pude percibir el alma particular del escrito amalgamado con mi tono de voz, sin palabras propias, pero dando forma, ritmo y profundidad a un mismo conjunto de palabras.
Gracias
Hilda Frías