El concepto proviene de El arte de la ficción, el gran tratado sobre narrativa de John Gardner, y se refiere a cuánto se permite un texto narrativo penetrar en los pensamientos y sensaciones más íntimos de los personajes que muestra. No tengo conmigo el texto de Gardner, pero parafraseo su ejemplo: no es lo mismo:
Un día del siglo XXI, un hombre se puso a escribir.
que:
El 27 de julio de 2006, a las nueve y veinte de la mañana, Alberto encendió la computadora e invocó el procesador de textos.
que:
Alberto, pesadamente, con los últimos restos del sueño todavía sobre él, se sentó ante la pantalla y acercó los dedos al teclado.
que:
El borde del asiento hacía presión sobre la parte inferior de sus muslos. La sensación exacta, cierta de la carne lo sacudió levísimamente. ¿Tenía impresiones parecidas en los sueños? No lo recordaba de manera cabal. Pulsó suavemente una tecla: la T. ¿Aquel acto nimio no tenía relación con los del mundo de adentro?
Mayor o menor distancia psíquica en un texto implica mayor o menor penetración en los personajes, pero mientras más podemos ver del interior de ellos, menos se podrá ver de su contexto. Pensando en esto, se puede plantear el siguiente ejercicio de dos partes:
a) Escribir un párrafo sobre las acciones de un personaje remotísimo (el rey Arturo, un habitante de la antigua Babilonia, la Malinche) con distancia psíquica cero: ¿qué estaba experimentando, por ejemplo, Eva al morder el fruto prohibido? ¿Cómo se sentía la carne de la fruta entre sus dientes?
b) Escribir un párrafo sobre las acciones de quien escribe a tanta distancia como sea posible. ¿Qué tanto podemos situarnos en lo que nos rodea?
10 comentarios. Dejar nuevo
¡Ay, ay , ay¡ un ejercicio tan interesante y tentador, y yo sin tiempo para hacerlo.
Lo haré, claro que lo haré, pero en unos días.
Saludos Alberto
Cuando puedas hacerlo, Cloe, ojalá te animes a publicar aquí lo que resulte. Gracias…
No sé si valga este fragmento de un cuento que tengo en proceso para el ejercicio Alberto… cualquier comentario es bienvenido..
» Suiiiiiiiiiii. La laptop inicializando. La fuente de poder activada, alimentando a la tarjeta madre, a los demás componentes. Se enciende el sistema, revisa la memoria ram, el disco duro, el cd room. La pequeña luz en el teclado, la máquina está leyendo la información. Accede al sistema operativo, pone en marcha los demás dispositivos. Funciona, la memoria de trabajo está en orden. La pantalla se enciende. El icono de Windows, la ventana que me da la bienvenida, mi mano en el maus, el índice de mi diestra haciendo clic, clic, clic. Ya está. Las letras negras sobre el fondo blanco. Apenas un párrafo escrito. Apenas un párrafo sobre ella.
Trick. Dejo el encendedor a un costado de la computadora. Entre el humo del cigarro se van mis ideas. ¿Qué escribiré sobre ella, qué diré sobre ella? Tan sólo hace unas horas que estaba entusiasmado con la idea de definirla y ahora no tengo nada. He escrito que la espero en un hotel, que no sé cómo es ella, que me gustaría conocerla. Un timbrazo del teléfono me rescata. Número equivocado. Era una mujer. ¿Acaso sería ella quien llamó? Recuerdo las palabras de Alfredo, tristeando y bebiendo por cualquier motivo en el viejo bar: “En alguna ciudad, en algún lugar hay una mujer que me espera, que me busca, pero es tiempo en que no ha buscado en el sitio correcto”. Dudo que sea mi caso.»
Me encantó tu cuento, David. Felicidades. Saludos desde el futuro.
DISTANCIAS
I
“Ella muerde el fruto color sangre, en ese instante siente que una brisa fresca la estremece, conoce un frío nuevo, toca sus brazos, su vientre, un pudor desconocido tiñe su rostro, no comprende por qué va desnuda, de pronto el verde de los árboles es más intenso, las fieras que pacen alrededor tienen pelambres hermosas, aves, insectos, nubes, todo bajo la luz es distinto, pues ahora sol es una palabra que comprende. Al morder prueba un licor nunca antes sentido, su jugo es dulcísimo, lo bebe, y termina una sed que no sabía tener. Percibe que la carne de esa fruta ni dura ni suave tiene la similitud más extraordinaria: parece que fuera la lengua de Adán cuando la besa, una alegría enorme la ilumina, pues imagina que si ella siente eso ¿qué podrá él sentir? Sabe dónde esta ahora, corre hasta él, parece dormitar, pone la mano izquierda sobre su mejilla, Adán abre los ojos, ve primero el rostro transformado de Eva que le sonríe con una belleza nueva, mira luego la manzana, la toma…”
II
Hay un rumor de autos que pasan, el cuarto sin ventilación está profusamente iluminado. Alguien habla por teléfono. Esa persona que da la espalda a quien está al teléfono, levemente golpea las teclas de la computadora, viste de blanco, se ha recogido el pelo en lo alto de la nuca, frunce el ceño, extiende las piernas tanto como puede, alrededor de su tobillo izquierdo hay una hinchazón grave, ha cubierto sus pies con unas ridículas pantuflas que simulan garras de orangután. Se detiene de repente, no se escucha más el ruido que hacen sus dedos sobre el teclado, pero su espalda en ese instante se flexiona en un movimiento extraño, echa atrás los hombros, rodea con la mano derecha su cuello, toca su garganta, quien contempla todo ésto lo hace desde un helicóptero que planea sobre esa habitación, pues un domo transparente la cubre, el hombre que mira a las dos mujeres en la habitación usa unos prismáticos, no decide aún si soltará la granada o no, pues acaba de leer la primera palabra escrita en la computadora: “Lilith”.
DISTANCIAS
I
“Ella muerde el fruto color sangre, en ese instante siente que una brisa fresca la estremece, conoce un frío nuevo, toca sus brazos, su vientre, un pudor desconocido tiñe su rostro, no comprende por qué va desnuda, de pronto el verde de los árboles es más intenso, las fieras que pacen alrededor tienen pelambres hermosas, aves, insectos, nubes, todo bajo la luz es distinto, pues ahora sol es una palabra que comprende. Al morder prueba un licor nunca antes sentido, su jugo es dulcísimo, lo bebe, y termina una sed que no sabía tener. Percibe que la carne de esa fruta ni dura ni suave tiene la similitud más extraordinaria: parece que fuera la lengua de Adán cuando la besa, una alegría enorme la ilumina, pues imagina que si ella siente eso ¿qué podrá él sentir? Sabe dónde esta ahora, corre hasta él, parece dormitar, pone la mano izquierda sobre su mejilla, Adán abre los ojos, ve primero el rostro transformado de Eva que le sonríe con una belleza nueva, mira luego la manzana, la toma…”
II
Hay un rumor de autos que pasan, el cuarto sin ventilación está profusamente iluminado. Alguien habla por teléfono. Esa persona que da la espalda a quien está al teléfono, levemente golpea las teclas de la computadora, viste de blanco, se ha recogido el pelo en lo alto de la nuca, frunce el ceño, extiende las piernas tanto como puede, alrededor de su tobillo izquierdo hay una hinchazón grave, ha cubierto sus pies con unas ridículas pantuflas que simulan garras de orangután. Se detiene de repente, no se escucha más el ruido que hacen sus dedos sobre el teclado, pero su espalda en ese instante se flexiona en un movimiento extraño, echa atrás los hombros, rodea con la mano derecha su cuello, toca su garganta, quien contempla todo ésto lo hace desde un helicóptero que planea sobre esa habitación, pues un domo transparente la cubre, el hombre que mira a las dos mujeres en la habitación usa unos prismáticos, no decide aún si soltará la granada o no, pues acaba de leer la primera palabra escrita en la computadora: “Lilith”.
por error envié dos veces el ejercicio, aprovecho la aclaración para felicitar a Alberto por la publicación de «Grey» ¡voy a leerlo, espero, muy pronto!
Miró aquel campo a sus pies, mientras la sensación de la brisa golpeando levemente cota de malla le recordaba que a pesar de todo aún seguía vivo, tal vez no por mucho tiempo, pero aún estaba ahí; existía.
Sus sandalias se asentaban sobre la suave hierba que le provocaba una sensación de ligero placer mientras se concentraba en los gritos que llenaban el silencio cercándolo y él sentía que aquél mar de sonidos era otro tipo de silencio, de sordera, algo así como quedar cegado por un golpe intenso de luz. Ese maremoto acústico le producía un frenesí físico sintiendo los latidos de su corazón golpear el pecho con una fuerza que nunca había sentido en otros momentos como aquel, mientras sentía el leve temblor de su cuerpo.
Sin embargo su mente estaba ausente de todo ese proceso, sentía que podía verse desde fuera en paralelo, contemplándose como en una obra de teatro y viendo ese mundo a su alrededor pasar lentamente; con la certidumbre de que en breves momentos moriría o besaría la gloria, no sentía tristeza o ira y se sorprendía de que la única emoción en su mente fuera esa perplejidad de no sentir nada. Miró nuevamente el campo a sus pies, la llanura llena de los otros, de otros que como él combatirían bajo un estandarte hasta vencer o morir y trató de pensar sobre el significado y la verdad de de todo aquello, pero el frenesí de su cuerpo alcanzó su mente bajo la orden de realizar la carga.
Un instante después todo despareció, mente, conciencia, sentidos, todo; sólo corría blandiendo su pilium para lanzarlo al enemigo, con la mirada desbordada, desencajada, llena de furia y locura convertido en un engranaje más, una célula más de aquel animal desatado en pelea, una palabra más en aquel diálogo de los dos generales romanos que trataban de ver quién, al final, gobernaría Roma.
EXCELENTE EJERCICIO. ADELANTE. DIANA
Otra vez debo disculparme por no responder pronto varios comentarios. Gracias a Diana y a todos.