Escritura creativa

Taller literario: fuerte como un roble

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Un ejercicio simplísimo: escribir una historia breve que interprete literalmente una comparación o una metáfora. ¿Cómo sabe un ser humano que es fuerte como un roble, por ejemplo? ¿Entró clandestinamente en el Torneo Arbóreo de Lucha Libre y llegó hasta los cuartos de final, cuando empató con el roble en cuestión pero la pelea se dio al árbol por puntos? Mientras más gastada esté la imagen elegida, más hará falta soltar la imaginación, pero mejor podrá ser el resultado.
(La imagen concreta del roble es discutida largamente por Gérard Genette, el crítico francés, en un ensayo muy reciente: Metalepsis, de la figura a la ficción [fusion_builder_container hundred_percent=»yes» overflow=»visible»][fusion_builder_row][fusion_builder_column type=»1_1″ background_position=»left top» background_color=»» border_size=»» border_color=»» border_style=»solid» spacing=»yes» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» padding=»» margin_top=»0px» margin_bottom=»0px» class=»» id=»» animation_type=»» animation_speed=»0.3″ animation_direction=»left» hide_on_mobile=»no» center_content=»no» min_height=»none»][2004], que ese mismo año publicó en México el Fondo de Cultura Económica. Genette observa que imágenes como la del roble, al referirse a una imposibilidad física, puede ser simplemente descartada como un juego verbal, pero que toda ficción es también un juego verbal. Cada metáfora, podríamos decir, es semilla de una historia.)[/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]

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  • «¿Cómo sabe un ser humano que es fuerte como un roble, por ejemplo?»

    Pues «sabe» a corteza, tal vez un poco a bambú o a regaliz, ¿no?

    Jajajaja.

    Ay, perdón por el chiste lingüísta, perdón. Fuera de broma, es muy buen libro ese que dices, y es buena idea el ejercicio. Saludos.

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  • Duerme como un lirón
    En tiempos de Paz, el emperador Octavio quiso juntar el Arco y la Lira, pero Lirón el padre de ésta se oponía con vehemencia. Vehemencia, la madre de Lira, era por cierto muy visitada por el emperador. Un buen dia, Octavio con Vehemencia atacó al Lirón y supo sumirlo en un sopor sostenido de ssss. Desde entonces se le ve al lirón muy de cuando en cuando, deambulando de una siesta a otra. Cuando le preguntan por su cosmopolita vida a la que ha renunciado por dormir, dice entre bostezos: Paris era una siesta.

    A una mujer, ni con el pétalo de una rosa
    -,le dijeron a este joven. Obediente, no las toca nunca y se divierte con sus amigos varones que se dejan tocar por pétalos, pistilos, espinas, y toda la parafernalia floral. Sobre todo pistilos.

    Más sola que la una
    Este es el caso de un reloj que daba siempre la hora sin recibir nada a cambio. Así que un dia se descubrió sin muchas horas y se quedo con once casillas vacías rodeando la una, la única hora que conservaba. La una tiene los cascos ligeros y está presta a largarse con el primer incauto que musite: Amigo, me da la hora, por favor?

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  • jajajajaja muy bueno tu ejercicio Omegar!

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  • Ahora que si entras al torneo de lucha libre arbóreo bajo el pseudonimo de «El Sauce Llorón» no creo que mucha gente apueste a tu favor.

    Alberto, que raro es escribir esto mientras escucho que hablas en la sala de la casa y una mujer te entrevista dentro de la tele en el canal 34….

    ¡Ay Nanita!

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  • Trueque

    Éramos tan pobres que sólo nos quedaba una imagen tan gastada que ni habichuelas mágicas me dieron ayer en el mercado. «¿Qué harás con ella?», me preguntó mi madre por la mañana mientras salía yo con la imagen en el bolsillo derecho y mascando un mendrugo de pan. Alcé los hombros y salí a la calle, siguiendo el mismo rumbo que el día anterior. Ahora que regreso a casa me pregunto qué dirá mi madre cuando le diga que cambié la imagen gastada por estas letras, con las que hice este cuento…

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  • Origen monetario

    El profesor de economía, Carlo Debroxi, explicó el origen de nuestro sistema monetario citando las últimas palabras de su padre, Marl Debroxi, antes de ser asesinado a manos de un miembro de alguna secta fundamentalista cristiana: «Después que el dólar cayó, después que el euro fue la moneda mundial, que la población latina y los proletarios del mundo, uníos, tomaron el control del mercado en el planeta tierra; luego de lograr ese parchesote en la capa de ozono, de clonar con los cromosomas que quedaban y volver a la vida a las especies extinguidas; cuando por fin se logró superar el capitalismo, mesianismo, comunismo, industrialismo y otros ismos por el estilo, aceptemos, en este foro mundial de economía, buen gobierno, fraternidad, disciplina y apoyo, que el sudor el es futuro de nuestros pueblos: no lo desperdiciemos, midamos el valor de nuestro trabajo con ese producto tan valioso para nuestra civilización y que adquirimos con este líquido fruto del agua que bebemos. Compañeros, este pan que hoy os comparto es el esfuerzo de mucha gente. Haced esto en cada foro que tengan».
    -«En ese instante sonaron los tres balazos», dijo, y ya no pudo continuar con la clase.

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  • La otra cara de una (o varias) moneda (s)

    Veo las noticias. Varios investigadores descubrieron un pergamino en el cual aquel que me traicionó –la gente dice que fue un denario- y me entregó a las otras monedas relata la verdadera historia: que no fue un traidor sino un héroe y que fui yo quien le pidió que actuara así.

    La verdad es otra. Hace años, algunas monedas de distintas nacionalidades discutían sobre una ley antigua de un profeta. Estaban todas en el cestito de las limosnas, su templo. Una de ellas, la de mayor denominación, de color verde su túnica, se levantó entonces para expresar a las otras que debían ir con el César. Allá les darían, tras el éxodo de sus padres para llegar a la tierra prometida, los privilegios y beneficios que ahora les estaban negados, y acabarían –aseguraba- las vejaciones de las cuales eran objeto.

    En el clímax de la discusión yo entré al templo. Venía de la mano de una viuda. Me llamaban óbolo. Al ver a las otras les dije que no debían seguir las leyes dictadas por el profeta, que él tenía otra visión de las cosas. Tenía mi cara marcada. Había sufrido bastante. Les dije: «Oísteis que fue dicho: ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: no resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra”.

    La propuesta no fue bien recibida. Las demás pensaron que yo era un falso profeta y me siguieron el rastro y terminaron marcando con una cruz mi cara y cuerpo para luego desperdigar por el mundo a mis apóstoles. Se dice que varias monedas y billetes me vieron tiempo después, antes de que ascendiera al reino del comercio y el trueque fuera la piedra sobre la cual edifiqué esa historia. Lo que digan los demás me tiene sin cuidado. Que los perdone el creador porque no saben lo que hacen.

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  • – Que sí María Luisa, Carlos se pinta sólo- le dijo Susana a su amiga, tan interesada por Carlos, un joven de unos veintisiete años, desempleado y muy vivaracho.

    -Es que no te creo, no me imagino así a Carlos, siempre tan amable y tranquilo, un poco metódico, tal vez a veces poco imaginativo.

    -Te digo que sí María Luisa, yo lo he visto varias veces; él solito, sin que nadie le diga ni le pregunte nada. Sin que le ayuden ni lo reten, así nada más.

    -Pues es que tu no me lo negarás; hacerlo solo es bien difícil, por no decir imposible. Yo voy cada dos semanas a la estética, así yo sola no me atrevo. Quizá algunos que sepan mucho, que dominen bien eso, pero que me digas que Carlos, !que Carlos se pinta solo se me hace mucho!. Tal vez si algún día lo viera.

    Y lo que le decía Susana a María Luisa era verdad. Carlos, el hombre metódico y un poco vivaracho de veintisiete años se pintaba solo. En el presente año, 2095, cuando la capa de ozono era sólo un recuerdo y los rayos ultravioleta de nuestra estrella madre se estamparon sin piedad contra la Tierra y contra las pieles de todos los humanos, perdimos el pigmento. El cáncer en la piel que todos temían no se presentó. Algunos dicen que tanta basura que lanzamos al espacio fue a dar con el Sol y le cambió sus propiedades propias de rayos dañinos, que tal vez lo debilitó. Lo cierto es que los rayos al hacer contacto con la piel, absorbían su pigmento. Los morenos se fueron aclarando, los de tez clara se hicieron blancos y hubo un momento en que la piel de todo humano se volvió transparente. Dando lugar a imágenes de cuerpos llenos de músculos, fluidos, huesos, sangre, venas y tendones envueltos en una funda invisible caminando por la ciudad.

    La impresión fue tan grande que la solución que encontramos a todo esto fue la más lógica; si el color ya no sale de nuestro cuerpo, es preciso darle color de manera externa a la piel. Así fue como las compañías internacionales de tintas y pigmentos desarrollaron pinturas adecuadas para la piel; temporales y biodegradables, de todas las tonalidades de piel que pueden imaginarse; las había morenas afro, latinas, germánicas, caucásicas, con pecas. Uno podía ir a la tienda y comprar su bote para el cuerpo y cambiar de tono de piel cada mes, o cada que el lujo de comprar pintura y acudir a la estética para ser pintado pudiera darse.

    Con el tiempo, los colores convencionales de piel se hicieron aburridos, y la gente optó por pintarse de colores. Había pieles azules, señoras robustas pintadas todo rojo, como tomates. Niños verdes, ancianos púrpura, soldados grises con café. Se crearon tapices y diseños para el cuerpo. Modas y estilos de piel; desde el estilo minimal hasta el retro. Uno podía conseguir cualquier patrón o greca para su piel. Los artistas de body painting se hicieron millonarios pintando la piel con sus obras. Los tatuadores optaron por pintar sus diseños de colores sobre el lienzo transparente de la piel. La gente se sofisticó y acudía a estéticas donde pintores, artistas y mezcladores de color le imprimían a uno la imagen que se deseara sobre la piel. Todos asistían a la estética a adquirir líneas, formas, rostros, animales, naturaleza, paisajes, y todo tipo de color imaginable.

    Pero Carlos, a diferencia de mucha gente y, pese a la dificultad que esto representa, se ponía frente al espejo y con un bote grande de pintura vinílica e impermeabilizante, se pintaba de pies a cabeza, metódicamente, sin perdonar un detalle, creando algunos diseños, formas sencillas. Para ahorrarse tiempo y dinero en la estética, Carlos se pintaba solo , cada mes, frente a su espejo.

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  • Sombras.

    De acuerdo, nada puede volverse fuego, pero, ¿ acáso hay alguien que me niegue que la sensibilidad del hombre existe, si se le convierte en agua?

    – ¡Jajajjajajj,…!
    – Soy un burdo payaso.
    – Lo sé, yo mismo te he pintado esa nariz tan colorada.
    – No seas ridículo.
    – No lo soy, mira mi mano, esta manchada de tu misma sangre.
    – Mamá, ¡ mamá, Carlos me ha sacado sangre de la nariz…!
    – Carlos, deja a tu hermano en paz.
    – Pero mamá, si solo le puesto un poco de su propia saliva, se ha pintado de rojo el mismo.

    12:00 horas, dos días después…

    Pocas veces se ha visto lo que esta noche trajo, el cielo está a oscuras, brotaba sangre de cada una de las nubes; en la casa de Oscar, un buho iluminaba desde dentro.

    – ¿ Madre….? madre… ¿ Crees qué Oscar esté al fin en paz.?
    – Me temo que no hijo, aunque las nubes sigan llorando sangre, tu hermano seguirá vestido de payaso por toda la eternidad.
    – No quise lastimarlo mamá, sólo le puse un poco de cianuro a su respirador.
    – ¡ Ay hijo, si no ha sido el cianuro la causa de su muerte!, la culpa la tiene ese tapón de sangre que le quedó colgando fuera de la nariz.

    8:30 de la mañana, doce meses después; casa de Oscar, el luto ha fermentado en agua la sangre que cae del cielo.

    – ¿ Mamá, crees que si termino por poner todo el cianuro debajo de la cama de Oscar, este vuelva a bajar del cielo…?
    – ¡ Si lo hace, va a escucharme!, todo este tiempo no ha dejado de llorar sangre del cielo, ya me ha manchado la ropa del lavado lo suficiente.
    Anda, corre, pon esa porquería debajo de la cama, quiero tenerlo aquí abajo, para tomarlo de las orejas y hacer que apague su maldito buho, no ha dejado de encenderse y de ulular cada noche, como si fuera necesaria su presencia.

    – Pero mamá, el buho no tiene vida, es un simple objeto inanimado.
    – Lo mismo que tu hermano y sus tonteras de seguir pintando todo de rojo carmín.

    6:45 de la tarde, mismo día, entre nubes.

    – ¡Oscar, Oscar, deja ya de jugar a pintarte como payaso…!, me están llegando muchas quejas de allá abajo.
    – ¡ Señor, no es pintura, es mi saliva que tiene la mala costumbre de salirse de mi boca!
    – ¡ Estas loco,!
    – ¡ Totalmente señor!, por eso me envenenaron.

    12:00 de la noche, un buho ulula entre los árboles del patio.

    – ¡ Carlouuss, Carlouus….!

    Dentro de casa, Carlos se extremece; nervioso, busca en la cocina un vaso de agua; instantes después cae muerto sobre el entarimado de madera.
    Dentro de casa un buho ulula.

    – ¡ Mamáuuuu. mamáuuu!

    Instantes después, se ve una sombra correr despavorida calle arriba; por entre las ramas de los árboles, en casa de Oscar, sólo se ven dos sombras abrazadas.

    La noche se abre, el cielo al fin deja caer agua en lugar de sangre. Allá arriba, entre nubes, se escucha al fin un respiro de tranquilidad.

    .-.-.-.-.
    Buenas noches, me temo que me atreví a subir unas pocas palabras que se me han venido a la mente, al escuchar la palabra roble, no sé, creo que el poder de la palabra no lleva tanta fuerza si no se entreteje con el sentir un extremecimiento.
    El roble como tal, no es más que otro paseo del hombre, para verter sus lágrimas y conocerse a si mismo.

    ¡Si me equivoco, tíldese mi locura, a los efectos de ver llorar sangre, cada vez que llueve…..!

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  • Por favor, léase búho, donde dice buho. y estremece, donde se conjugue la palabra.

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  • Homenaje póstumo para un jalisciense

    – «Era fuerte como un roble, sí, pero su inteligencia le venía de la hidrocefalia, que le irrigaba la corteza cerebral, lo cual hacía tan fértil su imaginación. El cerebro hecho agua no fue la causa de su muerte, sino la tala inmoderada que hizo de sus ideas al escribirlas y escribir cuentos fantásticos; ser tan prolífico en la literatura le erosionó la vida. Rso y jugar ajedrez», dijo el médico que leyó el parte forense a la prensa.

    El guardaagujas sólo atinó a decir: «descanse en paz».

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  • De tal palo tal astilla

    Mañana es el examen de matemáticas y Juan sigue viendo la televisión. En cuanto acabe este programa apago la tele y me pongo a estudiar, le había dicho a su madre después de comer. Eran las diez de la noche y el libro seguía dentro de su mochila. ¡Juan, a dormir!, escuchó que le gritaban desde la cocina. Abrió el libro de álgebra y repasó los primeros tres ejercicios antes de quedarse dormido.
    “Juan, Juan, escuchó a lo lejos, despiértate que es hora de ir a la escuela”. Se levantó a regañadientes y sin bañarse se subió al auto. En ese momento se acordó que a las 9 de la mañana era su examen final de matemáticas, y que si no sacaba ocho, no tendría vacaciones. “Por última vez, si te vas a extraordinario se cancela el viaje… y trabajas con tu papá en la papelería”. Escuchaba esta frase una y otra vez. “Juan, ya bájate, no ves que ya llegamos”.
    Caminó con su mochila en el hombro hasta el salón de clase. Al llegar, vio que el maestro estaba repartiendo los exámenes y se sentó en el único lugar que quedaba libre, junto a Moco y Luisa, los peores estudiantes y los más viejos del salón. Ya deberían de saberse los exámenes de memoria, pensó Juan, es la tercera vez que repiten año. En otra circunstancia le hubiera causado gracia; no pensaba en nada, ni siquiera en sus vacaciones detrás del mostrador.
    Juan Domínguez, examen B. Escuchó la voz del profesor a su espalda y tomó la hoja de ejercicios. Las manos le temblaban y comenzó a revisar las preguntas.
    Los lápices afilados, la goma estática, las hojas blancas para resolver los ejercicios, y la risa triunfal de la niña que desde primaria encabezaba el cuadro de honor. La risa le perforaba el cerebro y angustiado se mordió la uña. Primero la uña, después la cutícula amarillenta, el pellejo que se asomaba a la mitad del dedo. El maestro sentado en la butaca. Juan seguía desenredando la viruta que de su uña se desprendía. Las muñecas despellejadas, el surco del brazo. El pellejito de la uña, una astilla que no se podía sacar, decía Juan, se fue convirtiendo en una viruta primero y después en una lámina finísima que se desprendía de su antebrazo y del hombro izquierdo. ¿La quinta pregunta? Tampoco la sabía. La piel se descosía del pecho. El profesor vio aterrado la tira de piel que colgaba de la butaca y que Juan apresaba entre sus dientes. Era un hecho, todas las vacaciones venderé lápices afilados, como los que descansan en el pupitre, pensaba Juan, mientras seguía arrancándose la piel hasta desangrar un leño que ya no bombeaba.

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