Un estereotipo es «una imagen mental muy simplificada y con pocos detalles» de un grupo de personas. En las historias, los estereotipos son lugares comunes: personajes o hasta situaciones predecibles que aparecen repetidamente.
La «ventaja» de usar estereotipos es que son fáciles de entender y visualizar y que tienden a no alterarse al pasar de una persona a otra. La desventaja, además de su frecuente injusticia, es su falta de originalidad: en años recientes, por ejemplo, millones de personas en el mundo dejaron de visualizar a los mexicanos como personajes bajitos y perezosos que duermen al lado de un nopal tocados con enormes sombreros de ala ancha…, pero sólo para empezar a visualizarlos como adolescentes que todo el tiempo dicen «güey» y se enamoran de mujeres españolas casadas, como Gael García Bernal y Diego Luna en la película y Y tu mamá también.
Una forma de crear personajes individualizados y ajenos a los estereotipos consiste en partir de uno de ellos pero quebrarlo deliberadamente, introduciendo en la biografía del personaje un elemento totalmente contrario a los que tendrían que definirlo. El ejercicio consiste en realizar tal ruptura. Por ejemplo, se puede partir de la imagen de la idishe mame (el lugar común de la «madre judía» posesiva y chantajista). ¿Qué sucede con una de estas madres estereotípicas si se empieza a describir su vida interior y resulta que es del todo ajena a sus hijos? Otra posibilidad: partiendo del estereotipo del nerd o geek especialista en computadoras, se podría escribir de un personaje que efectivamente sabe mucho del tema, pero que tiene (contra la imagen habitual) una vida amorosa plena y satisfactoria.
Taller literario: estereotipos
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Las Historias es un sitio de Alberto Chimal, escritor mexicano. Contiene una antología virtual de cuento en constante crecimiento y otros contenidos en archivo.
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El pincel corre lento sobre la uña hasta relajarse de un salto. Poco a poco, el rosa casi fluorescente se completa en sus manos. Sentada frente al escritorio con las rodillas juntas y las piernas en diagonal. La pollera ceñida, inflada por las curvas de la cadera. Una camisa blanca de tres botones abiertos que ofrece sus pechos como flores. Su pelo largo, lacio y rubio, parece recostarse sobre su hombro y cuello como una modelo posando para un pintor renacentista. Sus labios se separan levemente para soltar un leve suspiro que seca la pintura.
– ¿Alberto Grimaldi?.
– ¿Quién lo busca? – con naturalidad, cerró el frasco sin alarmarse al preguntar –
– María Sharapova – una mujer 10 años menor que ella de pantalones ajustados y provocación desbordada –
– Si. Aguarde un momento. -se levantó, ingresó a la oficina y en segundos volvió-
– La está esperando, pase por favor.
La puerta se cerró con delicadeza y la secretaria quedó esperando con su oído apenas a centímetros de la madera. Unos segundos, un minuto; apretó los labios y se alejó. Se sentó cruzando sus piernas, revisando las uñas. Tomó un espejo para ver las arrugas en sus ojos. Una, dos, casi tres parecían. Guardó el espejo en la cartera y se la colgó al hombro, tomó el frasco de pintura, se puso de pie y lo tiró con tanta violencia contra la puerta reemplazando su glamour por el grotesco.
Recompuso su ropa, dio media vuelta y ya, nuevamente con su andar, se fue.
Las puertas del ascensor se cerraban cuando Alberto descubría la suya manchada de rosa.
Esa noche
Usaba maquillaje a granel, de las ocho a las diez en una esquina, como dice la canción. Jimena siempre estaba ahí para todos, para mí, como esa noche que me acerqué a ella para preguntarle lo que todos los demás, lo que le cada hombre que pasaba en su auto le cuestionaba: «¿Cuánto cuesta el servicio?». Esa noche la invité a subir y accedí a pagar el precio (hay hombres que deben recurrir a la última y obvia opción) después de un encendido intercambio de posturas sobre el próximo proyecto con mi jefe.
Sólo quería relajarme, olvidar lo que pasó. «Entonces, vamos a tu casa». La llevé. Mi esposa regresaría al día siguiente, «a las cuatro de la tarde, Eduardo, no olvides llevar la acreditación o no te dejarán entrar a la sala del aeropuerto». Dos güisquis bastaron para que Jimena comenzara a hacer su trabajo: dejó la bolsa en el sillón, se arregló el cabello, encendió la luz de la cocina para luego caminar por el pasillo hasta entrar al estudio. «¿Es aquíí?», preguntó con una mirada cómplice. Asentí con la cabeza mientras encendía un cigarrillo. Después fui tras ella. «Muéstrame lo que tienes», dijo mientras la miraba acomodar una pequeña silla cerca del restirador. Al tiempo que deshacía el nudo de mi corbata me acerqué con los planos en la mano. Pude percibir su aroma, su perfume fino que se confundía con el humo del cigarro.
Y comenzó. Terminó el trabajo al alba y yo exhausto por darle tantas indicaciones, por tantos movimientos que Jimena hizo sobre el restirador. Ofrecí llevarla a su casa pero se negó. «Dame el dinero», sentenció mientras se arreglaba el cabello otra vez. «Me iré en taxi» y no se despidió, sólo cerró la puerta de la entrada con cuidado. Dormiré unas horas. Iré luego al trabajo, a la hora de la comida por mi esposa. No sentiré remordimientos cuando esté con ella, a pesar de que lleve en la bolsa de la camisa la tarjeta de Jimena, de esa arquitecta que salvó mi noche, esa noche, y mi esposa y mi jefe jamás sabrán que el proyecto es tan ajeno a mi como la idea de llevar a otra mujer a mi casa.
Reporte
Leído por casualidad en un periódico de Gördmand: «Detenidos dos ficcioneros en plena flagrancia mientras elaboraban un artefacto literario. Fueron arrestados… también sus miradas, por cómplices».
Mientras lo esperaba, leía una vez más el expediente: 45 años, casado y con dos hijos, hijo de una niñez en extrema pobreza en la colonia Morelos de la Cd. de México; egresado de la UNAM y luchador de las causas sociales de esa época de principios de los ’70; sin embargo, no pude seguir leyendo, ya que en ese momento salió de casa, se acomodó sus lentes de grueso armazón. Venía cargando su vieja mochila, donde acostumbraba llevar su uniforme de basquetbol.
Pensativo miró su reloj y subió a su auto último modelo para ir a la Casa de Bolsa donde era uno de los más exitosos managers de productos inversión en todo México. Aprovechando que pondría las cosas en la cajuela, encendí mi auto y me adelanté sobre su ruta, para que no notara que le seguía…
Estos ejercicios me parecen muy interesantes. Gracias a todos por compartirlos. 🙂
‘SOY UNA CRIATURA DE LA NOCHE’- sentenció a todo volumen la figura en el televisor. Luis Javier se le quedó mirando unos segundos. ‘Esas son tarugadas’ pensó mientras apagaba el televisor ‘… vampiros en la colonia Nápoles, no mames.’
Se apresuró a salir, cerró la puerta y bajó las escaleras. Procuró no hacer ruido, no quería despertar a sus papás. Aún cuando ya tenía más de 25 años, seguía viviendo con ellos. Recordó lo mucho que se habían burlado de él hace tiempo sus amigos, pero no pagaba renta y siempre tenía un lugar donde dormir, ropa limpia y comida en la mesa, sin tener que realizar ningún esfuerzo.
Salió a la calle y se subió a su auto, fue a casa de Laura. Tenía tiempo que habían cortado (ella lo había descubierto siéndole infiel) pero fue ella quien le había hablado de nuevo. Siempre era así. Le encantaba como la soledad la hacía volver, siempre llorando, pensando que todo era su culpa y prometiendo cambiar… ya sabía como iba terminar todo, pero aún así, no tenía nada mejor que hacer.
Horas más tarde, Luis Javier se lamió la sangre del labio. Todavía le dolía un poco donde lo había abofeteado Laura, pero así eran las cosas. Habían hecho el amor por dos horas, todo iba bien, pero al final, había empezado a ponerse pesada y posesiva, empezando a exigirle que le prestara más atención y se comprometiera más. El le dijo que andaba viendo a alguien más. Ahí fue cuando lo cacheteó y lo corrió de su departamento. Ella le dijo que no tenía alma y que no entendía que miraba todas las mañanas cuando se veía al espejo. El se encogió de hombros y se fue, ya le hablará en un par de meses más cuando vuelva a sentirse sola, llorando y prometiendo ser más comprensiva.
Luis Javier se apresuró a subirse a su coche, si tenía suerte, todavía podría encontrar a algunos de sus amigos y gorrearles unas chelas en un antro, pero tenía que apurarse si quería aprovechar las ultimas horas de la noche, antes de batirse en retirada ante el nuevo día, fastidiosamente lleno de gente en camino a sus largas y aburridas jornadas laborales.
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Lo siento si posteo en un archivo más atrasado o si es muy largo. Es la primera vez que vengo y cuando leí este ejercicio en particular, surgió la idea en mi mente, a modo un poco de juego y no me pude resistir. Gracias de antemano.
R., ningún problema. Gracias por dejar aquí tu texto. 🙂
Hola:
Es una fortuna para mi haber encontrado este sitio y ver (por la fecha que tienen al margen los comentarios) que es un sitio que revisan constantemente…
Espero algun dia tener màs que valor para escribir algo, ponerlo por aqui y que alguien màs lo lea… Saludos
hola, me llamo katerine y tengo 16 años, soy de chile y necesito que me ayuden, estoy haciendo un trabajo de estereotipos publicitarios y literarios y necesito sabes sus objetivos, caracteristicas y diferencias, por fabor ayudenme.se los agradeceria de todo corazon
adios.
hola mi name es karla y me favorecio muxo pk me ayudo kaleta