Escritura creativa

Taller literario: el nombre que lleva la fama

9 comentarios

Describir (en una página más o menos) a un personaje que haga, literalmente, honor a su nombre. Un tipo apellidado Mirón podría ser el azote de las mujeres con vestidos escotados; una mujer llamada Inocencia podría serlo, efectivamente, hasta el punto del milagro o de la risa…

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  • En el Cairo me enteré que un personaje llamado Chimal debería ser zurdo y comunista porque, en árabe, Chimal quiere decir izquierda.

    un saludo

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  • Huy, luego van a decir que soy peligro para México… 😛

    Un abrazo, Jorge. Me alegra saber de ti.

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  • Johny walker bebe poco, lo que es poco para él; 5 o 7 copas de whisky puro al día. Es un tipo alto, viste con trajes negros de formas perfectas y se apoya con un bastón, cuya punta brilla tanto que asemeja la imagen de una perla. Al parecer no le hace falta nada. En alguna ocasión bromeó acerca de que necesitaba un tercer riñon para los proximos años; todos rieron, pero a nadie le pareció gracioso.

    Hoy vi su reflejo en el espejo, vi su rostro delicado y sus ojos cansados. No pude encontrar su sonrisa y apenas entonces pude darme cuenta de que nunca había tenido una. Lo supe todo. No es que el alcohol lo esté matando o al menos su deterior físico lo entristezca, mucho menos las mujeres o las riquezas, sino su nombre, su pose, eso es lo que lo está matando.

    (Bueno se hizo el intento).

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  • no es participación, pero en Juegos de Ingenio hay una sección de gente así de la vida real. Les llama predestinados. Por ejemplo, Carlos Torre, ajedrecista, o Hugo Fucksmann, gerente de una fábrica de condones. El mejor, para mi gusto es Rob Bottin, que diseñó los robots de Robocop (y otras)

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  • Leonel Pérez
    22/08/2006 10:41 pm

    Me atrevería a decir que pocos personajes han tenido una relación tan encarnada como lo es Pedro Páramo dentro de la novela Homónima. Pedro=petrus=piedra, connota dureza y brutalidad; Páramo=páramo=tierra infértil, connota su carácter agrio y a la vez abierto, extendido, lejano, sin nada de qué o hacia dónde ocultarse, y ciertamente el personaje no oculta nada, sabemos en todo momento quien es y cómo siente, obviedad peligrosísima en cualquier brete literario, sin embargo, esta apertura del personaje no le resta un ápice de misterio, al contrario, la contradicción -terreno preferido del hombre- lo humaniza y a la vez los aleja del prototipo ideal: un hombre que se contradice no es un hombre íntegro. Comparto la idea de Borges sobre Pedro Páramo , aún cuando algún gracioso añadió que Borges analogó a Rulfo con Homero y Cervantes, aún no logro salir de la duda y agradecería saber si ese gracioso lo dijo en serio, si Borges lo dijo en serio, o si yo me estoy tomando demasiado en serio los comentarios de los escritores-.

    Claro que hay otros casos, pero la obviedad -nuevamente la obviedad afilando las dagas- es demasiado gratuita y termina por ofrecer una simbología de los nombres demasiado moral, véase el caso de «La casa de los espíritus» (algo así como «Hundred years of loneliness forever» versión feminoide) donde las tres generaciones de mujeres luchonas y abnegadas que asistieron al mismo curso de superación auspiciado por la Fundación Úrsula Iguarán, – permítaseme aflorar mi romántica misojineria en este caso, por favor- adoptan los nombres de Clara, Blanca y Alba.

    Sin embargo, peco –y peco mal, como todo mal pecador- cuando omito al máxime de los personajes relacionados a la obra que los circunscribe: don Alonso Quijano, mejor conocido como el ingenioso hidalgo Don Quijote…

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  • Leonel Pérez
    22/08/2006 10:48 pm

    Deduzco que me extendí demasiado y olvidé incluir los más importante que era el ejercicio a seguir, la falta de tiempo me limita por ahora, me disculpo por ello.

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  • Fernando, el ejercicio no está mal, al contrario. 🙂
    Santiago, se agradece la referencia (el señor Bottin es increíble).
    Leonel, ojalá te animes a jugar, pero tu texto y tus referencias son muy interesantes. Un saludo.

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  • En La Jornada de hoy (23 de agosto) aparece una carta firmada por Amador Matadamas, que podría ser ya un casanova oaxaqueño (por que es oaxaqueño el señor, no por otra cosa), ya uno de los personajes más oscuros de Ciudad Juárez. El caso es que las trae muertas.

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  • juan enrique rodríguez
    29/01/2007 5:59 pm

    Bueno , la poesía nos distingue, es algo generacional, la abyección nuestra norma, y reencontrar la poesía es la tarea que nos dejo Mario y los infrarrealistas.Tan tan crudos andamos por este valle de lágrimas, pregunto, alguién lo sabe

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