En «Colinas como elefantes blancos» de Ernest Hemingway, dos personajes conversan y a través de sus palabras se revela, sin intervención directa de un narrador, la inestabilidad de su relación en un momento de crisis. El efecto requiere la atención (la participación) del lector, pero la vale: en lugar de ofrecer información de manera explícita, el texto deja que poco a poco la conciencia de quien lee –y que en cierto modo no es admitido de manera inmediata a los pensamientos de los personajes– vaya de todos modos penetrando en la situación, pero desde afuera: como lo haría si estuviese a corta distancia de los personajes, escuchando discretamente sin perturbar la conversación y sin poder salir a pedir ninguna clarificación. Quien aplica esta estrategia debe someterse a dificultades como las de la «cuarta pared» del teatro tradicional, pero también está atendiendo a la mejor de las recomendaciones de Horacio Quiroga en su «Decálogo del perfecto cuentista»: la verosimilitud en su sentido más clásico se logra haciendo que los personajes no digan menos, ni más, de lo que dirían en caso de ser humanos de verdad, en situaciones reales. (Y, desde luego, esas situaciones pueden ser de lo más caprichoso y fantástico, pero si el carácter humano de los personajes se mantiene reconocible, las situaciones parecerán también más creíbles.)
Para lograr todo esto en un texto hace falta, desde luego, conocer bien (imaginar en cierto detalle y de manera consistente) a los personajes que van a hablar. Este ejercicio puede servir de práctica: tomar a dos personajes en una situación muy dramática (uno quiere persuadir al otro de que no se suicide; uno está harto del otro y quiere presentarle a su amante; uno es el padre biológico del otro y tras veinte años de secreto acaba de revelarlo; etcétera) y escribir una conversación posible entre los dos en las circunstancias dadas. Las restricciones: no mencionar directamente cuál es la situación, cuál es la relación entre los personajes ni las opiniones de cada uno respecto del asunto. Ninguna de estas tres cosas saldría a relucir en una conversación cotidiana entre personas que a) saben quiénes son, b) saben en qué situación están y c)saben cuál es su posición y la de la otra persona en dicha situación.
La otra semana, una variación sobre este ejercicio.
Taller literario: diálogos (I)
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Las Historias es un sitio de Alberto Chimal, escritor mexicano. Contiene una antología virtual de cuento en constante crecimiento y otros contenidos en archivo.
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–¿En serio, ahí estaba? Apenas arriba del escalon…
— Sí sí sí, todo.
–¿Y Carlos?
–¿Quien? ¿El argentino ese?
–Si
–No estaba, por eso mismo pude entrar, la puerta estaba abierta o rota, no me acuerdo
–…entonces Carlos sólo describió…
–¿Carlos? ¿describió qué?
–ay…en fin, seguro no leiste Todos los puntos. Es un poema, largo, trata de enumerar todos los puntos; una obra maestra.
–Lo que es el ocio
–¡¿Qué?! Acabas de verlo ¿Cómo puedes decir eso? ¿seguro que lo viste?
–¡Qué si! Pero no es la gran cosa, una luz que saca cosas; vi a mi madre, a Maradona, un concierto de los Bitles…Si tu no me cuentas «la historia», te juro que los tomo por alucinaciones
–…
–¿Qué?
–Él ve y escribe la obra de nuestro tiempo y tu lo usas como una televisión…
–Bueno pues…igual y todo se lo imaginó…
–¡Callate!
–…
–…entonces es personal…
–¿Qué? ¿Ya te enojaste?
–¡Callate! No es personal contigo, bueno sí, pero otra cosa, no entiendes. Llévame ¿Dices que la puerta estaba rota, no?
–¿Ahorita? Mejor pide otra
–Obvio que ahorita
–¡Ay! Te digo que no es la gran cosa
*Sólo para fans
*Perdón, por repetir al entrada
–¿En serio, ahí estaba? Apenas arriba del escalon…
— Sí sí sí, todo.
–¿Y Carlos?
–¿Quien? ¿El argentino ese?
–Si
–No estaba, por eso mismo pude entrar, la puerta estaba abierta o rota, no me acuerdo
–…entonces Carlos sólo describió…
–¿Carlos? ¿describió qué?
–ay…en fin, seguro no leiste Todos los puntos. Es un poema, largo, trata de enumerar todos los puntos; una obra maestra.
–Lo que es el ocio
–¡¿Qué?! Acabas de verlo ¿Cómo puedes decir eso? ¿seguro que lo viste?
–¡Qué si! Pero no es la gran cosa, una luz que saca cosas; vi a mi madre, a Maradona, un concierto de los Bitles…Si tu no me cuentas «la historia», te juro que los tomo por alucinaciones
–…
–¿Qué?
–Él ve y escribe la obra de nuestro tiempo y tu lo usas como una televisión…
–Bueno pues…igual y todo se lo imaginó…
–¡Callate!
–…
–…entonces es personal…
–¿Qué? ¿Ya te enojaste?
–¡Callate! No es personal contigo, bueno sí, pero otra cosa, no entiendes. Llévame ¿Dices que la puerta estaba rota, no?
–¿Ahorita? Mejor pide otra
–Obvio que ahorita
–¡Ay! Te digo que no es la gran cosa
Hoy descubrí este magnífico lugar.
Cómo puedo participar en talleres y concursos?
Por tu atención gracias
Ya entendí
Ángel de la guarda
La alarma de emergencia se disparó en terapia intensiva. De la central de enfermeras el doctor de guardia y una de ellas se tropiezan por salir hacia el sector 3, donde ubicaron a los recién llegados. Estables de pronóstico reservado. Muertos pensó el doctor después de intubarlos.
¡Cuidado! Fue lo único que alcancé a oír antes del impacto. El auto doblo hacia un lado luego al otro, un grito aterrador y, silencio total.
Habíamos salido apenas veinte o veinticinco minutos antes y tomamos una carretera angosta. Carla, desde que se subió al coche traía en el semblante las consecuencias de haber discutido toda la noche. No dijo ya palabra alguna hasta que su grito llenó de miedo mortal la cabina del auto.
Diego conducía esforzándose en imprimir su coraje al acelerador, Carla lo percibió como muchas veces antes pero en esta ocasión no le reprocho nada.
Ah, no dices nada cabrona, ahora vas a ver, dijo Diego en reclamo a su silencio. Carla no se iba a quedar callada, no era del estilo sumiso y por supuesto le contestó. Ya vas a empezar machito de mierda, te sientes muy chingón tratando de asustarme verdad, pero no te voy a dar el gusto nene. Bájale a tu tren.
Carla se desabrochó el cinturón de seguridad, se giró y tapó a Inés en el asiento trasero.
Duérmete hijita, todavía falta mucho. Inés se arrellanó con la cobija y se durmió.
Cómo va, preguntó Diego, que por primera vez hablaba en el viaje.
Bien, contestó carla que aún no regresaba a su asiento para colocarse el cinturón de seguridad.
Vas a empezar con lo mismo de siempre, tu tonito de aquí no pasa nada pero te está cargando la chingada de enojado.
Bueno, dijo Diego, vas a seguir dizque revisando a Inés haciéndote la que no te enteras, ya verás en la siguiente curva como te vas a culear. ¡Agárrate querida!
El silencio que a mi me pareció invadía el ambiente, después del grito de Carla no era tal, los grillos ya habían empezado su trajín nocturno y para cuando todo acabó me resultaron buena compañía hasta que llegó la ambulancia. Este ha sido mi mayor fracaso como ángel de la guarda. Me niega.
Dicen que ella no traía puesto el cinturón de seguridad, le comentó el doctor a la enfermera mientras desconectaba el equipo. Y que la niña tampoco, respondió ella. Él no creo que pase esta noche.
No estoy seguro de sí respeto por completo las reglas
Rosas
Clavo entró desde el jardín a la cocina y puso la pava para hacer mates, luego dejó los guantes y su campera sobre la mesa de roble, soltando el último aliento helado con las mejillas pálidas. De pie, apoyado de espaldas contra la mesada, tomó su mentón mientras contaba cerámicas en el suelo.
El timbre sonó.
– Rulo, ¿Estás apurado?
– Clavo, ¿Qué hacés sin tus guantes con tanto frío?
– Pasá y tomate unos mates, ya está listo, llegaste justo
Rulo entró confiado y desenvuelto vestido con su sobretodo beige, bufanda blanca y guantes al tono. Le echó una mirada pidiendo explicaciones, apenas por un instante, y luego tomó por el corredor hacía el cuarto principal. Clavo se soltó con una sonrisa al verlo ir y luego volvió a la cocina caminando de hombros anchos y brazos pendulando, en exagerado festejo.
– Dale Rulo, tomate unos mates. Si me salen riquísimos.
– Vos vas a tener que dedicarte a otra cosa, te descuidas apropósito últimamente. – respondió en voz alta desde el cuarto –
– ¿Qué decís?. ¿Qué deje las rosas?.
– Sí, eso mismo
– ¿Pero a qué me voy a dedicar?. Si sabés que no se hacer otra cosa. Ahora, en pleno invierno, con este viento polar: en el patio, mis rosas. ¿Cuántos jardineros conocés que logren lo mismo?. Sabés muy bien cuán bueno soy, siempre que me pediste un tipo de flor, de cierto color, de cierto aroma, en la cantidad que quisieras, siempre, conseguí lo que me pediste. Y no solo para vos. No, para muchos más. A cuántos les he salvado el matrimonio con un simple ramo, con una simple rosa, con una simple flor. Aunque, reconozco, nunca pensé que ibas a necesitar las rosas en tu casa. Habría perdido plata de haber apostado, nunca lo imaginé.
– ¿Pero qué sos ahora?. ¿Timbero?. ¿Apostador?. Por qué no te tomas tus mates y te callas de una vez. – desde el cuarto se sintió un ruido fuerte, un golpe, un cajón pesado de madera al cerrarse –
– Pará Rulo, tiene que estar. Tenemos tiempo. Te dije que llegaste temprano. Dejame que tomo un mate más y te doy una mano.
Tomó su mate y luego metió las manos en sus bolsillos levantando los hombros, frunciendo el seño, buscando algo. Se detuvo y fue directo al dormitorio. Allí lo encontró a Rulo sin su sobretodo, sin su bufanda, con los guantes puestos. Arrodillado frente a un mueble de roble colmado de cajones.
– Pará que hacés mucho ruido Rulo, tiene que estar, buscá con atención
– Mirá, jardinero, no estoy en un momento de andar pensando que tengo tiempo. Por qué no me das una mano en vez de arreglar la cama.
Clavo bajó su mirada a la vez que dejó las sábanas a medio tender y se incorporó disimulando.
– ¿Me vas a decir que anduviste regando mis flores?
– No seas gil Rulo, ¿Qué estás diciendo?
– Quiero saber si anduviste regando mi jardín a esta hora de la noche con este frío en pleno invierno. Tan solo eso quiero saber. – y se acercó cara a cara con Clavo –
– Si te pensás que eso importa en este momento estás más perdido que yo. Ya dijiste que no es momento para andar pensado. Y con el frío que hace solo puede hacerse hielo, probablemente, echando las flores a perder. Y sabés muy bien cómo trabajo de jardinero, sabés muy bien qué disfruto, disfruto mucho lo que hago. No veo porque debería ser distinto en tu casa que en la casa de cualquier otro. Jamás me dijiste nada al respecto. Y espero que no sigas diciendo nada más. Porque ya el tiempo no sobra y es hora de irme. – se hizo un silencio –
– No, no te vas si no aparece. Fijate en las cajitas sobre su mesa, entre las joyas. Voy a ir a ver la despensa.
Rulo salió y apenas un minuto después escuchó el llamado de Clavo.
– Listo, nos vamos yendo. El último matecito y salimos. Tomá, me fijé, pero revisalo si querés, en la cajita de música. ¿Dónde mas?.
Rulo volvió a la cocina, se abrigó con su campera, estiró los guantes, tomó el último, puso la bombilla en el bolsillo del pantalón y los dos partieron a la noche oscura entre vientos helados.
Mr. Chimal… Long time no see… Recuerdo que fui a uno de sus talleres literarios y tuve una especie de shock… andaba en un rollo de la imagen y la palabra… Finalmente creo que me halle… gracias por su cooperacion
Hola a todos y gracias por dejar sus textos. Si no todos se atienen a «las reglas» (no importa en todo caso), todos me parecen semillas de historias interesantes.
??: muchos saludos. Si al final sirvió de algo aquel taller me sentiré satisfecho. Gracias por venir y que vuelvas.
Ah, y bienvenido, Saleri.
Gracias Alberto por la bienvenida, espero poder aportar al taller. Estamos por aquí.
alberto me da gusto saber de ti soy el director del centro cultural de temascalcingo y quiero decirte que tu precensia en una de nuestras actividades fue y sera insuperable te esperamos pronto por esta tu casa.
Gracias, Carlos Alberto.
Realmente me gustaria conocer mas hacerca de este taller, me considero un buen escritor pero se que me faltan muchas cosas para terminar mis libros. Espero respuesta. Gracias
Desde la Ciudad de Mar del Plata. Pcia. de Bs.As, tenemos el agrado de invitarlos a participar del concurso a Poetas y Escritores de todo el País, “Gaviota de Oro Literaria”• 2009. A los efectos de más información, ver nuestra página http://www.gaviotadeoro.com.ar. Deseando que nuestra invitación tenga eco positivo nos despedimos con la mayor estima Social.
Sergio Ocampos
Secretario
[…] elefantes blancos” de Ernest Hemingway), y también propuestas de escritura (dos al menos: esta y esta) a partir de esa reducción: textos así dan al lector la impresión de que quien lee […]