La última parte de la estructura clásica de una historia acostumbra incluir un desenlace. Situado inmediatamente después del momento climático, el desenlace ofrece la conclusión de la historia y sitúa a sus personajes en un estado estable tras la resolución (o por lo menos la terminación) de sus más graves conflictos. Además, sirve para que se alivie la tensión que la historia ha producido en los lectores.
El ejercicio es el siguiente: escribir solamente el desenlace de una historia, de modo que se logren los propósitos indicados arriba. Es útil intentar esto, por ejemplo, usando como base historias que renuncian a tener un desenlace explícito para incrementar al máximo su tensión dramática. Un ejemplo clásico es «El corazón delator» de Edgar Allan Poe, que termina justo en el momento climático y no dice nada de lo que pasa después. Si se elige cualquier otro ejemplo, hay que tener cuidado con las historias que tienen el que podríamos llamar «falso desenlace», como «El almohadón de plumas» de Horacio Quiroga; aunque después del momento de horror hay todavía algunas consideraciones adicionales, éstas tienen como fin incrementar el efecto de lo que viene justo antes y no nos dicen nada más de los personajes ni su entorno.
(N. B. En inglés, y en algunos manuales traducidos al español, se usa la palabra francesa dénouement en vez de desenlace; sin embargo, como ambas palabras significan lo mismo, usar el galicismo no es tanto señal de sofisticación como de ignorancia.)
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Casi lo olvido: un ejemplo de desenlace clásico está en este cuento de Juan José Arreola: «Un pacto con el diablo», en el que el momento de máximo «peligro» para el personaje no está justo al final de la historia.
N en el camión se sintió acorralado, atrapado por la gente.
Al poco tiempo bajó del camión, vomitó. De su interior,pare
cían escapar lenguetazos de lumbre. Se retiró de la carretera,
algo en su interior lo devoraba, tratabillaba, sintió desfallecer,
desgarró su camisa, arañó su pecho, apareció su sangre, sintió
ahogarse, clavó sus uñas en su garganta y sin conocimiento
quedó tirado en el monte.
En la noche, N escuchó unos pasos calmos, rítmicos, y vió
brillar unos ojos en la noche
Sobria de tanta agonía volé demasiado lejos. Él no deja de ser una ilusión inconclusa, un ente desconocido que se clava a mi ahora, dulzura inexplicable que llega tarde, que quisiera llamarle de algún modo, pero no puedo…, es una imagen extasiada de breve locura, ¿falsa?, siempre tuvo ganas de irse, hoy me iré yo…
De mañana, la misa de cuerpo presente, el impostergable adiós, se abrió el féretro para la última despedida, papá se derrumbó, apenas lo creía, apenas lo aceptaba, tan acostumbrado a la negación; mi hermano con sus ensayadas posees. Yo… La miré, su rostro era diferente, tan diferente, no era ella, no sé quien era; la recordé como hace años, cuando me llevo un pastel y un álbum, cuando en mi presencia lloró por mi, ayer como hoy, no sé como pude dejar pasar el tiempo, como pude no decir te quiero.
– Mamá estés en donde estés, te quiero, siempre te he querido, desde que te mire por primera vez a los ojos, desde que era una niña, cuando cumplía con mis tareas, cuando limpiaba los pisos, cuando ordenaba la casa, cuando decía la verdad, cuando te cante el día de las madres, cuando… Se fragmenta la imagen de madre perversa, la que no escucha, la que no atiende, la que no cuida, la que no abraza, porque sabes una cosa mamá, las muertas son perfectas. Mira que eres inteligente, hoy acabaste con tantas cosas, hoy te vuelves una diosa, una estrella, me cuidaras por las noches, por los días, ya no estaré sola; ¡fue una lastima! Hoy encontré a mi mamá, mira que estabas perdida, mira que te gusta jugar. Te amo mamá
…psss, psss… Y le gustaron mis finales????
Se escucharon los cubiertos caer sobre los platos. La larga mesa se cruzó de miradas atentas y esquivas. En un extremo el padre tragaba un trozo de carne a la vez que limpiaba su boca con el mantel. La niña repitió ‘Todos los aquí presentes saben de los abusos. Conocen tu miseria. Y tú, siendo mi padre. ¿Cómo pudiste?’.
Uno a uno los comensales se levantaron en silencio y se fueron sin despedirse ni hablar siquiera entre ellos. La niña tiró con todas sus fuerzas del mantel volcando los platos, el vino, la comida, los cubiertos. Le sacó de un tirón la máscara que cubría los labios del abusador. Se fue, ya por siempre, y el hombre terminó la cena comiéndose sus genitales, desangrado hasta morir.
Consulta: Pensé en escribir un desenlace de una historia que no existe. Para eso necesitaba abrir algunas situaciones. Al terminar el ejercicio noté que un final puede ser toda una historia, aun sin que se desarrolle.
¿Es así o toy equivocadísmo?
Hernán, el ciego Flores; ciego de amor y ciego en serio, supo al fín de los fines reconocer al verdadero amante de su esposa. Al único que fingiendo ser el compadre de tantos años le había quemado ambos ojos en un forzado accidente cuando quemaban polvora en una fiesta de pueblo.
— cuidado con el torito — le había advertido.
Un sweater rojo era lo último que el recordaba antes de perder la vista del todo. Ellos los amantes, si que se amaban en silencio y a espaldas del ciego Flores, quien por supuesto no podía diferenciar ni las sombras de la deslealtad.
Ahora, después de tantos años, cuando la comunicación era más silenciosa y no había porqué fijarse ni en los tonos del agua de mar, no había olor a polvora, no había texturas para reconocer, no había sonidos de lana con la piel, no había ni siquiera alergias; tan sólo le dijo:
— Me gusta el rojo de tu camisa de hoy compadre —
A ver sí entendí maestro, va una ocurrencia a partir de «El corazón delator»:
Cuando sacaron el cuerpo y ese siniestro ojo quedó de nuevo expuesto y mirándome desde su inerte deformidad, cesó el insolente tamborileo del corazón del viejo, cómo sí solamente hasta entonces realmente aquel hombre hubiera muerto.
Me parece muy interesante y constructivo su sitio de internet, felicidades!!!
Gracias a ti, Blanca.
Y gracias a todos por las propuestas. Fernanda, yo diría que sí, por ahí va la cosa; Hernán, creo que estás en lo correcto; Angie, ahora viene escribir las historias correspondientes 🙂
Saludos…
Llamado en espera
El teléfono llevaba sonando toda la noche.
Cuando llegó el amanecer ya era como si no lo estuviese oyendo realmente.
Miró por la ventana, le sonrió al sol y recordó el placer tácito de haber estado vivo tantos años.
Pensó una vez más en que cuanto más se calcula, menos se entiende.
Agachó la cabeza, cerró con fuerza los párpados y descolgó el aparato.
-Si,… – Dijo con voz de no haber hablado en dos días – … soy yo.-