Un ejercicio (justamente) de suspenso: redactar un pasaje en tercera persona que cuente cómo un personaje camina por algún lugar cerrado (el interior de una casa, de un edificio) acercándose cada vez más a un asesino que se propone matarlo. El pasaje debe comenzar con una frase que nos indique dónde está el victimario (algo como «el sicario, escondido tras la puerta de servicio, desenfundó y amartilló la pistola») pero a partir de ahí contar los hechos desde el punto de vista de la víctima, quien no sabe (por supuesto) que alguien lo espera con intenciones de atacarlo, ni mucho menos donde está.
El pasaje funcionará si tiene la longitud precisa: no debe ser tan largo que el lector se aburra con una espera demasiado prolongada, ni tan corto que se desaproveche la posibilidad del suspenso: de la preocupación inducida en el lector al darle información que lo haga saber más que los personajes de la historia.
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Estaban mirando por la persiana del comedor cuando la vieron pasar, sabían a dónde se dirigía y decidieron seguirla. El juego les parecía delicioso, acorralarla, tocarla, sentirla vulnerable, nerviosa, temblando ante la presencia de cada uno de ellos, los hacía poderosos, les proporcionaba seguridad. Ella, al mirarlos, se quedó inmóvil, el miedo lo tenía sembrado semanas atrás, desde aquella tarde que no quería recordar. Sabía que ellos la lastimarían nuevamente, pero no sabía que ese día sería el último en sufrimiento.
Julián mete la mano en el bolso de su gabardina. La frialdad de la pequeña colt defender, le eriza la piel. La madera cruje cada vez más cerca del cuarto, son los pasos de Carissa que dejarán de sonar cuando Julián dispare.
Carissa piensa en lo viejo del piso, habrá que cambiarlo pronto. Está cansada, ha sido un día largo, pero antes de acostarse va a la cocina. Abre el refrigerador, no hay gran cosa. Envuelve un pedazo de queso en una rebanada de jamón, no hay pan. Ve a través de la ventana. Bailan luciérnagas. No está segura de haber dejado abierta la puerta de atrás. Debe haberse abierto con el aire. Ahora es muy noche, mañana la cerrará, nunca pasa nada, es un barrio tranquilo, los únicos escándalos de la cuadra los hacían ellos, ella y Julián cuando aún vivían juntos. Carissa se quita los zapatos y siente que los pies se le hacen grandes, es un alivio. Apaga la luz, pero sabe de memoria el camino hacia su cuarto. En una mano lleva los zapatos, con la otra empieza a desabotonar su blusa. No termina. Julián dispara. Sale por la puerta de atrás, la deja bien cerrada.
Creo que tu texto, Fabiola, no está mal pero no sugiere tanto el suspenso. Habría que ver las cosas desde los ojos de ella, tal vez.
Erika, el tuyo me parece bueno (incluso podría ser más extenso, desgranar más la emoción)…
Saludos a todos.