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Sobre Stanislaw Lem

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He aquí el segundo de los textos prometidos: es una fusión de dos notas necrológicas que escribí sobre Stanislaw Lem el año pasado, al anunciarse su muerte; ambas fueron publicadas en diarios mexicanos y circulan por la red, pero esta nueva versión me permite revisarlas y hacer una nota un poco más rica y extensa, para que quede aquí una constancia más justa de mi admiración por este gran escritor. Espero que les pueda interesar.

Stanislaw Lem y la máquina

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1. Hace muchos años, el inventor Trurl creó una máquina que podía fabricar todo aquello cuyo nombre empezara con la letra N: narguiles, narices, necesers de nácar. Todo fue bien hasta que Clapaucio, amigo y rival de Trurl, retó a la máquina —entre declaraciones muy sarcásticas— a que fabricara la Nada. A ver si de verdad podía, dijo. Ofendida, la máquina obedeció, y la Nada (informe, terrible) comenzó a tragarse al universo entero. La máquina dejó de fabricar la Nada sólo hasta que Clapaucio se arrepintió de su grosero escepticismo, y entonces ya era tarde: el cosmos estaba lleno de agujeros, de vastas zonas oscuras, y muchas cosas maravillosas como las pimas, las murquías y otras cuyos nombres no empiezan con N, y que la máquina por tanto no podía recrear, se habían perdido para siempre.
Lo anterior es el resumen de un cuento: «Cómo se salvó el mundo», publicado en el libro Fábulas de robots (1965) de Stanislaw Lem. El lector no dejará de observar que la historia podría titularse, también, «Cómo se estropeó el mundo»: la estupidez es la causa de la catástrofe, y sólo cuando el daño es irreparable llegan la «conciencia» y los lamentos de Clapaucio.
Como la realidad no ha carecido, nunca, de episodios similares, la cuestión de qué clase de artista fue Lem puede ser problemática.

2. Siempre hay quien cuestiona cualquier elogio de un autor al que se haya marcado como creador de libros «poco serios», «de entretenimiento», «de masas». No es de extrañar: en semejantes juicios, el talento literario no cuenta en absoluto, porque las marcas de los prejuicios no conocen excepciones. Cuando mucho, a los autores así señalados se les perdonará si sus libros efectivamente son lo que se espera de ellos: si se venden mucho y son de lectura suave, calmosa y llena de «contenidos» inspiradores o excitantes.
“Leer” así la obra de Lem es no leerla en absoluto, es leerla con las anteojeras de la estupidez, pero hay quienes lo intentan: el escritor polaco ha sido etiquetado, casi siempre, como autor de science fiction, de narraciones especulativas basadas en los avances de la tecnología, lo que entre nosotros significa —por lo común— un escritor «menor», de «subgéneros». Por otra parte, el cuento ya mencionado, como el resto de la obra de Lem, da a pensar: propone un reflejo muy revelador de la condición humana, y además está escrito con gran maestría verbal, con el tan mencionado –pero dificilísimo– dominio pleno del lenguaje.
Es posible, pues, escribir de lo que escribe Lem —robots, planetas vivientes, viajes por el espacio profundo, los límites de la comprensión y la experiencia humanas— y escribir literatura.
Por otro lado, ningún lector de Jonathan Swift (digamos; o de Kafka, o de Borges) se sorprendería de que lo fantástico pudiera ser a la vez el material de visiones fascinantes y el vehículo de grandes ideas. Y Lem —uno de los grandes escritores del siglo XX— está a su manera a la misma altura de todos esos otros.

3. Lem nació en la ciudad de Lwow, entonces perteneciente a Polonia (hoy es parte del territorio de Ucrania), en 1921: era, por tanto, casi de la misma edad que Wislawa Szymborska, y sólo un poco menor que Czeslaw Milosz. Como ellos, Lem (quien estudió ciencias y estuvo a punto de graduarse como médico) vivió el tiempo vertiginoso de entreguerras, la propia Segunda Guerra y sus resultas: pudo evitar la deportación nazi gracias a papeles falsos que ocultaban su origen judío, y luego debió enfrentar a la censura polaca —la Oficina Central de Control de Publicaciones y Espectáculos, de triste memoria—, la cual determinó que su primera novela, El hospital de la transfiguración (comenzada en 1948), permaneciese inédita durante años.
Sus primeros trabajos dentro de la ficción especulativa: libros como Los astronautas o La nebulosa de Magallanes (1951), son los más cercanos a nuestra idea habitual de la science fiction: loas optimistas al progreso de la tecnología y a la perfectibilidad del ser humano, sólo que en los términos del socialismo realmente existente. Pero Lem terminó por desencantarse, y como otros grandes fabuladores y satiristas del este de Europa —Slawomir Mrozek, Jan Svankmajer, Kafka mismo— comenzó a usar el rigor de su imaginación para cuestionar y no para elogiar los caminos que habían tomado sus países… y los que hemos tomado como especie. Éste es el centro verdadero de su obra, vestida siempre con numerosas maravillas pero guiada por una visión lúcida, implacable, de nuestras debilidades y nuestra estatura humana. Una y otra vez sus personajes miran la infinitud del cosmos, la plenitud del mundo, y al verse abrumados por ellas advierten el peligro de lo enorme: de existir en un universo que no está hecho para nosotros, y en el que casi todos nos limitamos a vegetar, confinados en los terrenos estrechos de la costumbre, el abandono, las aspiraciones más mediocres.
Ocurre así en La investigación (1959), Memorias encontradas en una bañera (1961), El invencible (1964), Cuentos del piloto Pirx (1968), Congreso de futurología (1971), Fiasco (1987)… y, señaladamente, en la novela Solaris (1961), la más famosa de cuantas Lem escribió.

4. Lem es conocido, fuera de Polonia, principalmente por la primera de las dos versiones fílmicas que se han hecho de Solaris; dirigida por Andrei Tarkovsky, la cinta es la única tentativa, fuera de 2001 de Stanley Kubrick, de usar elementos del cine de ciencia ficción para trascender los límites del género mismo, y a pesar de su distancia de los cánones de Hollywood es superior a la segunda versión, dirigida por Steven Soderbergh y en realidad una historia de amor insustancial aunque bellamente filmada. Pero quien pasa de cualquiera de ellas al libro siempre experimenta la misma sorpresa: si bien los elementos fundamentales de la trama son los mismos, el texto de Lem trata de algo distinto.
Durante décadas, un mundo distante llamado Solaris intriga a los científicos: el océano que lo cubre es un ser vivo, un “plasma inteligente” que se manifiesta y actúa de formas inexplicables y, al cabo, indescifrables para la mentalidad humana: más allá del lenguaje y lo que llamamos conciencia. Un solo grupo de investigadores logra contacto (mental) con Solaris, pero los resultados son aún más terribles y misteriosos: cada uno es testigo de un «milagro cruel» cuando se le aparece, encarnado, algún personaje de sus recuerdos más ocultos o sus fantasías más inconfesables. Nunca es posible llegar más allá de este contacto, signo de algo que no se puede decir, y naderías burocráticas parecen destinadas a impedir investigaciones posteriores…
La «ciencia ficción» tiene, según su definición original, un sentido triunfalista: en ella, el ser humano (y en especial el blanco, anglosajón y protestante) usa la ciencia, la razón y la técnica para domeñar al universo entero y continuar hasta el infinito la avanzada del progreso. En cambio, Solaris, a pesar de incluir elementos de ese tipo de narraciones, es todo lo contrario: el mar viviente engendra por igual formas geométricas en su cuerpo líquido y —literalmente— cuerpos humanos: actores de las fantasías ocultas o los recuerdos vergonzosos de quien lo observa, y jamás es posible aprehender el sentido último de estas acciones. El conocimiento y la inteligencia humanos hallan una derrota y un límite en el enfrentamiento con esta conciencia que no pasa por el lenguaje, que no tiene ninguna utilidad, contra la que no se puede pelear (para disgusto de todos los partidarios de guerras galácticas y espectáculos semejantes) y a cuyo alrededor dan vueltas, sin penetrarla nunca, todos los temores, ambiciones y mezquindades de nuestra especie.

5. Lem no sólo se distanció de la Sci-Fi estadunidense; más de una vez la criticó duramente por su falta abismal —salvo excepciones como la de Philip K. Dick, a quien Lem siempre admiró— de la menor calidad literaria. Al contrario de sus «colegas», casi siempre redactores uncidos a las ideas y la moral dominantes, el escritor polaco se embarcó en la escritura de historias especulativas a partir, siempre, de la reflexión sobre la ciencia misma, sobre el sentido de sus búsquedas y de la forma en la que sus hallazgos, por igual alentadores y espantosos, han terminado por dar forma a nuestra percepción del mundo, de la historia y de nuestro propio pensamiento. Y no sólo se detuvo, como en Solaris, en los errores o las atrocidades del conocimiento. Además, los cauces de la misma escritura, de la tradición y sus fracturas como huellas del pensamiento, llamaron su atención en libros muy diversos: Vacío perfecto (1971), conjunto de reseñas de libros inexistentes, sigue la estela de Borges pero une sus juegos literarios con reflexiones puntuales sobre la forma en la que la razón percibe, o engendra, el orden de las cosas; el ya mencionado Fábulas de robots hace justamente lo que indica su título y recrea mitos ancestrales, a los que dota de protagonistas mecánicos.
En toda su obra, además, Lem demostró una cualidad inusitada: una capacidad genial para la invención verbal y los juegos de palabras, que en español hemos podido leer gracias a excelentes traductoras como Jadwiga Maurizio y Agnieszka Kawecka. Hay que recordar los compoteros, a la vez ordenadores y fabricantes de mermelada; los fatamorganas, animales extraterrestres que atraen a los hombres con bares ilusorios; el pajarolezna, ave mecánica del inventor que marcaba sus átomos con un sello en forma de corazón.
Stanislaw Lem murió en Cracovia, luego de una enfermedad prolongada, el 27 de marzo de 2006, y la incomprensión de que ha sido víctima su trabajo puede ceder el paso, con el tiempo, a la conciencia de que sus obras son, a la vez, el equivalente contemporáneo de la risa de Rabelais, o de las reflexiones satíricas de Voltaire: una mirada lúcida a los males de nuestra especie y a las trampas innumerables de la conciencia. Sus personajes quedan entre nosotros y miran la locura del mundo como Josef K. tendido ante la ley o como Lemuel Gulliver, de regreso de todo. Y nos demuestran a la vez lo absurdo y lo tremendo.

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14 comentarios. Dejar nuevo

  • A mí me gusta mucho el final de Solaris, tan melancólico, tan abierto al futuro. Igual toda la información que hay acerca del planeta pero que a fin de cuentas no atina a descifrar el misterio, volúmenes que abarcan generaciones (y que de hecho existían antes del nacimiento del protagonista), teorías que se acumulan y que tiene adeptos y detractores, como si de una teología se tratara. También me gustan mucho los diálogos entre Kelvin y Snaut, cuando éste se burla de la historia de amor de aquél con el «fantasma» de la joven. Tal vez la forma en que se intenta reducir a Lem a la más pobre concepción de un género, se deba al desconcierto que Solaris despierta: revela mucho acerca de la humanidad, pero no sé si la imagen que nos muestra de nosotros mismos sea agradable para muchos. Un saludo.

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  • Saludos Alberto Chimal y a todas la comunidad que visita tu página.
    Rescato la última línea :“nos demuestran a la vez lo absurdo y lo tremendo.” Sin duda una de las mejores facetas, no ya de la literatura, sino del arte en si, es (a mí humilde parecer) mostrar lo absurdo; una formula fascinante de decirle a los demás “oye, eso no es importante”. El arte encarnado en lo (no)importante es un valor que, en lo personal, agradezco como lector.
    Dicho lo anterior, me atrevo a incluir una recomendación más reciente sobre este género. Se trata de la trilogía de cinco libros llamada La guía del autoestopista galáctico (The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy) escrita por Douglas Noël Adams.
    Divertida, fantasiosa, incluso exasperante, Adams nos abre los ojos al absurdo del universo. Si pueden leerla, no se arrepentirán.
    Por cierto, la adaptación de Solaris de Tarkovsky es magistral en términos cinematográficos (opinión que seguramente está influida por el aprecio que siento por Tarkovsky como director).

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  • Manuel, estoy de acuerdo. Las verdades de muchos libros son amargas, aunque más nos valga conocerlas.

    Ehécatl, gracias por la recomendación y por lo que dices sobre el texto y sobre Tarkovsky.

    Muchos saludos.

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  • Saludos Alberto Chimal. Me encantaban tus contribuciones en el programa cultural de TV Mexiquense. Tus comentarios sobre Masacre en Texas, El Esqueleto de la Señora Morales, El Día que se paralizo la Tierra (¿es correcta?) me parecieron excelentes.

    Soy aficionado a la ciencia ficción (entre otros generos) y me molesta su catalogación (no de tu parte, por supuesto) a priori como genero «menor». ¿H. G. Wells es menos que Conrad?, ¿Verne es menos que Kipling? Cuestión de gustos, sin duda, pero, de antemano reducir la sci-fi a genero menor no lo soporto. Caso similar ocurre con la literatura policiaca, detectivesca, de horror, que pueden ser para muchas personas tan encantadoras y reveladoras como las que más.

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  • No es por hacer Trolling, pero respecto al tema de Lem tengo una anecdota: Hace un año compramos departamento mi novia y yo, cuando firmamos las escrituras (y claro, el contrato donde le vendi mi alma por 15 años al banco, ja) descubri que el edificio, el cual solo tiene cuatro pisos, un depa por piso, se llama Solaris. Entre los vecinos nadie parecia saberlo, pues todos le compraron a alguien que ya no era el dueño original. Yo tenia la novela en mi lista de «Por leer» y le termine en pocos días. Curiosamente he buscado que otra cosa se llama «Solaris» (pensando en que seria demasiada casualidad que el dueño original del edificio fuera fan de este escritor), pero no he encontrado nada. Por lo menos la anecdota si me sirvió para un cuento que aun esta sin terminar.

    Muy buen libro el de Solaris, buscaré sus cuentos. Saludos a todos y feliz navidad.

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  • Ismael, estoy de acuerdo contigo. Gracias por lo que me dices de las cápsulas de cine… Habrá más en enero, por cierto; ojalá las puedas ver.

    Cástulo, qué rara historia. Saludos de vuelta y felicidades a todos.

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  • Felipe Huerta
    19/12/2007 5:56 pm

    Hola Alberto.
    Cástulo buscando en Google por lo menos hay dos Solaris más:

    El sistema operativo desarrollado por SUN y un videojuego pero me parece que el edificio donde vives debe ser anterior a los dos.

    Saludos
    FHH

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  • Felipe Huerta
    19/12/2007 5:59 pm

    ¡Ah! ya hallé algo más antiguo:

    Solaris viene del latín y significa literalmente: QUE PROVIENE DEL SOL

    Se puede ver aquí:

    http://www.babynames.com/name/SOLARIS

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  • Yo me pregunto qué tanto podemos apreciar del estilo de Lem, por lo menos en Solaris y y lo que permita una traducción, ahora que me he enterado que la versión que todos hemos leído en Minotauro (y que creo es la única que existe en español), es una traducción no de la lengua original del autor, sino de la traducción francesa. ¡Alguien sabe algo más al respecto?

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  • Cortex Límbico
    21/12/2007 9:01 pm

    No es por hacer Trolling, pero el gran maese Castulo vive en un videojuego. La trama de este videojuego se desenrrolla en un departamento en GDJ. Con el joystick a la derecha y oprimiendo «jump», él se encuentra con gente del opus dei en el radio que le alaba que escriba «cuentos para niños».

    Total que en el videojuego gana puntos el que más vea películas de Tarkovsky y matando otros cineastas y escritores de Sci-Fi con armas de plasma… (plasma inteligente, por supuesto).

    Si haces mas de cien mil puntos (luchando como el invencible contra todo tipo de aliens), entonces un icono parlante con forma y acento de Stanislaw Lem, le dice que es dueño del depar en el edificio, que como sabemos: lleva el nombre del juego.

    El inicio del texto de felicitacion de Lem, al que gane el juego reza:

    Yo opino que hay que sobrevivir a los arteactos maquinales… como le pasó al invencible cuando se enfrentó a los que tuvo que enfrentar.

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  • Fernando, respondo tardísimo: aun si la traducción es de segunda mano (no tengo mi ejemplar cerca y no recuerdo), y en tal caso siempre sería mejor una traducción directa, de todas maneras me parece que se deja leer.

    Un saludo.

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  • Sobre la traducción de SOLARIS.
    Proximamente (primavera 2011) la editorial española IMPEDIMENTA publicará una nueva traducción de «Solaris» directamente del polaco al español.

    un saludo,

    joanna

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  • Joanna, ¡esa es una excelente noticia! Estaré al pendiente para conseguir el libro. 🙂
    Saludos y gracias.

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  • […] This post was mentioned on Twitter by Alberto Chimal. Alberto Chimal said: Excavaciones en Las Historias: un texto sobre Stanislaw Lem, el autor de "Solaris". http://wp.me/pjEhq-4g […]

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