Eve Gil, Cenotafio de Beatriz.
Sevilla, RD Editores, 2005.
Basta ir a las pocas librerías que nos quedan: en los entrecruzamientos y las imposiciones de la monocultura global no queda mucho que pueda llamarse “narrativa mexicana”, y el atraso de cuanto hay –con las excepciones que no siempre están donde está la publicidad o la atención de los estamentos culturales– es tan proverbial como su carácter agachón. No existe un término mejor: casi todos los libros, los “proyectos” y las “poéticas” existentes son importadores, receptores dóciles de lo hecho por otros y que aquí se adapta —o meramente se adopta; en las escuelas, en los medios, en el ejercicio abúlico de lo que pasa entre nosotros por crítica, aprendemos y enseñamos que nuestra propia postura, lo que de nosotros hace contacto con nuestros orígenes y nuestro entorno, y podría manifestarse en obras artísticas, será siempre menos importante y reveladora que cualquier otra. Nuestros absolutos son negativos: la ignorancia de lo específicamente mexicano comenzó como una reacción contra los excesos del nacionalismo cultural de la mayor parte del siglo XX pero, llevada al extremo opuesto de la supresión total, no ha conducido al cosmopolitismo ni siquiera a la globalidad, sino sólo al cambio de cierto conjunto de temas y tramas autorizadas por otro, igualmente limitado y arbitrario aunque lo fije el mercado y no el poder (que, por lo demás, no siente ya la necesidad de una intelectualidad subordinada, ni mucho menos de una cultura diversa o de la presencia de las artes en la existencia nacional).
Esto significa, desde luego, que ciertas transgresiones siguen siendo tan imposibles –o tan desautorizadas, tan expuestas a la incomprensión y el ninguneo– como hace cuarenta o cincuenta años. Y una de las más “arriesgadas” es la subversión auténtica del canon literario de occidente, para re-escribirlo o re-situarlo en contextos y para fines distintos, como ocurre –sin agitar demasiado los pocos espacios en los que aún podría discutirse– en Cenotafio de Beatriz de Eve Gil.
El caso de este libro sería interesante aun si su fin –“canalizar” o re-significar una porción apreciable de la Divina comedia de Dante– fuese otro, pues señala un paso importante en la carrera de la escritora sonorense. La mayoría de los escritores de su generación que han publicado fuera de México han debido cumplir con al menos uno de estos “requisitos”: recibir la venia de uno de los grandes conglomerados editoriales españoles, o bien modificar las propuestas fundamentales de su trabajo en busca de esa aprobación, a veces de modo culposo y otras cínicamente. Sin embargo, además de que Gil consiguió publicar en Europa sin pasar por Tusquets o Alfagura y sin alterar de ningún modo la poética de sus trabajos anteriores –y de su larga carrera como crítica, en especial orientada al estudio de la literatura escrita por mujeres–, la rareza de su novela también sería la misma si trajese un sello famoso o incluso si hubiese sido publicada por una editorial marginal de las nuestras.
El libro ofrece la apariencia de una historia de amores y desencuentros en el contexto rudo de un barrio mexicano: el Dante encuentra a su Beatriz y los dos se mueven, a lo largo de una relación compleja y cambiante, entre paraísos e infiernos privados, en los que sus figuras arquetípicas –el peregrino a la busca de la salvación, la mujer-símbolo ascendida a la divinidad pero incapaz de articular la mera carnalidad del deseo– son puestos a prueba y actualizados en el sentido más reverente y a la vez más corrosivo: Dante llega a la conclusión de su viaje sin haber abandonado la tierra, y sin que la “alta fantasía” de sus anhelos lo desligue de la realidad cotidiana, cada vez más distante de cualquier intimación de lo trascendente, y Beatriz pasa de ser una figura, un desplazamiento hacia lo inefable de apetencias que no podían expresarse de otro modo, a convertirse en un personaje entrañable, capaz de sus numerosos conflictos y deliquios y también de dar cuerpo a una reflexión precisa sobre su propia tradición.
Este comentario implícito sobre la significación de la Comedia, y de su imagen del amor divino y del amor humano en la historia de la cristiandad y de occidente, se refleja en numerosas peleas y colisiones de Beatriz tanto con la realidad ficcional que la rodea como con el peso de su nombre, que arrastra el de su precursora y mantiene sus acciones en tensión constante con las de aquella otra Beatriz, la mítica, que no deja de poseer su propio sentido pero debe ser (parece decirnos Gil) constantemente vuelta a crear y vuelta a pensar, para que ese sentido no se diluya en la mera indiferencia a la que se destina a los clásicos, o en el pensamiento dogmático que no deja de oponerse a las reinvidicaciones de las mujeres y a su búsqueda –jalonada por grandes obras del pensamiento, la literatura y la política– de una situación distinta en un mundo que no es, para bien o para mal, el de Alighieri.
(El que esta dimensión política del texto no lo convierta en una novela panfletaria, o de mera denuncia, no es un mérito menor de este libro.)
10 comentarios. Dejar nuevo
Pues felicidades a Eve Gil. Alberto: háblanos de la novela de Tolkien que presentaste, ¿no? Saludos.
Lo haré, Manuel. Será el libro del próximo mes. Un saludo.
Hola Chimal. Pronto regreso por aquí.
¿viste estas noticias sobre Caza de Letras?
http://mundodehoy.com/?aid=597
http://mundodehoy.com/?aid=713
Saludos cordiales
Ya leí las notas, 13. ¿Qué opinas tú sobre ellas?
Me gustaría que el formato del concurso fuera orientado a la creación. Y que las correcciones sean estrictas. Incrementando la rigurosidad de las mismas etapa tras etapa. Apuntando a que cada participante escriba un cuento por semana. De una extensión limitada, pero amplia. Para dejarlo libre en su creación. El género de cada cuento no es algo menor. Porque un escritor de terror probablemente no quiera escribir una historia de amor. Y esto debería ser libre también. Lo que se corrija debería ser claro y determinado. Por ejemplo: Ortografía, Puntuación, Voz de los personajes, Tiempos. A medida que el concurso avanza la puntuación decrece en los ítems más esenciales. Por ejemplo: La ortografía debería ser más relevante a medida que el concurso avanza. Entonces uno al principio obtiene una nota entre 1 y 10, luego la nota puede ser 1, 2 u 9 10. Sin valores intermedios.
Pudiendo los jueces otorgar un puntaje en cada item y obteniendo un promedio de los mismos como nota general.
Además, lo que se aporta ahora en los ejercicios deberían ser retos, consejos o ayudas. Referencias que cada concursante puede incorporar, respetar u obviar. Bien este podría ser un item a puntuar. Quien más incorpore lo sugerido tendrá puntos extras.
Que el jurado se dedique más a corregir el trabajo y los participantes más a crear con su estilo y libertad.
Esencialmente, lo que planteo es que los escritores concursantes actúen como escritores y el jurado como jurado. En el formato actual, los concursantes están más cerca de una posición de alumnos, a mi parecer.
Sinceramente, creo que el formato actual lleva a que el concursante trate de complacer al jurado a costo de recortar su espíritu.
Se que lo planteado es tema de discusión para otro eventual concurso. Tan solo es la visión que tengo del tema.
En cuanto a difusión de la escritura el concurso es genial. Lejos, mucho más que concursos de cuentos. Porque permite tener un acercamiento directo a la opinión del jurado.
Hola, Hernán. Te agradezco mucho el tiempo y la dedicación a dar tus sugerencias. Me parece que son muy buenas y te prometo que las comentaré con los organizadores. Espero que las tomen en cuenta para futuras emisiones del concurso.
Muchos saludos.
Por nada, tanto este blog como el concurso me aporta mucho y devolver mi opinión es una obligación realmente.
Pero creo que funcionaría mucho mejor si los concursantes se vistieran de escritores y no de alumnos. Después de todo, la personalidad de cada uno es lo que los va a diferenciar y no sus errores.
Me acabo de enterar de la distinción que te han hecho de formar parte del Sistema Nacional de Creadores. ¡Felicidades, Alberto! Otro reconocimiento más a tu trabajo, y la confianza de que las obras que vienen serán igualmente ricas. Recibe un abrazo de afecto y admiración, desde esta cada vez menos fría ciudad, Toluca.
Querido Alberto: Te envié un mensaje personal para agradecerte tu nota sobre «Cenotafio de Beatriz», pero al no recibir respuesta me permito hacerlo públicamente y repetirte lo que ya te dije: eres, hasta ahora, el único reseñista que ha comprendido a cabalidad mis intenciones y casi me haces llorar de la emoción porque había llegado a considerar que había errado en mis métodos para darme a entender. Tengo para ti dos libros, un ejemplar de mi libro de cuentos «Sueños de Lot» y otro más que no es mío pero sin duda te gustará más, jejeje. Por cierto…. felicidades por la muy merecida beca del SNCA, sin duda la mereces. Lupita Ángeles y yo estuvimos charlando largo y tendido sobre tu magnífica obra y estamos de acuerdo en que eres, si no el mejor escritor de tu generación (para mí que sí), sí el que más le apuesta a la literatura, sobre todo en el terreno de la imaginación, tan descuidado últimamente. Espero verte muy pronto. Chao
Porfirio, gracias. Un abrazo.
Eve, gracias a ti también. Ya te escribí de vuelta. Nos vemos pronto.