Nota del 23/6/2010: he modificado un poco el texto para aclarar algunos pasajes.
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Con un día de diferencia, la semana pasada, murieron José Saramago y Carlos Monsiváis.
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Saramago tenía, tiene, fama mundial desde que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1998: es el único escritor de Portugal que lo ha ganado hasta ahora. Monsiváis, por su parte, era –como se dice de otros con excesiva ligereza– una institución en México: sin exagerar, el intelectual más influyente y admirado tanto en las élites (que en este país son el campo natural de los intelectuales) como fuera de ellas; una hazaña que no logró ni Octavio Paz.
3
Muchas personas se han dedicado a dar testimonios personales sobre su contacto con uno u otro de estos escritores. De hecho, por un par de días abundaron en periódicos, medios masivos y redes sociales como si se tratara de una competencia: perdía quien no pudiera afirmar que estuvo cerca de ellos, que los tocó, les dirigió la palabra, les pidió un autógrafo. Mi propio caso es el siguiente: nada. A Monsiváis lo vi una sola vez, a Saramago nunca. No fui cuate ni discípulo de ninguno de ellos: no tengo anécdotas. Los leí, como muchas otras personas comunes; eso basta.
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Cada quién los recordará como pueda o quiera. Como cualquier ser humano, ambos tenían adoradores y enemigos y ambos escribieron (e hicieron) disparejo: la crítica de sus escritos y sus vidas se ha hecho con tanto entusiasmo como su elogio. Yo me quedo con textos: de Monsiváis, con muchos de sus artículos y columnas, con Días de guardar, con Escenas de pudor y liviandad, con Amor perdido; de Saramago, con Memorial del convento, El año de la muerte de Ricardo Reis, el arranque de Ensayo sobre la ceguera y Todos los nombres.
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Muchas personas, por supuesto, opinan diferente y dan más valor a los hechos que a las palabras de los dos escritores muertos: a su defensa de causas progresistas como el respeto a la diversidad sexual, a sus ataques contra el autoritarismo de gobiernos e instituciones. Esto nos pone en el debate sobre la ética contra la estética, las buenas intenciones contra la buena literatura, que en su última encarnación mexicana debe remontarse a comienzos de este siglo y que incluso pasó ya por esta bitácora; una idea que se ha repetido con frecuencia en estos pocos días ha sido la de que estas muertes son una pérdida irreparable, sobre todo, porque con ellas se pierden dos guías morales que importaban más que cualquier texto: dos «sabios de la tribu», como se dijo en algún texto que leí de Carlos Montemayor, también recientemente fallecido.
Semejantes afirmaciones implican varias ideas con las que no estoy de acuerdo; sobre todo, como ya sabrán quienes hayan visitado antes este sitio, no creo que la literatura sea mejor si se subordina a la actualidad ni que la biografía, o la buena conciencia, sean virtudes de una obra literaria.
Por otra parte, la muerte de estos dos escritores es una pérdida política; como la del filósofo Bolívar Echeverría, también reciente, es la de figuras prestigiosas y respetadas de la izquierda que se destacaron por su presencia y su reputación, por supuesto, pero también por su pensar –no siempre de la misma manera; no siempre con los mismos alcances– en cuestiones urgentes de la vida social, de la política, de la convivencia humana que muchas veces se tratan sólo de manera frívola o irresponsable, o bien se invocan para despreciarlas o despreciar a quienes las mencionan.
En esta época en que predomina el desinterés y la orientación de muchos estados actuales es hacia la derecha política (continuando el uso de aquellas etiquetas del siglo XVIII), hacen falta contrapesos que la izquierda «realmente existente» –sobre todo en países como México– parece incapaz de dar; estos dos muertos tenían aún esa habilidad de convocar y, si no siempre de llamar a la acción, sí al menos de conmover, de acabar con la indiferencia de sus lectores. No faltan autores comprometidos y aspirantes a intelectuales y santones mediáticos, pero está por verse si pueden ser a la vez carismáticos y lúcidos. Más nos vale que consigan serlo porque la adoración de la personalidad, muchas veces, nos hace olvidar que los textos siguen aquí y siguen proponiendo que leamos.
Y porque los problemas no desaparecen si sólo se deja de hablar de ellos.
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Valora en Bitacoras.com: Carlos Monsiváis 1 Con un día de diferencia, la semana pasada, murieron José Saramago y Carlos Monsiváis. 2 Saramago tenía, tiene, fama mundial desde que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1998: es el único escritor de Por…..
Lindo post, Alberto. Estoy muy golpeado, como lector, como izquierdista y como académico.
Vaya: debemos incluir «lindo» en la definición de menosprecio. Lo cierto es que Saramago es uno de los mayores bluffs editoriales de los últimos tiempos (su vaije del elefante es una estafa, y con reescribió su Evangelio…), y de sus obritas «comprometidas» mejor no hablar… Una lástima para el que fuera autor de la enorme Memorial del convento. Al parecer la izquierda no lee tanto como beatifica.
Nuevo en Las Historias: Monsiváis y Saramago. http://bit.ly/bZc5NZ
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Las Historias: Monsiváis y Saramago. http://bit.ly/bZc5NZ
Y yo como siniestrista, estoy triste.
Hola, Ignacio, Neftalí: entiendo.
Don Óscar, por desgracia ese hábito es frecuente. Pero uno siempre puede hacer como el tiempo y adelantar el olvido de lo que no vale la pena, creo.
Saludos a todos.
RT @cartanautica
Monsiváis y Saramago (Vía @albertochimal): http://bit.ly/8Xy3vz
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RT @larepublica_pe: RT @cartanautica: Monsiváis y Saramago (Vía @albertochimal): http://bit.ly/8Xy3vz
Monsivaís era el payaso de la alta cultura, el mejor que ha habido. Sus últimas apariciones en televisa nos hablan de un autor en sus peores momentos.
No obstante, hay que admitir que tenía buen tino para la ocurrencia y la opinología fácil.
En cuanto a la señora Sara Mago, sólo puedo respetar Todos los nombres. Es un nobel injustificado.
Me gustó el énfasis en el «arranque» del Ensayo sobre la ceguera.
Monsivaís era el payaso de la alta cultura, el mejor que ha habido. Sus últimas apariciones en televisa nos hablan de un autor en sus peores momentos.
No obstante, hay que admitir que tenía buen tino para la ocurrencia y la opinología fácil.
En cuanto a la señora Sara Mago, sólo puedo respetar Todos los nombres. Es un nobel injustificado.
Me gustó el énfasis en el «arranque» del Ensayo sobre la ceguera.
Monsiváis y Saramago (Vía @albertochimal): http://bit.ly/8Xy3vz
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“@mareacultural: RT @cartanautica Monsiváis y Saramago (Vía @albertochimal): http://bit.ly/8Xy3vz”
«La crítica convertida en sistema es la negación del conocimiento y de la verdadera estimación de las cosas».
Henri Frèderic Amiel
«El que censura a los demás, indirectamente se alaba a sí mismo».
Sir Thomas Browne
«La cosa más difícil es conocernos a nosotros mismos; la cosa más fácil, hablar mal de los demás».
Epicteto
La muestra está en que en los noticieros se mencionó más Apocalipstick que cualquiera de las otras obras de Monsivais. Yo creo que en un país como el nuestro, donde parece tan necesario ese tipo de escritor (no como ellos dos: no solo conmovedor sino también capaz de llevar a las masas a la acción) se le quiere encontrar por todos lados. Pero eso viene también de querer adaptar una visión práctica del mundo a una espiritual o ya al menos ideológica: ¿Para qué SIRVEN los escritores? En fin, cuento de nunca acabar.
Monsiváis y Saramago « Las historias http://ow.ly/22md3
Malísimas citas las de Fymf…
México está lleno de corrección política, ya nos ha costado muy caro no ser abiertos, discernir, hacer crítica abierta.
Como no se ve bien hablar en voz alta de literatura. Lo que se acostumbra en México es el golpe indirecto, estratégico.
El ninguneo del enemigo es la costumbre mexicana por excelencia. Y es una idiotez.
Cuando alguien quiere hablar de quien lo critica lo hace sin mencionar nombres, como si dijera: Soy muy importante para recordar tu nombre, eres nadie.
Y esto a su vez es un insulto a todos los fieles lectores anónimos que siguen a un escritor que vende falsas modestias y frases correctas en cámaras antes de regodearse con sus talleristas.
Así, mejor nos masturbamos.
Monsivaís es el epítome de la opinología, incluso lo llegué a ver en un programa sobre futbol donde decía: «No sé para qué me invitaron.»
Detrás de su máscara de bonachón había un político detestable de las letras.
Es lamentable la pérdida de cualquier ser humano, pues siempre deja pendientes: personas, arrepentimientos sin saldar, viejos amores.
Y, sin embargo, lo que estamos hablando aquí es la muerte del escritor, y en ese plano podemos decir que la literatura no ha perdido nada.
Saramago hacía literatura, me duele verlos comparados.
Saramago era escritor, malo, pero era un hombre que hilvanó sencillas historias para el gran público, algunas francamente buenas, como Todos los nombres.
Aunque bien podría pararse junto a otras novelas con pies de barro. Pienso en El túnel, de Sabato, por ejemplo, al que se le llega a comparar con el gran Borges, por favor.
Ernesto Sabato y Hemingway nos demostraron que se puede ser un completo idiota y hacerla en la literatura, es consuelo de cotolengos y políticos.
Cualquiera puede constatar que se hace literatura más valiosa todos los días en las conversaciones del metro.
«Irritarse por un reproche es reconocer que se ha merecido».
Tácito
«Si nosotros somos tan dados a juzgar a los demás, es debido a que temblamos por nosotros mismos».
Oscar Wilde
«Nuestra crítica consiste en reprochar a los demás el no tener las cualidades que nosotros creemos tener».
Jules Renard
RT @TratoHecho_leer: Monsiváis y Saramago « Las historias http://ow.ly/22md3
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«¿FYMF quiere hacernos llorar de pena ajena? Va por buen camino.»
Óscar Luviano
«¡Llora! No te avergüences de confesar que me has querido un poco».
Gustavo Adolfo Bécquer
«No me lloren, crezcan».
Miguel Abuelo
«No se trata de llorar realmente, sino de que el público piense que estás llorando».
Ingrid Bergman
jejeje… ¿Quién es ese gran Oscar Luviano?
Voy a comprar todos sus libros.
Así es, soma, es un genio, no sé por qué no le dieron el Nobel en vez de a Saramago. Qué injustos son los suecos. No hay derecho, no hay derecho.
Apelar a autoridades no te hace más inteligente, Fymf.
Debate, si es que puedes.
Sí, tienes razón soma, que debata o de plano que no opine. Aquí sólo estamos escritores(as) e intelectuales(as), somos del montón que no queremos ser del montón, como dijo Mafalda (perdón, Mafalda no es intelectual, también hay que llamarla a debatir). Y ese FYMF se cree mucho porque hace citas. Estoy de acuerdo contigo con respecto a Sábato y a Borges: ¿Cómo vamos a comparar melones con sandías?, no, no, no, no, eso es imposible, el melón nunca puede compararse a la sandía, porque la sandía es más fresca, ayuda a la circulación y también a la potencia sexual. ¿En cambio el melón…? El melón es malo, no es buena fruta, en cambio la sandía es el pedestal de las frutas. ¿A quién le interesa si gusta a unos y a otros? Son unos payasos los que defiendan o aprecien al melón, que también es un payaso. Me agrada mucho tu subjetividad tan abierta y tolerante. Yo te apoyo, esa sencillez es la que se necesita. Eso se llama tener una mente amplia, no cuadrada ni estrecha. Estoy contigo, me gusta tu manera tan objetiva. Duro, hay que darles duro y mucho más.
“No hay cosa que haga más daño a una nación como el que la gente astuta pase por inteligente”.
Sir Francis Bacon
“Un hombre inteligente es aquel que sabe ser tan inteligente como para contratar gente más inteligente que él”.
John Fitzgerald Kennedy
“La ventaja de ser inteligente es que así resulta más fácil pasar por tonto. Lo contrario es mucho más difícil”.
Kurt Tucholsky
Yo no me atrevería a ser tan juicioso como algunos comentarios: la crónica tiene su valor así como las buenas obras aisladas dentro de un cuerpo literario de menor calidad. De cualquier manera, ambos escritores son para grandes públicos. Eso no los demerita. Un escritor que no cumple con las poses estereotípicas del escritor o con las de moda tampoco deja de serlo; así como tampoco deja de ser, para llamarle de algún modo, un ser literario.
Luego, creo que la idea detrás de decir que la literatura pierde o no, va por la linea de perder a los «sabios de la tribu». Pero eso supone una falsedad con respecto a la literatura: la literatura queda intacta: nunca pierde y siempre gana (aunque sean libros no tan buenos o ya de plano malos). La literatura se valora de un modo más esencial y colectivo: una obra no se contrapone a otra sino todo lo contrario; las buenas obras permanecen. Lo demás son nombres, diversas vanidades que desaparecen sino se vuelven alguna ficción.
A todo esto, debo decir que mi atrevimiento radica en ver ese juego de provocaciones que me temo, no lleva a ningún lado. Decía Borges que la «opinión es lo más efímero que tenemos»; es fugaz y voluble.
Pecamos de falta de atrevimiento, Fernando.
De voces tímidas que no acaban de fraguar una idea semicrítica cuando se gesta la siguiente, zalamera hasta el cansancio, con la rúbrica común del tallerista fiel, amigo, pero mediocre hasta el cansancio.
Y es preocupante que sean estos quienes obtienen las vitrinas.
En México se practica la política cultural, no la escritura.
Los filtros como Monsivaís nos llevaron a este atolladero.
Me permito ser juicioso, porque es precisamente este tipo de conversación abierta lo que se necesita.
Si se trata de linchamientos, por algo tan banal como lo es un gusto literario, es mejor que se haga a la luz pública.
En mi estación favorita, Horizonte, hay comerciales cada cinco minutos en el que se dice de Monsivaís que era el prologuista de México, como si fuera un subgénero literario.
Borges prologaba porque había hecho una carrera cultivando las letras.
Monsivaís fue un personaje de la vida cultural, nadie lo pone en duda. Epítome fofo de la consagración literaria, tejida de amiguismos no de méritos, fraguada al calor de escoceses en el departamento de oscuros ministerios de lo artístico, payaso en los cocteles diplomáticos, egos inflados como su estómago.
La cara trasnochada de Monsivaís, su voz aguardientosa, representaba muy bien lo que es nuestra literatura: bodrio semiviviente, resaca de tres días después de la larga fiesta del boom latinoamericano.
Nuestra generación, la de los ochenta y noventa, salvará del atolladero a la literatura mexicana.
Dejaremos de ser una nación de milagros, de un Hugo Sánchez, un Juan Rulfo, un Pedro Infante, cada veinte generaciones.
Autores jóvenes, verdaderos talentos, como el de Alberto Chimal son los que irán liderando la vuelta de México a sus letras, sacarán a los comerciantes del templo, dispararán a la noches balas de letras.
Y sí, Rosario, la sandía es mejor que el melón.
Yo no tengo citas con qué impresionar.
Pero si lo necesito le hago como el Fymfinela y me meto a http://www.proverbia.net
Tu agudeza me gusta soma, tú si eres el más inteligente en esta carrera de opinar para demostrarlo. Por mí yo te doy toda la razón. Los otros están equivocados. Tú eres la sandía, y los demás somos melones. Por eso te apoyé y defendí. No como FYMF, que se mete a la página que te molestaste en buscar sólo para impresionar, aunque es su manera de expresarse, cada cual lo hace como quiere. Tus ideas son el tipo de mentalidad open mind que se necesita para discutir y demostrar que una subjetividad es mejor que otra. Duro, más duro, hay que darles más duro, con todo. Sigue regando látigo que quiero ver sangre, sangre. Yo te apoyo.
jajajaja
Rosario, esto no es una carrera de nada. Son comentarios.
Alberto, leí la primera versión de tu artículo y ahora lo vuelvo a leer. No sabría decir exactamente que es lo que cambiaste pero si siento una diferencia en el tono del texto, quizá el primero había algo de hartazgo que has precisado con mayor eficacia.
Creo que esa competencia de anécdotas de la que hablas sucede en el caso de cualquier deceso, a ver quién era más compadre, el más amigo, etc. Actitud que me parece también chocante pero normal, incluso en el caso de no celebridades. Las redes sociales sin duda son una excelente plataforma para amplificar esta práctica.
Sin ser admirador de ninguno de los dos, representa una pérdida ya no digamos a la literatura, sino al público. Ojalá hubiera más payasos o malos escritores como estos dos, que tan sólo verlos en una entrevista por ejemplo invitan la reflexión, a la crítica y sobre todo porque seguían produciendo textos.
Algo que me preocupa es este tipo de discusiones intolerantes en un blog de literatura entre Monsivaistas y Anti-Monsivaistas, entre Saramaguistas y Anti-Saramaguistas. Que viva la diversidad pero que no se pierda el respeto con ofensas personales. Si los que leemos un poco nos comenzamos a comportar como simios que se espera del resto de la sociedad.
Soma, aunque digas que no, de tus frases se ve lo que dice Rosario y Magay. Saludos.
Creo que los que leemos un poco (o tratamos) somos en muchas ocasiones los primeros en comportarnos como simios. Supongo que es más un asunto de instinto que de intolerancia. Figuras como Monsiváis o Saramago tienen méritos tan copiosos y tan controvertibles que no resultan raros los cargos, ni las defensas (aunque este litigio lo patrocinen un buen fiscal contra un pobre defensor de oficio).
Bien lo dijo el maestro Chimal «Como cualquier ser humano, ambos tenían adoradores y enemigos y ambos escribieron (e hicieron) disparejo: la crítica de sus escritos y sus vidas se ha hecho con tanto entusiasmo como su elogio».
En cualquier caso, supongo que es instintivo devorar el cadáver del gurú, declarar que no estamos definidos por una generación caduca, que somos distintos, que tenemos la neta, que sabemos dónde está el faro. No es un asunto de parecer orangutanes, es más cuestión de un añejo y extemporáneo (pero con vestigios de vigencia) tótem y tabú.
Ninguno de los defectos y delitos que Soma le imputa a Monsiváis y (en menor medida) a Saramago, son falsos ni viscerales, pero tampoco ninguno de ellos, les resta los méritos bien ganados (que tienen) ni el amplio reconocimiento que nos tiene y tendrá a buena parte de sus detractores y admiradores, hablando y escribiendo de ellos por un buen rato. Eso hace bella la oportunidad de debatir, aunque de pronto nos salga lo primates.
Un abrazo
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