En pocos días de convocatoria, el curso-taller de literatura de imaginación que comencé a dar hoy, en la librería Octavio Paz del FCE en la ciudad de México, recibió cerca de un centenar de solicitudes de inscripción. Se decidió doblar el cupo previsto (de 20 a 40 personas) y se piensa en organizar un nuevo grupo del curso para más adelante. Desde luego estoy muy contento y agradecido por el interés.
Vuelvo ahora de mi primera sesión. Mientras se arma aquel segundo grupo en vivo, varias personas me han preguntado por una posible versión virtual del curso. En tanto llega el momento debido dejo aquí algo que puede ser útil: justificaciones y referencias y un ejercicio de escritura.
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1. En otras ocasiones he mencionado y trabajado con el término más difundido de literatura fantástica. Ahora propongo este otro, nuevo, de literatura de imaginación, simplemente porque la etiqueta de «lo fantástico» se ha vuelto muy confusa: a veces se le usa para hablar de un subgénero literario, a veces para hablar de otro, y a veces para referirse a lo irreal en la vida cotidiana, lo falso o lo mentiroso (la palabra «cuento» tiene problemas similares). En el siglo XIX, cuando se inventa la categoría de lo fantástico, el fin de ese tipo de historias (o mejor: de ese tipo de discurso, capaz de ser usado en muchas historias diferentes) era encontrar los límites de lo que entendemos como «real» mediante la imaginación; ahora creo que se puede emplear directamente esa palabra para hablar de esa literatura. Se me dirá que toda obra literaria necesita imaginación; es cierto, pero sólo en ese tipo de textos (de narraciones, básicamente) la imaginación tiene ese carácter central. Más todavía, así se deslindan estas historias del modo dominante de contar historias en ese país hoy, que rechaza la imaginación (aunque en el fondo no pueda prescindir de ella). Digo más de la cuestión en este artículo.
2. No podría desarrollar aquí todo el programa del curso (todavía tengo la esperanza de escribir un libro entero sobre el tema, un día), pero sí puedo dejar las lecturas que haremos. Los textos elegidos no son un «canon» ni mucho menos una lista exhaustiva, pero sí son todos grandes textos y me permitirán tocar todos los puntos importantes de la discusión que quiero plantear: qué es la literatura de imaginación, cómo funciona y, sobre todo, qué sentido tiene.
Sesión 1
«Historia de Urashima», anónimo
«El compañero de viaje», Hans Christian Andersen
«La máscara de la Muerte Roja», Edgar Allan Poe
Sesión 2
«El milagro secreto», Jorge Luis Borges
«Casa tomada», Julio Cortázar
«El hombre de hielo», Haruki Murakami
«Caballería», Neil Gaiman
Sesión 3
«Caza de conejos», Mario Levrero
«Acerca de ciudades que crecen descontroladamente», Angélica Gorodischer
«La fe de nuestros padres», Philip K. Dick
Sesión 4
«El huésped», Amparo Dávila
«Rudisbroeck o los autómatas», Emiliano González
En el peor de los casos, un curso como este podría suscitar discusiones interesantes entre los lectores, a los que mucho del «ambiente» literario actual parece no tomar en cuenta. Ojalá sea así.
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Un ejercicio sencillo de imaginación: primero, ver este cortometraje de Jan Svankmajer en el que los objetos se ponen, muy deliberada y sobrenaturalmente, en contra del hombre:
Segundo, imaginar (o recordar) una situación en la que un objeto haya parecido estar en contra de uno y explicarla como si literalmente fuera verdad: como si el objeto tuviera voluntad, un motivo y una historia que pudiese ser contada. La idea es dejar espacio a la imaginación, desde luego, y no explicarlo como un suceso «en sentido figurado»: no temer a esa capacidad de invención de la propia conciencia.
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ESPEJO
Como el espejo me odia siempre que me acercó a él me da la espalda.
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TRASTORNOS DEL DORMIR
El letrero al pie de la cama exclamaba: “Cama para dos”. El doble de lo de una cama individual. Un lugar, pensé, cómodo para descansar y estirarme a libertad. Me acerqué para inmediatamente probarla. Al sentarme disfruté descubrir que no era ni demasiado suave ni demasiado rígida. De verdad yo estaba cómodo. Y esa sensación de placer me condujo a un pensamiento de placer; siendo la noche quien se asomaba por el ventanal imaginé; se me apetecía en ese instante, una taza de chocolate caliente acompañada de un par de croissants; me acerqué a la ventana para contemplar la luna en su inmensa luz, cerré los ojos y percibí el olor del chocolate caliente; la taza y el par de cuernitos en una charolita encima de una mesa contigua. Era demasiada belleza para ser verdad. No obstante, haciendo a un lado el razonamiento, cené.
Apagué la luz y me dispuse a dormir en la espaciosa cama.
No pasaron más de tres minutos y me sentía caliente; la cama parecía un horno. Me quité las sábanas y permanecí, sin playera, en ropa interior. Entonces, no pasaron más de tres minutos (otra vez) y mi cuerpo estaba helado, empecé a titiritar; inmediatamente me arropé no completamente sin olvidar el horno de un principio. Pasaron tres minutos y mi cuerpo estaba templado, parece que lo había conseguido; hasta que la almohada resultó incómoda. La doblaba, la estiraba; horizontal o vertical la almohada seguía sin dejarme dormir. No me era posible conciliar el sueño. Entonces pensé que si estuviera con ella, la muchacha guapa de los ojos grandes, sería posible, platicar. Acostado de lado a la orilla de la cama, imaginaba que ella estaba atrás de mí y que la luz -azul- obscura de la noche hacía que su cabello brillase. Podía sentir su suave mano acariciando mi espalda; sus falanges, con delicadeza, deslizándose por mis vértebras. Mi cuerpo empezó a disfrutar su compañía, ahora no deseaba dormir, pero mis ojos se cerraron en un estado de plenitud.
ZZZ… zzz… ZZZ…