Con esta nota termina la serie sobre la locura, lo fantástico y… Batman en una de sus versiones actuales para cómic, escrita por Grant Morrison. (Sí: la mayor parte de las historias del personaje son basura, como la mayor parte de las historietas, pero también es basura la mayoría de las historias de cualquier tipo, medio y género. Y ésta ofrece, como dije en una entrega previa, una ilustración muy interesante del «problema» de Coleridge: el enfrentamiento con una evidencia incuestionable de algo que sobrepasa nuestra idea de lo real.)
1. Sobre lo fantástico y los superhéroes
Como algunos lectores han observado, todo lo dicho hasta ahora (he aquí las partes 1 y 2) tiene que ver en el fondo con una idea de lo fantástico. El término «historia fantástica» puede sonar terriblemente confuso, pero es así porque nuestras definiciones de lo fantástico acostumbran serlo. Si se intentara creer a la vez en todas las definiciones que existen, no sólo tendríamos un amontonamiento absurdo de obras y autores que en realidad tienen poco en común (ya se sabe: Italo Calvino junto a J. K. Rowling, Guy de Maupassant al lado de Clive Barker, Francisco Tario junto a William Blake), sino además cada uno de ellos tendría que cumplir al mismo tiempo con varias condiciones mutuamente excluyentes. Para algunos la «fantasía» es simplemente ensoñación escapista; para otros es un tipo de arte (o ciertos temas, o ciertos detalles de hechura o propuestas formales) que busca producir ciertos efectos emotivos o intelectuales; para otros más, es un tipo preciso de historias, con ciertos personajes y tramas reconocibles…
Aquí, la definición que me interesa más de lo fantástico es una ya de cierta edad pero todavía muy útil: la del filósofo de origen búlgaro Tzvetan Todorov, quien propone una división en tres grandes grupos de las obras que llamamos fantásticas. En un extremo están, dice él, los textos de lo extraño, en los que aparentemente sucede algo que quebranta las leyes naturales (o aquellas por las que se entiende y define lo «real») pero finalmente ese algo resulta ser sólo un hecho improbable, no imposible, y las leyes previamente conocidas se confirman. En el otro extremo están los textos de lo maravilloso, en los que tienen lugar sucesos imposibles en nuestra vida «real» pero que son posibles y hasta habituales en el mundo ficcional en donde tiene lugar la acción: no se siguen las reglas comunes pero tampoco se niegan porque es claro que el mundo que estamos vislumbrando es otro.
Y enmedio de estos dos extremos están los textos de lo que podríamos llamar fantástico estricto, en los que nunca queda claro (y tal es el objetivo) si los sucesos presentados rompen o no con las leyes del mundo en el que suceden: lo más importante es la duda que se produce en nosotros, los lectores, y la forma en la que esa duda se mantiene incluso después de terminar la historia. Si está bien lograda, la duda impide que la historia se pueda hacer de lado fácilmente, terminada su lectura (su «consumo», dirían algunos) y que los sucesos que propone puedan acomodarse en una visión preestablecida de nuestro mundo o en «otro mundo», con otras reglas, que no afectan nuestra experiencia cotidiana. Es importante notar que este efecto siempre tiene lugar en los lectores y siempre apunta a sugerir la fragilidad de nuestras propias reglas: las que rigen cómo vemos nuestro propio mundo, más allá del texto.
La historieta de superhéroes, a pesar de ser un subgénero que se alimenta de numerosas vertientes de la ficción popular de los últimos siglos, se practica generalmente como una vertiente de lo maravilloso: el mundo ficcional de Superman o los Hombres X, digamos, y en especial si se trata de un escenario compartido por varias series (como sucede con mucha frecuencia en la historieta de los Estados Unidos) puede albergar numerosos tipos de historias, pero visto en su conjunto es un universo donde las «leyes naturales» son fundamentalmente distintas, una especie de conjunto ampliado que permite mucho más de lo que sería posible en la vida «real» (y en cualquier subgénero más o menos rígido) sin que exista el peligro de cuestionamiento o ruptura. El Hombre Araña tiene un origen cercano a los lugares comunes de la ciencia ficción de los años cincuenta y sesenta, pero puede pasar por momentos de melodrama, incluyendo todas las exageraciones del caso, así como por episodios naturalistas, o bien modelados de acuerdo con las prescripciones de la literatura de horror, o de muchos otros tipos.
Además, es posible invocar elementos de muchos subgéneros distintos a la vez: si –retomando un ejemplo que propuso Luis Boiler— Batman, un superhéroe con rasgos que provienen de la novela negra, aparece en una historia con Zatanna (una hechicera cuyos poderes mágicos no tendrían cabida en una historia policial propiamente dicha), ambos coexisten sin problemas: el mundo que habitan los permite a ambos y no se produce ninguna ruptura.
2. Batman y Batman y Batman
El Batman de los años cincuenta, al que se refirió la entrega previa, es igualmente parte de un universo de lo maravilloso: ese Batman detiene criminales en una página, a la siguiente viaja a otro mundo y en la tercera puede estar metido en un cuento de horror sobrenatural; además, se involucra con personajes de lo más variopinto, ajenos también a su definición inicial. Cambia, desde luego, el aspecto visual del personaje, y cambia también el tono de las historias, que es más jocoso, menos grave y sombrío que el de las versiones actuales.
De éstas, que insisten en los rasgos más sombríos del personaje y en la idea del héroe psicológicamente inestable (traumatizado, paranoico, obsesivo-compulsivo), el Batman de las películas de Christopher Nolan es la más reciente y «oscura»: una imagen sugerente de cómo percibe o idealiza su actitud ante el mal una sociedad como la estadounidense, que constantemente habla de él pero en realidad no lo sufre y se siente angustiada ante su posible aparición en un entorno que en otro tiempo se había considerado protegido y a salvo (esta angustia, desde luego, empezó a cobrar enorme fuerza a partir de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001). Incluso, la aparición de este mal indescifrable para quienes son sus víctimas (desconectadas de la conciencia de su propia capacidad para el mal) tiene un subtexto filosófico interesante, como se ve en este comentario de Ernesto Priani.
Comparado con este Batman, con toda su pertinencia como metáfora de un momento histórico, la versión de Grant Morrison –quien ha sido el guionista de la venerable revista Batman de DC Comics desde mediados de 2006– puede parecer trivial por su falta de un «mensaje» evidente y por no sugerir ninguna lectura claramente relacionada con hechos de actualidad. Pero aunque sus guiones hayan resultado tener por materia, sobre todo, el propio arte de la historieta y la larga tradición creada alrededor del personaje de Batman en sus setenta años de existencia, Morrison está creando una visión interesantísima que está culminando en sus últimas entregas: justamente aquellas en las que se ve un tratamiento distinto (y quizá único en la historia de publicación del héroe) de sus elementos fantásticos, incluyendo sus personajes secundarios y la naturaleza de su mundo ficcional.
La premisa fundamental de Morrison es la siguiente: tratar a Batman como si todas sus aventuras publicadas (incluyendo las más excéntricas y alocadas de los años cincuenta) hubieran «sucedido realmente» en la vida del personaje. Como muchas de estas historias resultarían demasiado ingenuas o ridículas para los lectores que prefieren un Batman más «serio», todas las que sobrepasan los «límites» actuales se consideran parte de una serie de casos dudosos, consignados por el propio Batman en una serie de «libretas negras»: hechos que Batman recuerda pero que no puede aceptar como parte de su vida real y debe explicar como alucinaciones debidas a causas diversas; no son, pues, episodios «verdaderos», pero sí parte de la vida interior del personaje y signos de lo complejo de su personalidad y lo rico de su pasado.
Esta complejidad y esta riqueza se han explorado a lo largo de todas las historias escritas por Morrison, quien de 2006 a 2008 recuperó diversos personajes olvidados de otros periodos de Batman y jugó constantemente con la idea de que la del héroe, lejos de ser una personalidad fuerte aunque ligeramente desequilibrada, está sobrecompensando una debilidad fundamental y podría, efectivamente, estar en el borde de la locura; varios episodios indescifrables se han referido como parte de momentos oscuros en la vida del personaje, en los que ha perdido temporalmente la razón o ha quedado, por largos periodos, en estados alterados de conciencia.
3. Zur-En-Arrh
Ahora bien, en la más reciente serie escrita por Morrison –titulada «Batman R. I. P.» e ilustrada por Tony Daniel– todas estas ideas se llevan en una dirección imprevista a partir una deconstrucción brillante y brutal del personaje, quien resulta sospechoso de padecer esquizofrenia paranoide (como Daniel Paul Schreber) y de haberse convertido en Batman como una reacción infantil y enfermiza a la muerte de sus padres…, lo que, como se sabe, es el punto de partida de su historia original de vengador enmascarado.
Más aún, toda esa historia podría ser falsa: sus padres podrían no ser los filántropos virtuosos que habían permanecido intactos desde las primeras apariciones del personaje hasta la versión fílmica de Nolan, y él mismo podría no ser hijo del «brillante doctor y filántropo Thomas Wayne», quien (en cambio) habría asesinado a su esposa y fingido su propia muerte para embarcarse en una carrera criminal: su verdadero padre podría ser Alfred, el mayordomo fiel…
Confrontado con la posibilidad de estar perdiendo el contacto con la realidad, y a la vez víctima de un ataque psicológico de uno de sus enemigos (¡acaso el propio Thomas Wayne!), Batman sufre un colapso; sus adversarios se lo llevan y lo dejan en una calle de Ciudad Gótica (su escenario habitual), donde vaga delirante y sin recordar su propia identidad. Entonces sucede lo milagroso: Morrison transcribe casi palabra por palabra la conclusión de la aventura del Batman de Zur-En-Arrh, de 1958 (mencionada en la entrega anterior), pero en un contexto distinto, al colocar al Batman actual, completamente trastornado, en compañía de un vagabundo sin hogar que podría o podría no ser producto de la imaginación pero, en cualquier caso, le regala un objeto misterioso que lo impulsa a coserse un nuevo traje de Batman a partir de retazos:
El objeto es, dice nuestro personaje, el «Bat-Radia», el transmisor casi mágico que utilizaba el Batman extraterrestre en aquella historia, que desde el punto de vista de la revisión de Morrison sólo puede ser entendida como una alucinación. El personaje, como en su anterior iteración, parece «reconocer» y aceptar sin problemas la novedad de un hecho más allá de lo aparentemente posible…, aunque el «Bat Radia» no es sino un radio común de pilas. Por otro lado, la conciencia de Batman parece haberse dislocado, pues ahora afirma ser él mismo el Batman de Zur-En-Arrh:
Tomando solamente lo que se ha referido, daría la impresión de que el episodio, contado originalmente dentro de las coordenadas de lo maravilloso, ha pasado a lo extraño: el descubrimiento aparente de un objeto de poder no es sino el producto de la imaginación de un hombre claramente enloquecido. No importa: sólo con las referencias al pasado previamente suprimido del personaje, se logra un efecto de extrañamiento tanto entre los lectores que no conocen las historias de los cincuenta como en aquellos que buscan las referencias y reconocen el homenaje. Además, Morrison ha colocado otros elementos del pasado editorial de Batman en posiciones más ambiguas: uno de los más llamativos es Bat-Mite (que los lectores de más de treinta pueden recordar como el «Bati-Duende» de alguna serie animada), retrabajado como una especie de guía espiritual del Batman loco, pero sin que quede claro aún si es un personaje sobrenatural u otra alucinación.
A pesar de que Batman tiene actualmente un sitio en la cultura global como un personaje «duro»: como justiciero violento aunque defensor de una sólida moralidad, lo cierto es que sus transformaciones, como las de cualquier icono que se vuelve popular en un periodo determinado, son muchas más (y más variadas) de lo que se puede saber conociendo sólo su historia reciente. Iconos como él sirven como contenedores de numerosas obsesiones, miedos y aspiraciones que cambian con el tiempo y, a veces, de forma muy pronunciada. Y es muy raro (de hecho, casi no sucede) que las historias de un momento dado reconozcan los cambios que sus personajes y escenarios han sufrido: cada etapa se limita a observar fijamente su propio presente. Aquí, en cambio, sucede lo contrario: recuperar una serie de historias suprimidas y jugar así con ellas sugiere que la realidad que está en duda es la realidad extra-textual de Batman, su relación con nosotros.
La ruptura que Morrison propone, por lo tanto, es mucho más sutil que la de una historia encuadrada de modo cabal en lo estrictamente fantástico, pero puede recordarnos a nosotros, lectores, la fragilidad y la variabilidad de nuestros propios deseos, que los personajes de historieta satisfacen, y de nuestras propias ideas sobre lo que deseamos considerar «real» en las obras que creamos.
POSDATA DEL 3 DE OCTUBRE
La siguiente entrega de «Batman R. I. P.» ha aparecido y en ella Morrison concluye un episodio de una forma que interesará a varias de las personas que han dejado comentarios hasta el momento.En el fondo, el juego con la posibilidad de la locura, que resulta de forzar un elemento inaceptablemente extraño en un mundo ficcional que no está creado para incorporar semejantes intrusiones, ha sido usado por Morrison para agregar tensión dramática a su historia de cómo Batman es llevado a la demencia y finalmente destruido (probablemente sólo para anunciar una nueva iteración en el personaje, que no desaparecerá mientras la empresa que lo posee pueda seguir explotándolo; pero en este subgénero no importa la continuidad general de los personajes, sino sólo las grandes historias que llegan a contarse con ellos; el resto es, como ya dije, basura).
Ahora bien, en este capítulo de la historia hay un efecto fantástico que se resiste a desaparecer, y no es el efecto más leve ya mencionado, que se produce a todo lo largo de la historia al adosar a la iteración actual del superhéroe (al mundo ficcional «adecuado» a las apetencias de los consumidores actuales) la sugerencia de las versiones previas y más imaginativas del mismo.
Aunque la aparición del «Batman de Zur-En-Arrh» quedó asimilada al Batman actual como una instancia de lo meramente extraño (Batman se ha vuelto loco, el «Bat-Radia» es en realidad un viejo radio de pilas que la psique rota de Batman usa como símbolo), quedaba la figura del Bat-Mite, que desde su aparición en alguna historia previa de la escritas por Morrison hacía dudar entre considerarlo un auténtico nahual o sólo una manifestación de la racionalidad para un personaje que ha perdido el contacto con la realidad.
Cuando Batman está a punto de entrar en la trampa que le han tendido sus enemigos en el famoso manicomio Arkham, Bat-Mite declara que, como representante de la poca racionalidad que le queda a Batman, no puede entrar en la casa de la locura. Batman (quien está a punto de perder la identidad del Batman alienígena y hacerse polvo como el simple Bruce Wayne) exige a la criatura una respuesta: ¿es realmente un hiper-duende proveniente de la quinta dimensión o sólo un ser imaginario? La respuesta de Bat-Mite: «La imaginación es la Quinta Dimensión».
Para terminar, las imágenes que siguen (tomadas todas del blog Again With The Comics) permiten atisbar un poco más de las extrañas aventuras de Batman en los cincuenta. Buena parte de la primera de todas se puede leer (en inglés) aquí.
[Ésta será la última nota extensa por un tiempo. En las semanas por venir estaré ocupado en Caza de Letras y otros compromisos, aunque la actividad continuará con notas más breves. Saludos a todos.][/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]
24 comentarios. Dejar nuevo
Esta entrada me gustó muchísimo, Alberto.
Un bati-abrazo.
Muchas gracias… Un bati-abrazo de vuelta. 🙂 Oye, y ¡qué buena está tu última nota!
Simplemente genial la parte de los ‘grids’.
Cuestión curiosa: Mientras que la expectativa de tanto lectores como de escritores en cuanto al tema de los superhéroes se ha vuelto más crítica (en lo que se refiere a reflexión sobre la actualidad -Nolan-, o reflexión histórica -Morrison-), sigue existiendo un deseo latente por lo escencialmente ‘maravilloso’. El caso de Rowling y Tolkien es el más obvio, además de los romances vampirezcos de Stephanie Meyer y otros. Me parece extraño que no se haya tomado la oportunidad de llevar el elemento de duda a estos ámbitos.
Es como si todavía hubiera trincheras desde las cuales lo fantástico pudiera nacer y hechar raíces antes de verse afectado por las expectativas de referencias a la actualidad, intertextualidad o similares.
Ya llegará el día en el cual se diagnostique a Harry Potter como bipolar, digo yo.
Gracias, R (Morrison es un genio, creo, por cierto)…
Creo que ya ha pasado eso sobre lo que te preguntas, pero en libros y por autores que frecuentamos menos. Pienso de entrada en Edward Gorey.
Por otra parte, ¿no será posible que lo fantástico nazca y eche raíces incluso aunque se vista de intertextualidad y otras de esas lindezas? Pienso que sí; al menos es algo que a mí mismo me interesa para hacer.
Y sobre Harry Potter, no estaría nada mal ver eso. Algún día, tal vez.
Muchos saludos y suerte.
buenísimo… dejaste, sin duda, lo mejor para el final… saludos
Gracias a ti, Alberto, por dejar tu cometario.
Un abrazo, y muchas gracias de nuevo.
Apenas con esta lectura me doy cuenta de cuan dificil es escribir una historieta, y sobretodo una como Batman.
Aunnue como bien dijiste, el guión de The Dark Night está lleno de agujeros, creo ha despertado un interes positivo por personajes del tipo del Joker. Me parece que toda esa «humanización» de Batman, la pagó con perdida de protagonismo.
¡Un abrazo Alberto!
Híjole, me había esperado a la tercera entrada para poder comentar de todo, pero hay tal densidad de ideas que me voy a tener que releer la serie completa con un cuaderno al lado para al menos estructurar un poco. Mientras tanto, dos cositas que si no digo ahora se me olvidan:
En la página del grid, ¿hay una referencia a «12 monos», o la cosa del transmisor en los dientes es más general?
La otra, que otro modo de teorizar lo fantástico, o que me parece que sirve, al menos en este caso, es a partir de un ensayo de Freud sobre lo siniestro (que parte del hombre de arena de Hoffman), y que, más o menos, plantea que lo siniestro es algo que fue familiar (conocido, cómodo), pero se desnaturalizó en la mente y su aparición amenaza.
Pero tampoco lo tengo fresquísimo, le doy una revisada y vuelvo en la tarde
Saludos para ti, Soma, y gracias.
Fernando, estoy de acuerdo con lo del protagonismo (aunque hay una larga tradición de historias que giran alrededor de estos seres demoniacos, al menos desde Milton)… Un abrazo.
Santiago, no dejes de volver para comentar de nuevo. Freud y Todorov, pienso, tienen en efecto más de un punto de contacto. Sobre el transmisor, no sé si Morrison buscaba hacer una referencia a la película, pero no creo; el aparato parece estar en el diente, sobre todo, para que en las páginas siguiente veamos al Batman loco sacándose la pieza muy dolorosamente con una navaja y atacando a sus adversarios con la boca llena de sangre.
Saludos a todos y por acá seguimos.
Disfruté mucho el análisis. Un día tienes que enseñarme cómo se hace algo así.
Hola de nuevo Alberto, todos. Creo que lo que más me interesa de la serie es que el asunto de la flor de Coleridge pasa todo el tiempo, en la realidad. «Lo que es no cuadra con lo que debía ser», dices en la primera parte, pero ese deber ser siempre se impone desde la propia mente, y ejemplos abundan, desde el sobadísimo «la tierra es plana» a «ese barbón es Quetzalcóatl», a «ella me ama» o como en el caso de Schreber, «yo soy bien macho». Releyendo el fragmento de don Samuel del que partes, noté que no dice «si un hombre soñara que iba al Paraíso», sino «Si un hombre pudiera cruzar el Paraíso en un sueño», que, en una visión laica es igualmente fantasioso, pero en una religiosa puede no ser tanto, o serlo de otro modo. Si se cree en la existencia «literal» del paraíso, la irrupción de lo fantástico no se da cuando despierta con la flor, sino cuando se traslada en sueños. (Aunque, en el fondo, la pregunta final es la misma: ¿entonces qué?¿Cómo hago para integrar esto nuevo, de lo que tengo prueba, a mi realidad?). Luego viene Todorov, y la clasificación de lo fantástico: está lo extraño, donde el conjunto de leyes se mantiene inalterado, lo maravilloso, donde pasa lo mismo, aunque las leyes eran otras, y lo fantástico estricto, como le dices, donde no se sabe qué pasó. Me surge la duda: ¿Qué pasa cuando el conjunto de reglas se tiene que ampliar a medias de la narración? Pienso en Flatland de Edwin Abbott, donde una serie de personajes bidimensionales aprenden sobre la tercera dimensión y cómo puede, tal cual, irrumpir en su plano, o, en menor medida, en Yo, robot de Asimov, que de cierto modo se guía por una serie «euclidiana» digamos, de razonamientos a partir de las tres leyes de la robótica que plantea al principio, pero en cada cuento se añade un corolario desconocido antes. O, volviendo a los ejemplos de acá, precisamente el caso de Schreber funciona así, y también, quizá, este último Batman. Planteándolo de otro modo, ¿qué pasa con lo fantástico estricto cuando se tiene que resolver la duda? Según lo veo hay de dos sopas: o se regresa al mundo previo y se desestima lo ocurrido como «extraño» (Seguramente alguien me puso una flor en la mano mientras dormía y por eso soñé con flores) o se amplían el registro de lo «posible», para que lo que pasó pueda haber pasado sin romper nada.
Ahora, el ensayo de Freud venía al caso porque, aunque habla de lo siniestro solamente, dice que “lo siniestro se da, frecuente y fácilmente, cuando se desvanecen los límites entre fantasía y realidad”, y lo define (al menos) dos veces. La primera desde un punto de vista estrictamente sicoanalítico, dice que es “más bien algo que siempre fue familiar a la vida psíquica y que sólo se tornó extraño mediante el proceso de su represión”. La segunda, más amplia, en realidad es de Schelling: “Unheimlich sería todo lo que debería haber quedado oculto, secreto, pero que se ha manifestado”, y es la que más me gusta (Unheimlich, siniestro quién sabe si sea la mejor traducción (pero no sé alemán), es un antónimo de heimlich, hogareño, familiar). Es precisamente en esos momentos en que se desvanecen los límites entre fantasía y realidad donde se da lo «fantástico estricto», entonces puede ser que el evento fantástico y lo que debería haber quedado oculto sean lo mismo. En el caso de Schreber, el evento fantástico es el deseo que sintió, que es lo que no debía pasar en su realidad, el mundo maravilloso, en los términos de Todorov, que se construyó después le permitió hacerlo coherente. Algo análogo ocurriría con éste último Batman.
Y ya me estoy teniendo que ir, así que vuelvo a plantear la duda, para que no quede perdida. ¿Qué pasa cuando el conjunto de reglas se tiene que ampliar a medias de la narración? Para Batman es muy claro, mete el recuerdo del planeta aquel y dice que «en realidad» lo que soñó es la verdadera historia de su familia (no sé si así sea, pero por lo que hay podría ser) (es chistoso que mientras él se mueve de lo fantástico a lo maravilloso, la narración se mueve hacia lo extraño). Para Batman es muy claro, pero ¿qué le pasa al texto?
Saludos de vuelta
interesante. muy interesante. santiago, en qué texto menciona freud esto de lo siniestro? a tu pregunta anexo otra (y no sé si en el fondo sea la misma pero planteada de otra forma): si batman anda de aquí para allá entre lo fantástico y lo maravilloso teniendo como límite la narración (tanto del cómic como de la(s) película(s) -que al menos son mi referente-, ¿qué pasa con el lector o con aquel que ve la película: a qué «realidad» pertenece: a la de batman, que se narra en el cómic y en la película o es batman, el personaje, que al «humanizarse» se acerca más a nuestro mundo?
en resumen: ¿a quién se le torna siniestro su mundo: a batman o a nosotros?
Si las películas siguen como hasta ahora, la tercera entrega de Nolan pudieran develar lo que indica Alberto: «todas estas ideas se llevan en una dirección imprevista a partir una deconstrucción brillante y brutal del personaje, quien resulta sospechoso de padecer esquizofrenia paranoide (como Daniel Paul Schreber) y de haberse convertido en Batman como una reacción infantil y enfermiza a la muerte de sus padres…, lo que, como se sabe, es el punto de partida de su historia original de vengador enmascarado.
«Más aún, toda esa historia podría ser falsa: sus padres podrían no ser los filántropos virtuosos que habían permanecido intactos desde las primeras apariciones del personaje hasta la versión fílmica de Nolan, y él mismo podría no ser hijo del “brillante doctor y filántropo Thomas Wayne”, quien (en cambio) habría asesinado a su esposa y fingido su propia muerte para embarcarse en una carrera criminal: su verdadero padre podría ser Alfred, el mayordomo fiel…»
Una historia paralela, no tal cual sino propuesta, es la que lleva como hilo conductor en la serie animada de «Batman del futuro», en la que el original Batman siente lo que sentía Alfred: ahora Bruno «es un anciano oscuro y amargado» que le echa la mano al nuevo Batman, «Terry McGinnis», quien no es otro que el «hijo» de Batman «ya que en un control de salud, el padre de Terry, sin saberlo, es inyectado a través de nanotecnología con ADN de (Bruce) Wayne» -notas de http://es.wikipedia.org/wiki/Batman#Pel.C3.ADculas-.
¿Se comportaría así el padre de Bruno? y si le seguimos, uffff, hasta podría preguntar por robin…
saludos a todos…
David, el ensayo se llama «Lo siniestro» (vaya originalidad), es un estudio de El Hombre de Arena, de E.T.A. Hoffmann. A veces vienen juntos, yo así lo encontré. Pero supongo que en unas obras completas de Freud estará, por aquello de completas.
Ira, no es para tanto… 😛 Pero gracias. 🙂
Santiago, David, la conversación se ha puesto muy buena y por lo tanto he decidido no intervenir todavía: dejé una actualización de la nota con lo último sobre el Bat-Mite, por si les interesa. E invito a los demás lectores a que nos digan qué piensan.
Saludos y suerte.
Recuerdo que cuando fui a ver Batman 2 (la de Gatúbela) al cine, medio mundo abucheó. Pocos comentarios favorables escuché sobre el Batman de Tim Burton, precisamente por ser «oscuro». Nada que ver con la serie sesentera (¡santos golpazos, Batman! ¡PUM! ¡SQUASH!).
Difiero en algo: ¡Mafalda es LA ONDA! Comencé mi carrera de lectora gracias a Garfield (me lo pegó una gran amiga de infancia que dejé de ver por veinte años y reapareció en Sogem… ¿casualidad???), luego me seguí con Snoopy y eran de ley las enciclopedias de Disney. Como a los 9 años de edad descubrí Mafalda, ja: todavía recuerdo que mi ‘amá me tenía que explicar 90% de los cuadritos 😛 pero vaya que aprendí sobre otros mundos: la psicodelia, los Beatles, Vietnam, Fidel Castro, expresiones en español argentino.
Eso sí: me considero no-fan de los superhéroes en general, ni en cómic ni en películas ni en las nuevas series de Cable. No he leído ninguna de las versiones de Batman que mencionas, pero obviamente prefiero el Batman esquizo jaja, es mucho más interesante si resulta que el gran mito es hijo de un criminal.
Espero tener acceso a la Caza de Letras en la oficina (‘toy estrenando chamba). Si no, en lo que me echo round con el admin de redes, espero tener acceso a Las Historias en el Exilio porque hay muuucho que leer todavía. Mil gracias, y saludotes a todos.
Pensándolo bien, creo que puedo replantear la pregunta con un ejemplo muy burdo. Hay una frase que me encanta y que usan mucho los abogadetes: «suponiendo sin conceder» que sí, que Batman se nos deschaveta y que toda su cosmovisión según san Nolan en estas dos entregas va directito a donde Alberto y Jessica indican, si Batman efectivamente es el hijo de un delincuente (la paternidad, por lo visto, se la disputan el Guasón y Alfred, para mi gusto, aunque en la versión nolanesca el Jocker no es tan viejo, a comparación del resto de las versiones) y actúa así porque no puede negar la cruz de su parroquia, entonces tenemos (y con ello se responde mi pregunta de a quién se le vuelve siniestro el mundo) a Batman «siniestro»… ¿esto sería entonces como tenerle más miedo a un policía que a un delincuente?
Para mi gusto parece ser así, si no, no explicaría el discurso que se avienta el comisionado Gordon al final. Santos batidelincuentes! La sensación de culpa siempre nos obliga a atender el sentimiento de equilibrio, de compensación, y ahí vamos, a reponer o intentar repara el daño. ¿Qué hizo Batman que tiene que salir a repartir madrazos y capturar delincuentes las más veces posibles?
Mmmm… Déjenme pensar un poco en esto… Les respondo pronto: no tengo cabeza justo en este momento, a más tardar mañana sabrán por qué. Saludos a todos y suerte.
(Iba a decir que habría que separar las versiones de Nolan, de Morrison, de Burton y de quien sea, pero de pronto pensé que no, que en «realidad» van juntas, y de ahí me fui a pensar que los mitos griegos tienen muchas «versiones» —no creo que sea el nombre correcto—, y que todas operan juntas, y en si se podría hacer una lectura mítica de Batman, pero eso es digresión pura, y como yo no la puedo hacer, todo esto se quedó en paréntesis) Pero si, de algún modo hay que separar y decir al menos que son distintos aspectos de Batman los que se retratan en las distintas obras. La última de Nolan, al final —Ojo, que hablo del final y eso hay gente que no le gusta, avisados— Batman decide mantener el equilibrio y miente para ello, permitiendo que se construya una figura heróica donde no debería haber estado, «por el bien común», que es decir, para que la gente pueda olvidar todo lo que ha pasado, o de plano no enterarse, y tener fe en el estado de cosas que queda después (para mi gusto, es un episodio un tanto forzado). La pregunta de David, ¿Qué hizo Batman que tiene que salir a repartir madrazos y capturar delincuentes las más veces posibles? la retomo, ¿Qué hizo Batman que tiene que convertirse en mártir y autoproscribirse? Igual y el final de la película puede servir de espejo del origen del personaje (aunque ¿al revés?, acá asume una culpa que no le tocaba). En todo caso, si Batman es «bueno» en términos binarios y simplones, los policías que lo persiguen son malos. Si es por ignorantes no importa, igual son malos. Igual que los delincuentes. Entonces hay que temerle a ambos. El único bueno (porque Batman también está fuera de la ley y etc) es Gordon, pero no es suficiente.
Lo otro, ¿a quién se le torna siniestro su mundo: a batman o a nosotros?, siendo muy esquemáticos se puede decir que todo pasa de aquel lado de la pantalla o de la página y que uno no es más que un espectador neutral, pero no es cierto, sí te metes en lo que está pasando y te picas con la historia. Entonces, en plan esquemático, lo que se convierte en siniestro es el mundo de Batman, y ya, pero como tú estás también interactuando con él, el mundo de Batman es parte del tuyo. Por otra parte, pensando en la manifestación de lo que debería haber quedado oculto, para que algo esté oculto de verdad no se debe ni siquiera saber que está, y que a Batman se le manifieste abre la posibilidad de que se le manifieste a uno, porque ya se vio que ESO existe. Igual y por eso los locos son tan incómodos, porque te recuerdan una posibilidad de tí mismo.
nomás me falta un punto sobre una i: el comisionado, como menciona Santiago, parece ser el «único» bueno, salvo por el detalle de que está coptado por el crimen organizado. ¿Tons a quién le creemos: a los policías o a los criminales?
Ah caray, eso se me pasó ¿en serio?
Hola, Santiago, David.
Tanto tiempo después de sus comentarios, sólo puedo disculparme con ustedes y decir, en relación con el Batman de Morrison, que (como siempre termina por suceder en el cómic de esa tradición) los números posteriores de la serie fueron decepcionantes y toda la fuerza de las ideas planteadas en la historia que comenté se diluyó y quedó en nada. Lástima…, pero la historia que vale (o la parte que vale de la historia) todavía puede leerse.
Saludos a todos.
Estuve leyendo las 3 partes de este post que me pareció simplemente genial. No puedo comentar gran cosa porque siento que llegué tarde a la discusión, excepto que estuve investigando las referencias y todo lo anterior me ha hecho revalorar la labor de Morrison en Batman. Ahora que recuerdo, durante su paso en JLA, Morrison fue pródigo en meter historias de índole onírica, con argumentos psicológicos sobre realidades alternas y demás, es decir, lo fantasioso en su máxima expresión.
Saludos y continúa con tan concienzudos análisis.
Saludos de vuelta, Ricardo, muchos meses después. Y gracias.
[…] This post was mentioned on Twitter by Alberto Chimal, lacariatide. lacariatide said: RT @albertochimal: Partes 2 (http://bit.ly/cx8Zbs) y 3 (http://bit.ly/dlp2eB) del texto sobre Batman, la locura y lo fantástico. (La 1: … […]