Sergi Pàmies, Si te comes un limón sin hacer muecas.
Barcelona, Anagrama, 2007.
El catalán Sergi Pàmies (1960) ha logrado una hazaña inusitada: una carrera notable en el medio literario español con una obra compuesta, principalmente, de libros de cuentos. Parte de la explicación podría estar en el hecho de que Pàmies escribe y publica primero en catalán, y luego traduce, por lo que su enfrentamiento con las grandes editoras de la península debe haber sido diferente, menos brutal que el de los escritores sometidos desde el principio a los dictados mercantiles que rigen el grueso de la narrativa en castellano.
Pensar así, sin embargo, es dejar de lado la sustancia del trabajo de Pàmies y en especial su rasgo más llamativo, que no depende de ninguna lengua: una mezcla excepcional –siempre exigida pero rara vez vista– de rigor e imaginación.
Los cuentos de Si te comes un limón sin hacer muecas son, en apariencia, sencillos y espontáneos: cada palabra da la impresión de ser la consecuencia natural –no solamente lógica– de la precedente. Y todos proponen imágenes irónicas, certeras, de la vida urbana, marcada por el tedio y las tragedias pequeñas, siempre vagamente ridículas, de la medianía. Pero estas historias no son meras biografías de víctimas, como las que pergeñan los miles de imitadores malos de Carver y se limitan a retratar a un personaje inmóvil, atribulado o ambas cosas a la vez, “sin esperanza ni posibilidades”. Por el contrario, cada historia, cada atisbo en el mundo de sus personajes, conduce a una situación que se transforma para revelar que incluso las certezas más frecuentes –aquellas que tienen que ver, como sabemos, con la frustración, la inercia y la pérdida– pueden ser sacudidas en un instante. En “Escabeche”, por ejemplo, el drama menor de un esclavo de cuello blanco se transforma en una tragedia cuando un destino anunciado resulta, contra toda previsión cínica, cumplirse; en “El experimento”, un cambio de hábitos destruye la vida de un hombre, pero éste halla, entre las ruinas de su existencia, una felicidad mayor que la que tenía…
Como los textos de otros grandes ironistas de la actualidad –los de Slawomir Mrozek, por ejemplo, o entre nosotros los más sutiles de Francisco Hinojosa–, los de Pàmies optan por mostrar sonrisas leves, discretas, en vez de las carcajadas escandalosas de los satiristas o las muecas rabiosas de los denunciantes o los nihilistas. Más que la querella –por lo demás carente de efectividad en una época como la nuestra, y vuelta un mero gesto–, el libro opta por la serenidad y cierta tristeza constante, que se insinúa entre los chispazos del humor: ninguna de sus tramas deja de observar los males del mundo pero todas, como si las múltiples voces que las refieren estuvieran de regreso de todo Rabelais y todo Swift, parecen saber que la palabra, sola, no puede remediar el caos ni paliar el dolor, y cuando mucho permite la reflexión: la busca de sentido en el universo, y las numerosas aproximaciones parciales que nos son permitidas en la pesquisa, a sabiendas de que la meta es inalcanzable o no existe.
El más común de los elogios que se dedican a los novelones del momento –cualesquiera que sean– es que “atrapan al lector”, “lo seducen”, “lo hacen hasta olvidar que está leyendo” o cualquier otra frase semejante. No importa que la operación de “atrapar” al lector sea simplísima –el grado cero de las posibilidades de la creación narrativa– ni que todos los grandes novelones de la temporada anterior hayan hecho exactamente lo mismo y recibido las mismas alabanzas, formuladas con las mismas palabras. Ya se sabe: la mayoría de los libros de ahora, comodones y arteros a partes iguales, no quiere sino lectores de ocasión, que jamás hayan abierto un libro o que nunca recuerden nada de lo que ya leyeron.
El segundo de estos grupos, por lo menos, tendrá serios problemas con los cuentos de Sergi Pàmies: además de que cada uno logra la misma ilusión de una verdad que una novela centenares de veces más extensa, todos son memorables. (¿Y cómo irán a enfrentarse con este libro nuestros detractores de las historias cortas?)
(Este texto se publicó en el número de mayo del suplemento de libros Hoja por hoja.)
1 comentario. Dejar nuevo
[…] Últimamente, procuro utilizar más verbos para que el texto continue fluyendo… sin embargo, cuando leí el texto de Alberto Chimal, me di cuenta que apenas soy un niño. Tan sólo de leer el título del libro reseñado: “Si te comes un limón para hacer muecas”, me quedé embelezado. Creo que es uno de los títulos más bonitos que he leído, jamás. No utiliza ningún adjetivo. La imagen es preciosa. El título en sí, es perfecto, es un cuento chiquitito. Te imaginas el reto de un amigo, que te ofrece a chupar el limón y aunque sabes de antemano el fracaso, lo intentas por la diversión. Las consecuencias, la travesura, el ingenio, en pocas palabras. Breve y conciso. […]