Etiqueta: vanity press

Advertencias contra fraudes

Reproduzco un mensaje que me envió mi amigo Irving Gatell:

Este domingo ha sido publicado un anuncio por parte de Editorial Argenta, convocando a escritores mexicanos a que se presenten con su material los días 1 y 2 de mayo en el Hotel Sheraton Centro Histórico, donde serán atendidos por el representante de negocios de la Editorial. El objetivo, dicen, es establecer contacto con escritores de narrativa, poesía y ensayo, y seguramente ofrecer los servicios editoriales. Sin embargo, la editorial Argenta cuenta con un incómodo antecedente de estafas y plagios, y se pueden revisar algunos casos en www.denunciasabusosplagios.blogspot.com en las entradas de septiembre de 2008. Conociendo que tu sitio web de Las Historias es frecuentado por mucha gente que tiene el objetivo de hacer carrera en la Literatura, creo que sería recomendable que hicieras una advertencia pertinente.

Hecho está: yo desconocía la existencia de esta editorial (y las acusaciones que se le han hecho) pero no está de más dejar constancia de todo esto. Tengan cuidado quienes decidan ir (por no hablar de las precauciones de costumbre y las adicionales en este tiempo de emergencia sanitaria).

Aprovecho para lo siguiente: Argenta parece ser una de esas editoriales que cobran a sus autores por publicar sus textos, en el esquema que (como escribí en una nota previa) se llama a veces «vanity press». Nombre despectivo y todo, ésta puede ser una opción útil en algunas circunstancias…, cuando la editorial es honesta. He aquí una breve lista de signos que pueden indicar que una editorial de este tipo no es honesta:

1. El precio de impresión es ridículamente alto. Imprimir un libro tiene un costo bastante menor, por unidad, que el precio de venta que el libro tendría de ser publicado por una editorial comercial, pues éste debe incluir no sólo la ganancia de la editorial (con el porcentaje que se destinará al autor), sino también la del librero, el distribuidor… Si el precio unitario del libro que usted va a mandar hacer en México es el que tendría si fuese publicado por Anagrama e importado desde España, cuidado: quien fija el precio lo infla para sacar más de lo que con justicia le correspondería por el trabajo que va a hacer.

2. Las cláusulas del contrato son confusas o tramposas. Si no hay contrato de por medio es peor todavía, pero un contrato con una editorial de este tipo debe incluir al menos el compromiso de entregar los libros encargados a más tardar en una fecha precisa, no tirar de menos ni de más (es decir, no imprimir menos ejemplares de los estipulados, ni tampoco más) y dar un reembolso parcial o total del dinero que se vaya a invertir en caso de que se decida rescindir el contrato. Siempre será mejor contar con algún tipo de asesoría legal en estos casos, pero, como mínimo, las condiciones básicas del trato deben quedar asentadas por escrito y sin ambigüedades.

3. Se cobra por «dictaminar». Se supone que las editoriales que se discuten aquí son, más bien, imprentas, cuando mucho con algunos servicios adicionales. En principio, tendrían que aceptar cualquier cosa, porque quien va a pagar por su impresión es el autor. En algunos casos, estas editoriales pueden intentar hacerse de cierto prestigio como algo más (quizá como una editorial auténtica e independiente de los criterios del mercado), por lo que podrían tener algunos criterios para discriminar lo que publican. Pero en ningún caso tendrían que cobrar por decidir si publican algo o no. Lo que sucede en la mayoría de los casos en que ocurre algo así es que el dictamen es negativo o sólo el primero de muchos líos y trabas que tienen como fin exprimir a los autores inéditos tanto dinero como sea posible.

(Esto de los dictámenes, por cierto, es un signo de deshonestidad que también dejan ver muchos «concursos literarios» que hay por ahí. Y en éstos, de hecho, la estafa es muchas veces doble: se paga por concursar, después de algún tiempo se recibe una notificación –«no ganaste pero sacaste mención» es la típica– y al final se pide una cantidad enorme de dinero a cada concursante para enviarle un ejemplar de la «antología de ganadores». De más está decir que de ese libro sólo se imprimen los ejemplares que se llegan a enviar.)

4. Hay retrasos y problemas constantes. Los libros no aparecen a tiempo, el tiraje se pierde (dicen) o se estropea, súbitamente la empresa entra en crisis… Si esto le ocurre a usted, desde luego, probablemente ocurrirá cuando ya sea tarde para recuperar su dinero: podrá estar seguro de que lo ha perdido si de pronto le empiezan a decir que sólo podrán darle una parte mínima del tiraje a menos que pague más o cualquier cosa por el estilo…

5. Se utilizan estrategias de manipulación. No sólo me refiero a las que se pueden suponer más habituales para «justificar» los precios inflados (la crisis, la competencia feroz, la presión de las editoriales grandes (?) o cualquier otra por el estilo), sino también a varias otras. Los editores deshonestos intentan halagar el ego de los autores inéditos (ellos sí los aprecian, dicen) pero a la vez darles una sensación de dependencia o desvalimiento («nadie más te va a hacer caso», «ya invertiste todo este dinero y ya no se puede volver atrás aunque falte mucho más por gastar», etcétera). Si a la hora de hablar con un editor o impresor se le pide que hable claro y asiente todas las condiciones del trato legalmente, y éste no lo hace (si se indigna, si trata de envolvernos, si amenaza) hay que cancelar el acuerdo inmediatamente.

Una buena idea para comprobar la fiabilidad y honestidad de una editorial de autores autofinanciados (éste es otro nombre habitual) es buscar referencias independientes sobre ella: ni su sitio web, ni su publicidad, ni nada que dependa directamente de ellos.

Espero que esto sirva a alguna persona. Saludos y suerte en estos días aciagos.

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Varias respuestas (2)

Estas notas sobre publicar y escribir en México se podrán complementar con las que están aquí y con algunas más que no he escrito todavía. Como una fea gripe retrasó esta entrega, seré breve y conciso.

Y antes que nada, dos convocatorias completas para personas interesadas en publicar libros: un concurso organizado por la editorial Ficticia y otra con los lineamientos para proponer originales a la editorial Jus.

Y cuatro revistas y sitios electrónicos que reciben propuestas: la propia Ficticia, Palabras malditas, Hermanocerdo y Narrativas. (Todos estos se inclinan más hacia la prosa, pero desde ellos se podrán encontrar más referencias, por ejemplo, para los interesados en la poesía.)

* * *

La pregunta más simple y directa de las que fueron causa de esta serie es «cómo se hace para publicar en este país». Sin meterme en ninguna otra cuestión aledaña (para qué escribir, por ejemplo, como pregunta que todo aquel que desea publicar debería hacerse en algún momento; dejé esa idea en suspenso y la retomaré, pero no ahora), creo que publicar no es imposible incluso en un tiempo de crisis como éste. Para empezar…

¿Se desea publicar ya, como sea, a toda costa?
Si se desea optar por alguna de las tres alternativas más directas y rápidas de publicación, la más simple de todas es el que se emplea aquí: un blog, que se puede obtener gratuitamente de varios servicios en la red. Hasta sacar fotocopias de una o varias páginas para regalarlas o venderlas (como hacen muchas personas) es más lento y costoso. Aunque lo más probable es que una bitácora cualquiera en Internet tenga sólo un lector –es decir, quien la escribe–, crearle un público fiel a un blog está dentro de lo posible; para lograrlo hace falta mucho trabajo y mucho tiempo («labor de hormiga»: promoción individual en todos los foros y páginas que se pueda, constancia en la publicación y en la naturaleza y calidad de lo publicado, etcétera), pero es una opción que prácticamente no exige nada más que el tiempo que su autor o autora esté dispuesto a dedicar a la creación y promoción de su página.

La segunda alternativa puede interesar por el lustre que tiene todavía la idea del libro como objeto: recurrir a las editoriales más accesibles, que son las que cobran por publicar (o en muchos casos, meramente por maquilar) los libros de los autores interesados. No recomiendo esta opción porque tiene todas las desventajas del trabajo con editores al modo tradicional y ninguna de sus ventajas; las empresas que se dedican a esto no promueven lo que publican y en muchos casos actúan de manera deshonesta, cobrando precios ridículamente altos o haciendo toda suerte de trampas con el tamaño y la calidad de sus tirajes. (El péndulo de Foucault de Umberto Eco tiene un capítulo muy entretenido sobre los engaños y trampas de una editorial de las «que en los países anglosajones se denominan ‘vanity press'».) La única manera de hacer funcionar un proyecto de publicación así es que el autor sea su propio editor, pagando los costos y encargándose de todo (hasta de la distribución), con lo que al menos estará seguro de que nadie se aprovecha de él. Es agotador, pero algunas personas pueden hacerlo y lo prefieren.

La tercera alternativa es la de las revistas virtuales. Las revistas impresas eran, tradicionalmente, el primer paso de muchos escritores principiantes, que se iban dando a conocer con textos breves. Las revistas electrónicas de ahora hacen básicamente lo mismo, aunque sus lectores acostumbran ser menos que los de las revistas de otras épocas; por otro lado, son lectores están más dispersos geográficamente, lo que a la larga tiene sus ventajas, y (si el texto se acepta) hay la posibilidad de ayudar a la promoción que haga de él la propia revista de muchas formas. Las revistas más accesibles son las que no se crean como contraparte de una revista impresa; en un medio como la red (y sobre todo como la red en América Latina), este tipo de publicaciones tiende no privilegiar lo comercial por encima de todo, lo que en la práctica implica muchas cosas pero, entre ellas, más disposición a examinar textos que se propongan espontáneamente, sin antecedentes ni contactos de por medio. En estos casos siempre habrá algún tipo de filtro; por ejemplo, un editor o comité editorial que lea los textos y decida qué se publica y qué no, pero además de que se puede aprender de esos editores (o al menos de aquellos que se molestan en decir por qué rechazan un texto; en el peor de los casos, los más cerrados pueden servir de ejemplo de lo que no se debe hacer), la autopublicación siempre queda como alternativa.

La siguiente nota de esta serie tendrá que ver con géneros literarios y revistas impresas.

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