Ranas y escorpiones
Cuando este sitio comenzó, hace casi veinte años, la escritura en blogs parecía ser la vanguardia de la literatura en medios digitales. Luego vinieron las redes sociales, y luego se fueron (es decir, siguen ahí, pero ya no se puede creer que sirvan de sustrato para la literatura). Y este sitio sigue aquí, igual que la literatura digital: lo nuevo que se inventa hoy sólo está un poco más en la sombra, en sitios más recónditos.
He aquí un ejemplo. Este es un relato experimental que se formó en la plataforma Tumblr. No fue planeado de antemano y es obra de dos personas distintas que no sé si se conocen entre sí, y cuyas identidades ignoro: los usuarios @sadoeuphemist y @ospreyonthemoon. Lo que hicieron parte de una fábula que se ha vuelto meme –la antigua historia de la rana y el escorpión– y que se repite con variaciones y mutaciones cada vez más extrañas. Al final, su tema acaba siendo muy distinto de lo que parecía. Yo hice la traducción y me siento muy contento de descubrir algo tan distinto de las formas de escritura convencional, de los «productos» comunes de esta era y de otras. Ojalá les interese a ustedes.
RANAS Y ESCORPIONES
@sadoeuphemist y @ospreyonthemoon, de Tumblr
[la parte de @sadoeuphemist]
Un escorpión, como no sabía nadar, le pidió a una rana que lo llevara a través del río. “¿Parezco tonta?”, dijo la rana. “¡Me vas a picar si dejo que te subas a mi lomo!”
“Sé lógica”, dijo el escorpión. “Si te picara, de seguro me ahogaría.”
“Eso es verdad”, reconoció la rana. “Bueno, súbete.” Pero tan pronto llegaron a la mitad del río, el escorpión picó a la rana, y ambos empezaron a retorcerse y ahogarse. “¿Por qué demonios hiciste eso?”, dijo la rana con voz lúgubre. “Ahora los dos vamos a morir.”
“No lo puedo evitar”, dijo el escorpión. “Es mi naturaleza”.
*
… Pero tan pronto llegaron a la mitad del río, la rana sintió un movimiento sutil en su lomo, sintió pánico y se sumergió en lo profundo de la corriente, haciendo que el escorpión se ahogara.
“Iba a picarme de cualquier manera”, murmuró la rana, emergiendo del otro lado del río. “Era inevitable. Todos ustedes lo sabían. Todo el mundo sabe cómo son los escorpiones. Fue en defensa propia.”
*
… Pero tan pronto se separaron de la orilla, la rana sintió la punta de un aguijón apoyada suavemente contra su cuello. “¿Qué crees que estás haciendo?”, dijo la rana.
“Sólo una precaución”, dijo el escorpión. “No te puedo picar porque me ahogaría. Y ahora, tú no me puedes ahogar sin que te pique. Es lo justo, ¿no?”
Cruzaron en silencio hasta el otro lado del río, donde el escorpión se bajó, dejando a la rana furiosa.
“¡Después de que lo buena que fui contigo!”, dijo la rana. “¿Y a cambio me amenazas con matarme?”
“¿Buena?”, dijo el escorpión. “¿Fue una bondad invitarme a tu lomo sólo después de saber que yo estaba indefenso, incapaz de usar mi cola sin matarme? Mi querida rana, sólo te traté como fui tratado. Tu bondad estaba tan envenenada como el aguijón de un escorpión.”
*
… “Sólo una precaución”, dijo el escorpión. “No te puedo picar porque me ahogaría. Y ahora, tú no me puedes ahogar sin que te pique. Es lo justo, ¿no?”
“Tienes razón en eso”, reconoció la rana. “Pero una vez que lleguemos a tierra firme, ¿no podrías picarme sin sufrir las consecuencias?”
“Todo lo que quiero es cruzar el río de forma segura”, dijo el escorpión. “Una vez que esté del otro lado, con gusto te dejaré en paz.”
“Pero tendría que confiar en tu palabra”, dijo la rana, “mientras tú tienes el aguijón puesto sobre mi cuello. Llevarte a tierra me haría abandonar la única forma de disuasión que tengo contra ti.”
“Siguiendo esa misma lógica, no es posible que quite mi aguijón mientras aún estamos en el agua”, protestó el escorpión.
La rana se detuvo a mitad del río, manoteando. “Entonces, supongo que estamos empatados.”
El río seguía corriendo alrededor. El aguijón del escorpión tembló sobre la piel aún ilesa de la rana. “Supongo que sí”, dijo el escorpión.
*
Un escorpión, como no sabía nadar, le pidió a una rana que lo llevara a través del río. “¡Por supuesto que no!”, dijo la rana, y se sumergió en las aguas, y así ninguno de los dos aprendió nada.
*
Un escorpión, como no sabía nadar, le pidió a una tortuga (como en la versión original, persa, de la fábula) que lo llevara a través del río. La tortuga estuvo de acuerdo de inmediato, y le permitió al escorpión subir a su caparazón. A la mitad del camino, el escorpión cedió a su naturaleza y picó, pero no logró penetrar la dura concha de la tortuga. Ésta, que nadaba plácidamente, ni cuenta se dio.
Llegaron al otro lado del río y se separaron como amigos.
*
… A la mitad del camino, el escorpión cedió a su naturaleza y picó, pero no logró penetrar la dura concha de la tortuga.
Ésta, al escuchar el golpe del aguijón, se ofendió por la ingratitud del escorpión. Venturosamente, como disponía de poderes para defenderse y para castigar el mal, la tortuga se hundió en las aguas y ahogó al escorpión por principio.
*
Un escorpión, como no sabía nadar, le pidió a una rana que lo llevara a través del río. “¿Parezco tonta?”, se burló la rana. “¡Me vas a picar si dejo que te subas a mi lomo.”
El escorpión le rogó con sinceridad. “¿Tan mal piensas de mí? Por favor, necesito cruzar el río. ¿Qué ganaría con picarte? ¡Sólo conseguiría ahogarme!”
“Eso es verdad”, reconoció la rana. “Hasta un escorpión sabe que debe cuidar su propia vida. ¡Súbete!”
Pero mientras avanzaban por la corriente, el escorpión empezó a preocuparse. Esta rana cree que soy un asesino despiadado, pensó. ¿No sentiría justificado el arrojarme ahora al agua y librar al mundo de mí? ¿Por qué otra razón habría accedido a hacer esto? Cada balanceo de la rana ponía más y más ansioso al escorpión, hasta que la rana se echó hacia adelante, salpicando de modo muy abundante, y el escorpión aterrado la picó con su aguijón.
“Lo sabía”, gritó la rana, mientras ambos se retorcían y se ahogaban. “¡Un escorpión no puede cambiar su naturaleza!”
*
Un escorpión, como no sabía nadar, le pidió a una rana que lo llevara a través del río. La rana aceptó, pero en cuanto estuvieron a la mitad del río el escorpión picó a la rana, y ambos empezaron a retorcerse y ahogarse.
“La culpa es sólo mía”, suspiró la rana, mientras ambos se hundían bajo las aguas. “Tú eres un escorpión. No podía haber esperado nada mejor de ti. Pero yo sí soy más inteligente, ¡y sin embargo actué contra mi propio buen juicio! ¡Y ahora nos he condenado a los dos!”
“No lo podías evitar”, dijo el escorpión, mansamente. “Es tu naturaleza.”
*
… “¿Por qué demonios hiciste eso?”, dijo la rana con voz lúgubre. “Ahora los dos vamos a morir.”
“Por desgracia, mi naturaleza es conflictiva”, dijo el escorpión. “Parte de mí quería seguir sobre tu lomo, agradecida, a través del río, y la otra me pedía picarte de inmediato. Así que las dos pelearon y ninguna ganó”. Sonrió con añoranza. “Ah, ¿no sería hermoso ser únicamente una cosa? Ser simple y puro de naturaleza. Sin la capacidad para el conflicto ni el arrepentimiento.”
- “Por cierto”, dijo la rana mientras nadaba, “te quería preguntar. ¿Qué hay del otro lado del río?”
“Lo que importa es el viaje”, dijo el escorpión. “No el destino.”
*
… “¿Qué hay del otro lado de cualquier cosa?”, dijo el escorpión. “Un nuevo comienzo.”
*
… “Otro escorpión con el que aparearme”, dijo el escorpión. “Y más presas que matar, y más cuerpos vivos que envenenar, y un linaje de crueldades por venir del que tú serás en parte culpable.”
*
… “Nada que vayamos a vivir para ver, me temo”, dijo el escorpión. “La corriente ya se vuelve más fuerte, y parece que el río va a tragarnos. Mientras más avanzamos, más retrocede la orilla. Pero ¿eso significa que nuestro esfuerzo ha sido en vano?”
*
“Te amo”, dijo el escorpión.
La rana miró hacia arriba de reojo. “¿Me amas?”
“Por completo. ¿Puedes imaginar el miedo de ahogarte? Por supuesto que no. Eres una rana. Sería como tener miedo de respirar aire. Y sin embargo aquí estoy, agarrado de tu lomo, mientras las aguas rugen a nuestro alrededor. ¿No es eso amor? ¿No es confianza? ¿No es necesidad? No podría matarte sin matarme a mí mismo. ¿No somos inseparables?”
Ambos callaron y la rana siguió nadando.
*
“Estoy muy cansada”, murmuró la rana finalmente. “¿Cuánto falta para el otro lado? No sé cuánto hemos estado nadando. He estado tragando agua. Y todo está muy oscuro.”
“Shhh”, dijo el escorpión. “No tengas miedo”.
La rana pataleó débilmente. “¿Cuánto tiempo ha pasado? Estamos perdidos. ¡Estamos perdidos! Estamos condenados a seguir en estas aguas para siempre. No hay tierra. ¡No hay nada del otro lado! ¿No lo ves?
“Shhh, shhh”, dijo el escorpión. “Mi veneno es alucinógeno. Bajo la superficie, el río es infinitamente profundo, y sus corrientes traen muchas cosas.”
“Tú… Nos has matado a ambos”, dijo la rana, y empezó a reír en su delirio. “¿Así…, así se siente ahogarse?”
“Nos hemos matado el uno a la otra”, dijo el escorpión para serenarla. “El veneno de mis glándulas que ahora surca tus venas, las aguas de tu charca natal que ahora están en mis pulmones. Nos estamos absorbiendo, ahogando el uno en la otra. No puedo respirar. ¿Lo sientes? ¿Sientes mi aguijón atravesando tu corazón?”
“Qué cosa tan estúpida”, murmuró la rana. “Para qué hacerlo. No tiene lógica. No tiene nada de lógica.”
“No lo podíamos evitar”, murmuró el escorpión. “Son nuestras naturalezas. ¿Por qué más pasa cualquier cosa en el mundo? Porque fuimos hechos para ello desde el nacimiento, cariño, cada momento inexplicable e inevitable. Qué cosa tan absurda es enamorarse, y sin embargo… ¡Es nuestra culpa! Y somos inocentes. Estamos juntos ahora, cariño. Y no podría haber sucedido de ninguna otra manera.”
*
“Es curioso”, dijo la rana. “Realmente no puedo decir que confíe en ti. Ni siquiera que me gustes mucho tú, y no digamos ese aguijón horrible que tienes. Pero igual estoy haciendo esto por ti. ¿No es extraño? ¿Por qué haría esto? Quiero ayudarte, quiero esforzarme para ayudarte. ¡Te dejé subirte en mi lomo! ¿Por qué razón fui e hice una cosa tan tonta?”
*
Un escorpión, como no sabía nadar, le pidió a una rana que lo llevara a través del río. “¿Parezco tonta?”, dijo la rana. “¡Me vas a picar si dejo que te subas a mi lomo!”
“Sé lógica”, dijo el escorpión. “Si te picara, de seguro me ahogaría.”
“Eso es verdad”, reconoció la rana. “Bueno, súbete”. Pero tan pronto el escorpión montó a lomos de la rana, empezó a picarla repetidas veces, todavía en la seguridad de la orilla del río.
La rana gimió, retorciéndose débilmente mientras el veneno recorría sus venas y empezaba a licuar su carne. “Ah”, murmuró. “Por alguna razón, nunca consideré esta posibilidad.”
“Porque nunca me tuviste miedo”, murmuró el escorpión en su oído. “Nunca tuviste miedo de morir. En una vida anterior, tenías un caparazón y tu labor era juzgar. Y luego renaciste: suave de piel, rápida, libre de todo peso, tan nueva y vulnerable como un niño, de nuevo en movimiento por un mundo de niños. ¿Cómo podía nadie ser cruel, pensabas, viendo lo precario que es todo?” El escorpión inclinó su cabeza y bebió. “¿Cómo podría alguien matarte sin matarse a sí mismo?”
[la parte de @ospreyonthemoon]
Un escorpión, como no sabía nadar, le pidió a una rana que lo llevara a través del río. “Para ser honesta”, dijo la rana del desierto, “soy de la especie incorrecta de rana para hacer eso.”
“Oh”, dijo el escorpión.
“Yo misma estaba esperando encontrar a alguien que me ayudara a cruzar”, admitió la rana.
“Ah”, dijo el escorpión. “Bueno, podemos esperar juntos.”
Se sentaron, esperaron, y cuando pasó por allí una tortuga, ambos se aventuraron juntos, y el escorpión estaba demasiado ocupado platicando para pensar en picar a nadie.
*
“De hecho”, dijo el escorpión, mientras trepaba al lomo de la rana, “mi aguijón es inofensivo”.
“¿De verdad?”, dijo la rana mientras empezaba a nadar.
“Sí”. El escorpión agitó su pequeña cola. “El veneno no hace daño a nada mayor que un escarabajo. No puedo amenazarte con él, ¿entiendes? Así que no necesitas preocuparte de él en absoluto.”
La rana, libre del miedo de la muerte, empezó a prepararse para sumergirse.
“Aunque”, continuó el escorpión mientras sentía que la rana se iba deteniendo, “no debes creer que estoy del todo indefenso.”
“¿Por qué no?”, dijo la rana. “Todo lo que tienes son tus pinzas, y no son tan afiladas para perforar mi piel.”
“No, no lo son”, asintió el escorpión, agarrándose bien de los hombros de la rana. “Pero son fuertes. Deben serlo, para agarrar a mi presa mientras mi pobre veneno tiene tiempo de actuar.”
“Pero no me matarían.”
“No. Pero hay otras maneras de lastimar.” El escorpión apretó sus pinzas, dejando que sus dientes se hundieran en la piel. “Harás que me ahogue, por supuesto. Pero mis pinzas seguirán cerradas. Mi cadáver ahogado quedará fijo sobre tus hombros, aquí mismo, con las pinzas enterradas en ti. Y todo el que te vea lo verá. Y verán mi frágil cuerpo y mi endeble aguijoncito. Y me habrás ahogado, sí, pero por el resto de tu vida todos sabrán que le quitaste la suya a una criatura que no era un peligro para ti, por una ofensa tan pequeña como querer que le ayudaras a cruzar. Nunca escaparás de mi peso en tu lomo, esperando a ser llevado al más allá al que tú quisiste entregarme.”
La rana se quedó callada por un rato antes de seguir nadando.
“Creo que te hubiera preferido con un aguijón que sirviera.”
El escorpión relajó sus pinzas. “Y yo hubiera preferido no tener que usarlo.”
*
“¿Sabes cuántas veces hemos hecho esto?”, preguntó la rana, con los ojos vueltos hacia su pasajero. “No puedo recordar qué tanto ha pasado.”
“Un millón de vidas”, murmuró el escorpión, con las pinzas asentadas en el cuello de la rana. “Con esta son un millón de vidas. Y solamente importa hasta que estamos aquí.”
“Me alegra que seamos nosotros”, dijo la rana, dejando que la corriente la arrastrara. “Me alegra que incluso después de un millón de vidas, siempre acabemos por encontrarnos.”
El escorpión se agarró con fuerza mientras el agua se metía en su carapacho.
“Nunca moriría con nadie más, mi amor.”
Enredados sin esperanza, los dos desaparecieron en el olvido.
*
Un pollo estaba al borde de una carretera, mirando pasar los autos.
“¿Esto es todo lo que hay?”, preguntó.
“No sé”, dijo el zorro que estaba al otro lado, quitándose algo de pasto de la pata. “Pero sería bueno averiguarlo.”
*
… Pero tan pronto llegó la rana a la mitad del río, un enorme bagre salió del agua, y su boca era tan grande que no pudieron escapar.
“Oh, rana tonta y bicho tonto”, dijo, con la voz llena de piedad mientras se los tragaba. “Tenían los ojos pegados a la amenaza más obvia. ¿Nunca se les ocurrió pensar que había cosas más grandes a las que temer en un río tan ancho y profundo como este?”
Y el bagre se alejó nadando, en busca de más ranas que devorar.
*
“Disculpa”, dijo el escorpión, confundido. “¿Picarte? ¿Por qué haría yo una cosa así?”
“Bueno”, dijo la rana, “hacerlo es parte de tu naturaleza, ¿no?”
“¡No, para nada!”, dijo el escorpión, con voz muy ofendida. “No vamos por ahí picoteando todo lo que vemos. Esa es la mejor forma de empezar una pelea que no se puede ganar. En realidad, un aguijón es sólo para conseguir comida y para mantener a raya a los depredadores. Picar a todo mundo no está en mi naturaleza, del mismo modo que ahogar a todo mundo no está en la tuya. ¡Tú no haces eso! ¿O sí?”
La rana hizo una mueca, ofendida por el tono. “Mira, el escorpión que usualmente veo aquí casi siempre me pica…”
“A mí me parece que estás proyectando problemas que tienes con un escorpión a cada escorpión que conoces”, dijo el escorpión. “No estoy muy seguro de poder confiar en que me lleves a la otra orilla, francamente. ¿Sabes si hay alguna otra rana que me pueda ayudar?”
La rana gruñó y se sumergió en el agua.
*
El pollo estaba en la orilla del río con sus hijos. Un zorro estaba en la otra orilla con una bolsa de maíz.
“Hey, pollo”, gritó el zorro. “¿Alguna vez has pensado que podrías estar atorado?”
“¿Y eso qué te importa?, respondió el pollo, agitando un ala con fastidio. “Mi vida me concierne a mí, zorro.”
El zorro encogió los hombros, metiendo una pata en el maíz. “Es sólo que siento que hay un ciclo del que no puedo salir”, dijo con un suspiro. “Como si mi vida estuviera puesta en un riel.”
*
“¿En un riel?”, preguntó el escorpión.
“¿Qué quieres decir?”
“Mi vida entera no es más que este río…”
*
“… esta carretera…”
*
“… este bote…”
*
“Y da la impresión de que nunca cambia. Siento que siempre estoy aquí. Nada más. En el río, contigo.”
*
“¿Y es un lugar tan malo en el que estar?”, preguntó el zorro. “¿Conmigo?”
*
“¿Cuánto tiempo crees que el río haya estado aquí?”, preguntó el escorpión.
La rana lo pensó hasta que el veneno se metió en sus mismos huesos.
“Tanto como nosotros”, murmuró, mientras sus pulmones dejaban de funcionar. “Tanto como nos haya hecho falta.”
*
“No estás nadando bien”, dijo el escorpión, pinchando la pata de la rana. “Necesitas patalear haciendo una curva con las patas traseras, y empujar con las delanteras, así.”
Gentilmente, empujó los miembros de la rana a sus posiciones correctas.
“Ay, gracias”, dijo la rana. “No soy buena en esto. Nunca antes he sido una rana.”
“Lo estás haciendo muy bien, querida”, dijo el escorpión tratando de animarla. “Te habría enseñado antes de haber podido.”
“Y yo te podría haber enseñado a caminar”, se rió la rana, pataleando con más fuerza. “¡De haber sabido que no sabías! Te vi tropezándote en la arena.”
“¡Nunca había tenido tantas patas!”, se quejó el escorpión. “¿Cómo se manejan tantas? ¡Y los ojos!”
No estaban avanzando muy rápido a través del río.
“No me molesta tener sólo dos ojos”, admitió la rana. “Creo que podría acostumbrarme.”
A pesar de las lecciones, la rana se estaba agotando. Sus músculos débiles no podían con la fuerte corriente.
El escorpión trató de patalear en el agua, pero su frágil carapacho era arrastrado por la corriente y los arrastró a los dos aún más hacia abajo.
“Ay, esta vez fuimos unos inútiles”, dijo el escorpión agitando la cola, clavando tan fuerte las pinzas en la piel suave de la rana que la abrió, haciendo que sus entrañas se dispersaran como listones color rubí en lo profundo.
La rana se rió, ahogándose en el agua que no sabía cómo respirar. “¡Yo no sé nadar y tú no picas! Ay, cómo nos fallaron nuestras naturalezas.”
Y el río los reclamó una vez más.
*
“¿Recuerdas algo antes de la orilla del río?”, preguntó el zorro.
“¿Tú recuerdas algo después?”, replicó el pollo, con el pico en la bolsa de maíz, mientras comía. “¿Hay algo más que la búsqueda de lo que nunca vamos a alcanzar?”
“A lo mejor llegaremos a alcanzarlo”. La voz del zorro estaba llena de esperanza, y su cola apretaba sus patas. “Tal vez algún día seremos que más nuestras naturalezas, y nunca tendremos que volver a cruzar el río.”
“Me gusta la emoción”, dijo el pollo. “Extrañaría esa emoción.”
El zorro suspiró, e inclinó su cabeza hacia el pollo, condenado a morder. “Pero igual sería lindo, ¿no crees?”
*
Pero, por desgracia, había llovido mucho, y el río se había ensanchado.
La rana pataleó durante lo que le pareció una eternidad, con el escorpión bien agarrado a su lomo.
Al final ya no pudo seguir nadando, sus patas se acalambraron y se detuvo, jadeante.
“Lo siento, mi amor”, chirrió la rana. “No creo que lo logre.”
“Está bien”. La tristeza suavizaba la voz del escorpión, pues ahora sabía que estaba condenado a morir. “No sabía que fuera a ser tan duro. Lamento haberte hecho esto. Lamento no haber podido ayudar.”
“No es tu culpa”, dijo la rana, mientras la corriente empezaba a arrastrarlos río abajo. “Quería ayudar… Realmente, realmente pensé que podría llevarte hasta allá…, estábamos tan cerca…”
“Sí lo estábamos, ¿verdad?” El escorpión estaba soltando a la rana, aturdido por la falta de oxígeno. “Casi lo logramos, realmente faltaba poco…”
La rana gritó de dolor cuando el escorpión fue arrebatado y tragado por las aguas tumultuosas.
*
Un escorpión caminaba por el antiguo lecho de un río. Los suaves guijarros llevaban expuestos mucho tiempo. El río se había secado miles de años antes.
A la mitad se detuvo, abrumado por un extraño dolor en su pecho, y decidió dar media vuelta.
No era correcto que cruzara aquel río a solas.
*
“¿A dónde crees que vayan los autos?”, preguntó el zorro.
El pollo miró pasar a un auto, y a las sombras que se movían en su interior. “Trato de no pensar en eso. Quiero ser feliz con lo que me tocó en la vida.”
*
… Pero tan pronto llegó la rana a la mitad del río, el escorpión tocó a la rana con su aguijón para llamar su atención.
“Oye”, dijo el escorpión, “realmente no tengo mucha prisa y el día está muy bonito. ¿Por qué no vamos simplemente río arriba? Siempre he querido tratar de pararme en un lirio acuático.”
“Claro, si tú quieres”, dijo la rana. “No tengo ningún plan para hoy.”
Y aunque el río no fue cruzado, ninguno de los dos se quedó descontento.
*
“¿Cuándo supiste que me amabas?”, preguntó la tortuga, mientras el escorpión se agarraba de su caparazón, protegiéndose de las profundas corrientes del río.
El escorpión hizo una mueca cuando una ola los sacudió. “Ah, desde el principio”, dijo, sacudiendo su cola para quitarse algo agua. “O casi. Nunca antes había conocido a una rana. Y aunque tú no me conocías, pusiste en riesgo tu vida por mí. Por la esperanza de que lo imposible fuera posible.”
La tortuga pensó en esto, recordando sus muchas vidas anteriores.
“Creo que yo no te amaba sino hasta hace poco”, admitió la tortuga, levantando la cabeza del agua para suavizar su voz. “Me tardé en saberlo, creo. Pero, dicho lo anterior, ¿por qué otra razón volvería, una y otra vez, al mismo punto del mismo río?”
“Tienes un mundo de ríos en los que podrías estar, mi amor”, asintió el escorpión. “Y sin embargo siempre te espero aquí. Y siempre llegas.”
“Nunca he sido tan vulnerable como lo he sido contigo”. Mientras el agua lamía su concha, la tortuga seguía nadando. “Nunca le confiaría mi vida a nadie más.”
“Brindo por nosotros”, dijo el escorpión, alzando su aguijón. “Y por el río.”
“Por nosotros”, dijo la tortuga, alzando una aleta para tocar el aguijón. “Espero que siempre nos encontremos el uno a la otra.”
*
“Pues bien, aquí estamos”, dijo la rana al escorpión. “El otro lado.”
“Aquí estamos”, asintió el escorpión, bajando despacio de su lomo. “Muchas gracias por todo esto.”
“Gracias por elegirme a mí”, dijo la rana. “Gracias por unir mis vidas. Por ayudarme a recordar la infinidad de Nosotros.”
El escorpión no respondió. Miraba hacia arriba, dejando que el sol le calentara el carapacho.
“En realidad nunca he dejado el río”. La rana dio un paso en la rivera. “Esto es… lindo.”
El escorpión se dio vuelta. Por un momento, la rana sintió una descarga de miedo al notar un piquete en su piel, pero era sólo que el escorpión le agarraba la pata con una de sus pinzas. “Ven conmigo”, le rogó, con voz suave y urgente. “Ven conmigo. No digas que no. No me iré de este río sin ti. Podemos ver juntos este otro lado.”
Esas pinzas podían rebanarla, pero sólo estaban cerradas con firmeza. El río era solamente el río. Pero desde la rivera, la rana pudo ver una jungla de ricos tonos verdes, llena de vida más allá de su conocimiento. La rana rió.
“Siempre me he preguntado cómo será allá.”
*
Y el río se quedó solo, libre de la carga de cualquier dilema moral.
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