La paz interna y la salud mental
He aquí la historia verídica de mis nexos con el terrorismo:
En 1964, según consta en sus propios informes (están disponibles en Internet, en el sitio http://www.spkpfh.de), el doctor Wolfgang Huber, psiquiatra en la clínica de la Universidad de Heidelberg, organizó un grupo terapéutico. Durante su trabajo con el grupo, Huber, de formación marxista, desarrolló la teoría de que las enfermedades de sus pacientes eran propiciadas, si no directamente provocadas, por la sociedad capitalista; el hecho de que los médicos no lo reconocieran significaba que su interés estaba no en ayudar a la gente, sino sólo en mantenerla en su lugar dentro de la maquinaria económica: su función era lograr que los pacientes se mantuvieran respetuosos de las reglas, y su bienestar no importaba en absoluto.
La solución, declaró Huber, era combatir el iatrocapitalismo (es decir, el capitalismo propiciado e impulsado por los médicos) e instaurar una sociedad marxista. Como eran los años de la Guerra Fría, en un país dividido por la mitad, las autoridades expulsaron a Huber de la Universidad; entonces los pacientes decidieron protestar, como grupo, contra la expulsión, y se dieron el nombre de SPK: Sozialistisches Patienten Kollektiv, Colectivo Socialista de Pacientes.
Gracias a la presión del SPK, Huber fue devuelto a su puesto. Pero como siguió propagando, con sus pacientes y con otros médicos, sus ideas sobre la enfermedad como arma revolucionaria, el avance de las ciencias biológicas como una herramienta imperialista, etcétera, sufrió criticas feroces, persecución, y aun fue encarcelado junto con su esposa, la también psiquiatra Ursula Huber. Hoy, libres aunque despojados de licencia, los Huber siguen animando el SPK, que se ha convertido en una organización no gubernamental con una teoría basada aún en Karl Marx pero vuelta contra males y adversarios más modernos, como la comercialización del genoma humano.
Ahora bien, para 1971, aunque el SPK continuaba sus actividades, varios de sus miembros (especialmente pacientes) se habían separado del colectivo y se habían unido a grupos terroristas. Algunos participaron en atentados hechos en nombre de la RAF (Rote Armee Fraktion, Fracción del Ejército Rojo), también conocida como el grupo Baader-Meinhof, después de que los miembros originales de éste fueran capturados en 1972. Uno de estos atentados, contra la embajada de Alemania Occidental en Estocolmo, terminó cuando los terroristas volaron parte del edificio por error.
Y para 1978, después de la muerte en prisión de los miembros originales de la RAF, la diferencia entre ellos y el SPK era tan difusa que un grupo australiano de música industrial pudo tomar el nombre de SPK con la idea de que hacía homenaje a una célula terrorista.
Todo esto viene a cuento porque en 1989, Naief Yehya publicó un artículo titulado “SPK: el simulacro posindustrial” en el suplemento Sábado del diario Unomásuno. El artículo comentaba la discografía del grupo (uno de los pioneros de su género, surgido mucho antes que casi todos los músicos que han sido etiquetados como «industriales» en las últimas décadas) y la labor sus miembros más importantes, la cantante Sinan Leong y el compositor Graeme Revell (quien luego de dar fin a SPK se volvió mucho más famoso como compositor de música para cine). Yehya refirió unos pocos fragmentos de la historia del grupo terapéutico de los Huber pero lo puso, de plano, en un manicomio, hizo que su fundación estuviese inspirada por la RAF, le atribuyó el lema “Matar matar matar para la paz interna y la salud mental” y terminó su historia con la imagen del manicomio volando en pedazos cuando los locos se pusieron a fabricar bombas.
¿Diré que este relato falso (apenas ahora me entero de la verdad) se me hizo tan atractivo que me animó a escribir un libro?
Le puse La luna y 37’000,000 de libras. Como las narraciones dislocadas, absurdas, brillantísimas del uruguayo Mario Levrero (una gran influencia de mis primeras lecturas), La luna… tiene muchos personajes, pero en lugar de seguirlos a lo largo de una sola historia los muestra en situaciones que nunca tienen una relación causal, a veces contradicen lo ya dicho y otras derivan hacia no se sabe dónde, con el impulso incontenible de los sueños. Me divertí mucho escribiéndolo. Además, es apropiadamente libertario y tiene buen corazón. En uno de los episodios (en más de uno, de hecho: se repite con variaciones), el SPK destruye la luna con una bomba atómica, aunque sólo consigue que una compañía de materiales eléctricos ponga en su lugar un gigantesco foco y cobre por encenderlo durante la noche.
Estas declaraciones no son de vanidad : todo el libro está lleno de lugares comunes que aún hoy me apena repetir, y no sólo me parece una felicidad que el tiraje, hecho por el Ayuntamiento de Toluca, esté completamente agotado: en una suerte de venganza, dos o tres pasajes de La Luna y 37’000,000 de libras pueden hallarse en un cuento muy posterior, «Los personajes» (se encuentra en Éstos son los días), como parte de la obra del protagonista de dicha historia: un escritor más bien mediocre, a quien visitan todos sus trabajos fallidos o incompletos.
Ahora, en 2006, se me ocurre que si el doctor Huber si se enterara de todo esto podría decir que «Los personajes» fue escrito como catarsis. Yo no estoy seguro: creo que es, más bien, el reconocimiento de cierta inocencia perdida y de un miedo sobre el que no diré más en esta nota.
Pero ahora se me ocurre un nuevo proyecto: hecha «la crítica de lo mal que escribía en el pasado», un día de éstos volveré a hacer, y mejor, el libro de la luna y el SPK y los focos. Así no sólo podré vindicar lo que (creo) sí vale de su hechura caótica y juguetona, sino que además me vengaré de un reseñista (de aquellos días) que no dijo una sola palabra de cómo estaba escrito, y en cambio me regañó por burlarme, asqueroso comunista, de una honorable empresa de focos. Será un texto todavía más extraño que su original y que su reverso. Y podré usar, entre otras, la palabra utopatía, que es el nuevo “objetivo” del SPK, actualmente llamado SPK-PF (Colectivo Socialista de Pacientes – Frente de Pacientes). Si lo hubiera sabido entonces…
(Una primera versión de este texto se publicó en 2001 en el suplemento Arena)
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