Estoy terminando un taller breve de narrativa fantástica. Para mis alumnos, y para cualquier persona que pudiera utilizarlos, va una serie especial de cinco ejercicios básicos de escritura creativa destinados a estimular la imaginación fantástica.
1. Definición fantástica. Investiga en un diccionario la definición de un sustantivo común (pala, automóvil, caballo, etcétera): cualquier cosa concreta. Luego cambia una o dos palabras de la definición para introducir un elemento extraño, que cambie la naturaleza del objeto y lo convierta en algo sobrenatural pero igualmente concreto.
Ejemplo: una definición de pala es «Instrumento compuesto de una tabla de madera o una plancha de hierro, comúnmente de forma rectangular o redondeada, y un mango grueso, cilíndrico y más o menos largo, según los usos a que se destina.» Si se cambia hierro y madera por demonios y fantasmas, se tiene un utensilio mágico, cuyos usos serían muy diferentes de los de una pala normal.
2. Algo invisible. Haz una lista de las circunstancias que mantienen la estabilidad de la vida de un personaje (por ejemplo: un sueldo fijo, un lugar donde vivir, una pareja que le dé apoyo y consuelo). Inventa una circunstancia imposible en la vida real que no altere esa estabilidad. El personaje del ejemplo podría tener, digamos, sueños con detalles espantosos del futuro cada noche, y olvidarlos invariablemente al despertar.
3. Algo visible. A partir del personaje «base» del ejercicio anterior, imaginar otra circunstancia imposible que sí altere su cotidianidad al involucrar directamente algo de lo que le da estabilidad. Por ejemplo, la pareja del personaje podría revelarse como un ser mágico, a la manera de la historia de Melusina.
4. Geografía extraña. Piensa en algún accidente geográfico –un río, un valle, una isla, etcétera– y crea una versión fantástica del mismo, «alterando» alguno de los conceptos implicados en su descripción. Un río cuya agua se mantiene estática en vez de moverse, digamos, o un valle que no está rodeado de terreno elevado sino de altas paredes compuestas de nubes, que nunca se disipan.
5. Tacto. Con frecuencia, la creación de objetos o ambientes fantásticos se basa en alteraciones del aspecto visible de un objeto o ambiente real (por ejemplo, una casa a la que nunca entra la luz del sol, sin importar la hora). Imagina en cambio una alteración del tacto de un objeto, que lo pudiera volver extraño. Por ejemplo, una manzana de aspecto normal pero que es tan fría al tacto que la piel se queda pegada.
Está terminando la clase magistral (o taller intensivo) que vengo dando cada año en Under The Volcano: un proyecto binacional que ofrece clases de escritura creativa, en español e inglés, desde Tepoztlán. Debido a la pandemia hemos tenido sesiones híbridas (con parte del grupo en el sitio y otros en línea), pero el arreglo ha funcionado en general, y entre otras cosas el trabajo con el grupo ha dado lo que sigue: seis ejercicios de escritura más complejos que los habituales que publico en Facebook y Twitter de lunes a viernes.
Cada uno de estos ejercicios fue pensado para una persona en especial, considerando sus intereses y fortalezas como escritor/a, con la idea de ir en contra de ellos: de invitar a salir de la proverbial «zona de confort». Pero cualquier otra persona, me parece, puede intentarlos también. Adapto un poco las instrucciones para omitir detalles muy específicos.
Escribe un parlamento largo en el que un personaje declare lo que sabe acerca de una catástrofe que, desde su punto de vista, sea un acontecimiento del pasado remoto. Es importante que la voz del personaje pueda ser entendida como algo que realmente se está diciendo en el mundo narrado, y no como un artificio para comunicarnos su pensamiento. Además, la actitud del personaje ante la catástrofe debe ser de interés o curiosidad, pero no de profunda emotividad, porque no la vivió.
Redacta una escena muy emotiva, lo que tú prefieras, con uno o más personajes, pero usando una perspectiva estrictamente externa, es decir, sin comunicar jamás lo que están pensando. Únicamente puedes consignar sus movimientos, sus palabras, el ambiente, observados desde un solo punto fijo. Como una cámara de vigilancia. (La intención aquí es dificultar a quien escribe la comunicación de la interioridad de los personajes.)
Para especialistas en no ficción. Escribe un texto de pura ficción (no tomes conscientemente nada de tu propia experiencia) de al menos dos páginas de extensión. Para hacerlo más interesante, prueba a que tu estilo de redacción imite el de alguno de tus libros favoritos, para hacer un experimento deliberado de intertextualidad.
Escribe un texto de ficción de atmósfera melodramática, melancólica o alegre. Si puede haber fragmentos alternados con cada una de estas tres emociones, mejor todavía. No puedes llevar a tus personajes a sufrimientos o patetismo profundos. Un gran ejemplo de este tipo de historia –en la que hay sufrimiento, sí, pero como recuerdo, a veces amargo y a veces agridulce– es «El festín de Babette» de Isak Dinesen. El objetivo es explorar más variedades de sentimientos.
Escribe una narración de final abierto (en la que algunas acciones de los personajes en el mundo narrado queden sin resolver) y de ambiente estrictamente realista, en el que no haya acontecimientos que puedan ser sobreinterpretados. Si quieres experimentar con un segundo nivel de significación, prueba a emplear metáforas visibles, es decir, objetos o vistas estrictamente «reales» que puedan contribuir a la atmósfera de los acontecimientos. Ejemplo: un florero con flores lozanas cuando una relación sentimental empieza, y que se ve vacío cuando ésta termina.
Escribe un capítulo de novela que describa una atmósfera particular (ominosa o inquietante, incluso, si lo prefieres) pero no contenga ningún suceso importante para la vida de sus personajes. Aquí se trata de ensayar textos más extensos que un cuento y retardar la aparición de sucesos impactantes. (Puedes imaginar, por ejemplo, que el capítulo es el anterior a donde va a ocurrir algún suceso terrible e imprevisto: nadie lo sabe aún.)
Un breve ejercicio de escritura, que podríamos llamar argumento paradójico, inspirado por un par de lecturas recientes en talleres y por el famoso argumento de Chéjov.
Supongamos que en una narración una persona recibe lo que parece ser una muy buena noticia. En su famoso «argumento», que Antón Chéjov nunca desarrolló como cuento completo –y por lo mismo es más atrayente, más misterioso–, él elige plantearlo así:
Un hombre, en Montecarlo, va al casino, gana un millón (…)
¿Qué pasaría si este suceso, sin embargo, fuera por el contrario el aviso de un cambio terrible en la vida del personaje? Chéjov termina su argumento escribiendo que el ganador del millón
(…) vuelve a casa, se suicida.
La acción, aparentemente absurda, se ha intentado explicar en centenares de ocasiones en narraciones que inventan motivaciones y antecedentes para el suicida (algunas, incluso, fueron propuestas por lectores de este sitio en la nota que enlacé arriba).
Sin embargo, las circunstancias precisas que inventa Chéjov no son las únicas que se pueden imaginar para el argumento paradójico. Por el contrario, puede servir cualquier causa que tenga un efecto radicalmente opuesto a la que supuestamente debería tener, es decir, que vaya contra nuestras expectativas de la manera más completa o sorprendente posible. Algunos ejemplos:
Una mujer y un hombre que se odian se casan y viven felices, juntos, por el resto de sus vidas.
Una persona recibe un diagnóstico de cáncer terminal y organiza una fiesta enorme para celebrar.
Una mujer gana un puesto muy codiciado en una gran empresa –altísimo sueldo, poder de decisión, grandes posibilidades de ascenso– y renuncia el primer día.
La propuesta es inventar algún otro de estos argumentos paradójicos y desarrollarlo luego. Quien lo desee, puede utilizar la sección de comentarios de esta misma nota.
Durante varios años, aquí en Las Historias aparecieron periódicamente ejercicios de escritura (todos los cuales se pueden ver en el archivo del sitio). Ahora que estamos con el proyecto #Escritura2017, además de publicar ejercicios nuevos haré selecciones de los ya existentes, pensando en que pueden ser de utilidad. Aquí está la primera de esas selecciones: tres ejercicios para crear personajes a partir de imaginar partes del pensamiento –la vida interior– de los mismos.
Las instrucciones de cada ejercicio se dan en los enlaces:
¿Dónde encuentran la belleza nuestros personajes? Puede no ser donde la encontramos nosotros: puede ser en el arte pero también en el futbol, en la publicidad y casi en cualquier sitio, y conocer en dónde nos permite conocerlos mejor.
Si un personaje fuera escritor, ¿qué escribiría? Este ejercicio invita a imaginar parte del pensamiento de un personaje, que por supuesto se manifestaría en sus escritos, si éstos existieran, igual que nuestro pensamiento se manifiesta en todo lo que nosotros escribimos.
Y como extras:
Una nota más: algo sobre la teoría de la fisura del novelista Georges Simenon, útil para imaginar personajes a partir de sus defectos.
Y un video reciente: una conversación sobre cómo perder el miedo a escribir (a la famosa página en blanco) transmitida inicialmente en Periscope.
Esta es una invitación a un pequeño proyecto: Raquel Castro, mi esposa, y yo lo hemos llamado #Escritura2017, y se trata simplemente de eso. Nos comprometemos a escribir durante el año hasta completar el primer borrador de un proyecto, e invitamos a otras personas a hacer lo mismo y completar sus propios proyectos de escritura, del tipo que sea. Puede ser un libro, un texto suelto, una colección de textos breves. Como nuestra especialidad es la escritura de narrativa (cuento, novela, etcétera) nos concentraremos en ella, pero cualquier tipo de escritura se vale.
Cualquier persona interesada puede participar. La etiqueta (hashtag) #Escritura2017 se puede usar para publicar notas sobre su trabajo, compartir sus progresos o pedir ayuda a otros en blogs o redes sociales. Durante todo el año, nosotros publicaremos ejercicios, sugerencias y enlaces a recursos útiles en este sitio y en el de Raquel. Además, cada mes haremos una transmisión en Periscope para conversar con quienes estén trabajando en sus proyectos y materiales adicionales en nuestro canal de YouTube.
No será un taller, porque no sería posible leer en vivo el trabajo de todo el mundo, pero sí un espacio para intercambiar ideas y crear una red de apoyo.
Hay proyectos semejantes, como el llamado NaNoWriMo (National Novel Writing Month, o Mes Nacional de Escritura de Novela, que es una idea de una comunidad virtual de los Estados Unidos). En este caso el objetivo no es completar una novela en un tiempo fijo sino mantener la disciplina de la escritura tanto tiempo como sea posible.
Los invitamos.
Aquí pueden ver el video de nuestra presentación original del proyecto:
Y aquí nuestra primera lista de sugerencias, para definir un proyecto de escritura narrativa (que se explican más ampliamente en el video).
Establecer (y apartar) el tiempo con el que se va a contar.
Establecer una primera idea de la extensión del trabajo.
Establecer una primera idea de la forma del trabajo.
Dividir el año de escritura en etapas y plantearse metas.
Empezar la “preproducción” (los preparativos anteriores a la escritura) tan pronto sea posible.
Hay muchos manuales de escritura que les pueden ser de utilidad, y aquí se puede descargar uno gratuito, especializado en escritura narrativa, que se alberga en este sitio. Las personas que nunca hayan escrito narrativa pueden empezar haciendo primero los ocho ejercicios fundamentales del manual, que están aquí.
En Ask.fm me preguntaron mi opinión sobre el Premio de Cuento Fantástico Amparo Dávila. También me pidieron sugerencias para participar en él. Respondí y me pareció que lo que propuse podía ser útil, con algunas modificaciones, para cualquier concurso de cuento. Aquí van, pues, diez consejos para participar en cualquier certamen de narraciones breves (no de libros completos):
1. Lo esencial: lee bien las bases. Asegúrate de que te es permitido participar (que no haya restricciones de edad o de nacionalidad de los concursantes que te dejen fuera, por ejemplo). Asegúrate de que el cuento que puedes ofrecer se ajuste a lo requerido por las bases. Asegúrate de hacer el envío antes de la fecha de cierre.
2. Esto puede parecer raro, pero no recomiendo escribir para concursos, es decir, empezar a trabajar después de enterarse de que hay un concurso abierto. Es más difícil que esto dé buenos resultados. Es mejor que estés escribiendo, trabajando constantemente, y aproveches algo que ya tengas escrito o al menos empezado cuando surja la oportunidad de participar en un concurso.
3. Si el concurso admite un solo cuento por concursante, aprovecha la restricción: selecciona tu mejor cuento si ya tienes más de uno escrito o en proceso, o en el peor de los casos concéntrate en la idea que te parezca mejor para realizar un cuento nuevo.
4. Si el concurso admite más de un cuento por concursante, no te extiendas de más: no envíes cien. (Ni diez.) No se tienen más probabilidades de ganar metiendo más textos, aunque pudiera parecer que sí. Lo importante es que los cuentos que participen queden lo mejor posible.
5. Date tiempo para revisar lo que has escrito. A menos que ya tengas encima la fecha y hora de cierre de la convocatoria, no envíes el cuento inmediatamente después de terminarlo. Reléelo con calma. Revísalo una vez más. Si tienes oportunidad, dáselo a leer a alguna persona en cuyo juicio confíes.
6. Por ahí dicen, ahora, que si no te gusta lo que escribes puedes «bajar tus estándares», exigirte menos y dejar el texto como está. Pero esto no es buena opción porque así jamás se progresa… ni salen muchos textos capaces de ganar concursos. Mejor considerar esto:
a) La verdad es que al escribir nunca va a salir exactamente lo que uno se imagina, porque el proceso de escribir pasa por varias etapas muy complejas del cerebro que idea a la mano que forma las palabras; hay distorsiones y modificaciones que se dan en el momento mismo de escribir, inevitablemente, así que no te preocupes demasiado cuando esto te suceda. Más bien date la oportunidad de corregir lo que no te guste, y también de aprovechar los «accidentes felices»: las cosas que suceden inesperadamente en el texto, «de chiripa», y se pueden aprovechar aunque no se hayan planeado.
b) También puede ser que, si un texto no resulta satisfactorio, la causa sea que quien lo escribe no está todavía preparado: no ha practicado lo suficiente, no ha aprendido las técnicas necesarias para lograr el resultado que busca. Por esto es recomendable leer, leer todo lo que se pueda, incluso más allá de los textos que nos gustan: para aprender nuevas herramientas. Siempre.
7. En caso de que el cuento no se sienta perfecto, y ya no haya tiempo de más trabajo, mejor mandarlo de todas maneras, porque nunca se sabe: tal vez uno, después de mucho revisar, ya no alcanza a ver con claridad lo que sí tiene de bueno.
8. Si el concurso tiene alguna restricción en cuanto al tema de los cuentos que admite, no intentes de inmediato «ajustar» tu texto a alguna idea preconcebida que tengas sobre ese tema. Busca ejemplos tan diversos como puedas. Date la oportunidad de experimentar y proponer ideas nuevas si lo deseas. Por ejemplo, el Premio Amparo Dávila es de cuento fantástico, pero para participar vale la pena considerar que la narrativa fantástica es un terreno muy amplio. En él están las historias a las que suele ponerse la etiqueta de «fantástica» (magos estilo Harry Potter, vampiros, monstruos salidos de manga o anime, etcétera), pero también hay mucho más. Básicamente lo único esencial para que un cuento se considere fantástico es que en él haya, de manera constante, sucesos, personajes o lugares que no sean «reales», que no sean «posibles»: lo fantástico es lo irreal hecho a sabiendas, que nos permite precisar y poner a prueba nuestras ideas sobre lo que sí es real. Puede que un tratamiento no convencional de un tema dado sí logre ganar un concurso.
9. Si no se gana, no hay que olvidar que en los concursos siempre hay un poco de azar: un fallo desfavorable no es una condena.
10. En cualquier caso, ganes o no, haya siquiera un concurso o no de por medio, acepta que las cosas siempre van más despacio de lo que uno desea. Que además de trabajo se necesita paciencia y persistencia.
Aquí en Las Historias hay un manual de escritura que puede ser útil (y es gratis) para las personas que comienzan a hacer sus propios cuentos, y en la red hay mucha información útil sobre el mismo tema.[/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]
No falta mucho (espero) para que pueda reanudar el taller de narrativa que acostumbro impartir. Mientras eso sucede, dejo aquí lo siguiente:
Los últimos meses del año pasado, noté que las preguntas que se hacían durante la discusión de los textos que discutíamos en el taller tenían con frecuencia estas dos cualidades: a) eran totalmente pertinentes en relación con el texto que se comentaba, y b) sonaban muy extrañas fuera de ese contexto. Es que se hacían al calor de la conversación y a partir de lo que todos sabíamos del texto ya leído: alguien que no estuviera con nosotros y no supiera exactamente de qué hablábamos no podría saber con precisión a qué argumento se referían, a qué mundo y qué situación precisa de una narración o del proceso de su escritura.
Por varias semanas fui tuiteando, después de cada sesión, las preguntas más raras que podía recordar de cada una. Luego reuní todas en este acopio de Storify. Ahora las reproduzco aquí. Sirven para ilustrar, pienso, lo que puede pasar en una sesión de taller que se propone explorar con seriedad –y también con disposición para el juego y para la sorpresa– lo que escriben las personas que lo forman. Además, se me ocurre que varias podrían ser semillas de otras historias…
No he puesto ninguna referencia a los textos que motivaron cada pregunta y que, después de todo, son de sus autores y sólo de ellos.
«¿Qué tanto le falta al mundo?»
«¿Cómo se siente cuando sueñas?»
«¿Cómo es la vida interior de un personaje soñado?»
«¿De verdad las arañas no son insectos?»
«¿Le pasa algo además de morirse?»
«¿Sus otros dos padres son los extraterrestres?»
«Las personas ¿se vuelven distintas con el tiempo? ¿O se vuelven iguales?»
«¿Aparte de no ser un ser humano tiene algún defecto?»
«¿No poder suicidarse es mala suerte?»
«¿Te das cuenta de que tu personaje es más hábil que Alejandro Magno?»
«¿Cuál de las dos caras fue la que le quitaron?»
«¿Una inteligencia no humana puede hacer corrección de estilo?»
«¿El Viagra hace efecto si uno se arrodilla y reza?»
«Si todos se llamaran Arcadio, ¿el cuento sonaría a García Márquez?»
«¿Y si la última mujer desapareciera?»
«¿Sabe el hijo que ha cambiado el pasado de su padre?»
«¿Qué pasa cuando se acaba la luz?»
«¿Cuáles son las implicaciones del capitalismo zombi?»
«Sí, está loco, pero ¿los ángeles le hablan de verdad?»
«Si los autores que escriben de futbol escribieran de tiro con arco ¿serían igual de populares?»
«¿En las favelas hay GPS?»
«¿El placer disuelve, licúa, disgrega, desintegra, o qué?»
«¿Por qué no salió bien su suicidio?»
«¿Puedes calcular mentalmente una raíz cuadrada?»
«¿Los sueños de ella lo transforman a él, o viceversa?»
«¿Puede un mexicano no ser corrupto?»
«¿El camaleón puede hacerse invisible?»
«¿Conoces al Ser de Metepec?»
«¿No somos todos una deidad para nuestros personajes?»
En varias ocasiones he sido parte del jurado en concursos de libro de cuentos. En un país como México, ese tipo de certámenes es muchas veces la única oportunidad de publicar que tiene una persona interesada en escribir narraciones breves, así que en todos suele haber una buena cantidad de participantes. También hay tendencias: modas o hábitos que se dejan ver de concurso en concurso y que cambian con los años; también hay errores frecuentes, que no cambian mucho, y que se deben en buena medida al hecho de que –en muchos casos– los participantes en estos concursos escriben exclusivamente para ellos, con el único impulso de presentar un trabajo que pueda aspirar al premio.
La lista que sigue es una serie de sugerencias encaminadas a que una persona interesada en hacer un libro de cuentos pueda corregir esos errores.
Advierto que esto no es una serie de recomendaciones, ni mucho menos una receta infalible, para ganar concursos: de hecho, lo primero que debo recomendar es no escribir exclusivamente pensando en ellos. Los proyectos que valen la pena rara vez se desarrollan en el espacio de tiempo que suele darse entre la apertura y el cierre de una convocatoria.
Además, no hay garantía posible de ganar con justicia ningún concurso. No sólo algunos están arreglados de antemano (aunque suele ocurrir más con los de novela), sino que incluso en los que son honestos ocurre que los gustos diversos, las discusiones y las interacciones de un jurado particular en el día preciso en que le toca deliberar pueden dar por resultado que no gane un trabajo que en otras circunstancias –otros miembros del jurado, otro día, otro camino de las conversaciones– sí hubiera sido premiado. (Tristemente, en muchos casos gana el trabajo que menos polariza las opiniones, aunque no sea el que más entusiasme a ninguno de los involucrados ni el de mejor calidad. Y también debe decirse que nada en esta nota tiene que ver con la tarea de escribir los cuentos que formarán el libro, y que es, finalmente, aquella de la que depende por encima de todo la calidad del trabajo.)
Estas sugerencias están pensadas, simplemente, para ayudar a crear una serie de narraciones en la que sucedan al mismo tiempo los dos mejores efectos que una colección de cuentos puede producir: la impresión de una secuencia de lecturas brillantes por sí mismas, y la experiencia significativa de una lectura mayor: la percepción de un todo que es un poco más que la suma de sus partes sin disminuir a ninguna de ellas. Por otra parte, todo esto puede servir también para proyectos de libro de cuentos que no necesariamente estén pensados para participar en un concurso (véase a este respecto el punto 6 de la lista).
Como decía arriba, [fusion_highlight color=»#b1ffaf»]no escribir pensando exclusivamente en meter lo escrito en un concurso[/fusion_highlight].
[fusion_highlight color=»#b1ffaf»]No tratar de llenar un número dado de páginas a toda costa[/fusion_highlight]. La mayoría de los concursos tiene límites explícitos de extensión por razones prácticas; siempre se nota cuando alguien intenta no pasarse de un máximo o cuando intenta «estirar» su escrito para alcanzar un mínimo de páginas. Y acaso un libro demasiado largo para un concurso, y presentado con páginas de letra y márgenes pequeños, puede ser un libro valioso, del mismo modo en que puede serlo uno con letra grande y márgenes generosos; pero en ninguno de esos dos casos se consigue engañar a nadie. Lo peor es intentar poner «relleno» en un libro que no tiene suficientes textos de suficiente calidad, porque entonces el conjunto queda definitivamente dañado.
[fusion_highlight color=»#b1ffaf»]No subestimar la estructura del conjunto.[/fusion_highlight] Al contrario de lo que sucedía en otras épocas, en ésta el libro de cuentos puede ser la primera oportunidad (y hasta la única) de que ciertas historias lleguen a sus lectores. Por esto, a lo largo de las últimas décadas, se ha vuelto más importante que en siglos pasados la forma del libro, la percepción del conjunto de los textos que lo componen: de su orden, del ritmo que proponen en la lectura corrida, las resonancias o ecos que se producen entre los textos, etcétera. Algunos lectores buscan también estos efectos (escribí sobre esto hace tiempo). Hay colecciones de cuentos, pues, que pueden ganar en fuerza si se atiende a su estructura general. Un consejo muy extendido es que el libro comience y termine con cuentos muy potentes, de los mejor logrados que se tengan. También se puede considerar alternar cuentos de diferentes extensión o agrupar (o al contrario, separar tanto como se pueda) narraciones de temas o técnicas afines.
A la vez, sin embargo, es necesario [fusion_highlight color=»#b1ffaf»]no apostarle todo a la estructura, la «unidad temática» o el «proyecto»[/fusion_highlight]. Tanto en los concursos de cuento como en otros tipos de certámenes (en especial los que se organizan para otorgar becas y otros apoyos), se suele encontrar propuestas con una intención muy clara de lograr cierta estructura o cierta unidad temática. Cuando se trata de evaluar un proyecto todavía no escrito, esa aspiración puede ser muy atrayente porque se piensa que denota que el autor o autora tiene claro lo que desea hacer. Sin embargo, también hay ocasiones en las que se nota que los textos son menos buenos que la idea de su conjunto, es decir, que no se ha trabajado en ellos lo suficiente –pensando en que el ordenamiento potenciará su lectura– o incluso que no hay realmente trabajo detrás y que los textos sólo son relleno de una forma. Para evitar esto, se debe
[fusion_highlight color=»#b1ffaf»]Poner a prueba cada uno de los cuentos individuales.[/fusion_highlight] Si uno es claramente más endeble que el resto, tal vez lo mejor sea eliminarlo del conjunto, incluso si con esto se deja de tener cierto «mínimo» de páginas o se violenta algún ordenamiento preestablecido. Pero cada cuento de una colección debería poder «sostenerse» por sí mismo, sin recurrir a los otros (o, peor, a la buena voluntad de los lectores).
Y para terminar: en los concursos de cuento también se da el caso de libros que no ganan en una ocasión, y luego pasan a otro concurso…, que tampoco ganan, y así sucesivamente (yo he visto varios casos así; no sé quiénes serán los autores, por supuesto, pero reconozco los textos y los títulos; alguno llegó a aparecer en no menos de cinco concursos). No hay nada malo en persistir, pero las más de las veces estos libros pasan de un concurso a otro sin ninguna modificación, y en varios casos de los que he visto era claro que las colecciones necesitaban más trabajo ya no digamos para ganar un concurso sino meramente para resultar publicables. Hay veces en que realmente se tiene mala suerte; hay veces que ciertos libros son demasiado distintos del gusto dominante de su tiempo o su entorno, sí, pero también es necesario [fusion_highlight color=»#b1ffaf»]tener autocrítica[/fusion_highlight]. Hay ocasiones en las que simplemente hay que trabajar más en los proyectos, o dejarlos de lado, para que descansen un tiempo… o, incluso, abandonarlos definitivamente; no todo el trabajo del escritor está en lo que se publica, y también se aprende de lo que no se logra. Y siempre se puede comenzar algo nuevo.
En Twitter, hace muy poco, me pidieron consejo para preparar un proyecto literario con miras a solicitar una beca del FONCA.
El Fondo Nacional para la Cultura y las Artes es una institución gubernamental mexicana que financia y apoya proyectos artísticos de todo tipo desde principios de los noventa. Pedir esos apoyos es un ritual que miles de personas realizan cada año. Se les critica en ocasiones, al igual que a los apoyos mismos, a quienes los ofrecen y a quienes los entregan, y las críticas no siempre han sido infundadas. Sin embargo, no es imposible ni está mal (creo) listar una serie de sugerencias para que un escritor principiante elabore un proyecto literario y haga su solicitud. Aquí van siete, que se derivan de mi experiencia escribiendo, leyendo y evaluando proyectos (entre 2009 y 2011 fui juez y luego tutor del FONCA en su programa de Jóvenes Creadores). Obviamente, las ofrezco sin ninguna garantía.
1. Hay que redactar bien: lograr que el texto sea comprensible, simplemente porque el lenguaje es la herramienta de quien escribe. Un texto ininteligible, mal hecho, será rechazado de inmediato, y con justa razón. Si no se sabe redactar –si no se conocen al menos los fundamentos–, probablemente lo mejor es no solicitar apoyo para un proyecto literario.
2. Al hacer la descripción del proyecto, no hay que escribir las reseñas futuras del mismo: hay que describir, realmente, el que podría ser el texto resultante al completar el proyecto, empezando por su extensión, el género literario en el que se está haciendo la solicitud (cuento, novela, ensayo, etcétera) y lo que ya se sepa o se haya decidido respecto de sus temas, sus técnicas, su estructura, sus influencias, etcétera. Los detalles concretos son importantes. Al proyecto de un libro de cuentos, por dar un ejemplo, le puede servir la sinopsis de todos los cuentos que se escribirán, pero le sirve todavía más una estimación de cuántas serán esas historias y de cuánto medirá cada una. El proyecto puede cambiar mientras se realiza, y se sabe que muchas decisiones creativas deben tomarse sobre la marcha porque son imprevisibles, pero es necesario que el solicitante se comprometa explícitamente a algo que puede realizarse y que, desde el punto de vista de quienes van a evaluarlo, merezca ser apoyado. Un proyecto de novela (por dar otro ejemplo) que proponga acumular 2,000 páginas en un año será rechazado por imposible, y uno que implique escribir un solo cuento de cinco páginas en el mismo lapso será rechazado por insuficiente.
[fusion_builder_container hundred_percent=»yes» overflow=»visible»][fusion_builder_row][fusion_builder_column type=»1_1″ background_position=»left top» background_color=»» border_size=»» border_color=»» border_style=»solid» spacing=»yes» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» padding=»» margin_top=»0px» margin_bottom=»0px» class=»» id=»» animation_type=»» animation_speed=»0.3″ animation_direction=»left» hide_on_mobile=»no» center_content=»no» min_height=»none»][2a. No hay que explicar de más. Y también se debe evitar, como bien ha escrito Naief Yehya, ser condescendiente o complaciente. Más sobre esto último más adelante.]
3. Mientras más breve y concisa sea la información del proyecto, mejor. Ningún apartado de los que se solicitan (descripción, justificación, etcétera) debería medir más de una cuartilla (una página tamaño carta, escrita a doble espacio con caracteres de 12 puntos; en el tiempo de las máquinas de escribir se consideraba que esta medida equivalía a unos 1,800 caracteres).
4. Si se pide una muestra de trabajo, hay que seleccionar lo mejor que se haya escrito. Si se parece a lo propuesto en el proyecto puede ser una ventaja mayor, pero lo esencial es que la muestra sea la mejor posible.
5. Si se pide un currículum, es mejor que sea veraz y serio: las descripciones arrogantes de la propia persona o el propio trabajo no siempre dan la impresión de más talento (y no es difícil descubrir cuando son falsas) y las que incluyen chistes («trabajó de lavaplatos, narcotraficante y payaso de rodeo») sólo dejan ver que quien escribe está inseguro de sí mismo o de sus merecimientos.
6. A veces se tiene la idea de que las instituciones apoyan más ciertos temas que otros, o bien prefieren ciertos subgéneros (en narrativa el realismo, digamos) por encima de otros. Si bien puede haber jueces que partan de sus predilecciones personales a la hora de evaluar (lo cual es desafortunado), no tiene sentido tratar de «complacerlos» con proyectos pensados para «agradar». Si por casualidad el proyecto que se desea proponer es poco convencional, arriesgado, inusitado, vale más tratar de describirlo y justificarlo bien: siempre existe la posibilidad de que el jurado que va a leer el proyecto de uno tenga realmente gusto precisamente por proyectos y obras no convencionales, o al menos la mentalidad suficientemente abierta para apreciarlos aunque no necesariamente le gusten. (Además, los proyectos convencionales siempre son los más abundantes: las novelas «sobre la ciudad», digamos, o los libros donde todos los cuentos giran alrededor de un parroquiano distinto de la misma cantina.)
[6a. Puede ocurrir que un proyecto pensado para «complacer» a los jueces reciba efectivamente un apoyo. Y entonces puede que la persona que lo reciba quede obligada a trabajar en algo que en realidad no quería hacer durante un año, lo que llevará al final a que no lo haga o lo haga muy mal. Para alguien que sólo busca el dinero de la beca, para los trepadores de todo tipo, esto no será un problema, pero estas sugerencias, desde luego, no están escritas para esas personas.]
7. Hay numerosas historias de aspirantes y jueces corruptos, de apoyos que se dan a quienes no lo merecen, y varias son, incluso, ciertas. Pero no recomiendo intentar sobornos, cohechos ni nada parecido: siempre existe la posibilidad de que el jurado que va a leer el proyecto de uno sea honesto…
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El Programa Nacional de Salas de Lectura es uno de los escasos proyectos culturales de largo alcance en México: tiene casi dos décadas ofreciendo a ciudadanos de todas partes del país (y no necesariamente especializados en literatura) la posibilidad de crear bibliotecas y círculos de lectura en sus comunidades. En 2012, el Programa lanzó una colección de doce Cuadernos de Salas de Lectura: guías para escribir, leer y estimular el interés por la lectura, entre otros temas.
Una de estas guías es Cómo empezar a escribir historias: un manual básico de introducción a la narrativa escrito por Alberto Chimal. Siguiendo el ejemplo de precursores clásicos como Aspectos de la novela de E. M. Forster o El arte de la ficción de John Gardner, este libro ofrece información útil y ejercicios dirigidos a personas que se inician en la escritura. La parte teórica va de una explicación del acto mismo de contar a la discusión de varios términos necesarios para comprender y tomar control del proceso creativo. La parte práctica incluye 70 ejercicios en los que se cubren aspectos fundamentales de creación de argumentos y personajes.
El tiraje impreso del libro se distribuirá gratuitamente en las Salas de Lectura del País, pero el Programa también ofrece una versión digital para descarga.