Invitación a una resucitación
Encontré el texto que sigue por casualidad. Es un cuento brevísimo del escritor y psicoanalista argentino Emilio Rodrigué (1923-2008) perteneciente a su último libro de ficción: La respuesta de Heráclito.
El octavo día
Nada en un principio.
En el primer día Dios hizo la luz y vio que era buena, dándole el nombre de Día.
En el segundo día separó el agua de la tierra seca.
En el tercer día Dios hizo el Sol, la Luna y las estrellas.
En el cuarto día Dios hizo la hierba verde y el árbol de fruto y vio que eran buenos.
En el quinto día Dios hizo a los reptiles grandes y pequeños, las ballenas y los otros mamíferos, los cefalópodos y los peces. También hizo las aves y los insectos.
En el sexto día Dios hizo al hombre.
En el séptimo día, habiendo completado su obra, descansó.
Y al día siguiente, ya descansado, Dios se fue.
No conozco mucho del autor, pero quiero pensar que éste no es su mejor cuento. La sensación que me dejó fue curiosa y desagradable: la de haber leído esa historia antes, y no sólo una vez. Además de que, salvo el final, todo suena muy semejante al texto del Génesis, está la «sorpresa» del último renglón: la idea de que Dios abandona su creación, aunque puede sonar original para algunos lectores (e indignante para algunas personas muy creyentes) se remonta por lo menos a la Edad Media y el texto no hace más que repetirla.
La propuesta es ensayar una resucitación del texto de Rodrigué: tratar de encontrar una nueva forma de escribir una historia a partir del lugar común. Los comentarios quedan abiertos para quien desee intentarlo. Algunas posibilidades:
1. ¿Qué otra cosa podría hacer el personaje de Dios tras concluir su creación?
2. ¿Cómo podría contarse la anécdota sin imitar o parodiar el texto bíblico?
3. ¿Se podría contar la idea del abandono de Dios desde un punto de vista que no fuera el de la propia divinidad?