[Aviso del 11 de febrero: la sede de la siguiente presentación cambió y la nota fue corregida para dejar la nueva dirección.]
Este miércoles 12 de febrero, la antología Manda fuego se presenta en la ciudad de Toluca. La cita es a las 18:00 horas en el Museo José María Velasco (Sebastián Lerdo de Tejada #400, esquina con Nicolás Bravo, Centro) la Subdirección de Publicaciones del Instituto Mexiquense de Cultura (Pedro Ascensio 103, casi esquina con Hidalgo, Centro; a poca distancia de la Alameda, donde antes estaba la Casa de Cultura de la ciudad). Presentará el libro la escritora Elisena Ménez. La entrada será libre y allí habrá, también, la posibilidad de adquirir el libro, que no se vende en librerías.
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Ya está circulando, por fin, la primera parte de la novela gráfica que hicimos el gran historietista mexicano Ricardo García «Micro» y yo, y sobre la que escribí el año pasado. Iba a llamarse Calle Destino pero hubo un súbito cambio de planes (es una historia larga) y ahora se llama simplemente Kustos. La publicó Editorial Resistencia, que más adelante lanzará la conclusión. De momento, puedo invitarlos a que conozcan el libro: una nueva historia protagonizada por el explorador Horacio Kustos, la más cercana a un escenario cotidiano (todo sucede en la ciudad de México) y probablemente, a la vez, la más aventurera de todas: la que más claramente tiene una trama enérgica, peligros y demás. Aparte, ésta no es versión de las historias que se encuentran ya en El último explorador, La torre y el jardín,El cuaderno de Horacio Kustos (su bitácora en Tumblr, que en semanas recientes ha ganado muchos seguidores) o las ocasionales series de minificciones en Twitter. Está pensada expresamente para cómic. Y a pesar de que su creación fue un poco accidentada, creo que todos los involucrados nos divertimos mucho haciéndola.
El libro se puede conseguir en librerías (sobre todo, de la cadena Educal) y directamente en la tienda virtual de Resistencia. Próximamente habrá presentaciones en diversos lugares.
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Quedó lista una primera etapa del acopio de referencias sobre William Burroughs al que varias personas convocamos la semana pasada con la etiqueta de red #Burroughs100. El resultado se puede leer en esta página de Storify (hay que avanzar a lo largo de varias páginas para ver la totalidad de lo reunido, que incluye contribuciones de más de un centenar de personas). Aprovecho para enlazar también al acopio que se hizo el año pasado sobre Ray Bradbury: #QueremosTantoARay. Muchas gracias a las personas que se interesaron en estos dos proyectos colectivos.
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Y también ya está en línea la charla que tuvimos, hace pocos días, Alejandra Flores, Daniel Barrón (a quien agradezco enormemente la invitación) y yo sobre el gran escritor uruguayo Mario Levrero, y que se transmitió por Canal 22.
El sábado 2 de marzo, a las 14:00 horas, en el auditorio Sotero Prieto de la Feria del Libro del Palacio de Minería (Tacuba 5, Centro, ciudad de México), haremos una mesa redonda en homenaje a Ray Bradbury, titulada «Queremos tanto a Ray». Gabriela Damián, Bernardo Fernández Bef, José Luis Zárate y yo hablaremos de ese gran autor, fallecido el año pasado, y de las muchas historias de él que siguen entre nosotros. Pero queremos invitarlos no sólo a que nos acompañen, sino a que participen en ese homenaje incluso si no pueden ir físicamente.
Los invitamos a enviarnos sus comentarios, sus preguntas, sus opiniones y, de hecho, todo lo que deseen acerca del autor de Crónicas marcianas y Fahrenheit451. Pueden usar la sección de comentarios de esta nota, publicar en Twitter usando la etiqueta (hashtag) #QueremosTantoARay, o bien escribir en los comentarios de esta foto de Facebook. Además de las preguntas y comentarios (de las que seleccionaremos algunos para el homenaje en vivo), queremos hacer un archivo sobre Ray Bradbury similar al que se publicó en este mismo sitio, hace unos años, sobre Edgar Allan Poe. Para lograr esto buscamos a) textos de/sobre Bradbury en español; b) historias largas o breves inspiradas en Bradbury; c) video, audio e ilustración; d) curiosidades. Todo lo acopiaremos aquí mismo con el debido crédito a quienes contribuyan.
Agradecemos de antemano su atención y ojalá se animen a participar con nosotros en celebrar la obra del «Tío Ray».
Ha muerto Ray Bradbury. Fue el martes pasado, por la noche. Yo lo supe anteayer, por una nota en Twitter. Como muchas personas en todo el mundo (como millones de personas) quedé sorprendido: triste. Recordé «Calidoscopio«, mi cuento favorito de los centenares que escribió. Recordé también Crónicas marcianas, El vino del estío, Fahrenheit 451, Las doradas manzanas del sol. Pensé que, al contrario de incontables autores que desaparecen, Bradbury no necesitará jamás, en ninguna parte del planeta, el impulso de homenajes oficiales u obituarios pagados. Ya es del mundo entero, como Las mil y una noches: aun quienes no lo leerán nunca ya lo conocen, sin saberlo.
CNN México me pidió un texto sobre Bradbury y todo el día de ayer lo dediqué (clavado en la silla, pensando en los astronautas, los niños del verano eterno, los marcianos que lanzaban al combate nubes de insectos mecánicos y arañas eléctricas) a escribir uno que incluye este pasaje acerca de sus comienzos y sus experiencias fundamentales:
(…) El más llamativo de esos episodios data de 1932 y es su encuentro, en una humilde feria rural, con un mago, un tal Mr. Electrico. Durante su exhibición, en la que se hacían trucos con electricidad estática, el hombre tocó al pequeño Ray en la frente con una espada electrificada, haciendo saltar chispas y erizándole el pelo, y entonces gritó: «¡Vive para siempre!».
Según Bradbury, quien contó la anécdota en muchas ocasiones, era como si Mr. Electrico, a la usanza de los reyes de la Edad Media, lo hubiese nombrado caballero: lo hubiese «armado», como se decía entonces, por medio del ritual de la espada. Y era también como si sus palabras fueran una orden: una encomienda tan seria y trascendente como la búsqueda del Santo Grial.
¿Cómo vivir para siempre? Ray encontró una respuesta (…)
Ahora mismo volveré a lasnotas de algunosamigos y al último texto publicado en vida por Bradbury (con su aire inevitable de despedida). Pero luego, y durante mucho, mucho tiempo, volveré a los cuentos, a las novelas, a aquellos ensayos sapienciales de Zen en el arte de escribir. Ray Bradbury, el abuelo Ray, vivirá para siempre aquí, como en tantos otros lectores.
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Por razones de espacio, un pasaje de lo que escribí quedó parcialmente fuera de la publicación de CNN; lo incluyo aquí como fue escrito originalmente.
En su libro de ensayos Zen in the Art of Writing (publicado originalmente en 1990), Bradbury incluyó un poema: “We Have Our Arts So We Won’t Die of Truth”. En la edición española del libro el título se tradujo como “Tenemos el arte para que la verdad no nos mate”, una frase que no incluye una idea difícil de comunicar claramente en español: que “morir de verdad” (“die of truth”) podría ser algo similar a “morir de cáncer” o de cualquier otra enfermedad. La realidad como un mal, o, más precisamente, la mirada fija en la realidad –sin ningún agregado ni ayuda– como un mal.
La idea no sería muy popular en nuestro tiempo obsesionado por lo evidente (lo aparentemente evidente) y lo momentáneo, y sospecho que en su día no se leyó tampoco con mucha atención. Pero este pasaje del poema es significativo hoy:
(…) necesitamos que el Arte enseñe a respirar
y haga latir la sangre; tener que aceptar la cercanía
del Diablo
y la edad y la sombra y el coche que atropella,
y al payaso con máscara de Muerte
o la calavera que con corona de Bufón
a medianoche agita cascabeles
de óxido sangriento y matracas gruñonas
que estremecen los huesos del desván.
Tanto, tanto, tanto… ¡Demasiado!
¡Destroza el corazón!
¿Y entonces? Encuentra el Arte.
Toma el pincel. Aviva el paso. Mueve las piernas.
Baila. Prueba el poema. Escribe teatro.
Más hace Milton que Dios, aun borracho,
para justificar los modos del Hombre con el Hombre. (…)
[fusion_builder_container hundred_percent=»yes» overflow=»visible»][fusion_builder_row][fusion_builder_column type=»1_1″ background_position=»left top» background_color=»» border_size=»» border_color=»» border_style=»solid» spacing=»yes» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» padding=»» margin_top=»0px» margin_bottom=»0px» class=»» id=»» animation_type=»» animation_speed=»0.3″ animation_direction=»left» hide_on_mobile=»no» center_content=»no» min_height=»none»][De Zen en el arte de escribir, Minotauro, 2002; traducción de Marcelo Cohen]
Más que consumir arte, parece decir Bradbury, necesitamos hacerlo. Su libro se vende como uno de consejos para escritores, pero ese ideal extraño se encuentra no sólo en su obra sino en la de muchos otros artistas de todas las épocas: la creación artística como más que una posibilidad de entretenimiento, o como una visión del mundo otorgada por un individuo a muchos otros. El arte como una práctica privada, absolutamente personal: en vez de usar el de otros para encontrar respuestas, buscarlas en nuestro propio arte. La creación de cada uno, íntima, acaso intransferible, como una herramienta para intentar comprendernos en el mundo.
Es una idea inquietante, turbadora, subversiva…, y libertaria al fin, como lo es también la parte mejor de la obra de Ray Bradbury.[/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]
Gracias al blog Reek of Putrefaction descubrí la existencia de Pontypool, una película canadiense de 2008 dirigida por Bruce McDonald. Y es una película excelente.
Si la buscan la encontrarán descrita como un filme de zombis, y lo es, o al menos tiene que ver con la aparición y propagación de una extraña enfermedad que convierte a grandes masas en autómatas asesinos y desprovistos de razón, al modo tantas otras películas. Pontypool se distancia de todas ellas, por una parte, gracias a la economía de su hechura, pues se filmó prácticamente en un solo escenario y con tres actores (todo sucede en un estudio de radio, durante un turno de locución en el que no se ven, pero sí se escuchan, todos los detalles espeluznantes); por otra parte –y es la mejor– debido a la «explicación» del contagio, que no tiene que ver con los clichés habituales (virus mutantes, contenedores de sustancias tóxicas, etcétera) y cuya rareza ha hecho enojar a más de uno: en el mundo de Pontypool la locura se propaga a través del lenguaje. El acto de entender algunas palabras, nadie sabe cuáles, ocasiona que la locura se apodere del cerebro humano. ¡El propio idioma está infectado! La idea no ha sido entendida cabalmente por ninguno de los reseñistas que se ha ocupado de la película, y que en cambio se han dedicado a darle lecturas superficiales (la reducen a una metáfora del conflicto entre canadienses de habla francesa y de habla inglesa) o a quejarse de su falta de elementos gore. Pero la idea apunta a la crisis –que apenas podemos ver y no digamos articular– del pensamiento simbólico, sobre la que ha escrito, muy provocadoramente, John Zerzan. ¿Qué hacemos cuando las representaciones se vuelven contra nosotros?
Los personajes de Pontypool intentan eludir el contagio repitiendo las palabras hasta que las des-entienden: hasta que les quitan todo sentido. Pero ¿podríamos hacer eso todos, todo el tiempo? Si el lenguaje fue un error de la especie (el error crucial), ¿sería posible repararlo?
Esta nota de Faro Viejo contiene detalles de la presentación de Los esclavos durante la pasada FIL de Guadalajara, además de un segmento de video tomado entonces. (¡El primero del que sé!)
(Muchas gracias, por supuesto, a Guillermo, a Araceli Otamendi, a José Israel Carranza y Silvia Eugenia Castillero de Luvina, a Faro Viejo y a la gente de Cultura Pirata, en especial a Tania Ochoa… Ahora, a trabajar otra vez.)
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No: antes, un hallazgo. El que sigue es un fragmento de una función de Apocalypsis Cum Figuris (1969), la última puesta en escena del Teatr Laboratorium de Jerzy Grotowski (quien sale a relucir en «La Pasión…»). Grotowski y su compañía, luego de tres años de ensayos, llevaron su propuesta de una recreación de textos bíblicos hacia una investigación del ritual –de otra forma de representación, cuyos resultados finales fueron tal vez inciertos— de un modo que nadie ha continuado cabalmente. Nunca había visto ninguna grabación ni filmación del trabajo de Grotowski…, y ésta, como verán, deja más dudas que certezas debido a su falta de resolución. Es como si ese teatro –la obra se considera una de las cumbres del teatro del siglo XX– se resistiera a quedar en la memoria de quienes no lo vieron directamente. Si no conocen la historia completa de la puesta y el director, dense un momento para investigarla: es un ejemplo abrumador de la altura y la fragilidad de las obras humanas.
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(Paréntesis:
Ayer tuve un breve momento de pánico: un desperfecto del servidor dio al traste con el sistema de categorías de esta bitácora. Ya está arreglado, pero por varias horas llegué a temer que no hubiese remedio. Casi nadie se ha planteado seriamente esta pregunta desde 1997: ¿qué tanto, realmente, de la vida virtual que uno se ha ido construyendo se vuelve parte de la vida a secas? La respuesta podría parecer obvia; no lo es al considerar la posibilidad de desprenderse de una parte de esa vida. ¿Qué tanto de todos esos mensajes hechos a la carrera, con caracteres intangibles, referidos a contextos tan frágiles, es de verdad desechable?
Respuesta posible: es tan desechable, o tan precioso, como todo lo demás. Como escribió Margaret Atwood, los objetos más preciados de uno son la basura de quien llega después.)[/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]
Este domingo 29 de noviembre, a las 19:00 horas, tendré el gusto de presentar por primera vez un libro en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Será mi novela Los esclavos y la cita es en el Salón Agustín Yáñez, en la planta alta del recinto ferial en Expo Guadalajara (avenida Mariano Otero 1499, colonia Verde Valle).
Me acompañará, como en la presentación de la ciudad de México, el querido Bernardo Fernández (Bef). Ojalá, si van a ir o ya están en Guadalajara, se animen a acompañarnos.
(Nota: el Salón Yáñez es fácil de localizar en este plano interactivo; hay que buscar los salones de eventos en la planta alta, que están a la izquierda en el dibujo.)
+ + +
Y ahora, aprovechando:
1. Si van a la FIL, además de los planes que ya tengan, no olviden buscar el nuevo número de la revista Luvina, que estará dedicado a los escritores de Los Ángeles –ciudad invitada de honor a la Feria– y tendrá, entre muchos otros textos, mi traducción de «El verano de la piedad», un cuento inédito de Ray Bradbury.
2. Tampoco olviden buscar su ejemplar de Asamblea portátil (más detalles en el enlace: vale la pena), y…
3. Asómense a la presentación de Manuscrito hallado en un manuscrito, primer libro del escritor y artista Manuel Fons.
[fusion_builder_container hundred_percent=»yes» overflow=»visible»][fusion_builder_row][fusion_builder_column type=»1_1″ background_position=»left top» background_color=»» border_size=»» border_color=»» border_style=»solid» spacing=»yes» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» padding=»» margin_top=»0px» margin_bottom=»0px» class=»» id=»» animation_type=»» animation_speed=»0.3″ animation_direction=»left» hide_on_mobile=»no» center_content=»no» min_height=»none»][Nota del 23/6/2010: esta nota apareció originalmente el 10 de abril de 2008 y ahora contiene, gracias a las sugerencias de muchas personas, bastante más de 20 libros. Gracias a todas ellas.]
A pedido de Jako (en un comentario dejado antes de la remodelación del blog), y en vez de una auténtica reseña, que por el momento no puedo escribir (véase la última nota de marzo de 2008 para una explicación), ofrezco a continuación dos listas de recomendaciones: diez novelas y diez libros de cuentos de ciencia ficción que podrían interesar a alguien que se asomara por primera vez a esa corriente literaria difícil de definir pero presente en todos lados. Las antecede solamente una nota sobre cómo y por qué seleccioné los textos que recomiendo… Y esta portada de Science Wonder Stories, una de las revistas pioneras de la ciencia ficción en los Estados Unidos, ilustrada por Frank R. Paul.