¿Y si la imaginación fantástica mexicana tuviera su futuro en la narrativa gráfica?
Es posible que dos de las obras más populares dentro de la narrativa de imaginación en este país, en la actualidad, hayan sido no escritas (o no solamente escritas), sino dibujadas.
El día de hoy, al menos, dos narradores gráficos mexicanos tienen semejanzas muy interesantes:
Ambos se abren paso exitosamente en el medio editorial y a la vez tienen muchos lectores y partidarios fuera de él.
Ambos están en sintonía con varios aspectos del pensamiento y las relaciones sociales contemporáneas.
Ambos utilizan la imaginación fantástica como parte notable de toda su obra, y lo hacen de forma muy constante y peculiar.
Son el también novelista Bernardo Fernández “Bef” y Alejandra Gámez, autores respectivamente de dos obras que podrían llegar a ser clásicas en su especialidad: la novela gráfica El instante amarillo –segunda de su autor después de la muy celebrada Uncle Bill– y la serie The Mountain with Teeth, aparecida primero en línea y luego en libros; tres de ellos han sido editados de forma independiente –una campaña reciente en Kickstarter realizada por Gámez tuvo un éxito espectacular– y se ha anunciado la contratación de uno más por la editorial Océano.
Sin saberlo, muchísimas personas en México están interesadas en la imaginación fantástica. En su gran mayoría, han aprendido a buscarla exclusivamente como una distracción, una forma de escape, y no se les reconoce como un público porque no la buscan en los libros (ni siquiera en los que podrían ofrecerles lo que desean), sino en otras formas de consumo de mayor popularidad, como el futbol, YouTube, la televisión o las canciones de amor o violencia. Décadas de insistencia por parte de autores y aficionados de la narrativa de imaginación le han dado al menos una cierta cantidad de reconocimiento crítico, pero no la han vuelto un fenómeno de masas (como tampoco lo ha sido, por lo demás, casi ninguna obra ni corriente literaria hecha en México).
La narrativa gráfica, que se mueve por canales nuevos y tradicionales que no están asociados con los del reconocimiento de las élites o el público literarios, tiene sus propias dificultades, pero también, de entrada, la posibilidad de un alcance mayor, que no está limitado por la incomprensión o el menosprecio de la literatura que se puede encontrar en buena parte de la población de este país. Se puede ver en las redes sociales: la página de The Mountain with Teeth en Facebook tiene el día de hoy cerca de 210,000 seguidores, por ejemplo, y si bien este número no se acerca a las cifras comunes para cualquier músico o deportista realmente popular, es ocho veces más grande que el de los seguidores de Francisco Martín Moreno o Benito Taibo, dos autores con fans constantes y numerosos dentro de su especialidad y publicaciones habituales en línea.
De forma análoga, aunque con menos énfasis en la actividad en internet, Bef se convirtió en una figura popular –debe ser uno de los autores más queridos de México– con trabajos destacados en “géneros” como la narrativa policiaca, que actualmente es central en la literatura nacional por su facilidad para representar la violencia de nuestro estado en descomposición, pero que durante décadas fue menospreciada por la “crítica seria”.
Realizada en ambos casos con gran belleza y solvencia técnica, la narrativa de imaginación de El instante amarillo y The Mountain with Teeth tiene varias características que la vuelven muy actual. Esto no significa que ninguna represente literalmente situaciones de las que se consideran “de actualidad”, sino que parte de sus temas, sus influencias y estrategias narrativas y su visión del mundo están muy en consonancia con los de grandes públicos, especialmente jóvenes.
Donde más fácilmente puede verse es en cómo Bef y Gámez utilizan numerosas referencias de cultura pop en su trabajo: música, literatura, cine, televisión y (desde luego) cómics se citan constantemente, a veces como parte directa de sus tramas, a veces de formas subversiva o paródica y también, ocasionalmente, como telón de fondo de narraciones con otros propósitos. En ningún caso se trata de ejercicios dentro de los confines de un “género” masificado y bien reglamentado (como sí suelen serlo prácticas de apropiación como la fan fiction). Por ejemplo, la trama central de El instante amarillo es una historia de maduración y crecimiento, que podría haber sido tratada como un melodrama realista pero está constantemente marcada por escenas donde la imaginación de su protagonista se manifiesta, sobre la página, de manera objetivamente cierta. De la misma forma, detalles cotidianos de las tiras, páginas y viñetas de Gámez parecen tomados del natural pero se transfiguran en algo diferente –una realidad magnificada, hipertrofiada, y también más bella y compleja– al recurrir a lo fantástico.
Otro elemento central es el uso la autobiografía: los autores se asoman, sin ningún pudor, en sus páginas, a veces como personajes secundarios y a veces como protagonistas, pero siempre de manera reconocible. Tanto Gámez como Bef se representan seleccionando algunos de sus rasgos físicos más característicos –su peinado, su estatura, su vestimenta preferida– para crear imágenes icónicas de ellos mismos. Ninguno de los dos hace autoficción en el sentido estricto, pero sus lectores pueden hacerse la ilusión de conocerlos (o reconocerlos) incluso en sus historias más caprichosas.
Finalmente, aunque la personalidad que ambos proyectan en sus obras da una impresión de ternura y melancolía –subrayada por su estilo de líneas claras y sus paletas de colores–, también tiene un reverso: igual que las poses rituales de las selfies, que mezclan actitudes amistosas y agresivas, las obras gráficas de Gámez y Bef dejan entrever posturas ásperas, sarcásticas, que en Bef se resumen en una adopción consciente del carácter punk –como se entendía en sus años de formación, a fines del siglo XX– y en ambos resultan sumamente atrayentes porque resuenan con el modo en que muchísimas personas, jóvenes sobre todo, aprenden a manifestarse en línea y fuera de ella. Una seguidora elogia así a Gámez en Facebook: “me encanta la manera como nos muestra otra perspectiva de la cosas [que] para nosotros pueden ser tan comunes, ella nos enseña [que] todo tiene otro punto de vista”. Pero esas “cosas comunes”, en estos dos narradores, incluyen también numerosas relaciones sociales que suelen entablarse de modo calculadamente belicoso, sin demasiadas muestras de empatía, como para sobrecompensar una inseguridad profunda o con el deseo –parte de los valores de la actualidad– de superar a todos los demás en la tarea de mostrar una apariencia llamativa, que se entiende como fuente de gratificación personal e idealmente de fama verdadera.
Las obras de Bef y Gámez están documentando una contradicción importante en el pensamiento de las sociedades invididualistas, divididas, del occidente contemporáneo y por supuesto de México. Y lo logran con una sutileza y una claridad que sólo pueden conseguirse mediante la imaginación fantástica, que es una herramienta sumamente útil para explorar nuestra vida interior. Lástima de quienes solamente escriben (escribimos) alrededor de estos asuntos; por otra parte, si estos dos narradores estén marcando un camino que otros puedan seguir, la literatura de imaginación podría terminar ganando los públicos enormes que rara vez se ha atrevido siquiera a imaginar.
Estaré lejos de la red por algunas semanas. Aquí se verán los resultados del concurso de minificción y aparecerá (casi con seguridad) un cuento nuevo de la serie mensual, pero difícilmente podré responder mensajes. Dejaré dos entradas en esta bitácora. La primera fue una nota sobre la situación actual en México. La segunda es ésta: una serie de enlaces y varias invitaciones para la Feria del Libro de Guadalajara.
Gracias a los lectores que visitan este sitio. Y hasta pronto.
* * *
Por si van a la Feria del Libro de Guadalajara, los invito a lo siguiente: presentaciones y varias actividades del Encuentro Internacional de Cuentistas.
Jueves 4 de diciembre
17:00 a 18:50 hrs.
Mesa redonda «Latinoamérica Viva»
Salón Juan José Arreola, planta alta, Expo Guadalajara
Participa: Gabriela Alemán, Mario Delgado Aparaín, Rodrigo Fresán, Verónica Stigger
Modera: Alberto Chimal
20:00 a 20:50 hrs.
Presentación de Las fauces del abismo de Ignacio Padilla
Sala Elías Nandino, planta alta, Expo Guadalajara
Participan: Paco Ignacio Taibo II, Benito Taibo, Alberto Chimal
Viernes 5 de diciembre
10:00 a 11:00 hrs.
Presentación de libros de Editorial Resistencia: Kustos, libro II: Todos juntos ya, Los gachos y el evenflo y El Sombra dentro del Encuentro Internacional de Caricatura e Historieta
Salón 4, planta baja, Expo Guadalajara
Participan: Josefina Larragoiti, Alberto Chimal, Ricardo García «Micro», Gonzalo Rocha, Edu Molina
16:00 a 16:50 hrs.
Presentación de la novela Dark Doll de Raquel Castro
Ediciones B
Salón C, Área Internacional, Expo Guadalajara
Participan: Raquel Castro, Yeana González y Alberto Chimal
18:00 a 19:50 hrs.
Mesa redonda «El nuevo Decamerón» dentro del Encuentro Internacional de Cuentistas
Salón 3, planta baja, Expo Guadalajara
Participan: Mario Delgado Aparaín, Luis Jorge Boone, Alberto Chimal, Hebe Uhart
Modera: Ignacio Padilla
Domingo 7 de diciembre
17:00 a 18:50 hrs.
Galas de El Placer de la Lectura
Salón 4, planta baja, Expo Guadalajara
Participan: Eduardo Punset, Eloy Tizón, Gioconda Belli, Verónica Murguía, Alberto Chimal
En Storify he recogido algunos experimentos recientes de escritura por internet: dos de ellos son historias de horror compuestas a base de textos brevísimos. «Día Común» engrana los textos con imágenes aparentemente inocuas; «Ciudad X» se refiere a una ciudad presente y a sucesos actuales y quiere ser una imagen del malestar de estos días. (Sobre ese tema, por cierto, pienso también esto.)
Unas puertas se cierran, pero otras se abren. Una de ellas es la puerta de una nueva historia. Está en la parte de atrás de una librería de la ciudad de México. Y se abre a otro mundo, que será ilustrado por un gran historietista mexicano: Ricardo García «Micro».
Como se ve, estarán allí HoracioKustos, Jean Ray, dos niños (que tienen la colección de cómics más extraña del mundo) y más de un ser asombroso y temible.
Pronto.
Bernardo Fernández, quien firma como Bef y es escritor, monero, ilustrador y amigo querido de mucho tiempo atrás, celebra 20 años como artista visual con dos novedades. Una es Espiral, su primera novela gráfica, publicada por Alfaguara y que no sólo tiene un planteamiento muy interesante (una historia muda, sin diálogos, y que de hecho es una trama dentro de otra trama dentro de otra trama) sino que además es la punta de lanza, como Bef comenta en su blog, de una nueva oleada de comics mexicanos de autor:
La otra es una exposición: Historias de robots, que Bef describe como
compuesta por 20 imágenes digitales de 20 x 20 cm cada una, en edición limitada y numerada por un servidor. Cada una de ellas va acompañada por un minicuento de mi admirado colega y amigo, Alberto Chimal.
Podremos celebrar el honor y el gusto correspondientes en la inauguración de la exposición, que será este viernes 5 de noviembre a las 20:00 en Vértigo Galería, situada en Colima 23 local A, a media cuadra de avenida Cuauhtémoc, en la ciudad de México. Allá nos vemos.
Acaban de salir dos ediciones muy interesantes y asequibles de obras de Edgar Allan Poe. La primera es una nueva traducción de La caída de la casa de Usher, publicada por Nostra Ediciones:
Además del cuento en sí, por supuesto, hay que destacar la edición cuidadísima, cuyo diseño busca integrar el texto, sin quitarle una sola palabra, con las ilustraciones y una serie de artificios tipográficos: sin llegar a ser «arte secuencial», cómic en el sentido tradicional, los colores y las composiciones se vuelven una parte central de la experiencia de la lectura. Y el gusto visual del conjunto, creo, no tiene ningún rival en las ediciones recientes de Poe.
Además, las ilustraciones son espléndidas: su autor, el argentino Diego Molina, fue discípulo del gran Alberto Breccia y parece empeñado en llevar todavía más lejos el uso del negro y el claroscuro que hizo famoso a su maestro. La atmósfera de locura e intranquilidad de la historia de Poe, además, se logra visualmente con viñetas de trazos aparentemente apresurados, temblorosos, pero tan expresivos que se ve en ellos la mano de un artista que domina su oficio a la perfección.
Por último está la traducción, realizada por Andrea Fuentes Silva y Yeicko Sunner. Se trata de una versión nueva, que no recurre a la clásica de Julio Cortázar y no tendría por qué hacerlo: parte del sentido de la traducción es mantener vivos a los textos a pesar de los cambios en los idiomas y las culturas, y de hecho –con lo bueno y entrañable que es el trabajo de Cortázar– este año debió haber más traducciones como ésta, en lugar de sólo reediciones de las ya existentes. Muchos términos de la traducción de Fuentes Silva y Sunner son más precisos, más cargados de significado que los correspondientes en la de Cortázar; no sé si la intención de esta «Casa de Usher» es acercarse más a lectores de una cultura que se vuelca más en lo visual, pero en todo caso el resultado es excelente, y eso es lo que cuenta.
Alan Moore y Melinda Gebbie, Lost Girls.
3 tomos. Marietta, Top Shelf, 2006.
Este texto es una versión ampliada del que se publicó, sobre el mismo tema, en el último número de la revista Replicante. Agradezco a Chris Staros, de Top Shelf, por las imágenes, y advierto que todas las que siguen en esta nota son (como se dice en estos tiempos) «explícitas»; por lo tanto, invito a quien pudiera ofenderse al verlas a no seguir leyendo.
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Las historietas pornográficas –que tantos juzgan “lo peor que hay” pero en todas partes disponen de sus lectores culposos, agachones, fieles– ostentan las marcas vergonzosas de la vulgaridad. Censuradas con tiras negras o estrellitas blancas, a veces encerradas en bolsas de plástico, sus portadas acostumbran, encima, estar mal diseñadas y peor impresas y mostrar, como sus reclamos del deseo, una de estas posibilidades: imágenes claramente de archivo, o bien malos pastiches del hentai japonés o de cualquier otra tradición de pacotilla, o bien modelos que parecen más interesados en acabar pronto la sesión fotográfica que en cuidar sus cuerpos, asumir la pose o por lo menos fingir que hay algo de placer en lo que están haciendo. En gran parte del occidente –esa que todavía considera “avanzada” (o reprensible) la educación sexual– el porno se contagia del temor y la santurronería de sus detractores y, además de basto, parece querer ser feo: esto que está prohibido, parece decir, y que de todos modos estás haciendo y que te encanta, además es horrible; paga, avergüénzate, resígnate.