Hace casi treinta años, en 1990, publiqué un librito en Toluca, mi ciudad natal: La Luna y 37’000,000 de libras. Era (o es) un juego, una especie de anti-novela al estilo de Caza de conejos de Mario Levrero, el gran autor uruguayo, quien entonces me tenía tan fascinado como hoy.
Tengo el problema de que recuerdo muy fácilmente las frustraciones. Concretamente, de la recepción de aquel libro lo primero que se me viene a la cabeza es una reseña más bien idiota que apareció en un periódico local. Dado que el texto está hecho de minificciones entrelazadas, cada una en su propia página, el reseñista se quejaba del desperdicio de papel; también decía que yo era injusto con una empresa que generaba empleos y contribuía al progreso porque una de las «tramas» del libro –que se ramifican, vuelven sobre sí mismas y se disuelven unas en otras– cuenta que la Luna es destruida por una bomba atómica, para que la empresa Philips pueda reemplazarla con un enorme foco en órbita alrededor de la Tierra y cobrar mucho dinero. (En otras –peor todavía mi postura revoltosa–, la Luna se convierte en un campo de trabajos forzados en el que sus habitantes son esclavos de gobiernos y corporaciones de la Tierra.)
Nada de esto importa mucho. La reseña está tan en el olvido que no recuerdo el nombre de quien la escribió. Y hoy podría tratar de rescatar mi libro, de corregir los muchos errores que sin duda sí tiene…, pero el resultado no sería lo que escribió aquel muchacho que yo era. No puedo simplemente borrar su mejor esfuerzo. Mejor que se borre solo: que desaparezca.
Por otra parte, me acordé de todo lo anterior, brevemente, la otra semana, cuando recibí una invitación a colaborar en un artículo del diario Reforma: para conmemorar el medio siglo de la llegada del Apolo 11 a la Luna, a varias personas se nos hizo la misma pregunta: ¿cómo sería el primer alunizaje si sucediera hoy, en vez de en 1969? El muchacho que fui en 1990 se sintió feliz: un periódico de circulación nacional le daba espacio a la imaginación fantástica y reconocía su valor, porque especular acerca de los grandes acontecimientos de la tecnología –que son también sociales y políticos– resulta ser muy urgente en nuestro tiempo de enormes fracturas y cambios.
Se puede leer en línea el artículo completo, pero aquí les comparto mi propia idea, en una versión ligeramente más amplia que la que envié al diario:
Si el viaje a la Luna fuera en este 2019, estaríamos viendo la misión convertida literalmente en un reality show, protagonizado por los astronautas. Dichos personajes habrían subido a la órbita terrestre desde enero, para competir por el honor de ser parte de la tripulación del Apolo 11 y llegar a la Luna. Algunos serían pilotos, ingenieros, militares, pero la mayoría serían influencers, famosos de tercera o cuarta categoría, comentaristas de televisión.
Conviviendo a la vista del mundo entero en la Estación Espacial, los concursantes habrían vivido juntos y revelado todos sus trapos sucios y fallos de carácter. Realizando encargos de sus jueces, aliándose en equipos, traicionándose unos a otros, intentando volverse populares con el público de la Tierra, se habrían ido eliminando hasta dejar sólo tres ganadores. Los tres serían hombres blancos (no tan distintos de Armstrong y compañía, la verdad), pero además trumpistas recalcitrantes, que ya elegidos harían segmentos especiales para Fox News y se dedicarían a insultar al Partido Demócrata, los migrantes, las mujeres y las personas de color. Todos llevarían gorras rojas y repetirían las consignas favoritas de las masas de su presidente: metan en la cárcel a Hillary Clinton, Trump es inocente, que los «malos» se regresen a sus países de origen, etcétera.
Ya puestos en la nave, los tres llegarían a la superficie lunar y el primero en pisarla diría «Este es un pequeño paso para un hombre, pero un salto gigantesco para los Estados Unidos». Por supuesto. La intención del viaje en este año sería hacer campaña política y asegurar la reelección de Trump.
Los astronautas plantarían su bandera, un retrato de su presidente y una placa con los logos de todos sus patrocinadores.
Luego la Luna se repartiría entre los ricos oligarcas cercanos a la Casa Blanca, que mandarían a sus nuevos territorios a la siguiente generación de astronautas: obreros mal pagados y algunos administradores de minas y otras industrias. Porque el otro motivo del viaje sería explotar tanto como fuera posible aquella nueva fuente de recursos, y ganársela a los chinos, los indios y todos los demás.
(Releo esto y me parece que ese presente imaginado acabaría en una situación no tan distinta de la real. Ahora parece claro que probablemente viviremos para ver la privatización y colonización de la Luna. Probablemente veremos nacer a los primeros de nuestros descendientes que irán también allí, con esperanza o sin ella, a trabajar como los grandes empresarios y tecnócratas no trabajarán nunca. ¿Ya ves, reseñista? ¡Yo tenía la razón!)
[Aviso del 11 de febrero: la sede de la siguiente presentación cambió y la nota fue corregida para dejar la nueva dirección.]
Este miércoles 12 de febrero, la antología Manda fuego se presenta en la ciudad de Toluca. La cita es a las 18:00 horas en el Museo José María Velasco (Sebastián Lerdo de Tejada #400, esquina con Nicolás Bravo, Centro) la Subdirección de Publicaciones del Instituto Mexiquense de Cultura (Pedro Ascensio 103, casi esquina con Hidalgo, Centro; a poca distancia de la Alameda, donde antes estaba la Casa de Cultura de la ciudad). Presentará el libro la escritora Elisena Ménez. La entrada será libre y allí habrá, también, la posibilidad de adquirir el libro, que no se vende en librerías.
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Ya está circulando, por fin, la primera parte de la novela gráfica que hicimos el gran historietista mexicano Ricardo García «Micro» y yo, y sobre la que escribí el año pasado. Iba a llamarse Calle Destino pero hubo un súbito cambio de planes (es una historia larga) y ahora se llama simplemente Kustos. La publicó Editorial Resistencia, que más adelante lanzará la conclusión. De momento, puedo invitarlos a que conozcan el libro: una nueva historia protagonizada por el explorador Horacio Kustos, la más cercana a un escenario cotidiano (todo sucede en la ciudad de México) y probablemente, a la vez, la más aventurera de todas: la que más claramente tiene una trama enérgica, peligros y demás. Aparte, ésta no es versión de las historias que se encuentran ya en El último explorador, La torre y el jardín,El cuaderno de Horacio Kustos (su bitácora en Tumblr, que en semanas recientes ha ganado muchos seguidores) o las ocasionales series de minificciones en Twitter. Está pensada expresamente para cómic. Y a pesar de que su creación fue un poco accidentada, creo que todos los involucrados nos divertimos mucho haciéndola.
El libro se puede conseguir en librerías (sobre todo, de la cadena Educal) y directamente en la tienda virtual de Resistencia. Próximamente habrá presentaciones en diversos lugares.
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Quedó lista una primera etapa del acopio de referencias sobre William Burroughs al que varias personas convocamos la semana pasada con la etiqueta de red #Burroughs100. El resultado se puede leer en esta página de Storify (hay que avanzar a lo largo de varias páginas para ver la totalidad de lo reunido, que incluye contribuciones de más de un centenar de personas). Aprovecho para enlazar también al acopio que se hizo el año pasado sobre Ray Bradbury: #QueremosTantoARay. Muchas gracias a las personas que se interesaron en estos dos proyectos colectivos.
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Y también ya está en línea la charla que tuvimos, hace pocos días, Alejandra Flores, Daniel Barrón (a quien agradezco enormemente la invitación) y yo sobre el gran escritor uruguayo Mario Levrero, y que se transmitió por Canal 22.
En 2008, dentro de la sección «El cuento del mes» de este sitio, reproduje un cuento del gran escritor uruguayo Mario Levrero: «Caza de conejos». Es una de sus mejores obras y, de hecho, una colección mutante de minificciones entrelazadas que es un prodigio de imaginación.
El pasado 16 de julio recibí en mi correo electrónico un mensaje de una dirección identificada como «Agencia Literaria CBQ». La agencia existe, y tiene un sitio de cuyo dominio venía el mensaje, pero éste no estaba firmado. Lo reproduzco tal como llegó:
Desde la Agencia Literaria CBQ, representantes legales de MArío Levrero , les advertimos que sino bajais los libros de Levrero de esta web iniciaremos un proceso judicial contra vuestra página por descargas ilegales.
Una revisión del sitio de la agencia, en el que se declara que ésta es la representante de la obra de Levrero, fue suficiente para mí. En todas las versiones de este sitio ha aparecido una leyenda como ésta: «Los textos de ‘El cuento del mes’, que se publican sin fines de lucro, se retirarán cuando lo soliciten los dueños de sus derechos», y siempre he hecho constar esa aclaración con la intención de cumplir. Pero, la verdad, el tono amenazante del mensaje me desagradó tanto como el desinterés de quien lo escribió en lo que realmente estaba publicado aquí. En Las Historias nunca ha habido «libros» de Levrero puestos para descarga. Pude imaginar a una persona realizando una búsqueda en internet («mario levrero caza de conejos» o algo parecido) y pegando siempre el mismo mensaje en diferentes ventanas de correo electrónico.
Por mi parte, respondí del siguiente modo:
A quien corresponda:
Buenas tardes.
El sitio web que yo administro (lashistorias.com.mx) no ofrece ninguna descarga de libros de Mario Levrero. Tiene un solo cuento: «Caza de conejos», publicado como parte de una sección de divulgación y sin fin alguno de lucro. Si ese es el que me piden retirar lo haré de inmediato, por supuesto.
Y si además me pueden decir en qué editoriales, en qué ediciones recientes, aparece ese texto, tendré mucho gusto en promover esas ediciones. Soy admirador de la obra de Mario Levrero y mi intención al reproducir «Caza de conejos» era difundir esa admiración e impulsar que se busquen sus libros.
Quedo al pendiente de su respuesta.
Saludos,
Alberto Chimal
La segunda parte de mi mensaje es airada. No lo niego. Además de que este sitio no es el único lugar en la red donde podía encontrarse «Caza de conejos», en los que he podido hallar la intención de la publicación nunca es hacer dinero a costa de la obra del escritor sino, simplemente, ponerlo al alcance de posibles lectores: una labor que nadie ha hecho bien durante décadas.
Una respuesta llegó rápidamente:
Muchas gracias, Alberto, por tu respuesta. Te pido , por favor, que bajes el texto de allí. Caza de Conejos será editado por la editorial El Zorro Rojo. Te avisaré cuando salga, pero retira el texto de allí.
Saludos, CBQ
Y yo, como estaba fuera de casa y revisando mi correo electrónico desde un teléfono, respondí a CBQ:
A quien corresponda:
Hola. Hoy mismo retiraré el texto; estoy fuera de casa y no puedo controlar el sitio desde mi teléfono, así que me tomará un par de horas, pero no más. Ojalá que promuevas a Levrero con ese mismo celo: merece muchos lectores más que los que tiene ahora.
AC
Allí quedó la conversación. Menos de dos horas más tarde llegué a casa y, en efecto, borré el cuento del sitio.
Realmente deseo que Levrero tenga más y mejor difusión que la que ha tenido hasta ahora. Y si Libros del Zorro Rojo (por lo demás una editorial seria y muy interesante) publica en efecto «Caza de conejos», le deseo éxito. Lo que me preocupa es la impresión de que, según aquellos representantes de Levrero, cualquier publicación en línea es un acto de piratería.
No es sólo que, como suele ocurrir, se ignoren los aspectos más complejos de la difusión por internet, incluyendo el hecho de que, para muchas personas, la red no representa la oportunidad de obtener gratis un producto realmente disponible, sino de atenuar enormes desigualdades económicas y de acceso a la cultura. Parece que un signo de los tiempos que corren (tras la firma «en lo oscurito» del ACTA por parte del gobierno mexicano, al menos) será ese tipo de mensajes: agresivos y ciegos a la vez.
1. El 30 de noviembre murió en Belgrado, por complicaciones posteriores a un infarto, Milorad Pavic. Tenía 80 años. Será enterrado hoy en el cementerio de Novo Groblje.
2. Limitaciones de este blog ocasionan que el nombre del escritor no se pueda mostrar correctamente en su transliteración a caracteres latinos:
y menos en su forma original:
… pero sus lectores lo conocen. Éste es el novelista que, solo y sin ayuda, desde una lengua y una cultura de la que nos separa bastante más que las diferencias entre los alfabetos, demostró durante un cuarto de siglo poseer una parte deslumbrante, insustituible, de la imaginación del mundo.
3. «Imaginación» es un término problemático y del que se abusa por todas partes. En el sentido que le daban los antiguos románticos, define la operación de colocar en el mundo algo –al menos una idea– que no existiera previamente en él. Si nos atenemos a ese sentido, el más riguroso de todos, la mayor parte de los artistas, incluyendo aquellos que dicen dedicarse a lo fantástico, no imaginan: mezclan objetos preexistentes de una forma tal vez novedosa (y en realidad, casi siempre, ni siquiera eso).
El europeo anónimo que habló por primera vez del unicornio, acaso por haber visto un rinoceronte y no haber sabido cómo interpretar lo que veía, imaginó, porque la criatura resultante fue distinta al rinoceronte y al caballo y pronto se llenó de su propio sentido. H. G. Wells imaginó al enunciar un concepto imposible –«viajar por el tiempo»– de modo tan evocador y convincente (tan falsamente plausible) que la idea está con nosotros desde entonces y es fuente de ficciones innumerables. Milorad Pavic imaginó de una manera más sutil, pero no menos poderosa: sus libros, y en especial el más famoso de todos, su Diccionario jázaro (1984), propusieron que la novela era, podía ser, muchas cosas distintas de lo que hasta entonces se había llamado «novela».
4. El ejemplo más obvio es el más llamativo: el Diccionario, subtitulado, «novela léxico», es un hipertexto total, dividido en entradas de diversa extensión ordenadas alfabéticamente y en el que se puede empezar a leer desde cualquier página; siguiendo los enlaces –referencias cruzadas– de una entrada a otra se puede elegir entre incontables órdenes posibles de lectura. La novela deja de ser una línea de principio a fin –de planteamiento claro a desenlace contundente– y explota: se lanza a sí misma en todas direcciones a la vez y desconcierta para siempre nuestras costumbres milenarias de lectores. Además, los textos juegan a enmascarar de mil y un formas la «realidad» novelada –el mundo inventado en el que nos dejamos «atrapar» dócilmente cuando nos vemos ante un texto convencional– y volverlo elusivo, inasible.
¿Existieron los jázaros, o no? (respuesta: sí, pero no como dice ninguno de los libros dentro del libro) ¿Dónde están los demonios y los cazadores de sueños? (respuesta: depende de la versión que se quiera leer) ¿Cuál es el secreto: el sentido de los hechos extraños que enlazan épocas remotas y destinos fatales? (respuesta: no se sabrá nunca) Si tenemos suerte, nos daremos cuenta de que no puede haber una conclusión satisfactoria ni una explicación completa: si tenemos un poco más de suerte, entenderemos que también nuestra visión de la realidad, como la del mundo inventado de Pavic y la de la forma de su libro, puede estallar y expandirse. El Diccionario jázaro es la primera visión definitiva de la novela como paso a lo otro, la hiperrealidad, lo sublime múltiple y gigantesco, desde el Hiperión de Hölderlin (que es un poema).
Hay más de un precursor de esto –la doble novela que es Rayuela de Cortázar; la falsa edición crítica en Pálido fuego de Nabokov, etcétera–, pero Pavic es el primero que convierte en el centro de su obra esta transformación constante de la realidad a partir de la transformación constante de la novela. Todas sus grandes obras ensayan diferentes estructuras alocadas y argumentos delirantes: irrupciones de lo otro en el mundo. Paisaje pintado con té (1988) mezcla la forma de la novela con la del crucigrama; La cara interna del viento (1991) cuenta dos versiones de la misma historia –la de Hero y Leandro– en un libro bifronte, que se acaba en el centro; Pieza única (2004) propone un misterio policiaco minuciosamente ramificado, en vez de dirigido a una única solución, en el que cada lector puede arribar a la conclusión que más le apetezca…
5. Hace muchos años, por recomendación de Verónica Murguía y Ricardo Chávez Castañeda, leí el Diccionario jázaro. Su forma, su libertad, su profundidad humana, sus metáforas extrañas, todo llegó hasta mí a la vez como una explosión. (Tal vez como esa explosión.) Rompí todos los escritos que tenía en marcha en el momento, incluyendo una primera novela. Desde entonces he desesperado muchas veces, me he desviado, pero siempre he sabido que el camino, al menos para mí, está señalado por ese libro, como por algunos otros. No son los de moda, no son los apropiados al ánimo de la época, pero son los que me tocan.
Como Borges, Levrero, Calvino, Dick, Lem, Arreola; como todos lo otros: Milorad Pavic ya es de mis grandes muertos, mis otros padres inalcanzables.
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A pedido de Jako (en un comentario dejado antes de la remodelación del blog), y en vez de una auténtica reseña, que por el momento no puedo escribir (véase la última nota de marzo de 2008 para una explicación), ofrezco a continuación dos listas de recomendaciones: diez novelas y diez libros de cuentos de ciencia ficción que podrían interesar a alguien que se asomara por primera vez a esa corriente literaria difícil de definir pero presente en todos lados. Las antecede solamente una nota sobre cómo y por qué seleccioné los textos que recomiendo… Y esta portada de Science Wonder Stories, una de las revistas pioneras de la ciencia ficción en los Estados Unidos, ilustrada por Frank R. Paul.
Hola a todos… Como prometí hace poco, he aquí los primeros resultados preliminares de la encuesta que se abrió hace algún tiempo en esta bitácora para buscar los mejores libros de cuentos latinoamericanos de los últimos treinta años (1978-2007). Agradezco a todos los interesados que han dejado sus propuestas hasta el momento y los invito a seguir recomendando sus títulos y autores predilectos aquí mismo, o bien en la sección de comentarios de la nota original. Por supuesto, esta lista que estamos armando es arbitraria y subjetiva…, pero de eso se trata. Y estoy seguro de que muchos de nosotros hemos encontrado sugerencias muy interesantes y que no conocíamos.
Les recuerdo una vez más: la idea es proponer libros de los últimos treinta años, hechos por escritores de nuestros países. Cuando se mencione más de una vez el mismo libro, se consignará cada propuesta como un «voto» (lo que no implica que el libro más votado sea necesariamente «el mejor»).