Mi personaje inolvidable (III)
Para mí, el creador del surrealismo fue un compañero de la secundaria.
Era el siglo XX y estaba de moda La bamba, la película de Luis Valdez, así como la versión de Los Lobos de la versión de Ritchie Valens de la canción tradicional. Un día, en un receso, me quejé de que la letra de la versión de Valens/Los Lobos («ay arriba y arriba / por ti seré») era ridícula pues se comía versos de la original. Mi amigo comenzó a burlarse, cantando uno después de otro pedazos todavía más remotos de La bamba, y entre las tonterías a las que llegó estaba la siguiente: «para ser marinero se necesita / una poca de bamba y una escalera / yo no soy escalera / por ti seré, por ti seré, por ti seré».
¿Se creerá cuánto me fascinó aquello? La frase era una fantasía absolutamente absurda, irresponsable, loca. ¿Para qué la escalera? ¿Y quién quería tanto a ese otro que quería ser marinero como para convertirse en una? ¿Y cómo? Evidentemente, no la olvidé. Y supe del «encuentro fortuito en una mesa de disección de una máquina de coser y un paraguas» (aquella frase del Conde de Lautréamont retomada por los surrealistas) sólo hasta algunos años después…
Mi amigo sí llegó a olvidar lo que había dicho. Y luego salimos de la secundaria y nunca más volví a verlo. Me pregunto qué habrá sido de él. Tal vez no sea un insulto imaginar su vida posterior en una pequeña historia (o más de una vida posterior en más de una pequeña historia): crearle una biografía imaginaria a partir del único detalle que he mencionado, es decir, de su imaginación, que juntaba términos y conceptos con la misma valentía que el Conde de Lautréamont pero más de un siglo después…
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