Hoy se ha anunciado la muerte de José de la Colina, escritor mexicano. Nacido en España en 1934 y emigrado en 1940 –parte de los exiliados que huyeron de la dictadura de Francisco Franco–, de la Colina tuvo una larga carrera en la literatura y el periodismo, donde fue conocido como articulista y crítico de cine. Colaborador de numerosas publicaciones, ganador de varios de los premios nacionales más importantes, fue uno de los maestros del cuento y de la minificción. Los textos que aquí se reúnen aparecieron en Portarrelatos (2007), uno de sus libros tardíos, y son al mismo tiempo narraciones cómicas y ejercicios de estilo: cada uno es una versión distinta de La metamorfosis de Franz Kafka, contada en un estilo diferente, incluyendo los de varios autores famosos. El conjunto está también en Sólo Cuento VII, la antología que reuní para aquella serie de anuarios del cuento en español, publicada por la UNAM.
Ojalá sirvan como invitación a conocer el resto de su obra.
LAS METAMORFOSIS
José de la Colina
La metamorfosis, según la otra Biblia
En uno de los momentos del principio, Dios inventó al hombre. Y vio Dios que eso no era bueno. Y dijo Dios: “Hágase la metamorfosis”. Y despertó el hombre convertido en escarabajo. Y se dijo Dios: “Tal vez esto tampoco sea bueno, pero es más divertido.”
La metamorfosis, según Chuang Zu
Gregorio Samsa soñó que era un escarabajo y no sabía al despertar si era Gregorio Samsa que había soñado ser un escarabajo o un escarabajo que había soñado ser Gregorio Samsa.
La metamorfosis, según Hamlet, según Shakespeare
Ser o no ser. Ser escarabajo feliz o ser Gregorio Samsa infeliz: he ahí el dilema.
La metamorfosis, según Miguel de Cervantes
En un barrio de Praga de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho que vivía un joven viajante de comercio de los de camisa semanaria, corbata manchada de sopa y zapatos polvorientos. Es pues de saberse que este sobredicho viajante, en los ratos en que no andaba vendiendo, que eran los más del año, se daba a leer libros de entomología, ciencia que trata de los insectos, con tanta afición y gusto que olvidó de todo punto su trabajo y leyendo se le pasaban las noches de claro en claro y los días de turbio en turbio. Y, rematado ya su juicio con tales lecturas, vino a dar en el más extraño pensamiento en que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, para escapar al fisco y a los acreedores, convertirse en un escarabajo…
La metamorfosis, según Samuel Butler
Nunca Gregorio Samsa se sintió con mejor salud y más entonado como la mañana en que despertó convertido en un monstruoso escarabajo. Se dice que la señora Samsa, la madre, comentó la circunstancia con una señora vecina: Gregorio se había acostado tranquilo, con muy buen ánimo, etcétera. Cuando le conté esto a Borges, lamentó que ese rasgo no figurase en Kafka. Lo miré y le dije: “Yo también soy Kafka”.
La metamorfosis, según Pascal
El hombre es sólo un escarabajo, pero (aunque para su desgracia) un escarabajo pensante.
La metamorfosis, según Lewis Carroll
Entonces Alicia llegó a una habitación donde el señor K, que había despertado convertido en escarabajo, movía incesante y alegremente las patas.
—Oh, es terrible —dijo Alicia—. ¿No te sientes mal, acaso?
El insecto se atusó el bigote, que era lo único que le quedaba del señor K, y dijo:
—Me alegra que hayas venido, niña. Así podremos celebrar juntos mis 29 o 30 o 31 o quién sabe cuántos nocumpleaños de este mes.
—No es de personas bien educadas cambiar de conversación —replicó Alicia—. Eres un grosero.
—Niña tonta —contrarreplicó el escarabajo—, lo importante no es cambiar de conversación sino cambiar de interlocutor.
La metamorfosis, según Lautréamont
No es un hombre, ni una piedra, ni una planta, sino un insecto coleóptero, quien inicia este canto. Lector de ojos puros y frente aún no surcada por las uñas de la crueldad, esto te digo: no será sin peligro de tu alma, que supones inmortal (yo reiría si no tuviera los labios partidos), que te adentrarás en estas líneas impregnadas de execración, escritas sobre la piel tierna de un incauto infante por el joven de mirada azufrosa y frente estrecha, proscrito de todas las familias por él envenenadas con la literatura, pero puesto que osas avanzar en estas páginas pantanosas, no abandones a la almohada tu cabeza inflada por los vapores del tedio, no sea que despiertes, como yo, transformado en rampante escarabajo cuyas patas, difíciles de contar como los granos de sal del insomne océano, se agitan inconsistentemente, como las yerbas malignas en las noches de viento ululante. ¿No has oído la atroz carcajada del viajante de infame comercio al recorrerte la columna verterbal hueso a hueso?
Y así finalizó Gregorio Samsa su enésimo canto.
La metamorfosis, contada en el diván del psicoanalista
Gracias, doctor, por ofrecerme el diván, que es bien acogedor y además con su exquisita blandura incita a que uno afloje al subconsciente, tiene usted razón, para un psicótico como yo no hay nada como regalarse con una buena sesión de psicoanálisis, ah, perdone usted la excesiva agitación de mis muchas patas, es que estoy nervioso, y bueno, creo que lo mejor es que ya de una vez le diga cuál es el problema, resulta doctor que yo que soy un escarabajo muy racional y decente a cada rato tengo la pesadilla de que, horror, me he convertido en un monstruoso señor que es viajante de comercio y dice llamarse Gregorio Samsa y ¡ay doctor!, ¿no será que sufro de complejo de inferioridad?
La metamorfosis, según una declarante ante la ley
La de la voz desea hacer constar ante el señor juez y el señor secretario y el señor mecanógrafo y el señor abogado defensor de oficio y los señores licenciados y los señores periodistas aquí presentes, a quienes agradece de todo corazón el interés que manifiestan por su humilde persona, que efectivamente reconoce que ella pisotéo hasta matarlo a su esposo Gregorio Samsa, por mal apodo Goyo el Salsa, pero no lo hizo por tener instintos asesinos ni sucios intereses, sino porque la de la voz ya francamente estaba cansada de los malos tratos que él le daba, puros jaloneos y moquetes y hasta patadas a todas horas del día, y encima se burlaba de una, es decir la de la voz, y todos los fines de semana el tal Goyo llegaba muy tarde en la noche y bien tomado y nomás como por continuar la diversión, así como por puro gusto del relajo, le volvía a dar una paliza a la de la voz que aquí habla, que es mujer que, la mera verdad aunque otra cosa digan estos moretones, no nació para ser mujer sufrida, y que ya el colmo fue cuando una noche el tal Goyo, o séase el hoy occiso, llegó ebrio hasta las manitas y se tumbó en la cama y se notaba que estaba sufriendo de eso que llaman el delirium tremens, o algo así, y empezó a gritar todo espantado diciendo que se estaba volviendo escarabajo, y que entonces una, perdón, la de la voz, aprovechó la ocasión que la pintan calva y agarró un periódico y lo enrolló y entonces ¡zas!, que Dios perdone a la de la voz, pero sí, eso hizo: de una vez aplastó al escarabajo del tal goyo para que el canijo hijo de su escarabaja madre no sea desconsiderado ni abusivo y de una vez aprenda a respetar a una, ¡ay, este!, quiero decir a la de la voz.
La metamorfosis, según la sección de avisos de un periódico
Hombre de 28 años, mediocre, con mediano sueldo de viajante de comercio, con aspecto y hábitos de escarabajo, busca escarabaja joven, bonita y hacendosa pero sin grandes ambiciones. Escribir a Gregorio Samsa, calle Kafka número 19, apartamento 301, Praga.
La metamorfosis, según Samuel Beckett
puf puf puf no llegando puf arrastrándome puf quién soy agh puf tantas patas puf lo terrible es haber despertado oh yo no Gregorio agh yo escarabajo puf maldito Godot que me hizo puf mierda agh
Los historietistas británicos Alan Moore (guión) y Kevin O’Neill (dibujo) publican desde fines de los años noventa una serie titulada The League of Extraordinary Gentlemen (conocida en español como La liga de los Hombres Extraordinarios o La Liga Extraordinaria). En ella, personajes de diferentes obras de ficción “popular” del siglo XIX, desde el explorador Allan Quatermain hasta el Capitán Nemo, se unen para formar un grupo, como parodia de «equipos» de superhéroes como los que aparecen en Los Vengadores o la Liga de la Justicia, pero también incorporando toda clase de referencias de la literatura, el cine la televisión y la cultura popular en general para ambientar las aventuras del grupo en un mundo alterno: un universo de la imaginación que replica y a la vez expande el de sus lectores.
Hace algunos días, una persona me dejó este mensaje por medio del servicio ask.fm:
Si hicieran una “liga de hombres extraordinarios” de México, a quien meterias tu ? Obviamente de ley estaría kustos
Yo lo pensé un poco (desde luego me halagó la referencia a mi personaje Horacio Kustos; qué puedo decir) y respondí lo siguiente:
Estaría buenísimo. 🙂 Veamos… Una alineación que se me ocurre en el momento:
Horacio Kustos, explorador
El Conde de Saint-Germain, inmortal (viene en un cuento muy divertido de Fernando de León)
Xanto, luchador y superhéroe (de José Luis Zárate)
Andrea Mijangos, detective ruda (de Bef)
Gaspar Dódolo, cartógrafo enciclopédico (de Hugo Hiriart)
Fulvio, vampiro dark (de Andrés Acosta)
Nina Complot, anarquista (de Karen Chacek)
Fue una lista hecha deprisa pero con la idea de cumplir con algunos criterios generales: son personajes a) de autores mexicanos vivos, b) cercanos a la aspiración imaginativa y aventurera de los personajes reciclados por Moore y que c) pueden, al modo de la Liga Extraordinaria, imaginarse juntos en una narración de aventuras. Al parecer, éste es un juego que lectores y aficionados de habla inglesa han jugado en muchas ocasiones, con personajes de diferentes épocas de la literatura, el cine y la televisión. ¿Por qué no hacerlo aquí también?
Para expandir las referencias, agrego ahora que la versión de Saint-Germain de Fernando de León proviene del cuento «La noche de los inmortales»; Xanto es, por supuesto, derivado y parodia de El Santo, como lo imagina Zárate en la novela Xanto. Novelucha libre; Andrea Mijangos ha aparecido en las novelas policiacas Hielo negro y Cuello blanco de Bef; Gaspar Dódolo aparece en la novela Cuadernos de Gofa de Hiriart; Fulvio es el protagonista de Olfato y Subterráneos, novelas de Andrés Acosta, y Nina Complot aparece en la novela del mismo título de Karen Chacek.
Alan Moore elabora, a lo largo de las entregas de la serie, una historia milenaria de su Liga, con diferentes integrantes en diferentes épocas, todos tomados de los periodos correspondientes de la ficción en la que el escritor se concentra (y que básicamente es de origen europeo y estadounidense). Para mi versión del juego, no pensé demasiado de los «antecedentes» de mi liga, pero sí escribí:
La liga habría sido instituida por Soledad, princesa y heroína [/fusion_builder_column][fusion_builder_column type=»1_1″ background_position=»left top» background_color=»» border_size=»» border_color=»» border_style=»solid» spacing=»yes» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» padding=»» margin_top=»0px» margin_bottom=»0px» class=»» id=»» animation_type=»» animation_speed=»0.3″ animation_direction=»left» hide_on_mobile=»no» center_content=»no» min_height=»none»][de la extraordinaria novela Loba de Verónica Murguía] en la Edad Media, y trasladada a México por el Gran Reformador, viajero del tiempo [del cuento «Crónica del Gran Reformador» de Héctor Chavarría, clásico de la ciencia ficción mexicana].
El villano sería el hombre de los 50 Libros [la única excepción a la regla de los autores vivos: el personaje más extraño y perverso del libro La noche, de Francisco Tario], acompañado por Moisés y Gaspar [del cuento del mismo título de Amparo Dávila], invasores misteriosos y sin forma.
Puse en Twitter un enlace a la lista porque me divirtió. La vio el escritor y crítico Luis Reséndiz y propuso la lista de otra liga posible, con personajes más «clásicos» de la cultura mexicana:
Filiberto García (el detective de Complot mongol de Rafael Bernal)
El Santo (la base del Xanto de Zárate, por supuesto, y popularísimo en películas, cómics y la lucha libre durante el siglo XX)
Héctor Belascoarán Shayne (el detective de las novelas de Paco Ignacio Taibo II)
Kalimán (de la radio y los cómics, que en su día fueron los más populares de la historia de, cuando menos, América Latina)
Aura (de la novela corta de Carlos Fuentes)
Y el juego puede seguir (de hecho, se podrían muchos personajes simplemente considerando lo que se escribe y se publica en la actualidad). Lo que quisiera subrayar aquí es lo siguiente: el juego puede jugarse con personajes mexicanos, lo que da a pensar que la ficción producida en este país no es tan pobre, ni tan uniforme, como algunos quisieran creer. Hay un depósito al que no siempre recurrimos en nuestra propia imaginación (o en las muchas posibilidades de la imaginación que se han dado en el territorio y las culturas que llamamos mexicanos) y que podría servir para contar(nos) muchas historias, para darle sentido a lo que necesitemos decirnos.
Para terminar, agradezco que Bernardo Fernández Bef, dibujante e historietista además de escritor, se animara a dibujar la «liga mexicana» que inventé:
Hace un par de semanas, circuló en Twitter este juego: mencionar 30 libros significativos a partir de una lista propuesta en el blog llamado, apropiadamente, 30 libros. El juego me gustó porque no se trataba de hacer una lista de «los mejores libros del mundo» ni nada semejante, sino de encontrar relaciones entre la lectura y la vida, lo que siempre es enriquecedor y, cuando es difícil, lo es de formas interesantes. Varios amigos hicieron sus propias listas (está por ejemplo la de mi querido Bernardo Fernández «Bef») y me han permitido atisbar en sus propias vidas por medio de ellas.
Hice el juego en Twitter y luego los amigos de Ultramarina Cartonera publicaron una versión ampliada de mis respuestas. Ahora, amplío la lista un poco más aquí, de modo que cada título tenga una breve explicación de por qué lo elegí, y pongo de encabezado la ilustración que ellos crearon, con gracias y disculpas a partes iguales.
1. Uno que leí de una sentada: La historia interminable de Michael Ende
Fue en 1995; comencé a las 4 de la tarde de un jueves y terminé a las 3 de la mañana del siguiente día, estremecido. Estaba cansado pero no hubiera podido dormir. Mi mente parecía correr, a toda velocidad, por otra parte, muy diferente del cuarto en el que estaba, y del mundo.
Qué curiosa novela es Anathem (2008) de Neal Stephenson: entretenida, sin pretensiones, pero a la vez muy inteligente. Como ficción especulativa, juega a situar porciones de la historia y la filosofía de occidente en otro planeta (para alternarlas con una trama de aventuras que no contaré) y parte importante del texto tiene que ver con las religiones de ese mundo distinto y cómo se enfrentan entre sí y con quienes no creen en ninguna de ellas.
En alguna parte de esos enfrentamientos, el lector se entera de la cosmogonía (el relato mítico sobre el origen del universo) de cierta iglesia. Es la siguiente, que he traducido de mi ejemplar de la edición en rústica:
[fusion_builder_container hundred_percent=»yes» overflow=»visible»][fusion_builder_row][fusion_builder_column type=»1_1″ background_position=»left top» background_color=»» border_size=»» border_color=»» border_style=»solid» spacing=»yes» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» padding=»» margin_top=»0px» margin_bottom=»0px» class=»» id=»» animation_type=»» animation_speed=»0.3″ animation_direction=»left» hide_on_mobile=»no» center_content=»no» min_height=»none»][Aquella religión] había sido inventada unos dos mil años antes por algún profeta ingenioso que debía haber sido inusitadamente modesto, pues se sabía muy poco de él y no se le adoraba. […] Todas sus sectas y cismas estaban de acuerdo en que había otro mundo, ajeno a este que habitamos y más grande: en cierto sentido más real. Y que en ese mundo había un ladrón que asaltó a una familia. Mató al padre de inmediato, violó y luego mató a la madre, y se llevó como rehén a la pequeña hija de ambos. Poco después, mientras intentaba evitar que lo capturaran, estranguló a la niña inocente. Pero de todas formas fue capturado y encerrado en un calabozo por largo tiempo («la mitad de su vida») mientras esperaba que su caso fuera llegara a un Magistrado. En el juicio admitió su culpa. El Magistrado le preguntó si había alguna razón por la que no debiera sufrir la pena de muerte. El Condenado respondió que la había, y que había llegado a él durante sus años en el calabozo. Al meditar sobre sus horribles crímenes, lo único que no había podido expulsar de su mente había sido el asesinato de la niña –la Inocente– porque en ella había habido el potencial de hacer muchas cosas que ya nunca se realizarían. En toda alma, arguyó el Condenado, estaba la habilidad de crear un mundo entero, tan grande y tan variado como el que habitaban él y el Magistrado. Pero si esto era verdad para la Inocente, también debía ser verdad para el Condenado, y por lo tanto ni él ni nadie debía sufrir la pena de muerte.
Al oír esto, el Magistrado expresó su escepticismo sobre la capacidad del Condenado de generar un mundo entero. Aceptando el reto, el Condenado empezó a contar la historia de un mundo que había imaginado y a relatar las historias de sus dioses, héroes y reyes. Esto consumió el día entero, por lo que el Magistrado dio un receso a su corte, pero también advirtió al Condenado que su destino estaba aún en riesgo porque el mundo que había inventado parecía estar tan lleno de guerras, crímenes y crueldad como aquel en el que ambos vivían. La conmutación de la sentencia del Condenado sólo sería tan buena como el mundo que estaba inventando. Si los varios problemas de ese mundo no llegaban a una conclusión satisfactoria en la sesión del día siguiente, él sería ejecutado al anochecer.
Al día siguiente el Condenado intentó satisfacer al Magistrado, y avanzó un poco en su historia, pero al hacerlo introdujo nuevos problemas y dio vida a nuevos personajes de moralidad no menos ambigua que los primeros. El Magistrado no pudo hallar causa suficiente para ejecutarlo, así que el juicio continuó al día siguiente, y al siguiente, y al siguiente.
[Nuestro mundo] era justamente el mundo que se creaba día a día en la mente del Condenado en ese tribunal. Tarde o temprano todo acabaría en un juicio final por parte del Magistrado. Si ese mundo le parecía al final un sitio decente, dejaría vivir al Condenado y el mundo (nuestro mundo) seguiría existiendo en su mente. Pero si el mundo, por el contrario, sólo reflejaba la depravación del Condenado, el Magistrado lo haría ejecutar y nosotros dejaríamos de existir. Nosotros podíamos ayudar a mantener con vida al Condenado, y así preservar nuestra existencia y la de nuestro mundo, esforzándonos todo el tiempo en convertirlo en un lugar mejor.[…]
El Condenado representaba un principio creativo pero defectuoso. El Magistrado representaba el juicio y la bondad. La Inocente era la inspiración con el poder de redimir al Condenado.
Este mito parece arbitrario, aunque no faltan algunos que se le parecen en las historias antiguas. En todo caso, la propuesta es simplemente que los interesados inventen su propia cosmogonía: su propia historia del origen de Todo –tan extraña o caprichosa como deseen–, y la coloquen en los comentarios de esta nota.
Mientras se animan, felices fiestas.
Para que nadie acuse a esta bitácora de ser útil, lo que sigue es un juego:
En Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos, la biografía de Philip K. Dick escrita por Emmanuel Carrère, éste recuerda un chiste del escritor y editor Anthony Boucher al comentar los primeros esfuerzos de Dick en los años cincuenta y su decisión de dedicarse a un subgénero tan despreciado (y estrecho) como la ciencia ficción:
Por supuesto, tenía que arriesgar: producir en grandes cantidades, aceptar los cortes, los títulos absurdos y las coloridas ilustraciones de hombrecitos verdes con ojos saltones. Boucher solía bromear diciendo que si hubieran publicado la Biblia en una colección de ciencia ficción, habría sido en dos tomos de veinte mil palabras cada uno, al Antiguo Testamento lo habrían titulado El Maestro del Caos y al Nuevo La Cosa de tres almas.
¿Qué títulos le habrían puesto los editores de esas revistas añejas a otros libros? ¿Qué títulos absurdos o extraños se podrían poner en otros subgéneros? La propuesta es jugar a inventar esos títulos: renombrar absurda o impropiamente a libros conocidos para fingir que se «ajustan» a tal o cual subgénero.
Ejemplos. Retituladas como ciencia ficción de la que Dick tuvo que escribir al comienzo de su carrera, el Quijote de Cervantes podría haberse publicado como El guerrero demente, Orlando de Virginia Woolf habría podido ser El inmortal con dos sexos y 2666 de Roberto Bolaño podría haberse convertido en La ciudad del abismo infinito (o bien Bolaño hubiera sido obligado a ambientar su novela en el año 2666 y a quitarle unas 900 páginas)…
¿Más ejemplos? Como historia de horror a la Lovecraft, El viejo y el mar de Ernest Hemingway podría haber sido El que moraba en la profundidad sin nombre. Como historia a la Stephen King (para venderla en aeropuertos en tomos con grandes letras en la portada, para poder leerlos desde lejos), Casa desolada de Dickens se habría convertido en Combustión espontánea. Como novela rosa de vampiros a la Crepúsculo, Drácula de Bram Stoker habría tenido por título (tal vez) el subtítulo la versión fílmica de Francis Ford Coppola: El amor nunca muere…
(Otro más: Derecho de pernada o El padre de todos en vez de Pedro Páramo, para hacerla pasar por novela sensacionalista soft porno.)
Los lectores están invitados a proponer sus propios ejemplos en la sección de comentarios de esta nota. Se recomienda incluir no sólo el título original del libro que elijan sino también el subgénero.
Saludos…
El suplemento Arena, en el que tuve por algunos años la columna «Mundo raro», llegó a su último número el domingo pasado; los nuevos dueños del diario Excélsior, que lo publicaba, simplemente «avisaron» que ya no habría más, con la prepotencia y la tontería que nuestros prohombres ya ni se preocupan en esconder. La desaparición es otra mala señal de estos días (otra de muchas). Y éste es un artículo que apareció en Arena y luego, el año pasado, en La materia no existe. Se lo dedico a Miguel Barberena, amigo y editor generoso y solícito.
Para ilustrar que los comienzos son difíciles, como dice el cliché, pero también que nada debiera concluirse de ellos y son engañosas las imágenes románticas del esforzado que da sus primeros pasos contra toda esperanza, y triunfa de las dificultades por la mera obstinación, etcétera, presento esta anécdota: (más…)
La presente nota continúa con el tema de esta otra:
La idea de que un texto como «Sensible pérdid» de Pescetti pudiera ser un «límite» (y que no parece haber convencido a muchos de quienes dejaron comentarios, lo que de entrada es muy interesante) vino de pensar en el concepto de las influencias (literarias) que se ha vuelto tan popular en occidente a partir de la aparición de La angustia de las influencias (1973) del crítico estadounidense Harold Bloom, y más aún desde su libro verdaderamente famoso: El canon occidental (1994).
Un texto brevísimo de Luis María Pescetti, tomado de su libro Nadie te creería (2004):
SENSIBLE PÉRDID
Luis María Pescetti
Ls cutro vocles quí presentes hemos convocdo est reunión de prens pr confirmrles un notici que er un rumor público y que nos tiene sumids en el ms hondo pesr. Me refiero l sensible pérdid de nuestr querid compñer, letr precursor de todos los diccionrios: l primer de ls vocles. El dolor y l confusión de este momento no nos permiten ser ms extenss ni brindr ms detlles. Pero, simismo declrmos con l myor de ls firmezs que ningun de nosotrs cutro se encuentr enferm ni en peligro. Eso es totlmente flso.
Y hor disculpen, pero hoy no vmos poder dr lugr sus pregunts, les rogmos que comprendn l seriedd de este momento y ls dejen pr otr oportunidd. Debemos convocr los poets, los utores, los cntntes, cuentcuentos, conferencists pr resolver el enorme desfío de ver cómo hremos nosotrs cutro pr que ustedes puedn seguir expresndose con l plenitud de siempre. Grcis y buens trdes.