Estoy en Guadalajara, invitado a la III Bienal de Novela Mario Vargas Llosa. Es una serie de conferencias y mesas redondas acerca de la novela en general, y durante la cual se entregará también el premio literario que lleva el mismo nombre, y que tiene cinco finalistas.
Hoy en la mañana se publicó una carta abierta, firmada por escritoras y escritores de varios países de América Latina, en la que se critica la selección de los invitados a la Bienal y (más de fondo, más importante) el machismo y falta de perspectiva de género del «medio» literario. La reproduzco a continuación, completa. Viene firmada por una lista en la que se encuentran varias de las mejores escritoras de Hispanoamérica, incluyendo a Guadalupe Nettel, Mariana Enríquez, Fernanda Melchor, Rosa Montero o Samantha Schweblin, así como destacados autores hombres, editores, etcétera.
Las y los abajo firmantes queremos manifestar nuestro hartazgo y rechazo ante la disparidad de género que rige en la mayoría de eventos culturales y literarios en América Latina, así como la mentalidad machista subyacente. Es inadmisible que en el siglo XXI, en plena ola de reivindicaciones por la igualdad, se organice sin perspectiva de género un evento como la Bienal de Novela Mario Vargas Llosa, que tendrá lugar del 27 al 30 de mayo en la ciudad de Guadalajara, México.
En esta tercera edición participarán en los paneles trece hombres y tres mujeres, mientras que entre los finalistas del premio hay cuatro hombres y una sola mujer. Esto no debería sorprender, si consideramos que de los cinco miembros del jurado, cuatro son hombres. Este año no se diferencia mucho de los anteriores, lo que confirma que el criterio discriminador se impone por sistema: en 2014, se invitó a veinticinco hombres y apenas a seis mujeres; en 2015 a veintidós hombres y a ocho mujeres. Y en ambas ediciones, tanto el jurado como el grupo de finalistas tuvo la misma proporción desigual. En las dos bienales el ganador fue un escritor hombre. Podemos perfectamente adivinar de qué género será el ganador 2019.
Gracias a la lucha que desde hace mucho llevan a cabo las mujeres por sus derechos, por fin podemos descubrir a muchas escritoras que fueron borradas de la historia y del canon literario, denostadas, ninguneadas o silenciadas. Las mujeres escritoras han demostrado, además, por la calidad de sus obras, sus traducciones, su trabajo editorial y el reconocimiento que han adquirido en los últimos años, que la literatura escrita por mujeres es tan importante como la que escriben los hombres.
Sin embargo, las instituciones literarias siguen organizando y promoviendo espacios en los que la participación de mujeres aún es minoritaria o nula y, cuando se cuestiona, sus responsables recurren a una visión meritocrática falaz, en lugar de combatir desde dentro los privilegios masculinos –que los han llevado a cooptar los espacios por el simple hecho de ser autores hombres, buenos o malos– o de trabajar para ajustar esa desigualdad histórica que ha condenado a las mujeres a un lugar de subalternidad y silencio.
Como escritoras, escritores y personas vinculadas con el quehacer editorial, no podemos guardar silencio ni frente a la invisibilización de las autoras ni frente al acoso y abuso sexual que también son parte del statu quo de las letras, como ha revelado el reciente MeTooEscritoresMexicanos.
Las y los firmantes nos hemos comprometido férreamente con la igualdad y la transformación social, y por eso hemos adoptado como política urgente preguntar y demandar una participación paritaria en todos los eventos literarios de los que aceptamos formar parte; señalar y cuestionar públicamente en caso de que no se cumplan estas cuotas justas. Así mismo, queremos exigir un compromiso oficial por parte de las instituciones organizadoras, así como de la red de festivales, ferias, premios, congresos, y debates en torno al libro, para garantizar, de una vez y para siempre, espacios justos, respetuosos y libres de violencia para las mujeres.
Obviamente, la carta incomoda. Está bien que así suceda: ese es su cometido y su causa es justa. No se puede negar que las mujeres han sido postergadas, menospreciadas, ignoradas y sometidas a violencias de todo tipo durante siglos, ni que los hombres, en general, no criticamos y ni siquiera aprendemos a ver y reconocer ese trato injusto y desigual. Que las más de las veces actuamos desde una posición de privilegio que ni siquiera percibimos, porque nos conviene no percibirla.
En lo que hace a mi propio caso, aunque la invitación de la Bienal es una estupenda oportunidad para mí y la acepté con gusto, tengo muy claro que cualquiera de las autoras firmantes que mencioné arriba, y otras como Diamela Eltit, Lina Meruane o Mónica Ojeda (de quien recién he terminado Mandíbula, una novela genial, estremecedora) tienen más méritos para estar aquí que yo. La obra novelística de cualquiera de ellas es más reconocida y más importante.
Cada persona, si así lo desea, tendrá que tomar su propia postura en relación con este asunto. Por lo menos, yo espero que el tema se pueda discutir dentro de las conversaciones de la Bienal, ante el público, y que en adelante cambien los criterios de selección de este y otros eventos. Y hay algo muy simple que, como persona y como autor, puedo hacer de ahora en adelante: prestar atención a estas cuestiones y pedir que haya paridad en los eventos a los que se me invite, antes de aceptar estar en ellos.
Tengo una cuenta en Ask.fm y ayer me llegó esta pregunta:
La pregunta se refiere a dos textos: uno mío, «Generación Z», publicado en el libro del mismo título en 2012, y otro de Manuel Barroso, «La generación Schrödinger», publicado al año siguiente en la revista Penumbria. Empecé a responder en aquella red pero el texto se fue alargando. Vale la pena dejar aquí mi respuesta. Aquí va.
* * *
La verdad es que mi texto trata una cuestión diferente de la que trata el de Manuel. Además me preguntaba el porqué de una situación que estaba cambiando y escribía desde una posición muy personal.
La década pasada había muchas quejas (dentro del gremio de los narradores, al menos, y por parte de algunos críticos) respecto de los autores más o menos de mi edad. Se decía que ninguno podría medirse con Carlos Fuentes u otros consagrados porque ninguno había publicado una obra maestra alrededor de los 30 años. Y de ahí venían especulaciones sobre la decadencia general de las nuevas generaciones de autores mexicanos y otras profecías apocalípticas por el estilo. Mi ensayo especula que las condiciones en que autores de mi edad tuvieron que desarrollarse frenaron a muchos de ellos y por eso tardaron un poco más en crear obras «importantes», y ahora creo que sí hay algo de verdad en eso: al menos, está claro ahora que narradores ya internacionalizados hoy como Yuri Herrera, Guadalupe Nettel o Bef (nacidos todos a partir de 1970) empezaron a serlo después de los 30, y en cambio entre quienes llegan ahora a esa edad –la siguiente «generación», digamos– sí hay consagrados más tempranos, como Valeria Luiselli, Daniel Saldaña París o Laia Jufresa, celebrados por las autoridades de la cultura nacional y promovidos en el exterior desde la primera novela. Quedan en medio narradores como Carlos Velázquez, Antonio Ortuño, Emiliano Monge o Juan Pablo Villalobos, nacidos en la segunda mitad de los años setenta, pero se les asocia y ellos mismos se asocian con los más jóvenes y no con los nacidos a comienzos de esa década.
Si escribiera aquel ensayo ahora mencionaría más de estos nombres y me centraría menos en autores de temas e intereses cercanos a los míos. También mencionaría a Jorge Volpi y Álvaro Enrigue, que quedaban fuera de los recuentos de aquella época por haber nacido en 1968 y 1969 respectivamente cuando el límite de la «generación» (muy arbitrario, visto ya en retrospectiva) era 1970. Y hablaría también de la mercantilización de la figura del escritor y de la juventud entendida como «valor».
En aquel momento me sentía personalmente indignado por lo que me parecían (y eran, en verdad, casi invariablemente) declaraciones muy frívolas: genera(liza)ciones injustas. Yo nací en 1970; por tanto estaba dentro del grupo de los «fracasados por no haber publicado nada como La región más transparente a la edad en que Fuentes lo hizo». No podía ser «objetivo» y no intenté serlo. Con «La generación Z» estaba reclamando un poco de espacio que no se nos quería conceder y me alegra ver hoy que algunos, al menos, ya demostraron que sí lo merecían.
(Ah, y algo más que haría distinto ahora es el título del texto: debió ser «La generación R» por reviniente, o por resucitada, y no «Z» por zombi. La letra sigue demasiado asociada con el narcotráfico y la frase se ha usado en otros contextos y con otros sentidos en demasiadas ocasiones.)
A Manuel, en cambio, le interesan expresamente autores «raros», ajenos a las normas convencionales del «canon» de la narrativa nacional. En su texto sí es crucial qué escriben (escribimos) los autores que considera, y cómo se encuentran espacio y lectores no a pesar de la edad sino a pesar de la incomprensión o el desdén de un estamento cultural. Es una discusión distinta, aunque, claro es una que también me importa.
* * *
Algo más sobre La generación Z: un artículo reciente y muy amable de Gabriel Castillo Domínguez, publicado en Milenio, resalta algo que escribí en otro ensayo del libro. Escribe Castillo que el texto
(…) Nos plantea como hecho innegable que la cultura mexicana «ya está conquistada: la imaginación de millones de nosotros está colonizada por las ideas de la violencia, por las fantasías y mitos que le son propios» (el dramático caso del asesinato de un niño en Chihuahua por adolescentes que ‘jugaban’ al secuestro es una muestra, entre muchas).
No pensaba en un caso así cuando escribí esas frases, pero desde luego (y por desgracia) tengo que estar de acuerdo con él. Ya no se puede negar que lo que va del siglo ha visto el ascenso incontenible de la violencia como principio de la relación con el mundo de millones de personas en México. Nadie ha estado inmune. Alguien tendría que escribir un tercer ensayo, de hecho, sobre cómo ha penetrado la violencia a la literatura más allá de los temas obvios del narco y la política; por ejemplo, en las metáforas de la crítica (¿cuánta gente ha escrito ya que hay que escribir «con huevos» sin reconocer el machismo de la frase?) o en las formas de relación entre los escritores.
Un cuento de Guadalupe Nettel (1973), una de las narradoras más destacadas del país. Ptosis es un descenso de uno de los párpados: una asimetría que puede tener diversas causas y que, en el cuento de Nettel, marca al personaje que la padece y a su relación con el mundo. El cuento proviene del libro Pétalos y otras historias incómodas (2008), publicado por Anagrama. El texto está tomado de esta página.
PTOSIS
Guadalupe Nettel
El trabajo de mi padre, como muchos en esta ciudad, es un empleo parasitario. Fotógrafo de profesión, se habría muerto de hambre -y con él toda la familia- de no haber sido por la propuesta generosa del Dr. Ruellan que, además de un salario decente, le otorgó a su impredecible inspiración la posibilidad de concentrarse en una tarea mecánica, sin mayores complicaciones. El doctor Ruellan es el mejor cirujano de párpados de París, opera en el Hôpital des 15/20 y su clientela es inagotable. Algunos pacientes prefieren incluso esperar un año para obtener una cita con él en vez de optar por un médico de menor renombre. Antes de intervenir, nuestro benefactor le exige a sus pacientes dos series de fotografías: la primera consiste en cinco tomas cercanas -de ojos cerrados y abiertos- para que quede constancia de su estado antes de la operación. La segunda se lleva a cabo una vez practicada la cirugía, cuando la herida ya ha cicatrizado. Es decir que, por más satisfactorio que les parezca el trabajo, vemos a nuestros clientes sólo dos veces en la vida. Aunque en ocasiones ocurre que el doctor cometa alguna falla -nadie, ni siquiera él es perfecto-: un ojo queda más cerrado que el otro o, por el contrario, demasiado abierto. Entonces la persona se vuelve a presentar para que le tomemos una nueva serie por la cual pagará otros trescientos euros, pues mi padre no tiene la culpa de los errores médicos. A pesar de lo que pueda pensarse, las cirugías de los párpados son muy frecuentes y sus razones innumerables, comenzando por los estragos de la edad, la vanidad de la gente que no soporta las marcas de vejez en el rostro; pero también los accidentes de coche que a menudo desfiguran a los pasajeros, las explosiones, los incendios y otra serie de imprevistos: la piel de un párpado es de una delicadeza insospechada.
En nuestro negocio, cercano a la Place Gambetta, en el XXème arrondissement, mi padre tiene enmarcadas algunas fotografías que tomó durante su juventud: un puente medieval, una gitana tendiendo ropa junto a su remolque o una escultura expuesta en el jardín de Luxemburgo, con la que ganó un premio juvenil en la ciudad de Rennes. Basta verlas para saber que, en una época muy lejana, el viejo tenía talento. Mi padre también conserva en sus paredes obras de factura más reciente: el rostro de un niño muy bello que murió en el quirófano de Ruellan (un problema de anestesia) su cuerpo resplandece en la mesa de operaciones, bañado por una luz muy clara, casi celestial que entra de manera oblicua por una de las ventanas.
Comencé a trabajar en el estudio a la edad de quince años, cuando decidí dejar la escuela. Mi padre necesitaba un ayudante y me incorporó a su equipo. Aprendí entonces el oficio de fotógrafo médico especializado en oftalmología. Aunque después, con el paso del tiempo, me fui encargando de las labores de oficina, entre ellas la contabilidad del negocio. Pocas veces he salido a la ciudad o al campo en busca de una escena que inspire a mi veleidoso lente. Cuando paseo, generalmente lo hago sin la cámara, ya sea porque se me olvida o por miedo a perderla. Confieso sin embargo que a menudo, mientras camino por la calle o los pasillos de algún edificio, siento deseos repentinos de tomar una foto, no de paisajes o puentes como hizo alguna vez mi viejo, sino de párpados insólitos que de cuando en cuando detecto entre la multitud. Esa parte del cuerpo que he visto desde la infancia, y por la que jamás he sentido ni un atisbo de hartazgo, me resulta fascinante. Exhibida y oculta de manera intermitente, obliga a permanecer alerta para descubrir algo que de verdad valga la pena. El fotógrafo debe evitar parpadear al mismo tiempo que el sujeto de estudio y capturar el momento en que el ojo se cierra como una ostra juguetona. He llegado a creer que para eso se necesita una intuición especial, como la de un cazador de insectos, no creo que haya mucha diferencia entre un aleteo y un batir de pestañas.
Me cuento entre el escaso porcentaje de la gente a la que le apasiona su trabajo y, en ese sentido, me considero afortunado. Pero esto no debe causar confusiones: nuestro oficio tiene algunos inconvenientes. Por el estudio pasa toda clase de individuos, la mayoría de las veces en situaciones desesperadas. Los párpados que llegan hasta aquí son casi todos horribles, cuando no causan malestar, dan lástima. No es gratuito que sus dueños prefieran operarse. Al transcurrir los dos meses de convalecencia, cuando los pacientes, ya transformados, regresan por la segunda serie de fotografías, respiramos con alivio. Esa mejoría pocas veces alcanza el cien por ciento pero cambia por completo un rostro, su expresión, su gesto permanente. En apariencia los ojos quedan más equilibrados, sin embargo, cuando uno mira bien -y sobre todo cuando ha visto ya miles de rostros modificados por la misma mano-, descubre algo abominable: de algún modo, todos ellos se parecen. Es como si el Doctor Ruellan imprimiera una marca distintiva en sus pacientes, un sello tenue, pero inconfundible.
A pesar de los placeres que otorga, esta profesión, como cualquier otra, termina causando indiferencia. Recuerdo haber visto pocos casos verdaderamente memorables en nuestro establecimiento. Cuando esto ocurre, me acerco a mi padre que prepara la película en la trastienda y le pido al oído que me deje disparar el obturador. Él siempre accede, aunque sin entender la razón de mi súbito interés. Uno de esos hallazgos ocurrió hace menos de un año, en el mes de noviembre. Durante el invierno, el estudio, situado en la planta baja de una antigua fábrica, se vuelve insoportablemente húmedo y es preferible salir a la intemperie que permanecer en esa cueva gélida y oscura por las necesidades del oficio. Mi padre no estaba esa tarde y yo, muerto de frío junto a la puerta, me entretenía con las indecisiones de la lluvia mientras maldecía a una cliente que tenía más de un cuarto de hora de retraso. Cuando su silueta apareció por fin detrás de la reja, me sorprendió que fuera tan joven, debía haber cumplido cuando mucho veinte años. Un gorro negro, impermeable, le cubría la cabeza y dejaba resbalar las gotas por su cabello largo. Su párpado izquierdo estaba unos tres milímetros más cerrado que el derecho. Ambos tenían una mirada soñadora, pero el izquierdo mostraba una sensualidad anormal, parecía pesarle. Al mirarla me embargó una sensación curiosa, una suerte de inferioridad placentera que suelo experimentar frente a las mujeres excesivamente bellas.
Con una parsimonia exasperante, como si el retraso la tuviera sin cuidado, se acercó a preguntarme en qué piso se encontraba el fotógrafo. Seguramente me confundió con el conserje.
—Es aquí —le dije—. Está usted frente a la puerta —abrí el cerrojo y, en un gesto exaltado que ella no pudo adivinar, encendí todos los reflectores, como cuando en un salón de baile hace su aparición un miembro de la realeza. En cuanto estuvo adentro se quitó el sombrero, su pelo negro y largo parecía una extensión de la lluvia. Como todos lo clientes, me explicó que había conseguido una cita con el Doctor Ruellan para que resolviera su problema.
«¿Cuál problema?», estuve a punto de preguntar. «Usted no tiene ninguno». Pero me abstuve. Era tan joven. no quería turbarla y preferí hacer un comentario banal:
—No parece usted de París, ¿de dónde viene?
—De Picardía —contestó ella con timidez, evitando el contacto con mi vista, como suelen hacer los pacientes. Sólo que ahora, en vez de agradecerlo, esa actitud esquiva me desesperó. Hubiera dado cualquier cosa por seguir mirando durante la tarde entera ese párpado pesado y al mismo tiempo frágil y habría dado el doble porque esos ojos se fijaran en mí.
—¿Le gusta París? —pregunté yo, empleando un tono falsamente distraído.
—Sí, pero no podré quedarme mucho tiempo. En realidad he venido únicamente para la operación.
—París la atrapará, puede estar segura. Cuando menos lo imagine se vendrá a vivir aquí.
La muchacha sonrió bajando la cabeza.
—No lo creo. Quisiera volver cuanto antes a Pontoise, no me gustaría perder el año por esto.
La idea de que esa mujer viviera en otra ciudad bastó para deprimirme. Empecé a sentirme malhumorado. De manera repentina, quizás un poco brusca, interrumpí la charla para ir a buscar la película.
—Siéntese aquí —la apuré al regresar. Nunca en mi vida profesional había sido tan poco amable. La muchacha ocupó el banquillo y se echó el cabello hacia atrás poniendo sus rostro en evidencia.
—No sé si usted está enterada —le dije simulando compasión—. Los resultados nunca son perfectos. Su ojo no será jamás igual al otro. ¿Se lo ha explicado el doctor?
Ella asintió en silencio.
—Pero también me dijo que los dos párpados quedarán a la misma altura. Para mí es suficiente.
Me disponía a enseñarle una serie de fotografías de operaciones sin éxito con el fin de desanimarla. Pensé en decirle que, de cualquier manera, quedaría con el sello inconfundible de los pacientes operados por el doctor Ruellan, esa tribu de mutantes. Sin embargo, no tuve el valor necesario. Sin decir una palabra, coloqué el telón de fondo blanco detrás de su cabeza, apuntando el reflector hacia sus ojos. En lugar de las tres tomas habituales disparé el obturador quince veces y habría seguido así hasta el anochecer si mi padre no hubiera llegado.
Al escuchar el cerrojo de la puerta, apagué los proyectores de luz. La joven se puso de pie y se acercó al mostrador para firmar un cheque donde leí su nombre en letra de colegiala.
—Deséeme suerte —dijo—. Nos veremos dentro de dos meses.
No puedo describir el abatimiento en el que caí esa tarde. Revelé las fotos de inmediato; metí las más convencionales en un sobre con el sello del hospital y conservé la que me pareció mejor lograda en el cajón de mi escritorio: una toma de frente, soñadora y obscena.
Mis esfuerzos por olvidarla resultaron inútiles. Durante tres meses esperé con auténtico terror a que viniera por la segunda serie, de ninguna manera quería estar presente. Cada lunes echaba un vistazo a la agenda de mi padre para saber en qué momento ausentarme. Pero ella nunca vino.
Una tarde, a principios del verano, mientras caminaba por los muelles en busca de algún párpado interesante, volví a verla. El cause del Sena estaba sereno en esos días; las piedras reflejaban su color verde oscuro y su vaivén oscilante. Ella también iba mirando el río de modo que por poco chocamos de frente. Para mi gran sorpresa, sus ojos seguían siendo los mismos. La saludé cortésmente, haciendo lo imposible por ocultar mi júbilo, pero al cabo de unos minutos no aguanté más:
—¿Cambió de opinión? —pregunté— ¿decidió no operarse?
—El Doctor tuvo un impedimento y fue necesario aplazar la fecha hasta el fin del año escolar. Mañana ingreso en el hospital, como no tengo familia en la ciudad permaneceré dos días interna.
—¿Cómo van sus estudios?
—La semana pasada presenté mi examen en la Sorbona —respondió sonriendo—. Quisiera mudarme a París.
Parecía contenta. En su mirada advertí esa expresión de esperanza que suelen tener los pacientes en vísperas de cirugía y que otorga a los rostros más deformes un aire de candor.
La invité a tomar un helado en la isla Saint Louis. Una orquesta de jazz tocaba cerca y, aunque desde donde estábamos no era posible ver a los músicos, las notas se oían en el muelle como si emergieran del río. La luz del sol le teñía los párpados de naranja. Caminamos varias horas, a veces en silencio otras hablando de lo que sucedía durante el paseo; de la ciudad o del futuro que le esperaba en ella. De haber llevado la cámara tendría ahora alguna prueba, no sólo la mujer ideal sino también del día más alegre de mi vida.
Al anochecer la acompañé al hotel donde se hospedaba, una pocilga cerca de Bonne Nouvelle. Pasamos la noche juntos en una cama decrépita, en peligro constante de irse al suelo. Una vez desnudos, los veinte años de diferencia que había entre nosotros se hicieron más evidentes. Le besé los párpados una y otra vez y, cuando me cansé de hacerlo, le pedí que no cerrara los ojos para seguir disfrutando de esos tres milímetros suplementarios de párpado, esos tres milímetros de voluptuosidad desquiciante. Desde el primer abrazo hasta el momento en que, agotado, apagué la lamparita de noche, sentí la necesidad de convencerla. Entonces, sin ningún tipo de pudor o inhibiciones, le rogué que no se operara, que se quedara conmigo, así, como era en ese momento. Pero ella pensó que se trataba de una cursilería, una de esas mentiras exaltadas que se dicen en circunstancias como esa.
Prácticamente no dormimos esa noche. ¡Si el doctor Ruellan lo hubiera sabido! Él que siempre exige a sus pacientes el más absoluto reposo en vísperas de una cirugía. Ella llegó al pabellón pre-operatorio con unas ojeras que la hacían verse mayor y también más hermosa.
Le prometí acompañarla hasta el último momento y después, cuando se recuperara de la anestesia, venir a verla de inmediato. Pero no me fue posible: en cuanto la enfermera entró al cuarto para llevársela al quirófano me escapé reptando hasta el elevador.
Salí del hospital hecho añicos, como quien acaba de encarar una derrota. Pensé tanto en ella al día siguiente. La imaginé despertando sola, en ese cuarto hostil con olor a desinfectante. Hubiera deseado poder estar ahí acompañándola y lo habría hecho de no haber habido tanto en juego: mis recuerdos, mis imágenes de esos ojos que, de haber visto después, idénticos a los de todos los pacientes del Dr. Ruellan, habrían desaparecido de mi memoria.
Algunas tardes, sobre todo en los periodos austeros en que la clientela no ofrece ninguna satisfacción, pongo su fotografía sobre mi escritorio y la miro unos minutos. Al hacerlo me invade una suerte de asfixia y un odio infinito hacia nuestro benefactor, como si de alguna forma su escalpelo me hubiera mutilado. No he vuelto a salir con la cámara desde entonces, los muelles del Sena no me prometen ya ningún misterio.
Una invitación: del 15 al 17 de este mes (es decir, desde pasado mañana) se celebrará el Segundo Coloquio Internacional «Nuevas Narrativas Mexicanas: desde la Diversidad» en el Tecnológico de Monterrey, campus Ciudad de México, que lo organiza en colaboración con la Université de Lausanne (Suiza). En este coloquio, especialistas de diversas universidades del mundo discutirán tendencias como la literatura de la violencia y obras de autores como Mario Bellatin, Guadalupe Nettel o Carlos Velázquez. Además, habrá una charla con dos autores (Armando Vega Gil y Gerardo Piña) y yo tendré el gusto de dar (el viernes a las 16:00 horas) la conferencia de clausura. Su título será La música de lo que pasa y tendrá que ver con escritura, internet y varias otras cuestiones.
En este archivo PDF está el programa completo del Coloquio, que se celebrará, dentro del campus, en la Sala de Prácticas Judiciales, situada en el edificio de Aulas III, primer piso. Agradezco enormemente a Cristina Mondragón por la invitación a participar.
Aviso veloz: la antología Trazos en el espejo. 15 retratos fugaces se presentará en la Feria del Libro del Palacio de Minería este domingo 27 a las 12:00 del día. La cita es en el salón Manuel Tolsá del Palacio de Minería (Tacuba 5, Centro Histórico, ciudad de México). Como comenté en una nota previa, el libro es una colección de textos autobiográficos de los autores reunidos, y en él tengo el gusto de acompañar con un texto: «El señor Perdurabo», a Luis Jorge Boone, Hernán Bravo Varela, Luis Felipe Fabre, Agustín Goenaga, Julián Herbert, Brenda Lozano, Guadalupe Nettel, Antonio Ramos, María Rivera, Juan José Rodríguez, José Ramón Ruisánchez, Martín Solares, Daniela Tarazona y Socorro Venegas. Pueden ver más sobre la antología en este micrositio, creado por la editorial ERA, que publica el libro en coedición con la UANL.
También en la Feria, por supuesto, estará la nueva edición de Grey, que ERA también está poniendo en circulación ahora mismo… Si van, allá nos vemos.
El primer libro del año… Está a punto de aparecer una nueva antología: Trazos en el espejo. 15 retratos fugaces, publicada por la editorial ERA en coedición con la Universidad Autónoma de Nuevo León. Es una reunión de textos autobiográficos de un puñado de escritores de mi generación (sea lo que sea que signifique eso) y tengo el gusto de haber publicado un texto allí. Su título es «El señor Perdurabo», tiene que ver con la infancia y el presente y acompaña a otros de Luis Jorge Boone, Hernán Bravo Varela, Luis Felipe Fabre, Agustín Goenaga, Julián Herbert, Brenda Lozano, Guadalupe Nettel, Antonio Ramos, María Rivera, Juan José Rodríguez, José Ramón Ruisánchez, Martín Solares, Daniela Tarazona y Socorro Venegas.
Aparte, está ya en línea el nuevo número de la revista virtual Los noveles, que se acerca a su décimo aniversario y tendrá varias sorpresas para entonces. Entretanto, además de una sección muy nutrida de narrativa y varios otros textos muy interesantes, la revista tiene una nueva entrega de mi columna «La materia no existe»: un cuento extraño en el que aparecen Leonardo DiCaprio, cierto mundo de los sueños y, de modo oblicuo, El año pasado en Marienbad de Alain Resnais.
Tres novedades más en la Feria del Libro del Palacio de Minería:
1. En el stand de la editorial Almadía puede encontrarse ya el nuevo número, el cuarto, de la revista Número 0, dirigida por Pablo Raphael y Guadalupe Nettel. El tema del número es la fama, y en él aparece un nuevo cuento mío, «La llegada del reino». La premisa de la historia es simple: ¿quién sería, si lo deseara, el junior más famoso de todos, el galán verdaderamente imbatible, la única celebridad auténticamente inmortal?
También hay muchos otros textos, claro, y de autores como Bret Easton Ellis (!), Enrique Serna, Daniela Tarazona, Gonzalo Viñao, Alejandro Robles, Eloy Urroz, Wendy Guerra, Sandra Lorenzano y Lolita Bosch.
2. En quince minutos (y no podré ir, lo que lamento mucho) se presentará en la Feria (en el Salón de Actos del Palacio de Minería) la antología Negras intenciones, reunión de cuentos policiacos compilada por Rodolfo JM y publicada por la editorial Jus. El libro, por otra parte, estará a la venta a partir de hoy y (desde luego) incluso después de que la Feria termine. La colección (uno de los mejores testimonios de la salud del género negro entre nosotros, y la primera antología de un escritor excelente) incluye cuentos de F.G. Haghenbeck, Paul Medrano, Orlando Ortiz, Yolanda de la Torre, Gerardo Sifuentes, Alfonso Morcillo, Ricardo Guzmán Wolffer, J.M. Servín, Bernardo Fernández BEF, Antonio Malpica, Mauricio Alvarado, Rodolfo J.M., Edgar Omar Avilés, Vicente Alfonso y Benito Taibo.
3. Y otra novedad de Jus: este domingo, a las 17:00 horas, la editorial presenta en el auditorio 3 de la Feria el libro Lenta turbulencia, colectivo de cuatro de los autores jóvenes más talentosos de Michoacán: Luis Miguel Estrada, Alfredo Carrera, Atahualpa Espinosa Magaña y Edgar Omar Avilés. Espero poder ir a ésta, y desde ya queda la recomendación.
El concurso-taller virtual Caza de Letras se abre una vez más. La nueva convocatoria, la tercera, invita a cualquier persona interesada y que escriba en español sin importar su nacionalidad ni lugar de residencia. En esta ocasión se trabajará con un proyecto de libro de cuentos y el premio será de $100,000 más la publicación del trabajo ganador en Editorial Alfaguara. El concurso está organizado por la Dirección de Literatura de la UNAM y las bases pueden consultarse en este archivo PDF o bien al final de esta misma nota. Próximamente el sitio del concurso estará en línea con un rediseño que se propone hacerlo más ágil.
Los jueces de este año seremos Guadalupe Nettel, Martín Solares y yo. Además, el concurso podrá seguirse no sólo en el sitio web sino por medio de Facebook y Twitter. Ojalá se animen a participar, ya sea concursando, leyendo o criticando. Los dos concursos anteriores han sido experiencias muy intensas y muy enriquecedoras y éste sin duda lo será también.
Aquí las bases del concurso:
La Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM
a través de la Dirección de Literatura
convoca al
Tercer Virtuality Literario Caza de Letras
www.cazadeletras.unam.mx
Caza de Letras es un Concurso-Taller en línea de cuento que será dirigido por tres escritores, que también se desempeñarán como jurado, durante 7 semanas
BASES:
Primera etapa. Registro
Del miércoles 2 al lunes 14 de septiembre de 2009
1. Podrán participar escritores en lengua española de hasta 40 años con un libro de cuentos en proceso.
2. Los participantes de las anteriores emisiones del Virtuality Literario Caza de Letras podrán concursar nuevamente siempre y cuando utilicen seudónimo e imagen de identificación (ex libris) diferentes.
3. No podrán participar escritores que tengan parentesco directo con los organizadores, ni aquellos que actualmente laboren en la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM o alguna de sus dependencias.
4. El registro de aspirantes quedará abierto del miércoles 2 al lunes 14 de septiembre de 2009 en la página www.cazadeletras.unam.mx
5. Los autores deberán llenar una ficha de registro con los datos siguientes:
a) Seudónimo
b) Nombre
c) Nacionalidad
d) Tipo y número de documento oficial de identidad
e) Dirección
f) Teléfono(s)
g) Correo electrónico
6. El registro también incluirá la información siguiente:
a) Una breve semblanza curricular.
b) Al menos tres referencias biblio-hemerográficas de publicaciones de textos literarios de su autoría (libros individuales y/o colectivos, reseñas, ensayos, cuentos, poemas, artículos en periódicos o revistas, textos incluidos en antologías de cualquier género literario; se contarán antologías y revistas en internet).
c) Título y descripción del libro de cuentos en proceso.
d) Un libro de cuentos en proceso, rigurosamente inédito, del que ningún texto haya sido premiado ni se encuentre en dictamen editorial. La extensión mínima debe ser de 70 cuartillas. El material deberá entregarse en formato Word (.doc) con tipografía Courier de 12 puntos a doble espacio.
e) Una biografía del seudónimo elegido por el concursante, es decir, la historia imaginada del personaje bajo cuya identidad se amparará durante el tiempo que dure su participación en el concurso. Esta biografía podrá medir hasta 2,000 caracteres con espacios.
Nota: Los cuentos participantes no deberán haber sido publicados con anterioridad en medios impresos (libros, revistas, etcétera) ni electrónicos (revistas digitales, sitios institucionales y portales), y no podrán, bajo ninguna circunstancia, estar inscritos en ningún otro concurso ni en proceso de dictamen editorial.
Segunda etapa. Selección
Del miércoles 2 de septiembre al lunes 21 de septiembre 2009
1. Un comité dictaminador elegirá a los 12 participantes del concurso-taller.
2. La Dirección de Literatura dará a conocer oportunamente los seudónimos de los participantes y los nombres de los miembros del jurado.
3. Antes del inicio del concurso, los autores seleccionados deberán entregar o enviar a la Dirección de Literatura de la UNAM una carta en la que el participante manifieste que ninguno de los cuentos de su libro en proceso está inscrito en otro certamen literario o en dictamen editorial, así como copia impresa o digital del documento de identidad que haya utilizado para el registro, o de lo contrario quedará automáticamente descalificado.
Tercera etapa. Desarrollo
Del miércoles 7 de octubre al miércoles 25 de noviembre de 2009
1. Los escritores seleccionados recibirán una cuenta de blog ligada al portal www.cazadeletras.unam.mx, en la cual se identificarán únicamente con seudónimo y ex libris.
2. Cada concursante trabajará a través del Blog Taller con los miembros del jurado.
3. Durante las 7 semanas del concurso, los participantes deberán publicar los ejercicios solicitados por el jurado en su respectivo blog.
4. Cada participante deberá responder en línea, oportuna y públicamente, las dudas y comentarios tanto de los miembros del jurado como de los lectores de sus textos y ejercicios, sin estar obligados a dar respuesta a ofensas o invectivas.
5. Con base en el desempeño de los participantes, el jurado elegirá periódicamente a varios para salir del concurso. Estos se someterán a la votación del jurado y del público para salir o permanecer en el taller.
6. Las expulsiones se decidirán según los votos del jurado y del público, de manera que lleguen a la final al menos tres participantes, de los cuales se premiará a uno.
7. El jurado estará compuesto por tres escritores de trayectoria reconocida.
8. El jurado tendrá la facultad inapelable de nominar para expulsión a quien considere pertinente. Los seudónimos de los participantes eliminados de Caza de Letras, así como los de los participantes nominados para la siguiente expulsión, se darán a conocer periódicamente.
9. El fallo del jurado será inapelable.
10. El ganador recibirá un premio único de $ 100 000.00 pesos M.N. y la publicación del libro en coedición UNAM/Alfaguara.
11. Cualquier punto no contemplado en la presente convocatoria será resuelto por el jurado y los organizadores.
“POR MI RAZA HABLARÁ EL ESPÍRITU”
Ciudad Universitaria, a 14 de agosto de 2009
Hoy por la noche, a las 21:00 horas (tiempo de México), el programa Esquizofrenia de Canal 22 presenta «El mundo según Eddie», que presenta una serie de testimonios y entrevistas acerca de la influencia de Poe entre nosotros. El boletín (que es también invitación) dice:
ESQUIZOFRENIA
CANAL 22
estrena El mundo según Eddie
Viernes 15 de mayo de 2009 – 21:00 hrs.
Repetición: Lunes 17 a partir de las 01:30 am
En este programa penetramos en el mundo oscuro de Edgar Allan Poe. Nos adentramos en el aspecto simbólico de Poe, fuerza que ha influido no sólo en la literatura sino en la música y en otros aspectos sociales como la identidad de las tribus urbanas.
Escritores, músicos y darketos nos dan el testimonio sobre la influencia de este escritor nacido hace doscientos años.
Set de invitados:
Alberto Chimal.- Escritor
Adriana Díaz Enciso.- Escritora / Compositora
Salvador Moreno.- Vocalista de la Castañeda
Guadalupe Nettel.- Escritora
Daniel Drack.- Fundador de Orden del Cister
Mauricio Matamoros.- Experto en cómic
Ricardo Demencia.- Exsecror Vecordia
José Fors.- Vocalista de La Cuca
Rafael Aviña.- Crítico de cine