Ha terminado Caza de Letras II y la novela ganadora es No tengo tiempo de Ciencia Vudú, seudónimo de Arturo Leopoldo Vallejo Novoa, a quien envío muchas felicidades. El libro será publicado próximamente por Alfaguara y tendrá oportunidad de llegar a otros lectores, pero acaso quienes ya lo han seguido en línea estarán allí también. Ojalá que sí, y ojalá que pronto podamos ver publicadas las otras once novelas.
He aquí la lista completa de los participantes con sus seudónimos; a todos ellos los felicito (también) por su interés, por su disposición y por haberse atrevido a dar el primer paso: darse a conocer sin anunciarse, ocultarse en un nombre supuesto para que su trabajo pudiera defenderse solo.
José Said Arellano Sabag
(Nakedbeats) Marcos Orlando Cruz Camarillo
(Chirindangas) Ximena Cuenca Figueroa
(Xemióptera) Omar Alejandro Delgado Vázquez
(Disaki) Juan Carlos Esquivel Soto
(Encobijado del norte) Vanesa Garnica Villa
(Toru Watanabe) Salvador Paul Medrano Leyva
(S3co) Carlota Peón Guerrero
(Buzo de Nostalgias) Ana Ivonne Reyes Chiquete
(Ave Aura) Arturo Leopoldo Vallejo Novoa
(Ciencia Vudú) Andrei Vásquez Chávez
(Falso) Juan Gabriel Vázquez González
(Lucero)
Ahora repoduciré el texto de despedida que publicamos apenas los miembros del jurado. Pero antes, gracias a todos: esto no habría sido lo que fue (una gran experiencia, intensa y enriquecedora para todos los involucrados) sin los participantes, los lectores, los comentaristas (por igual partidarios y detractores) y, desde luego, sin la asistencia, el impulso y el trabajo constante de los organizadores en la Dirección de Literatura de la UNAM –en especial de Carmina Estrada, Rodrigo Martínez y Rosa Beltrán– y del equipo de la DGSCA que se encargó de construir y mantener el espacio virtual que pudimos ocupar.
Va, pues, el texto.
Henos aquí una vez más en la parte de despedirnos.
Esta segunda vuelta de Caza de Letras ha sido para nosotros una experiencia todavía más intensa que la primera: más sorpresas, contratiempos, prisas, desvelos, contrariedades, hallazgos, alegrías. Además, estos meses de trabajo nos han dado una nueva lección: no sólo hemos visto una vez más la tenacidad, el esfuerzo y el valor de un grupo de escritores enfrentados con el trabajo duro de un taller, sino que hemos podido leer, como nuestros visitantes, por lo menos el comienzo de doce novelas diferentísimas, con distintas aspiraciones y propuestas: una pequeña muestra de lo que se escribe hoy, de lo que sucede en este instante de la novela mexicana. Sólo una podía ganar, pero los doce competidores puede presumir ya de algo que eludirá por siempre (pues la vida es dura) a la mayoría de los aspirantes a novelista de este planeta: se han sometido, al menos por un tiempo, a la mirada y el escrutinio de lectores que nada les debían; ya han conocido el contacto humano que se logra exclusivamente por medio de la palabra escrita.
Lamentamos, sobre todo, las tres descalificaciones; las circunstancias fueron las que fueron y, sin duda, hubo para los participantes a quienes perdimos —y que debían, como todos, vivir al mismo tiempo su vida diaria y esta vida virtual— dificultades que no llegaron a saberse. Pero era necesario ser justos con los doce y actuar respetando la letra de las reglas cuando era preciso, así como su espíritu cuando era posible. En cualquier caso, aun los proyectos que no pasaron de las primeras rondas pueden llegar lejos: ya pasaron un primer proceso de criba rigurosa y, sospechamos, sus autores querrán volver por más tarde o temprano. Que así sea.
Deseamos toda la fortuna para estas doce historias y, también, para quienes las escribieron. Y agradecemos los comentarios, las sugerencias, las objeciones y las críticas ofrecidas por numerosas personas tanto a los participantes como a nosotros mismos. La novela es una forma de indagación, una expedición hacia el interior del ser humano, pero lo mismo puede decirse del proceso de escribirla y de la crítica de cuanto se escribe. De todo ello hubo en este concurso, este pequeño mundo electrónico del que todos fuimos parte y que ahora dejamos para volver al otro. Allá nos vemos.
Alberto Chimal
Álvaro Enrigue
Mónica Lavín
Saludos a todos. Nos vemos este domingo en Guadalajara para la premiación (más datos en cuanto los sepa).
Me invitaron a presentar, el pasado 4 de noviembre, el libro A bocajarro, novela de ciencia ficción de Adrián Curiel Rivera. Llegué tardísimo: la presentación fue en la Casa del Lago, dentro del bosque de Chapultepec, y el viaje tomó mucho tiempo más del previsto porque el Periférico y el Paseo de la Reforma estaban bloqueados; no supe por qué.
Entrando en la Casa me dijeron que la causa del caos vial en la zona era un accidente: un avión se había estrellado cerca de la Fuente de Petróleos, donde confluyen las dos avenidas que mencioné. Pero apenas puede prestar atención porque debía subir a la mesa de presentadores, que ya estaban allí: eran el doctor Fernando Curiel, académico de la UNAM, y Pablo Soler Frost, quien de hecho ya había comenzado su comentario y hablaba de Blade Runner, de las visiones del futuro que ponen en él lo peor del presente, de la facultad visionaria de la ciencia ficción.
Luego me tocó a mí y dije… algo distinto de lo que aparecerá en esta nota, por razones que explicaré. Pero estuve de acuerdo en que el libro mostraba una visión terrible de un futuro oprimido por la desinformación y la estupidez, y agregué que la mejor cualidad de la literatura fantástica (en la que se puede incluir, por supuesto, a la ciencia ficción, como una rama particular y riquísima) es obligarnos a ver más allá de las ideas sobre la realidad con las que intentamos reducirla a nuestra estatura humana.
Entonces el doctor Curiel empezó a leer su propio comentario, escrito en forma de carta: como es el padre del autor (creo que fue la primera vez que he estado en una presentación donde padre e hijo compartieran la mesa), el tono era cálido y el texto saltaba de un tema a otro como sugiriendo una gran familiaridad. A la mitad de la carta empezó a sonar un celular; resultó que era el del propio doctor Curiel, quien no sólo contestó sino que se embarcó en un diálogo rápido con quien lo llamaba; «Estoy en una presentación», dijo, y entre otras cosas, también, lo siguiente:
Dijo algo más, se despidió, colgó y yo pude ver, en el público, una colección de rostros asombrados que no olvidaré. Al término de la presentación, las conversaciones eran nerviosas: por supuesto, la noticia (que llamadas de otras personas confirmaban rápidamente) tenía algo de irreal. Alguien dijo:
–Como siempre, esto demuestra que la realidad supera a la ficción.
Como siempre, me pareció que la frase no tiene sentido, y pensé en responder, pero en el momento no pude hacerlo: me estorbaban recuerdos como el de los primeros días de 1994 (cuando el EZLN hizo su espectacular aparición pública) o el de julio de 2006 (cuando se separaron las aguas). Pero ahora que las cosas se han calmado un tanto: que se ha nombrado a un nuevo secretario de gobernación, que al muerto famoso se le ha perdonado todo, que las teorías conspiratorias agonizan en la abulia y la resignación, que ya hemos olvidado a los otros que murieron alrededor de Juan Camilo Mouriño y en realidad ni siquiera llegamos a enterarnos de quiénes fueron, y que (como siempre) llegan otras noticias a los titulares y las dudas se diluyen en imprecisiones y aplazamientos (11 meses para conocer análisis del avionazo; innumerables artículos-basura que dicen tantas cosas distintas que nos quedamos peor que antes), ahora es el momento de responder a esa afirmación, y también de hacerlo modificando un poco, sólo un poco, lo que leí en la presentación.
2. Lo que hubiera dicho si lo hubiera sabido en aquel momento lo que estaba pasando en Reforma y Periférico y que sucedería más tarde en relación con dicho asunto
Adrián Curiel Rivera, A bocajarro. México, Conaculta, 2008
Las palabras ciencia ficción conjuran numerosas imágenes, sugieren numerosas ideas, inspiran numerosas opiniones. Y son una mala traducción del inglés science fiction, que en castellano, con toda propiedad, debería ser “ficción científica” o, mejor aún, “narrativa científica”, o todavía más (atendiendo al espíritu más que a la letra): literatura especulativa, como proponía en el siglo XX el escritor Harlan Ellison; literatura dedicada a imaginar otras posibilidades de la vida humana a partir de lo que existe hoy. Esta categoría de historias es una rama, pequeña si se quiere, pero a la vez influyente y poderosa, de la literatura fantástica, que a su vez es parte –incomprendida a veces, pero siempre presente: desde el comienzo mismo del lenguaje– de la literatura a secas.
El nombre incorrecto se ha quedado, como sabemos, y algunos han llegado a contraerlo hasta “ficción”, solamente, como si el resto de la literatura fuera “realidad” o como si la realidad fuera tan inmediatamente asible: como si el avionazo de aquí junto –por ejemplo– no estuviera a punto de ser tema de innumerables teorías conspiratorias, sospechas paranoicas y versiones contradictorias que destruirán cualquier seguridad de que algún día sabremos qué pasó.
Pero con todo esto quiero decir que la ciencia ficción, pese a que algunos sostengan lo contrario, no es una sucursal de la divulgación científica, una herramienta didáctica, un conjunto de tramas simplistas para uso exclusivo de la industria del entretenimiento ni, mucho menos, un conjunto de posibilidades indignas de la imaginación. Muchas veces, casi siempre, se le ha reducido a eso. Pero la ciencia ficción (la mejor) ha sido la literatura visionaria de nuestro tiempo. No se trata de lo que va a pasar sino de lo que está pasando: de lo que entendemos o no podemos entender del mismo presente.
Aquí en México, sospecho, el que provengamos de la fusión violenta de dos culturas autoritarias y la dominante –es decir la española– haya continuado aquí el proceso largo y represivo de afirmación de la ortodoxia católica y castellana que había comenzado en el siglo XV, ha causado cierta atrofia de la imaginación. Pero aquí, como en el resto de occidente, la relación de la cultura con la literatura especulativa ha sido de amor y odio a la vez. Por un lado, como todo el mundo, hemos deseado creer en las visiones de un futuro sorprendente, de las maravillas que todavía podrían estar, gracias a la ciencia, disponibles para todos en un mundo cada vez mejor cartografiado, más despojado de misterios (ésta es, todavía, la base casi invisible del discurso triunfal y simplista de la mayoría de los políticos). Por el otro lado, ninguna maravilla en el papel ha podido con los horrores de la historia, que en los últimos cien años se han acumulado hasta el punto de hacernos descreer de toda idea de progreso y modificar nuestras especulaciones para convertirlas en pesadillas (ésta es una de las raíces del discurso de la abulia y la resignación actuales, de los millones que han visto cualquier posibilidad de futuro –y de participación en el futuro– retiradas de su alcance, luego de décadas de promesas).
Además: ahora se dice que la ciencia ficción, como el resto de la literatura, está de capa caída, en retirada y decadencia, a punto de ser suplantada por el reportaje, la autobiografía, todos los posibles relatos de la simple realidad. Sin embargo, basta que los medios se dediquen sistemáticamente a destruir la comprensión de un hecho cualquiera, como sin duda sucede ya mismo entre los despojos y los muertos al oeste de aquí: cuando ocurre, nos damos cuenta de que nuestra idea de lo que es real es fabricada –maquillada y rehecha, falsificada, censurada, regida por los poderes fácticos de la política, los medios y el crimen– y nos damos cuenta de lo que sucede en verdad: occidente, aturdido aún por los sucesos traumáticos y las desilusiones acumuladas durante décadas, ha preferido retraerse: ha perdido la confianza en su poder sobre lo real y se encierra en lo virtual para librar una lucha que sí cree, todavía, poder ganar, aunque sea a costa de todas las promesas de bienestar y enaltecimiento en las que había creído desde la época de la Ilustración. México es uno de los grandes laboratorio de falsificación (o de simulacro, para usar esa palabra famosa) que existen en el mundo: aquí todos los días se comprueba que si la existencia es terca, la percepción es dócil.
Todo esto se muestra en A bocajarro, que en cierto sentido es una novela fuertemente afincada en la vida tal cual es; como además es una novela especulativa, pura ciencia ficción en la estela de varios de sus autores emblemáticos, puede llevar «lo que es» todavía más lejos y colocarlo en un entorno que parece ajeno hasta que se observan todas sus semejanzas con nuestros miedos y preocupaciones. Basta decir que, en la novela, la nación ficticia de Urbarat vive a merced de una casta de comunicadores que nublan la comprensión de todo y mantienen embrutecida a una vasta población, que de pronto parece atrapada en un delirio circular más allá de toda memoria. ¿Se debe repetir el cliché de que «cualquier semejanza con la realidad…»?
El nombre del más destacado de los precursores de esta novela aparece en ella: Philip K. Dick, el gran autor estadounidense, cuyas novelas –Tiempo de Marte, Ubiky ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?– sufren, como casi todos los libros en la nación totalitaria donde se desarrolla la acción, la purga de todo el conocimiento, la inteligencia, la reflexión y hasta las fechas precisas que lleva a cabo el Animador, la última versión del dictador absoluto. Para acentuar la ironía, en este mundo donde la imaginación está prohibida y la verdad es imposible de descubrir el protagonista es un detective: Vicente Diamante, encargado de resolver un crimen desconcertante. Desde luego, no todo saldrá bien, pero aunque no diré qué sale mal, y qué vueltas reserva su creador a sus criaturas, sí puedo adelantar que la investigación del detective tiene tanto que ver con el muerto como con su propia naturaleza humana, y la de su propio mundo, consagrado no sólo a la opresión y la frivolidad sino también al simulacro: la destrucción de todo asidero con lo que llamamos la realidad es una metáfora de todas las formas en las que elegimos no ver cuanto está a su alrededor. En una época en la que toda la literatura parece, en ocasiones, condenada a ser sólo un producto de consumo, a sólo repetir las ideas confortables, una novela como ésta es una sorpresa estremecedora.
3. El fin
Tras salir de la Casa del Lago tomé un taxi. El conductor y yo hablamos del avionazo, y de pronto él sacó su celular y me contó que un pasajero le había transmitido, mediante Bluetooth, un video que había tomado muy cerca del sitio del ¿accidente? Luego transmitió a mi propio celular el mismo video, en el que no se ve ni se oye mucho: gritos, bocinas y motores acompañan a una mancha negra salpicada de luces amarillas y anaranjadas.
El hombre estaba feliz y pensaba que tal vez el video podría venderse a alguna televisora. Yo pensé que apenas había relación entre aquellas imágenes y lo que había pasado, lo que estaría pasando todavía por algún tiempo, y de lo que él y yo y todos ya estábamos infinitamente separados.
Pero brevemente me sentí, adoctrinado que estoy, en una de esas escenas que sí abundan en las películas y los libros futuristas: emocionado por el aparatito y sus humildes poderes.
[Posdata: además del enlace al texto de Edgar Clement sobre el avionazo, que se pierde un poco en un párrafo anterior, agrego otro más: este texto de Sergio J. Monreal es excelente porque se refiere lúcidamente a lo importante que no vemos, que tan alegremente elegimos no ver.][/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]
Mientras llegan varios textos prometidos y se acercan tanto el cuento del mes como el final de Caza de Letras:
0 [fusion_builder_container hundred_percent=»yes» overflow=»visible»][fusion_builder_row][fusion_builder_column type=»1_1″ background_position=»left top» background_color=»» border_size=»» border_color=»» border_style=»solid» spacing=»yes» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» padding=»» margin_top=»0px» margin_bottom=»0px» class=»» id=»» animation_type=»» animation_speed=»0.3″ animation_direction=»left» hide_on_mobile=»no» center_content=»no» min_height=»none»][actualización]. Mañana miércoles, 19 de noviembre, participaré en la presentación del libro Alguien tiene que perder de César Gándara, publicado por la editorial Jus. La cita es en Donceles 66, casi esquina con Palma, en el Centro Histórico de la ciudad de México, a las 19:00 horas.
1. «La materia no existe» fue el nombre de mi primera bitácora y ahora es el nombre de una nueva columna que escribiré regularmente para la revista virtual Los noveles. Por lo demás, está comenzando la nueva etapa de esta publicación de ya larga carrera.
2. Invitación: este sábado 22, a las 12:00 del día, se presentará la antología Atrapados en la escuela. Segunda generación, compilada por Beatriz Escalante: una reunión de historias de todo tipo para adolescentes. Estaré en la mesa de presentación junto con Juan Villoro, José Gordon, Óscar de la Borbolla y la propia Beatriz; la cita es en la Librería del Sótano de Coyoacán (Miguel Ángel de Quevedo, casi esquina con Universidad).
3. No una ni dos sino tres entrevistas han aparecido recientemente. Dos están en línea aquí y aquí y la otra se publicó en el periódico 8/Ochenta de la Universidad Iberoamericana. (Gracias a Sergio Hernández, Martín Fragoso y Montse Reyes, los entrevistadores)
4. Un proyecto gordo en el que participo está ya por [comenzar a] salir. Es El libro rojo, coordinado por Gerardo Villadelángel y cuyos tres tomos publicará el Fondo de Cultura Económica. En la red hallé la descripción siguiente:
El libro rojo [es] una edición excepcional que reúne el trabajo de cerca de 300 autores –historiadores, cronistas, narradores y artistas visuales– que interpretan literaria y estéticamente, con textos e imágenes, crímenes ocurridos en nuestro país entre 1868 y 1928 [a la manera del Libro rojo original, de Vicente Riva Palacio, que justamente se detiene en el año 1867]. Los siguientes volúmenes se ocuparán de 1929 a 2008. El tratamiento es una lectura libre de los acontecimientos con los hechos violentos del periodo referido como leitmotiv. Dicho en palabras del prologuista, el escritor y dramaturgo Vicente Leñero,la idea del libro es “componer, a la manera de un Balzac colectivo, la tragedia humana del crimen a través de la historia de México. Del asesinato, para precisarlo bien. El asesinato en la historia de México. La historia de México desde la óptica de sus asesinatos elocuentes”. Entre los autores participan Enrique Krauze, Jean Meyer, Eugenia Meyer, Paco Ignacio Taibo II [y] Álvaro Uribe; entre los artistas plásticos se hallan Alberto Castro Leñero, Helen Escobedo, Jan Hendrix [y] Boris Viskin.
Hacia los años cincuenta de ese libro, es decir en el tomo II, estarán entre otros crímenes famosos los de Higinio «El Pelón» Sobera, a la vez nebuloso y fulminante. Quedan avisados.
5. Hay otras cosas por venir, de las que escribiré pronto. Entretanto, gracias a todos por su visita. Suerte.[/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]
Debía esta nota desde hace días, y para compensar la he convertido en dos notas. He aquí la primera, que no deja de tener su parte turística.
Hace un par de semanas regresamos de Canadá: once largos días en las ciudades de Calgary y Banff, en donde participé en el festival internacional Wordfest. De entrada puedo decir que todo fue muy bien: el equipo organizador nos trató de maravilla y el festival, que tuvo actividades en ambas ciudades a lo largo de más de diez días, estuvo hermosamente organizado. Calgary no es la ciudad más grande de Canadá y a veces, supe allá, se le mira con cierta condescendencia en el otro extremo del país, en Montreal o Toronto. Pero ya quisiéramos en nuestras ciudades pequeñas actividades culturales como la de ésa.
Esta impresión de ligera inferioridad (típica de los viajes de mexicanos al extranjero) puede tener sus matices…, pero eso será para la próxima nota; ahora, una lista veloz de las mejores cosas durante Wordfest:
1. El trato de Emma Knipe, encargada de operaciones del festival, así como de la fundadora de éste, Anne Green, y en general de todos los trabajadores, voluntarios y patrocinadores.
2. El mero hecho de haber podido pasar, de Calgary, a Banff, un pueblo hermosísimo en medio del enorme parque nacional que lleva su nombre, y al Banff Centre, que debe ser uno de los mejores lugares para escribir que hay sobre la Tierra. (La imagen es del estudio Henriquez, uno de los ocho que se ofrecen para residencias artísticas en el Centro.)
3. La lectura bilingüe en la Universidad de Calgary, en la que estuvimos la poeta mexicana Coral Bracho y yo, presentados por la maestra Candelaria Konrad. El público estaba muy atento y hubo preguntas muy interesantes (además de que me tocó encontrar allá a Gerardo Piña, un escritor a quien le había perdido un poco la pista pero que acaba de publicar su primera novela y del que me siento muy cercano). Como no me sentía muy seguro para leer las traducciones en inglés que había preparado, acepté la propuesta del festival de que se encargara un actor. Suerte espectacular, pues el actor que se ofreció para la lectura, Iain Dunbar, me ayudó no sólo leyendo las traducciones sino además revisándolas, y detectando varios errores. Ah, y algunas personas se quedaron con copias un cuadernillo (chapbook, que les dicen) con los textos que preparamos para la ocasión.
3. El Museo Glenbow de Calgary, y en especial una exhibición que tenían de arte fantástico: una auténtica maravilla de colección entre cuyas piezas –pintura, escultura, video, instalación– había al menos una obra maestra: El Instituto Paraíso, de los artistas canadiense Janet Cardiff y George Bures Miller, una instalación creada en 2001 para el pabellón canadiense en la Bienal de Venecia que se finge un cine antiguo, mucho más grande por dentro que por fuera, en el que la trama de la película se mezcla con las acciones de los espectadores fantasmales que rodean a los de verdad mediante una banda sonora más bien espeluznante. ¿Alguno de ustedes conoce a un director de museo o instituto de cultura que quisiera traer esta pieza? Si me dicen que ya estuvo en México, de todas formas abogaría por su regreso…
4. Y los escritores. Hubo de todo, como en cualquier encuentro, pero los más valiosos de aquellos con los que al menos pude conversar merecen mencionarse siquiera velozmente. Randall Maggs, poeta de Newfoundland, quien acaba de publicar una biografía en verso de Terry Sawchuk, un legendario goalie del hockey sobre hielo; Cecil Castellucci, narradora y rockera indie; Jaspreet Singh, escritor emigrado de la India que presentaba su primera novela y un libro extraordinario de cuentos, 17 tomates; Rawi Hage, a quien tuve el gusto de conocer hace algunos años, justo antes de que se volviera famoso en Canadá, y con quien fue posible celebrar la salida de su segunda novela, Cucaracha, poco antes de que la nominaran para al menos tres premios literarios. E Ikwunga, «el poeta afrobeat», originario de Nigeria, profesor, psiquiatra y músico. Escucharlo rapear en el «Cabaret de poesía» en el Banff Centre fue extraordinario.
Ahora, por si puede interesar, un regalito. En 2002, cuando fui al Banff Centre por primera vez, encontré en su biblioteca (entre varias ediciones curiosas que me acompañaron en largas tardes) un archivo de grabaciones en disco compacto. Y entre los discos había una colección de Música clásica secular de Bizancio, grabada por el musicólogo y matemático griego Christodoulos Halaris. La grabación recupera piezas de grandes compositores de la época y se propone como una grabación «a la manera original» y con instrumentos tan cercanos como es posible a los de aquel tiempo. Ahora he leído que hay polémicas alrededor de la fidelidad de las interpretaciones de Halaris y su equipo; la música no deja de ser muy hermosa, y en aquel momento me conmovió enormemente, y fue la banda sonora de todo mi tiempo de escritura allá, que vio aparecer partes de Grey y de otro proyecto del que espero hablar más tarde, en algún otro día.
¿El regalo? «El salterio», una pieza de Juan Koukouzeles (¿1280?-¿1360?), santo de la iglesia ortodoxa griega además de cantante y compositor en la corte de Andrónico II de Constantinopla. Nacido en Macedonia, quedó huérfano a temprana edad, y la historia de su nombre es curiosa: su apellido era Papadopoulos, pero en la escuela imperial de música, a la que pudo asistir gracias a una beca que ganó por su excelente voz, sus compañeros se burlaban de él y le pusieron un apodo hiriente: «koukouzeles» es una palabra inventada, que sugiere el tartamudeo de alguien que intenta decir «coles» y «frijoles» en griego y a la vez. Más tarde, en cualquier caso, Koukouzeles también fue conocido como «Angelophonos» (voz de ángel).
Además (hallo en las fuentes escasas de que dispongo) de ser un intérprete sumamente popular, Koukouzeles reformó profundamente la notación y la composición de la música de su tiempo, y se le recuerda (encima) por haber huido de la corte de Andrónico para refugiarse en el monasterio de Monte Athos, donde siguió componiendo y cantando hasta su muerte.
Todo esto es nada más una muestra pequeñísima de una gran experiencia…, de la que salió también una serie de ideas sobre libros, editores y varios temas afines, de los que pronto volveré a contarles.
Ya de vuelta de Canadá, y en lo que redacto un texto más extenso sobre ciertos hechos, ciertos libros, ciertas ideas y también ciertas personas que encontré en el viaje (y por todos los cuales los últimos 11 días fueron una gran experiencia), dejo el siguiente aviso: está por comenzar la edición 2008 del Festival Radio Macabro, y el programa completo se encuentra a continuación. A ver si pueden ir y así coincidimos; la cita es en el Centro Cultural de España en la ciudad de México, y en especial recomiendo que todos los interesados vayan a ver al maestro Vicente Morales, el gran creador mexicano de efectos sonoros, y a Lorenzo León, uno de los escritores más interesantes y menos conocidos de nuestro país.
Cartelera de actividades IV FESTIVAL RADIO MACABRO
¿Tú, sientes miedo?
Inauguración:
Viernes 31 de octubre
20:00 horas
Terraza del Centro Cultural de España
HOMENAJE AL MAESTRO VICENTE MORALES, musicalizador y efectista de la radio en México (Kalimán, El monje loco, Apague la luz y escuche, Ahí viene Martín Corona, etc.), con un recorrido lleno de recuerdos, sonidos y efectos especiales en: “LO SONADO DE ULTRATUMBA.” Del más allá radiofónico regresa Lo Sonado para jugar con la palabra SENTIDO. Tanya Huntington, Arturo Delgado y Tania Negrete, acompañados de la escritora Rose Mary Espinosa y la sonora presencia de Vicente Morales, hablarán con renegrido sentido del humor de acontecimientos sin sentido, de la razón y de aquellos trágicos momentos cuando la vida pierde todo sentido. Se dramatizará un cuento con música y efectos físicos a cargo del Maestro Morales.
21:30 horas
Terraza del Centro Cultural de España
Mención de los trabajos ganadores dentro de la Convocatoria del 4º Festival Radio Macabro: Guión Radiofónico, Composición Musical y Postal Sonora.
22:00 horas
Terraza del Centro Cultural de España
Fiesta de máscaras con mucho humor macabro. ¡Ven con tu máscara del personaje más macabro que conozcas!
Sábado 1 de noviembre
17:00 a 18:20 horas
Terraza del Centro Cultural de España
“EL FIN JUSTIFICA A LOS MIEDOS”. Fernando Rivera Calderón, músico, escritor y conductor de radio (Monocordio y El Palomazo Informativo. La Noche W y El Weso, ambos por W Radio 96.9 de F.M.), acompañado de su guitarra, dará muestra de su creatividad e ingenio instantáneo para tratar el miedo con un sentido musical y alegre.
www.myspace.com/fernandoriveracalderon
18:30 a 19:45 horas
Terraza del Centro Cultural de España
“BOLAVSKY TOCA DISCOS”. Juan Carlos García Álvarez, mejor conocido como EL DR. BOLAVSKY, es un personaje de Radio y Televisión que asegura ser Consejero Sentimental, Licenciado en Letras Tropicales, y Astrólogo Corrupto. Escritor, poeta y critico de arte (Radio UNAM, Radio Educación, W Radio 96.9, Tele Hit, TV Azteca y Televisa) Mostrara como se produce un programa de radio partiendo de un catálogo musical ca(r)gado de humor.
www.myspace.com/bolavsky
20:00 a 21:30 horas
Terraza del Centro Cultural de España
LOS 5 SENTIDOS EN UNO SOLO: EL SENTIDO DEL MIEDO. El reconocido escritor Alberto Chimal moderará una mesa con una selección de los más destacados escritores mexicanos del género de la fantasía, el horror y la ciencia ficción: Omar Nieto, Édgar Avilés, Lorenzo León, Bernardo Fernández (Bef) y Roberto Coria. Cada uno representará un sentido y hablaran de como estos se vinculan para generar miedo en los medios de comunicación.
22:00 a 22:30 horas
Terraza del Centro Cultural de España
CABARET GUTENBERG. Ricardo Nicolayevsky, Arturo Delgado y Adriana Moles, presentarán un espectáculo macabro que transita de la sátira musical al teatro experimental.
22:30 horas
Continúa la Fiesta en la Terraza
Sábado 1 y domingo 2 de noviembre
A partir de las 12:00 de la tarde del sábado y hasta las 15:00 horas del domingo.
Centro Cultural de España
Ciclo de Cine presentado por MÓRBIDO, Festival Internacional de Cine Fantástico y de Terror. www.myspace.com/morbidofest
Del 15 de octubre al 7 de noviembre REACCIÓN el programa de investigación de Reactor en el 105.7 de F.M. Lunes a viernes a las 11:30 A.M. Y en repetición 15:30 de la tarde. Presentará una selección de temas semanales dedicados al Festival Radio Macabro. www.myspace.com/areaccion y www.myspace.com/festivalradiomacabro
Mantente pendiente de la programación de las estaciones de IMER donde habrá transmisiones especiales con los trabajos ganadores de la Convocatoria de Composición Musical, Guión Radiofónico y Postal Sonora. www.imer.gob.mx
Saludos a todos desde Calgary, Alberta, en Canadá. Por una vez, vale la pena una pequeña serie de noticias:
1. Aquí está en plena marcha el festival Wordfest, organizado por diversas instituciones y patrocinadores de Canadá y otros países. Ayer, la poeta mexicana Coral Bracho y yo hicimos una lectura bilingüe, dentro de «¡HOLA!», un ciclo de conferencias de escritores mexicanos en la Universidad de Calgary, ante un auditorio muy interesado: hubo muchas y agudas preguntas y muy buena conversación. Agradezco especialmente a la maestra Candelaria Konrad, quien en 2008 cumple diez años de organizar estos encuentros, y a Iain Dunbar, un excelente actor canadiense quien no sólo leyó las traducciones de los textos que yo llevaba, sino que tuvo la amabilidad de revisarlas atentamente y ayudarme a corregir no pocos errores.
2. Hoy, este blog y los de Caza de Letras serán uno de los temas a discutir en otra actividad: una mesa redonda sobre nuevas tecnologías dentro del Moving Stories Film Fest, una serie complementaria de actividades culturales que enfatizan el uso de Internet, medios alternativos, etcétera. Estaré con los autores canadienses Tish Cohen y Randall Maggs, discutiendo cómo hacemos nuestro trabajo. Sospecho que hablaremos de circunstancias y condiciones muy distintas: aquí en Canadá la red puede usarse, como sugiere el nombre de nuestra mesa redonda, para promover libros y autores entre un público bien «conectado» y con niveles de lectura más elevados que los nuestros.
Hola a todos. Mientras ustedes leen este texto, yo probablemente me encontraré volando, un día antes de lo previsto (me disculpo con quienes pudieran haber ido a la Feria del Libro de la ciudad a la mesa redonda en la que iba a participar; la aerolínea cambió el día del viaje sin avisar); voy a Canadá, al festival literario WordFest, que se organiza en la ciudad de Calgary, Alberta, y concluirá en el hermoso pueblo de Banff. Estaré en una lectura bilingüe en la Universidad de Calgary con la poeta mexicana Coral Bracho y en un par de mesas redondas sobre literatura y nuevas tecnologías. Me toca hablar de blogs, así que Las historias y Caza de Letras aparecerán sin duda en la conversación.
Una vez más me disculpo por la falta de reseña para este mes; reseñar, paso a paso, las novelas de aquellos doce concursantes ha resultado un poco más complejo de lo previsto. Saludos a todos y más noticias pronto desde Calgary.
Un problema más: por causas de fuerza mayor (demasiado trabajo, por no hablar de la proximidad de un viaje), no podré preparar reseña para este mes. Por favor disculpen.
Pronto (espero que para diciembre) aparecerá, para compensar, el comentario de dos libros…
Buenos días. Si me permiten dos veloces comerciales, a) ya está en marcha y con mucha actividad el concurso «Caza de Letras«: reportes de lo que sucede se pueden ver en esta página; y b) no olviden que también está en marcha el concurso de tercer aniversario de esta bitácora.
Gracias. Dicho esto…, durante la próxima semana tendré el gusto de estar en dos presentaciones, a las que los invito desde ahora:
1. El miércoles 8, a las 19:00 horas, presentaremos Guiichi, la primera novela de Edgar Omar Avilés. Seremos Bernardo Fernández (Bef), Ariel Hernández, el autor y yo en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes (Juárez y Eje Central, en el Centro de la ciudad de México). La entrada, como siempre será libre, y el libro es excelente.
AVISO DEL 7 DE OCTUBRE: por causas más allá de mi control, y que lamento mucho, no me será posible estar en la mesa del sábado 11. Corrijo: lo lamento muchísimo. Por favor acepten mis disculpas, y en todo caso no se pierdan las actividades de ese día, de las que yo hubiese sido en todo caso parte muy pequeña.
2. El sábado 11, a las 12:00 del día, estaré en la Feria del Libro de la Ciudad de México moderando una mesa muy especial: se titula «¿Adónde va la historieta mexicana?» y participarán en ella Bachan y Humberto Ramos. La cita es en el Foro Joven «Rockdrigo», dentro de la propia Feria, en el mero Zócalo. Varios escritores amigos estarán por allí ese día, como puede verse aquí.
Allá nos vemos…
José Luis Zárate me avisa de un hecho curioso: sin que lo supiera, fue víctima de un plagio, que ha provocado las mismas reacciones que otros casos semejantes y está muy razonablemente documentado, al menos ahora que escribo, en esta nota de esta bitácora.
No parece haber mucha posibilidad de controversia: una persona tomó uno de los textos brevísimos que Zárate escribe en su página de Twitter y lo publicó en su propia página sin mencionar la fuente; dado que todo sucedió en microblogs, en el que tan fácil y socorrido es enlazar y señalar textos interesantes directamente donde fueron publicados, resulta difícil creer que (como dijo la persona acusada) simplemente no mencionó a Zárate, y a otro autor de una frase que reprodujo, en aras de la brevedad.
Digamos, aunque sea para que no se me acuse de parcialidad (Zárate es mi amigo, para quienes no lo sepan), que quisiéramos atender a la idea de que una frase de 140 caracteres es poca cosa y quejarse por que alguien se la atribuya es ridículo.
Yo, por principio, no lo creo; no es sólo que en los microblogs todo el espacio disponible se reduce a 140 caracteres, de modo que los textos necesariamente se aprecian de otra manera, no como fragmentos sino como totalidades, aunque sea diminutas. Además, si empezamos a despreciar por ahí el argumento podemos llegar a toda suerte de falacias desagradables, y no sólo del estilo de «para que sea plagio el texto robado debe ser lo suficientemente largo», sino también de «para que sea plagio el texto robado debe ser lo suficientemente conocido», o pero aún: «para que sea plagio el texto robado debe ser de una persona lo suficientemente poderosa».
Digamos también que el acusado podría haberse equivocado, simplemente; podría haber copiado y pegado el texto sin pensar, sin tener claramente presente que su acto podría interpretarse como que estaba atribuyéndose una obra de otro (pequeña, sí, pero evidentemente no desprovista de interés ni de valor, porque en caso contrario no se le habría reproducido).
Aun si creyera algo de esto, o si ustedes lo creen, lo que no tiene desperdicio es la reacción del acusado: se parece muchísimo al modo de comportarse de plagiarios descubiertos con robos mucho más copiosos y mucho más difundidos. Su actitud (lean su comentario) es arrogante y agresiva pero delata, me parece, un miedo soterrado y muy particular: no trata de negar lo hecho sino de negar su importancia y de atacar (falazmente) a las personas que lo atacan, en vez de a sus argumentos; a la vez que elude todo razonamiento, trata de ofrecer una especie de compensación desplazada de las iras de sus oponentes al afirmar que no publicará más en Twitter, como si alguien se lo hubiese pedido o como si borrar la huella del hecho anulara por completo el hecho mismo. Es una actitud tan típica que debería tener nombre.
(Por cierto: enterado de todo, Zárate se involucró en la discusión y, al poner los puntos sobre las íes en el intercambio –en el que, como siempre, el cinismo y la tontería amenazaban con enterrar a las razones–, amablemente citó un texto publicado aquí mismo sobre el tema del plagio, al que remito a los posibles interesados.)
Nada de esto sacudirá al mundo: por supuesto, más preocupante en México será el aumento de la violencia y la parálisis del estado, y en el mundo la amenaza de otros cuatro años de tontería, venalidad y fundamentalismo con McCain y Palin en el gobierno de los Estados Unidos (por ejemplo). Pero la pequeñez y la mezquindad particulares del plagiario, cuando menos, son un tema literario infinitamente fascinante.