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Siete consejos para solicitar una beca del FONCA

En Twitter, hace muy poco, me pidieron consejo para preparar un proyecto literario con miras a solicitar una beca del FONCA.

El Fondo Nacional para la Cultura y las Artes es una institución gubernamental mexicana que financia y apoya proyectos artísticos de todo tipo desde principios de los noventa. Pedir esos apoyos es un ritual que miles de personas realizan cada año. Se les critica en ocasiones, al igual que a los apoyos mismos, a quienes los ofrecen y a quienes los entregan, y las críticas no siempre han sido infundadas. Sin embargo, no es imposible ni está mal (creo) listar una serie de sugerencias para que un escritor principiante elabore un proyecto literario y haga su solicitud. Aquí van siete, que se derivan de mi experiencia escribiendo, leyendo y evaluando proyectos (entre 2009 y 2011 fui juez y luego tutor del FONCA en su programa de Jóvenes Creadores). Obviamente, las ofrezco sin ninguna garantía.

1. Hay que redactar bien: lograr que el texto sea comprensible, simplemente porque el lenguaje es la herramienta de quien escribe. Un texto ininteligible, mal hecho, será rechazado de inmediato, y con justa razón. Si no se sabe redactar –si no se conocen al menos los fundamentos–, probablemente lo mejor es no solicitar apoyo para un proyecto literario.

2. Al hacer la descripción del proyecto, no hay que escribir las reseñas futuras del mismo: hay que describir, realmente, el que podría ser el texto resultante al completar el proyecto, empezando por su extensión, el género literario en el que se está haciendo la solicitud (cuento, novela, ensayo, etcétera) y lo que ya se sepa o se haya decidido respecto de sus temas, sus técnicas, su estructura, sus influencias, etcétera. Los detalles concretos son importantes. Al proyecto de un libro de cuentos, por dar un ejemplo, le puede servir la sinopsis de todos los cuentos que se escribirán, pero le sirve todavía más una estimación de cuántas serán esas historias y de cuánto medirá cada una. El proyecto puede cambiar mientras se realiza, y se sabe que muchas decisiones creativas deben tomarse sobre la marcha porque son imprevisibles, pero es necesario que el solicitante se comprometa explícitamente a algo que puede realizarse y que, desde el punto de vista de quienes van a evaluarlo, merezca ser apoyado. Un proyecto de novela (por dar otro ejemplo) que proponga acumular 2,000 páginas en un año será rechazado por imposible, y uno que implique escribir un solo cuento de cinco páginas en el mismo lapso será rechazado por insuficiente.

[fusion_builder_container hundred_percent=»yes» overflow=»visible»][fusion_builder_row][fusion_builder_column type=»1_1″ background_position=»left top» background_color=»» border_size=»» border_color=»» border_style=»solid» spacing=»yes» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» padding=»» margin_top=»0px» margin_bottom=»0px» class=»» id=»» animation_type=»» animation_speed=»0.3″ animation_direction=»left» hide_on_mobile=»no» center_content=»no» min_height=»none»][2a. No hay que explicar de más. Y también se debe evitar, como bien ha escrito Naief Yehya, ser condescendiente o complaciente. Más sobre esto último más adelante.]

3. Mientras más breve y concisa sea la información del proyecto, mejor. Ningún apartado de los que se solicitan (descripción, justificación, etcétera) debería medir más de una cuartilla (una página tamaño carta, escrita a doble espacio con caracteres de 12 puntos; en el tiempo de las máquinas de escribir se consideraba que esta medida equivalía a unos 1,800 caracteres).

4. Si se pide una muestra de trabajo, hay que seleccionar lo mejor que se haya escrito. Si se parece a lo propuesto en el proyecto puede ser una ventaja mayor, pero lo esencial es que la muestra sea la mejor posible.

5. Si se pide un currículum, es mejor que sea veraz y serio: las descripciones arrogantes de la propia persona o el propio trabajo no siempre dan la impresión de más talento (y no es difícil descubrir cuando son falsas) y las que incluyen chistes («trabajó de lavaplatos, narcotraficante y payaso de rodeo») sólo dejan ver que quien escribe está inseguro de sí mismo o de sus merecimientos.

6. A veces se tiene la idea de que las instituciones apoyan más ciertos temas que otros, o bien prefieren ciertos subgéneros (en narrativa el realismo, digamos) por encima de otros. Si bien puede haber jueces que partan de sus predilecciones personales a la hora de evaluar (lo cual es desafortunado), no tiene sentido tratar de «complacerlos» con proyectos pensados para «agradar». Si por casualidad el proyecto que se desea proponer es poco convencional, arriesgado, inusitado, vale más tratar de describirlo y justificarlo bien: siempre existe la posibilidad de que el jurado que va a leer el proyecto de uno tenga realmente gusto precisamente por proyectos y obras no convencionales, o al menos la mentalidad suficientemente abierta para apreciarlos aunque no necesariamente le gusten. (Además, los proyectos convencionales siempre son los más abundantes: las novelas «sobre la ciudad», digamos, o los libros donde todos los cuentos giran alrededor de un parroquiano distinto de la misma cantina.)

[6a. Puede ocurrir que un proyecto pensado para «complacer» a los jueces reciba efectivamente un apoyo. Y entonces puede que la persona que lo reciba quede obligada a trabajar en algo que en realidad no quería hacer durante un año, lo que llevará al final a que no lo haga o lo haga muy mal. Para alguien que sólo busca el dinero de la beca, para los trepadores de todo tipo, esto no será un problema, pero estas sugerencias, desde luego, no están escritas para esas personas.]

7. Hay numerosas historias de aspirantes y jueces corruptos, de apoyos que se dan a quienes no lo merecen, y varias son, incluso, ciertas. Pero no recomiendo intentar sobornos, cohechos ni nada parecido: siempre existe la posibilidad de que el jurado que va a leer el proyecto de uno sea honesto

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Siete libros

Estoy terminando de llenar siete informes sobre otros tantos libros de jóvenes escritores mexicanos: me tocó trabajar con ellos durante el último año, como tutor del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA). Cada uno de los siete recibió una beca del programa de Jóvenes Creadores del FONCA para escribir una colección de cuentos.
      El término «tutor» puede resultar engañoso: el trabajo se llevó a cabo, sobre todo, durante tres encuentros de varios días de duración, separados por meses. No fue de ningún modo un curso intensivo. Pero la experiencia fue, de todas formas, muy estimulante: todos leímos los textos de los siete y los comentamos con tanta exactitud y profundidad como fue posible, y todo lo que yo mismo pude descubrir en ellos (y sugerir con miras a que los proyectos siguieran avanzando) se complementó, por lo tanto, con lo dicho por los demás. Los siete proyectos culminaron en libros terminados al menos en su primer borrador, listos para una revisión posterior y definitiva.
      Este último periodo de trabajo tuvo lugar en el Centro de las Artes de San Luis Potosí. En este edificio reconvertido (originalmente era una cárcel) yo también he aprendido más que un poco: he visto una muestra de lo que escritores más jóvenes quieren hacer con la forma del cuento, y he visto, también, cómo trabajan y qué interesa a siete colegas muy diferentes entre sí.
      Para mí, por lo tanto, esta experiencia ha sido muy afortunada. Ahora agradezco y felicito a los siete: Valeria Gascón, Renato Guillén, Edgar Adrián Mora, Mariana Rergis, Carlos Velázquez, Rafael Villegas y Federico Vite. Varios ya publican pero deseo que todos lo hagan, para ver las versiones definitivas de esos siete libros nuevos –y muy interesantes– que he leído a lo largo del año.



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Proyecto NanoFicción

La siguiente es una convocatoria para todas las personas interesadas en leer buenas historias:
      Renato Guillén, muy joven escritor mexicano, ha comenzado un proyecto de escritura en Internet. Llamado NanoFicción, tiene como objetivo completar un libro de minificciones de aquí a un año con la ayuda de sus posibles lectores. Durante el año, como lo explica él mismo, Renato publicará narraciones de manera constante en la cuenta de Twitter @nanoficcion. Como los mensajes de Twitter no pueden tener más de 140 caracteres, una obligación de los textos será (desde luego) ser brevísimos: concretos y rápidos. La propuesta es que los lectores que lo deseen comenten los textos, seleccionen sus favoritos, critiquen los que no lo sean…, ayuden, en fin, a seleccionar los que pasarán a formar parte del libro al término del año. Esto puede hacerse contactando al autor en su blog o, aún mejor, por medio del propio Twitter, comentando los textos, redifundiéndolos (retuiteándolos) o bien señalando aquellos que más gusten como «favoritos». Esto último será especialmente útil porque es posible contar cuántas personas eligen como favorito un texto dado: en el servicio Favstar.fm puede verse ya una lista de los textos más «favoriteados» del proyecto hasta el día de hoy y también de los más recientemente señalados.

Este proyecto tiene precedentes en otros países y también en México. Aquí, por ejemplo, José Luis Zárate utiliza su cuenta de Twitter desde hace años exclusivamente para escribir minificción y ya ha creado varios libros con los textos de su autoría; desde aquí también, Cristina Rivera Garza inventó en su propia cuenta la etiqueta #cuentuitos, que ahora es utilizada por muchas personas para identificar sus propuestas de narrativa brevísima. Pero NanoFicción es el primer proyecto de este tipo que recibe una beca del FONCA (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes) para su realización. También, hasta donde sé, es el primer proyecto de minificción, escrita o no por medio de Internet, que recibe apoyo. Este año me tocó ser parte de la comisión de selección de proyectos de escritores jóvenes y el de Renato nos entusiasmó.
      El proyecto está en línea ahora, aunque el periodo de vigencia de la beca comenzará hasta diciembre, no sólo por el interés de su creador: además, es necesario acumular tantos textos como se pueda: ir mucho más allá de la cantidad propuesta en el planteamiento del proyecto. ¿Por qué? Como decía arriba, no todos los textos escritos hasta ahora pasarán a formar parte del libro terminado, y no sólo por razones de espacio, sino porque la creación de minificciones –como lo saben muchos escritores excelentes que se dedican a ella de manera constante– implica un proceso de refinamiento y sobre todo de descarte: se crean variaciones y series, se acumulan ideas, pero hay que eliminar las que no resulten logradas, los chistes fáciles, los juegos de ingenio que no lleguen más allá, las repeticiones. No más de una de cada cien minificciones publicadas en Internet (o fuera de Internet) vale la pena. Con suerte, 10% de los textos de NanoFicción podrán llegar a formar parte del libro terminado…
      (Quienes critican la escritura en Twitter –y también quienes la intentan, por desgracia– se olvidan muchas veces de esta necesidad de rigor.)
      En cualquier caso, como también decía al principio, el proyecto necesita la ayuda de todos sus posibles lectores: sus opiniones, sus preferencias y sus críticas. Ojalá se animen a visitar el proyecto y ayudar a su creador; cuando menos, tendrán un rato de lectura muy interesante.

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