Etiqueta: escritura y política

La palabra mórbida: sobre Ramón López Velarde

Este proyecto de bitácora(s) está pensado para la narrativa y no para la poesía, pero he aquí un texto que falta por una vez a la regla: lo leí el sábado pasado en el Museo de la Ciudad de México, en un homenaje a Ramón López Velarde en el aniversario 120 de su nacimiento.

Ramón López Velarde

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Los endemoniados (I)

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[fusion_builder_container hundred_percent=»yes» overflow=»visible»][fusion_builder_row][fusion_builder_column type=»1_1″ background_position=»left top» background_color=»» border_size=»» border_color=»» border_style=»solid» spacing=»yes» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» padding=»» margin_top=»0px» margin_bottom=»0px» class=»» id=»» animation_type=»» animation_speed=»0.3″ animation_direction=»left» hide_on_mobile=»no» center_content=»no» min_height=»none»][¿Es éste el poeta caníbal de la Colonia Guerrero?]

Ayer, aunque con más una hora de retraso, tuvo lugar la mesa redonda sobre narrativa e internet en la Feria del Libro del Zócalo. No estuvo mal (y me dio mucho gusto ver, entre otros amigos, a Fernanda Melchor, Oliver Davidson y Dora Márquez, a quienes conocí virtualmente durante el concurso Caza de Letras) pero se dijeron varias cosas con las que no estoy de acuerdo. Sobre todo, lugares comunes de nuestra época en relación con la escritura. Por ejemplo:

  • Que si es pretencioso, de poco gusto, afirmar que se es escritor, y son mejores los escritos de personas no especializadas que «ofrecen algo de su propia vida».
  • Que si toda escritura es narcisista y la publicación en la red revela (más claramente que la otra, se entiende) cómo todos tienen algo que decir pero no ningún deseo de escuchar (leer) a otros.
  • Que si todas estas actividades (escribir, leer) son impropias, «alejadas» de la gente «normal», porque son «muy difíciles».

Yo iba a responder a algo de esto, pero al acercarse el final de la mesa, cuando había la oportunidad de dar «opiniones finales y conclusiones», la tercera de las ideas ya mencionadas se nos apareció en la forma una señora del público, que se lanzó a una diatriba de varios minutos sobre cómo los libros de ahora tienen cada vez más difíciles las palabras, y qué feo leerlas y no entenderlas, y qué feo también el saber que se tendría que ir a un diccionario para saber qué dicen. «¡Y esas palabras», remató, «son diabólicas! ¡Del demonio!» El moderador, asustado, le dijo que se tomaría en cuenta su comentario. Ella volvió a empezar. Alguien comenzó a aplaudirle, no sé por qué, y así se terminó la conversación.
(La puntilla: cuando me iba, una persona me abordó para saludarme, pero también para decirme que un libro mío le había parecido con muchas palabras «demasiado complicadas» para ella.)
No pude responder a nada de esto en su momento, como ya dije. Lo haré aquí, pronto. Entretanto, ¿qué opinan ustedes?[/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]

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De Wu Ming

En el sitio de Wu Ming (el autor colectivo de 54, que formó parte del también colectivo Luther Blissett) viene una declaración de los derechos y deberes del narrador que propone, entre otras, la idea siguiente:

El narrador tiene el deber de no confundir la fabulación, su misión principal, con un exceso de autobiografismo obsesivo y de ostentación narcisista. La renuncia a estas actitudes permite salvar la autenticidad del momento, permite al narrador tener una vida que vivir antes que un personaje a interpretar por coacción.

Es fácil preguntar si esto es posible en la red, en la que la máscara (muchas veces) es todo lo que existe. Pero ¿qué opinan ustedes?

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