Etiqueta: Enciclopedia

Enciclopedia

El escritor mexicano Francisco Hinojosa (1954) es conocido principalmente por sus narraciones para niños, de las que la más famosa es La peor señora del mundo. «Enciclopedia» es una de sus incursiones, menos frecuentes, en la narrativa dirigida a adultos, y una gran muestra de su humor y su capacidad para sorprender con formas y tramas inusitadas. Fue publicado inicialmente en 1999, en la revista Letras Libres, y después reunido en el libro de cuentos Un tipo de cuidado (2000). En su momento, el texto fue leído en relación con la huelga de estudiantes que tenía cerrada la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México); ahora puede verse claramente que no se refiere a los acontecimientos de entonces, aunque ciertamente se desarrolla en el mundo académico. Su narrador, que sabe o cree saberlo todo, es un extraordinario personaje cómico.

Francisco Hinojosa

ENCICLOPEDIA
Francisco Hinojosa

Uno

No comprendo las razones de la Dirección. Me pidieron que diera un llamado Curso General y ahora no saben cómo pararlo. Es claro el boicot que me han declarado las autoridades administrativas, la Junta de Gobierno y el Colegio de Profesores.
      La idea, ciertamente innovadora, y por lo tanto no exenta de riesgos, de impartir una cátedra amplia a los preuniversitarios provino de ellos. Un estudiante con conocimientos amplios seguramente elegiría una mejor carrera y tendría mayores perspectivas de vida que uno ignorante del mapa del conocimiento: la era de las especialidades ha llegado a su fin. Qué duda.
      Ciertamente yo reunía todas las aptitudes impuestas al perfil que diseñaron: hay pocos enciclopedistas en el mundo que se precien de conocer los principales compendios del saber humano. Más aún: saberlos, practicarlos, ejecutarlos.
      Además, precisamente eso significa enciclopedia: «ciclo educativo completo».

Ellos me buscaron con una importante suma de dinero por delante, me obligaron a renunciar a mi puesto de profesor de asignatura en la Universidad de Browninburgo.
      ¿Y ahora? Ahora quieren echarme. Quieren echarme por cumplir cabalmente con las tareas que me asignaron. Si no, ¿qué significan todos esos nuevos reglamentos aprobados, sin duda, para entorpecer mis enseñanzas?
      Por lo demás, es un hecho que mi clase es tan popular que antes los alumnos preferían reprobar el examen con tal de volver a cursar la materia conmigo. Hoy no es posible: el reglamento prohíbe repetir. Y la verdad, no sé aún qué les gusta más: las clases en sí, mi manera de exponer los temas, la sorpresa, el espíritu enciclopedista o yo mismo.
      He dado cursos de muchas cosas: de Literatura Escandinava Medieval (especialmente el Gylfaginning y el Skáldskaparmá), de Artes Marciales, de Cocina Práctica para Horno de Microondas, de Administración de Hospitales y de Casas de Cuna, de Orografía de los Andes y los Alpes, de Latín Vulgar, de Dominó, de Arpa Jarocha y de Lavado de Ropa. Etcétera.
      Y no todo ha sido capricho mío. Los pupilos lanzan al aire sus dudas y sus apetitos de conocimiento. Me preguntan: ¿Cómo se cultivan las zanahorias? ¿Es Hitler lo que nos han enseñado en los cursos de Historia? ¿Cree usted que Andy Warhol era un artista de vanguardia? ¿La marihuana causa adicción? ¿La cocaína? Etcétera. ¿La reacción profesional? : Cursos sobre Cultivo de las Raíces, Historia de la Segunda Guerra Mundial, El Arte y los Artilugios en el Siglo XX, Bondades y efectos de las Drogas e Introducción a Escohotado.
      Mis respuestas, por las que fui requerido en el Colegio, tenían que ser «la materia didáctica» del Curso. De eso no me cabe la menor duda. ¿Enseñar todo? Imposible. De cualquier manera, si ése hubiera sido el reto, habría llegado a lo mismo: el Cultivo de las Raíces, las Bondades de la Marihuana, etcétera.
      Todos los días me abordan estudiantes para decirme que tal o cual enseñanza mía les ha sido útil en la vida. algunos ejemplos: luego del curso que impartí sobre Elaboración de Aguardientes, uno de mis alumnos más avanzados compró una destilería y hoy es un tipo rico y próspero que me regala cada tres meses diez litros de aguardiente de caña con hierbas finas. Aguedita Minolta es conductora de un taxi, según me dice, gracias a la clase que di sobre Trabajos Alternativos. Lucas Vidal, alias El Muerto, tiene un consultorio homeopático que rige según los conocimientos que adquirió conmigo. Etcétera. Los casos de Chema Godoy (narrador), Irene Tournier (elevadorista), Chuy Mendieta (diputado) y Jerónima Salvatierra (lanzadora de jabalina) me llenan de gozo porque sé que su actual vida se gestó en alguna de mis cátedras.

Los problemas con la Dirección empezaron con mi clase de Técnicas de Besado. Susan Roth –estudiante de Chicago, con aspiraciones a ser actriz de reparto– preguntó, en el curso que di sobre Conversar es Humano: ¿nos podría enseñar, maestro, cómo besar ante una cámara? Por supuesto que al día siguiente impartí la materia Cómo Besar Ante los Otros. Para eso fui contratado, según me dijeron, para enseñar.
      Sin embargo, el profesor de Dibujo Geométrico se inconformó con mi materia, llevó el caso ante la Junta de Gobierno y me enviaron una «reprimenda».
      Viendo a Hannibal ad portas llamé a la Universidad de Browninburgo para solicitar mi reingreso, me aceptaron de nuevo en su nómina, renuncié al director, me pidió que no me fuera: que modificaría el reglamento. Al fin, decidí quedarme.

El caso es que ahora todo el mundo está en mi contra.
      Los colegas me aceptan como profesor. Me saludan cada vez que nos topamos en la cafetería o en los pasillos. Incluso comí con el decano Rasgado la semana pasada y no se incomodó conmigo. La maestra de Tablas Gimnásticas me regaló una virgen que ella misma pintó. Y así: en apariencia soy un maestro más.
      Pero en el fondo: he sentido el desprecio de muchos colegas: Huberto, Fiur, don Robert Tapia, la dulce Catita, Lope, Poncelis y la doctora Angelina. No me cabe la menor duda: Veritas odium parit para alguien que Vitam impendere vero.

Dos

Ya comparecí ante a Junta de Gobierno para exponer los fundamentos de mi Curso. Me cuestionaron mucho sobre mi técnicas pedagógicas, en especial las concernientes a los subtemas de las áreas de práctica Sexual, Consumo de Drogas y Cocina para Dos.
      Como al día siguiente me tocaba responder a la pregunta de Rolando Rijosa, «¿Cómo escoger entre una cosa y otra?», expuse ante la Junta el abecé de mi clase Fundamentos de la Elección y el Libre Albedrío.
      Supongo que mi exposición fue algo más que elocuente ya que los indecisos tomaron postura (en especial el vacilante Poncelis y la inestable doctora Angelina): sería expulsado del Colegio por los siguientes motivos:

  1. Incitación a la rebelión
  2. Comportamiento políticamente incorrecto
  3. Improvisación de conceptos
  4. Conducta reprobable y
  5. Faltas al reglamento interno (en especial me echaron en cara el artículo 49: «El maestro no podrá, bajo ninguna circunstancia, desnudarse en el aula ni besar a un(a) alumno(a)»).

Fuera del lugar donde se llevó a cabo la reunión con la Junta, el Aula Magna Charles Fourier, el estudiantado esperaba las conclusiones. Con un altavoz, el director dijo a los presentes que su maestro había decidido «renunciar». Mientras él hacía su falso anuncio yo negaba con el dedo índice todo lo que decía. Los estudiantes lo abuchearon.
      Sin embargo, custodiado por dos elementos de seguridad, fui a mi cubículo a recoger mis pertenencias. Aunque les advertí que, como decía el filósofo Bías: omnia mecum porto, me obligaron a llevarme los retratos de Voltaire, Denis Diderot, Pierre Larousse y Walter Yust, mi corbata, mi taza para el café y las cartas que me habían escrito mis alumnos a lo largo de los diez años que impartí cátedra en el Colegio.

Tres

En la Universidad de Browninburgo una tal Mashenka había ocupado mi lugar entre el profesorado. Lo lamenté.
      Lo lamenté porque lo que más me gusta en la vida es enseñar y, al parecer, la puerta se había cerrado.
      Sin embargo, a un enciclopedista de mi rango nunca se le cierran las puertas por completo: sabe todo.
      Pane lucrando, durante algún tiempo conseguí diversos trabajos regularmente pagados: hice el diseño de una máquina para procesar camarón seco, compuse canciones para un trío, jugué en un equipo de futbol, hice el aseo en una mansión y extraje muelas, apéndices y una vesícula.
      Hasta que, dos años y medio después, el director, Huberto y Fiur me pidieron que regresara. Me negué: dignidad. Me suplicaron: los cachorros estaban abúlicos, indiferentes, raros. Acepté: libertad. Aceptaron: cualquier cosa a cambio de que el colegio volviera a tener vida.
      Cargué con mis retratos de Voltaire, Diderot, Larousse y Yust y me instalé en mi nuevo cubículo.
      Mi primera clase la tuve que dar en el Auditorio Aldous Huxley porque en el Aula Magna Charles Fourier no cabían todos los alumnos del Colegio. Versó (la clase) sobre Papiroflexia.
      Asistieron también, en calidad de oyentes, casi todos los maestros regulares (ausentes: la dulce Catita, que tenía catarro, y Poncelis, que vacacionaba en la playa con su amante). Don Robert Tapia me preguntó: ¿qué es la geometría? —materia que por cierto él conocía de sobra ya que era el encargado de impartirla en el Colegio. Por supuesto, como guiño cordial, mi siguiente curso fue Lo que es la Geometría.
      Para entonces las cosas ya estaban muy claras: yo era el Colegio.

Cuatro

Y sucedió, para fortuna de todos, que al director le llegara un síncope que lo dejara parapléjico. La Junta quiso imponer a Lope, luego a Robert Tapia, hasta que en un nuevo y sorpresivo sufragio obtuve yo la mayoría de los votos.
      Mi primer acto de gobierno fue modificar los planes de estudio: ya no se impartirían materias especializadas. A aquellos maestros que decidieron enciclopedizarse a sí mismos para formar parte del nuevo cuerpo docente les di la bienvenida. Quienes optaron por el reclamo, la negativa y la resistencia fueron liquidados conforme lo marca la ley.
      Mi tarea, además de gobernar, fue impartir la Clase de Clases, como se llamó el curso de preparación de maestros enciclopedistas.
      Contraté a la tal Mashenka de Browninburgo para que me auxiliara en la preparación del profesorado, y otorgué a los alumnos un año sabático, que fue mal visto al principio por la Junta de Padres de Familia, pero que luego, en cuanto informé acerca de los beneficios de mi nuevo plan de estudios, fue apreciado con justicia: Chi va piano, va sano.

A lo largo de ese año de preparación, las cartas de los estudiantes llenaron mi oficina. Tuve que recontratar a la dulce Catita, que había sido finiquitada generosamente, para que leyera las cartas, las contestara e hiciera la clasificación de las dudas, propuestas y preguntas de la primera generación de estudiantes enciclopedizados.
      A partir de esa clasificación elaboré los cursos que se ofrecían durante el primer año. Había dos opciones:

  1. Se impartirán las clases simultáneamente, de tal manera que el alumno pudiera asistir a la que más el atrajera.
  2. O bien, el Colegio sería una gran Aula a la que todos tuvieran acceso.

Decidí lo primero, a pesar de las protestas de algunos que querían entrar a todas las clases.
      Con base en los deseos de conocimiento expresados por los pupilos en sus cartas armé las primeras materias de cátedra: Fabricación de Puros, Introducción a la Litografía, Orinología, Compostura de Excusados, Administración de Burdeles y Casas de Juego, ¿Es La Guerra y la Paz una novela rusa?, Psicoanálisis y Charlatanería, Mambo, Danzón y Chachachá, Montesquieu Hoy.

Cinco

A la inauguración de los cursos asistió el presidente de la república, tres secretarios de Estado, el director de la enciclopedia Mis primeros conocimientos y muchos de los empresarios cuyos hijos se habían inscrito en el Colegio.
      Fue una ceremonia sencilla: corte de listón, develación de placa conmemorativa, ágape con vino y canapés. Para declarar formalmente la iniciación de cursos, Huberto impartió una primera clase en el patio central: ¿Cómo Enviar y Recibir un Fax?, a la que asistió el presidente –¿gesto?, ¿ignorancia?, ¿necesidad de ampliar sus conocimientos?– como un alumno más (hizo tres preguntas, anotó en su libreta y pasó al frente cuando Huberto preguntó si alguien sabía accionar el start o el stop).

Seis

Durante los primeros meses no fue difícil gobernar y administrara el Colegio. Los problemas comenzaron cuando las aulas se saturaron y se convocó al primer mitin.
      El CENA (Consejo de Estudiantes No Admitidos) reclamó su derecho a enciclopedizarse. Las protestas fueron subiendo de tono, colapsaron la ciudad, llegaron al despacho del secretario de Educación, se coludieron con la prensa y se extendieron por todo el país.
      El presidente me envío un fax a mi casa (que para entonces ya compartía con la tal Mashenka): me decía: «Tiene que hencontrar una solusión para que hesto no perturve a mi govierno». Le regresé el fax: «Mañana impartiré yo mismo una materia de cátedra sobre Ortografía al Enviar un Fax».
      El presidente comprendió mi mensaje, fue al curso, tomó notas, hizo dos preguntas (acerca del uso de la erre y de la hache) y pasó al frente a encontrar los errores en la frase «pero Que zuerte a cido averte konosido». Sacó una nota nada despreciable de seis punto cinco de calificación: si bien respondió al azar, el conocimiento y las buenas decisiones de gobierno no son ajenas al sabio albur.
      Al terminar la clase, los del CENA, que estaban esperando a que terminara la cátedra, lanzaron sus consignas contra él («No seas tranza, danos enseñanza», «No seas regio, queremos el Colegio», «Te apena, te apena, que no tengamos clases los del CENA»).
      El pobre recibió un botellazo en la cabeza, que yo mismo le suturé, y se fue a platicar conmigo a mi oficina. Le expuse lo siguiente:
      —La sociedad reclama enseñanza.
      —Llo hamo la edukasion —me dijo.
      —Demuéstrelo.
      —Husted pida.
      —Deme la Universidad.
      —Ez Sulla.
      —¿Con presupuesto?
      —Husted pida.
      Al día siguiente mandé a la dulce Catita con todas mis peticiones: éticas, humanas, materiales y financieras.

Siete

El mismo día que me dieron la Universidad, Mashenka se suicidó. Yo no estaba del todo seguro acerca de sus motivos. De cualquier manera le hice la autopsia. Dados mis conocimientos en anatomía, criminalística y teoría del suicidio, descubrí que la trayectoria de la bala que le segó la vida indicaba otra cosa: homicidio.
      Al día siguiente yo mismo impartí la materia Descubriendo al Asesino, al cabo de la cual recluté a noventa investigadores para que me ayudaran a llegar hasta el culpable.
      Ciento veinte horas más tarde, un grupo de cinco alumnos se presentó en mi oficina con un individuo de aspecto enfermizo, gorra de beisbolista y chicle bomba. Me explicaron, paso a paso, todas las pistas que siguieron hasta dar con el homicida. Pensé: Se non è vero, è bene trovato. Sin embargo, pronto deseché las dudas: asesino confeso, esposado y cabizbajo, dijo que amaba a Mashenka y que, al no ser correspondido, «me deshice de ella». Había sido jefe de meseros en la Universidad de Browninburgo. Lo remití al Ministerio Público para que se procediera conforme a la ley.
      La tristeza por la pérdida de Mashenka se vio compensada por la satisfacción que me dio la respuesta inmediata de los pupilos a mis enseñanzas.
      Enterada la prensa del homicidio y su pronta solución a través de mi cátedra, le hicieron una difusión excesiva al acontecimiento, entrevistaron a los detectives, al criminal y al procurador de justicia, que así se expresó:
      —Habremos de lograr más logros si la ciudadanía logra organizarse. Éste es un claro ejemplo de lo logrado.
      —¿Y sus propios logros? —le preguntó con ironía un reportero del semanario La cantaleta.
      —Nuestros logros son los logros de todos. Lo que logremos juntos logrará acabar con el crimen.
      Me llamó el presidente para felicitarme. Le dije que lo menos que esperaba de él era un pésame.
      —¿Thenia una rrelasion hamorosa con la oxiza? —me preguntó.
      —Era mi amante, ¿qué no ha leído los periódicos?
      Se disculpó de inmediato y me ofreció el ministerio de Educación.
      —El paiz lo nesecitta.
      Lo dudé al principio: la enciclopedia y la política, a mi claro entender, equidistan. Fiur y Huberto se encargaron de convencerme: «El país te necesita».

Ocho

Nombre a la dulce Catita rectora de la Universidad y me puse a trabajar en pos de una educación digna para el país.
      Mi primera iniciativa de ley -aprobada por mayoría contundente en las cámaras baja y alta, conformadas ambas por alumnos y ex alumnos míos- fue suprimir la enseñanza especializada e implementar -término que aprendí a esgrimir con soltura- la enciclopedización de la sociedad.
      El presidente me apoyó al principio, aunque me advirtió que habría mítines, resistencias, marchas y mucha presión. el procurador me dijo que el país no estaba aún preparado para eso, que habría huelgas de hambre, boteo, manifestaciones e inestabilidad. Lo convencí con una frase de Luis XV: Après nous, le déluge.
      No hubo tal: ni inconformes ni diluvio anticipado. Para sorpresa del ejecutivo y su gabinete, la gente tenía un enorme apetito de conocimientos.
      En cuanto al Nuplaes (Nuevo Plan de Estudios para la Sociedad) fue puesto en marcha, la población del país dejó sus haberes y deberes, y se puso a aprender nuevas cosas: Tarot, Cultivo Orgánico de Verdolagas, Reproducción de los Erizos de Mar, Tortura a Indigentes, Robo de Comercios, Cómo Prologar un Libro de Fernando Savater, ectcétera: hubo quien quiso aprender Ingeniería de Cajas Negras o Cuidado de Bebés por las Noches.

Nueve

Fueron veinticuatro años. Primero como maestro, luego como director del Colegio, después como rector de la Universidad y más tarde como ministro de Educación y presidente de la república: viví la transformación de un pueblo. Y puedo decir y decirme que estoy contento: mucha gente ya sabe lo que anhelaba saber, y otra está muy cerca de conseguirlo. El Nuplaes, que más tarde se transformó en el Sinaen (Sistema Nacional de Enciclopedización), fue un modelo de enseñanza que adoptaron varios países con éxito similar.
      Falta aún mucho por recorrer para lograr una sociedad equilibrada, justa, dinámica: muy solicitado el curso Técnicas de Plagio frente a la poca demanda de la materia Cómo Administrar el Tiempo Durante el Secuestro. Mucha cátedra sobre la Crianza de Vacunos contra la escasez de pastizales en el país. Jóvenes con sed de ¿Es el Graffitti un Arte? y pocos muros disponibles. Dos libros de Savater en prensa ante los más de quinientos posibles prologuistas. Etcétera.

Diez

Un día tuve que abandonar el país.
      Me llenó de alegría percibir el alto nivel de conocimientos que tenían los egresados de Cuándo Dar un Golpe de Estado y Cómo Desterrar a un Dictador.
      En la limusina que me llevó a la frontera tuve la oportunidad de dar mi última enseñanza: Quandosque bonus dormitat Homerus: aunque a Quinto lo indigne, creo que yo también merezco el dulce sueño que tuvo Homero en su momento.
      Estar en la lista de los diez hombres más buscados por el Tribunal de Justicia de Luxemburgo no me impidió dormir con placer mi última siesta.

Etiquetas: , , , , ,