Uno de ellos es Historias de Las Historias, antología de textos ganadores del concurso de minificción que se lleva a cabo aquí desde hace seis años. El libro está publicado por Ediciones del Ermitaño y contiene trabajos de varias decenas de autores de América Latina y Europa, además de ilustraciones del taller El Segundo Día, de la Escuela de Diseño del INBA. Es una constancia del trabajo que muchas personas han querido hacer alrededor de la minificción en esta bitácora, y por lo tanto es una alegría enorme y compartida, que agradezco a los autores así como a Alejandro Zenker y Rasheny Lazcano, de Ediciones del Ermitaño. Este libro se presentará en la FIL el viernes 2 a las 21:00 horas, en el stand L18 del recinto de la Feria, en la sección de editoriales independientes. Participaremos Alejandro Zenker y yo.
El otro libro es un orgullo distinto: mi nueva colección de cuentos, titulada El Viajero del Tiempo y publicada por Ediciones Posdata. El libro cuenta la historia (las muchas historias) de mi propia versión de aquel personaje legendario de H. G. Wells, en forma de cuentos sumamente breves que se entrelazan de diversas maneras. El libro (cuya portada es del excelente ilustrador mexicano Federico Jordán) aparece en una nueva colección: Hormiga Iracunda, dedicada al cuento brevísimo, y tiene además el honor de abrirla al lado de Casa de geishas, reedición de un libro de la gran escritora argentina Ana María Shua. Las geishas y el Viajero se presentarán también el día 2, a las 17:00, en el Salón B del Área internacional de la Feria. Estaremos Lauro Zavala, la propia Ana María Shua y yo. Agradezco desde ya a Zaira Espinosa, mi editora en Posdata, y a toda su gente.
* * *
La última charla del año: mañana martes 29, a las 20:00 horas, estaré en la Librería Conejo Blanco (Amsterdam 67, entre Sonora y Parras, en la colonia Condesa de la ciudad de México) para conversar sobre el tema «Literatura fantástica y nuevas tecnologías»; a ver qué pasa. Conversaré con Ricardo Pohlenz, así que sin duda iremos por caminos imprevistos y llegaremos a extrañas historias. La entrada será libre.
Y lo último de todo, para cerrar 2011, cine: el sábado 10 de diciembre, a las 16:00 horas, participaré en una sesión de cine-debate alrededor de la película Memorias de mi enfermedad nerviosa (Memoirs of My Nervous Illness, 2006),que trata el extrañísimo caso real de Daniel Paul Schreber, un jurista alemán que, internado en un manicomio, desarrolló una teología delirante para intentar demostrar que no estaba loco (y dio a Freud la base de sus estudios de la esquizofrenia paranoide). Las Memorias de Schreber son una lectura increíble –casi una novela fantástica– de la que he escrito en un par de ocasiones; la película se proyectará en la Galería SOMA (Calle 13 #25, casi esquina con Revolución, en la colonia San Pedro de los Pinos de la ciudad de México).
Los invito; si se animan a ir, allá nos vemos.[/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]
Este paquete de avisos será variado, como se ve. Incluye diversas invitaciones. (Aviso del 19 de febrero: en esta otra nota se agregan dos más.)
1. LO DE LA TELEVISIÓN:
Si pueden sintonizar el canal 115 de SKY o Cablevisión, este viernes 19, a las 23:00 horas, estaré en el programa Final de Partida, conducido por Nicolás Alvarado y Julio Patán, conversando sobre cine de horror. (Nota del 15 de febrero: el nombre del canal es Foro TV.)
2. EN LA FERIA DEL LIBRO
del Palacio de Minería, en la ciudad de México, participaré en dos presentaciones y una mesa redonda. La Feria estará en Tacuba #5, en el Centro Histórico, junto al Museo Nacional de Arte. Los datos:
a) El jueves 18 de febrero, a las 19:00 horas, presentaré con Federico Corral la novela histórica El tigre del Nayar de Queta Navagómez, publicada por Editorial Jus. La novela mereció el Premio Nacional de Novela José Ruben Romero en 2008 y llega oportunamente: es la historia de Manuel Lozada, un bandolero mexicano que vivió en el siglo XIX y se convirtió en personaje de leyenda.
b) El domingo 21, de 16:00 a 16:45 horas, estaré en una mesa redonda: «Del cómic a la novela (y al revés). Guionistas convertidos en escritores, novelistas que leen cómics». Edgar Clément, Bef y yo conversaremos sobre el tema moderados por F.G. Haghenbeck. La cita es en el Auditorio Cuatro del Palacio, y la actividad forma parte de las Primera Jornada de Cómic de la Feria, cuyo programa completo se encuentra en el blog de Bef.
c) Por último, el miércoles 24 a las 18:00 horas, participaré en la presentación del libro de cuentos Rápidas variaciones de naturaleza desconocida de mi querido amigo Edilberto Aldán. Este libro, publicado por el Instituto Mexiquense de Cultura, fue premiado en el Concurso Internacional del Bicentenario «Sor Juana Inés de la Cruz» el año pasado y su lectura ha sido una sorpresa y un gozo a la vez. (No tengo todavía el dato de en qué espacio de la Feria será la presentación, pero lo publicaré en cuanto lo sepa.)
3. Y LOS LIBROS, POR ÚLTIMO,
son dos que acaban de salir: nuevas antologías de textos literarios en las que me siento muy orgulloso de participar:
a) Feminine Transgression. Transgresión Femenina, compilada por Patricia Rosas Lopategui, es un compendio de ensayos sobre diversas escritoras mexicanas que busca afirmar y aquilatar el valor de sus obras. Hay textos sobre Antonieta Rivas Mercado, Nellie Campobello, Guadalupe Dueñas, Josefina Vicens, Elena Garro, Guadalupe Amor, Rosario Castellanos, María Luisa Mendoza, Amparo Dávila, Inés Arredondo, Luisa Josefina Hernández, Elena Poniatowska, Beatriz Espejo, Helena Paz Garro y Silvia Molina, y uno de ellos es mío. Mientras llega a las librerías mexicanas, el libro (publicado por la editorial Floricanto) ya puede conseguirse en Barnes&Noble.
b) Schreber, los archivos de la locura trata de la obra, el padecimiento y el legado de Daniel Paul Schreber, el jurista alemán que a principios del siglo XX, tras haber padecido un colapso nervioso y varios años en un manicomio, escribió un libro sobre su experiencia: Memorias de un enfermo de nervios, que fue estudiado por Freud y Canetti y tiene muchos puntos de contacto con la obra de Philip K. Dick y otros autores visionarios. El libro contiene diversos ensayos y un ensayo-prólogo mío alrededor de este personaje fascinante, fue compilado por Alejandro Cerda, Pablo Gaitán y Marina Meyer y es una coedición de Paradiso Editores y la Universidad Iberoamericana.
A ver si por ahí nos hallamos…[/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]
Con esta nota termina la serie sobre la locura, lo fantástico y… Batman en una de sus versiones actuales para cómic, escrita por Grant Morrison. (Sí: la mayor parte de las historias del personaje son basura, como la mayor parte de las historietas, pero también es basura la mayoría de las historias de cualquier tipo, medio y género. Y ésta ofrece, como dije en una entrega previa, una ilustración muy interesante del «problema» de Coleridge: el enfrentamiento con una evidencia incuestionable de algo que sobrepasa nuestra idea de lo real.)
1. Sobre lo fantástico y los superhéroes
Como algunos lectores han observado, todo lo dicho hasta ahora (he aquí las partes 1 y 2) tiene que ver en el fondo con una idea de lo fantástico. El término «historia fantástica» puede sonar terriblemente confuso, pero es así porque nuestras definiciones de lo fantástico acostumbran serlo. Si se intentara creer a la vez en todas las definiciones que existen, no sólo tendríamos un amontonamiento absurdo de obras y autores que en realidad tienen poco en común (ya se sabe: Italo Calvino junto a J. K. Rowling, Guy de Maupassant al lado de Clive Barker, Francisco Tario junto a William Blake), sino además cada uno de ellos tendría que cumplir al mismo tiempo con varias condiciones mutuamente excluyentes. Para algunos la «fantasía» es simplemente ensoñación escapista; para otros es un tipo de arte (o ciertos temas, o ciertos detalles de hechura o propuestas formales) que busca producir ciertos efectos emotivos o intelectuales; para otros más, es un tipo preciso de historias, con ciertos personajes y tramas reconocibles…
Aquí, la definición que me interesa más de lo fantástico es una ya de cierta edad pero todavía muy útil: la del filósofo de origen búlgaro Tzvetan Todorov, quien propone una división en tres grandes grupos de las obras que llamamos fantásticas. En un extremo están, dice él, los textos de lo extraño, en los que aparentemente sucede algo que quebranta las leyes naturales (o aquellas por las que se entiende y define lo «real») pero finalmente ese algo resulta ser sólo un hecho improbable, no imposible, y las leyes previamente conocidas se confirman. En el otro extremo están los textos de lo maravilloso, en los que tienen lugar sucesos imposibles en nuestra vida «real» pero que son posibles y hasta habituales en el mundo ficcional en donde tiene lugar la acción: no se siguen las reglas comunes pero tampoco se niegan porque es claro que el mundo que estamos vislumbrando es otro.
Y enmedio de estos dos extremos están los textos de lo que podríamos llamar fantástico estricto, en los que nunca queda claro (y tal es el objetivo) si los sucesos presentados rompen o no con las leyes del mundo en el que suceden: lo más importante es la duda que se produce en nosotros, los lectores, y la forma en la que esa duda se mantiene incluso después de terminar la historia. Si está bien lograda, la duda impide que la historia se pueda hacer de lado fácilmente, terminada su lectura (su «consumo», dirían algunos) y que los sucesos que propone puedan acomodarse en una visión preestablecida de nuestro mundo o en «otro mundo», con otras reglas, que no afectan nuestra experiencia cotidiana. Es importante notar que este efecto siempre tiene lugar en los lectores y siempre apunta a sugerir la fragilidad de nuestras propias reglas: las que rigen cómo vemos nuestro propio mundo, más allá del texto.
La historieta de superhéroes, a pesar de ser un subgénero que se alimenta de numerosas vertientes de la ficción popular de los últimos siglos, se practica generalmente como una vertiente de lo maravilloso: el mundo ficcional de Superman o los Hombres X, digamos, y en especial si se trata de un escenario compartido por varias series (como sucede con mucha frecuencia en la historieta de los Estados Unidos) puede albergar numerosos tipos de historias, pero visto en su conjunto es un universo donde las «leyes naturales» son fundamentalmente distintas, una especie de conjunto ampliado que permite mucho más de lo que sería posible en la vida «real» (y en cualquier subgénero más o menos rígido) sin que exista el peligro de cuestionamiento o ruptura. El Hombre Araña tiene un origen cercano a los lugares comunes de la ciencia ficción de los años cincuenta y sesenta, pero puede pasar por momentos de melodrama, incluyendo todas las exageraciones del caso, así como por episodios naturalistas, o bien modelados de acuerdo con las prescripciones de la literatura de horror, o de muchos otros tipos.
Además, es posible invocar elementos de muchos subgéneros distintos a la vez: si –retomando un ejemplo que propuso Luis Boiler— Batman, un superhéroe con rasgos que provienen de la novela negra, aparece en una historia con Zatanna (una hechicera cuyos poderes mágicos no tendrían cabida en una historia policial propiamente dicha), ambos coexisten sin problemas: el mundo que habitan los permite a ambos y no se produce ninguna ruptura.
2. Batman y Batman y Batman
El Batman de los años cincuenta, al que se refirió la entrega previa, es igualmente parte de un universo de lo maravilloso: ese Batman detiene criminales en una página, a la siguiente viaja a otro mundo y en la tercera puede estar metido en un cuento de horror sobrenatural; además, se involucra con personajes de lo más variopinto, ajenos también a su definición inicial. Cambia, desde luego, el aspecto visual del personaje, y cambia también el tono de las historias, que es más jocoso, menos grave y sombrío que el de las versiones actuales.
De éstas, que insisten en los rasgos más sombríos del personaje y en la idea del héroe psicológicamente inestable (traumatizado, paranoico, obsesivo-compulsivo), el Batman de las películas de Christopher Nolan es la más reciente y «oscura»: una imagen sugerente de cómo percibe o idealiza su actitud ante el mal una sociedad como la estadounidense, que constantemente habla de él pero en realidad no lo sufre y se siente angustiada ante su posible aparición en un entorno que en otro tiempo se había considerado protegido y a salvo (esta angustia, desde luego, empezó a cobrar enorme fuerza a partir de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001). Incluso, la aparición de este mal indescifrable para quienes son sus víctimas (desconectadas de la conciencia de su propia capacidad para el mal) tiene un subtexto filosófico interesante, como se ve en este comentario de Ernesto Priani.
Comparado con este Batman, con toda su pertinencia como metáfora de un momento histórico, la versión de Grant Morrison –quien ha sido el guionista de la venerable revista Batman de DC Comics desde mediados de 2006– puede parecer trivial por su falta de un «mensaje» evidente y por no sugerir ninguna lectura claramente relacionada con hechos de actualidad. Pero aunque sus guiones hayan resultado tener por materia, sobre todo, el propio arte de la historieta y la larga tradición creada alrededor del personaje de Batman en sus setenta años de existencia, Morrison está creando una visión interesantísima que está culminando en sus últimas entregas: justamente aquellas en las que se ve un tratamiento distinto (y quizá único en la historia de publicación del héroe) de sus elementos fantásticos, incluyendo sus personajes secundarios y la naturaleza de su mundo ficcional.
La premisa fundamental de Morrison es la siguiente: tratar a Batman como si todas sus aventuras publicadas (incluyendo las más excéntricas y alocadas de los años cincuenta) hubieran «sucedido realmente» en la vida del personaje. Como muchas de estas historias resultarían demasiado ingenuas o ridículas para los lectores que prefieren un Batman más «serio», todas las que sobrepasan los «límites» actuales se consideran parte de una serie de casos dudosos, consignados por el propio Batman en una serie de «libretas negras»: hechos que Batman recuerda pero que no puede aceptar como parte de su vida real y debe explicar como alucinaciones debidas a causas diversas; no son, pues, episodios «verdaderos», pero sí parte de la vida interior del personaje y signos de lo complejo de su personalidad y lo rico de su pasado.
Esta complejidad y esta riqueza se han explorado a lo largo de todas las historias escritas por Morrison, quien de 2006 a 2008 recuperó diversos personajes olvidados de otros periodos de Batman y jugó constantemente con la idea de que la del héroe, lejos de ser una personalidad fuerte aunque ligeramente desequilibrada, está sobrecompensando una debilidad fundamental y podría, efectivamente, estar en el borde de la locura; varios episodios indescifrables se han referido como parte de momentos oscuros en la vida del personaje, en los que ha perdido temporalmente la razón o ha quedado, por largos periodos, en estados alterados de conciencia.
3. Zur-En-Arrh
Ahora bien, en la más reciente serie escrita por Morrison –titulada «Batman R. I. P.» e ilustrada por Tony Daniel– todas estas ideas se llevan en una dirección imprevista a partir una deconstrucción brillante y brutal del personaje, quien resulta sospechoso de padecer esquizofrenia paranoide (como Daniel Paul Schreber) y de haberse convertido en Batman como una reacción infantil y enfermiza a la muerte de sus padres…, lo que, como se sabe, es el punto de partida de su historia original de vengador enmascarado.
Más aún, toda esa historia podría ser falsa: sus padres podrían no ser los filántropos virtuosos que habían permanecido intactos desde las primeras apariciones del personaje hasta la versión fílmica de Nolan, y él mismo podría no ser hijo del «brillante doctor y filántropo Thomas Wayne», quien (en cambio) habría asesinado a su esposa y fingido su propia muerte para embarcarse en una carrera criminal: su verdadero padre podría ser Alfred, el mayordomo fiel…
Confrontado con la posibilidad de estar perdiendo el contacto con la realidad, y a la vez víctima de un ataque psicológico de uno de sus enemigos (¡acaso el propio Thomas Wayne!), Batman sufre un colapso; sus adversarios se lo llevan y lo dejan en una calle de Ciudad Gótica (su escenario habitual), donde vaga delirante y sin recordar su propia identidad. Entonces sucede lo milagroso: Morrison transcribe casi palabra por palabra la conclusión de la aventura del Batman de Zur-En-Arrh, de 1958 (mencionada en la entrega anterior), pero en un contexto distinto, al colocar al Batman actual, completamente trastornado, en compañía de un vagabundo sin hogar que podría o podría no ser producto de la imaginación pero, en cualquier caso, le regala un objeto misterioso que lo impulsa a coserse un nuevo traje de Batman a partir de retazos:
El objeto es, dice nuestro personaje, el «Bat-Radia», el transmisor casi mágico que utilizaba el Batman extraterrestre en aquella historia, que desde el punto de vista de la revisión de Morrison sólo puede ser entendida como una alucinación. El personaje, como en su anterior iteración, parece «reconocer» y aceptar sin problemas la novedad de un hecho más allá de lo aparentemente posible…, aunque el «Bat Radia» no es sino un radio común de pilas. Por otro lado, la conciencia de Batman parece haberse dislocado, pues ahora afirma ser él mismo el Batman de Zur-En-Arrh:
Tomando solamente lo que se ha referido, daría la impresión de que el episodio, contado originalmente dentro de las coordenadas de lo maravilloso, ha pasado a lo extraño: el descubrimiento aparente de un objeto de poder no es sino el producto de la imaginación de un hombre claramente enloquecido. No importa: sólo con las referencias al pasado previamente suprimido del personaje, se logra un efecto de extrañamiento tanto entre los lectores que no conocen las historias de los cincuenta como en aquellos que buscan las referencias y reconocen el homenaje. Además, Morrison ha colocado otros elementos del pasado editorial de Batman en posiciones más ambiguas: uno de los más llamativos es Bat-Mite (que los lectores de más de treinta pueden recordar como el «Bati-Duende» de alguna serie animada), retrabajado como una especie de guía espiritual del Batman loco, pero sin que quede claro aún si es un personaje sobrenatural u otra alucinación.
A pesar de que Batman tiene actualmente un sitio en la cultura global como un personaje «duro»: como justiciero violento aunque defensor de una sólida moralidad, lo cierto es que sus transformaciones, como las de cualquier icono que se vuelve popular en un periodo determinado, son muchas más (y más variadas) de lo que se puede saber conociendo sólo su historia reciente. Iconos como él sirven como contenedores de numerosas obsesiones, miedos y aspiraciones que cambian con el tiempo y, a veces, de forma muy pronunciada. Y es muy raro (de hecho, casi no sucede) que las historias de un momento dado reconozcan los cambios que sus personajes y escenarios han sufrido: cada etapa se limita a observar fijamente su propio presente. Aquí, en cambio, sucede lo contrario: recuperar una serie de historias suprimidas y jugar así con ellas sugiere que la realidad que está en duda es la realidad extra-textual de Batman, su relación con nosotros.
La ruptura que Morrison propone, por lo tanto, es mucho más sutil que la de una historia encuadrada de modo cabal en lo estrictamente fantástico, pero puede recordarnos a nosotros, lectores, la fragilidad y la variabilidad de nuestros propios deseos, que los personajes de historieta satisfacen, y de nuestras propias ideas sobre lo que deseamos considerar «real» en las obras que creamos.
POSDATA DEL 3 DE OCTUBRE
La siguiente entrega de «Batman R. I. P.» ha aparecido y en ella Morrison concluye un episodio de una forma que interesará a varias de las personas que han dejado comentarios hasta el momento.
En el fondo, el juego con la posibilidad de la locura, que resulta de forzar un elemento inaceptablemente extraño en un mundo ficcional que no está creado para incorporar semejantes intrusiones, ha sido usado por Morrison para agregar tensión dramática a su historia de cómo Batman es llevado a la demencia y finalmente destruido (probablemente sólo para anunciar una nueva iteración en el personaje, que no desaparecerá mientras la empresa que lo posee pueda seguir explotándolo; pero en este subgénero no importa la continuidad general de los personajes, sino sólo las grandes historias que llegan a contarse con ellos; el resto es, como ya dije, basura).
Ahora bien, en este capítulo de la historia hay un efecto fantástico que se resiste a desaparecer, y no es el efecto más leve ya mencionado, que se produce a todo lo largo de la historia al adosar a la iteración actual del superhéroe (al mundo ficcional «adecuado» a las apetencias de los consumidores actuales) la sugerencia de las versiones previas y más imaginativas del mismo.
Aunque la aparición del «Batman de Zur-En-Arrh» quedó asimilada al Batman actual como una instancia de lo meramente extraño (Batman se ha vuelto loco, el «Bat-Radia» es en realidad un viejo radio de pilas que la psique rota de Batman usa como símbolo), quedaba la figura del Bat-Mite, que desde su aparición en alguna historia previa de la escritas por Morrison hacía dudar entre considerarlo un auténtico nahual o sólo una manifestación de la racionalidad para un personaje que ha perdido el contacto con la realidad.
Cuando Batman está a punto de entrar en la trampa que le han tendido sus enemigos en el famoso manicomio Arkham, Bat-Mite declara que, como representante de la poca racionalidad que le queda a Batman, no puede entrar en la casa de la locura. Batman (quien está a punto de perder la identidad del Batman alienígena y hacerse polvo como el simple Bruce Wayne) exige a la criatura una respuesta: ¿es realmente un hiper-duende proveniente de la quinta dimensión o sólo un ser imaginario? La respuesta de Bat-Mite: «La imaginación es la Quinta Dimensión».
Para terminar, las imágenes que siguen (tomadas todas del blog Again With The Comics) permiten atisbar un poco más de las extrañas aventuras de Batman en los cincuenta. Buena parte de la primera de todas se puede leer (en inglés) aquí.
[Ésta será la última nota extensa por un tiempo. En las semanas por venir estaré ocupado en Caza de Letras y otros compromisos, aunque la actividad continuará con notas más breves. Saludos a todos.][/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]
Ahora que en la blogósfera ya termina la oleada de reseñas y comentarios de El caballero de la noche de Christopher Nolan, es posible escribir sobre una versión mucho más interesante del personaje que todos sabemos (y que ha merodeado por este blog en el pasado reciente). Todo comienza con el objeto representado arriba y el siguiente fragmento de Samuel Taylor Coleridge: (más…)