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Eso lo cambia todo

No hay mucha información en internet sobre Cathryn Alpert (1952). Esta autora estadounidense –a la que encontré en la antología Sudden Fiction (Continued), publicada en 1996 y compilada por Robert Shapard y James Thomas– publicó un par de libros a comienzos de este siglo; más allá de esto, no he podido encontrar más datos. De cualquier manera, este breve cuento (publicado originalmente con el título «That Changes Everything»), es una muestra sugerente de un tipo de narrativa realista, escasa en acontecimientos, interesada en especial en el interior de sus personajes, que imperó en buena parte de la literatura en lengua inglesa durante décadas y hoy tiene sus descendientes (me parece) en la llamada autoficción. Con este cuento reanudo el proyecto de traducir una muestra de aquel libro, especialmente para Las Historias.

ESO LO CAMBIA TODO
Cathryn Alpert

I

Esta sensación de que algo está profundamente mal. No “básicamente”, como alguna gente podría decir, sino profundamente, o sea, en su mismo centro. La carne y la sangre. Como diciendo de esto estamos hechos y no hay escape.

II

Cepíllate cien veces antes de ir a la cama. Levántate a las ocho y limpia el cereal de la mesa. Ponte el maquillaje en un orden distinto y el día podría tener sorpresas.

III

—Agradece lo que tienes —dice, untando mostaza en su bollo. Se refiere a dos ojos, por supuesto, porque él perdió uno en Vietnam. Se refiere a dos de todo lo que se supone que debe llegaren pares, como latidos del corazón, y pisadas, y sí, hasta gente.
      Y yo quiero decirle que la cosa es diferente. ¿Pero cómo le dices eso a un hombre que se ha enfrentado a la metralla?

IV

Cuando perdió el ojo, perdió la percepción de la profundidad. Trataba de agarrar una cerveza y agarraba el aire. Una vez se abrió la frente con el marco de una puerta.
      —Sí regresa —me dijo—. Tarda un poco, pero el cerebro reaprende a ver las cosas en perspectiva.

V

Cada mañana hago una lista de cosas que hacer. En la noche, lo que se haya quedado sin hacer lo transfiero a otra lista, que guardo en un cajón de la recámara. Esta otra lista tiene diez páginas de largo. Al comienzo dice “Guardar en cajas la ropa de bebé”. La tengo toda en cajas, pero no son las cajas adecuadas para guardar ropas que se quieren guardar para los nietos.

VI

Se puede ver cuál de los dos no es real por el modo en el que se mantiene en su hueco, mirando el mundo sin verlo como el ojo de un pescado ensartado en el anzuelo. Me gusta mirar esa bola ciega de vidrio. Cuando la luz es la adecuada, puedo verme en el reflejo.

VII

Me acuesto en la cama después de medianoche y cuento estrellas a través de nuestra ventana abierta. Dibujan un arco lento a través de un cielo sin nubes. Anoche fueron cincuenta y siete.

VIII

Hace años él usaba un parche, pero lo dejó al ver a qué mujeres atraía. “Madres de la Tierra”, me dijo. Mujeres que le limpiaban sopa de las barbas y cortaban la piel muerta alrededor de sus uñas. En la cama, lo montaban como a un pony enfermo.
      Me eligió a mí, me dijo, porque yo parecía indiferente.

IX

Algunas mañanas, después de que los niños se han ido a la escuela, me siento en la cama y miro cómo sube el vapor de mi taza de café. El vapor tiene un propósito. Sabe qué hacer.

X

Él da una fuerte mordida a su hamburguesa. Se inclina y se acerca a la mesa. Levanta la vista hacia mí con medio ojo.
      Y yo quiero decirle que sé que soy amada. Y que eso lo cambia todo.
      Y eso sería una mentira tan fácil.

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