Agrego estas invitaciones a las de hace un par de días, que siguen en pie.
La Feria del Libro del Palacio de Minería sigue en el mismo sitio: Tacuba 5, en el Centro Histórico del Distrito Federal. Si van, en el primer piso, tomando a la izquierda una vez que se han subido las escaleras, pueden llegar al Pabellón Estado de México, que ocupa el espacio inmediatamente anterior a varios de los auditorios pequeños. Y si entran allí, podrán encontrar el número 38 de la revista Castálida, publicada por el Instituto Mexiquense de Cultura, que es un monográfico dedicado a la ciencia ficción y, en menor medida, a la literatura fantástica en general. El índice es largo y habrá algo para todos los gustos (hay hasta un texto mío); de entrada recomiendo los ensayos de Pepe Rojo y Chris Nakashima-Brown, las recomendaciones de Bef, los cuentos del cubano Yoss y los mexicanos Miguel Cane y José Luis Zárate y, muy especialmente, el ensayo de Gabriela Damián sobre escritoras mexicanas dedicadas a lo fantástico: una crítica a la doble ceguera (machista y «realista») del canon literario nacional.
En ese mismo lugar se llevan a cabo diversas presentaciones de libros (allí será, por ejemplo, la de Rápidas variaciones de naturaleza desconocida de Edilberto Aldán, de la que escribí en la nota previa); allí será también una lectura imprevista a la que los invito. El martes 23, a las 12 del día, el Centro Toluqueño de Escritores ofrecerá una lectura de textos recientes de varios escritores del estado de México. Ésta es una actividad no anunciada en el programa de la Feria, porque entra en lugar de otra (la presentación del libro Fragmentaciones de José Falconi, que debió cancelarse por causas de fuerza mayor), así que no la hallarán en el programa. Pero si van nos hallarán a varios, leyendo textos. Están invitados, pues.
Este paquete de avisos será variado, como se ve. Incluye diversas invitaciones. (Aviso del 19 de febrero: en esta otra nota se agregan dos más.)
1. LO DE LA TELEVISIÓN:
Si pueden sintonizar el canal 115 de SKY o Cablevisión, este viernes 19, a las 23:00 horas, estaré en el programa Final de Partida, conducido por Nicolás Alvarado y Julio Patán, conversando sobre cine de horror. (Nota del 15 de febrero: el nombre del canal es Foro TV.)
2. EN LA FERIA DEL LIBRO
del Palacio de Minería, en la ciudad de México, participaré en dos presentaciones y una mesa redonda. La Feria estará en Tacuba #5, en el Centro Histórico, junto al Museo Nacional de Arte. Los datos:
a) El jueves 18 de febrero, a las 19:00 horas, presentaré con Federico Corral la novela histórica El tigre del Nayar de Queta Navagómez, publicada por Editorial Jus. La novela mereció el Premio Nacional de Novela José Ruben Romero en 2008 y llega oportunamente: es la historia de Manuel Lozada, un bandolero mexicano que vivió en el siglo XIX y se convirtió en personaje de leyenda.
b) El domingo 21, de 16:00 a 16:45 horas, estaré en una mesa redonda: «Del cómic a la novela (y al revés). Guionistas convertidos en escritores, novelistas que leen cómics». Edgar Clément, Bef y yo conversaremos sobre el tema moderados por F.G. Haghenbeck. La cita es en el Auditorio Cuatro del Palacio, y la actividad forma parte de las Primera Jornada de Cómic de la Feria, cuyo programa completo se encuentra en el blog de Bef.
c) Por último, el miércoles 24 a las 18:00 horas, participaré en la presentación del libro de cuentos Rápidas variaciones de naturaleza desconocida de mi querido amigo Edilberto Aldán. Este libro, publicado por el Instituto Mexiquense de Cultura, fue premiado en el Concurso Internacional del Bicentenario «Sor Juana Inés de la Cruz» el año pasado y su lectura ha sido una sorpresa y un gozo a la vez. (No tengo todavía el dato de en qué espacio de la Feria será la presentación, pero lo publicaré en cuanto lo sepa.)
3. Y LOS LIBROS, POR ÚLTIMO,
son dos que acaban de salir: nuevas antologías de textos literarios en las que me siento muy orgulloso de participar:
a) Feminine Transgression. Transgresión Femenina, compilada por Patricia Rosas Lopategui, es un compendio de ensayos sobre diversas escritoras mexicanas que busca afirmar y aquilatar el valor de sus obras. Hay textos sobre Antonieta Rivas Mercado, Nellie Campobello, Guadalupe Dueñas, Josefina Vicens, Elena Garro, Guadalupe Amor, Rosario Castellanos, María Luisa Mendoza, Amparo Dávila, Inés Arredondo, Luisa Josefina Hernández, Elena Poniatowska, Beatriz Espejo, Helena Paz Garro y Silvia Molina, y uno de ellos es mío. Mientras llega a las librerías mexicanas, el libro (publicado por la editorial Floricanto) ya puede conseguirse en Barnes&Noble.
b) Schreber, los archivos de la locura trata de la obra, el padecimiento y el legado de Daniel Paul Schreber, el jurista alemán que a principios del siglo XX, tras haber padecido un colapso nervioso y varios años en un manicomio, escribió un libro sobre su experiencia: Memorias de un enfermo de nervios, que fue estudiado por Freud y Canetti y tiene muchos puntos de contacto con la obra de Philip K. Dick y otros autores visionarios. El libro contiene diversos ensayos y un ensayo-prólogo mío alrededor de este personaje fascinante, fue compilado por Alejandro Cerda, Pablo Gaitán y Marina Meyer y es una coedición de Paradiso Editores y la Universidad Iberoamericana.
A ver si por ahí nos hallamos…[/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]
La primera de las novedades recientes de Poe en México es una nueva traducción de La caída de la casa de Usher. La segunda es Guarida del horror (¿por qué no La guarida…?), una compilación de historietas breves dibujadas por Richard Corben a partir de cuentos y poemas de Edgar Allan Poe y H. P. Lovecraft.
Además de tener muy descuidada nuestra propia tradición del cómic de horror, conocemos muy mal la de otros lugares e incluso la de los Estados Unidos, de cuya cultura importamos tantas cosas. Puede ser que, ignorantes del éxito que en otras épocas tuvieron historietas como Tradiciones y leyendas de la Colonia o El caballo del Diablo, más de un editor actual crea que nuestra tibia sociedad conservadora no se interesaría en semejantes historias. Si esto es verdad (si así lo creen), resulta aún más asombroso que Guarida del horror –traducción de una serie de especiales que, bajo el título de Haunt of Horror, fueron publicados por Marvel Comics– llegue a México publicada precisamente por Editorial Televisa, rama de esa empresa de medios que es de las más fervientes defensoras del conservadurismo y la «proverbial» sumisión del mexicano.
En todo caso, la oportunidad es excelente: no sólo Corben es un gran dibujante, más eficaz y poderoso a la hora de dibujar expresiones y actitudes humanas perturbadoras que de concentrarse en lo obviamente terrorífico (cuerpos desmembrados, calaveras, etcétera), sino que el libro incluye las adaptaciones y los textos adaptados. Que yo sepa, ésta es la primera antología de cómic publicada en México que ofrece algo semejante: la posibilidad de que el lector compare la fuente y la adaptación, y de que conozca a Poe y Lovecraft, si es el caso, acompañado por semejantes ilustraciones.
Un reparo que se podría hacer a algunas versiones (en especial, las de poemas como «El cuervo», «El día más feliz» o «El pozo») es que Corben y sus ocasionales colaboradores en los guiones –Rick Margopoulos y Rick Dahl– intentan exprimir un sentido macabro o una trama violenta de textos que no necesariamente los sugieren. Sin embargo, los textos originales permiten también comparar y ver qué tanto de ellos queda en las versiones de Corben, o hasta dónde pueden sugerir otras atmósferas y otros personajes.
Mauricio Matamoros se encargó de la traducción de los textos; sus versiones son las más precisas, decorosas y literarias que he visto en años en un cómic publicado en México. Un prólogo suyo abre el volumen (que hoy mismo se puede conseguir en puestos de revistas) y ayuda a poner en perspectiva las historias, para los lectores que lleguen a ellas por primera vez.
Acaban de salir dos ediciones muy interesantes y asequibles de obras de Edgar Allan Poe. La primera es una nueva traducción de La caída de la casa de Usher, publicada por Nostra Ediciones:
Además del cuento en sí, por supuesto, hay que destacar la edición cuidadísima, cuyo diseño busca integrar el texto, sin quitarle una sola palabra, con las ilustraciones y una serie de artificios tipográficos: sin llegar a ser «arte secuencial», cómic en el sentido tradicional, los colores y las composiciones se vuelven una parte central de la experiencia de la lectura. Y el gusto visual del conjunto, creo, no tiene ningún rival en las ediciones recientes de Poe.
Además, las ilustraciones son espléndidas: su autor, el argentino Diego Molina, fue discípulo del gran Alberto Breccia y parece empeñado en llevar todavía más lejos el uso del negro y el claroscuro que hizo famoso a su maestro. La atmósfera de locura e intranquilidad de la historia de Poe, además, se logra visualmente con viñetas de trazos aparentemente apresurados, temblorosos, pero tan expresivos que se ve en ellos la mano de un artista que domina su oficio a la perfección.
Por último está la traducción, realizada por Andrea Fuentes Silva y Yeicko Sunner. Se trata de una versión nueva, que no recurre a la clásica de Julio Cortázar y no tendría por qué hacerlo: parte del sentido de la traducción es mantener vivos a los textos a pesar de los cambios en los idiomas y las culturas, y de hecho –con lo bueno y entrañable que es el trabajo de Cortázar– este año debió haber más traducciones como ésta, en lugar de sólo reediciones de las ya existentes. Muchos términos de la traducción de Fuentes Silva y Sunner son más precisos, más cargados de significado que los correspondientes en la de Cortázar; no sé si la intención de esta «Casa de Usher» es acercarse más a lectores de una cultura que se vuelca más en lo visual, pero en todo caso el resultado es excelente, y eso es lo que cuenta.
Este mes, una salida de dos semanas (de la que espero escribir algo pronto; muchos saludos, entretanto a todos los amigos de Europa) puso en pausa esta bitácora. Para esta sección, rescato ahora un texto que se publicó hace algunos años en el sitio de Fatal Espejo, y al que agrego un par de imágenes e informaciones tomadas de El blog de la Muerte.
Advertencia: varias de las imágenes que siguen pueden molestar o perturbar a algunos lectores.
En la segunda mitad del siglo XIX, a la par de los diarios comunes, en Japón eran muy populares las nishiki-e: hojas volantes de contenido sensacionalista que se vendían semanalmente, con ilustraciones en xilografía y textos que las familias se leían para disfrutar con el que Poe llamaba el “estremecimiento voluptuoso”. En 1866, Ochiai Yoshiiku y Tsukioka Yoshitoshi, dos de los dibujantes más populares de nishiki-e, decidieron unirse para publicar un álbum de 28 ilustraciones, aún más brutales y atrevidas que de costumbre, al que titularon Eimei Nijuhasshuku (28 poemas plebeyos sobre figuras gloriosas).
El escándalo, la indignación de las buenas conciencias y el horror deliberado y provocador de las imágenes fueron causa de que se les diera un nombre propio, y de este modo quedaron como fundadoras de un nuevo subgénero: muzan-e, la estampa de atrocidades.
Ésta se invoca, con frecuencia alarmante (y casi siempre sin explicaciones ni ejemplos), en notas y reseñas publicadas por todo el mundo sobre Suehiro Maruo (1956), uno de los mejores historietistas del Japón actual, lo que podría parecer una de tantas simplificaciones hechas en occidente. No es del todo así, incluso si se considera que Maruo, en 1988, colaboró en una reedición de los 28 poemas plebeyos que le agregaba otra veintena de nuevas imágenes.
Aunque se inició en una revista de cómic sadomasoquista y siempre ha sido un dibujante explícito, incómodo, pasó pronto a ser un artista de culto en el sentido más esnob del término y a difundir su trabajo en compilaciones o álbumes de dibujos sueltos con escasa tirada: todo lo contrario de sus precursores. Sin embargo, uno y otros comparten el interés por la violencia explícita, y junto con algunos artistas más –el ejemplo más notable es el de Kazuichi Hanawa, dibujante provocador y morboso con el que Maruo trabajó, precisamente, en la reedición ya mencionada de las muzan-e– ofrecen a los lectores no especializados, que somos casi todos, una versión del arte de su país muy diferente de lo que acostumbramos llamar manga y que, asimilado a la cultura global –“ojos grandes y muchas rayas para indicar velocidad” es una fórmula reconocible por todos–, ha perdido casi por entero su capacidad crítica y su intención original de lidiar con las oscuridades de su cultura madre.
Y, de rebote, de la nuestra. Este otro Japón dibujado tiene, quiero decir, numerosas conexiones con Occidente, pero menos con la ciencia ficción que con Balthus y Nabokov, a quienes Maruo cita explícitamente: menos con Osamu Tezuka y su Astroboy que con Nagisa Oshima y El imperio de los sentidos. Y lo que incomoda a muchos es precisamente lo diferente de Maruo, quien previsiblemente no se contiene al dibujar coitos (“normales” y parafílicos), mutilaciones, asesinatos, violaciones, canibalismo y más que aparece con frecuencia en sus historias, pero en quien, sobre todo, puede verse aún la preocupación por el devenir de su país luego del trauma de la posguerra y la ligazón, rara vez fácil de comprender, que Oriente y Occidente han establecido entre sí, y que no se reduce a un intercambio de tecnologías y de iconos. Las visiones de Maruo, espantosas, totalmente personales, permiten atisbar una imagen de la existencia en la que la carne sólo puede ofrecer mal y dolor, pero no a causa de una perversidad intrínseca sino por una influencia siempre exterior, siempre antigua, que a veces se manifiesta en el otro, el ajeno, el incomprendido, y otras en las figuras de autoridad, desde padres hasta gobernantes. La propensión a caer es connatural a la especie, o impuesta por las fuerzas que nos sobrepasan y nos destruyen, pero además de no poder evitarla, no caemos (parece decir Maruo) todos juntos ni a la misma velocidad: así, la tragedia proviene siempre de lo desigual.
El mejor ejemplo de esto es Midori, la niña de las camelias (1984), una historia de trama simplísima pero alusiones numerosas y espesas. Midori, una niña pobre, es vendida a un circo de fenómenos y explotada, de todas las formas concebibles, por los miembros de la caravana, cada uno a la vez miserable y monstruoso; sólo Masamitsu, un enano cuyo acto consiste en introducirse en una botella pequeñísima –o en hipnotizar a la multitud para hacerla “ver” esta hazaña imposible– parece interesado en ayudarla y se convierte, a pesar de su propia rareza y de su amor posesivo, pedófilo, por Midori, en la única esperanza de afecto que tiene la niña en su mundo terrible. Sin embargo, al final, la muerte de Masamitsu, a la mitad de un viaje a sitios del pasado de Midori en busca de una paz aparentemente posible, conduce a un episodio más terrible que cualquiera de los anteriores: el universo minucioso, increíblemente detallado, que ha creado Maruo, y que se mueve en composiciones audaces en espiral y en simetrías extrañas, literalmente se cae alrededor de Midori, quien una vez más es víctima de sus torturadores y queda sola, sollozante, en una doble página en blanco.
La niña, por supuesto, es una amalgama de Lolita, del arquetipo gastado de la escolar japonesa y de una o dos heroínas del Marqués de Sade; pero como la lógica de su padecer es la de una pesadilla –que constantemente se llena y se vacía de detalles y en la que todas las formas de violencia convergen en composiciones arduas y pastiches deslumbrantes–, el lector no tiene tiempo de fijarse en su irrealidad de personaje intertextual y, en cambio, puede sufrir con cada estación de su martirio, por absurda que parezca. Maruo es consciente de esta facultad de sus imágenes y sus textos: una de las secuencias más espantosas, en la que Midori sufre torceduras y luxaciones en todos sus miembros antes de ser violada con la ayuda de una culebra, está representada en el estilo más amable e «infantil» del manga de Tezuka, a la manera de Kimba el león blanco o La princesa caballero…
Poco a poco, años o décadas después de su aparición original, las historias de Maruo –en compilaciones como El monstruo de color de rosa, Lunatic Lover’s, La sonrisa del vampiro o Gichi Gichi Kid, todas publicadas por la filial española de la editora francesa Glénat– han comenzado a llegar a los lectores de habla castellana.
En la primera actualización de la página del proyecto Poe 2009, a la lista principal de enlaces se agrega uno a la versión en cómic de varias Historias extraordinarias de Poe ilustradas por Richard Corben y la primera entrada de video: un documental sobre la muerte de Poe realizado por Iker Jiménez. En los próximos días se agregarán otras colaboraciones. La página principal del proyecto se puede visitar aquí y la convocatoria aquí.
Debía esta nota desde hace días, y para compensar la he convertido en dos notas. He aquí la primera, que no deja de tener su parte turística.
Hace un par de semanas regresamos de Canadá: once largos días en las ciudades de Calgary y Banff, en donde participé en el festival internacional Wordfest. De entrada puedo decir que todo fue muy bien: el equipo organizador nos trató de maravilla y el festival, que tuvo actividades en ambas ciudades a lo largo de más de diez días, estuvo hermosamente organizado. Calgary no es la ciudad más grande de Canadá y a veces, supe allá, se le mira con cierta condescendencia en el otro extremo del país, en Montreal o Toronto. Pero ya quisiéramos en nuestras ciudades pequeñas actividades culturales como la de ésa.
Esta impresión de ligera inferioridad (típica de los viajes de mexicanos al extranjero) puede tener sus matices…, pero eso será para la próxima nota; ahora, una lista veloz de las mejores cosas durante Wordfest:
1. El trato de Emma Knipe, encargada de operaciones del festival, así como de la fundadora de éste, Anne Green, y en general de todos los trabajadores, voluntarios y patrocinadores.
2. El mero hecho de haber podido pasar, de Calgary, a Banff, un pueblo hermosísimo en medio del enorme parque nacional que lleva su nombre, y al Banff Centre, que debe ser uno de los mejores lugares para escribir que hay sobre la Tierra. (La imagen es del estudio Henriquez, uno de los ocho que se ofrecen para residencias artísticas en el Centro.)
3. La lectura bilingüe en la Universidad de Calgary, en la que estuvimos la poeta mexicana Coral Bracho y yo, presentados por la maestra Candelaria Konrad. El público estaba muy atento y hubo preguntas muy interesantes (además de que me tocó encontrar allá a Gerardo Piña, un escritor a quien le había perdido un poco la pista pero que acaba de publicar su primera novela y del que me siento muy cercano). Como no me sentía muy seguro para leer las traducciones en inglés que había preparado, acepté la propuesta del festival de que se encargara un actor. Suerte espectacular, pues el actor que se ofreció para la lectura, Iain Dunbar, me ayudó no sólo leyendo las traducciones sino además revisándolas, y detectando varios errores. Ah, y algunas personas se quedaron con copias un cuadernillo (chapbook, que les dicen) con los textos que preparamos para la ocasión.
3. El Museo Glenbow de Calgary, y en especial una exhibición que tenían de arte fantástico: una auténtica maravilla de colección entre cuyas piezas –pintura, escultura, video, instalación– había al menos una obra maestra: El Instituto Paraíso, de los artistas canadiense Janet Cardiff y George Bures Miller, una instalación creada en 2001 para el pabellón canadiense en la Bienal de Venecia que se finge un cine antiguo, mucho más grande por dentro que por fuera, en el que la trama de la película se mezcla con las acciones de los espectadores fantasmales que rodean a los de verdad mediante una banda sonora más bien espeluznante. ¿Alguno de ustedes conoce a un director de museo o instituto de cultura que quisiera traer esta pieza? Si me dicen que ya estuvo en México, de todas formas abogaría por su regreso…
4. Y los escritores. Hubo de todo, como en cualquier encuentro, pero los más valiosos de aquellos con los que al menos pude conversar merecen mencionarse siquiera velozmente. Randall Maggs, poeta de Newfoundland, quien acaba de publicar una biografía en verso de Terry Sawchuk, un legendario goalie del hockey sobre hielo; Cecil Castellucci, narradora y rockera indie; Jaspreet Singh, escritor emigrado de la India que presentaba su primera novela y un libro extraordinario de cuentos, 17 tomates; Rawi Hage, a quien tuve el gusto de conocer hace algunos años, justo antes de que se volviera famoso en Canadá, y con quien fue posible celebrar la salida de su segunda novela, Cucaracha, poco antes de que la nominaran para al menos tres premios literarios. E Ikwunga, «el poeta afrobeat», originario de Nigeria, profesor, psiquiatra y músico. Escucharlo rapear en el «Cabaret de poesía» en el Banff Centre fue extraordinario.
Ahora, por si puede interesar, un regalito. En 2002, cuando fui al Banff Centre por primera vez, encontré en su biblioteca (entre varias ediciones curiosas que me acompañaron en largas tardes) un archivo de grabaciones en disco compacto. Y entre los discos había una colección de Música clásica secular de Bizancio, grabada por el musicólogo y matemático griego Christodoulos Halaris. La grabación recupera piezas de grandes compositores de la época y se propone como una grabación «a la manera original» y con instrumentos tan cercanos como es posible a los de aquel tiempo. Ahora he leído que hay polémicas alrededor de la fidelidad de las interpretaciones de Halaris y su equipo; la música no deja de ser muy hermosa, y en aquel momento me conmovió enormemente, y fue la banda sonora de todo mi tiempo de escritura allá, que vio aparecer partes de Grey y de otro proyecto del que espero hablar más tarde, en algún otro día.
¿El regalo? «El salterio», una pieza de Juan Koukouzeles (¿1280?-¿1360?), santo de la iglesia ortodoxa griega además de cantante y compositor en la corte de Andrónico II de Constantinopla. Nacido en Macedonia, quedó huérfano a temprana edad, y la historia de su nombre es curiosa: su apellido era Papadopoulos, pero en la escuela imperial de música, a la que pudo asistir gracias a una beca que ganó por su excelente voz, sus compañeros se burlaban de él y le pusieron un apodo hiriente: «koukouzeles» es una palabra inventada, que sugiere el tartamudeo de alguien que intenta decir «coles» y «frijoles» en griego y a la vez. Más tarde, en cualquier caso, Koukouzeles también fue conocido como «Angelophonos» (voz de ángel).
Además (hallo en las fuentes escasas de que dispongo) de ser un intérprete sumamente popular, Koukouzeles reformó profundamente la notación y la composición de la música de su tiempo, y se le recuerda (encima) por haber huido de la corte de Andrónico para refugiarse en el monasterio de Monte Athos, donde siguió componiendo y cantando hasta su muerte.
Todo esto es nada más una muestra pequeñísima de una gran experiencia…, de la que salió también una serie de ideas sobre libros, editores y varios temas afines, de los que pronto volveré a contarles.
He aquí el programa de las conferencias y mesas redondas del Festival de la Palabra en el Centro Histórico: quedan todos invitados de hoy al domingo dos de noviembre. Los datos para llegar están al pie de la nota.
FESTIVAL DE LA PALABRA, CIUDAD DE MÉXICO
CENTRO HISTÓRICO
11:30 hrs. Novela
Coord. Ricardo Cayuela
Participan: Christopher Domínguez, Rafael Pérez Gay,
Mauricio Montiel, David Toscana y Álvaro Enrigue
13:00 hrs. Cuento
Coord. Javier García Galiano
Participan: Alberto Chimal, J. M. Servín, Francisco Hinojosa
y Juan José Rodríguez
Viernes 31 de Octubre
10:00 hrs. Periodismo cultural
Coord. Alejandro González
Participan: Ariel González, Ambrosio Fornet (Cuba), Carlos Martínez
Rentería, José Usquiza (España) y Lorenzo León
11:30 hrs. Novela
Coord. Tryno Maldonado
Participan: Alejandro Zambra (Chile), Nicolás Cabral,
Ximena Sánchez Echenique y Diego Trelles (Perú)
13:00 hrs. Los editores frente a la creación y la crítica
Coord. Fernando Fernández
Participan: Andrés Ramírez (Random House Mondadori), Carmina Cufrancos (Planeta), Guillermo Quijas (Almadía), Jesús Salazar (Los libros de Homero) y Francisco de la Mora (Sexto Piso)
Sábado 1 de Noviembre
10:00 hrs. Traducción y crítica
Coord. Alfredo Coello
Participan: David Lida (USA), Kurt Hackbarth (USA),
y Dubravka Susnjevic (Serbia-Croacia)
11:30 hrs. Ensayo
Coord. Heriberto Yépez
Participan: Francisco Rebolledo, Leonardo da Jandra,
Luis Alberto Ayala Blanco y Joao Cézar de Castro (Brasil)
13:00 hrs. Narrativa y crítica
Coord. Pablo Raphael
Participan: Guadalupe Nettel, Amir Valle (Cuba),
Mayra Luna, Héctor Huerga (España) y Antonio Ortuño
Buenos días. Si me permiten dos veloces comerciales, a) ya está en marcha y con mucha actividad el concurso «Caza de Letras«: reportes de lo que sucede se pueden ver en esta página; y b) no olviden que también está en marcha el concurso de tercer aniversario de esta bitácora.
Gracias. Dicho esto…, durante la próxima semana tendré el gusto de estar en dos presentaciones, a las que los invito desde ahora:
1. El miércoles 8, a las 19:00 horas, presentaremos Guiichi, la primera novela de Edgar Omar Avilés. Seremos Bernardo Fernández (Bef), Ariel Hernández, el autor y yo en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes (Juárez y Eje Central, en el Centro de la ciudad de México). La entrada, como siempre será libre, y el libro es excelente.
AVISO DEL 7 DE OCTUBRE: por causas más allá de mi control, y que lamento mucho, no me será posible estar en la mesa del sábado 11. Corrijo: lo lamento muchísimo. Por favor acepten mis disculpas, y en todo caso no se pierdan las actividades de ese día, de las que yo hubiese sido en todo caso parte muy pequeña.
2. El sábado 11, a las 12:00 del día, estaré en la Feria del Libro de la Ciudad de México moderando una mesa muy especial: se titula «¿Adónde va la historieta mexicana?» y participarán en ella Bachan y Humberto Ramos. La cita es en el Foro Joven «Rockdrigo», dentro de la propia Feria, en el mero Zócalo. Varios escritores amigos estarán por allí ese día, como puede verse aquí.
Allá nos vemos…
Con esta nota termina la serie sobre la locura, lo fantástico y… Batman en una de sus versiones actuales para cómic, escrita por Grant Morrison. (Sí: la mayor parte de las historias del personaje son basura, como la mayor parte de las historietas, pero también es basura la mayoría de las historias de cualquier tipo, medio y género. Y ésta ofrece, como dije en una entrega previa, una ilustración muy interesante del «problema» de Coleridge: el enfrentamiento con una evidencia incuestionable de algo que sobrepasa nuestra idea de lo real.)
1. Sobre lo fantástico y los superhéroes
Como algunos lectores han observado, todo lo dicho hasta ahora (he aquí las partes 1 y 2) tiene que ver en el fondo con una idea de lo fantástico. El término «historia fantástica» puede sonar terriblemente confuso, pero es así porque nuestras definiciones de lo fantástico acostumbran serlo. Si se intentara creer a la vez en todas las definiciones que existen, no sólo tendríamos un amontonamiento absurdo de obras y autores que en realidad tienen poco en común (ya se sabe: Italo Calvino junto a J. K. Rowling, Guy de Maupassant al lado de Clive Barker, Francisco Tario junto a William Blake), sino además cada uno de ellos tendría que cumplir al mismo tiempo con varias condiciones mutuamente excluyentes. Para algunos la «fantasía» es simplemente ensoñación escapista; para otros es un tipo de arte (o ciertos temas, o ciertos detalles de hechura o propuestas formales) que busca producir ciertos efectos emotivos o intelectuales; para otros más, es un tipo preciso de historias, con ciertos personajes y tramas reconocibles…
Aquí, la definición que me interesa más de lo fantástico es una ya de cierta edad pero todavía muy útil: la del filósofo de origen búlgaro Tzvetan Todorov, quien propone una división en tres grandes grupos de las obras que llamamos fantásticas. En un extremo están, dice él, los textos de lo extraño, en los que aparentemente sucede algo que quebranta las leyes naturales (o aquellas por las que se entiende y define lo «real») pero finalmente ese algo resulta ser sólo un hecho improbable, no imposible, y las leyes previamente conocidas se confirman. En el otro extremo están los textos de lo maravilloso, en los que tienen lugar sucesos imposibles en nuestra vida «real» pero que son posibles y hasta habituales en el mundo ficcional en donde tiene lugar la acción: no se siguen las reglas comunes pero tampoco se niegan porque es claro que el mundo que estamos vislumbrando es otro.
Y enmedio de estos dos extremos están los textos de lo que podríamos llamar fantástico estricto, en los que nunca queda claro (y tal es el objetivo) si los sucesos presentados rompen o no con las leyes del mundo en el que suceden: lo más importante es la duda que se produce en nosotros, los lectores, y la forma en la que esa duda se mantiene incluso después de terminar la historia. Si está bien lograda, la duda impide que la historia se pueda hacer de lado fácilmente, terminada su lectura (su «consumo», dirían algunos) y que los sucesos que propone puedan acomodarse en una visión preestablecida de nuestro mundo o en «otro mundo», con otras reglas, que no afectan nuestra experiencia cotidiana. Es importante notar que este efecto siempre tiene lugar en los lectores y siempre apunta a sugerir la fragilidad de nuestras propias reglas: las que rigen cómo vemos nuestro propio mundo, más allá del texto.
La historieta de superhéroes, a pesar de ser un subgénero que se alimenta de numerosas vertientes de la ficción popular de los últimos siglos, se practica generalmente como una vertiente de lo maravilloso: el mundo ficcional de Superman o los Hombres X, digamos, y en especial si se trata de un escenario compartido por varias series (como sucede con mucha frecuencia en la historieta de los Estados Unidos) puede albergar numerosos tipos de historias, pero visto en su conjunto es un universo donde las «leyes naturales» son fundamentalmente distintas, una especie de conjunto ampliado que permite mucho más de lo que sería posible en la vida «real» (y en cualquier subgénero más o menos rígido) sin que exista el peligro de cuestionamiento o ruptura. El Hombre Araña tiene un origen cercano a los lugares comunes de la ciencia ficción de los años cincuenta y sesenta, pero puede pasar por momentos de melodrama, incluyendo todas las exageraciones del caso, así como por episodios naturalistas, o bien modelados de acuerdo con las prescripciones de la literatura de horror, o de muchos otros tipos.
Además, es posible invocar elementos de muchos subgéneros distintos a la vez: si –retomando un ejemplo que propuso Luis Boiler— Batman, un superhéroe con rasgos que provienen de la novela negra, aparece en una historia con Zatanna (una hechicera cuyos poderes mágicos no tendrían cabida en una historia policial propiamente dicha), ambos coexisten sin problemas: el mundo que habitan los permite a ambos y no se produce ninguna ruptura.
2. Batman y Batman y Batman
El Batman de los años cincuenta, al que se refirió la entrega previa, es igualmente parte de un universo de lo maravilloso: ese Batman detiene criminales en una página, a la siguiente viaja a otro mundo y en la tercera puede estar metido en un cuento de horror sobrenatural; además, se involucra con personajes de lo más variopinto, ajenos también a su definición inicial. Cambia, desde luego, el aspecto visual del personaje, y cambia también el tono de las historias, que es más jocoso, menos grave y sombrío que el de las versiones actuales.
De éstas, que insisten en los rasgos más sombríos del personaje y en la idea del héroe psicológicamente inestable (traumatizado, paranoico, obsesivo-compulsivo), el Batman de las películas de Christopher Nolan es la más reciente y «oscura»: una imagen sugerente de cómo percibe o idealiza su actitud ante el mal una sociedad como la estadounidense, que constantemente habla de él pero en realidad no lo sufre y se siente angustiada ante su posible aparición en un entorno que en otro tiempo se había considerado protegido y a salvo (esta angustia, desde luego, empezó a cobrar enorme fuerza a partir de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001). Incluso, la aparición de este mal indescifrable para quienes son sus víctimas (desconectadas de la conciencia de su propia capacidad para el mal) tiene un subtexto filosófico interesante, como se ve en este comentario de Ernesto Priani.
Comparado con este Batman, con toda su pertinencia como metáfora de un momento histórico, la versión de Grant Morrison –quien ha sido el guionista de la venerable revista Batman de DC Comics desde mediados de 2006– puede parecer trivial por su falta de un «mensaje» evidente y por no sugerir ninguna lectura claramente relacionada con hechos de actualidad. Pero aunque sus guiones hayan resultado tener por materia, sobre todo, el propio arte de la historieta y la larga tradición creada alrededor del personaje de Batman en sus setenta años de existencia, Morrison está creando una visión interesantísima que está culminando en sus últimas entregas: justamente aquellas en las que se ve un tratamiento distinto (y quizá único en la historia de publicación del héroe) de sus elementos fantásticos, incluyendo sus personajes secundarios y la naturaleza de su mundo ficcional.
La premisa fundamental de Morrison es la siguiente: tratar a Batman como si todas sus aventuras publicadas (incluyendo las más excéntricas y alocadas de los años cincuenta) hubieran «sucedido realmente» en la vida del personaje. Como muchas de estas historias resultarían demasiado ingenuas o ridículas para los lectores que prefieren un Batman más «serio», todas las que sobrepasan los «límites» actuales se consideran parte de una serie de casos dudosos, consignados por el propio Batman en una serie de «libretas negras»: hechos que Batman recuerda pero que no puede aceptar como parte de su vida real y debe explicar como alucinaciones debidas a causas diversas; no son, pues, episodios «verdaderos», pero sí parte de la vida interior del personaje y signos de lo complejo de su personalidad y lo rico de su pasado.
Esta complejidad y esta riqueza se han explorado a lo largo de todas las historias escritas por Morrison, quien de 2006 a 2008 recuperó diversos personajes olvidados de otros periodos de Batman y jugó constantemente con la idea de que la del héroe, lejos de ser una personalidad fuerte aunque ligeramente desequilibrada, está sobrecompensando una debilidad fundamental y podría, efectivamente, estar en el borde de la locura; varios episodios indescifrables se han referido como parte de momentos oscuros en la vida del personaje, en los que ha perdido temporalmente la razón o ha quedado, por largos periodos, en estados alterados de conciencia.
3. Zur-En-Arrh
Ahora bien, en la más reciente serie escrita por Morrison –titulada «Batman R. I. P.» e ilustrada por Tony Daniel– todas estas ideas se llevan en una dirección imprevista a partir una deconstrucción brillante y brutal del personaje, quien resulta sospechoso de padecer esquizofrenia paranoide (como Daniel Paul Schreber) y de haberse convertido en Batman como una reacción infantil y enfermiza a la muerte de sus padres…, lo que, como se sabe, es el punto de partida de su historia original de vengador enmascarado.
Más aún, toda esa historia podría ser falsa: sus padres podrían no ser los filántropos virtuosos que habían permanecido intactos desde las primeras apariciones del personaje hasta la versión fílmica de Nolan, y él mismo podría no ser hijo del «brillante doctor y filántropo Thomas Wayne», quien (en cambio) habría asesinado a su esposa y fingido su propia muerte para embarcarse en una carrera criminal: su verdadero padre podría ser Alfred, el mayordomo fiel…
Confrontado con la posibilidad de estar perdiendo el contacto con la realidad, y a la vez víctima de un ataque psicológico de uno de sus enemigos (¡acaso el propio Thomas Wayne!), Batman sufre un colapso; sus adversarios se lo llevan y lo dejan en una calle de Ciudad Gótica (su escenario habitual), donde vaga delirante y sin recordar su propia identidad. Entonces sucede lo milagroso: Morrison transcribe casi palabra por palabra la conclusión de la aventura del Batman de Zur-En-Arrh, de 1958 (mencionada en la entrega anterior), pero en un contexto distinto, al colocar al Batman actual, completamente trastornado, en compañía de un vagabundo sin hogar que podría o podría no ser producto de la imaginación pero, en cualquier caso, le regala un objeto misterioso que lo impulsa a coserse un nuevo traje de Batman a partir de retazos:
El objeto es, dice nuestro personaje, el «Bat-Radia», el transmisor casi mágico que utilizaba el Batman extraterrestre en aquella historia, que desde el punto de vista de la revisión de Morrison sólo puede ser entendida como una alucinación. El personaje, como en su anterior iteración, parece «reconocer» y aceptar sin problemas la novedad de un hecho más allá de lo aparentemente posible…, aunque el «Bat Radia» no es sino un radio común de pilas. Por otro lado, la conciencia de Batman parece haberse dislocado, pues ahora afirma ser él mismo el Batman de Zur-En-Arrh:
Tomando solamente lo que se ha referido, daría la impresión de que el episodio, contado originalmente dentro de las coordenadas de lo maravilloso, ha pasado a lo extraño: el descubrimiento aparente de un objeto de poder no es sino el producto de la imaginación de un hombre claramente enloquecido. No importa: sólo con las referencias al pasado previamente suprimido del personaje, se logra un efecto de extrañamiento tanto entre los lectores que no conocen las historias de los cincuenta como en aquellos que buscan las referencias y reconocen el homenaje. Además, Morrison ha colocado otros elementos del pasado editorial de Batman en posiciones más ambiguas: uno de los más llamativos es Bat-Mite (que los lectores de más de treinta pueden recordar como el «Bati-Duende» de alguna serie animada), retrabajado como una especie de guía espiritual del Batman loco, pero sin que quede claro aún si es un personaje sobrenatural u otra alucinación.
A pesar de que Batman tiene actualmente un sitio en la cultura global como un personaje «duro»: como justiciero violento aunque defensor de una sólida moralidad, lo cierto es que sus transformaciones, como las de cualquier icono que se vuelve popular en un periodo determinado, son muchas más (y más variadas) de lo que se puede saber conociendo sólo su historia reciente. Iconos como él sirven como contenedores de numerosas obsesiones, miedos y aspiraciones que cambian con el tiempo y, a veces, de forma muy pronunciada. Y es muy raro (de hecho, casi no sucede) que las historias de un momento dado reconozcan los cambios que sus personajes y escenarios han sufrido: cada etapa se limita a observar fijamente su propio presente. Aquí, en cambio, sucede lo contrario: recuperar una serie de historias suprimidas y jugar así con ellas sugiere que la realidad que está en duda es la realidad extra-textual de Batman, su relación con nosotros.
La ruptura que Morrison propone, por lo tanto, es mucho más sutil que la de una historia encuadrada de modo cabal en lo estrictamente fantástico, pero puede recordarnos a nosotros, lectores, la fragilidad y la variabilidad de nuestros propios deseos, que los personajes de historieta satisfacen, y de nuestras propias ideas sobre lo que deseamos considerar «real» en las obras que creamos.
POSDATA DEL 3 DE OCTUBRE
La siguiente entrega de «Batman R. I. P.» ha aparecido y en ella Morrison concluye un episodio de una forma que interesará a varias de las personas que han dejado comentarios hasta el momento.
En el fondo, el juego con la posibilidad de la locura, que resulta de forzar un elemento inaceptablemente extraño en un mundo ficcional que no está creado para incorporar semejantes intrusiones, ha sido usado por Morrison para agregar tensión dramática a su historia de cómo Batman es llevado a la demencia y finalmente destruido (probablemente sólo para anunciar una nueva iteración en el personaje, que no desaparecerá mientras la empresa que lo posee pueda seguir explotándolo; pero en este subgénero no importa la continuidad general de los personajes, sino sólo las grandes historias que llegan a contarse con ellos; el resto es, como ya dije, basura).
Ahora bien, en este capítulo de la historia hay un efecto fantástico que se resiste a desaparecer, y no es el efecto más leve ya mencionado, que se produce a todo lo largo de la historia al adosar a la iteración actual del superhéroe (al mundo ficcional «adecuado» a las apetencias de los consumidores actuales) la sugerencia de las versiones previas y más imaginativas del mismo.
Aunque la aparición del «Batman de Zur-En-Arrh» quedó asimilada al Batman actual como una instancia de lo meramente extraño (Batman se ha vuelto loco, el «Bat-Radia» es en realidad un viejo radio de pilas que la psique rota de Batman usa como símbolo), quedaba la figura del Bat-Mite, que desde su aparición en alguna historia previa de la escritas por Morrison hacía dudar entre considerarlo un auténtico nahual o sólo una manifestación de la racionalidad para un personaje que ha perdido el contacto con la realidad.
Cuando Batman está a punto de entrar en la trampa que le han tendido sus enemigos en el famoso manicomio Arkham, Bat-Mite declara que, como representante de la poca racionalidad que le queda a Batman, no puede entrar en la casa de la locura. Batman (quien está a punto de perder la identidad del Batman alienígena y hacerse polvo como el simple Bruce Wayne) exige a la criatura una respuesta: ¿es realmente un hiper-duende proveniente de la quinta dimensión o sólo un ser imaginario? La respuesta de Bat-Mite: «La imaginación es la Quinta Dimensión».
Para terminar, las imágenes que siguen (tomadas todas del blog Again With The Comics) permiten atisbar un poco más de las extrañas aventuras de Batman en los cincuenta. Buena parte de la primera de todas se puede leer (en inglés) aquí.
[Ésta será la última nota extensa por un tiempo. En las semanas por venir estaré ocupado en Caza de Letras y otros compromisos, aunque la actividad continuará con notas más breves. Saludos a todos.][/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]