¿Y si la imaginación fantástica mexicana tuviera su futuro en la narrativa gráfica?
Es posible que dos de las obras más populares dentro de la narrativa de imaginación en este país, en la actualidad, hayan sido no escritas (o no solamente escritas), sino dibujadas.
El día de hoy, al menos, dos narradores gráficos mexicanos tienen semejanzas muy interesantes:
Ambos se abren paso exitosamente en el medio editorial y a la vez tienen muchos lectores y partidarios fuera de él.
Ambos están en sintonía con varios aspectos del pensamiento y las relaciones sociales contemporáneas.
Ambos utilizan la imaginación fantástica como parte notable de toda su obra, y lo hacen de forma muy constante y peculiar.
Son el también novelista Bernardo Fernández “Bef” y Alejandra Gámez, autores respectivamente de dos obras que podrían llegar a ser clásicas en su especialidad: la novela gráfica El instante amarillo –segunda de su autor después de la muy celebrada Uncle Bill– y la serie The Mountain with Teeth, aparecida primero en línea y luego en libros; tres de ellos han sido editados de forma independiente –una campaña reciente en Kickstarter realizada por Gámez tuvo un éxito espectacular– y se ha anunciado la contratación de uno más por la editorial Océano.
Sin saberlo, muchísimas personas en México están interesadas en la imaginación fantástica. En su gran mayoría, han aprendido a buscarla exclusivamente como una distracción, una forma de escape, y no se les reconoce como un público porque no la buscan en los libros (ni siquiera en los que podrían ofrecerles lo que desean), sino en otras formas de consumo de mayor popularidad, como el futbol, YouTube, la televisión o las canciones de amor o violencia. Décadas de insistencia por parte de autores y aficionados de la narrativa de imaginación le han dado al menos una cierta cantidad de reconocimiento crítico, pero no la han vuelto un fenómeno de masas (como tampoco lo ha sido, por lo demás, casi ninguna obra ni corriente literaria hecha en México).
La narrativa gráfica, que se mueve por canales nuevos y tradicionales que no están asociados con los del reconocimiento de las élites o el público literarios, tiene sus propias dificultades, pero también, de entrada, la posibilidad de un alcance mayor, que no está limitado por la incomprensión o el menosprecio de la literatura que se puede encontrar en buena parte de la población de este país. Se puede ver en las redes sociales: la página de The Mountain with Teeth en Facebook tiene el día de hoy cerca de 210,000 seguidores, por ejemplo, y si bien este número no se acerca a las cifras comunes para cualquier músico o deportista realmente popular, es ocho veces más grande que el de los seguidores de Francisco Martín Moreno o Benito Taibo, dos autores con fans constantes y numerosos dentro de su especialidad y publicaciones habituales en línea.
De forma análoga, aunque con menos énfasis en la actividad en internet, Bef se convirtió en una figura popular –debe ser uno de los autores más queridos de México– con trabajos destacados en “géneros” como la narrativa policiaca, que actualmente es central en la literatura nacional por su facilidad para representar la violencia de nuestro estado en descomposición, pero que durante décadas fue menospreciada por la “crítica seria”.
Realizada en ambos casos con gran belleza y solvencia técnica, la narrativa de imaginación de El instante amarillo y The Mountain with Teeth tiene varias características que la vuelven muy actual. Esto no significa que ninguna represente literalmente situaciones de las que se consideran “de actualidad”, sino que parte de sus temas, sus influencias y estrategias narrativas y su visión del mundo están muy en consonancia con los de grandes públicos, especialmente jóvenes.
Donde más fácilmente puede verse es en cómo Bef y Gámez utilizan numerosas referencias de cultura pop en su trabajo: música, literatura, cine, televisión y (desde luego) cómics se citan constantemente, a veces como parte directa de sus tramas, a veces de formas subversiva o paródica y también, ocasionalmente, como telón de fondo de narraciones con otros propósitos. En ningún caso se trata de ejercicios dentro de los confines de un “género” masificado y bien reglamentado (como sí suelen serlo prácticas de apropiación como la fan fiction). Por ejemplo, la trama central de El instante amarillo es una historia de maduración y crecimiento, que podría haber sido tratada como un melodrama realista pero está constantemente marcada por escenas donde la imaginación de su protagonista se manifiesta, sobre la página, de manera objetivamente cierta. De la misma forma, detalles cotidianos de las tiras, páginas y viñetas de Gámez parecen tomados del natural pero se transfiguran en algo diferente –una realidad magnificada, hipertrofiada, y también más bella y compleja– al recurrir a lo fantástico.
Otro elemento central es el uso la autobiografía: los autores se asoman, sin ningún pudor, en sus páginas, a veces como personajes secundarios y a veces como protagonistas, pero siempre de manera reconocible. Tanto Gámez como Bef se representan seleccionando algunos de sus rasgos físicos más característicos –su peinado, su estatura, su vestimenta preferida– para crear imágenes icónicas de ellos mismos. Ninguno de los dos hace autoficción en el sentido estricto, pero sus lectores pueden hacerse la ilusión de conocerlos (o reconocerlos) incluso en sus historias más caprichosas.
Finalmente, aunque la personalidad que ambos proyectan en sus obras da una impresión de ternura y melancolía –subrayada por su estilo de líneas claras y sus paletas de colores–, también tiene un reverso: igual que las poses rituales de las selfies, que mezclan actitudes amistosas y agresivas, las obras gráficas de Gámez y Bef dejan entrever posturas ásperas, sarcásticas, que en Bef se resumen en una adopción consciente del carácter punk –como se entendía en sus años de formación, a fines del siglo XX– y en ambos resultan sumamente atrayentes porque resuenan con el modo en que muchísimas personas, jóvenes sobre todo, aprenden a manifestarse en línea y fuera de ella. Una seguidora elogia así a Gámez en Facebook: “me encanta la manera como nos muestra otra perspectiva de la cosas [que] para nosotros pueden ser tan comunes, ella nos enseña [que] todo tiene otro punto de vista”. Pero esas “cosas comunes”, en estos dos narradores, incluyen también numerosas relaciones sociales que suelen entablarse de modo calculadamente belicoso, sin demasiadas muestras de empatía, como para sobrecompensar una inseguridad profunda o con el deseo –parte de los valores de la actualidad– de superar a todos los demás en la tarea de mostrar una apariencia llamativa, que se entiende como fuente de gratificación personal e idealmente de fama verdadera.
Las obras de Bef y Gámez están documentando una contradicción importante en el pensamiento de las sociedades invididualistas, divididas, del occidente contemporáneo y por supuesto de México. Y lo logran con una sutileza y una claridad que sólo pueden conseguirse mediante la imaginación fantástica, que es una herramienta sumamente útil para explorar nuestra vida interior. Lástima de quienes solamente escriben (escribimos) alrededor de estos asuntos; por otra parte, si estos dos narradores estén marcando un camino que otros puedan seguir, la literatura de imaginación podría terminar ganando los públicos enormes que rara vez se ha atrevido siquiera a imaginar.
Estaré lejos de la red por algunas semanas. Aquí se verán los resultados del concurso de minificción y aparecerá (casi con seguridad) un cuento nuevo de la serie mensual, pero difícilmente podré responder mensajes. Dejaré dos entradas en esta bitácora. La primera fue una nota sobre la situación actual en México. La segunda es ésta: una serie de enlaces y varias invitaciones para la Feria del Libro de Guadalajara.
Gracias a los lectores que visitan este sitio. Y hasta pronto.
* * *
Por si van a la Feria del Libro de Guadalajara, los invito a lo siguiente: presentaciones y varias actividades del Encuentro Internacional de Cuentistas.
Jueves 4 de diciembre
17:00 a 18:50 hrs.
Mesa redonda «Latinoamérica Viva»
Salón Juan José Arreola, planta alta, Expo Guadalajara
Participa: Gabriela Alemán, Mario Delgado Aparaín, Rodrigo Fresán, Verónica Stigger
Modera: Alberto Chimal
20:00 a 20:50 hrs.
Presentación de Las fauces del abismo de Ignacio Padilla
Sala Elías Nandino, planta alta, Expo Guadalajara
Participan: Paco Ignacio Taibo II, Benito Taibo, Alberto Chimal
Viernes 5 de diciembre
10:00 a 11:00 hrs.
Presentación de libros de Editorial Resistencia: Kustos, libro II: Todos juntos ya, Los gachos y el evenflo y El Sombra dentro del Encuentro Internacional de Caricatura e Historieta
Salón 4, planta baja, Expo Guadalajara
Participan: Josefina Larragoiti, Alberto Chimal, Ricardo García «Micro», Gonzalo Rocha, Edu Molina
16:00 a 16:50 hrs.
Presentación de la novela Dark Doll de Raquel Castro
Ediciones B
Salón C, Área Internacional, Expo Guadalajara
Participan: Raquel Castro, Yeana González y Alberto Chimal
18:00 a 19:50 hrs.
Mesa redonda «El nuevo Decamerón» dentro del Encuentro Internacional de Cuentistas
Salón 3, planta baja, Expo Guadalajara
Participan: Mario Delgado Aparaín, Luis Jorge Boone, Alberto Chimal, Hebe Uhart
Modera: Ignacio Padilla
Domingo 7 de diciembre
17:00 a 18:50 hrs.
Galas de El Placer de la Lectura
Salón 4, planta baja, Expo Guadalajara
Participan: Eduardo Punset, Eloy Tizón, Gioconda Belli, Verónica Murguía, Alberto Chimal
En Storify he recogido algunos experimentos recientes de escritura por internet: dos de ellos son historias de horror compuestas a base de textos brevísimos. «Día Común» engrana los textos con imágenes aparentemente inocuas; «Ciudad X» se refiere a una ciudad presente y a sucesos actuales y quiere ser una imagen del malestar de estos días. (Sobre ese tema, por cierto, pienso también esto.)
En todos los cursos de novela que doy recomiendo un libro que no es novela y es obra de un autor que jamás escribió una novela: The Unstrung Harp (El arpa sin encordar, 1953), un breve relato ilustrado del artista estadounidense Edward Gorey. Hay una traducción disponible del mismo en la compilación Amphigorey, publicada en español por Valdemar, pero si no tienen demasiados problemas con el inglés no es difìcil disfrutar a Gorey en su idioma original. Es una pequeña obra maestra además de un texto paradójico (Gorey debutó como ¿narrador gráfico?, ¿historietista? con The Unstrung Harp) y cuenta el proceso creativo del novelista con una potencia y una exactitud extraordinarias (y también, agrego, con mucho humor).
Su protagonista, que lleva el nombre improbable de Clavius Frederick Earbrass, es un novelista de carrera: cada cierto tiempo se embarca en la escritura de un nuevo proyecto, que siempre está dentro del mismo subgénero: dramas familiares en entornos de clase alta, al modo de los que aparecen (con diversos enfoques y tonos) en la obra de autores desde P. G. Wodehouse hasta Ford Maddox Ford. A lo largo de la historia de Gorey, éste se ríe de varios de los clichés del trabajo novelesco, incluyendo los rituales preparatorios para poder escribir; también muestra lo necesario de la concentración en la escritura de largo aliento (y los efectos extraños que puede producir), el caos que puede tener lugar cuando se acumulan las revisiones y modificaciones del proyecto de apariencia más sencilla, y, muy importante, el contraste que quien escribe acaba por percibir (por experimentar) entre su propia vida y la “vida” de sus personajes. Los detalles de la vida cotidiana de Earbrass son apenas menos triviales y sosos que los de su vida en el medio literario; por el contrario, la absorción en su novela produce, en un momento mágico evidente, la aparición literal de uno de sus personajes, y en otro más sutil y prolongado la llegada de una sensación de irrealidad que se cuela a sus días y lo nulifica: lo afantasma. Ese momento culminante de vacío tras la creación es mágico y cierto a la vez: perfectamente claro y pese a todo ambiguo, como tantos finales de grandes novelas.
(Antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, el Sr. Earbrass descubrió que tenía toda la intención de pasar algunas semanas en el Continente. En un trance de eficiencia, que no hubiera sorprendido a nadie más de lo que lo sorprendía a él mismo, hizo los preparativos complicados y enloquecedores para su partida en casi nada de tiempo. Ahora, al amanecer, está de pie, entumecido por el frío y la duda, mirando la superficie agitada del Canal de la Mancha. Supone que tendrá terribles malestares por horas y horas, pero no importa. Aunque es una persona a quien las cosas no le suceden, tal vez le puedan suceder cuando esté del otro lado.)
Hay algo de vampírico en la novela, porque se alimenta de su creador. Y porque el creador es una víctima dispuesta de esa criatura que (para modificar la frase hecha) no puede cobrar vida si no es gracias a él.
(Dos textos más sobre Gorey se pueden leer aquí y aquí.)
Los historietistas británicos Alan Moore (guión) y Kevin O’Neill (dibujo) publican desde fines de los años noventa una serie titulada The League of Extraordinary Gentlemen (conocida en español como La liga de los Hombres Extraordinarios o La Liga Extraordinaria). En ella, personajes de diferentes obras de ficción “popular” del siglo XIX, desde el explorador Allan Quatermain hasta el Capitán Nemo, se unen para formar un grupo, como parodia de «equipos» de superhéroes como los que aparecen en Los Vengadores o la Liga de la Justicia, pero también incorporando toda clase de referencias de la literatura, el cine la televisión y la cultura popular en general para ambientar las aventuras del grupo en un mundo alterno: un universo de la imaginación que replica y a la vez expande el de sus lectores.
Hace algunos días, una persona me dejó este mensaje por medio del servicio ask.fm:
Si hicieran una “liga de hombres extraordinarios” de México, a quien meterias tu ? Obviamente de ley estaría kustos
Yo lo pensé un poco (desde luego me halagó la referencia a mi personaje Horacio Kustos; qué puedo decir) y respondí lo siguiente:
Estaría buenísimo. 🙂 Veamos… Una alineación que se me ocurre en el momento:
Horacio Kustos, explorador
El Conde de Saint-Germain, inmortal (viene en un cuento muy divertido de Fernando de León)
Xanto, luchador y superhéroe (de José Luis Zárate)
Andrea Mijangos, detective ruda (de Bef)
Gaspar Dódolo, cartógrafo enciclopédico (de Hugo Hiriart)
Fulvio, vampiro dark (de Andrés Acosta)
Nina Complot, anarquista (de Karen Chacek)
Fue una lista hecha deprisa pero con la idea de cumplir con algunos criterios generales: son personajes a) de autores mexicanos vivos, b) cercanos a la aspiración imaginativa y aventurera de los personajes reciclados por Moore y que c) pueden, al modo de la Liga Extraordinaria, imaginarse juntos en una narración de aventuras. Al parecer, éste es un juego que lectores y aficionados de habla inglesa han jugado en muchas ocasiones, con personajes de diferentes épocas de la literatura, el cine y la televisión. ¿Por qué no hacerlo aquí también?
Para expandir las referencias, agrego ahora que la versión de Saint-Germain de Fernando de León proviene del cuento «La noche de los inmortales»; Xanto es, por supuesto, derivado y parodia de El Santo, como lo imagina Zárate en la novela Xanto. Novelucha libre; Andrea Mijangos ha aparecido en las novelas policiacas Hielo negro y Cuello blanco de Bef; Gaspar Dódolo aparece en la novela Cuadernos de Gofa de Hiriart; Fulvio es el protagonista de Olfato y Subterráneos, novelas de Andrés Acosta, y Nina Complot aparece en la novela del mismo título de Karen Chacek.
Alan Moore elabora, a lo largo de las entregas de la serie, una historia milenaria de su Liga, con diferentes integrantes en diferentes épocas, todos tomados de los periodos correspondientes de la ficción en la que el escritor se concentra (y que básicamente es de origen europeo y estadounidense). Para mi versión del juego, no pensé demasiado de los «antecedentes» de mi liga, pero sí escribí:
La liga habría sido instituida por Soledad, princesa y heroína [/fusion_builder_column][fusion_builder_column type=»1_1″ background_position=»left top» background_color=»» border_size=»» border_color=»» border_style=»solid» spacing=»yes» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» padding=»» margin_top=»0px» margin_bottom=»0px» class=»» id=»» animation_type=»» animation_speed=»0.3″ animation_direction=»left» hide_on_mobile=»no» center_content=»no» min_height=»none»][de la extraordinaria novela Loba de Verónica Murguía] en la Edad Media, y trasladada a México por el Gran Reformador, viajero del tiempo [del cuento «Crónica del Gran Reformador» de Héctor Chavarría, clásico de la ciencia ficción mexicana].
El villano sería el hombre de los 50 Libros [la única excepción a la regla de los autores vivos: el personaje más extraño y perverso del libro La noche, de Francisco Tario], acompañado por Moisés y Gaspar [del cuento del mismo título de Amparo Dávila], invasores misteriosos y sin forma.
Puse en Twitter un enlace a la lista porque me divirtió. La vio el escritor y crítico Luis Reséndiz y propuso la lista de otra liga posible, con personajes más «clásicos» de la cultura mexicana:
Filiberto García (el detective de Complot mongol de Rafael Bernal)
El Santo (la base del Xanto de Zárate, por supuesto, y popularísimo en películas, cómics y la lucha libre durante el siglo XX)
Héctor Belascoarán Shayne (el detective de las novelas de Paco Ignacio Taibo II)
Kalimán (de la radio y los cómics, que en su día fueron los más populares de la historia de, cuando menos, América Latina)
Aura (de la novela corta de Carlos Fuentes)
Y el juego puede seguir (de hecho, se podrían muchos personajes simplemente considerando lo que se escribe y se publica en la actualidad). Lo que quisiera subrayar aquí es lo siguiente: el juego puede jugarse con personajes mexicanos, lo que da a pensar que la ficción producida en este país no es tan pobre, ni tan uniforme, como algunos quisieran creer. Hay un depósito al que no siempre recurrimos en nuestra propia imaginación (o en las muchas posibilidades de la imaginación que se han dado en el territorio y las culturas que llamamos mexicanos) y que podría servir para contar(nos) muchas historias, para darle sentido a lo que necesitemos decirnos.
Para terminar, agradezco que Bernardo Fernández Bef, dibujante e historietista además de escritor, se animara a dibujar la «liga mexicana» que inventé:
[Aviso del 11 de febrero: la sede de la siguiente presentación cambió y la nota fue corregida para dejar la nueva dirección.]
Este miércoles 12 de febrero, la antología Manda fuego se presenta en la ciudad de Toluca. La cita es a las 18:00 horas en el Museo José María Velasco (Sebastián Lerdo de Tejada #400, esquina con Nicolás Bravo, Centro) la Subdirección de Publicaciones del Instituto Mexiquense de Cultura (Pedro Ascensio 103, casi esquina con Hidalgo, Centro; a poca distancia de la Alameda, donde antes estaba la Casa de Cultura de la ciudad). Presentará el libro la escritora Elisena Ménez. La entrada será libre y allí habrá, también, la posibilidad de adquirir el libro, que no se vende en librerías.
* * *
Ya está circulando, por fin, la primera parte de la novela gráfica que hicimos el gran historietista mexicano Ricardo García «Micro» y yo, y sobre la que escribí el año pasado. Iba a llamarse Calle Destino pero hubo un súbito cambio de planes (es una historia larga) y ahora se llama simplemente Kustos. La publicó Editorial Resistencia, que más adelante lanzará la conclusión. De momento, puedo invitarlos a que conozcan el libro: una nueva historia protagonizada por el explorador Horacio Kustos, la más cercana a un escenario cotidiano (todo sucede en la ciudad de México) y probablemente, a la vez, la más aventurera de todas: la que más claramente tiene una trama enérgica, peligros y demás. Aparte, ésta no es versión de las historias que se encuentran ya en El último explorador, La torre y el jardín,El cuaderno de Horacio Kustos (su bitácora en Tumblr, que en semanas recientes ha ganado muchos seguidores) o las ocasionales series de minificciones en Twitter. Está pensada expresamente para cómic. Y a pesar de que su creación fue un poco accidentada, creo que todos los involucrados nos divertimos mucho haciéndola.
El libro se puede conseguir en librerías (sobre todo, de la cadena Educal) y directamente en la tienda virtual de Resistencia. Próximamente habrá presentaciones en diversos lugares.
* * *
Quedó lista una primera etapa del acopio de referencias sobre William Burroughs al que varias personas convocamos la semana pasada con la etiqueta de red #Burroughs100. El resultado se puede leer en esta página de Storify (hay que avanzar a lo largo de varias páginas para ver la totalidad de lo reunido, que incluye contribuciones de más de un centenar de personas). Aprovecho para enlazar también al acopio que se hizo el año pasado sobre Ray Bradbury: #QueremosTantoARay. Muchas gracias a las personas que se interesaron en estos dos proyectos colectivos.
* * *
Y también ya está en línea la charla que tuvimos, hace pocos días, Alejandra Flores, Daniel Barrón (a quien agradezco enormemente la invitación) y yo sobre el gran escritor uruguayo Mario Levrero, y que se transmitió por Canal 22.
Unas puertas se cierran, pero otras se abren. Una de ellas es la puerta de una nueva historia. Está en la parte de atrás de una librería de la ciudad de México. Y se abre a otro mundo, que será ilustrado por un gran historietista mexicano: Ricardo García «Micro».
Como se ve, estarán allí HoracioKustos, Jean Ray, dos niños (que tienen la colección de cómics más extraña del mundo) y más de un ser asombroso y temible.
Pronto.
(Este perfil de Alan Moore, escritor admiradísimo por estos rumbos, apareció hace un par de meses en la revista Fahrenheit.)
Alan Moore (Northampton, Reino Unido, 1953) es un creador icónico. Le bastaría, quizá, su aspecto: está su barba castaña, larguísima, que se confunde con su melena, abundante y descuidada; están sus ojos profundos y ensombrecidos, fotografiados con frecuencia en la famosa pose Kubrick. Está también su vestimenta: a veces pantalones ajustados y una camiseta negra sin mangas –que no lo hacen verse sexy (no es un hombre atlético) sino extraño, como un habitante de un mundo de ciencia ficción– y a veces trajes de aspecto anticuado; siempre, numerosos anillos en los dedos y otros pendientes y adornos, asociados con su afición a lo sobrenatural. Un poco Rasputín, un poco eremita de caverna, un poco autor hipster, Moore fue consagrado en la cultura global en 2007 al aparecer en “Husbands and Knives”, un episodio de la temporada 19 de Los Simpson. Su imagen y sus intervenciones siguen siendo lo más recordado del programa: fue –es aún, quizá– el epítome del artista indignado, a la vez comprometido socialmente, crítico de la venalidad de nuestra época y extrañamente separado de ésta, obsesionado con sus propias búsquedas.
El que una persona se convierta en un icono quiere decir que su imagen se simplifica y, hasta cierto punto, se falsea. La sorpresa es que la obra de Moore, como la de otros grandes iconos, tiene mucho que ver con la superficie que le ha tocado en suerte.
Moore escapó de ser uno más de la generación que se volcó –y se agotó– en la contracultura de los años sesenta gracias a su impulso creativo. Primero dibujante de comics (no muy bueno) y luego guionista, se abrió paso en revistas como la venerable 2000AD y mostró desde el principio un deseo constante de romper los moldes: los hábitos de los historietistas a destajo que eran la mayoría de sus colegas y que se limitaban a repetir los argumentos de años y décadas previas. Moore intentó numerosos experimentos, buscó la colaboración de los mejores artistas disponibles (Dave Gibbons, Steve Bissette, J. H. Williams III, Eddie Campbell y Melinda Gebbie han hecho lo mejor de su obra a partir de guiones suyos) y nutrió su trabajo con influencias de todo tipo. Dos de sus tres grandes propuestas en el terreno del guión tienen que ver con esas influencias: la revisión de personajes preexistentes, para volverlos más complejos, y el juego constante con referencias intertextuales. La tercera es una actitud rebelde: un escepticismo y una crítica del poder que nunca se vuelven panfletarios porque se realizan por medio de un distanciamiento irónico, despiadado.
Sólo el trabajo inglés de Moore, cuya época de mayor esplendor fue de 1982 a 1989, le habría deparado ser un clásico del cómic: de hecho, le habrían bastado Marvelman, versión nietzscheana de Superman que, en muy buena medida, lleva la idea del superhéroe a su límite absoluto, y V for Vendetta, una historia de ciencia ficción sobre una rebelión anarquista en el futuro próximo (la máscara de Guy Fawkes que lleva su héroe es la que utilizan ahora numerosos grupos de protesta en todo el mundo, pues se volvió célebre a partir de la versión fílmica de James McTeigue). Pero la gran oportunidad de Moore vino cuando, reclutado por la editora estadounidense DC Comics, escribió los guiones de Swamp Thing (1983-87), una revista que bajo su mando pasó de ser un título genérico de horror a una demostración –al menos, para el mainstream del mundo desarrollado– de que el medio del cómic podía alcanzar la misma sofisticación que cualquier otra de las artes. Poco después, Watchmen, su libro central –una nueva y brutal deconstrucción del arquetipo del superhéroe–, apareció serializado por DC en 1986 y en un solo volumen al año siguiente: no sólo cambió para siempre la historieta industrial estadounidense, al atraer a un público adulto a personajes que previamente se habían considerado “para niños”, sino que se convirtió en precursor de incontables obras que han buscado lograr el mismo efecto y de un cambio general en la percepción del valor del cómic. Cuando menos, todo el cine actual de superhéroes, con su mezcla de seriedad adulta y espectacularidad infantil, debe todo al trabajo de Moore y otros pioneros como Neil Gaiman, Peter Milligan o Grant Morrison.
Posteriormente, Moore ha seguido un camino distinto al de todos ellos al distanciarse del cómic industrial; aunque pudo mantener una relación tenue con DC por años y ésta le publicó dos series importantes: Promethea (1999-2005) y los primeros volúmenes de The League of Extraordinary Gentlemen (1999-), el trabajo más constante de Moore ha sido en editoras independientes como Top Shelf, que se ha encargado de reunir y promover su obra madura desde From Hell (1999), una extraordinaria novela histórica alrededor de la figura de Jack el Destripador, y Lost Girls (2006), una historia de la pornografía y el erotismo con el telón de fondo de la Primera Guerra Mundial.
Los últimos proyectos de Moore, más allá del cómic, refuerzan la impresión de su versatilidad, su interés por lo marginal y su cuestionamiento de las tendencias de moda. Ha escrito novela (Voice of the Fire), ha creado performance, y uno de sus últimos proyectos, Dodgem Logic, es un fanzine impreso: ¡en pleno siglo XXI!
2. La revista Cuadrivio publicó siete minificciones mías con el título «Siete sirenas»: son textos sobre esas criaturas que o no existen o se extinguieron hace mucho, como decía el profesor Mencio Ferdinández, pero a la vez no dejan de invadir cerebros desprevenidos y organizar fugas espectaculares ante las cámaras de televisión del mundo entero, como se verá. Por lo demás, la revista, jovencísima (va en su segundo número), es estupenda y se deja leer larga y muy sabrosamente. Por mi parte, además de la buena compañía de muchos textos agradezco esta ilustración que hizo Valeria Hernández:
3. Ya aparecen los primeros lectores y comentarios de Los viajeros, la antología de ciencia ficción mexicana en la que Bernardo Fernández (Bef) reunió 18 textos mexicanos de ficción especulativa incluyendo uno mío, «Se ha perdido una niña», y otros de Mauricio-José Schwarz, Gabriel Trujillo Muñoz, Gerardo Horacio Procayo, José Luis Zárate, Francisco Haghenbeck, Antonio Malpica, Ignacio Padilla, Pepe Rojo, Cecilia Eudave, Karen Chacek, Gerardo Sifuentes, Rodolfo JM, Edgar Omar Avilés, Gabriela Damián, Rafael Villegas, Orlando Guzmán y el mismo BEF. Las primeras notas han aparecido en sitios interesados en la ciencia ficción como la revista argentina Axxón y el blog de la Tertulia Literaria Fantástica de Bilbao. Mientras me pregunto cuándo (o si) aparecerán comentarios en México más allá de los anuncios de la publicación, me preocupa la constancia de los prejuicios contra la ciencia ficción entre nosotros; aunque creo que se puede hacer cierta crítica de la CF a estas alturas de su historia, no deja de ser absurdo que se le llame «naturalmente menor», «poco mexicana» (juro que he oído decir eso a varias personas) y otras cosas semejantes. Espero que los lectores del libro no hagan caso de nada salvo lo que los textos dicen y se formen su propia opinión.
4. Finalmente, me alegra reportar la buena recepción que ha tenido en España la antología La banda de los corazones sucios, en la que Salvador Luis convocó a un grupo de autores de diversos países de hispanoamérica a escribir de villanos de la ficción y de la vida real. En este libro mi texto se titula «Acerca del alma», trata del caso Fritzl (es decir, tiene algunos puntos de contacto con mi novela Los esclavos) y saldrá (tengo esperanzas) en una edición mexicana posteriormente.
(Los otros autores reunidos aquí: Jon Bilbao, Sergi Bellver, Lara Moreno, Vicente Luis Mora, Marian Womack, Matías Candeira, Juan Carlos Márquez, Antonio Ortuño, Mariana Enriquez, Juan Terranova, Javier Payeras, Leonardo Cabrera y Rocío Silva Santisteban.)[/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]
Bernardo Fernández, quien firma como Bef y es escritor, monero, ilustrador y amigo querido de mucho tiempo atrás, celebra 20 años como artista visual con dos novedades. Una es Espiral, su primera novela gráfica, publicada por Alfaguara y que no sólo tiene un planteamiento muy interesante (una historia muda, sin diálogos, y que de hecho es una trama dentro de otra trama dentro de otra trama) sino que además es la punta de lanza, como Bef comenta en su blog, de una nueva oleada de comics mexicanos de autor:
La otra es una exposición: Historias de robots, que Bef describe como
compuesta por 20 imágenes digitales de 20 x 20 cm cada una, en edición limitada y numerada por un servidor. Cada una de ellas va acompañada por un minicuento de mi admirado colega y amigo, Alberto Chimal.
Podremos celebrar el honor y el gusto correspondientes en la inauguración de la exposición, que será este viernes 5 de noviembre a las 20:00 en Vértigo Galería, situada en Colima 23 local A, a media cuadra de avenida Cuauhtémoc, en la ciudad de México. Allá nos vemos.
Aurelio Asiain ha traducido y publicado en internet Un puñado de poemas de Ikkyu Sojun, poeta japonés del siglo XV; «una de las figuras más interesantes del budismo zen», escribe Asiain. «Célebre por sus excentricidades, sus excesos y sus escándalos (…) calígrafo mayor del Japón, legendario flautista itinerante, artífice de la ceremonia del té y poeta originalísimo». Los textos fueron publicados originalmente en su blog Margen del Yodo, y no cito aquí ninguno, aunque muchos me parecen excelentes, para que vayan a leerlos; por supuesto es gratis.
Los poemas de Ikkyu Sojun han llamado la atención en días recientes, pero ha resultado más comentada aún la nota de Asiain –publicada en su bitácora de Tumblr Nada que ver— en la que parte de una nota de Twitter en la cuenta del programa Final de Partida, del recién nacido canal Foro TV: «Con ediciones de mil ejemplares en el mejor de los casos y un público cada vez más reducido, ¿puede sobrevivir la poesía?».
Asiain dice que la pregunta es «un lugar común y una tontería» y escribe en Twitter catorce notas sobre la cuestión que aquí reproduzco:
1. La poesía siempre se ha editado en tirajes mínimos y su público no es cada vez más reducido, todo lo contrario. Paren de decir memeces.
2. Pero hoy, además, se imprimen más ejemplares que nunca antes. Tiraje de Sarada Kinenbi de Tawara Machi: 2,600,000 ejemplares.
3. Un poema publicado en internet tiene en pocas horas muchos más lectores que impreso en papel. También un libro de poemas.
4. El librito de Ikkyu que puse en Internet tuvo en siete días más de mil lectores. Ninguno de mis libros de poesía impresos los tuvo en años.
5. Las publicaciones impresas se leen menos, pero reducir al papel el mundo editorial y la vida literaria es ciego. La creación está hoy aquí.
6. El prestigio de la letra impresa intimida a muchos buenos escritores, que no se reconocen como tales porque sólo publican en sus blogs.
7. La literatura que se escribe, publica y lee en los blogs tiene más lectores que los medios impresos, y sólo el prejuicio la juzga inferior.
8. Sólo por prejuicio, también, consideramos alta literatura un haiku de Basho o una copla de Lorca y no tantos tuits que no lo son menos.
9. En Japón las novelas de mayor venta en los últimos años se han escrito y publicado primero en teléfonos celulares en millones de ejemplares.
10. Hace dos días un memo ironizaba porque escribí que a mí, en Twitter, me interesa descubrir escritores. Pero los encuentro todos los días.
11. En unas horas de lectura atenta en Twitter, siguiendo a la gente adecuada, se encuentra más y mejor poesía que en cualquier revista impresa.
12. “La poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre” dijo Cardoza y Aragón. Dicho de otro modo: no hay humanidad sin poesía.
13. La poesía no es un género literario. Es un fenómeno lingüístico y no sólo lingüístico. Es una forma particular de la producción de sentido.
14. La poesía existe desde mucho antes que los libros, el papel y la escritura. Sobrevivirá a los libros impresos, la televisión y la internet.
Esto es una invitación a debatir. ¿Qué opinan ustedes?
* * *
Nota: leí primero los textos de Asiain en la cuenta de Facebook de Guillemo Vega Zaragoza, quien también tiene blog y cuenta de Twitter.
Se verá que blogs, Twitter, Tumblr, Facebook (e Internet Archive, que preserva tantos sitios activos y tantos más desaparecidos) son realmente lugares nuevos, como se viene diciendo desde hace tanto. Lo que no se ve con tanta frecuencia es que la red, además de un espacio vastísimo en el que es posible perderse (cliché horrible), es uno en el que podemos no saber: perdernos de mucho, pasar de largo, ignorar. La erudición de internet (por la que, supuestamente, «todos sabemos todo») no es más que una metáfora o una posibilidad irrealizable: la información que nos satura es irrelevante, por lo general, pero incompleta siempre.
Hay que dejar la pasividad para intentarlo pero la red sí devuelve –aunque sea sólo de manera relativa, individual: la propia de la época– la posibilidad de descubrir.[/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]