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De tuiteratura

[Un breve artículo sobre escritura digital –no solamente en Twitter, de hecho– que apareció en el suplemento Laberinto del diario Milenio hace algún tiempo.]

1. El primer ejemplo registrado del término tuiteratura está en el libro Twitterature: The World’s Greatest Books in Twenty Tweets or Less, de Alexander Aciman y Emmet Rensin, publicado a fines de 2009. El libro contiene resúmenes paródicos, esparcidos en series de tuits (textos de 140 caracteres o menos, como los que se transmiten por Twitter), de libros famosos “para no tener que leerlos”. No era, pues, más que un chiste, basado en prejuicios que aún se mantienen acerca de la frivolidad de internet y de lo obtuso de sus usuarios.
Éstos, sin embargo, se apropiaron del término, y lo utilizan ahora para referirse a algo mucho más amplio: a toda escritura con aspiraciones o efectos artísticos que se realice y se difunda –de modo totalmente independiente de la letra impresa– en esa red social.

2. El tuit no es un género literario: además de que la mayor parte de lo que se escribe en internet es simple comunicación cotidiana (o ruido), las características formales y temáticas de lo que sí tiene fines expresivos son demasiado variadas para intentar una descripción que las abarque a todas. Tuiteratura es, más bien, un momento o una etapa del desarrollo temprano de la escritura digital, en el que las nuevas tecnologías disponibles permiten justamente una explosión de nuevas formas de escritura.

3. Al hablar de Twitter se enfatiza la brevedad de sus mensajes, pero los rasgos más importantes de la moderna escritura digital que esta red ha revelado y potenciado son, de hecho, los siguientes:

  • La escritura y la lectura comunales, abiertas y en público, al contrario de los procesos solitarios que la imprenta ha fomentado por siglos. Publicar es lanzar un texto a un lugar entre una multitud de otros, que aparecen incesantemente, y leer es encontrar un fragmento de escritura en esa misma multitud. Por supuesto, existen maneras de reducir el ruido, rectificar y depurar lo leído, pero hacerlo implica también un acto consciente de selección: todos somos –o podemos ser– curadores de nuestras propias antologías virtuales.
  • La interacción instantánea y diversa, más rápida que en otras redes e impensable en los medios impresos. Ésta favorece la retroalimentación y el comentario pero también, más significativamente, la creación colectiva dentro de comunidades creadas de manera espontánea o deliberada.
  • La mutación de géneros preexistentes: hay escritores/tuiteros que utilizan la seriación de los tuits para componer secuencias novelescas, variaciones similares a las de la minificción, derivas como las del aforismo, aclimatadas al nuevo medio y a la vez reconocibles. Los principios de la adaptación son los mismos que en otros traspasos entre artes y medios.
  • La aparición de prácticas nuevas, que a veces son géneros sin precedentes y a veces no caben siquiera en la definición habitual de género, pues los textos que engendran se crean muchas veces sin plan ni organización, e invariablemente no permanecen ni forman, por tanto, un corpus que luego puede ser recuperado.
  • Ésta es, probablemente, la transformación más radical que hemos visto hasta ahora: la erosión de los conceptos del texto definitivo y de la permanencia. Muchos usan Twitter como una fuente de textos en bruto que podrán luego ser “fijados” en libros (digitales o impresos), pero parece estar surgiendo una nueva generación que no se interesa en llevar su escritura más allá de la red: enfrentados con la creciente dificultad de obtener ingresos por el trabajo creativo, o bien escépticos de las formas tradicionales de la validación y la posteridad, publican y luego borran, o repiten lo ya publicado con cambios, o bien dejan que sus textos se pierdan en la renovación constante de lo que alimentamos a la red.

4. Las tecnologías digitales no redefinen por entero a la literatura, porque existen en principio para seguir cumpliendo algunos objetivos de la escritura –la primera tecnología de ampliación de la memoria humana– desde su invención hace miles de años, pero sí alteran, como se ha visto, la creación, la lectura y todos los contactos entre lectores, autores y textos. Por otro lado, no hemos visto aún todos los cambios que traerán estos procesos: la escritura por medio de la red no terminará cuando la empresa Twitter desaparezca, de la misma forma en que no terminó con el declive de los blogs como forma mayoritaria de escritura digital ni con la desaparición de los servicios de páginas personales, que fueron las primeras modas de la red a fines del siglo XX. Por el contrario, casi con seguridad la escritura digital trascenderá a la desaparición de Twitter como medio de comunicación, y –de hecho– a las vidas de todos sus usuarios presentes. El Quijote de Cervantes, primer representante de lo que ahora consideramos un género nuevo, impensable antes de la aparición de la imprenta de tipos móviles, apareció más de un siglo después de la muerte de Gutenberg; la escritura digital está, en realidad, comenzando.

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Alan Moore

(Este perfil de Alan Moore, escritor admiradísimo por estos rumbos, apareció hace un par de meses en la revista Fahrenheit.)

Alan Moore (Northampton, Reino Unido, 1953) es un creador icónico. Le bastaría, quizá, su aspecto: está su barba castaña, larguísima, que se confunde con su melena, abundante y descuidada; están sus ojos profundos y ensombrecidos, fotografiados con frecuencia en la famosa pose Kubrick. Está también su vestimenta: a veces pantalones ajustados y una camiseta negra sin mangas –que no lo hacen verse sexy (no es un hombre atlético) sino extraño, como un habitante de un mundo de ciencia ficción– y a veces trajes de aspecto anticuado; siempre, numerosos anillos en los dedos y otros pendientes y adornos, asociados con su afición a lo sobrenatural. Un poco Rasputín, un poco eremita de caverna, un poco autor hipster, Moore fue consagrado en la cultura global en 2007 al aparecer en “Husbands and Knives”, un episodio de la temporada 19 de Los Simpson. Su imagen y sus intervenciones siguen siendo lo más recordado del programa: fue –es aún, quizá– el epítome del artista indignado, a la vez comprometido socialmente, crítico de la venalidad de nuestra época y extrañamente separado de ésta, obsesionado con sus propias búsquedas.
      El que una persona se convierta en un icono quiere decir que su imagen se simplifica y, hasta cierto punto, se falsea. La sorpresa es que la obra de Moore, como la de otros grandes iconos, tiene mucho que ver con la superficie que le ha tocado en suerte.
      Moore escapó de ser uno más de la generación que se volcó –y se agotó– en la contracultura de los años sesenta gracias a su impulso creativo. Primero dibujante de comics (no muy bueno) y luego guionista, se abrió paso en revistas como la venerable 2000AD y mostró desde el principio un deseo constante de romper los moldes: los hábitos de los historietistas a destajo que eran la mayoría de sus colegas y que se limitaban a repetir los argumentos de años y décadas previas. Moore intentó numerosos experimentos, buscó la colaboración de los mejores artistas disponibles (Dave Gibbons, Steve Bissette, J. H. Williams III, Eddie Campbell y Melinda Gebbie han hecho lo mejor de su obra a partir de guiones suyos) y nutrió su trabajo con influencias de todo tipo. Dos de sus tres grandes propuestas en el terreno del guión tienen que ver con esas influencias: la revisión de personajes preexistentes, para volverlos más complejos, y el juego constante con referencias intertextuales. La tercera es una actitud rebelde: un escepticismo y una crítica del poder que nunca se vuelven panfletarios porque se realizan por medio de un distanciamiento irónico, despiadado.
      Sólo el trabajo inglés de Moore, cuya época de mayor esplendor fue de 1982 a 1989, le habría deparado ser un clásico del cómic: de hecho, le habrían bastado Marvelman, versión nietzscheana de Superman que, en muy buena medida, lleva la idea del superhéroe a su límite absoluto, y V for Vendetta, una historia de ciencia ficción sobre una rebelión anarquista en el futuro próximo (la máscara de Guy Fawkes que lleva su héroe es la que utilizan ahora numerosos grupos de protesta en todo el mundo, pues se volvió célebre a partir de la versión fílmica de James McTeigue). Pero la gran oportunidad de Moore vino cuando, reclutado por la editora estadounidense DC Comics, escribió los guiones de Swamp Thing (1983-87), una revista que bajo su mando pasó de ser un título genérico de horror a una demostración –al menos, para el mainstream del mundo desarrollado– de que el medio del cómic podía alcanzar la misma sofisticación que cualquier otra de las artes. Poco después, Watchmen, su libro central –una nueva y brutal deconstrucción del arquetipo del superhéroe–, apareció serializado por DC en 1986 y en un solo volumen al año siguiente: no sólo cambió para siempre la historieta industrial estadounidense, al atraer a un público adulto a personajes que previamente se habían considerado “para niños”, sino que se convirtió en precursor de incontables obras que han buscado lograr el mismo efecto y de un cambio general en la percepción del valor del cómic. Cuando menos, todo el cine actual de superhéroes, con su mezcla de seriedad adulta y espectacularidad infantil, debe todo al trabajo de Moore y otros pioneros como Neil Gaiman, Peter Milligan o Grant Morrison.
      Posteriormente, Moore ha seguido un camino distinto al de todos ellos al distanciarse del cómic industrial; aunque pudo mantener una relación tenue con DC por años y ésta le publicó dos series importantes: Promethea (1999-2005) y los primeros volúmenes de The League of Extraordinary Gentlemen (1999-), el trabajo más constante de Moore ha sido en editoras independientes como Top Shelf, que se ha encargado de reunir y promover su obra madura desde From Hell (1999), una extraordinaria novela histórica alrededor de la figura de Jack el Destripador, y Lost Girls (2006), una historia de la pornografía y el erotismo con el telón de fondo de la Primera Guerra Mundial.
      Los últimos proyectos de Moore, más allá del cómic, refuerzan la impresión de su versatilidad, su interés por lo marginal y su cuestionamiento de las tendencias de moda. Ha escrito novela (Voice of the Fire), ha creado performance, y uno de sus  últimos proyectos, Dodgem Logic, es un fanzine impreso: ¡en pleno siglo XXI!

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Un texto cyborg y una re/presentación

1. Ayer, en la primera página del suplemento El Ángel (del diario Reforma), apareció un artículo mío. Se titula «Mi esposa es un cyborg«, está basado en hechos reales y se puede leer en el blog de Alberto Buzali (posteriormente estará también aquí, en Las Historias, pero el sitio de mi tocayo es una fuente excelente de noticias culturales).
      El texto (que también se puede leer en esta versión PDF) habla de modificaciones corporales, conversaciones incómodas y la capacidad para la maravilla con el fin de explicar el secreto de la siguiente foto:

(Los suscriptores de Reforma pueden leer también el artículo en el sitio del diario.)

2. Este miércoles, 29 de junio, a las 19:30 horas, se vuelve a presentar en la ciudad de México mi novela Los esclavos. La cita es en la librería Entrelíneas, que está en el primer piso del Espacio Cultural Atrio (Orizaba 127, colonia Roma, entre Chihuahua y Guanajuato, muy cerca de Álvaro Obregón). La presentación será una charla con el librero René Reyes Escobedo; habrá ejemplares del libro a la venta y, por supuesto, la entrada será libre. Organiza la editorial Almadía.

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Actualizaciones del 20/2/09

Nuevamente se agregan enlaces a la página principal del proyecto Poe 2009: una traducción rítmica de «El cuervo» de Carlos Manuel Cruz Meza, más un ensayo suyo sobre Poe presentado en el reciente Poe-loquio de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM; también, un elogio de Fernando Savater y un resumen de las polémicas contra Poe (incluyendo la diatriba de Harold Bloom) hecho por Christopher Domínguez Michael.

La convocatoria a participar en este proyecto sigue abierta.

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Actualizaciones del 9/2/09

Hoy se han agregado varios nuevos enlaces a la página del proyecto Poe 2009, incluyendo una convocatoria para una conferencia internacional: «Las traducciones extraordinarias de Edgar Allan Poe», y el primer artículo publicado directamente en este sitio: «Muerte y amor: lecturas clásicas de Edgar Allan Poe y Marcel Schwob», escrito por Ana González-Rivas Fernández y Francisco García Jurado, de la Universidad Complutense de Madrid. Además, un enlace a una serie de opiniones sobre Poe de diversos autores y una grabación de Christopher Walken leyendo «El cuervo» (que no está en español…, pero no deja de ser una belleza; si hay algún interesado en proponer su propia versión a partir de una traducción en español, Las historias puede alojar el archivo de audio para su difusión).

Este proyecto seguirá actualizándose durante todo 2009, y la convocatoria sigue abierta para cualquier persona interesada. Gracias a todos los colaboradores y saludos…

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