FEMINICIDA
No sabía por qué había aceptado verlo en aquél lugar, era lejano y le había dado mala espina. Sin embargo su psicóloga le había dicho que tenía que abrirse a cosas nuevas, que de cada cien pensamientos que un ser humano llega a tener, sólo uno tiene posibilidades de llegar a ser. ¡Lotería! pensó tristemente mientras una punzada le atravesó el costado izquierdo, gimió un poco e intento encontrar la posición más cómoda dentro del maletero. No lloraba, en realidad sólo esperaba, suponía que con una herida como la suya la muerte no se haría del rogar. Lanzó una última mirada por el resquicio de la cajuela, divisó a través de una pequeña ventana la cola del gato. Suspiró hondamente, su único testigo se marchaba sin siquiera un miau.
FEMINICIDA
No sabía por qué había aceptado verlo en aquél lugar, era lejano y le había dado mala espina. Sin embargo su psicóloga le había dicho que tenía que abrirse a cosas nuevas, que de cada cien pensamientos que un ser humano llega a tener, sólo uno tiene posibilidades de llegar a ser. ¡Lotería! pensó tristemente mientras una punzada le atravesó el costado izquierdo, gimió un poco e intento encontrar la posición más cómoda dentro del maletero. No lloraba, en realidad sólo esperaba, suponía que con una herida como la suya la muerte no se haría del rogar. Lanzó una última mirada por el resquicio de la cajuela, divisó a través de una pequeña ventana la cola del gato. Suspiró hondamente, su único testigo se marchaba sin siquiera un miau.
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FEMINICIDA
No sabía por qué había aceptado verlo en aquél lugar, era lejano y le había dado mala espina. Sin embargo su psicóloga le había dicho que tenía que abrirse a cosas nuevas, que de cada cien pensamientos que un ser humano llega a tener, sólo uno tiene posibilidades de llegar a ser. ¡Lotería! pensó tristemente mientras una punzada le atravesó el costado izquierdo, gimió un poco e intento encontrar la posición más cómoda dentro del maletero. No lloraba, en realidad sólo esperaba, suponía que con una herida como la suya la muerte no se haría del rogar. Lanzó una última mirada por el resquicio de la cajuela, divisó a través de una pequeña ventana la cola del gato. Suspiró hondamente, su único testigo se marchaba sin siquiera un miau.
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No sabía por qué había aceptado verlo en aquél lugar, era lejano y le había dado mala espina. Sin embargo su psicóloga le había dicho que tenía que abrirse a cosas nuevas, que de cada cien pensamientos que un ser humano llega a tener, sólo uno tiene posibilidades de llegar a ser. ¡Lotería! pensó tristemente mientras una punzada le atravesó el costado izquierdo, gimió un poco e intento encontrar la posición más cómoda dentro del maletero. No lloraba, en realidad sólo esperaba, suponía que con una herida como la suya la muerte no se haría del rogar. Lanzó una última mirada por el resquicio de la cajuela, divisó a través de una pequeña ventana la cola del gato. Suspiró hondamente, su único testigo se marchaba sin siquiera un miau.
Aduana
La señal era esta; después del gato viene el SEÑOR.
Miguel Santos