Como cada mes, esta bitácora invita a su concurso de minificción. Por única ocasión, sin embargo, el concurso será triple: PalabraLab y Ciudad Mínima se unen a Las Historias para una convocatoria especial, que tendrá como premio para diez ganadores el figurar en una antología internacional de narrativa brevísima.
El festival Ciudad Mínima, dedicado a la minificción, se celebra cada año en Guayaquil, Ecuador. Organizado por el grupo PalabraLab, busca fomentar la literatura y escritura breve y este año tendrá como invitado al escritor argentino/español Andrés Neuman. Desde México, el concurso de Las Historias participa e invita a participar a todos los interesados según las siguientes
BASES
1) Participación: Podrá participar toda persona mayor de 18 años de cualquier nacionalidad y residente de cualquier país.
2) Presentación: Las obras entregadas deberán ser inéditas y originales y estar escritas en español. Las mismas no podrán haber sido presentadas a ningún otro concurso del que aún no se haya dado el fallo, ni estar comprometidas con ninguna editorial, y se deberán publicar en la sección de comentarios al pie de esta misma página. Los concursantes podrán participar con su nombre real o con un seudónimo, pero en cualquier caso deberán dejar, al publicar sus textos, una dirección válida de correo electrónico, de modo que se les pueda contactar posteriormente en caso de que resulten ganadores. Si un concursante no deja una dirección válida de correo electrónico quedará descalificado.
3) Extensión: Las narraciones concursantes deberán tener una extensión de no más de 200 palabras más un título (éste no entrará en el conteo).
4) Tema/Disparador creativo: Las narraciones concursantes deberán partir de una de las siguientes tres imágenes (se pueden amplificar haciendo clic sobre ellas). No se trata de escribir un pie de foto de la imagen elegida, ni tampoco de describirla: se trata de utilizarla como un disparador creativo para inventar una historia, en la que la imagen misma puede aparecer como un momento o una escena, pero que pueda leerse independientemente de la imagen.
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6) Plazos: El concurso se declara abierto el día jueves primero de agosto y se cerrará el día 15 de septiembre a las 23:59 horas, tiempo de Guayaquil y México. Se tendrá en cuenta la hora registrada a la hora de la publicación de los textos concursantes por el sistema de contenido (CMS) de Las Historias.
7) Ganadores: habrá 10 ganadores, que recibirán un diploma por correo electrónico que destaque su participación en el II Festival Ciudad Mínima y cuyos textos serán incluidos en una antología conmemorativa, junto con una selección de escritores de micronarrativa de habla hispana. Esta antología será publicada en formato digital.
8) Anuncio de ganadores: El anuncio de los ganadores será publicado en los sitios www.lashistorias.com.mx y www.ciudadminima.com el martes primero de octubre de 2013.
9) Identificación de los ganadores: A las personas que obtengan premio en el concurso se les solicitará que proporcionen los siguientes datos de identificación: nombre, apellidos, dirección y teléfono de contacto, número de pasaporte u otro documento de identificación, e imagen digital de dicha identificación. Asimismo, deberán enviar una carta de autorización para la utilización de su(s) texto(s) en la publicación conmemorativa. Los concursantes que no proporcionen esta información serán descalificados.
10) Publicación y derechos: Los concursantes premiados cederán el derecho para la primera publicación de sus textos a Ciudad Mínima, luego de lo cual podrán republicarlos en cualesquiera otros formatos y presentaciones.
11) Jurado: El Jurado estará formado por tres escritores ecuatorianos conocedores de la narrativa breve, cuya composición se dará a conocer públicamente en el momento de su fallo.
12) Fallo: El Jurado dictaminará durante el mes de septiembre. La decisión del Jurado será inapelable. Los fallos se publicarán en los sitios www.lashistorias.com.mx y www.ciudadminima.com y serán comunicados a los ganadores por correo electrónico. El concurso no podrá ser declarado desierto.
13) Conformidad: El hecho de participar en el concurso supone la aceptación de las presentes Bases.
[Nota: por ser especial triple este concurso contará como el equivalente a los concursos 93, 94 y 95 de la serie regular de Las Historias.][/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]
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Valora en Bitacoras.com: Como cada mes, esta bitácora invita a su concurso de minificción. Por única ocasión, sin embargo, el concurso será triple: PalabraLab y Ciudad Mínima se unen a Las Historias para una convocatoria especial, que tendrá c……
Regreso a mis raíces. Regreso a la materia, a la madre que no conocí, de la cual nunca debí haber salido. El equivalente de los poetas que se ahogan en el mar. Río. Agua.
Yo pensaba en el bosque que se extendía afuera, mientras los dedos de Julián tocaban Nocturno de Chopin. Chopin, Chopin, Chopin. Cuando aquella mujer le destrozó el corazón tocaba a Sibelius. Sus lágrimas permeaban por mis teclas. Su tristeza se hacía mía, condenado a reproducirla en cada nota, un whiskey sobre mi caja, que a veces tenía la suerte de absorber porque olvidaba el posavasos. Siempre me gustó el whiskey. Siempre me gustó Julián, no negaré que me agradaba más cuando tocaba Para Elisa a los 7 años que a los 19, cuando ya era imposible para mi distinguir si yo era él o el era yo. Llorábamos.
El me había hablado de aquella noche. Salimos al bosque. Retornaríamos a la calma. A los orígenes. Tu primero. Caí. Me sentí acogido por una familia pura, sin vicios. Al ver la silueta de Julián, sostenida del cuello, cerré los ojos. Porque todos nos cansamos alguna vez. Y no queda más que dormir.
lo siento, este no tiene título
LAS PENAS COMPARTIDAS
Regreso a mis raíces. Regreso a la materia, a la madre que no conocí, de la cual nunca debí haber salido. El equivalente de los poetas que se ahogan en el mar. Río. Agua.
Yo pensaba en el bosque que se extendía afuera, mientras los dedos de Julián tocaban Nocturno de Chopin. Chopin, Chopin, Chopin. Cuando aquella mujer le destrozó el corazón tocaba a Sibelius. Sus lágrimas permeaban por mis teclas. Su tristeza se hacía mía, condenado a reproducirla en cada nota, un whiskey sobre mi caja, que a veces tenía la suerte de absorber porque olvidaba el posavasos. Siempre me gustó el whiskey. Siempre me gustó Julián, no negaré que me agradaba más cuando tocaba Para Elisa a los 7 años que a los 19, cuando ya era imposible para mi distinguir si yo era él o el era yo. Llorábamos.
El me había hablado de aquella noche. Salimos al bosque. Retornaríamos a la calma. A los orígenes. Tú primero. Caí. Me sentí acogido por una familia pura, sin vicios. Al ver la silueta de Julián, sostenida del cuello, cerré los ojos. Porque todos nos cansamos alguna vez. Y no queda más que dormir.
CRÓNICAS AFÓNICAS
“Sancho, Sancho, ¿qué me trajiste hoy? ¿Qué noticias hay sobre Florinda?” Sancho maulló: “Escuché a los polis decir: aquella vagabunda apestosa, ¿se acuerdan? La que encontramos apuñalada en el estacionamiento el lunes. Quesque era una rica que se volvió loca y se escapó de su casa. De esas, ¿cómo se llaman? – Esquizofrénica güey- Ándale. Que de la familia Roca o Broca. Se les escapó…” -Oh Sancho, si supieran. Si supieran lo que mi pobre Florinda sufría con esos Roca. La tenían encerrada. No conoció la vida hasta que me conoció a mí. Y a ti, mi Sancho, nuestro compañero de aventuras. Esos polis, esos Roca, esa gente de traje que va a las oficinas. Esos pendejos no saben de la vida. Creen que la lana lo es todo. Bola de idiotas. Nomás con un día que estuvieran con nosotros, mi Sancho. Por eso Flori se fue. Pero se nos fue también a nosotros…-“
Sancho estuvo la noche del domingo con Flori. Sintió que los seguían y corrió al estacionamiento de la calle Duraznos. Escucho a Carlos Roca. “Hermana, hay mucho en juego. No entiendes. Nunca lo entenderías.”
Ni un solo asalto en los ocho meses que lleva como guardia, desde que empezó la huelga de la universidad. No llegó ahí a perder el tiempo: repasó todo Rimbaud, Seaglant y Hojas de hierba de Whitman, llenó 8 cuadernos de poemas, entre borradores y correcciones, y aprendió un poco de italiano. No le preocupa que lo agarren con la guardia baja: mientras el lee sus compañeros dormitan a ratos para pasar la noche.
Ha escrito mucho y ganado algo de dinero, pero no ha tenido las experiencias que imagino al pedir un trabajo que lo haría cargar con un arma de siete tiros, siete muertes instantáneas cada noche.
Lo más sobresaliente ha sido un gato, que ver salir varias veces del edificio, pero nunca entrar.
La huelga acabó, regresará a clases en unos días, y la pistola no ha salido de su funda nunca.
De pronto, lo decide todo: esa noche confundirá al gato con un ladrón, le descargará dos plomos y, si acierta, acabara de un pisotón sobre el cuello con el resto de sus vidas.
Imagina sus tripas sobre el piso y sonríe: su otro sueño, mucho antes de pensar en las letras, era ser pianista.
Y el titulo, Desorientación de los gatos.
Imagen 2:
Primera temporada: «Música de cámara en exterior».
Uirapurú. Director huésped.
Concierto de órgano en fa mayor: «El cuco y el ruiseñor» (Georg Friedrich Händel).
«El lenguaje de los pájaros» (Jean Sibelius). Voz: Jilguero.
«Le coucou» (Louis-Claude Daquin). Dueto: Perdices.
No hay pianista: la música más bella no es producto del hombre.
COLOMBA BOMBA
-Otra vez Rebil-Coret, ese monstruo que tiene la manía de deslizar subrepticiamente sobres bajo las puertas; después de lo cual se esconde cerca, esperando a que del otro lado algún curioso rompa el sello que dé vuelo a sus palomas diarreicas.
-¿Y qué hacen ellas?
-¿Ellas?… Ellas son dieciséis y todo lo bañan con su gracia eterna. Esta vez me tocó a mí pero puede ser cualquiera. ¿Cómo pude caer tan fácilmente?
-¡Santo cielo! ¿Y él? ¿Qué han hecho con él? ¿No es este cuadro que me muestras una prueba inapelable de cómo acecha?
-Más que en contra, buen amigo, me temo que las cámaras esta vez han querido estar a favor de alguien: resultan ser inmejorables testigos de su inocencia y bondad: “Las imperfecciones más pequeñas se vuelven las más grandes en el camino hacia la perfección”.
-¿Te estás volviendo loco? Esas colúmbidas palabras algún mal te han hecho. ¡Mírate! ¡Estás estúpido! Rebil-Coret es mojigato, es pillo, él se escapa silbando melodías con las manos en los bolsillos.
Felfema Mreosi
mreos_@hotmail.com
Imagen 3.
ESE CAFÉ.
Caigo del dolor; trato de recordar las razones por las que estoy ahora de rodillas, suplicando por vida.
¡Rayos!, mi mente se está nublando, todo da vueltas, escucho gritos, veo golpes una y otra vez, mis hijos están corriendo asustados. ¿Quién es? ¿Quién está en nuestra casa?
¡Pueden parar!
¡Basta!
Esperen, esperen, veo a alguien, es un hombre, se está volteando…
¡Qué!
El de los gritos soy yo… Y estoy golpeándola.
¡Maldita sea!
Veo la mancha de café en la alfombra, el que derrame esta mañana porque estaba frío… Ahora entiendo su sonrisa cuando me entregó sin reproches el otro y se marchó.
Estoy muriendo gracias a ella, gracias a mí o al café… Nunca creí en sus palabras, pero ahora puedo recordar claramente el día, cuando tumbada en el piso tras golpearla me gritó:
Te voy matar… No, no, tú te vas a matar…
correo: gabrielafrancesca4@gmail.com
Imagen 2
Giróvago
La blanca túnica escribía en el aire arcanos trazos.
Brazos abiertos acarician estrellas, invocan a los vientos.
El viejo maestro danzante giraba en comunión con el universo,
no lo hacía buscando agradar a Ala,
deseaba darle otro sentido a su danza.
Los infieles obsequiaban muerte y destrucción sin importarles nada.
Nada más que su insaciable sed de sangre de la tierra.
Sólo jóvenes albergaba su escuela,
jóvenes que buscaban iluminación para adorar a Dios.
El bombardeo acabó con todos ellos.
Durante meses se consumió hasta que creyó vislumbrar en los hechos una señal.
Releyó los antiguos textos sagrados
buscando ahora conocimientos torcidos,
conocimientos evitados durante siglos.
La sucia madera del suelo y un viejo piano serian testigos.
En aquella casa vacía,
alquilada a las afueras de Nueva Orleans.
El calendario señalaba: 23 de Agosto del año 2005.
Imagen 1
Revolucionario
Rambo y Rayas son buenos amigos y maúllan acompasadamente para aplacar la triste indiferencia humana ante otras formas de vida. Se dice en la sociedad felina que Rayas es el nuevo Lennon de los gatos. Era el primer ser de su especie capaz de sortear tanta incongruencia que escuchaba salir de los humanos (cuando les daba por hablar) y sus artificiosas máquinas de cuatro ruedas.
Imagen 2
Madre Natura
«Hay quienes tienen la certeza de haber nacido de un árbol, como un piano, bajo un sol exuberante». Mi primera y única maestra de piano me contó aquel secreto cuando cumplí 11 años. En aquel momento decidí que tendría un romance con otro instrumento: el violín, porque prefiero la lluvia al sol y aún no he alcanzado la prudente sabiduría de cada árbol.
Imagen 3
Hallazgo
Finalmente, extenuado por el viaje, encontró la puerta que tanto había buscado entre sueños.
Correo electrónico: amaluztorres@gmail.com
Viernes y vas
Entonces giras cuarentaicinco grados tu cuello -tantas veces medido con mis besos-; observas el telón de dunas a tus espaldas, el breve viento que las encrespa y esa ventisca de arena que viene directo a vos, que te atraviesa como a un totem de niebla y acomete, sin resignarse a su materia evanescente, contra las olas de agua que la desprecian y la devoran sin consideración. Sigues su curso fugaz con aprehensión, con cierto dormido terror, y sabes, no en tu conciencia sino en tu memoria, que acaban de sucederte las vidas que no viviste conmigo: un gato, este.
Johnny Negro
Casa familiar
Antes de llegar al sueño he pasado todo el día con un tic en el ojo izquierdo (las penas no habladas, lo que no escribo, lo que veo y no quiero ver). Tic que, como una gangrena síquica, se explaya por mi ser hasta una parte de él que se mueve en un árbol altísimo, que se encabrita. No puedo bajar ni seguir y es tan alto, tan sin remedio caer, tirarse (o sea, como si matándome fuera a salvarme de la muerte). Me resigno y caigo, y en lugar del golpe seco, la inconsciencia, el alivio del olvido total: la cara de mi padre, pálida, sonriendo con tristeza, salvándome. Desde su propia muerte.
Oh-nírico
Cómo te sentirías si supieras que en contra de tu voluntad, y hasta de la mía, vuelves algunas noches a mi infierno. Alguna de estas te darás cuenta, en otra cama extraña pero real, que no estás. Que has pasado a un territorio que no recuerdas, que no has elegido. Y me encontrarás y verás -ahí sí- el monstruo completo del que habías huido.
El que sabe
Algún día compartió conmigo el secreto de su universo, que de repente es el secreto de todos los universos. Todo es poesía, me dijo, como quien comparte su segundo y tercer nombre, lo indefinido, las propagandas, lo mundano, hasta el taxi amarillo que nos lleva es poesía. Claro, todos lo tomaban por loco, y en este universo no era más que el enanito desnudo que corría por los pasillos del Lorenzo Ponce. Ese día lo llevaba a su nuevo cuarto, de perpetua blancura, o de un intento clorado de ella.
El guardia, el gato y
la gran glándula granate
Por Carlota Gedovius
El guardia se durmió con la nostalgia guinda del cielo; con una gruta en su entrecejo y un cansancio sin gramática que parecía venir de galaxias lejanas o gabinetes escondidos.
Él, resguardado en el recuerdo, formaba globos aglutinados de desperdicio mental. Gradualmente, gota a gota, malgastó la gravedad y el gozo. Se derrumbó.
El gato lo vio recargarse en un tubo gastado. Imaginó garabatos y pensó en fragmentos graciosos para recuperar la gracia del genuino perdedor. Quería indagar la fuente de su amargura.
Fue inútil: el guardia seguía desgarrado, en su guarida interior, aquella que guarda el germen de una grandeza consumada, la guerra perdida y sus grises ganas de vivir. Caía, como un giróstato desbalanceado, como una galería de glorias guardadas en una bolsa agujerada.
El gato, angustiado, giraba con galope de gacela alrededor del guardia y guiado por su grandilocuencia, suplicó guturalmente.
Indagó la fuente de su amargura y, entonces, le confesó la gran incógnita de la gente, le dijo dónde está la gran glándula granate: el punto en donde se guarda la inspiración.
?Gracias -dijo el guardia, girando como una gaviota hacia el porvenir.
Lluvia
«¡Tienen una idea de lo peligroso que es que llueva pianos? Que haga llover otra cosa.» Ya vinieron todos a quejarse de nuevo. Nos van a sacar de la ciudad.
Daniela responde «Es que me gusta la música» ¡A quién no! No voy a hacer llover mujeres desnudas aunque me encanten porque sería una masacre, todas cayendo al pavimento…
Pero el razonamiento de Daniela es: me gusta la música, que llueva pianos. «Si le gusta tanto la música porqué no hace llover discos» Me preguntan. ¿Quién escucha discos todavía?
Ya ni siquiera nos piden que llueva comida. Que llueva agua es un desastre, pero comida… queda pegajoso, se tapan las coladeras, llegan animales y queda apestando todo. El incidente de los pepinos, con eso lo digo todo.
Luego hace llover frutas y la gente quiere pastel, hace llover pastel y todos tienen que repintar sus casas.
«¡Que lluevan medicinas y aparatos médicos!» Esa vez hubo más gente en el hospital que cualquier otro día en la historia de la humanidad. 9/11 sin el nacionalismo estadounidense.
«¡Por qué tiene ese poder? ¡Es una estúpida!» Ey. Nada nunca funciona. Y siguen pidiéndole que haga llover.
¡Tenía que suceder!
Después de darles preponderancia durante años, de hablar de lo geniales e independientes que son, de llenar la red con imágenes suyas, de mimarlos hasta el cansancio y de hacerles la vida fácil, finalmente comenzaron a comportarse como nosotros.
Primero hablaron. Una vez que hubieron dominado el lenguaje, pidieron, convencieron, exigieron, manipularon, arrebataron… Lo que otros grupos minoritarios no lograron -superar la discriminación, el desprecio, los malos tratos- para ellos no fue difícil: ¡Ya los amábamos desde mucho antes! Lo que es peor, no tardamos en darnos cuenta de que en realidad la minoría éramos nosotros.
Con una rapidez vertiginosa las leyes hubieron de reescribirse, las clases sociales reacomodarse, los medios y los modos de producción se alteraron, el lenguaje, las modas ¡todo! Pronto el mundo comenzó a hacerse a su medida y sólo nuestros viejos edificios se mantuvieron intactos.
Hoy son la especie dominante. Supongo que podríamos alzarnos en una revolución violenta, pero tengo que aceptar que es algo utópico, ellos son más inteligentes, son cínicos, despiadados, desconfiados, meticulosos… ¡Y además son adorables!
Pienso en todo esto mientras veo al Señor M. dirigirse desde su pequeño convertible hasta donde yo me encuentro. No sé bien si mi dignidad, mi orgullo de raza, sigue o alguna vez estuvo aquí, pero sé que al menos mi empleo lo mantengo. Le saludo y él pasa indiferente frente a mi. Ojalá que una bola de pelo se le atorara en la garganta ¡ojalá que cada uno de ellos muriera asfixiado de esa manera asquerosa o de cualquier otra manera que se los llevara a todos al infierno!
Pero no creo que eso pase. Lo único que sé es que, a como están las cosas, pronto seremos nosotros los que nos acurruquemos junto a ellos en los sillones exigiendo atención, frotándonos contra su cuerpo e intentando inútilmente imitar sus siempre encantadores ronrroneos.
En la mente y días de Moal.
No cabe duda cuanta información se ignora cuándo se vive esferizado en ciudad, un mundo no apto para quienes sueñan de verdad, totalmente una víctima del sistema.
Este día no se me va. –Pensó Moal- voy a escribir todo cuanto soñé y solo aprenderé de ayer. Moal es dos seres en uno, es el extrañar y el tener del amor. Moal es el respirar del hombre y la mujer, su vida va de horas siempre: en ver más que observar, de viajes, pasajes y canciones.
Tu día comienza excelentemente bien desde el momento en que decides no ir a trabajar, en ese momento eres un alma más disfrutando de una exquisita cama que te abraza como los brazos de una madre desde el primer día de tu vida sobre la tierra. Tras un día anterior el cual tu mente se llenó de estrés por procesar más de 5mil bombardeos de publicidad, mantener la sonrisa en la calle, observar la parada de tu camión, pensar en el dinero que pronto no te pertenecerá y caminar con sigilo como un gato pasando por un guardia, así se va creando una masa repleta de mero estrés y un estrés repleto de masa social.
¡TENÍA QUE SUCEDER!
Después de darles preponderancia durante años, de hablar de lo geniales e independientes que eran, de llenar la red con imágenes suyas, de mimarlos y de hacerles la vida fácil, finalmente comenzaron a comportarse como nosotros.
Primero hablaron. Una vez que dominaron el lenguaje, pidieron, convencieron, exigieron, manipularon… Con una rapidez vertiginosa las leyes se reescribieron, las clases sociales se reacomodaron, los medios y los modos de producción se alteraron, las modas, las costumbres, ¡todo!
Pronto el mundo comenzó a hacerse a su medida y sólo nuestros viejos edificios se mantuvieron intactos.
Pienso en esto mientras veo al Señor M. dirigirse desde su pequeño convertible hasta donde estoy. No sé bien si mi dignidad sigue o alguna vez estuvo aquí, pero sé que al menos conservo mi empleo. Le saludo y él pasa indiferente frente a mi. Ojalá una bola de pelo se le atorara en la garganta, ¡ojalá que cada uno de ellos muriera asfixiado de esa manera asquerosa!
Pero no creo que ocurra. Lo único que sé es que, a como están las cosas, pronto seremos nosotros los que nos acurruquemos junto a ellos frotándonos contra sus cuerpos, exigiendo atención e intentando inútilmente imitar sus siempre encantadores ronrroneos.
Por algún motivo veo duplicada mi entrada. La otra era un borrador que subí por error. Esta donde escribo ahora es «la buena».
Saludos
LODO
-¿Al lado de cuantas personas haz amanecido hasta el día de hoy? -Preguntó la chica desnuda, en la cama, que era setenta por ciento agua- ¿Cuántas de ellas ya han muerto?
El golem de tierra, temeroso, hizo la cuenta en su cabeza. No entendía a dónde iba la pregunta.
-Algunas, ¿por qué? -le contestó al acariciarle la mejilla con sus labios rocosos.
-Porque te deseo, pero temo que si continuamos con esto la muerte te lleve al reencuentro con todas ellas -dijo ella, interrumpiéndose cada dos o tres palabras para besarlo, para seguir con la sensación de cómo los labios de su amante se derretían en su boca, haciéndose agua, haciéndose ella.
En ese momento, en vez de que él la hiciera suya el miedo lo poseyó. Esa fue la última vez que la vio. Y a ese cuarto. Y a esas ropas que dejó tiradas antes de salir corriendo sin ellas.
Melodía.
Mientras todo pasaba más rápido de lo que su cerebro podía procesar, Lucía miraba como si el piano cayera en cámara lenta desde la ventana. Lorenzo había llegado demasiado lejos y, encima de todo, se sentía con el derecho de herirla una vez más.
Dejó de sentir las cachetadas y de escuchar los reclamos cuando el cristal decidió ceder ante el peso de la madera que había sido empujada. Las teclas hicieron una melodía extraña, que obligó a Lucía a volver a la realidad.
Su mano tomó por instinto la lámpara junto al sillón, y la estrelló contra la cabeza de Lorenzo. Mientras él caía, ella corría hacia la ventana, pero en un parpadeo, el piano ya no estaba. No había cristales rotos ni nada. Sólo Lorenzo en un charco de sangre.
DESPUÉS DE LAS ELECCIONES.
POR: Santhony, santhonypoeta@hotmail.com
En efecto, el gato Morris había ganado las elecciones presidenciales. Salía triunfante del congreso después de tomar protesta mas se detuvo en el camino al ver algo que no podía asimilar muy bien: ¿Era un pitufo enorme?… ¿O una rata mutante de la gran ciudad?… Y el gato presidencial Morris era despedido por el policía que custodiaba la salida del palacio gubernamental mexicano.
LEYENDA MICHOACANA
POR: Santhony, santhonypoeta@hotmail.com
La verdad, se le habían pasado las copas. Pulque y tequila juntos lo habían hecho llegar casi arrastrándose a casa… Y no se sabe muy bien si se quedó petrificado en el patio fuera de su casa, justo enfrente de la puerta de entrada, después de saber que su familia había sido secuestrada en manos templarias, después de probar el poder de su mente imaginándose a Medusa, o bien se quedó frío pensando qué nuevo pretexto le contaría a su mujer.
Pinus Musicalis
Le había costado largas décadas de ejercicios de postura y cardiacos momentos de pérdida de balance, pero su perseverancia pronto le rendiría frutos en forma de la primera nota de su magnum opus musical.
Sin embargo, peor que los ventarrones y las sacudidas de tierra, eran los reproches que Glugluglú El Joven recibía diariamente por parte de su ancestral familia. “¿Por qué no haces cómo tus hermanos y levantas tus ramas al sol?” era el sermón habitual; también estaban los que le acusaban de necrofilia por adorar a la caja de madera cual altar a los muertos “esas son cosas del hombre”, le decían.
A Glugluglú, llamado así por el sonido que el rocío hacía al escurrir por sus hojas, eso ya lo tenía sin cuidado. Sus ramas, torcidas en formas irreales, pronto alcanzarían las teclas del piano. Una a una, separadas por décadas de distancia, recrearían esa tonada que formó hace tanto tiempo atrás; cuando se separó de la rama de su madre y rebotó sobre las teclas del instrumento abandonado.
TRAS LA PUERTA
Ella te ahorcó y encerró tras la puerta. A veces se preguntaba qué sucedería si volviera a abrirla ¿Te vería a ti? No dejaba de cuestionárselo. Era la respuesta, la incertidumbre, de qué había tras la puerta lo que le hacía preguntárselo una y otra vez.
Pasaron unos días, las palomas hicieron sus nidos en las terrazas. Ella dejó de concurrir el pasillo en el que estaba tu habitación. Las palomas entraron a la casa. Sus alas atravesaban el silencio. Un mes después y otra puerta cerrada. Cinco, seis, trece puertas trabadas. Un aliento de pluma y hiel perfumó el departamento.
Ya no había luz. La casa chillaba. Ella estaba en el último cuarto libre de ti, de tu omnipresencia. Las paredes eran estrechas, el piso húmedo. Cuando la oscuridad ocultó su delirio, ella logró verse: Los senos flácidos bajo el corpiño, la supuración de los ojos, el collar púrpura alrededor de su cuello y la única pregunta de la que no conocía respuesta ¿Cuánto tiempo tardarías en abrir la puerta?
Una puerta
Por varios años había entrado cada semana a esa casa y nunca antes la había notado. Pero ahí estaba. Esa tarde se dio cuenta de que existía y se quedó inmóvil mirándola. No recordaba que esa puerta estuviera ahí, hasta ahora, aquel espacio al terminar la escalera había sido un agujero negro.
Hubiera querido preguntarle al viejo antes de que un ataque de tos lo postrara en la cama. Cuando subió, lo encontró cerca de desvanecerse entre las sábanas. No tenía sentido preguntar por la puerta, ni seguir pensando en ella, sin embargo, no podía evitarlo. Bajó a mirarla de nuevo mientras el viejo dormía en calma.
Tenía la sensación de que la oscuridad esperaba por él. Y dentro, la puerta, que poco a poco se hacía visible a medida que sus ojos se adaptaban a la negrura. Se plantó frente a ella. El silencio se rompió con la tos del viejo que sufría en la habitación de arriba, pero no corrió a verlo. Siguió observando la puerta mientras la respiración forzada que oía a lo lejos se apagaba. Y cuando no pudo escucharla más, notó que la perilla que miraba con tanta fijación, lentamente, empezaba a girar.
El gato filibustero
Los niños del barrio lo llamaban: el gato filibustero; decían que alguien lo había traído de un puerto caribeño para después abandonarlo entre éstas calles de arrabal. Era el azote de las señoras, asaltaba sus cocinas —alguna vez lo vi arrastrando un pollo asado entre algunos gritos y juramentos—, muchos pajarillos desaparecieron de sus jaulas sin dejar rastro y siempre las sospechas recaían en el gato filibustero. Todas las noches al regresar de mi jornada diaria, el gato filibustero me esperaba paciente en la esquina de la casa, le daba un bocadillo como presente y él agradecido ronroneaba. Un día no se presentó a la cita, tiempo después supe que doña Lupe la del 3 lo había envenenado —ya le debía varias vidas de periquitos australianos—. Hoy salí en el ocaso y me pareció verlo saltando del dintel de una ventana a una cornisa —sonreí— como en los viejos tiempos: sembrando el terror a su paso, entre virtuosos y doncellas; bienvenido de nuevo gato filibustero.
Nombre: Bryan Riffo
Correo: riffo@live.cl
IMAGEN 1: Se pintó de gris con rayas, se paseó delante de todos, nadie sospecho de su negro pasado con mala suerte.
IMAGEN 2: No me digas que si orinas un árbol en el bosque no hace ruido… porque sí te escuchan, te graban, hasta te suben a youtube.
IMAGEN 3: Cansado de ser llamado cochinito fue a la cocina y robó una servilleta. El niño Cerdo
Medusa
En la panza de medusa, llevaba el virus y el microchip. En el sótano del estacionamiento, están rodeados los rebeldes. Aseguraron su auto, y comenzaron a revisar todo. Encontraron en la cajuela, una pequeña bolsa con alimento para mascota, posiblemente un perro pequeño o un gato. Juguetes sexuales, y armas de grueso calibre, A cada uno de los rebeldes ahí sitiados les despojaron de todo cuanto llevaban: radios, teléfonos, dinero, y un poco de drogas. Con eso bastaba para refundirlos en la cárcel. Pero ellos estaban tranquilos. Medusa, pronto dejaría esa sustancia extraña que al ser respirada, petrificaría al ser humano. Del microchip, Nadie supo.
Nombre: Bryan Riffo
Correo: riffo@live.cl
IMAGEN 1: Se pintó de gris con rayas, se paseó delante de todos, nadie sospecho de su negro pasado con mala suerte.
IMAGEN 2: No me digas que si orinas un árbol en el bosque no hace ruido… porque sí te escuchan, te graban, hasta te suben a youtube.
IMAGEN 3: Cansado de ser llamado cochinito fue a la cocina y robó una servilleta. El niño Cerdo
RASGANDO LA SUPERFICIE
—¿Qué ves? —preguntó el profesor mientras me enseñaba la foto de un árbol.
—Es un pino, señor…
Se hizo el silencio en el aula, contrajo el semblante y las arrugas se replegaron por sus mejillas, igual que cerros labrados en la tierra.
—Vuelve a mirar.
—Un árbol, maestro.
Negó con la cabeza y desvió la vista hacia mi madre que, impaciente, se mordía las uñas. Volvió a mirarme y me golpeó con suavidad en el hombro.
—Concéntrate. Cierra los párpados, chico. A veces, lo esencial es invisible a los ojos y somos incapaces de verlo.
—Lo… lo siento, pero yo sólo veo un pino.
—Está bien. No te preocupes. No pasa nada.
El profesor se acercó a mi progenitora.
—Sólo algunos afortunados como Mozart, Chopin o Beethoven son capaces de ver la música en los objetos cotidianos y en la naturaleza que les rodea. Un árbol puede transformarse en un piano. Una mesa en una batería o una silla puede convertirse en un arpa de hierba. Lo siento mucho, señora, pero su hijo carece de talento y no podemos admitirle en nuestra escuela.
DE GATOS Y HOMBRES
Aquella mañana metió con malas artes a Fifí en el maletero y arrancó el coche a toda velocidad. Surcó el asfalto de alquitrán hasta alcanzar un barrio perdido en las afueras y allí lo abandonó a su suerte. Estaba harto de aquel saco de pulgas que le regaló su difunta esposa. Maullaba a todas horas, defecaba en cualquier parte, comía por tres y la casa olía a orín. A veces, incluso, hasta usurpaba su sofá y arañaba a los ligues que se traía a casa los fines de semana. Sintió una liberación cuando se deshizo de aquella molesta mascota.
Aun así, no contó con un pequeño detalle. El minino poseía un sentido de la orientación prodigioso, mejor incluso que el de las palomas mensajeras. En apenas unas horas recorrió las calles, enfiló las avenidas, atravesó los parques y se presentó en el chalet.
Mierda, se dijo Tomás cuando vio al gato en el jardín. Sólo entonces sopesó la idea de desempolvar el cuchillo jamonero que guardaba en el desván.
Definitivamente fue un error no haber emparedado a Fifí en el sótano aquella noche, junto a su mujer.
No se volvería a repetir.
ZAHORÍ DE LA MÚSICA
Buscó la inspiración durante años en tugurios de Nueva Orleans y garitos de mala reputación. Aun así, las musas le eran esquivas. Por más que se empeñaba en seguir su rastro, por más que oía a los maestros del jazz, por más horas que invertía delante de aquel instrumento de cuerda provisto de teclas no salía nada reseñable de sus dedos. Sólo un sonido áspero, ronco, como el arrullo de una paloma enferma. Si le hubiesen dicho que embadurnándose las manos de mierda, que colgando su piano en las ramas de cualquier árbol, que dándose cabezazos contra las paredes o que cambiando el color de su piel a una tonalidad más oscura conseguiría el talento, que tanto anhelaba, lo habría hecho sin dudarlo. Sin embargo, lo suyo no era una cuestión de actitud, tampoco de falta de dedicación. En su caso, sólo existía una explicación: la mala suerte. Siempre que le venía la inspiración le pillaba bocarriba, tumbado sobre un jergón de lana, con los ojos cerrados y roncando a pierna suelta.
EL MININO
Cruzó la calle y lo atropellaron.
*Favor de leerlo sólo siete veces, de lo contrario, le habrá quitado las siete vidas a un gato.
TEODORO W. ADORNO
Ivan Ramírez López / azulroyer13@hotmail.com
–Buenos días señor, ¿Cómo se encuentra el día de hoy?.
–Buenos días Julio– Detiene su airoso desplazamiento para mirar de frente al guardia de la entrada -Me encuentro bien, gracias por preguntar.
–Me alegro mucho señor, ¿necesita que le pida un taxi?– Pregunta el barbado hombre de largos y grandes ojos.
–Te lo agradezco, pero no– Se sienta sobre sus patas traseras y lame elegantemente su pata izquierda -No sabría a donde dirigirme en él.
–Me temo que no le entiendo señor.
Teodoro hace una pausa para contemplar al sujeto que lo mira lleno de curiosidad. El hombre le despierta simpatía
-Verás Julio, voy a un encuentro no pactado– Yergue sus orejas como escuchando algo a la distancia -Andamos sin buscarnos, pero sabemos que andamos para encontrarnos.
Se levanta del suelo -Me tengo que ir Julio.
El hombre no comprende muy bien lo que el felino le ha dicho, pero al ver que este prosigue su sigiloso andar se despide de él.
–Que tenga buena tarde señor Adorno-.
T.W. Adorno le ronronea sin detenerse… Ya ha percibido a la maga.
A pocos pasos.
Dicen que en el infierno enseñan a orar antes de matar, porque la humildad y ese culto al silencio, comprenden el filo y la ligereza de la espada antes de ser usada. Luego el fantasma alzó la cabeza… cruzaría esa puerta. La oscuridad haría de metáfora de su alma, convirtiéndolo en uno con el suelo empedrado, albino y frío. Estaba listo. El mercenario, este ninja blanco, no sabía que detrás de él tú lo estabas acechando.
Marco Zapata zoma.86@gmail.com
LA HERMANA CÓMODA
Laura, hija predilecta de su padre, debió ser estratégicamente asignada por él a este cuarto sin ventanas–pensó Arturo mientras salía corriendo, desnudo, del aposento de su novia, un segundo despues de haber escuchado la llave penetrar la chapa de la entrada principal media hora antes de lo previsto, y cruzaba el pasillo en dirección a la puerta del fondo.
Valentina, hermana de Lucía, esperaba recostada en su cama y con la ventana a sus espaldas cuidadosamente cerrada
*Hermana de Laura
MARCO ZAPATA zoma.86@gmail.com
LA HERMANA CÓMODA
Laura, hija predilecta de su padre, debió ser estratégicamente asignada por él a este cuarto sin ventanas–pensó Arturo mientras salía corriendo, desnudo, del aposento de su novia, un segundo despues de haber escuchado la llave penetrar la chapa de la entrada principal media hora antes de lo previsto, y cruzaba el pasillo en dirección a la puerta del fondo.
Valentina, hermana de Laura, esperaba recostada en su cama y con la ventana a sus espaldas cuidadosamente cerrada
El gato temblaba, su panza abultada delataba su crimen. La silueta del vigilante auguraba una sentencia de muerte por el crimen cometido.
Sus amos lo torturaban, lo mataban de hambre, le mostraron el infierno antes de morir, antes de cometer el crimen. El gato temblaba pero no se arrepentía de haber degollado las gargantas de sus dueños, de haber devorados sus vísceras y saciado su hambre; de haberles bebido la sangre y saciado su sed.
Ahora el gato sueña con escapar tranquilo, pero sus pequeñas patitas no le permiten subir hacia su tan anhelada libertad.
De pronto, el gato no aguanta más el ajetreo, vomita un monto de sangre coagulada, el vigilante lo observa, lo cree enfermo con el mal de la muerte; apunta y dispara… El gato por fin es libre de su horrible tormento.
El piano flotante me trae recuerdos, con él conocí el amor verdadero, con él acompañaba los cantos fúnebres del barrio y con él me convertí en alcohólico de tiempo completo.
Sin embargo, lo que más recuerdo fue el día que lo deje colgado en los jardines del patio. Hacia el amor con mi amante, bañando en sudor las melodías que brotaban de una pasión salvaje. Al rozar el éxtasis mi amante se queda dormida para nunca despertar. Mi amor hizo explotar su corazón bañando en sangre el dulce sudor de su cuerpo angelical.
Arroje el piano desde el balcón para enterrarlo al anochecer y no volver a verlo jamás. Pero los jardines del patio se adueñaron de él. Ahora reposa en sus marañas esmeraldas, para recordarme por siempre los peligros de un amor salvaje.
La puerta abre el camino a un mundo de ultratumba, allá los demonios mastican el alma de Sofía la sensual, sin igual. Se suicidó porque no quise fundir mi vida con la de ella, y ahora extraño en los huesos el sabor de su cuerpo. Debo arrancarla de los confines del averno y llevarla con migo a construir nuestro reino.
Pero los demonios mutilan su alma, sus gritos me llenan de temor, quiero ir a su encuentro pero el miedo me paraliza el cuerpo. La puerta escupe su sangre de espectro a mi rostro, ella sufre mientras yo lloro de impotencia.
Que puede hacer un cobarde incapaz de luchar por sus sentimientos. Rugidos malignos congelan mi sangre, poco a poco quedo petrificado, de rodillas al miedo; como estatua en el corredor que abre la puerta al más allá.
CASA VACÍA
Lucía detestaba las horas de la noche, cuando él regresaba de trabajar. Cuando regresaba para despojarse del disfraz de buen doctor; de ser el recuerdo de un hombre que había dejado de ser.
¿Qué tan infeliz puede ser alguien cuando convive con una persona que decide opacar su propio brillo?
“Recuerdos, sólo eso tengo..”– se dijo así misma. Y es que sólo quedaban memorias de cuando ella había sido feliz. Esa sensación de plenitud que sintió una vez, se había convertido en algo lejano e inexistente.
Y las noches siempre fueron iguales; solitarias y pesadas.
De vez en cuando, leía en su libro de poemas antiguos “El matrimonio es para siempre sagrado, indestructible y bien arraigado”. Sin embargo, leer aquella frase solo provocaba estallidos en su cabeza. Sentía convertirse en una duda constante, en un vacío consistente.
Las paredes de su casa la asfixiaban con furia, y el peso de los daños colgaba de su espalda como un muerto.
Respiro con fuerza y lo siguiente que pronunció antes de dormirse a lado de él fue: “Tenemos que separarnos para siempre”.
Aplausos sonaron en su alma y Lucía rompió a llorar.
– MJR (majorubio2088@gmail.com)
Canon
Antonio se negaba al estudio devoto del piano, los clásicos le parecían una pérdida de tiempo, mientras que el placer de entregarse a la voluntad del piano y a la libertad sonora de su espíritu le habían vuelto el hombre más feliz aunque despreciado por su padre, el solemne profesor de música que, harto de su rebeldía mandó atar el piano al pirul del jardín. El piano se lo devolvía a Dios, ni una nota más para Antonio que miraba desde un orificio de la persiana, mientras sus lágrimas le recorrían el rostro frío e inmóvil. Su padre solo podía pensar cuánto lo odiaba. Odiaba su falta de respeto, esa futilidad con la que se acercaba a la música. Sin duda su hijo había aprendido muy bien -pensó con dolorosa ironía-. Le recordaba tanto su propia juventud. Su hijo era el más fiel retrato de una tormentosa existencia que creía cambiaría a su llegada. No fue así. Lo odiaba.
Las aves manchaban el ocaso, funestas revoloteaban ante la presencia del piano-péndulo. Al día siguiente las cuerdas rechinaban y el viento arrastraba el eco de alguna melodía pasada. Antonio se mecía al vaivén del viento en fatídico canon.
Katya Tovar minadedrama@gmail.com
Canon
Antonio se negaba al estudio devoto del piano, los clásicos le parecían una pérdida de tiempo, mientras que el placer de entregarse a la voluntad del piano y a la libertad sonora de su espíritu le habían vuelto el hombre más feliz aunque despreciado por su padre, el solemne profesor de música que, harto de su rebeldía mandó atar el piano al pirul del jardín. El piano se lo devolvía a Dios, ni una nota más para Antonio que miraba desde un orificio de la persiana, mientras sus lágrimas le recorrían el rostro frío e inmóvil. Su padre solo podía pensar cuánto lo odiaba. Odiaba su falta de respeto, esa futilidad con la que se acercaba a la música. Sin duda su hijo había aprendido muy bien -pensó con dolorosa ironía-. Le recordaba tanto su propia juventud. Su hijo era el más fiel retrato de una tormentosa existencia que creía cambiaría a su llegada. No fue así. Lo odiaba.
Las aves manchaban el ocaso, funestas revoloteaban ante la presencia del piano-péndulo. Al día siguiente las cuerdas rechinaban y el viento arrastraba el eco de alguna melodía pasada. Antonio se mecía al vaivén del viento en fatídico canon.
Los pecados no olvidan.
Te voy a decir quién soy. Te conocí cuando tenía 5 años. Siempre fuiste cruel conmigo y me hiciste temerte. Me rompiste por siempre. Soy tu más oscuro pecado y no te olvido.
Él, recordó la escena de la niña que dejó bloqueada y perdida. Recordó el estacionamiento, la rampa y el gato que se atravesó. Recordó el dolor que le causó en ese oscuro lugar. Recordó el miedo que le tenía «¿Como una niña de 5 años lo podía hacer sentir aterrado? Le enseñaría quien es el «Coco» de esa casa…»
No pidió perdón. Ella hizo con su cuerpo lo que quiso en silencio. Cuando creyó llegar el fin, ella se sentó sobre su estómago, con un escalpelo en la mano. Y lo que hizo a continuación lo hizo gritar de terror.
La sonrisa triunfante de ella al escuchar su grito se quedó tatuada en su memoria. El escalpelo hundido en esa bella piel, atravesando su vientre y vaciando sus vísceras sobre él. Durante horas la tuvo encima besándolo. Cuando lo «rescataron», él estaba perdido.
En su primer momento de lucidez se descubrió en la calle, abandonado, pero ella no tardó en aparecer para romperlo, una y otra vez.
CLOSE TO YOU.
Mi abuela siempre me lo había repetido; que cuando vivía con mi abuelo, cerca de la antigua casa, existía un bosque mágico.. pero yo nunca le creí.
El día que recibí la noticia de que ella había partido para siempre; busqué los papeles del terreno que debía reclamar por herencia, y una semana después –luego de haber llorado más de lo que humanamente se es capaz- emprendí viaje para re encontrarme con los recuerdos de mi niñez.
Mi abuela Catalina había sido mi alma gemela. Cómo es de fina la memoria, que cuando pierdes a alguien especial, recuerdas cosas que pensaste se habían enterrado en algún lugar del subconsciente.
Llegar al parque encantado me llenó de emoción. Antes de que ella muriera no había tenido la oportunidad de despedirme; había caído muy enfermo las tres últimas semanas antes de que ocurriera – lo inevitable-. Sin embargo, estar ahí me hizo sentir un nuevo universo, mis pulmones respiraban un nuevo aire.
De la nada recordé aquella canción que a ella le había fascinado desde siempre:
“Why do birds, suddenly appear.. everytime you are near?
Just like me, they long to be.. close to you.”
Sentí una mano en mi hombro. Me di vuelta y entonces la vi.
Divise una luz brillante, no muy lejos del lugar donde estaba; ella tomó mi mano y juntos caminamos hacia el infinito.
– MJR (majorubio2088@gmail.com)
Saborizantes permitidos:
Compremos un caramelo.
Lo imaginamos brillante y tornasol en la estantería
meneando sus caderas,
ofreciéndose a cambio de pan.
Elegimos a ese. Sí, el rojo por favor.
Solo cuando su cubierta azucarada recibe el primer contacto con la lengua,
en un fulminante segundo notamos que el caramelo contiene en su interior
todos los sabores del mundo.
Todos.
Desde el aguacate hasta el romero. Al sexo de las rubias, y a las flores sobre Holanda.
Al sudor de las 3:45 y al ajenjo. Ajonjolí, y al suspiro de los muertos. A la resaca de los desempleados. A tinta seca, y las uñas de los amantes. A metal oxidado. A carne de guerra. Al cáncer de los lunares. A la sangre de Cristo, y a canela.
¿Ingredientes?
-Azúcar, jarabe de maiz, colorante artificial rojo número 5 y arsénico.
Nostalgia de Voyeur
Siempre que Félix el gato pasaba por esa calle emitía un maullido que le hacía abrir la boca para percibir el almizcle que salía de la fábrica de perfumes. El policía de la entrada lo miraba cruzar las rejas y pensaba: “Nos dejas bien limpia la casa, eh, Félix”, pues creía que iba a cazar ratones. Pero Félix no iba por ratones. Del otro lado de la fábrica había encontrado un agujero que conducía a un largo y profundo túnel. Bajaba lentamente, evitando hacer cualquier ruido. Cuando llegaba al final se lamía sus patas delanteras, se limpiaba los ojos y veía a través de las rejillas de aquel respiradero: Era un cuarto amplio, de unos seis metros cuadrados. Había tres personas vestidas con batas blancas y muchos animales enjaulados. El procedimiento era siempre el mismo: tomaban un animal, lo recostaban y con un algodón acariciaban sus genitales. Lo regresaban a su jaula, tomaban otro animal y hacían lo mismo.
Al poco rato Félix salía del túnel y se iba a su casa.
Por las noches, su dueña tomaba un algodón para quitarse el maquillaje. Entonces Félix recordaba y se subía a la cama acostado sobre su espalda.
Taquería El Horla
Movido por la curiosidad me detuve a cenar en unos tacos llamados El Horla.
Un joven se apresuró a tomar mi pedido apenas y me senté en la mesa del fondo, junto al refrigerador con refrescos. Supuse que era el dueño del lugar, pues actuaba y vestía distinto al resto de los empleados.
Cuando me preguntó si deseaba ordenar algo más, decidí salir de mi duda: “¿El Horla es por el famoso cuento de Guy de Maupassant?”. El tipo tartamudeó con un signo de interrogación en el rostro.
Sonreí apenado y le dije que olvidara mi pregunta. De manera muy atenta, me aclaró: “Lo que pasa es que me llamo Orlando, pero todos me dicen El Orla porque así también le dicen a mi papá. La hache es por Orlando hijo”.
Confieso que comí un poco decepcionado. Por un momento pensé que me había topado con una persona culta en esta ciudad.
Terminé de cenar, pagué la cuenta y subí al coche. Al llegar a casa sentí un escalofrío, como si alguien –o algo– estuviera en mi habitación.
El resplandor
Desde que los niños crecieron la casa del árbol quedó vacía. Eso no le ha impedido prender su luz por las noches. La primera vez mi mujer me mandó a husmear, pero al acercarme, a unos pasos del árbol, la luz se apagó. Me volví a casa y le dije a Rosario que mañana veríamos con la claridad qué pasaba, pues quizá se había metido algún ladrón.
Al amanecer revisamos la casa, yo pistola en mano y mi mujer tomándome del brazo. Pero no había nadie ni rastros de que alguien hubiera pasado allí la noche. En cambio, una sensación extraña, un soplo frío nos transitó el cuerpo y erizó la piel.
Al oscurecer volvió a encenderse la luz y eso ocurre desde hace varios años. En este tiempo la casa cambió: la madera se ha achatado, los escalones no están, le cuelgan unas enredaderas que llegan hasta el pasto casi desaparecido y tiene cierto aire a cabeza humana que antes no tenía.
La luz, por el contrario, sigue como un gran ojo al acecho. A veces lo veo parpadear, pero no lo digo. Suficiente miedo tiene hoy mi mujer con el eclipse de sol para añadirle un temor más.
El resplandor
Seudónimo: Slag, correo: Slag55@yahoo.com.mx
Desde que los niños crecieron la casa del árbol quedó vacía. Eso no le ha impedido prender su luz por las noches. La primera vez mi mujer me mandó a husmear, pero al acercarme, a unos pasos del árbol, la luz se apagó. Me volví a casa y le dije a Rosario que mañana veríamos con la claridad qué pasaba, pues quizá se había metido algún ladrón.
Al amanecer revisamos la casa, yo pistola en mano y mi mujer tomándome del brazo. Pero no había nadie ni rastros de que alguien hubiera pasado allí la noche. En cambio, una sensación extraña, un soplo frío nos transitó el cuerpo y erizó la piel.
Al oscurecer volvió a encenderse la luz y eso ocurre desde hace varios años. En este tiempo la casa cambió: la madera se ha achatado, los escalones no están, le cuelgan unas enredaderas que llegan hasta el pasto casi desaparecido y tiene cierto aire a cabeza humana que antes no tenía.
La luz, por el contrario, sigue como un gran ojo al acecho. A veces lo veo parpadear, pero no lo digo. Suficiente miedo tiene hoy mi mujer con el eclipse de sol para añadirle un temor más.
Nostalgia de Voyeur
Seudónimo: Slag, correo: Slag55@yahoo.com.mx
Siempre que Félix el gato pasaba por esa calle emitía un maullido que le hacía abrir la boca para percibir el almizcle que salía de la fábrica de perfumes. El policía de la entrada lo miraba cruzar las rejas y pensaba: “Nos dejas bien limpia la casa, eh, Félix”, pues creía que iba a cazar ratones. Pero Félix no iba por ratones. Del otro lado de la fábrica había encontrado un agujero que conducía a un largo y profundo túnel. Bajaba lentamente, evitando hacer cualquier ruido. Cuando llegaba al final se lamía sus patas delanteras, se limpiaba los ojos y veía a través de las rejillas de aquel respiradero: Era un cuarto amplio, de unos seis metros cuadrados. Había tres personas vestidas con batas blancas y muchos animales enjaulados. El procedimiento era siempre el mismo: tomaban un animal, lo recostaban y con un algodón acariciaban sus genitales. Lo regresaban a su jaula, tomaban otro animal y hacían lo mismo.
Al poco rato Félix salía del túnel y se iba a su casa.
Por las noches, su dueña tomaba un algodón para quitarse el maquillaje. Entonces Félix recordaba y se subía a la cama acostado sobre su espalda.
Hola, no entiendo por qué mis microrrelatos no aparecen colgados.
Saludos.
Juan Mireles (primo8407@hotmail.com)
-La discusión acerca de la inmortalidad del ser es banal ya que radica en el hecho de creernos vivos. Existimos, es una realidad, porque pensamos y al hacer esto somos, como bien lo dijo Descartes; sin embargo, no sabemos si nosotros somos lo vivo o meras formas de pensamiento del Otro que, al pensarnos, automáticamente nos crea, nos da origen –Aristóteles bien definió a Dios como “pensamiento del pensamiento”-. Tomando en cuenta este argumento, estamos vivos, existimos, solamente por decisión del Otro. Somos efecto, no causa: resultado y nada más. Sin el autor de lo que somos seríamos nada, y éste es el único capaz de otorgar el tiempo de nuestra existencia. Es decir, la inmortalidad, querido amigo, no depende de lo hecho ni por ti ni por mí.
El viejo se levantó ayudándose del tronco de un árbol, y antes de despedirse del joven, dijo:
-Ah, por cierto, hay un piano en ese árbol, no se te vaya a caer encima.
Título de la obra: “De lo dicho por un viejo sobre la inmortalidad”. Juan Mireles.
Maldita madeja.
Nunca había estado más enfadado. ¿Quién se cree?
Que ni piense este señor que le daré propina.
Yo la vi crecer, transformarse y ahora está oculta en el closet otra vez.
Si te atreves a patearme, seguro me lanzo sobre ti. Vigilante pendejo. Seguramente tu mujer te odia tanto como a mí esa cosa que me acaba de ignorar en la habitación de un hotel. Un hotel que yo pagué, vengo desde lejos para nada.
Cuando no era nada yo le daba vida, la llevé a rodar por el mundo, le desenredé sus enredos. Nunca debí hacerlo. Se debió quedar enmadejada. Nunca debió ser una prenda tejida.
¿Te atreviste a amenazarme con tu pie? Estúpido vigilante. Ésta me la pagas.
El impacto
Y sabía que iba a enojarse en cuanto supiera que se había llevado lo que más amaba; la única razón para levantarse por las mañanas ha tomar las medicinas, el maldito piano. El viejo y desafinado piano. El mismo que hace tiempo había dejado de sonar melodioso o tolerable. Y es que ¿Cómo competir con éste?, ¡No habla!. Y esa era la única cualidad que después de tantos años le quedaba a la pobre, hablar y hablar. Para no aburrirse. Para no escuchar a esa voz a la que hasta hoy hizo caso. La misma que desde antes de la enfermedad le decía: “déjalo”.
Y es que siempre lo supo. En aquella casa ya no había nada para ella. Nada que no fuera el eco de las antiguas risas y jadeos rebotando contra las roídas paredes, eso y los escasos objetos sin valor ahora en las maletas. Puros recuerdos. Recuerdos que aunque ya no significaban nada quería llevarlos, para sentirse menos vacía. Después de todo había que cargar con el piano, el cual a su llegada vendería.
-Es la primera vez que viajo en avión- Pensó -¿Qué puede pasar?, ¿Qué puede ser peor que seguir escuchando al maldito piano?-.
MuereMata
getzemani.gonzalez@gmail.com
1. Las andanzas del príncipe persa.
Después de su largo trayecto, se paseaba por la ciudad en forma de gato; nadie se imaginaba que era el príncipe persa.
2. Piano al lado.
Al piano le salieron alas cuando comenzó la melodía. Iban viajando, al unísono, piano y pianista; de pronto, el pianista recordó que, aunque el piano volara, él no podía volar: la conciencia hizo que se desplomara al pie de un árbol. Al piano, sin pianista, también se le rompieron las alas y quedó atrapado en un tiempo sin fin, entre las ramas.
3. El hombre que cayó de rodillas al comprender el sentido del universo.
¡!
[…] Tema/Disparador creativo: Las narraciones concursantes deberán partir de una de las siguientes tres imágenes (se pueden amplificar haciendo clic sobre ellas). No se trata de escribir un pie de foto de la […]
¿tengo que poner mi correo y nombre en el comentario o basta con haberlos ingresado en los espacios?
Juan Mireles (primo8407@hotmail.com)
La curiosidad de un tronco
Soy pieza única, madera tallada; figura antropomorfa de inmovilidad rota a suerte de no sé qué. Sigo. Camino debido a tantos años en los que he visto personas pasar por este pasillo -imitación, causa primera de todo lo que existe-. Ayudado por la pared, ando. Un paso a la vez -acción continua digna de un objeto inanimado que de pronto da cuenta de sí mismo-. Allá, en el fondo, la puerta que al abrirla da una luz mágica. ¿Cuánto tiempo esperé por este momento? Incapaz de saberlo, y sin embargo sé, debo cruzar.
Mi nombre es Adán
Por un momento vi que se asustó ante mi presencia. Había cruzado el umbral de su dimensión. Cuando traté de alcanzarlo había desaparecido. Entonces me puse a pegar en las paredes de aquel oscuro pasillo. Recordé que no era eso lo que estaba haciendo antes de su aparición. Volví unos pasos atrás. Fijé mi mirada sobre uno de los cuadrados del suelo. Volví a ver imágenes, sombras que se proyectaban en ningún sitio, sentí un rayo que me atravesaba, una luz que me jalaba hacia arriba y me dejé llevar. Mientras me alejaba pude ver con claridad mi cuerpo. Se había quedado tirado en aquel pasillo. Pero cómo, pensé. En aquel instante volví a verlo y supe que no regresaría. Apoyó su brazo sobre el mío y me dijo: “Mi nombre es Adán y el tuyo es Lilith. Fundaremos una nueva Tierra.” Eso me dijo, pero supe que era Eva cuando desde lo más alto del Monte Ararat me dejó caer.
El pasillo 7
Desde muy pequeño Emeka mostró ser muy fisgón. La última ocasión que dio muestra de su habilidad fue en el cumpleaños de su abuela, cuando su madre decidió que todos deberían disfrazarse y aunque refunfuño todo el rato, nadie desistió de la idea. Su madre quiso jugarle una broma y le compro una vestidura que según ella iba acorde a su aptitud: el de una momia. Debía llevarlo puesto toda la noche, sino rompería con la tradición familiar.
La residencia de la abuela era toda una mansión llena de cuantiosas escaleras que llevaban a pasajes lo suficientemente rigurosos para su nervudo cuerpo. A pesar de que las habitaciones permanecían obstruidas, había un sitio que destilaba una fulgente luminosidad, era el pasillo 7. Y como la curiosidad de Emeka aumentaba conforme se acercaba con su pareja al sitio, se arriesgó. Dejo en medio del baile a su pareja y corrió a descubrir lo que escondía aquel lugar, pero la prontitud le desplomo. Sus piernas firmes como blasón se fueron doblando como marioneta, mientras la irradiación del pasillo formaba la orla de un espécimen monstruoso en la pared…
[…] Tema/Disparador creativo: Las narraciones concursantes deberán partir de una de las siguientes tres imágenes (se pueden amplificar haciendo clic sobre ellas). No se trata de escribir un pie de foto de la […]
El crimen perfecto
—Nadie duda de un gato, son demasiado sospechosos para ser culpables.
Se disfrazó y salió por la puerta grande.
La locura como mecanismo de defensa
“Todo es cuestión de perspectiva” es lo que solía dar mi madre como respuesta a las críticas y chismorreos sobre la vida privada de la élite de la ciudad con los que llegaban mis tías todos los domingos a nuestra casa para amenizar. Ella era lista, blanca y elegante; y yo nunca estuve tan seguro de algo como de querer casarme con ella cuando fuera grande. Sin embargo, ese deseo se fue difuminando, y yo no creo que con los años, más bien culpo a mi conciencia que enterró el que ha sido el mayor anhelo de mis años bajo las insignificantes y en ese tiempo torrenciales carencias de la adolescencia.
Hoy hace un año que volví, hoy siento la imperiosa angustia que resulta de hacer consciente lo inconsciente y retumban dolorosas en mi oído las palabras de mi madre, más blanca que nunca y también helada, “Todo es cuestión de perspectiva”. Miro alrededor, hay pájaros revoloteando en la habitación vacía ya sin el piano limpísimo que solía tocar para calmarse, desesperado corro a ver por la ventana, ahí está, lo veo, colgado del árbol en el patio, las aves lo han tomado de nido.
200 palabras
Seis ventanas, eran seis cuadrados rectangulares diseñados en esa pared de concreto que lucía blanca y sucia. Seis ventanas impenetrables por el vidrio fijo que había sido colocado con gran perfección y cubierto premeditadamente con una película bien oscura; de esas que antes se usaban en casi todos los carros de Guayaquil y que protegían a los conductores del hirviente sol ecuatorial de las doce o simplemente les proporcionaba un espacio privado para sacarse los mocos con calma. Entre otras cosas.
Al interior de esas ventanas el ambiente lucía frío y lúgubre. Juan, aún adolorido por los golpes, observaba a través de los vidrios la silueta del guardia que caminaba de un lado a otro de la calle; lleno de odio, saboreo la sangre en su boca y recogió lentamente todo el aire que podía para llenar sus pulmones, quería gritar con todas sus fuerzas; y en el preciso instante que iba a hacerlo, se escuchó el largo y profundo aullido de un gato en celo que detuvo los pasos de aquel guardia y el grito de Juan, que quiso evitar esa sonrisa sarcástica, felina, que venía a plantarse en su rostro, desde el fondo de su corazón.
Luz Rodríguez
MI VIDA CON OLIVIER
¿Cómo llegué a ser el dueño de Olivier? Pues, es una historia desagradable, por la única razón que su dueño anterior me debe dinero—dos meses de alquiler y una noche con una puta que se pintó sus labios del color de un moretón (para ser preciso).
Después de enemistarnos (el dueño anterior y yo, no Olivier y yo), se fue a otro departamento sin destinario. Dejó a Olivier conmigo con la promesa de volver al siguiente día con el dinero y para recogerlo.
Olivier se quedó conmigo como un rehén. Esperé un día. Dos. Tres. Veinte. Olivier tenía hambre, lo alimentaba. Luego, supe que nunca volverá para su gato. Había otros compañeros en la casa, y entre nosotros, cuidamos del gato abandonado.
Eso nos lleva al presente. Como su dueño original, Olivier es mujeriego. Sale por horas y más de unos gatitos de la vecindad se parecen a él. Lucha con los perros y come rico en cada puerta. Lo amo y lo odio a la vez.
Vivimos juntos, con unos compañeros que cambian cuando sus circunstancias económicas hacen lo mismo. Me trae ratones y palomas, con los hígados ya comidos. Ronronea. Estamos. Y nada más.
EL PIANISTA JUBILADO
«Hay un lugar especial en el infierno para los que hacen daño a las manos de los músicos.»
Antes de fracturar los dedos, los soldados le forzaron al pianista a empujar su piana fuera de su casa. Quemaron su casa y (con una pistola en la nuca) le dijeron tocar «Mazurka» de Ponce. El jefe, con una mueca, preguntó otra vez por su hijo. Después, con ceniza en vez de casa, el martillo se cayó como los macillos durante el crescendo.
Hace años que vio su piano. Volvió al lugar donde nació el hijo pródigo, sus dedos torcidos y doblados por el tiempo sin cuidado en la cárcel, y miró arriba. Como si fuera la cuna de su niño, el árbol sostenía el piano en la horcadura, las ramas tan quebradas como el pasado.
HOMENAJE AL DINOSAURO DE MONTERROSO
Cuando despertó, la mujer desnuda todavía estaba allí.
Se explicó su apariencia en el pasillo del tercer piso al policía:
—Camino dormida, es decir que soy sonámbula. Cuando estoy estresada, es más probable que ocurra. Empecé a ser viajera de noche cuando era muy joven. Mi madre me encontraba enfrente de la puerta principal, yo con los ojos vacios mirando hacia las estrellas, murmurando un lenguaje desconocido.
Lo peor de todo es que ahora que vivo sola, me gusta dormir desnuda. Normalmente vuelvo a la cama después de un episodio del sonambulismo sin desviarme de la ruta entre la habitación y la entrada, pero cuando uno está entre el sueño y el olvido, los paseos y el destinario no se decide sí mismo.
Soñé que ambulaba los pasillos del edificio en búsqueda de una llave pérdida. Se me cayó en el sueño y decidí quedarme en el suelo.
El policía lo notó en su reportaje:
«Cuando despertó, la mujer desnuda todavía estaba allí.»
Al fin: la casa de Peter Pan había sido encontrada.
El guardia con botas.
El gato estaba de regreso para reclamar sus botas, el guardia lo esperaba con unas balas.
ESCAPADA
Mi compañero de habitación ha vuelto a despertarse convertido en Napoleón. Es la tercera vez este mes y ya empiezan a cansarme sus continuos aires de grandeza. Se pasea todo el rato por la habitación con la mano en el pecho mientras grita órdenes en un francés ininteligible. Me cae mucho mejor cuando es Chaplin o incluso Marlon Brando. Como ya me conozco de memoria todo su repertorio, en cuanto se da la vuelta me estiro hasta la ventana y salto fuera con un movimiento felino. A partir de ahí es fácil atravesar la puerta principal sin que los guardas me paren. Y luego dicen que soy yo el loco.
Grrrrrrrrrr, miau
Enciende el bólido. Sus luces verdes azuladas iluminan el oscuro parqueadero. Antes de iniciar su recorrido, pasa su lengua por su brillante capa de pintura gris con anchas líneas negras. También revisa sus garras recién balanceadas.
Sin necesidad del retro, esquiva a los demás gatos. No corre. Respeta el límite de velocidad y con su paso elegante pasa por delante del guardia. Saluda con un ronroneo y no presenta el tiquet del estacionamiento. No es necesario. Vive en el séptimo piso de ese edificio.
Con paso elegante y con un ronroneo que ahorra combustible va al otro lado de la ciudad. En algunos tramos estira sus patas y se ven sus garras que se despegan del piso. Acelera más y vuela. Gira sin derrapar y baja automáticamente la velocidad. Frena. Se parquea para pasarse el trapito. Camina despacio y con su ronroneo alerta al dueño de casa que ya llegó. Espera su combustible de las tardes: una tacita de leche. Unas acaricias por ahí y come despacio. Termina el tanqueado y se parquea junto al televisor. Descansa unos minutos y enciende de nuevo el motor. En dos horas tiene que llegar al edificio. Le espera su comida.
LA ÚLTIMA PUERTA
Por: Iván Ramírez López Correo: azlroyer13@hotmail.com
Ahí están de nuevo, los agudos gritos que traspasan las paredes de la habitación para recorrer como un par de gatos de sombras los pasillos de cantera hasta alojarse en los oídos de Eufrasio que no puede hacer más que temblar bajo sus cobijas.
-¡Eufrasio! ¿Dónde estás?, ¿Por qué me dejas morir sola?- Regresan una y otra vez.
Reconoce aquella voz que le taladra el sueño. Son las mismas suplicas provenientes de la alcoba donde murió Regina su mujer hace ya más de una semana, la misma habitación que selló con madera y clavos cuando empezaron a escucharse los gritos que ahora inundan de terror su corazón.
Se arremolinan en su cabeza los recuerdos de aquella noche mientras camina hacia la puerta. Tal vez, si hubiera permanecido a su lado la última noche que le quedaba de vida a su mujer en lugar de acostarse con su cuñada, Regina no habría regresado por él.
El miedo impide que sus piernas le respondan y cae de rodillas. Llora mientras escucha girar la perilla, un charco de sangre fluye por debajo de la puerta hasta alcanzarlo. Los marcos de la puerta se iluminan y de un súbito golpe la puerta es derribada.
TU SENTIR
Freddy estaba absorto, hundido en sus pensamientos, parado al pie de las escaleras, cuando se percató del ronronear minino, bajó la mirada y notó que su gatito tenía hambre. Lo llevó alzado al interior de su departamento, lo alimentó y luego se fumó un cigarrillo, le volvía al pensamiento: «si no tienes sensibilidad a mis sentimientos esto se acaba» le había dicho Regina, su novia.
Estaban haciendo los preparativos para la boda y ella le había dicho que lo quería y que también lo respetaba, a lo que él le había respondido que el también la quería e igualmente la respetaba, aunque de lo último es que se trataba todo ese lío en su cabeza, ella había decidido llegar virgen al matrimonio, con un noviazgo de dieciocho meses habían podido contener el deseo mutuamente, sin embargo él no deseaba esperar hasta la noche de bodas. Sus deducciones eran simples «si igual me voy a casar» se repetía.
Pero volvió a la escena con el gatito y dedujo: «soy un egoísta, el tenía una necesidad física básica, en cambio mi necesidad no es netamente necesaria, cogió su celular una enorme sonrisa dibujaba su rostro y estaba marcando el número de Regina.
Debajo del árbol
Le hemos detectado esquizofrenia me dijo el doctor en el pasillo del hospital, sentía como si sus palabras se alejaran y tan sólo quedaba un eco en voz baja, me descompuse inevitablemente, pues era totalmente contrario a lo que me imaginaba, porque Saúl si bien es cierto había tenido comportamientos extraños, no tenía ningún mal orgánico y eso me hizo suponer que se trataría de stress, en el peor de los casos algún desorden nervioso, pero no eso. En realidad no sabía cómo podría ayudarlo en algo que era totalmente desconocido para mí, aparte de intimidante, lloré de rabia porque me creía incapaz.
Lo que hizo que mi percepción de las cosas tomaran real magnitud fue cuando pasado unos días tuve que ir a la casa de campo, dejé a Saúl en casa, con la enfermera y mi madre, para poder descifrar porque llegó a casa con la mirada perdida, meditabundo y esquivo, bien ahí tenía la respuesta, él un prestigioso pianista, de larga trayectoria que se refugiaba en este lugar para crear su música, había decidido destruir su herramienta de trabajo, me resultaba increíble lo que veía, el piano suspendido en las ramas de un robusto árbol, que locura!
Imagen 1:
Katy la gata.
Con su panza prominente buscó algo de tierra donde evacuar en la bella ciudad de la regeneración urbana y ante tan inútil misión optó por ir a un parqueadero subterráneo que tiene algo de tierra en la palabra.
Imagen 2:
El piano del manglar.
Las aves migratorias llegaron huyendo del frío sur y alegremente iban descendiendo sobre la tapa de un piano que las esperaba con su enorme boca sonriente en la copa de un árbol.
Imagen 3:
Desde el “ojo de águila”.
Es común observar al asesino de sueños arrastrando su propio cuerpo.
El espectro
Exactamente las cuatro de la mañana una fría noche de agosto, Bertha sentía como le jalaban el edredón, sus manos no atinaban a contrarrestar el asalto, que me pasa, que sucede se decía a sí misma queriendo abrir los ojos y despertar más era imposible, era un sueño del cual no podía desconectarse, estuvo luchando unos minutos en los cuales ella hacía esfuerzos por ver pero no podía, o pensaba que abría sus ojos para luego darse cuenta que seguía prisionera de su propio cuerpo que no le obedecía. Entonces se rindió, ya no lucho más y fue cuando despertó, rápidamente se sentó y comenzó a examinar a su alrededor todo estaba conforme excepto el cubrecama que estaba en el suelo, inmediatamente comenzaron a llegar los recuerdos, ella estaba en una sala de operaciones e iba a dar a luz, en ese momento el grito aterrador de la enfermera la alertó y a la vez la horrorizó, un fenómeno grito, un fenómeno. Ella lo único que logró ver fue una figura como de un pequeño hombrecillo corriendo huidizo, la voz del doctor que en ese momento también sonaba sorprendida, indicaba que debían sedarla, hasta que despierte.
El insólito caso de Bob el Gato.
Bob el Gato, tratante de gatas, acusado de menosprecio a las autoridades, salió libre por falta de pruebas contundentes en su contra.
Camina y mira, mira a la prensa, se ríe. Se burla de ellos, y nada, nadie hace nada.
Sólo un día permaneció en cautiverio. La impotencia de las autoridades. Engañó a las autoridades haciéndoles creer que estaban mal de sus facultades mentales.
Regresa a la casa del árbol una vez más, ronronea, ríe, se tiende, se enrosca y duerme como si nada hubiera pasado.
La autoridad sólo se excusó ante la prensa diciendo que no entendía a Bob el Gato, que el gatonés no era lo suyo.
Amigo
Cuando Manolo tenía clases de piano en su casa, yo lo espiaba. Me asomaba un poco a la ventana y me quedaba quieto. Luego íbamos al parque, jugábamos pelota, trepábamos árboles, cazábamos extraterrestres.
Yo lo miraba. Todos los días. Cuando soñaba, también. En la escuela alguien supo, adivinó, y Manolo no jugó más conmigo.
Un día volví al parque y escalé el árbol más difícil. Pero también hice otra cosa. Y me dolió mucho el cuello. Y no podía respirar. Sólo podía ver mis piernas y, más abajo, el suelo del parque, y cuando miré bien había baldosas, y me rodeaban muebles y paredes con cuadros. Era la casa de Manolo.
Caminé por todos lados haciendo mucha bulla porque ahora era grande y pesado. Estaba muy feliz, aunque no veía el piano por ninguna parte. Manolo vino de la escuela y corrí a abrazarlo. Mi cuerpo sonaba como truenos. Manolo se asustó y me pegó, y la trompada se escuchó en toda la casa. Me fijé y donde había sentido el golpe se había posado un pájaro, y de nuevo no pude respirar. Entonces esperé a que el ruido se acabara, a que mi cuerpo se callara poco a poco.
eduardo.adams@gmail.com
Corrección:
Amigo
Cuando Manolo tenía clases de piano en su casa, yo lo espiaba. Me asomaba un poco a la ventana y me quedaba quieto. Luego íbamos al parque, jugábamos pelota, trepábamos árboles, cazábamos extraterrestres.
Yo lo miraba. Todos los días. Cuando soñaba, también. En la escuela alguien supo, adivinó, y Manolo no jugó más conmigo.
Un día volví al parque y escalé el árbol más difícil. Pero también hice otra cosa. Y me dolió mucho el cuello. Y no podía respirar. Sólo podía ver mis piernas y, mucho más abajo, el suelo del parque, y cuando miré bien había baldosas, y me rodeaban muebles y paredes con cuadros. Era la casa de Manolo.
Caminé por todos lados haciendo mucha bulla porque ahora era grande y pesado. Estaba muy feliz, aunque no veía el piano por ninguna parte. Manolo vino de la escuela y corrí a abrazarlo. Mi cuerpo sonó desafinado, como truenos. Manolo se asustó y me pegó, y la trompada se escuchó en toda la casa. Me fijé y donde había sentido el golpe se había posado un pájaro, y de nuevo no pude respirar. Entonces esperé a que el ruido acabara, a que mi cuerpo callara poco a poco.
eduardo.adams@gmail.com
(Corregí mi texto, a ver si así mejora un poco…)
Taquería El Horla
Movido por la curiosidad me detuve a cenar en unos tacos llamados El Horla.
Un joven se apresuró a tomar mi pedido apenas y me senté en la mesa del fondo, junto al refrigerador con refrescos. Supuse que era el dueño del lugar, pues actuaba y vestía distinto al resto de los empleados.
Cuando me preguntó si deseaba ordenar algo más, decidí salir de mi duda: “¿El Horla es por el famoso cuento de Guy de Maupassant?”. El tipo tartamudeó con un signo de interrogación en el rostro.
Sonreí apenado y le dije que olvidara mi pregunta. De manera muy atenta, me aclaró: “Lo que pasa es que me llamo Orlando, pero todos me conocen como El Orla porque así también le dicen a mi papá. La letra hache es por Orlando hijo”.
Confieso que comí un poco decepcionado. Por un momento pensé que me había topado con una persona culta en esta ciudad enajenada con el fútbol.
Terminé de cenar, pagué la cuenta y subí al coche. Al llegar a casa sentí un escalofrío, como si alguien –o algo– estuviera en mi habitación. Como en el famoso cuento de Guy de Maupassant.
(Segunda colaboración, sobre la foto del gato…)
El cascabel
Gabino, el guardia encargado de subir y bajar la pluma del estacionamiento del Departamento de Policía, comenzó a recibir una visita inusual: un gato.
Con el tiempo el felino se ganó la simpatía de Gabino y de los demás uniformados, quienes lo adoptaron como la mascota de la institución. Algunos colocaban un plato con agua en la entrada principal; otros se organizaban para comprar bolsas de alimento o latas de atún. Muy pronto el animalito comenzó a pasearse a sus anchas por los pasillos de la demarcación, en donde incluso alguien ya había puesto una caja de arena.
Pero de un día para otro el gato desapareció.
A las dos semanas el ejército realizó un operativo en las instalaciones de la policía. Fueron destituidos 56 agentes –entre ellos Gabino- y dos altos mandos. El periódico de más tiraje de la ciudad había publicado una nota con fotografías en donde se mostraban las orgías con alcohol y cocaína que se realizaban dentro del la dependencia municipal, incluso en horas de oficina.
Nadie imaginó que el cascabel del gato era en realidad una cámara.
Layla
De andar elegante y felino, Layla se paseaba por los huéspedes del lujoso hotel en Dubai.
Dueña del lujoso jardín, durante el día se entreveraba entre los pantalones de los impecables ejecutivos que inmersos en sus negocios, no percataban su misteriosa presencia.
Cuenta la leyenda que Layla en las noches se convertía en una hermosa mujer.
La cabellera negra, cubría los exuberantes y tersos senos, sus ojos verdes iban en busca del afortunado huésped, al cual le haría pasar una noche de intenso placer.
La venganza del mago
Le dolían los huesos. Era lo único en lo que podía pensar y le impedía concentrarse como antes, cuando triunfaba con sus trucos de magia en los teatros de todo el país.
A pesar de sus éxitos, tenía que seguir trabajando, aunque ya tenía edad para retirarse. Porque vivió siempre el momento, sin preocuparse por el mañana, y ahora pagaba las consecuencias teniendo que actuar en ese infame local para subsistir.
Cada noche realizaba su representación durante el descanso de la función de cabaret. Podía soportar las risas cuando los trucos fallaban; pero no podía perdonar las burlas del pianista, que le reventaba los números con sus melodías satíricas en los momentos cruciales.
No lo aguantaba más. Había estado practicando el truco toda la semana, memorizando cada paso y nada podía fallar. Llegó el descanso y subió al escenario.
“Esta noche necesito la colaboración de nuestro simpático pianista”, comunicó al público, a lo que él se prestó divertido. Rápidamente lo cubrió con una tela negra, recitó unas palabras mágicas y, al retirarla, obtuvo la mayor ovación de su vida.
Frente al teatro, los bomberos bajaron al pianista del árbol; desenganchar el piano de las ramas fue más difícil.
PASILLO
Ni se te ocurra preguntarme dónde estuve en todo el día.
Estuve viviendo…no muriendo tan rápido. Un ejército de hormigas secuestró mi pueril atención hasta el hartazgo y cautivó mi vista.
Si, hormigas. Hormiiiiigas.
El más maravilloso dolor de espaldas me traigo de recuerdo.
Mañana me esperan de nuevo… Dijeron.
Como la quimioterapia. O aquel pasillo oscuro en el que avanzo tambaleante hacia una puerta a la que nunca llego…Digo.
Enseres
El microondas golpeaba al tostador y la licuadora intervino en la pelea —sentí miedo y salí corriendo de la cocina—, en la sala la lámpara de pie arremetía contra el tocadiscos que en ese instante reproducía un disco de jazz; entonces la pianola —cual rinoceronte enfurecido— se abalanzó sobre mí, la esquivé de milagro y se estrelló contra el ventanal cayendo hacía la calle. Es todo lo que tengo que decir señor Juez.
Me encantó!
EL TÍTULO
Es una pieza inquietante: apenas separada de nosotros por un delgado panel de acrílico está una sala hogareña en semi-penumbra; quizá sean las seis o siete de la tarde. El fondo de la pieza está iluminado con luz artificial; lo que yace frente a nosotros, en sombra de techo. De espaldas a nosotros hay un hombre desnudo y postrado en pose suplicante frente a una puerta que intuimos trabada por dentro. El maniquí (¿pero, es un maniquí?) tiene una forma vaga y precisa a la vez –como un lienzo en blanco donde todos nos proyectamos. Como todas las piezas de la escultora María Hortensia Hernández, ésta adquiere una pátina de morboso interés para el público debido a su aseveración de que le fue inspirada por una anécdota personal. La obra se titula: “Horacio en penitencia por dudar durante el juego erótico #17”.
Ella decidió morir
-No lo amo. – Pensó ella, mientras el sacerdote decía «Acepta a éste hombre como su legítimo esposo para amarlo y…’
– Si, acepto. – dijo, y su alma corrió por el pasillo.
Ella decidió morir
-No lo amo – pensó ella, mientras el sacerdote decía «Acepta éste hombre como su legítimo esposo para amarlo y…»
-Si, acepto – dijo.
Y su alma corrió despavorida por el pasillo.
Liberación
Estaba harta, la melodía la perseguía.
No sólo la partitura, hoja inerte de aparente inocencia, cuyas notas flotaban sobre líneas pegajosas. Sino el hablar por teléfono para solicitar información. Un conmutador la lanzaba hacia el abismo de la espera, con esa breve pero insistente melodía.
Quería librarse de la maldición, evitar cerrar la puerta y recordar la imperativa voz de su padre obligándola a sentarse sobre el banquillo y deslizar los dedos por las teclas tarde a tarde. Pero estaba impedida para la música.
Estuvo días planeando su escapatoria. Empezó a empujar poco a poco el oscuro armatoste, llego hasta el borde del ventanal, y apoyando todo su peso en él, logró vencer el frágil vidrio. Pocos segundos pasaron entre el estallido del vidrio, el crujir del piano deslizándose hacia afuera y el grito sofocado por la sorpresa al sentir su blusa atorada en una de las astillas de madera.
Sólo su sombra alcanzó a verse tras los restos astillados, que se confundían con el tronco del árbol donde ella pendía sin vida aún con el rictus de sorpresa.
Su caída estaba marcada por el metrónomo, como cada vez que debía interpretar el minueto en G mayor de Bach.
FTG faterraza@uach.mx fblue78@yahoo.com
nefnbr@yahoo.com.mx
LA OTRA FRONTERA DE LA BESTIA
Soy más que un guardia del estacionamiento junto a la vía ferroviaria: conozco de fronteras.
Sé cómo cruzarlas gracias al Chamuco: el gato que se mete a los autos y se traga las migajas en los asientos.
También aprendí de La Bestia: el tren.
En Celaya conocí hombres que escalaban ese rascacielos horizontal que sube hasta el Norte, como Ángel Zambrano, el ecuatoriano que juró que el tren era la llave del sueño americano.
Pero Zambrano regresó con el roce agravado de un corazón de bala. La migra, hermano…, dijo cuando bajó del tren.
¡Debí de ayudarlo antes a salvar la frontera!
Intenté consolar mi culpa hablándole de las mañas del Chamuco.
Zambrano se agitó, nadaba dentro de sí domesticando la bravura de un río.
Dijo agonizante:
Se me ocurrió una mejor idea, hermano.
Lo último en morírsele fue la sonrisa pero sus ojos reflejaron unas yardas descomunales del color del dólar; trabajo infinito para los jardineros de América.
Subo a La Bestia.
Llevo al Chamuco y las cosas de Zambrano.
La gente lo sabrá: Lo mató la migra pero cruzó de ilegal al cielo.
Mi sonrisa se ensucia atravesando fronteras.
Por fin le digo al Chamuco: Bienvenido a Ecuador.
EL GATO POSTAPOCALÍPTICO
Los nuevos modelos tienen partes hidráulicas o son completamente electrónicos. Milenios atrás quedó el auge del animal híbrido, mitad biónico y mitad carne y hueso, cuyo propósito básico era emular la función de la mascota de antaño.
Una preferencia efímera fue el entrenar clones orgánicos para usarlos en espectáculos teatrales y películas. Hubo desde gatos políticos hasta pollos esquizofrénicos, pasando por pulpos quirománticos, perros delincuentes y cerdos infecciosos.
La revolución biomecánica cambió las relaciones simbióticas. Los felinos, por mencionar un caso, ya no persiguen ratones de cuerda ni son apresados por canes pulgosos: los ejemplares cibernéticos cuentan con guardaespaldas, comercian petróleo obtenido de cementerios humanos y especulan en operaciones mercantiles diversas. Los más intrépidos practican el motociclismo y otros deportes extremos. Si el manual de instrucciones (o la garantía) lo ordena, se desconectan tomando vacaciones en yate para descargar programas actualizados. Como amuleto contra la mala suerte cultivan garrapatas in vitro.
-Jéssica Montaño de Juárez.
jessdejuarez@gmail.com
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EL JUICIO EN GEMAS DE LA NATURALEZA.
El ya no soportarla, provoco que la llevara en la cajuela a un estacionamiento para matarla. Fue exagerado, incluso para “el señor extremista” decía su hija. El viaje fue largo, todo el tiempo se escuchó música que el odiaba, pero que ella amaba, fue “para despedirla”. Llegaron al estacionamiento y lo único vivo más grande que una rata era un gato obeso que los observo desde que entraron. Él se estaciono, la saco de la cajuela y le intento explicar las razones del por qué hacía esto, pero ella no se lo permitía con tantos gritos, así que aunque le molestara jalar el gatillo antes de terminar su tan ensayado discurso de despedida, lo jaló. Después como un ratón se asustó al escuchar un maullido y al ver al gato acercarse a ellos, fue como si estuviera frente a un juez, pero el gato solo caminaba. El juro que sus ojos lo juzgaban, intento apuntarle, pero su mano temblaba demasiado, así que para huir de tal “juicio” decidió pegarse un tiro para morir junto a su esposa. Hermosa forma de trabajar la de la muerte ¿no creen?
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COMPASIÓN
Se cuenta de esa casa que hace cien años un niño que habitaba allí, tocaba el piano para demostrar su estado de ánimo, pero igual lo hacía para ocultar el sonido de sus padres peleando. Y que un día de esos, su padre en un ataque de ira lo saco junto con su piano, y entro a matar a su esposa y el pequeño decidió tocar una hermosa melodía a los árboles para ocultar su tristeza. Esa noche, según se dice, los arboles lloraron. El padre después dl violento acto, salió a buscar a su hijo para huir, pero regreso corriendo a la casa al percatarse que el piano se seguía tocando pero no era su hijo el que lo tocaba. Los arboles lo salvaron. La casa ahora es ocupada por otra familia, a la cual parece no importarle que el piano este custodiado por los árboles y que este se toque de manera extraña cada año en una noche exacta. Pero este año el piano será acompañado de un hermoso sonido de saxofón, esperemos el niño deje de sentirse sólo.
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SENTIMIENTOS
Todos sabían lo feo que era el hijo de los Varela, y de su extraña costumbre de estar desnudo todo el tiempo, pero aún así preferían no verlo, pues en verdad era repulsivo. Excepto Tania, a la cual le agradaba Hugo. Ella lo cuidaba como si fuera su hermano, tal vez por lastima, tal vez por genuino amor fraternal, pero de quien estaba enamorada era de Ulises, su hermano. A Hugo le dolía, pero sabía que un amor como el de él y Tania nunca sucedería así que la motivaba a seguir con su empresa. Un día ella decidió confesársele a Ulises, y él le dijo que si lo quería como novio tenía que tener relaciones con él y ella se negó, cosa que no le pareció, así que decidió violarla. Hugo en el jardín escucho los gritos y corrió para ayudarla, y al llegar golpeo a su hermano con una pala hasta que cabeza se volviera una masa húmeda, Tania lo detuvo y lo beso agradeciéndole por haberla salvado. A partir de ese momento Hugo empezó a usar ropa, pues atender los negocios familiares y llevar a su hijo a la escuela, no lo puede hacer desnudo.
Iordan Gerson
kokoloko_158@hotmail.com
PRUEBA Y ERROR
Nada puede permanecer puro e incólume para siempre. Todo tiene que cambiar, toda forma física debe ser sublimada hacia otro estado. Así, que de un día para otro los objetos inanimados comenzaran a recuperar poco a poco su constitución original no es tan extraño si uno lo piensa con cuidado. Los diamantes que de pronto se convirtieron en polvo de carbón, los fármacos procesados que se volvieron hojas de diversas plantas… inclusive muebles e instrumentos musicales de madera que poco a poco mutaron en árboles –todo esto comienza a volverse algo común y hasta corriente de tan visto. Más desconcertantes eran, al principio, los productos animales que volvían a un facsímil de su envoltura original. ¡Cuánto desagrado provocaba ver un par de zapatos de cuero y un paquete de tocino convertidos de pronto en partes cercenadas de un puerco! Mas a todo eso nos acostumbramos; confiados en que se trataría, a lo sumo, de un inconveniente temporal. Pues hete aquí que son ahora los seres vivientes quienes comienzan a mutar (o quizás a retroceder) sin previo aviso. De tigres que espontáneamente desarrollan colmillos como sables o aves cuyos picos desarrollan una forma semejante a un serrucho apenas podemos librarnos. ¿Qué hacer ante las colas y las alas que comienzan a brotarnos?
Las siete vidas del gato
Nosotros los insomnes vivimos al borde de la locura. Con el peso del cansancio cuando debemos estar despiertos y el lastre del desvelo cuando toca dormir.
Hace tantos días que no duermo que lo veo todo en blanco y negro, sin fuerzas para enfocar la realidad y dejándome llevar por la rutina. Podría seguir así, viviendo de puntillas, si no fuera por ese maldito gato. Me lo encuentro en todas partes, mofándose, paseando ágil y elegante ante mí, echándome en cara mi torpeza y aturdimiento.
Pero no es muy listo. Ya le he matado de seis formas diferentes. Esta vez será la última… Con mi pistola reglamentaria le apuntaré a la cabeza en cuanto le vea aparecer. Y sé que así, cuando vuelva a casa, podré, por fin, dormir.
Fugitivo
Casi lo cosechan, pero las sombras lo protegían.
Sólo algunas semanas antes, su vida era tan normal como el tic tac del reloj.
Después vino la Rebelión y lo esclavizaron, como a todos.
El agua envenenada lo volvió dócil; indiferente ante cualquier cosa. Incluso cuando le drenaron los órganos a sus hijos, la mirada perdida seguía ahí. Una gota de lluvia pura que cayó sobre su boca lo salvó, revivió los sentidos. De no ser por ella, tal vez ahora sería parte de las montañas de cuerpos vacíos.
Unirse a las alimañas de la noche era su única esperanza; tenía que huir de las luces vigilantes si quería vivir. Encontró un rincón y pudo acuclillarse para respirar. En la calma, miró la desnudez a la que se había acostumbrado desde el Día Fatal y se dio cuenta de su verdadera situación. Era el último hombre, pero era feliz.
La angustía desaparecía y la esperanza se abría paso entre el horror.
Pero tan rápido como llegó se fue. Una luz alumbró su espalda y La Garra Metálica se cerró sobre su cuello. Sólo jugaban con él; no era posible escapar, pensó mientras la garra apresaba sus sueños.
Consultorio
Espero mi turno sin nada que leer. El que llegó después de mí se adelantó y se apoderó de la última revista. Sale un paciente y el que entra a la consulta se lleva, creo, una Reader’s Digest. El siguiente deja al fin un ejemplar. Mientras se aleja, lo veo ponerse borroso, tomo la revista y entonces no encuentro los lentes. Se me han quedado en casa.
Pasan los minutos, pasan otros pacientes y descubro que distraídamente he conseguido leer algo: los altavoces reproducen una sonata que conozco.
Mis ojos, jóvenes y ágiles, se movían en una partitura cincuenta años atrás, pero mis dedos tropezaban. Las clases de música se me hacían cuesta arriba; el piano, inalcanzable, como si lo hubieran subido a la copa de un árbol que yo no pudiera trepar.
Imaginar ese piano me saca una sonrisa. Me abruma su figurada nitidez, allá en lo alto. Su rareza.
Oigo mi nombre. El médico me explica los resultados y me pregunta si le entiendo. Quisiera decirle que sí, pero no puedo distinguir con qué cara me lo dice, y el tono de su voz es despiadadamente neutro.
Alzo la mirada y veo que el piano cae. Lenta, rotundamente.
Juan Mireles
De enojos
Ya me hartó la mujer ésa que me da de comer. ¿Cómo se le ocurre llevar a un perro al departamento? Y para todo le hace fiesta: “cachorrito” por aquí “cachorrito” por allá. ¡Bah! ¿Quién se cree la humana ésta para cambiarme por un vulgar perro? Debe tener su atención cien por ciento centrada en mí. Atenderme a mí y punto. Los perros no sirven para nada. ¡Uf! Pero lo peor de todo: ¡todavía lo saca a pasear la desvergonzada! ¡Y lo sube al automóvil! A mí nunca me ha permitido subirme a su carro porque según dice no aguantaría el viaje, tonterías. Por eso decidí largarme sin que se diera cuenta, ni el perro ni ella. ¡Já!
No, no podía seguir soportando semejante insulto. ¿Ser el segundón? ¿Plato de segunda mesa? ¡Ni loco! Por eso me escapé a la menor oportunidad que tuve. Que se quede con su maldito perro. ¡Yo me largo! -Arquímedes, con el ego herido, se fue. Con gran agilidad y destreza llegó hasta la rampa de salida del estacionamiento del edificio, al tiempo que seguía refunfuñando mientras subía.
primo8407@hotmail.com
Tempestad
Terminamos la clase de hoy y el pequeño monstruo sale de casa y corre a jugar al parque. Una ráfaga hace volar las partituras y a lo lejos se oye un trueno. La madre no vuelve aún del trabajo, alguien debería decirle al niño que entre. Lo pienso un poco y me tranquilizo. Tendrá manos muy torpes para tocar instrumentos, pero no es idiota. Si llueve, entrará.
Vuelve a tronar el cielo, pero lo que llega a sobresaltarme ocurre un instante después: comienza perfecta una sonata. ¿Es real esto que escucho?
No alcanzo a responderme la pregunta. De golpe, se abren las ventanas, se rompe un florero. Entran hojas y basura, se vienen abajo algunos cuadros y de pronto todo me conmueve. Flotan en el aire sillas destrozadas, papeles, vidrios en añicos. Un enorme pájaro cruza la sala lentamente. Con un estruendo, como el grito de un gigante, irrumpe el agua. Lo arrastra todo. Cae una pared. Me lleva la corriente. Paso junto a los techos de las casas y logro sujetarme, al fin, de un árbol.
Entonces veo cómo el agua baja, cómo unas manos bajan, cómo los dedos de la profesora descienden sobre mí en los últimos compases.
ESTACIONAMIENTO V.I.P
Pinche calor, el chaleco me está matando. Pero no se permite limpiarse el sudor; no se permite sudar. No se permite parpadear ni respirar. Hay que cuadrarse como milico hasta que baje el último pasajero. Rejijos de la chingada, qué friega esperar a que baje el último pasajero. Ya se sabe: cuadrado siempre, metralleta lista para emergencias, no saludar a menos que te dirijan la palabra. Este último no va a saludar, nada más eso me faltaría. El muy cretino se toma su tiempo, avanza con el lomo erguido, las orejas atentas. En cuatro patas. Y el rabo en todo lo alto. ¿A quién se le ocurre rentar una limosina privada para su gato? De veras que el dinero lo puede todo…
Mudanza felina.
Fue entonces que salí de aquel estacionamiento privado, donde dejé mi auto, y el policía de la entrada me miró con aquellos ojos de ternura, en mis adentros pensé, «¡Vaya! Un policía gay, no debe de haber muchos…».
De pronto el policía me parecía más grande de como lo había percibido, luego bajó sus manos como queriendo que yo fuera hacia ellas. Era suficiente, estallé, indignado me dispuse a proferirle un par de insultos para que me dejara en paz, entonces le grité y lo que escuché de mi boca fue: «¡Miau, Miau!». Miré mis manos que ahora lucían como un par de garritas felinas, luego quise volver a gritar algo y sólo hubo otro: «¡Miau, Miau!». Cuando había querido decir: «¡Qué putadas está pasando!».
Volver es cruel
Vuelvo siempre a esos días. A la mujer que fui. A lo felices que fuimos. A esa playa y a las noches en las que desgastábamos nuestros labios dentro de esa casa del árbol.
Miro atrás y es como si mirara a través de una ventana. Un cristal muy empañado a través del cual los recuerdos se presentan extraños e indefinidos. Y cada día que pasa se nubla más.
Pero me aferro, como una niña. Te amé tanto. Nos amamos tanto. Te amo. Y ahora no sé dónde estarás.
Recuerdo las noches calientes sobre ese árbol enorme. Nuestras risas que sonaban como un piano a lo lejos. La felicidad que hoy parece mentira y que fue reemplazada por un agujero enorme dentro de mi pecho que no logro llenar.
Creo que algo de mí se quedó allí, contigo. En esa casa del árbol dentro del que nos quisimos como si pudiéramos detener el tiempo. En esa playa a la que vuelvo cada noche, a veces con los ojos abiertos, a veces con los ojos cerrados. A ese mar que te arrancó de mis brazos. Y esa luna cruel que me recuerda la última noche que vi tus ojos.
[Mail: thalie.ponce@yahoo.com]
El placer de Zeus
La sensualidad lo había obligado a humillarse desnudo. La forma más humilde y natural del hombre. Sus deseos no podían llevarse a cabo a la luz, pues desmitifica las fantasías, muestra la realidad y apaga toda excitación.
Todos sus vecinos lo veían como el depravado y el pedófilo. Sabían lo que hacía en su casa y el porqué de las cortinas negras. Aconsejaban a las mujeres cubrirse por completo y no dejar a la vista ni un pedazo de piel; pues si él lograba ver al menos una sola parte, adivinaba su color, su tersura, su edad y los placeres que podrían proporcionarles. Todos los esfuerzos eran en vano, ellas se veían seducidas por los rumores de que estos placeres llevan a una sensación de muerte, de locura, de levedad; sin embargo de los cuales se regresaba sucia, manchada y humillada.
Ellas escapaban de sus encierros e iban a su encuentro. Al final, cuando sus cuerpos se encontraban complacidos, la humillación llegaba. Ya no podían cubrirse la piel, ya habían sido usadas, ya dios las conocía. Cuando salían de aquel lugar eran relegadas, abandonadas y humilladas por ser animales en celo, por querer volver a su estado natural.
Imagen 1.
FINALES
—Quiero caminar un poco, volar me está matando las articulaciones. Cuide mi auto, por favor.
El hombre sacudió la cabeza; en efecto, era un gato quien le hablaba.
—Pierda cuidado buen hombre —tranquiliza el gato— esta es mi última vida.
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LA PERFECCIÓN HECHA MÚSICA
El árbol tocó el pianp ára invocar a las aves de paso.
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OPORTUNIDADES
La luz terminó de escurrirse hasta el piso. El hombre quiso huir, pero ya no sabía cómo. Ni de dónde. Sólo sabía que huiría que de él mismo; y de que no tendría una segunda oportunidad sobre la tierra.
Postal Húngara
Todos los días Laszlo camina por el mercado, preguntando religiosamente al mismo encargado del mismo puesto de frutas si el melón está bueno, ante lo cual la respuesta es la misma: que sí, el húngaro naturalmente no sabe qué hacer con la respuesta y sigue caminando. Pero en realidad lo que el húngaro, sin saberlo, busca todos los días yendo al mercado es la invitación prometida a un homenaje en su honor; su mayor aportación: componer la canción húngara del suicidio, aquella que hace a los enamorados terminar con sus vidas al sentir el corazón oprimido de deseo, que obliga a los borrachos a tomar hasta que cada célula de su cuerpo conoce el whisky, que provoca que los búhos ululen en la noche, que los gatos mueran de melancolía persiguiendo una pelusa y el viento sople suavemente sobre las hojas del sauce. Laszlo sentía que merecía ese homenaje, después de todo el compositor había comprobado la potencia de su creación encontrándose colgado de un árbol con un inexplicable regusto a melón en la boca entreabierta.
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Primera temporada: “Música de cámara en exterior”.
Uirapurú. Director huésped.
Concierto de órgano en fa mayor: “El cuco y el ruiseñor” (Georg Friedrich Händel).
“El lenguaje de los pájaros” (Jean Sibelius). Voz: Jilguero.
“Le coucou” (Louis-Claude Daquin). Dueto: Perdices.
No hay pianista: la música más bella no es producto del hombre.
nefnbr@yahoo.com.mx
FONOSÍNTESIS
“Hace tanto tiempo…”, piensas frente al árbol que dividió tu patio de el de Estela.
Tu abuela empezó todo: le tocaba piezas al árbol con el piano vertical.
Recuerdas la cintura de tu vecina Estelita, la empujaste durante nueve años. Luego tu papá quitó el columpio y tomó el árbol como proyecto de doctorado en “Fonosíntesis”. Puso sondas, transductores… Subió el piano al árbol y le tocaba las piezas de tu abue.
Ya no quisiste saber nada del vegetal.
Ahora nadie sabe de Estela.
El árbol a veces contestaba con protoplasmas que una computadora traducía. Tu papá dijo que eso significaba “agua”.
Tu valentía para declararle amor a Estela nunca respondió.
Le dejaste de hablar cuando se interesó por el árbol y los experimentos. Era veinteañera cuando desapareció. Un día antes te dijo: “Regresa al árbol”. Nunca lo hiciste.
Sacas una motosierra. Su ruido acallará el recuerdo de la música del piano; pero no el de la voz de Estela.
Buscas el punto más débil del tronco. Entonces tu mano descubre un viejo corazón tallado y dos palabras: “ESCAPA CONMIGO”.
Aprietas los dientes y con la motosierra hieres la corteza.
“Agua”, responde la lengua química del árbol. “Agua”.
Cierzo
He bajado la última caja al coche y ya puedo marcharme. Pero antes tengo que enterrar a Cierzo.
Era un perro precioso, un San Bernardo grande y medio ciego a causa de sus años. Vivíamos juntos desde que era un cachorro y era mi mejor amigo y compañero.
Todo empezó el mismo día de nuestra mudanza. Él estaba nervioso, olisqueando cada baldosa y tomando posesión, a su manera, del piso. De repente empezó a aullar y se me pegó a las piernas temblando. Jamás había hecho algo así y busqué la causa de su miedo. Desde la puerta abierta del piso nos miraba desafiante un hombre repulsivo que se fue gateando al piso de enfrente cuando se vio descubierto.
Pregunté por él a otros vecinos y me advirtieron sobre su locura. Cierzo ladraba muy nervioso cuando sentía su presencia en el rellano y yo le reñía porque no tenía nada que temer.
Una noche me despertaron sus aullidos, comprendí que estaba llorando y me levanté. Abrí la puerta del dormitorio, encendí la luz y el horror me paralizó. Cierzo yacía sobre un charco de sangre que manaba de su garganta abierta mientras aquel individuo nauseabundo la lamía ávidamente.
«Reservado»
Cada lunes vienen a tocarme los cojones con el trasto, el mismo trasto siempre: máquina de cuatro ruedas con salida de aire negro y maloliente que no me deja tranquilo en las mañanas. Me siento a esperar a la salida del sol, el momento único de esparcimiento creativo que mi naturaleza animal me ha regalado desde el día de mi nacimiento; me tumbo y cuento los segundos hasta que el astro rey me saluda en los bigotes, en el lomo y en las cuatro encantadoras patitas que preceden a mi larga y lustrosa cola de animal salvaje aunque por perversión, doméstico.
Y entonces el maldito trasto celebra su ritual sonoro de gases y gritos furiosos, se desplaza y huye –por suerte- de mi plaza.
El estacionamiento es privado, lo pone bien claro en el cartel. Uno ya no sabe cómo tiene que explicar las cosas.
De noche
Podría sugerir que me visites en la noche. Lleva un buen abrigo y el pelo suelto para mi gran placer. No intentes aparecerte en las mañanas ni en las tardes porque todo es tan gris, tan sin color definido. De noche te espero porque sé que sólo habrá un color del que te podrás diferenciar. Cuando llegues, lánzame un sapo o una piedra con limo de las que encuentres en el camino. Pero no intentes lanzarme un puercoespín porque soy alérgico a ellos. Cuando escuche el sonido que alguno de estos entes produzca al chocar contra mi ventana, bajaré lentamente de mi aposento y caminaré arrastrándome hasta gritarte que puedes pasar. Entonces tú escalaras peldaño a peldaño la interminable escalera infinita de mi imaginación. Al llegar a la puerta, sólo di miau, yo te reconoceré.
Un pasaje
Era un pasillo breve y a diario lo evitaban los neuróticos rigurosos de los cánones arquitectónicos.
Añado de nuevo los microrrelatos con los que participo ya que desapareció la cuenta con la que estaba registrado. Gracias.
Un pasaje
Era un pasillo breve y a diario lo evitaban los neuróticos rigurosos de los cánones arquitectónicos.
Enseres
El microondas golpeaba al tostador y la licuadora intervino en la pelea —sentí miedo y salí corriendo de la cocina—, en la sala la lámpara de pie arremetía contra el tocadiscos que en ese instante reproducía un disco de jazz; entonces la pianola —cual rinoceronte enfurecido— se abalanzó sobre mí, la esquivé de milagro y se estrelló contra el ventanal cayendo hacía la calle. Es todo lo que tengo que decir señor Juez.
El gato filibustero
Los niños del barrio lo llamaban: el gato filibustero; decían que alguien lo había traído de un puerto caribeño para después abandonarlo entre éstas calles de arrabal. Era el azote de las señoras, asaltaba sus cocinas —alguna vez lo vi arrastrando un pollo asado entre algunos gritos y juramentos—, muchos pajarillos desaparecieron de sus jaulas sin dejar rastro y siempre las sospechas recaían en el gato filibustero. Todas las noches al regresar de mi jornada diaria, el gato filibustero me esperaba paciente en la esquina de la casa, le daba un bocadillo como presente y él agradecido ronroneaba. Un día no se presentó a la cita, tiempo después supe que doña Lupe la del 3 lo había envenenado —ya le debía varias vidas de periquitos australianos—. Hoy salí en el ocaso y me pareció verlo saltando del dintel de una ventana a una cornisa —sonreí— como en los viejos tiempos: sembrando el terror a su paso, entre virtuosos y doncellas; bienvenido de nuevo gato filibustero.
LO CONCRETO Y LA CUBIERTA
Ciudades brillan por lo duro y recto de sus contornos. Asfaltos que destruyen y neumáticos que a su turno terminan siendo alfombras que amortiguan y enlentecen entradas de vehículos en estacionamientos como si fuesen el desplazamiento de la vida.
No solamente la raza humana queda restringida y circunscrita a lo concreto de la vida sino hasta animales como seres felinos se ven instigados en este mundo duro y cruel: autoridades restrictivas controlando lo estacionario de la vida e invadiendo los pensamientos más privados de los seres humanos.
Las barreras fijas en este entorno lineal insertado en un muro duro, despiertan malestar por los controles autoritarios personales que siempre se destacan por lo desprolijo de su entorno. Esta rigidez tanto estructural como humana contrasta con el mundo animal que si bien libre, queda controlado por el hombre.
Y lo triste de esta situación es que el medio ambiente ciudadano cada día empeora el nivel de vida civilizada. La humanidad con este contorno se desplaza en una dirección sin retorno como si fuese un estacionamiento con entrada y ninguna salida.
Triste futuro para la raza humana pero porvenir esperanzado para el mundo animal.
MI PEQUEÑO DESEO
La terraza, la banqueta, el niño. Mis ojos imbuyeron lentamente los fotogramas de mi corta vida. Mi pelota suspendida en el aire, y mi madre, aprisionando el tiempo.
Mis pequeñas manos siguieron aquella pelota, y después, se deslizó mi cuerpo.
Las yemas de mis dedos, hilos de algodón descolgados, intentando sujetarse al barandal. Casi atrapo la ropa tendida. Mis dedos, sudorosos y pringados, resbalaron.
Chirriaron los neumáticos, y el felino, que se deslizaba entre los atezados zapatos del adusto vigilante, saltó.
Los chismosos ojos, me acechaban.
Recuerdo la luz ámbar, la sirena, los techos blancos. La luminosidad de los potentes focos, blanca, infinita y deslumbrante, penetraba por los conductos de mis ojos hacia mi interior, y me decoloraba los recuerdos, como goma de borrar, dejando pequeñas marcas difusas. El intenso pitido intermitente de aquella máquina. Pero, ¡se me olvidó el momento en que el artefacto enmudeció!, quizá estuviese en un mundo abstracto.
_¿Jugamos al fútbol papá?
_¡Tengo mucho que hacer!, ¡quizá mañana!
Mis zapatillas paradas frente a mi cama.
A mí, me sobró vida, a él, le faltó tiempo, y me inhaló el aire limpio y fresco de la mañana, me volvió del revés, y flotando, imaginé empezar el partido.
EL FUTURO LLEGÓ imagen no 3
Apretados y dibujados estaban .Pudo salir de la pared. Trescientos años quedaban atrás .Antes de dormirse arremetió.Impulsado por su fuerza interior.Su cuerpo quedó hecho jirones .Imaginó adhesiones que no tuvo .Se apoya en su única pierna..Está de pie .No ve.Intenta escuchar, no oye.Intuye. Presiente.No hay olor ni color, Sólo humedad con tonalidad sepia. El límite exacto. La luz invade rincones. Despierta expectativas e ilusiones.Escapa del pasado. Dio un paso. Quedó en este presente .Para salir de la oscuridad, atravesó la luz. Marrón seguía.Algo adentro había cambiado. Estiró la mano hasta la puerta.Empujó suave.Los ojos se abrieron.Espió.Habló bajito.Eh, eh. Futuro estás ahí ?.
Música de selva
Amadeo después de años fue ascendido. Era el nuevo jefe de la estación de
ferrocarril de Villa Yaguareté.
Convenció a su mujer de abandonar las clases de piano, cargó los muebles en un
viejo camión y partieron.
No bien desapareció la ciudad del horizonte, comenzó un tenso diálogo.
-¿Amadeo, realmente quieres ir en un lugar con ese nombre?
-¿Ya empezaste?
-¿No te da miedo?
-¿Por qué me tendría que dar miedo?
¿Has visto los ojos de un yaguareté?
-¿Tú los viste?
-¿Olvidas que viví en la selva?
-¿Acaso tenías uno de mascota? ¿Por eso te decían bruja?
-¿Dónde ubicaremos mi piano?
En ese momento el camino se convirtió en intrincada senda, el camión dio fuertes
barquinazos, tembló y volcó. La lluvia descargó su violencia contra la selva que se
vino encima del camión como una bestia inquieta. Amadeo entró para siempre entre
los verdes donde brillaban los ojos de un yaguareté.
Consuelo observó emocionada los cambios en su piel, ahora amarilla con manchas,
su cuerpo pronto al salto, sus ojos feroces.
Como lo había planeado, se instaló con el amado piano en la copa de un árbol y la
selva llenó de música y terror.
Isabel Pigrau
CIUDAD DE GATOS imagen no 1
La carrera parecía haber llegado a su fin. En el circuito callejero de la ciudad de los gatos era el primero.Haber escapado.Nunca alcanzado.En ese instante se detuvo.Pensó.Carrera ganada o gato cazado.La banda gris y blanca lo descolocó.Hacia el costado , un hombre y una leyenda.Precavido, sigiloso, atento y desconfiado.Quería saber ,pero no podía.La mano o la libertad.Sus movimientos se hicieron seguros.El corazón se ponía duro.Hasta aquí, estaba intacto..Dudó. Volvió a dudar.Atrás jamás.La expectativa, se instaló en su cuerpo.Adelante, con la mirada altiva.Soñaba., con ese día.Llegaría ? Ser libre.? Sigue a la espera.
RELACIÓN ATENTA DE UN BESTIARIO
a) un pingüino turquesa en pleno barrio latino de París (es importante la mácula cromática, no le que guste jugar en la bañadera o devore significativas cantidades de merluza);
b) «…un gusano con alas, de costumbres estúpidas» (andan los entomólogos algo confundidos con su presencia);
c) el escarabajo negro Banto, decapitado una tarde de verano (no dejaba de gritar. Aún hoy, en torno a la seis, se oyen sus alaridos si se cierran los ojos y se tiene una pesadilla, eso sí, en el mes de agosto, por supuesto; y, fieles al poder de la imaginación,
e) las manscupias, indeterminadas, ficticias, fruto de la magia de una palabra (hay quien sustenta cierta sinonimia con la desmesura): una de sus crías fue ingerida por Teodoro W. Adorno: en realidad la transporta en su vientre resguardándola así de las miradas ajenas, como buen filosófo.
Osiris le aguarda en otra esquina. Pero nadie se percata.
Imagen segunda
TABLÓN DE ANUNCIOS
Se vende madera maciza con que forjar irrealidades. Precio a negociar. (Hemos perdido el punzón que la acompañaba).
* * *
Se arrienda poeta para combinar estrofas. Dominio absoluto del verso libre en todos sus registros y de la lista de verbos irregulares en dos hablas: la que usted proponga y la del vate propia.
* * *
NOTA ACLARATORIA: El comprador del primer anuncio recibirá gratuitamente un bote de barniz contra el relente. No se entregará plano para resolver la inmediatez de algunos laberintos. Es factible acariciar la piel de un piano si se atreve a interpretar suspendido. Aspectos del virtuosismo.
Imagen tercera
NOTA AL PIE
Antes de don Quijote la prosa desconocía la existencia de los túneles. Si lo sabía reputaba que eran absurdos, nada más lejos de la realidad.
ARRIBA UN POCO MAS ALTO imagen no 2
Vista impecable.La isla en pleno.Mar cristalino.Clima de armonía y calidez. Vivir. No sobrevivir.Tocarse. Sentir el presente.Sensaciones que llegan.Se quedan.Lo que vendrá.La libertad.Deslizarse por el tobogán.Suave.Flotar,hasta caer.Afinar el oído.Pájaros que silban .Sonidos equilibrados.Habituales.Necesarios para una comunicación serena.Olores que penetran y sabores que cautivan..El ecosistema se protege.Es pura energía.Sueño, alegría..Para toda la vida. ..
Corrección de envío al constatar errores
Imagen primera
RELACIÓN ATENTA DE UN BESTIARIO
a) Un pingüino turquesa en pleno barrio latino de París (es importante la mácula cromática, no que le guste jugar en la bañadera o devore significativas cantidades de merluza);
b) «…un gusano con alas, de costumbres estúpidas» (andan los entomólogos algo confundidos con su presencia);
c) el escarabajo negro Banto, decapitado una tarde de verano (no dejaba de gritar. Aún hoy, en torno a las seis, se oyen sus alaridos si se cierran los ojos y se tiene una pesadilla, eso sí, en el mes de agosto, por supuesto); y, fieles al poder de la imaginación,
d) las manscupias, indeterminadas, ficticias, fruto de la magia de una palabra (hay quien sustenta cierta sinonimia con la desmesura): una de sus crías fue ingerida por Teodoro W. Adorno: en realidad la transporta en su vientre resguardándola así de miradas ajenas, como buen filósofo.
Osiris le aguarda en otra esquina. Pero nadie se percata.
DIREKTOR
Cada mañana Herr Günter Kugel llega al parqueadero, estaciona en el lote número 0619, sale de su vehículo y camina por la rampa que lo regresa al lobby del edificio.
Cada mañana Herr Günter Kugel ve al guardia al final de la rampa y escasamente atina a devolver el gesto del saludo matutino del tipo, jamás ha logrado entender una sóla palabra del idioma de aquel enjuto guardia y además odia sus botas. No soporta el brillo inútil y pretencioso en un calzado tan vulgar, mientras piensa para sí ¡Qué manía aquella de cubrirse las patas, todos ellos deberían andar descalzos!
Herr Günter Kugel espera el ascensor que lo conduce a su oficina mientras impotente masculla hacia sus adentros renegando sobre el tozudo afán de estas nuevas generaciones progresistas de contratar servidumbre de zapatos lustrosos y sobre todo el porqué de empeñarse que sean siempre humanos.
Juan J. Perero
REENCARNACIÓN
.
Se sintió extraño, la famosa metamorfosis no había sido tan gloriosa como se la habían detallado.
Al pasar frente a su humano cadáver, pudo verse sin piedad y meneando la peluda cabeza a modo de desaprobación, dejó escapar un suspiro de alivio al saberse vivo otra vez.
Caminó por los recovecos oscuros de aquella estación de trenes con sus ojos resplandecientes como a plena luz.
Lograba percibir cientos de nuevos olores; aromas humanos y salvajes se entremezclaban maravillosamente dándole un sentido más aguzado a su nariz.
Cuando por fin vio la luz del otro lado del túnel, se lanzó convincente a su nueva condición de felino mientras se le iba borrando la vieja conciencia y los antiguos recuerdos lo abandonaban para siempre.
No hubo testigos del cambio, una rata lo miró indiferente mientras salía escurridizo del callejón.
Excelente
NOTAS SOLIDARIAS
El piano de la tía Elvira no era como todos los pianos, tenía notas silenciosas, notas que no podían ser escuchadas por simples mortales.
Antiguo, lo había traído de Chile cuando vino a dar clases a Montevideo, en la casona del Prado de sus padres; pero su piano se le enfermó, se quedó silente, ella explicaba una y otra vez la desventurada historia de su piano afónico. Yo la escuchaba con la inocencia de mis seis años mientras veía pasar su esbelta mano por las teclas de marfil del infortunado instrumento.
Algunas noches me parecía escuchar melodías pero ella lo desmentía sistemáticamente. Algunos días, la veía sentada en la butaca, serena, acariciándolo con vehemencia mientras repetía una y otra vez un silencioso concierto que parecía estar sonando maravillosamente bien pero en una dimensión diferente.
Una noche siniestra entró la oscuridad en la casa, botas y fusiles acusaban a la tía Elvira de sedición, de conspirar con los subversivos, de esconderlos en los enormes cuartos con pisos de madera que crujían en la noche a pesar de la música. La arrastraron por los pasillos hasta la calle mientras tiraban su piano solidario por la enorme ventana de la sala.
Absolutamente hermoso
Destino.
Desde pequeño descubrí mi principal talento: fingir. No actuar, fingir. Despistar a mis padres y hermanos. Ser pusilánime en la calle y gallardo en el hogar. Destazar de alguna forma la realidad gris y chamuscarla de cualquier color. Así he pasado toda mi vida. Ahora mismo enfundo a un policía. Quizá el engaño más prosaico que he realizado. Nada me importa menos que la integridad de otras personas. Sin embargo, llevó años con este traje azul. De un tiempo para acá me veo al espejo y descubro nuevas canas, arrugas, dolor. Trato de fingir que cumplo mis sueños y espero que con un poco de suerte hasta yo me logre engañar. Avanza gato y vete, no repares en mi abyecta sombra, no hurgues en mis anhelos, porque si insistes un poco, puede que hoy sea el día de mi muerte.
LA MELODÍA DE LA NATURALEZA
Una bocanada de mar me escupió a mis orígenes después de una malograda travesía trasatlántica. Embarcado para ser el entretenimiento de una señorita casadera venida a menos, de la que yo era su decente y honorable acompañante perpetuo, prometida con un coronel viudo retirado, y que en mi melodioso sonido podía entretener sus más íntimos y pecaminosos deseos.
Correctamente embalado en la bodega, junto a baúles de encajes de Flandes, chantilly, terciopelos en degradé, pañuelos de seda, cristalerías de Bohemia, vajillas de antigua porcelana inglesa y cuberterías de plata. Un ajuar para una buena vida.
Ese barco nunca debió zarpar. Las minúsculas manos de aquel chico parador, no ahormaron bien aquel remache, y el bloque de hielo aprovechó el punto débil de aquella mole de hierro para abrirle una grieta en su vientre. La decente señorita, por suerte, pudo librarse de su horrible destino.
Varios años vagando por el Océano y mi madera de palo santo, llegó a su destino, y a mi origen, con signos de su salitrosa supervivencia.
Las algas brotaron de mis entrañas e hicieron aflorar aquel aullido de mis amarillentas teclas como saludo.
Rama con madera, melodía con sonidos, años con vida.
Por fin, mi hogar.
SAVIA VITAL
Aquella mañana el señor López quedó atónito al ver que en las paredes de su casa seguían apareciendo manchas blancuzcas. Botánico de profesión y ecologista empedernido, la había construido con una nueva variedad de adobe, una mezcla de arcilla enriquecida con fibras vegetales genéticamente modificadas, que proveían a los bloques la cohesión necesaria para evitar que se agrietaran y los hacía resistentes a la lluvia. La energía para la iluminación era captada por pequeños paneles solares incrustados en los bloques de adobe. Estaba equipada con calentador y el último grito de la moda en tecnología ecológica: una estufa solar.
Intrigado con el fenómeno decidió tomar muestras y examinarlas minuciosamente. Era fascinante, al desprender capas de los bloques con manchas, brotaba un líquido viscoso con un ligero tinte verde. Era imposible pero la única conclusión lógica era: ¡Que su casa estaba viva! Conclusión acertada pero tardía, durante el tiempo que pasó recluido en su casa, absorto en su investigación, no se percató de que ésta se había convertido en un gran ente viviente, en apariencia un montículo cubierto de hierba, del que nunca podría salir y del que nadie sabría lo que guardaba en su interior.
Este es el texto correcto.
Agradezco si pueden borrar el comentario anterior.
SIN RASTRO…
Llevaba lentes oscuros para protegerse del sol otoñal que bañaba la plaza a esa hora del día. Se había sentado en un banco, con las piernas cruzadas y el periódico desplegado. No abandonó su postura ni su serenidad cuando los coches policiales llegaron con las alarmas encendidas.
De inmediato el entorno se llenó de curiosos que buscaba saber la causa de tal despliegue. Con una media sonrisa en los labios, tratando de simular el mismo asombro que el resto de la gente, lo vio salir con su habitual elegancia.
«Lindo minino», pensó con orgullo.
Y no era para menos, le había llevado meses entrenarlo para ese día.
Sabía que no habría prueba alguna que lo incriminara. Conseguiría cobrar la cuantiosa indemnización cuando comprobaran que su mujer había desaparecido sin dejar rastro.
Siempre supo que la dieta a base de carne que había ideado para su gato algún día no muy lejano sería de gran beneficio para él…
White Ninja (imagen 3)
En cada descarga de semen hay uno como yo. Cultivado en el ninjutsu y la meditación.
El cuerpo humano es un desierto lleno de obstáculos en el que siempre está cayendo una bomba, los millones sumidos en obtener el éxito pueden desviarte del objetivo, “sólo la meta en mente”, se les escucha balbucear desordenadamente al unísono; un verdadero White Ninja sabe cómo, cuándo y dónde debe estar para lograr el cometido.
¿Quién nos pacta las misiones? Una variante muy pequeña de dios: El Razonamiento.
Se nos acusa de promover el derramamiento de sangre.
Nuestro fin es claro, evitar la propagación. Más de alguno ha sucumbido ante el brillo de una nueva experiencia carnal, sobre el ninja que fecunde caerá todo el rigor del karma génesis.
Separarse del grupo, encontrar atajos, ser los primeros en llegar, colocarnos en el estado de conciencia adecuado previo a la contienda: tranquilos y en shock, aguardar ante el óvulo, degollar a todo aquel que pretenda el cigoto, y una vez exterminados por completo los finalistas, aplicar el harakiri, inmediatamente, sin pensarlo, porque la soledad te puede llevar a generar ideas extrañas, abrir puertas, querer crear.
Alfonso Ortiz García
Gerhard Fortepian
Todo empacado. Todo previsto. Los países, la ropa, los tiempos, la alimentación e itinerario. Era una ruta que había realizado cada año desde hacía veinte.
Gerhard Fortepian subió el piano al globo aerostático. Era lo último, lo indispensable, lo más valioso, lo más pesado. Salió después de comer. Odiaba permanecer en tierra a la hora de la siesta. Pasó la primer frontera sin problemas y tocando nuevas piezas que usaba como calentamiento de los dedos y la memoria.
Los siguientes cruces de países y montañas los transitaba con melodías clásicas y al cerrar del sol, cuando el oleaje de las nubes se calmaba, su ritmo se volvía más pausado.
Al tocar, lograba una concentración tan fina que tarde fue cuando se percató del cambio que había hecho en su recorrido. Cuando miró la brújula y lo confirmó con el mapa, no encontró otra opción. Descansaría hasta que las ráfagas bruscas que lo empujaban al sur se calmarán.
Las nubes chocaron desencadenando un remolino que provocó mareos y vómitos al pasajero y al globo. Fortepian reacomodó su estómago y sintió que volaba con mayor ligereza. Cuando se vio solo, se asomó al futuro pero el piano ya había caído.
subarashi.warrior@gmail.com
La reencarnación y sus condiciones
No quería lamerse, pero su instinto se lo pedía; ya eran 45 días desde su transformación y aún no podía aceptar su condición de gato. De vez en cuando se sentaba en los bancos de los parques a lanzar migas de pan a las palomas, que de cualquier manera huían antes de que pudiera instalarse en aquel lugar. La peor sensación le llegaba a eso de las 5pm, cuando después de tanta lamida corporal, su nueva y sensible garganta se irritaba, contraía y expandía a la espera de la enorme bola de pelo muerto.
Pero la negación era más fuerte y caminaba por las aceras saludando a extraños con maullidos que provocaban espantos; corría detrás de ratones sin desearlo y se perdía con el vuelo de los pájaros mientras se relamía los bigotes. Y todos los días, a las 8 am se sentaba en el techo de su antiguo trabajo a habitar y observar a aquellos que solía llamar amigos; a la salida, como un trabajador más, se retiraba junto a sus compañeros y se volvía a dejar dominar por su nuevo ser: los ratones, la luna, los pájaros, la oscuridad.
“La desaparición de los ancianos”
Algunos cuentan que detrás de aquel portal, se vive la utopía de cualquiera; que si llegas a él evitas el camino al limbo y reinicias tu existencia como si nunca lo hubieras recorrido: sin dolores, recuerdos, lamentos o incluso las pequeñas satisfacciones carnales. Pero los requisitos eran claros: la puerta de acceso aparecería frente a los ojos de los más veteranos, cuya conciencia esté lista para ser perdida y cuyos cuerpos sean más descomposición que vida.
Para ingresar, solo la piel que viste a todos y el paso sigiloso de una tortuga. Hay quienes logran alcanzarlo y desaparecen sin rastro, otros dejan este mundo en su camino a él y son encontrados por sus seres queridos, que con poco asombro llevan a cabo el debido ritual del deceso
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TUMOR DE MADRE
Rosa tiene tres minutos, lo dice un reloj cardiaco.
Habría muerto sola de no ser porque alguien viene por el pasillo.
“No necesito a un hijo malagradecido en mis últimos minutos”, piensa.
El cáncer del brazo izquierdo (el que se asolea cuando conduces) es la causa principal de “nuevas vidas” según los investigadores que cosechan la masa celular rebelde del “originador” para incubarla hasta su madurez.
El cáncer que hace años le extirparon a Rosa camina por el pasillo.
Rosa tiene dos minutos. Se abre la puerta.
-Qué bueno que no eres mi hijo, ese malagradecido le dio la espalda a Cristo -dice al ver que se trata de un extraño más parecido a un tubérculo que a un humano.
Es un niño, extraviado en la fealdad, que mira por primera vez unos ojos maternos y reconoce su tránsito a la muerte.
Queda un minuto.
¿Está conmovido o esperando que muera Rosa para abrazarla y ella no pueda rechazarlo?
-Gracias, sé a qué vienes -le dice ella a punto de llorar-. ¿Cómo te llaman?
No hay respuesta verbal, sólo una fe luchando. Se le acaba el tiempo a Rosa pero alcanza a decirlo:
-Yo te… habría… llamado… Beni… Benigno…
NO HAY ENEMIGO PEQUEÑO
Acabaste con mi otra vida a fuerza de macanazos durante una manifestación pacífica en defensa de los animales. Nunca imaginamos que las fuerzas del orden actuaran con una bestialidad que ninguno de nuestros protegidos exhibió jamás.
Pero ahora que he regresado con otra forma, color y tamaño, que maúllo y ronroneo, me ves acerarme sin recelo, sin imaginar siquiera que en mis horas tendido al sol construí el plan que me llevó, primero, a identificar una víctima de ébola, a contagiarme y, ahora sí, a darte un arañazo que cierra mi relación tortuosa con la autoridad.
TEST PARA SER VOCERO DE LA PRESIDENCIA
Dé una explicación racional, creíble, sensata y que haga resaltar los valores patrióticos y sociales de la decisión de haber colocado un piano en las ramas del árbol de la casa de gobierno. Tiene dos minutos.
Gato
¡Maldito gato!
Siento que me restriega tu ausencia con su solo pasar. De verlo cada mañana puedo sentir toda su prepotencia, me grita que ya no estoy en tu vida. El puto gato me lo recuerda, se burla, me ignora, como una perfecta representación tuya. Me hiere.
Yo, que no mato ni una mosca. No me queda otra que verlo pasar día a día. Con la impotencia de estar atado a la rutina… si, y al estúpido gato.
Hacemos la misma ruta, a la misma hora. No puede variar, él debe pasar cada mañana, mientras yo voy en bus, a mi -siempre insatisfactorio- trabajo. Se me hace un nudo y al instante, siento un hervor en la sangre que evapora las lágrimas atragantadas.
Te odio a ti y a tu capacidad de seguir adelante. Odio a tu gato, porque te prefirió a ti sobre mí. Odio que todos se traguen tu cuento y me escupan a mí.
Maldita ruta de bus que tiene que pasar por aquí.
La cabaña de la inocencia
Lo bueno de aquellas épocas era la inocencia que impregnaba todo. Todo era más sano, hasta los pensamientos de los adultos.
Por eso nadie era capaz de imaginar lo que el despertar de nuestra sexualidad implicada, esa casita del árbol, esas cuatro tablas a medio amarrar, fue testigo fiel del roce ingenuo de nuestras lenguas, del efecto que el calor húmedo puede tener en cuerpos con las hormonas y la curiosidad disparada.
Fue el voyeur perfecto para el despertar de nuestros pechos jóvenes, esos que se asomaban tras camisetas que pretendían esconder lo que ya era tiempo de dar a conocer.
Allí te probé y me erigí como lo que hoy soy.
Sueño
Otra vez el mismo sueño, corro y me veo de lejos, voy tambaleando, me escapo, una música estridente retumba en mi cerebro y me acelera el corazón.
Todo el mundo habla de Mengele pero pocos saben de sus imitadores. A veces, me pongo a tararear, en el sopor del dolor sólo la música puede dispersarte. Me evado. Resisto. Sueño con un día de libertad. No hay nada que justifique esta situación, me siento perdido y aturdido, lloro en silencio, para mis adentros.
Luego despierto y ya no estoy ahí. Cómo extraño mi escalpelo.
Mis miedos (Imagen 1)
Empiezo y pienso… si paso, quedo afuera, exhibido… Y, si me quedo… me atrapan.
Desobediente
Fiel a mi deseo de querer ser anarquista, busco nuevas formas para quebrantar el yugo del autoritarismo, pero la inocencia de mi ser, me vuelve una caricatura.
Lo que me condena ante mis similares, me eleva dentro de los indefinidos y me protege de los enemigos. Sin embargo, ya estoy harto de querer pertenecer a un grupo, pues he pasado mi vida tratando de salir de uno. Si en verdad quiero ser anarquista, debo hacer lo que yo considere que es suficiente para serlo.
Incluso las formas más risibles de desobediencia cívica me conducen por el buen camino. Causar una grieta en el sistema es fácil si la acción deja huella. Justo ahora veo un gato y se me ocurre hacerle una fotografía, lo cual está prohibido en aquel lugar.
Lo glorifico a él y me glorifico, pues los objetos y los espacios no se diseñaron para controlarme, sino para dejar libre mi imaginación y así poder burlarme de los convencionalismos.
la calle de la vida…
Una vez que se vio ante el hecho consumado, sólo pudo estudiar la forma de escapar a su pasado.
No encontraba la vuelta que necesitaba para frenar la vorágine de sus pensamientos.
Sólo veía el llanto de su abuela, que lo protegía como en un recuerdo.
Ya nada podía hacer, ya todo estaba planeado.
Entonces, como un fantasma del olvido, se perdió entre la gente.
Mientras tanto, en plena avenida,
llamada por la ironía “la calle de la vida”;
una masa de humanidad, rendía culto a su cuerpo en el asfalto.
por una sonrisa…
No era la primera vez que le sucedía.
Tuvo muchas oportunidades de probar con frialdad su temple y matar con silencio su agonía.
Pero ésta vez fue distinta. Única.
Un dolor profundo, una amargura especial.
Por eso no perdonó.
No dudó.
No vaciló.
Un golpe tan rápido como certero llenó de odio el lugar.
Desde otra perspectiva, un alma libre y confundida,
presenciaba esta escena con la paz de quienes levitan.
Con el maquillaje corrido por las lágrimas y las manos salpicadas del color de la venganza,
el payaso más triste del mundo escribía, sobre un pecho inerte,
una nota con sangre que decía:
“Es más fácil matar a un hombre que hacerlo sonreír.”
gritos en la noche…
Los desesperados gritos lo sobresaltaron.
Cómo todas las noches, se encontró presa del pánico,
conteniendo feroces latidos que buscaban escapar de su pecho.
Esos gritos, tan terroríficos, tan poderosos, tan cotidianos.
Por suerte duraron poco.
Sólo unos escasos segundos hasta la paz del silencio total.
Perdidos en la oscuridad de la noche, los malditos gritos desaparecieron,
mientras las piernas temblorosas se relajaban en las tinieblas.
No había vuelta atrás. Otra noche de prohibidos recuerdos.
Sin dudarlo, tapó el extinto cuerpo con la sábana de seda
y salió por la misma ventana por la que había entrado
a esa desconocida habitación.
Imagen 1
Título: Cattus
No era un día normal; no dormí bien, estaba aturdido, me dolían unas partes del cuerpo, y no recordaba por qué me encontraba en aquel lugar. La irregularidad de mi día siguió cuando la encontré. La vi caminando en busca de la sombra de un árbol; un lugar lleno de tranquilidad para poder revolcarse con los recuerdos.
Su mirada trasmitía dolor -pude suponer que era provocado por el abandono-. En ese momento vino a mi pensamiento el día que llegué a su vida; recuerdo que tenía el cabello corto, aun así lucían sus risos castaños, era igual de hermosa, con una enorme sonrisa que me dedicaba a contemplar por horas, una mirada luminosa, llena de vida, no como ahora, sin luz. A penas nos habíamos conocido, me compartió sueños, fracasos y metas.
No podía detenerme más tiempo, en ese momento escuché que ella pronunciaba entre sollozos un nombre: “cattus”; comprendí que aquel dolor era por mi culpa, ese era mi nombre. De un instante a otro sentía como me iba desvaneciendo, ya no la escuchaba, ya no podía verla, ni sentir su presencia; yo estaba en otro lugar, recordando el momento en que morí.
Samantha Cedeño Quintero
samis.cq@gmail.com
Ana Pascual
anapascper@hotmail.com
«ALZAR EL VUELO»
En mi biografía se dice que escuchaba a Chopin cuando sólo contaba con meses de vida, empecé los estudios de solfeo con cuatro años, a los doce di mi primer concierto… Un prodigio, un virtuoso del piano, pero… no cuenta cómo aquel niño primoroso se convirtió en un perfecto desgraciado.
No tuve una infancia alegre, ni una adolescencia dicharachera. Compartía mis horas con las notas que mi padre me hacía repetir hasta la saciedad; siempre anclado al piano…. A los veintitantos decidí liberarme de su opresiva presencia. Y no fue fácil, pues lo sentía como parte de mi, pero haciendo acopio de fuerza y demencia… los lancé por la ventana del salón. Desde ese día nuestra casa enmudeció.
Termina así mi breve biografía: «…1986 un suceso violento le apartó definitivamente de la música». No es así, porque yo sigo escuchando sus notas. Componen para mi una melodía grave y pesada que cargo sobre los hombros.
A menudo me asomo a la ventana de mi habitación para cerciorarme de que el piano sigue ahí, prendido entre las ramas de los pinos centenarios y, siempre me pregunto… si él pudo volar, por qué yo no he sido capaz de alzar el vuelo.
Tsunami
Ese día en particular la tía Gertrudis aporreaba el piano tratando de sacarle alguna melodía, pero era inútil. Todos sabíamos que no había heredado la vena artística del abuelo Johan. A pesar de ello su empeño era realmente heroico y hacía que saliésemos de casa en cuanto comenzaba a calentar sus manos.
Gracias a ello, nos dimos cuenta que un tsunami golpearía nuestra costa en cuestión de minutos. Regresamos a casa a tiempo para alertar a la tía y a los vecinos del peligro que se acercaba.
Nos pusimos a salvo en lo alto de un colina y vimos con horror como eran engullidas las casas, autos, estacionamientos y algunas personas que no alcanzaron a escapar de la catástrofe.
Después de algunos momentos angustiosos, el mar se comenzó retirar nuevamente dejando una ola de destrucción y muerte a su paso. El tsunami había arrasado con todo. Cuando regresamos a lo que quedaba de la casa, nunca imaginamos que respetaría el piano de la tía Gertrudis, dejándolo intacto sobre el árbol del jardín vecino.
ingeniator3@yahoo.com.mx
UN NUEVO DILUVIO
Bueno, pensó el gato, si están lloviendo pianos HAGAMOS MÚSICA!
Y así fue como una extraña tarde sin mucho sol y con algunas nubes dispersas, como aquellas en las que nos encanta mirar al cielo y preguntarnos si hay alguien en otro lugar viendo lo mismo. Luego de presenciar un fenómeno único en el que llovían instrumentos, pianos, guitarras, tambores, panderetas, platillos, arpas, acordeones, flautas, clarinetes, saxofones y muchos más, que obligó a todos a buscar refugio bajo techo. Animales y personas observaron maravillados la perfecta condición de cada instrumento sin saber exactamente qué hacer después.
Sólo hasta cuando el gatito empezó a saltar como loco en el piano que había caído a su lado, mientras dormía una siesta en el árbol de la vecina, tocando una o varias teclas a la vez y produciendo una armonía única nunca antes escuchada, que todos supieron lo que tenían que hacer.
Así pues, cada cual, se hizo al instrumento más cercano y empezó a tocarlo como quería, creando la más hermosa y única sinfonía jamás escuchada.
En ese tiempo, sin más sonidos que la música que hacía eco en cada corazón, decidieron ser felices.
mafaldita95@hotmail.com
(Imagen disparadora: número 3)
MEJOR NO
Después de desatarse y quitarse las mordazas se escabulló por un pasillo oscuro. Ya casi cerca de la libertad alcanzó a ver el exterior por una ventana. Dio media vuelta y volvió a su celda. A dónde era feliz.
Imagen (3)
Deseo
Pinocho saltó de gusto, abrió la puerta y salió corriendo por el pasillo. Por fin era de carne y hueso. De pronto comprendió que su corazón seguía siendo de madera.
Ingeniator
ingeniator3@yahoo.com.mx
(Imagen disparadora: número 1)
Su dueño, su alimento
El guardia había vigilado toda la mañana. Nadie entró, la cámara de seguridad lo respalda, pero ¿quién mató entonces al señor Bernardo?
Nadie se imaginaría que fue su propio gato, que escapó victorioso por la entrada vigilada, ya harto de comer ese asqueroso alimento procesado y habiendo probado por fin la carne humana.
(Imagen disparadora: número 2)
¡Qué rápido crecen!
El niño siempre quiso tocar el piano que se balanceaba sobre el tronco de un árbol. Había llegado a esa altura luego del sunami que azotó la costa trece años atrás. El niño creció y aprendió a trepar árboles. Pero le faltó una cosa: aprender a tocar el piano. Ya era demasiado tarde, era viejo. Empezó a trepar el árbol pero nunca llegó. Murió en el camino.
Ana Pascual
anapascper@hotmail.com
«De acceso limitado»
Unos dedos untados de caricias vuelven a caminar sobre mi piel, dejando un rastro serpenteante de cálidas huellas que buscan el que fuera su cobijo. Esos pasos mullidos de andares lentos y sigilosos, siempre los imaginé como patitas de gato. Caminante cuidadoso y certero que, guarda con recelo las puntas de metal, por si fuera necesaria la defensa, pues intuye que, aquí se libraron en su nombre algunas luchas. De unas conseguí salir ilesa, otras hicieron que siga en pie de guerra contra un gigante del tamaño de una hormiga.
Pese a todo, sigue recorriéndome… Maullando como distraído por mis recodos, derrite con ternura el armazón que, fue mi férrea guarida. Y hoy sin réplica, permito que regrese a mi lado. Una vez más entreabro la puerta, no más que una rendija por la que pueda colarse como un felino y, ronronee ovillado en el hueco que dejó
Nueve vidas [imágen 1]
Ya estaba por amanecer. Él llegó al estacionamiento justo cuando abrían y aparcó en un rincón su mercedes. Después de una noche intensa de juerga era hora de dejar eso atrás y quitarse la ropa. Primero el saco, luego la corbata y así hasta quedar con el traje vino al mundo.
Salió del estacionamiento con la cola estirada y se despidió de su otra vida hasta la próxima semana.
POBRE BENITO
Don Gato escaló vertiginosamente la tapia criminal. En dos años era ya el cabecilla de la banda de narcotraficantes más buscada del país. El cuerpo de policías, convenientemente infiltrado por el Oficial Matute, se encargó del transporte. Las balas del Cucho enfriaron los callejones y Demóstenes le entró al secuestro. Don Gato no tardó en aparecer en Forbes.
Mientras tanto en Gobernación, Schrödinger emitía un comunicado. En resumidas cuentas hablaba del Gato Félix, la bolsa mágica, las nueve vidas y hasta tres dimensiones paralelas. El mensaje fue difundido en televisión nacional. Rezaba la captura de Benito.
drxjesusnares@hotmail.com
Conversaciones cotidianas
-¡Buenos días cómo está? – dijo el gato
-¡Buenos días cómo está? – le respondió el vigilante con una sonrisa
Y cada uno continuó con su camino; al final, ninguno de los dos contestó nada porque en realidad no les importaba, pero se sentían satisfechos por haber llenado ese silencio que les ponía ridículamente incómodos, el silencio que habían aprendido a temer porque en él, el alma se atreve a decir la verdad.
La viuda y un gato (imagen 1) – hector0119@hotmail.com –
Cada mañana dejo el calor de mi hogar, me despiden con un beso en la mejilla, mientras con humor negro toco lo glúteos escandalosos de mi mujer. Manejo mi automóvil y a toda velocidad atropello indigentes, sólo para llegar a tiempo. Hoy me siento diferente, veo en la oscuridad, doy un enorme salto y caigo en cuatro patas. No soy un gato de Cheshire, ni tengo la capacidad de aparecer y desaparecer a voluntad, aún menos, poseo una a sonrisa pérdida en el aire; ni tampoco la ironía, que con tintes filosóficos arranquen el aplauso gentil en algún atiborrado café. Llevo años domesticado, con los instintos perdidos en laberintos de concreto, pero he logrado subsistir. El policía me saluda con indiferencia, el cansancio lo adormece. Sigo mi camino, una viuda me espera, escucho su voz melosa llamándome, está listo el desayuno y las caricias llenas de nostalgia. Paso la mayor parte de la mañana asoleándome bajo la mirada amorosa de un vestido negro. Al atardecer me levanto, aún con somnolencia me despido rosando sus piernas enlutadas, me agradece el gesto y con un sollozo me despide. No puedo borrar la imagen desolada de mi madre cuando llego a casa.
Notas sangrientas (imagen 2) – hector0119@hotmail.com –
Melquiades dejó olvidado al tiempo este piano, en el mismo lugar donde alguna vez existió una aldea de vecindades pérdidas, repletas de niños ocupados en juegos infantiles, hacinados en cuartos repletos de miseria. Jugaban con emoción alrededor del árbol, tomados de la mano giraban hasta perder el conocimiento, quedaría uno en pie, quien subiría a tocar la música del día. Un pequeño de tez blanca y cabello rojo, subió hasta el piano, sus dedos se desplazaron ligeros a lo largo del teclado, las notas cayeron como una suave brisa sobre este paraje ubicado medio de la nada. Se dejó llevar por los susurros del polvo que cubría las teclas desgastadas, las notas musicales se enredaron en el viento de la tarde, entre tanto el bosque despertaba, al mismo tiempo que miles de aves abandonaban el lugar. Las ramas perdieron sus hojas, éstas cubrieron con un manto verde las raíces, que recibirían con voracidad la inmolación. Se escuchó una antífona compuesta por voces infantiles y silbidos de árboles, fue un canto llano, el tono litúrgico inflamó sus corazones: aún puros. Inmaculados cuellos se llenaron de carmín. Nuevas partituras fueron entregadas al pianista, para que finalmente desapareciera junto con ellas.
Regreso a la cantera (imagen 3) – hector0119@hotmail.com –
Mi tiempo llego a su fin, por lo que necesito regresar al abrazo fraternal de la cantera extinguida. En el viento se escucha la agonía de mi padre, queda poco de él, –lentamente el hombre desgasto la coraza de su cuerpo–, desnudo ante las inclemencias de los elementos terminará por colapsarse. Cuya lenta mutilación dio forma a este edificio, una leva nos acarreó en bloques uniformes, ya no somos pedazos de roca amorfa, nuestra belleza radica en las líneas uniformes de largos corredores, amplios ventanales y altos campanarios; las luces y sombras de los atardeceres dibujan claroscuros de formas fantasmagóricas. Resistimos las guerras, pero sucumbimos ante la enfermedad del salitre y el olvido. Aún me siento rígido, a pesar del piso cuarteado y la soledad, el hueco será llenado de polvo y de delicioso abandono. Sólo deseo salir por esa puerta, caminar por el empedrado, sentir los últimos rayos del sol, la brisa del atardecer me acompañará por caminos llenos de penuria espiritual. Todo parece irreal, los gritos silencios de los valles me reciben, tímido me acerco, no me atrevo a ver la devastación, la enorme roca ya no existe, su lugar lo ocupa un laberinto abandonado.
Si fuera un gato…
Se encontraba allí sentada, con la única compañía de sus pensamientos, y se preguntaba por qué no podía ser ella un gato. Los admiraba tanto… Siempre tan decididos, tan listos y, sobre todo, libres.
¡Ah! Libertad… Era un término que no sabía definir. Ella era de las que pensaba que nadie en este mundo es libre, que la libertad real no existe porque no queremos tenerla, porque al ser humano le da miedo ser libre… ¿O quizás es que ella acumulaba tantos miedos que ya no era capaz de distinguir cuales eran propios y cuales comunes?
Poco le importaba en realidad. Sabía que, fuera como fuese, esa sensación de encarcelamiento abstracto que se le había instalado en la mente quedaría ahí por un tiempo, presionando sus pulmones para no dejar que el oxígeno corriera velozmente por ellos, para que su descanso fuera interrumpido por ideas que despertaban cuando el sol dormía.
“Solamente es cuestión de tiempo” – se decía. “Cuanto más piensas, mejor, ¿no? Porque pensar nunca mató a nadie… ¿o los mató el hecho de conocer su propia infelicidad?”
Y continuó sentada, reflexionando, pero con un único pensamiento real: “Con lo fácil que sería todo si fuera un gato…”
EL GUARDIÁN DE LAS PALABRAS
Avanzo por el lúgubre pasillo con mi parda figura, apoyándome en la pared por mi cojera. Soy el vigilante de esa raza erguida que ama comunicarse por medio de símbolos en papeles, y para evitarlo hemos recluido aislados en este viejo edificio a los últimos supervivientes. Está prohibido, pero siguen dibujando símbolos extraños, y se los pasan por debajo de la puerta. Deseo que abandonen su empeño. En el último papel que requisé vi este símbolo, “RESISTE”, y supe que debía destruirlo.
Les hemos quitado los papeles, pero siempre encuentran algún palito para seguir dibujando símbolos, incluso en la pared. La última inscripción hallada fue “IMAGINACIÓN”.
He encontrado muchos símbolos, pero el que más repetían es este tan extraño, ”EL PODER DE LA PALABRA”, y es el que mi raza odia más, porque a los bípedos les fortalece. Descubrí otro aún más extraño, “LIBRO”.
Junté estos papeles con una tramilla y así quedó: “RESISTE, DE LA IMAGINACIÓN Y DEL PODER DE LA PALABRA NACERÁN LOS LIBROS”.
Espero que esta rara epidemia desaparezca.
Mis órdenes son claras, destruir todo signo extraño, pero antes, lo miro fijamente, escudriño esos símbolos y un esbozo empezó a bullir en mi cabeza.
_¿Qué representará?_ pensé.
DETRÁS DE UN ESCRITORIO
Y entonces? Cuál es el plan?, se pregunto a sí mismo mientras observaba absorto a sus compañeros.
Resultaba extraño que luego de tantos años sentados detrás de un escritorio no sean capaces de tener una visión diferente del mundo, de la vida… Una rutina de ocho horas, horario de entrada y salida, que los ha convertido en casi robots que sólo reciben y ejecutan órdenes. Donde quedo la pasión, ni siquiera el pasar taciturno de un gato gris les llamaba la atención.
Tan vacíos, pareciera que el alma se les ha escapado y sólo conservaran ese triste disfraz de cuerpo humano que se mueve a voluntad de algún invisible titiritero. El declive y la pérdida de la noción del tiempo, el no saber qué día es hoy, cual será mañana. La cordialidad se desvaneció con la intensidad de la jornada laboral, los papeles y demás trámites ahogaron la alegría, el entusiasmo y la rebeldía.
Existirá escape posible de este oscuro hoyo de animadversión, pensó. – Quizás si alejarán el pesimismo del agobiante día a día y lo transformaran en luz de optimismo y energía para afrontar la rutina, quizás por lo menos entonces podrían disfrutar de un ápice de alegría.
Imagen 3
Crescendo y fuga
Así como la fuga musical comienza con una idea que se va transformando en grande o pequeña según sea la intensidad de su creador, el hombre enamorado se hace diminuto. En el camino que lo lleva a su habitación, a cada paso que da, se reduce. Adopta el tamaño de un niño de ocho años, pero su apariencia física no cambia, es como un enano sabio que camina entre cadenciosos movimientos de cadera produciendo un eco de alegría. Conforme avanza se va comprimiendo a tal grado que logra el tamaño de un insecto. Entra por una rendija de la puerta de su dormitorio y busca el retrato de su amada. Ambos: la fotografía y él, tienen el mismo tamaño; al mirarla se acerca al hermoso rostro sereno y le da un beso. Solo Dios sabe qué portentoso crescendo se escuchará después.
El fruto. (Imagen 2)
-¿Ha emitido alguna nota?
-No.
-¿Hablado o Sonido?
-Tampoco.
-Ya es viejo.
-Más viejo soy yo, casi tan viejo como tú, y continúo hablando
-Vuelo diario por acá y no oigo nada a mi paso ¿No me estarás mintiendo?
-Entiendo tu desesperación y sospecha. Él es mi fruto y tal vez no quiere hablar: sólo nos queda esperar, bien lo sabes.
-Continúo mi recorrido, no vemos después.
-¿Quién es ese que se fue?
-El viento.
-¿Quién eres tú?
-Un árbol.
-Y yo, ¿quién soy?
-Un Piano.
-¿Qué es un Piano?
-Antes era una cosa muy distinta de lo qué es ahora.
-¿Por qué?
-Difícil de explicar.
-¿Por qué?
-Por los humanos que se han ido.
-¿A dónde fueron?
-Se extinguieron y su música, que salía de ustedes, también.
-¿Qué es extinguieron?
-Difícil de explicar.
-¿Qué es música?
-Lo que espera el viento de ti y de los demás frutos de los árboles.
-Y, ¿por qué espera eso?
-Para combinar notas y sonidos que pueda llevar de un lado a otro.
-¿Es importante eso?
– Sí
-¿Por qué?
-Para evitar que el mundo quede completamente en silencio.
La fuerza de la costumbre
Lo peor no fue la extraña aparición de aquella cosa, duende o espíritu absurdo y deforme en nuestra casa. Somos gente abierta y tras los primeros sobresaltos, una vez el pánico se fue asentando, nos acostumbramos a su presencia desnuda por el pasillo, sus extemporáneas apariciones tras las cortinas y el ya clásico truco de encontrarlo bajo la cama.
Incluso cuando se corrió la voz entre nuestras amistades nuestra casa se convirtió en el centro neurálgico de las fiestas de sociedad de la ciudad organizando distinguidas veladas de exótica diversión sobrenatural.
El problema llegó cuando sorprendí a Lola, mi mujer, anhelando la llegada de aquella cosa. La escuchaba suspirar en la cama y levantarse a medianoche bajo cualquier pueril pretexto, descubrí con repugnancia como sus ojos se empañaban de deseo ante aquel ser horripilante. Cuando los encontré abrazándose desnudos encima de la lavadora me marché sin más.
Ocurre que algunas noches en las que me siento solo me da por rondar la casa y no puedo evitar entrar a escondidas y pasearme desnudo por ella, una manera estúpida de reivindicarme y querer recuperar a Lola que me mira abrazada al monstruo con una mezcla de terror y repulsión.
Precisamente este caso
Tras el gran escritorio de encino, el juez lucía consternado. El acusador coadyuvante había citado al Barón.
Las puertas se abrieron y entró un individuo un tanto melifluo; cargaba una jaulita para mascotas. La colocó sobre el escritorio, de ésta salió un hermoso gato angora, de pelambre brillante, que portaba un elegante collar con incrustaciones de piedras preciosas.
Estiró el cuerpo y dando una ojeada de soslayo, maliciosa y despectiva, ronroneó un par de veces y fue a colocarse justo frente al juez.
Se alzó en dos patas y con la elegancia de los de su especie, le ofreció argumentos sobre los motivos por los cuales no podían condenar a uno de los soldados encubiertos de su guardia. Imposible era probar que la profunda incisión en la garganta de la víctima, fuera provocada por él, puesto que no se había encontrado ningún objeto punzo-cortante.
Instantes después y luego de un maullido agudo e incisivo, por puertas y ventanas, comenzaron a llegar cientos de gatos, destruyendo todo a su paso. Algunas personas huían, aterradas de ese hecho inusitado, otras quedaron aplastadas por los gatos que se llevaron a rastras al juez.
En este caso, el gato definitivamente era el rey.
FTG fblue78@yahoo.com faterraza@uach.mx
(Imagen Nº 2)
De aquí soy !
_ Gracias a ese par de ratoncitos que corrían por mis entrañas buscando aparearse, pude exhalar un grito agudo y desesperado que atrajo al unicornio rosa.
Él me rescató de la desolación y el abandono, me libró de esas polillas destructoras que amenazaban con perforar mi corazón… y me trajo junto a mis ancestros.
Con las caricias aromáticas de la robusta araucaria y abrazado por entrañables troncos de mi estirpe, el ruiseñor que me susurra y me hace compañía, regalará al viento cromáticas melodías al compás de aquellas manos que fríamente se fueron atrofiando y también volvieron a sus orígenes…
(Imagen Nº 3)
Alma en pena…
Con los hilos de las lágrimas contenidas,
se zurcía el alma de Alma que a jirones contemplaba desgarrada,
las últimas exhalaciones de su par que partía…
Vi a un espectro arrastrándose por el pasillo que se desmoronó
arañando la pared, como buscando un alma…
O acaso era el alma de Alma o el alma de su par que partió ?
(Imagen Nº 1)
Gata panzona
A punto de parir, esa gatita con porte de tigresa, va decidida a acabar con todo lo negro que se atraviese en su camino. Porque negro fue el gato salvaje, que en el oscuro estacionamiento, abusó de ella y la preñó en una negra noche… tan negra como su suerte.
Mañana saciará a sus mininos negros con el calostro que iluminará sus instintos, calmará su fiereza, convirtiendo su negra pesadilla en un manantial resplandeciente
de luz.
Imagen 2 – psique.concursos@hotmail.com
Eco del corazón de los árboles
El pequeño se despertó. Escuchó un ruido lejano que jamás había oído, que no se debería haber producido. Caminó a oscuras por el largo pasillo y bajó las escaleras.
El jardín cada noche parecía cobrar vida. La estatua de los dos pájaros revoloteaba en las sombras hasta el alba, los gnomos se contaban historias sin palabras sobre mundos extraordinarios y la veleta en el tejado chirriaba intentando perseguir a las nubes. Ese día hubo algo más extraño de lo normal. Una queja, un lamento lejano en forma de notas musicales, un llanto sin lágrimas por ser ignorado.
Los árboles estaban tristes y el niño quiso consolarlos.
Siguió la melodía y llegó ante unos troncos que sostenían en alto un antiguo piano. El instrumento, conmovido por la soledad de las plantas, había decidido ser su voz y el viento su pianista. La triste canción continuó toda la noche y el pequeño se sentó a escucharla, pero se durmió de madrugada como acunado por una melancólica nana. Con los primeros rayos del sol el jardín volvió a su letargo.
Y el piano aguardó a la oscuridad para volver a ser tocado. Para producir ese eco del corazón solitario de los árboles.
Imagen 3 – psique.concursos@hotmail.com
El loco del espectro
–Ven a mí. Sígueme a las profundidades. Lucha por escapar de un castigo eterno.
Quería taparse los oídos para no escuchar la voz que lo atormentaba. Pero, como siempre, se sintió atraído por sus amenazas. Llegó al pasillo sin oponer resistencia. Sabía que no podría escapar.
El espectro se irguió, amenazante. Él se arrodilló y le proclamó su rey, a la espera de que eso salvaguardara su vida. La sombra de aquel ser era demasiado grande para su figura, pero la lógica no tenía cabida ya en su vida. Solo los ojos del hombre podían observar el extraordinario suceso.
Y, cuando el espectro acarició su cabeza y se introdujo en su mente, el hombre perdió el control de sí mismo. Gritó y se convulsionó. Alguien llegó para llevárselo a su habitación.
Cada día se repetía lo mismo, sin importar la medicación que tomase o lo que decían los expertos. Él sabía que el espectro existía y que debía ir a su encuentro. No porque quisiera, sino porque no podía negarse.
El hombre los salvaba del mal guardándolo dentro de sí. Un día más de paz, un día más de su castigo eterno. Un héroe jamás reconocido.
Ana Pascual ´
anapascper@hotmail.com
«Burlando a la parca»
Sentada en el patio, con las labores de costura entre las manos, la mujer más vieja del mundo cuenta a sus vecinas que, ha burlado a la muerte otra vez. Van siete y, en el pueblo ya la comparan con el gato del párroco, al que los críos lanzaron los ocho últimos Corpus Christi desde el campanario. Aún así el animalito, persistente en sus creencias, sigue visitando la casa del señor todos los domingos.
La anciana cuenta con un hilillo de voz que, la parca adopta la apariencia de su difunto marido y la visita de vez en cuando. Apoyada en el quicio de la puerta de su habitación, le declama versos amatorios, silva bellas melodías… Todo con el fin de llevársela, pero ella se resiste.
– Suele llegar al amanecer; escucho el arrastre de su cuerpo por el pasillo. Entonces, me asomo y le veo llegar gateando hacia mi cuarto, como un caracol. Lentito, lentito, de puro cansancio.
– ¿No sientes miedo?
– ¡Ay hija! Pena es lo que siento, porque el pobre regresa de vacío a no sé dónde, por el mismo camino y, con lágrimas en los ojos me dice: “Ay, Isabel… qué trabajo me estás dando”.
Ana Pascual
(corrección del relato publicado anteriormente)
«Burlando a la parca»
Sentada en el patio, con las labores de costura entre las manos, la mujer más vieja del mundo cuenta a sus vecinas que, ha burlado a la muerte otra vez. Van siete y, en el pueblo ya la comparan con el gato del párroco, al que los críos lanzaron desde el campanario los ocho últimos Corpus Christi. Aún así el animalito, persistente en sus creencias, siguió visitando la casa del señor todos los domingos.
La anciana cuenta con un hilillo de voz que, la parca adopta la apariencia de su difunto marido y la visita de vez en cuando. Apoyado en el quicio de la puerta de su habitación, declama versos amatorios, silva bellas melodías… Todo con el fin de llevársela, pero ella se resiste.
– Suele llegar al amanecer; escucho el arrastre de su cuerpo por el pasillo. Entonces me asomo y le veo venir gateando hacia mi cuarto, como un caracol. Lentito, lentito, de puro cansancio.
– ¿No siente miedo?
– ¡Ay hija! Pena es lo que siento, porque el pobre regresa de vacío a no sé dónde, por el mismo camino y, con lágrimas en los ojos me dice: “Ay, viejita… qué trabajo me estás dando”.
TICKET DE ESTACIONAMIENTO
Decime, Aurelio, decime vos que salís de ahí, si viste a Laura, si seguía metida en el carro aún; el bolso abierto para agarrar un pañuelo o si recién se había secado aquel rímel como aluvión de tierra por su cara; decime, Aurelio, que sólo ese pañuelo, la billetera, un espejo en ese bolso, tal vez el libro que pensaba regalarme de ser otros sus labios; pero hasta ahí, Aurelio, y decime que lloraba agua y no cristal roto, decime que la palabra revólver era nomás un disparo al aire, decime que podrá torcerme la cara porque habrá una próxima vez que me vea, que su corazón latirá y se helará y volverá a latir para aquellos que aún sin saberlo la están esperando. Decime, Aurelio, sólo decime que podrías regresar ahorita mismo y ronronear a la orilla del carro, maullar mientras podés ver a Laura y tenés que apartar tu patita de la puerta porque ya está saliendo y te acaricia y en tu pelaje gris la huella de una mano triste.
Hermoso
«Mezquino»
Pasó a través de la puerta, que yo olvidé cerrar. Se acercó y observó el borde de mi cama. Y aunque la cama no nos pertenecía a ambos, él decidió yacer en un costado de la misma, en el único costado, porque el otro lado de la cama está arrimado a la pared de una casa que tampoco nos pertenecía. Me preocupaba su salud, el hecho de que no podía hablar agravaba la situación. Me levanté de la silla después de contemplarlo por un momento, caminé hacia la puerta y él salió delante mio. De regreso traté de que viniera tras de mi, de que me siguiera. No supe explicarle que en la habitación donde yo dormía era más cálido, pero mi perro enfermo se echó sobre su propia cama, cama que le pertenecía, que no era más que un cartón con un costal, una manta y una chaqueta destrozada. No me regresó a ver, no me hizo caso, él sabía que lo eché de la habitación, habitación que no me pertenecía.
Por: Leunam
e-mail: jazzmanu@gmail.com
UN CORAZON ROTO DE AMOR
COMO TODOS LOS DIAS DE LA MANANA ESPERANDO TU LLEGADA IMPETUOSA A NUESTRO ENCUENTRO AMOROSO, UNA ESPERA ENCANTADORA COMO COSTUBRE DE LUNES A VIERNES NO PODRIA FALTAR, MI AMOR HACIA TI ERA TAN GRANDE QUE EL HECHO DE PENSAR EN TU AUCENSIA SENTIA LA MUERTE
LO NUESTRO ERA IMPOSIBLE TU UNA MUJER ENTREGADA A DIOS Y YO UN POBRE GUARDIA, NUESTRO PRIMER ENCUENTRO ADENTRO DEL ESTACIONAMIENTO , AL PEDIR TU MI AYUDA PARA PODER SUBIR A TU CARRO UNA CAJA , AHÍ FUE EL PRIMER ENCUENTRO , NUESTRAS MIRADAS SE CRUSARON Y HUBO UN EXTRNO CLICK , APEZAR DE TU VESTIMENTA SE NOTABA LO HERMOSA QUE ERAS, ME CAUTIVASTES DESDE ESE MOMENTO QUE MI VIDA CAMBIO.
TU SIGUIENTE VISITA FUE TU MISMA PETICION DE AYUDA PERO CON LA DIFERENCIA , QUE EMPEZO UNA RELACION PRIMERO DE AMIGOS Y DESPUES DE AMANTES, ESTO FUE CRECIENDO HASTA LLEGAR A UN AMOR DESBORDANTE, DURO UNOS MESES Y TODO TERMINO, NO LLEGAS MAS A NUESTRO NIDO DE AMOR, ME QUEDO PARADO EN EL MISMO LUGAR DE SIEMPRE ESPERANDO TU LLEGADA Y LA COMPANIA DE UN GATO, QUE NO SE POR QUE A EL TAMBIEN A ESAS HORAS PASA Y ME ACOMPANA CON MI PENA
Juan Pablo Goñi Capurro
Testigo Hostil
La mujer camina buscando las llaves en el bolso. Un hombre aparece por delante y otro le coloca un revólver en su espalda. El hombre que está delante, de bigotes, extiende las manos y ella le entrega el bolso. Siente una mano en su brazo y obedece la indicación; camina hacia la pared del estacionamiento subterráneo. El bigotudo pulsa el botón de la llave e identifica el automóvil; un pequeño auto blanco. Va hacia él, mientras su cómplice continúa apuntando a la mujer. Le indica que se tire al piso y la dama obedece. El bigotudo abre las puertas del coche, el cómplice corre hacia él. Ambos suben, encienden el motor y el auto explota. La mujer pierde el conocimiento.
Un centenar de policías con uniformes varios cubren el estacionamiento. La mujer es atendida en una ambulancia, aún no se recobra del momento vivido. Su jefe, el Juez, está pálido a su lado. “Las amenazas eran ciertas”, dice.
Un gato elude la vigilancia y pasa junto a un guardia cansado. Vio lo que las cámaras no vieron pero no quiere comprometerse, recuerda muy bien la patada que le dio el mafioso cuando se acercó a su pierna.
Juan Pablo Goñi Capurro
Vergüenza
Tarda en comprender que la mujer no volverá. Cuando lo asume, va hasta el baño; no está la chica ni sus ropas. Se asoma al tragaluz abierto, hay un callejón. Quiere pedir ayuda a conserjería; el teléfono está cortado. Desesperado, no atina a cubrirse con una sábana. Se coloca en cuclillas, abre la puerta y espía el pasillo. Desierto. Camina como un perro. Las rodillas le duelen al raspar sobre el suelo rugoso. Alcanza el final del pasillo, una puerta y a la derecha el estar, con sus vidrios a la calle. Oculto, intenta llamar la atención del conserje. Chista. No obtiene resultados. Casi tocando el piso, adelanta su cabeza y mira en su dirección. El joven está de espaldas. Golpea con violencia la pared. El joven gira y ríe. Ríe cada vez más fuerte y no va a socorrerlo. El hombre, temiendo que todas las puertas de las habitaciones se abran, abandona su escondite y muestra su desnudez al conserje. El joven no reacciona, continúa riendo y señala la cabeza. El hombre se pasa la mano por su cráneo calvo y queda inmóvil, preguntándose en qué momento la mujer había tomado su peluca, exponiendo sus delicados cuernos.
Juan Pablo Goñi Capurro
Responsabilidad
Se muerde los labios, ella quería un patio lleno de verde, una selva en su jardín. Ella insistió con sus casas para pájaros. Ella, y solo ella, convenció a Justo de tener ese húmedo verdor en su puerta trasera. Mira a su esposo, despidiéndose. Agacha su cabeza y acata la regla básica de su convivencia: “El que las hace, las paga”. Ella trajo la selva, ella debe alimentar al tigre.
/Suponer lo insuponible/
Era casi el final de un verano excepcional. Con sol. Sin lluvias. Thibau, amigo de Leana , la tomaba del brazo y la acompañaba por las tardes a pasear para evitar que utilizara su bastón blanco. En la esquina del boulevard, Thibau se detuvo y Leana le cuestionó la interrupción. Escuchó a su alrededor las respuestas.
– Yo escuché que el pianista sufrió un accidente y le dijeron que no podría volver a tocar y le pidió a su (comienza en el tono de voz) amigo (termina cambio en el tono de voz) que rompiera el piano.
– A mí me contó el policía que el sábado a la noche entraron a robar la casa e intentaron llevarse el piano, pero la patrulla llegó justo cuando estaban por bajarlo del árbol
– Elsita dice que esto ya tiene unas semanas, desde que pasó lo de la explosión y que ella cree que fue tan fuerte que eso hizo que saliera disparado por el techo
– Dice el peluquero de la vuelta que el vio como unos extraterrestres intentaban llevárselo, porque dicen que tiene poderes especiales.
Leana sonrió a la oscuridad y Thibau avanzó indicando el seguimiento en la caminata.
Sueño MOR
Quiso correr en el instante mismo que se desprendió la primera gota, larga como si un hilo pendiera del grifo. No podía verse a sí mismo, pero sabía que era él intentando huir sin éxito hacia la puerta; sus piernas ignoraban sus deseos, o pretendían hacerlo. Decidió gritar y no tuvo mejor suerte, entonces gritó más fuerte y el silencio terminó por apoderarse del lugar. El agua había alcanzado un nivel preocupante en casi todas las habitaciones, le arrebataba al aire con furia cada espacio vacío y no tardaría en inundar el pasillo. Todo cuanto alcanzaban sus ojos perdía racionalidad, excepto aquella puerta que respetaba el principio de identidad de las cosas, y tras ella, el utópico escenario de gente charlando en pequeños grupos y sin agua en sus zapatos, que al verlo aparecer no harían preguntas sobre el porqué de sus rodillas cochinas, al menos durante aquel destello de sucesos que en un parpadeo a la mañana siguiente dejarían de ser.
Juglarito
Eres tus raíces
La música y la naturaleza la llenaba, solía decir a todos, y sus amigos de dinero, fama y fortuna no la entendían, decidió irse para siempre y vivir en contacto con lo natural para ser feliz. Llegó, se instaló con su piano en la copa de un árbol para admirar desde arriba la belleza del lugar, hizo callar a las aves y animales del bosque y empezó a disfrutar las tonadas perfectas de la música que ella entendía…
LA GATA COMO TESTIGO
Miston pertenecía a una generación de gatos desnutridos, apenas si había crecido lo suficiente para medio verse en los pasillos del estacionamiento, su pelaje de tres colores la descubrían como gata hembra. Sabía dónde encontrar comida y de quien cuidarse.
Los vigilantes la miraban y luego desaparecía entre las rendijas de las paredes, el estacionamiento estaba junto al centro comercial. En la madrugada Miston se metía al área de carnes, era tan pequeña que las alarmas no la detectaban.
La noche del suicidio del vigilante ella fue testigo de todo. Primero recibió agua del hombre, luego se frotó en su pantalón, después escuchó su vida de penurias en boca del desmoronado ser humano, de cuando su mujer lo abandonó. Entonces le dio miedo cuando sacó la pistola se apuntó a la boca y miró a Miston y le dijo
-date la vuelta no mires
La gatita más por miedo que por entender se alejó tras un muro. El foco pelón del cuarto del vigilante dejó ver las sombras en la pared de la pistola en la boca, el disparo, y luego las sangre borró las sombras. El cuerpo del hombre quedó sobre el cuarto.
Miston se mudó de estacionamiento.
EL PIANO Y EL PINO
Era diestro en la ejecución de casi todo movimiento. Pero la interpretación de semifusas en staccato le causaba problema. Era un pianista con futuro, eso estaba claro, pero había más de una dificultad en dicho movimiento que lo frustraba.
Tal vez le faltaba inspiración decía para sí, concentración, dedicación. O era la inconveniente anatómica ubicación de sus pulgares. O sería culpa de aquel salón anodino y poco ventilado donde su padre había colocado el piano o culpa del pino araucano en el jardín, que contemplaba furtivo a través de la minúscula ventana que lo distraía una y otra vez.
Dejó llevarse por la imaginación, luego de convencer a sus padres e instructor creyó hallar la solución. Al menos debía intentar. Y tanto funcionó la enmienda que desde entonces, de lejos se escucharon sus fusas, semifusas, con staccato, sutiles y precisas proferidas por una exquisita e impecable obediencia de las aquellas teclas hacia sus dedos, retumbando por todo el verde jardín.
Tal vez pueda considerarse descabellado haber subido el piano hasta la araucaria del jardín, pero no lo es tanto si consideramos su naturaleza arborícola, después de todo merecida era una extravagancia así para tan destacado chimpancé.
[Imagen 1]
Manual de vías alternas en el laberinto
En el espejo de las tres de la mañana, cruzo el umbral del día y termino encontrándome en su imagen invertida, con muros espigados que no alcanzo a saltar, no es que los ladrillos se hayan vuelto resbaladizos o no pueda agarrarme de los bordes, han desaparecido, se mueven con cada noche, dándome señales en color naranja de que debo utilizar vías alternas para llegar a cualquier lado.
Alguien quiere entrar, alguien quiere salir, doy vueltas, avanzo en círculos, encontrándome con otra defensa, en vez de esperanza me indica “no me sigas, yo también estoy perdido”. Nuevos trazos, construcciones y promesas de conexiones, me imagino la ciudad perdida en mi memoria, la repito como recuerdo, el problema es que en tiempos de reconstrucción, todos los señalamientos son tan pardos como gatos en la noche.
En la irrealidad de las tres de la mañana ya no son rutas en línea recta, sino un sin fin de zigzags trazados por conos naranjas, chalecos brillando al encontrarse con las luces de mi auto y mantas que hablan sobre futuro, pero sospecho que lo que se construye no es un camino, sino un largo muro de contención.
Por Karina Cabrera / karipunkcabrera@gmail.com
Promesa
Se acabó el tiempo, la oscuridad lo envolvió abruptamente, no había nada que pudiera hacer, la situación se fue de sus manos, contra su voluntad, trató de convencerse de que era lo mejor para ambos.
Pero la verdad lo hizo derrumbarse, junto con el sonido chirriante de esa puerta de mal augurio, sus funestos grabados lo incomodaron. Desde el primer instante, la supo perdida.
Escuchó cómo a gritos lo nombraba, cómo la obligaron a quedarse quieta, luego de que la arrancaran de su lado, con la pequeña maleta. Aún tenía en la mente el eco de su llanto, hurgando hasta las profundidades de su pecho. El tiempo se concentró en unos cuantos segundos.
Se sentía infame. ¿Cómo pudo haber sido tan frío? Apenas un par de meses y todo se fue al carajo, era eso o la calle. Él no tenía forma de cuidarla, su orfandad compartida lo obligaba a buscar lo mejor.
Él era el “hombre de la casa”, debía hacerse cargo.
No pudo.
Tras esa puerta, escuchó su nombre una vez más y cayó desconsolado. Ya volvería, una promesa de hermano no se rompe, era un juramento volvería por ella.
FTG fblue78@yahoo.com faterraza@uach.mx
PRUEBA Y ERROR
(Versión corregida, si es que aún puede entrar)
Nada puede permanecer puro e incólume para siempre. Todo cambia, toda forma física debe ser sublimada hacia otro estado. Que de un día para otro los objetos inanimados comenzaran a recuperar gradualmente su constitución original no es tan extraño. Los diamantes que de pronto se convirtieron en polvo de carbón, los fármacos procesados que se volvieron hojas de planta… inclusive muebles e instrumentos musicales de madera que poco a poco mutaron en árboles –todo esto comienza a volverse algo común y corriente de tan visto. Más desconcertantes eran los productos animales que volvían a un facsímil de su envoltura original. ¡Cuánto desagrado provocaba ver un par de zapatos de cuero y un paquete de tocino convertidos de pronto en partes cercenadas de un puerco! Mas a todo eso nos acostumbramos; confiados en que se trataría de un inconveniente temporal. Pues hete aquí que son ahora los seres vivientes quienes comienzan a mutar (o quizás a retroceder) sin previo aviso. De tigres que espontáneamente desarrollan colmillos como sables o aves cuyos picos desarrollan una forma semejante a un serrucho apenas podemos librarnos. ¿Qué hacer ante las colas y las alas que comienzan a brotarnos?
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Escondidillas
Ya no es divertido jugar con el abuelo. Desde que murió, no hay forma de ocultarse de él.
Misterio
Lo curioso no es que por las noches la estatua de Chon Tourette ronde por los pasillos del museo, sino el hecho de que esa estatua nunca existió.
[cualquier imagen]
Ciego
Coge su álbum de fotografías y contento acaricia las páginas. A pesar de que no puede ver su contenido, le alegra pensar que existe un registro de su vida más allá de su memoria. No sabe que, desde hace años, su mujer sólo guarda fotografías que nada tienen que ver con ellos.
no registré bien mi cuenta de Twitter, es @chontourette
Imagen 1
Croquetas mágicas
La última vez que vi a Julio eran las 10:45 de la mañana; había salido de su oficina para tomar su quinta taza de agua caliente. Hoy recuerdo que le costaba trabajo saludarme con calidez, era introvertido y siempre traía bajo el brazo una caja en forma de libro con la frase ‘Siete Vidas’ impresa en el frente.
Alguna vez me comentó que de niño sintió curiosidad por el sabor que tendrían las croquetas que le daban de comer al perro y al gato de su abuela, ya que ambos las comían y ni el gato ladraba ni el perro maullaba.
Ese mañana me formuló las mismas preguntas que le hizo a su madre por aquella época: ¿Qué pasaría si te comieras una croqueta? ¿Te convertirás en un perro o un gato? -Si quieres averiguarlo, pruébalas-, eso era lo que me contestaba mi madre me dijo sonriente.
El día de su desaparición yo regresaba a la oficina después de comer y recuerdo que vi salir del estacionamiento un extraño gato negro que pasó aún lado del guardia de seguridad. El inspector que recogió sus cosas informó que en el interior de la misteriosa caja solo había croquetas llenas de moho.
Imagen 1: Rompe la rutina.
Vas al supermercado, compras leche y queso; eliges un buen trozo de pan, lechuga fresca y baterías para el control de tu aburrida TV. Compras comida en lata; para ti es más práctico. Llevas comida para gato también.
De regreso a tu casa te veo abrir las latas y buscarme. Insistes, me llamas. Te veo buscar el recipiente de veneno en polvo y te veo colocarlo en la comida… te observo dejando la lata en la terraza…
…apago mis maullidos y llego sigiloso. No me ves mientras me buscas. Pruebo un poco de tu comida, no me agrada. Me marcho cuando pareces volver y con mi cola hago balancear el recipiente. Se esparce polvo en tu desagradable comida.
Decido alejarme mientras te veo comer. Tal vez lo parezcas, pero no eres humano.
Imagen 2: Música en vivo.
Las ráfagas usan a los árboles para su música. Soplan y cada hoja tiene su sonido. ¿Por qué me suena como un piano?
Música de viento, música natural: Una porción de psicodelia y una más de mordaz es la receta. Alucino.
Y únicamente quiero asomar la cabeza por la ventana para recibir un poco de aire puro, empero, envuelto en fiebre.
Enfrente, unos vecinos de recién llegada y su mudanza impráctica que han atorado un piano en lo alto de un árbol. No cupo por la puerta y al parecer, todo vuelve a su origen. Música de viento, música en vivo.
Imagen 3: ¿Despertar?
Despertó en el año 2028 sólo para darse cuenta que la única y verdadera religión era la de “Pare de Sufrir”.
Víctor Patiño. Correo: imitationkarma@hotmail.com
El hombre cruzado de brazos
Oí una voz familiar que me llamaba desde el bosque contiguo a la casa que estaba por abandonar. “Desiré, Desiré”, decía. Me encantaba cómo sonaba mi nombre en esos labios de brisa y en esa lengua que al chasquear parecía un cristal carísimo rompiéndose. Astillitas fértiles para esa tierra vasta. Sonreí débilmente y miré alrededor. De la pompa y la suntuosidad de mi corto hogar, solo quedaban paredes en blanco que de vez en cuando se miraban de reojo, tratando de reconocerse unas a otras ahora que estaban desnudas. Miré en dirección al teléfono viejo que solo una vez sonó en los tres meses que allí estuvimos. En aquella ocasión nos informaron que nuestro padre había muerto. Y por eso hoy regresábamos. “Desiré, Desiré”. Otra voz más viva que familiar, pero no menos querida me llamaba desde la puerta. Me hacía gestos con ambos brazos para que saliera. Cogí mis maletas. Poco después el carro echó a andar. Yo iba atrás, con la ventana abierta mientras mis ojos se empapaban de niebla. En un instante de luz, como un halo de sabiduría sedante, vi su piano descender desde el cielo hacia un árbol. Y él flotaba. Hice detener al auto.
La sombra del prisionero
Luego de estar encerrado en una mazmorra de piedra gris y fría y ver el sol después de un tiempo indefinido, sonrió y también lloró. Pero expresar sentimientos estaba prohibido y dos carceleros, gruñendo como bestias le atestaron golpes con las puntas de sus zapatos, llenas de sangre seca reluciente. El dolor fue una bendición para él, hasta la misma muerte lo hubiese sido en ese momento solo por haber estado bajo el velo de los hirvientes y cristalinos rayos solares. Después de la paliza sus pesadillas hiperrealistas rieron a carcajadas y el condenado empezó su marcha; presintió que algo no andaba bien. Cuando llegó a la ciudad todo era diferente, una dimensión desconocida. Vehículos escandalosos con cuatro ruedas, vestuarios extraños, luces que brillaban por doquier sostenidas por la gigante mano de un mago invisible, caballeros sin armadura, solo con traje y artefactos metálicos. Su presencia causó indiferencia y espanto; solo un gato pareció compadecerse de él. Y sin que el hombre lo quiera, este comenzó a seguirlo. Quería gritarle que no lo hiciera, porque volvería a su casa de piedra y allí solo había cabida para uno. Mas los felinos son indomesticables. Fue su sombra durante el irremediable retorno.
Los fantasmas
-¿Estás ahí?-. –No-.-Entonces, ¿por qué respondes?-. –Porque te gusta-. Este es solo un pequeño extracto de la última conversación que la Loca afirma haber tenido con los Fantasmas de las Puertas de Madera. Nadie le cree, claro. Tampoco yo; no existen más pruebas que su nido de sesos agrietados por la demencia y sus ojos desorbitados de terror cada vez que busca a alguno de nosotros clamando ayuda. –No puedo entrar por esa puerta-. –Claro que puedes-.-Está prohibida, me atraparán-. -¿Quiénes?-.-Ustedes dos-. –Pero si ya estás atrapada-. Segundo extracto, perteneciente a una de las conversaciones previas a la última con la Loca. Yo me encargo de registrarlas. Las sospechas de que lo que asevera es cierto cada vez son más verosímiles entre los especialistas. Están apareciendo evidencias, algunas más espantosas que otras. La clave: el desgarro “allí abajo”. Ustedes me entienden y ahora yo también creo que la estoy entendiendo. Veo a través de la ventana de mi despacho que se llevan a dos enfermeros esposados y que la Loca va gritando, desesperada tras ellos, llorando porque se queden. No puedo evitar salir. Alguien se adelanta a mi intrusa pregunta: ¿Por qué?. Ella responde: Porque a su manera me amaban.
UN CORAZON ROTO DE AMOR
Como todos los días de la mañana esperando tu llegada impetuosa a nuestro encuentro amoroso, una espera encantadora como costumbre de lunes a viernes no podría faltar, mi amor hacia ti era tan grande que el hecho de pensar en tu ausencia sentía la muerte
Lo nuestro era imposible tu una mujer entregada a dios y yo un pobre guardia, nuestro primer encuentro adentro del estacionamiento, al pedir tu, mi ayuda para poder subir a tu carro una caja, ahí fue el primer encuentro, nuestras miradas se cruzaron y hubo un extraño clic, a pesar de tu vestimenta se notaba lo hermosa que eras, me cautivastes desde ese momento, mi vida cambio.
Tu siguiente visita fue tu misma petición de ayuda pero con la diferencia, que empezó una relación primero de amigos y después de amantes, esto fue creciendo hasta llegar a un amor desbordante, duro unos meses y todo termino, no llegas mas a nuestro nido de amor, me quedo parado en el mismo lugar de siempre esperando tu llegada y la compañía de un gato, que no se por qué a el también a esas horas pasa y me acompaña con mi pena.
UN HUECO EN MI MENTE
Y mi corazón latía rápidamente, podía pensar lo que ella pensaba y aparte sentir lo que sentía, mi cuerpo no sabía cómo actuar estaba paralizado, por mi mente solo pasaba la idea de abrir esa puerta y salvarla, no sabía por qué le estaba sucediendo eso tan horrible, quien la habría encerrado en ese cuarto para que sintiera tal agonía, solo una persona de entrañas malas tendría ese valor.
Por más que quería agarrar valor para enfrentar esa situación algo no me lo permitía, ella solo pensaba en venganza hacia un hombre desconocido para mí, podía sentir como su cuerpo se estaba debilitando por la pérdida de sangre, sentía en mis brazos fuerte dolor, pronto moriría.
Por un momento empecé a visualizar el cuarto donde estaba y ella era real mente hermosa, de pronto sentí un miedo extraño y vi a ese hombre de espaldas, el gritaba.
Ella solo quería morir ya, hice un intento más para moverme y entrar pero una extraña sensación de pesadez en mi cuerpo no me dejo, volví al visualizar donde ella estaba vi al hombre esta vez se dio la vuelta y pude ver su cara.
CUAL FUERA MI SORPRESA ESE HOMBRE ERA YO.
LA CASA DEL ÁRBOL MÁGICA
Ella al ver a los niños felices, jugando, brincando, y riendo cuando ella solo tenía tareas y mas obligaciones que nunca, ver a esos niños que se preocupaban solo por ver quién salía mañana para jugar con ellos.
Ella tan solitaria y tímida se fue a lo lejos de la ciudad y encontró un árbol viejo y retorcido pero eso no era todo, veía latas colgando entre unos hilos sucios, llena de curiosidad no tuvo más opción que subir, con su vestido de florecitas, empezó a romperse pero ella sin darle importancia volvió a seguir el camino para arriba.
Subió y encontró muchas juguetes llenos de polvo, ella empezó a explorar y encontró una gran caja llena de polvo y de algunas partes carcomida, vio fotos pero no eran solo fotos sino que aparecía una niña muy bonita, ella al intentar de explorar mas, había una piedra que cayó en ella a punto de caerse, ella tan asustada se levanto y vio a una niña muy tierno que llego de haber escalado, se conocieron mutuamente y empezaron a jugar, al final la niña le dijo “Gracias por jugar conmigo” y de repente solo vio que se esfumo directo al cielo
El RECUERDO
Allí había nacido, bajo el influjo de una imagen que fue adoptando colores y aromas.
Vivió oprimido muchos años entre esas paredes orgánicas de células grises que jamás tuvieron tiempo para dejarlo irrumpir, siempre ocupadas en la terrible tarea de mantener al humano coherente, a salvo.
Algunas veces dudaba de sí mismo, se preguntaba si sería real o simplemente una ilusión suspendida en el fulgor de una desafiante neurona.
Un día, ya casi sin esperanza, pudo escapar al destino irreverente del olvido deslizándose furtivamente en la trasnochada inconsciencia de Morfeo.
SOBREVIVIENTE.
Amalie, última de la familia en morir. Los días finales los pasó en la casona familiar, casona que encerraba los ecos de las últimas cuatro generaciones. Oscura, lúgubre, crujiente, donde las horas transcurrían tan lentas como sus pasos. Morón, su única compañía, un gato regordete que se movía al unísono con su sombra. Bastaban algunos ademanes para que comprendiera qué tenía que hacer. Era de esperarse que cuando Amalie muriera, él lo hiciera junto a ella. Un gato doméstico que jamás se había asomado a la calle, ¿cómo podría subsistir?.
Amalie llevaba varios días ya sin vida en su lecho. Morón sintió hambre, la transitó una y otra vez, maulló y maulló hasta que se convenció de que no lo alimentarían más. Miró por la ventana, vio uniformados haciendo guardia, una ambulancia y a la policía. Ésta, rompió la cerradura, entró. Morón aprovechó el momento, huyó. Al fin libre, libre de la opresión de Amalie. Orondo dobló la esquina, cruzó la cebra, levantó su cabeza y sintió por primera vez la brisa en sus bigotes. Tienen razón pensó, los gatos no somos como los perros, los perros mueren a los pies de su amo.
MALDICIÓN
Desperté, de nuevo el dolor de cabeza y el aliento a atún, estoy a medio vestir, mi ropa está desgarrada y lo que queda de ella apesta a jerga para limpiar andenes del metro. Al menos esta vez puedo culpar al alcohol, no mentían quienes dijeron que en “La Dominica” hasta las cervezas están adulteradas. Un buen baño debe ayudar, soy una piltrafa, prácticamente me arrastro hasta el baño con los ojos entrecerrados, desde que iniciaron estos episodios de amnesia nocturna soy más sensible a la luz. Mi optimismo respecto a la borrachera desaparece al ver, de nuevo, un par de bolas de pelo junto al inodoro, recuerdo las ganas de orinar cuando paso junto al montículo de arena de la construcción vecina, ¿porque carajos me estoy lamiendo el brazo? ¿y dónde demonios se metió Tuna? Apenas se deja ver desde la noche que le pise accidentalmente la cola y me dejo marcado un zarpazo en el pie, ¿en qué momento subí ese pie a la altura de mi cara y comencé a lamer la mencionada herida? Ni de niño era tan flexible. ¿Acabo de maullar?
DIÁLOGOS
-El problema no es realmente mi afición a los analgésicos, si no tu necedad de tener el control de todo cada vez por más tiempo y en momentos inconvenientes. Puedo entender, y hasta justificar tu molestia con el maestro de música que nos reprobó en la secundaria, el acto psicomágico (según tu) de subir un piano a un árbol de Reforma y dejarlo caer pero ¿tenía que ser el de la escuela a la que fuimos, y en La Palma?, un teclado Casio de segunda mano y el ciruelo de mi casa bastarían. El exceso es que anoche casi me hicieras un hoyo en la cabeza para escaparte, eres lo único que me queda, no te puedes ir así como así ¿que clase de esquizofrénico sería sin al menos una voz en mi cabeza?- “Supongo que estamos juntos en esto, y no puedo ser sólo una voz en el aire pero entiende que necesito cierta libertad, me estoy volviendo claustrofóbico” dijo el psiquiatra.
CURA
-Permítame explicarle, esta institución participa en un programa para probar un nuevo medicamento en el tratamiento de la multiplicidad de personalidades. Como otros medicamentos su función radica en eliminar las “voces adicionales”, pero es innovadora al funcionar como una vacuna de la psique y permitir seleccionar las voces a eliminar. Verá, hay pacientes que se acostumbran, e incluso extrañan, alguna personalidad en particular, que en algunos casos se vuelven consejeros necesarios para que el “huésped” pueda funcionar en sociedad, como un coach de esos tan de moda. Pero no debe preocuparse, no sufrirá, y su caso será un hito en la historia de la psiquiatría, es la primera vez que un tutor legal autoriza, además de varias secundarias, la eliminación de la personalidad principal.-
“Es mentira que desaparezcamos, mis otras conciencias y yo estamos confinados en un rincón olvidado del cerebro, a veces mientras el cuerpo duerme nos liberamos y perseguimos a la nueva conciencia propietaria, aún estamos debilitados por la vacuna, pero el efecto va disminuyendo y parece que nadie se ha dado cuenta, por eso las pesadillas cada vez son más vívidas. Seguimos preparándonos y pronto recuperaremos nuestro cuerpo.”
Los hijos de la memoria
(Imagen 2)
No quiero salir mamá ni quiero volver a bajar. Espero verlos. Espero que lleguen. Desde el jardín me dieron a entender que no servía. Que, haga lo que haga, no iba a llegar a ser nada. Así me golpearon la cabeza y me dijeron que viera desde abajo sin chistar. Que aceptara lo que me tocaba y no lo que me correspondía. No estoy solo mamá, somos muchos los que no coincidimos con el consciente colectivo. Los esperamos aquí, mamá, en la casa del árbol. La que está sostenida por los sueños de millones de niños sin techo, sin zapatos, sin una herencia política más que la propia. Mamá, Rodolfo, Salvador y Ernesto están conmigo. Me cuidan las espaldas y el corazón. Sí, están medios locos y sueñan despiertos mamá. Se lo que le pasó a papá y que tienes miedo. Su fracaso fue el alimento de la Latinoamérica sudaca, pero el motor para enderezar mis pasos. No quiero vivir con miedo el resto de mis días. El mundo recordará nuestros nombres como los hijos de la memoria. Estaremos de pie, mamá, estaremos de pie.
alanschenone@gmail.com
Alan Schenone
Yaque venezolano
(Imagen 3)
Julian sabía que cargaba con el peso de unos 25 años entre sus hombros. Emprendía viajes de los cuales nutría su existencia a base de vivencias un poco tardías y amores fugaces. Lo que no entendía era porque siempre el ambiente desprendía aromas no tan agradables. El miedo, la insatisfacción, la incertidumbre y la agonía por la presión popular lo obligaban a caerse. A arrodillarse. A contemplar también el entorno que lo agota y lo margina. No quiere pasar una puerta a la que no puede volver.
«¿Estás segura, no? Mira que la verdad puede doler».
Ella respondió que sí.
Él aceptó con la cabeza. Su ira comenzó. Se le erizó la piel. La lluvia golpea su rostro y su espalda y lo hace pensar.¿Es una enfermedad?¿Una maldición? Sus pupilas se dilatan al compás de la desaparición de sus huellas en la arena. Es un hombre nuevo. Se recuerda en el reflejo de un espejo de agua de lo que una vez fue. Las gotas no dejan que vea el panorama, por suerte, tiene los de ellas para orientarlo.
alanschenone@gmail.com
Alan Schenone
Los bigotes de la seducción
(Imagen 1)
Si sabía de él de amores no correspondidos y noches de lujuria y sacrilegios. Por las mañanas descansaba a la luz del sol y se sentada en las cimas más altas. Por ratos, escalaba toallas calientes y comía lo que encontraba. Se perdía, navegaba por las calles que le daban mucho miedo pero sin perder la cordura. La veía, la seducía con colores elegantes y después del amanecer, emprendía la huida como un amante de los de antes. De vez en cuando se conectaban los caminos de Willy y él, que cuidaba la barrera de lo prohibido y lo legal. Sexys, sus ojos color negro resplandecían en la oscura a la espera de la próxima victima. Odia y detesta cualquier tipo de médico que pueda exisitir, ya que entiende que le quieren sacar su vida. Separar de eso que lo hace tan feliz y lo hace sentir vivo.
Extraños (Imagen 1)
I
Al parecer algunos niños y algunas niñas, del barrio Ilusión, dejaron de creer en las hadas de los sueños, escuchó.
—¡Patrañas! ¡Fueron los Osos de Gomita! —ronroneó enojado Coltrane, el gato ojiverde de la nena que vio cómo brotaban de ella sus alegrías.
Sobre la banqueta, de la calle Imaginación, una decena de cuerpecitos desmembrados brillaba lánguidamente.
II
El Elfo Azul dice que Coltrane salía contento, del estacionamiento subterráneo del Departamento de Policía, cuando apareció un camioncito heladero del que bajaron hombrecillos regordetes.
En el lugar encontraron decapitado a Rojo.
III
La nena que vio cómo brotaban de ella sus alegrías se recargó en uno de los pilares de la Librería Mágica Manek, miró su reloj de vida y buscó minuto a minuto más rápido. Repentinamente cayó al suelo y una voz le susurró al oído: “Los Libros Fantasma te encuentran en el lugar y momento justo”.
Buscaba el Libro Fantasma de Van.
IV
Colette:
Tienen a Coltrane, a Naranja y a Verde, y son peligrosísimos: se vuelven pequeñititos y se meten a ti para manipularte. Nos vemos en El Parque de los Corazones Desolados. Trae a Chico. Cuídate.
Atentamente:
Amarillo, Anís y El Elfo Azul.
Naturaleza viva (Imagen 2)
Un Pinus Kibitus, comúnmente conocido como Kibito, iba a ser talado porque estaba tan frondoso y grande que ocupaba dos de los cinco metros del patio de la familia Martz.
Preocupado y temeroso, el Kibito decidió hablar con los Martz para que lo dejaran vivir con ellos hasta que sus raíces estuvieran fuertes. Sorprendidos los Martz aceptaron; al fin sólo le faltaban un par de años.
En agradecimiento el Kibito les propuso que pensaran en alguna actividad en la que él les ayudara. Veloces los Martz le dijeron que les sería útil en su pequeño negocio de mudanzas.
En poco tiempo el Kibito desarrollo ciertas habilidades que posibilitaban que desempeñara sus labores con maestría: alargaba sus ramas y aprovechando la forma de ciempiés de sus hojas tomaba los muebles y objetos pequeños con gran facilidad.
Los Martz y el Kibito estaban contentos por la convivencia y el vínculo que había entre ellos. Sin embargo, una mañana fulgurante los Martz reprendieron cortantes al Kibito porque éste al descansar dejó la pianola de un cliente “importante” amarrada a una palma y se raspó de una esquina.
Los Martz construyeron en su patio una bodega del tamaño del Kibito.
Modo: Un sólo jugador (Imagen 3)
Bien, he puesto la última mina relentizadora, revisado más de tres veces las rutas de escape, y tengo listas mis habilidades de maestro ninja nivel 77: Devorador de tiempo, Decapitador de almas y Demoledor de espacio.
De acuerdo con lo que me dijo el vendedor de armas de la Aldea Gebun, lo recomendable es usar las espadas cortas Céfiro Celestial y las shuriken Tormenta Infernal. Primero atacar al Gran Wicker directamente a las piernas para que pierda velocidad, luego a los brazos y por último a la cabeza. De lo contrario ira recuperando puntos de vida y cargará su poder especial: Caos Infinito.
Imaginé que sería un escenario distinto ya que es el penúltimo Jefe. Es adecuado para mí: pasillos amplios de mármol e iluminados, paredes con pocos adornos y puertas de madera (quizá sean útiles).
Estoy listo, aunque me preocupa que en verdad sea necesario hacerle frente en grupo: si uno es derrotado en la Mansión Oge se le condena ser estatua hasta que alguien lo libera. Y yo traicioné y sacrifiqué a los miembros de mi equipo para llegar aquí.
Las actualizaciones circulan rápidamente entre los jugadores.
PRIMERA PUERTA (La caricia)
No conozco este lugar. sé que he estado aquí antes, hace mucho tiempo, pero siempre había creído que era tan solo un sueño.
Tan solo hay negro. Todo negro y una puerta que apenas parece una puerta. Es una figura dorada que me deja ver a través, pero lo único que me muestra al asomarme es negro de nuevo. Aparecen siluetas y me resulta curioso, porque estiro mis manos y no puedo atraparlas. Es como si se desvanecieran, como si estuviera tratando de atrapar la oscuridad. Solo veo eso… es algo que tiene movimiento. Sé que mi cuerpo tiene frío, pero no lo siento.
Atravieso la puerta y un pasillo se cierra, o bueno, al menos parece un pasillo. Puedo sentir dos obstáculos rozándome los hombros mientras a mis espaldas algo me va arrancando la ropa, acariciándome hasta hacerme sentir que mi cuerpo ya no es mi cuerpo.
En ese momento recuerdo sus palabras; recuerdo cuando me susurró el nombre de la caricia tentadora de la oscuridad.
Justo en el momento en que creo que me pierdo para siempre, veo a lo lejos algo que parece tener alma y color. Me acerco. Veo un reloj gigantesco, que oscila de un lado al otro. Yo lo veo desaparecer entre las paredes del corredor y me pregunto si su brillo será una ilusión. Me acerco más y veo un fuego que se enciende y que se apaga mientras sobre él oscila el péndulo frenético del reloj. Escucho un grito que arde y me doy cuenta que es mi propia piel. El fuego se aferra a mi cuerpo, me envuelve, y ambos suplican, desesperados por volver a la caricia de la oscuridad y por callar de una vez por todas la hijueputa risa de ese «tic-tac».
La revelación
Al principio la idea de evocar el sueño de Fitzcarrald no le había parecido tan descabellada, teniendo en cuenta que los últimos avances tecnológicos y los recursos disponibles podían contribuir decisivamente tanto al éxito del transporte del barco a vapor, de una sola pieza, a través de una inmensa ladera para construir un teatro de la ópera en pleno Amazonas, como permitir una filmación tan compleja y costosa en semejante enclave. Mas cuando los problemas se empezaron a multiplicar al revelarse inútil la ingeniería de poleas diseñada para desplazar tan gigantesco peso bajo la lluvia que casi ininterrumpidamente cayó durante esas semanas desde que salieron del puerto fluvial de Iquitos y lo primero que vio Kinski una mañana, al sacar la cabeza de su tienda sin siquiera pisar el barrizal tras despertar por tanto ruido, fue un piano colgado de un enorme árbol y a su íntimo enemigo gritándole “aparta, que empezamos a catapultar el material al otro lado!”, entonces, en ese preciso instante, Kinski fue invadido por la absoluta certeza de no haber sido él, sino Herzog, -sólo Herzog- quien había enloquecido en otro meandro del río muy cerca de ahí hacía casi exactamente diez años.
Exploradora
La fría soldado ha perdido la compostura. Cuanta incompetencia!.
Dedica un florido y compacto insulto a la habilidad reproductora de otra soldado y a su estupidez por intentarlo con otra especie, marina y hermafrodita.
Mas calmada envía su informe:
—#01 En tierra, todo funcional.
Error en teletransporte. En vez de dos pasos sobre el suelo entre los edificios, la esfera ha surgido BAJO uno de ellos a 10 pasos de profundidad.
Suerte: debajo había un almacén de vehículos.
Desgracia: he surgido en medio de uno, que ahora tiene un agujero del todo inexplicable. Además esta derramando muchos fluidos inflamables.
Debe ser retirado y limpiado el suelo, así quizás parezca un robo.
Sugiero que este sucio trabajo lo haga la responsable del teletransporte para motivarla.—
Suerte que esta especie se nos parece y el disfraz es creíble.
La especie dominante, aparentemente la tolera.
Aquí hay uno; que grande es…
Paso a su lado sin mirarle de frente.
Son torpes y lentos pero su vista y puntería son buenas.
La especie peligrosa es la otra. Poco listos, sin garras pero con olfato finísimo y unas mandíbulas que nos crujen. A estas horas duermen… espero.
Bueno, hay mucho que hacer…
Tiempos de progreso
-Hasta luego. Gracias
El gato encendió sus ojos y se abrió paso ágil y rápido entre una tarde turbia y estática. El tablero era de un cráneo tallado cremoso y elegante. La reunión no había estado nada mal; de ahí que Jiménez, Gámez y el arquitecto Benítez estuviesen contentos.
No era para menos. Su despacho era uno de los siete seleccionados para la nueva traza urbana de la ciudad. Demolerla era la tarea más latosa y, evidentemente, lo de menos, decía Jiménez mientras conducía rápido por los carriles gigantescos, librando algunos otros gatos estacionados en la calle. Después vendría el repensamiento de la ciudad.
Se respiraba en el ambiente un aire seguro y calmado. Por aquí y por allá se elevaban columnas de humo de la quemazón de la última bandada de resistencia. Olía como a puerco, y olía bien, la verdad.
-Necesitamos orientarnos hacia lo minimalista- retoma Jiménez- Aprender de estos bárbaros y hacer mejor uso del espacio. Hoy, los ejes viales acondicionados para gatos de media y alta velocidad. Luego, el proyecto del Periférico y después la oleada constructora de zonas habitacionales dignas para la sociedad tecnocrática, eficiente y victoriosa de pulgas del Siglo XXI.
Homicidio culposo
Ella se acostó con su gato para no sentir miedo. Lo abrazó toda la noche. Por la mañana agentes de la asociación protectora de animales fueron a levantar el certificado de defunción.
Detención arbitraria
Al gato lo atraparon por observar en la calle cómo detenían al sabueso. Le sacaron los ojos y lo encerraron en una casa abandonada. Nunca más volvió a ver a su familia.
Michelle Silveira
silveira19michelle@yahoo.com.mx
Alzheimer
Se levantó buscando a su hija. Entró a todas las habitaciones del lugar. Sus familiares la dieron un calmante hasta que durmió profundamente. El siguiente día preguntó por su gato.
Michelle Silveira
silveira19michelle@yahoo.com.mx
Ojala que llueva…
Ella era nueva en el colegio, tenía la nariz de horizonte, el cabello sin nubes, la tez como un final de verano y un olor a tierra húmeda que me calaba los huesos.
Sueño, el hijo de la bruja del pueblo, notó mi fascinación.
“Sólo hay un remedio para este sortilegio – dijo –. Si quieres acercártele con viento favorable, el próximo sábado, tendrás que subir un piano al árbol donde está enterrado tu cordón umbilical.”
Dispuse todo; para las 3 p.m. el instrumento ya estaba arriba.
A las 9 p.m. el cielo comenzó a tronar y una inesperada lluvia se hizo crecer. Me refugié en la casa, cuando se fue la luz. En el pasillo escuché su voz, las gotas de lluvia hacían sonar las teclas del instrumento y ella cantaba algo que me hizo recordar el arrullo de mi madre. Tomé asiento en el piso. La voz cada vez era más nítida y hubo un momento en que la sentí a unos pasos; caí dormido.
El lunes siguiente no asistió a la escuela, el martes tampoco, nunca más. El piano sigue allá arriba y yo rara vez logro conciliar el sueño; hasta que vuelve a llover…
Miguel Santos
Mi peludo confidente (Primera imagen)
Él era un amigo de los de antes de los que con sólo una llamada venían de donde fuera necesario para consolarte, le contaba todo y él sólo escuchaba con la mirada perdida, sentado sobre sí mismo, pensativo… las escasas veces que le decía lo que sentía por él tan sólo hacía como que no escuchaba ó no quisiera enterarse de algo que ya sabía. A veces pienso que sabía lo que pensaba aunque nadie supiese nada de él y todos le dijeran que lo querían como si acaso fuese suyo…Todos le agasajábamos con lo que más le gustaba, le dedicábamos palabras en el tono que solemos emplear con los animales, pero al caer la noche siempre estaba sólo, como muchas luces de habitaciones solitarias que pueblan la ciudad; un día dejó de venir, la comida se amontonaba en su rincón y aunque todos sabíamos porqué no volvía, nadie lo puso en palabras; sólo espero volver a encontrarlo en alguna de sus seis vidas restantes, para que, maullando escuche porque vengo siempre a la misma hora a esta esquina.
Correo: enfermerogaditano@hotmail.com
(Inspirado en la imagen 3)
EL MILAGRO
“Hasta nunca”. El portazo retumbó en sus oídos, llegando desde el nervio auditivo hasta el cerebro que, a su vez, trasladó la información a los lagrimales. Por estas cavidades brotaron gruesas gotas de agua que desembocaron en un diluvio universal dispuesto a arrasar el suelo. Con tan mala suerte que el torrente se llevó por delante a una pequeña hormiga que pasaba por allí, previamente aterrorizada por la lluvia y el terrible terremoto. Sus gritos de socorro en medio del agua alarmaron al resto de la colonia, quien acudió al rescate de una compañera que ya se ahogaba en un mar salado. De repente, la lluvia cesó, el torrente se secó y una música alegre inundó la escena: la hormiga se había librado de una muerte segura. Tal circunstancia no podía ser sino fruto de un milagro, de una acción divina procedente del imprevisible cielo que se alzaba sobre ellas. Y fue a partir de entonces que todas las hormigas anotaron la fecha del acontecimiento y siguieron celebrándolo año tras año en el inmenso suelo del mundo. El resto del tiempo, todas siguieron trabajando en la recolección de pequeñas partículas de alimento dejadas caer por obra de un ser superior.
EN EL LUGAR DE LAS SERPIENTES
En algún lugar, de algún país, en algún momento, existió la tierra de las serpientes. Eran todas de grande y alargada figura, de espléndidas ganas de cantar y bailar. Se arrastraban y gritaban. Todas de brillantes colores. Por las noches se distinguían unas de otras. Iban y venían de entre los árboles. Iban y venían de entre la tierra. Todas gustaban de la música. Por las tardes se reunían en el árbol más grande a tocar el piano. Por las madrugadas cambiaban de piel. Y por las mañanas morían de ganas por tener dedos y pies.
Rocío Corona: alinap3@yahoo.com.mx
COINCIDIR
I
Salía diariamente a las siete menos diez, con una falda a la rodilla o traje sastre.
Alzaba las manos en señal de alabanza, más y más alto como lo hacía el predicador que encabezaba la ceremonia, mismo que le prometía parar de sufrir.
Regresaba cabizbaja, sintiendo el mismo ardor en el vientre que hasta ahora ni el chamanismo, santería, ni los sanadores energéticos le habían quitado.
II
Se acercaba a su ventana a las siete menos diez, deseando que ella llevara sandalias en vez de botas largas.
Aguardaba sentado, apretando los ojos, elaborando un plan para poder dirigirle la palabra.
Despertaba sobresaltado, un tanto enojado al escuchar el portazo. De nuevo se le había pasado.
III
Goyo salió a las siete menos once. Se hizo el lastimado. Rosalina se detuvo para levantarlo, sus miradas se cruzaron.
El ardor había aumentado, se les veía en los ojos, en el pecho agitado.
Ella le toma el brazo, lo ayuda a levantarse, le pide que abra la puerta. Él en agradecimiento le invita a quedarse.
IV
Rosalina ha dejado la iglesia. Va donde sí le calman el fuego. Ahora corre puntual, a las siete menos diez para encontrarse con Goyo.
EMANCIPADA
Harta de los gritos de su madre, Venecia se arma de valor para arrancarse el moño rosado y escapar de su sedentarismo de un año. Se lame un poco antes de irse, mira cuidadosamente a todos lados.
Adiós al pequeño edredón, adiós al pescado caro, adiós a la leche pasteurizada previamente calentada por 6 minutos en época invernal.
Empuja la ventana y da un salto al piso de abajo. Prefiere retirarse por la salida del estacionamiento pues el portero de la entrada principal ya la conoce.
Consternada, la septuagenaria señorita Miller pide que le comuniquen urgentemente al veterinario:
– Con la novedad de que su método de esterilización ha sido un fiasco, mi niña está preñada y vaya usted a saber de qué remedo de gato fracasado.
Venecia se contonea libre, independiente, sintiéndose segura de su futura maternidad sin padre. Total nada que no haya pasado antes, no sería la primera ni la última.
Aduana
La señal era esta; después del gato viene el SEÑOR.
Miguel Santos
El fin de Prometeo
Todo se estremeció ¡CLANK! Estaba en el suelo. La meta se veía a unos cuantos pasos. El estadio olímpico ardía. “Vamos, Vamos” – le gritaban. Se levantó y trató de correr, el esfuerzo era demasiado y el avance muy lento ¡CLANK! Otra vez en el suelo; el tremor era agudo y un color a 3D comenzaba a llenarlo todo. La puerta estaba sólo a unos pasos y daba la sensación de que pronto comenzaría a hablar ¡CLANK! El pebetero en lo alto mostraba un fuego olímpico que se reía de la escena ¡CLANK! Un esfuerzo más y alcanzaría la salida. Bien sabía que la conmoción venía de afuera, pero creía más digno terminar al aire libre ¡CLANK! Una paloma blanca se acercó tanto a la flama que se fundió. Él cruzó la meta. Antes de volver a caer se preguntó: ¿Acaso yo fui el único en darme cuenta? ¡CLANK! La cerradura no abrió.
Miguel Santos
La decisión
Jorge se empeñó en salir de la habitación por sus propios medios.
Estaba aturdido por el golpe que le dieron en la cabeza durante la pelea que se armó cuando Giovanni inició la trifulca entre los cuates que se habían reunido para ver el partido de la selección, lo último que recordaba es que los golpes volaban por todos lados.
Jorge vio estrellas cuando le rompieron una silla encima, casi estuvo a punto de caer, como pudo salió al pasillo para irse a su casa. La puerta que daba a la calle se veía tan lejos, las piernas le fallaban y la vista se le nublaba.
Había tomado una decisión: Era la última vez que las peleas entre sus cuates le arruinaban la vida. Algo se movió dentro de él con el trancazo, ante sus ojos desfilaron imágenes de peleas, accidentes, horas aislado en los separos, reclamos de su esposa, llanto de sus hijos, en ese momento decidió que de ahora en adelante llevaría una vida diferente.
Dio unos pasos más, le pareció que era fulminado por un rayo, cayó desvanecido, una artería del cerebro exploto matándolo instantáneamente.
Había una vez…
Había una vez un reino lejano llamado Estacionamiento Privado donde vivía el gato Garrudo, gato con amplio historial de aventuras en los alrededores de todo el reino, experto caza rartones, rompecorazones, soltero empedernido. De entre sus aventuras se cuentan: escalar la montaña escarpada, correr maratones hasta su séptima vida, saborear su platillo favorito, ratones minimoon.
Un día Garrudo paseando cerca del Palacio Cristal se encontró con la princesa Melinae, quien al verlo quiso adoptarlo sin saber que era libre como el viento.
El mínimo guiado por la curiosidad se acercó a la princesa que jugaba con burbujas de mil colores, Garrudo se puso a jugar con las burbujas pero al tocarlas con sus garras las reventaba provocando un gran estruendo, Melinae lo acarició y le sirvió leche en un platón mágico del que brotaban leche y miel.
La princesa le regaló el cojín que fuera de su querido gato Tartufo, cojín de terciopelo rojo bordado con hilo de oro y un cascabel mágico que sonaba al amanecer.
Garrudo cambió el reino Estacionamiento Privado con sus interminables coches, chirridos, peatones yendo y viniendo, policías y smog, por una princesa amable además de considerada con los gatos del Palacio Cristal.
Vuelvo a enviar mi texto, gracias.
La decisión
Jorge se empeñó en salir de la habitación por sus propios medios.
Estaba aturdido por el golpe que le dieron en la cabeza durante la pelea que se armó cuando Giovanni inició la trifulca entre los cuates que se habían reunido para ver el partido de la selección, lo último que recordaba es que los golpes volaban por todos lados.
Jorge vio estrellas cuando le rompieron una silla encima, casi estuvo a punto de caer, como pudo salió al pasillo para irse a su casa. La puerta que daba a la calle se veía tan lejos, las piernas le fallaban y la vista se le nublaba.
Había tomado una decisión: Era la última vez que las peleas entre sus cuates le arruinarían la vida. Algo se movió dentro de él con el trancazo, ante sus ojos desfilaron imágenes de peleas, accidentes, horas aislado en los separos, reclamos de su esposa, llanto de sus hijos, en ese momento decidió que de ahora en adelante llevaría una vida diferente.
Dio unos pasos más, le pareció que era fulminado por un rayo, cayó desvanecido, una artería del cerebro exploto matándolo instantáneamente.
Betún Violeta
Recorriendo las calles como habitualmente lo hacía, pudo percibir un olor peculiar. Hipnotizado por eso aroma llego hasta la ventana de lo que era una casa de repostería, entro y devoro todo ese pequeño pastel con betún violeta. Sin hacer ruido alguno salió muy satisfecho.
Cuál sería la sorpresa para el repostero ver solo murusas sobre la mesa, y peor aún no ver por ningún lugar lo que dentro del pastelillo se supondría que habría. Sin más que hacer llamo al encargado del pedido para explicarlo lo que había ocurrido.
Varias cuadras de ahí un vagabundo encontró al gato lo tomo entre sus brazos y lo llevo con él, le pareció curioso ver como tenia betún violeta en sus bigotes. Sin saber lo sucedido lo llevo hasta su hogar, debajo de un puente.
Rato después comenzó a notar que su pequeño amigo ronroneaba de manera extraña, lo cual le preocupo, lo tomo entre sus brazos pero el gato brinco y comenzó a vomitar, después de eso, el gato lo miraba como si quisiera mostrarle algo. Él vagabundo se acerco y con una mirada de asombro vio entre los desechos de su amigo una sortija con un gran diamante color azul.
Sol de la Peña
Betún Violeta
Recorriendo las calles como habitualmente lo hacía, pudo percibir un olor peculiar. Hipnotizado por eso aroma llego hasta la ventana de lo que era una casa de repostería, entro y devoro todo ese pequeño pastel con betún violeta. Sin hacer ruido alguno salió muy satisfecho.
Cuál sería la sorpresa para el repostero ver solo murusas sobre la mesa, y peor aún no ver por ningún lugar lo que dentro del pastelillo se supondría que habría. Sin más que hacer llamo al encargado del pedido para explicarlo lo que había ocurrido.
Varias cuadras de ahí un vagabundo encontró al gato lo tomo entre sus brazos y lo llevo con él, le pareció curioso ver como tenia betún violeta en sus bigotes. Sin saber lo sucedido lo llevo hasta su hogar, debajo de un puente.
Rato después comenzó a notar que su pequeño amigo ronroneaba de manera extraña, lo cual le preocupo, lo tomo entre sus brazos pero el gato brinco y comenzó a vomitar, después de eso, el gato lo miraba como si quisiera mostrarle algo. Él vagabundo se acerco y con una mirada de asombro vio entre los desechos de su amigo una sortija con un gran diamante color azul.
Sol de la Peña
Las Fiestas de la Indolencia (foto 2)
A ti Tere:
¡No pa-sa-rán! ¡No pa-sa-rán! ¡No pa-sa-rán!
Es el grito unánime de los maestros atrapados en el Centro Histórico que se niegan a abandonar. Avanza el ejército represor disfrazado de cuerpo policial. Los sitiados cantan: «… Y retiemble en su centro la Tierra…». Ocurre un temblor con epicentro en el corazón de algunos trabajadores solidarios quienes se interponen de manera inútil al contingente represor. Otros ciudadanos, ahora intentan frenar el avance lanzando desesperadamente un viejo piano desde una azotea, el cual queda colgando en un árbol. Al chocar contra éste sus teclas suenan de manera discordante: Do-Re-Mi-Fa-Sol que se oculta tras una nube, avergonzado, iluminando tímidamente el choque desigual de fuerzas y al último maestro quien entrevistado comenta: “No me retiré porque tengo diecisiete alumnos pobres, indígenas y discapacitados. Para ellos no hay un proyecto educativo”
¡No pa-sa-rán! ¡No pa-sa-rán! Se escucha ya solamente en la memoria, seguido de un débil Do-re-mi-fa-Sol que regresará al día siguiente sobre un Zócalo impoluto, intentando de manera inútil iluminar el corazón de una indolente mayoría que organiza ya las fiestas de una independencia inexistente.
Tienda de artesanías Foto 1 (gato)
Alexandro siente un impulso repentino e inexplicable por comprar un regalo para Martha, su novia. Dirige sus pasos hasta un antiguo mercado . En el interior entre la oscuridad y siete gatos lo atiende la dueña del puesto de artesanías, una vieja de rostro indígena, de rasgos fuertes, enfatizados por la luz de la llama de una veladora, única iluminación del lugar.
– ¡Cuántos gatos! , piensa Alexandro mientras mira a su alrededor
– No son tantos, le contesta la señora con voz cavernosa
Extrañado, Alexandro trata de hablar pero algo se lo impide. Intenta correr pero no acierta a controlar sus cuatro patas y solamente salta cerca de la señora, quien lo acaricia. Él, desesperado, pretende golpearla pero solamente logra mover la cola.
Presa de terror grita pero con mucho esfuerzo solamente logra un ronroneo. No se da por vencido y desesperado grita de nuevo: ¡Martha, Martha! ¡Auxiliooooo! Y sólo emite un tímido maullido.
La mujer, al tiempo que hace unos movimientos extraños con las manos, voltea a verlo y le dice: No te preocupes, no estarás solo, ya la estoy llamando a ella también.
Íncípit (foto 3 estatua)
«Cuando yo tenía seis años…” leí un libro famoso que comienza así y precisamente en esos días casi me ahogo por tragarme un muñeco que venía en la caja del cereal de mi desayuno: Era un selenita (habitante de la luna) y tenía forma de pulpo. De adulto me enteré que la Luna se produjo por una colisión de la Tierra con un planeta gemelo del tamaño de Marte, llamado Tea. De no ser así la Tierra estaría inundada ahora y probablemente la especie más evolucionada sería una suerte de ¡pulpo!. Por eso cuando ese selenita se me acercó me extrañó que tuviera forma humanoide. Aún no salía de mi asombro cuando me dio su mensaje y un rayo salido de la nada hizo que comenzara a convertirse en roca, alejándose con paso cansino. Por más que di explicaciones nadie me creyó que esa estatua era un: se-le-ni-ta. Ni porque estuviera formada por regolito lunar, ni por los rastros de helio-3 en la misma ni por el mensaje de advertencia que me dio. Nada. Fui encerrado en este manicomio. Desde aquí adentro he podido observar, imperturbable, cómo la Tierra ha sido colonizada por selenitas.
¡Merecido se lo tienen!
Idilio secreto (imagen 2)
Decían que un desengaño la había llevado a recluirse en aquella ciudad perdida entre montañas. Desde entonces, solo los vecinos disfrutábamos de la voz de fraulein Kueger, que todos los atardeceres llenaba la calle con la melancolía de sus lieder. Las especulaciones acerca de quién era el misterioso personaje que la acompañaba al piano eran uno de nuestros temas favoritos de conversación, pues ni ella había aprendido nunca a tocarlo ni en aquella quinta entraba otra persona que Berta, la criada, cuya jornada en la casa concluía diariamente antes de que comenzara el recital. No descubrí el secreto hasta el día en que murió la cantante, cuando me quedé encaramado a la verja del jardín tras la marcha del cortejo que acompañó su cadáver al cementerio. Por que no me tomaran por loco, nunca lo conté a nadie: a través del balcón abierto el viejo abeto introdujo sus ramas en el estudio y, deslizando las puntas sobre el teclado, despidió a su dama con la marcha fúnebre de Chopin.
Migración Boreal.
Manuel Sanchez
jazzmanu@gmail.com
Después de 39 meses juntos caminaron por la playa del pueblo. En el mismo trayecto que Leunam siempre había cuestionado a Frida. Ella se evadía a si misma. Aquella tarde ambos vieron como un Alcatraz se disponía a morir, su ala estaba completamente rota y vagaba por las rocas de la costa deteniéndose por momentos.
Leunam sabía que esa era una señal, el ave con un ala rota, lejos de donde debería estar antes de que llegue el invierno era una escenificación de su misma condición.
Él recordaba las veces que pudo migrar y no volver, pero Frida siempre lo retuvo; le hacía creer que con ella tenía algo parecido a un hogar. Aquel día sentados sobre una roca mientras el sol se escondía, Frida sollozaba y contaba su historia, él creyó que así reforzaba lasos y que valía la pena; por otro lado ella escondía un infierno desde que era niña y solo quiso retener a Leunam para romper sus alas y compartirle su miseria guardada por tanto tiempo. Días después Leunam huyó de casa con el dolor de no saber como volar antes de que el invierno llegue.
HUIDA (foto dos)
No entendí muy bien lo que había pasado, ni siquiera cuando me vi a mí mismo de rodillas, desnudo buscándote por los pasillos de la casa. Todo fue tan repentino que aún ahora, después de cuatro años, me cuesta entender que no llegarás irrumpiendo en la casa, quejándote acerca del clima frío de esta ciudad o de los precios de las hortalizas en el mercado.
Ese día llegaste a la casa y me encontraste en nuestra cama junto a la figura hermosa y desnuda del fantasma de la mujer que tanto odiabas. Habían pasado años desde su muerte, pero seguíamos cogiendo como la primera vez. Y tú, parada en el marco de la puerta, llorabas indignada y gritabas que ya estabas harta, que te marchabas, que me olvide de ti.
Tú te has ido y ella, tan etérea y celestial, me observa desde la esquina de la habitación como invitándome a seguirla. Ella me ve desde el otro lado de la muerte y yo no puedo evitar pensar que tampoco estoy vivo.
Aún ahora, al buscarte, sé que las palabras no me alcanzan para disculparme. Te amo a ti ahora, pero a ella la amo aún después de muerta.
Mail: carla.vpc@hotmail.com
HUIDA (foto tres)
No entendí muy bien lo que había pasado, ni siquiera cuando me vi a mí mismo de rodillas, desnudo buscándote por los pasillos de la casa. Todo fue tan repentino que aún ahora, después de cuatro años, me cuesta entender que no llegarás irrumpiendo en la casa, quejándote acerca del clima frío de esta ciudad o de los precios de las hortalizas en el mercado.
Ese día llegaste a la casa y me encontraste en nuestra cama junto a la figura hermosa y desnuda del fantasma de la mujer que tanto odiabas. Habían pasado años desde su muerte, pero seguíamos cogiendo como la primera vez. Y tú, parada en el marco de la puerta, llorabas indignada y gritabas que ya estabas harta, que te marchabas, que me olvide de ti.
Tú te has ido y ella, tan etérea y celestial, me observa desde la esquina de la habitación como invitándome a seguirla. Ella me ve desde el otro lado de la muerte y yo no puedo evitar pensar que tampoco estoy vivo.
Aún ahora, al buscarte, sé que las palabras no me alcanzan para disculparme. Te amo a ti ahora, pero a ella la amo aún después de muerta.
——
mail carla.vpc@hotmail.com
* en el comentario anterior puse que era la imagen dos, cuando en realidad era la tercera 🙂
Siete vidas
Un escalofrío atravesó mi espalda el día que mi mujer entró a casa con aquel tierno gatito.Yo, que adoraba los animales, supe enseguida que nada volvería a ser igual en mi vida.
Y no solo porque, como imaginaba, mi mujer colmó al instante al retoño de cuidados y mimos que luego me faltarían a mí, ni que le procurase, mantita incluida aquel rincón especial del sofá que yo tanto adoraba. El cachorro tenía sus antojos y pronto no se conformó solo con sus guisos y caricias: protestaba si en la tele mirábamos algo que no le gustaba, si la ropa de la cestita donde dormía no era de la calidad esperada, si la temperatura del hogar no era la apropiada. Poco a poco sus pretensiones se desbordaron: salía a pasear acompañado, daba clases de canto y necesitaba cada vez más atenciones. Hace unos días, por ultimátum de mi mujer, nos hemos mudado a un lujoso complejo residencial con jardín y guardia privado. Ahora solo espero no fallar esta mañana y que a la séptima, esta vez de verdad, acabe esta pesadilla.
Alicia Aguilar Becerril
El jardín
En las vacaciones Ruth visitaba la casa de la vuela, era un lugar enigmático. Este año Ruth cumpliría catorce años, su pequeño cuerpo había cambiado un poco, sus senos eran prominentes, sus grandes ojos castaños expresaban cierta ternura disfrazada. Al llegar caminó hacia el fondo del jardín, descubrió la casa en la que tantas veces disfrutó de juegos hasta el amanecer, una pequeña sonrisa dibujó en sus delgados labios. La asustaba no poder ver a Igor. Tocaba las ramas del árbol que acentuaban la sombra del jardín, entró entre las majestuosas ramas y de pronto escuchó una voz melódica, lejana ?¡volviste! Ruth buscaba de dónde provenía esa linda vocecita. Miró un cuerpo muy pequeñito que se asomaba entre las ramas, ¡Igor!, gritó con sorpresa. Él le tomó la mano y con una ligera sonrisa, dijo –te mostraré algo nuevo, algo que transformará tu existencia. Llegaron a un lugar distinto, ?siéntate. Al poco tiempo, Ruth sintió algo extraño, no podía mantener los ojos abiertos. Por la tarde, sus padres comenzaron a buscarla, la hallaron al fondo del jardín, extrañas marcas en el cuello y un color insólito tapizaba su piel. Ruth estaba muerta.
Mis lonjas no ayudan
“Las lonjas estorban cuando inicia la fuga”, de eso me di cuenta cuando corría incontrolable hacia el Malecón. Me asusté tanto al verla con su novio que boté todas mis cosas al aire.
¿Y mi tablero de dibujo técnico?
Tal vez mi regla T terminó en las manos de un potencial arquitecto rastafari quien, con morbosos y despiadados ingenios, diseñará otro edificio gigante y curvilíneo que rellene el bullicioso paisaje de mi sudorosa Guayaquil.
Yo solo corría y corría, saltaba entre tablas que tapan la ineptitud de los ociosos obreros. Y al fin llegué a la esquina de la calle Torres. Caminé como androide sin mirar atrás para camuflarme con un pilar de un metro de ancho.
¿Y si mi regla T llega a las manos de una potencial suicida de 15 años? ¿Y si esa criminal llega a matarlos a todos antes de la primera hora de matemáticas?
Miré a ese gato ‘miau’ que orondo salía de aquel parqueadero. Agarré mis lonjas, me hice bolita y entré burlando al guardia. No volveré a ver la luz hasta cuando las mujeres nos podamos enamorar libremente entre nosotras, o hasta que las gorditas también tengamos derecho a amar con tranquilidad.
Despertar al olvido
Emilio, te prometo que esta vez no te olvidare al despertar. ¡Calla!, me duele, nos duele… que vivas tan tranquilo, perdiendo el tiempo, siendo feliz; pero llegas a casa cansado, te quedas dormido, y apareces en esta habitación a gatas, lleno de culpa, golpeando la aldaba; preguntando cuánto tiempo haz perdido, ¿Cuánto tiempo nos queda? Ya no nos queda tiempo, Emilio; mañana nos morimos.
Fuimos víctimas de la peor de las condenas. Anduvimos siempre sin saber a donde. Nos matamos en un trabajo que odiamos por una familia que ni nos conoce, domingos de misa, carne asada y matiné… ¡En los sueños, en la habitación que siempre permaneció cerrada, todo era tan claro!, ¡Sabíamos que queríamos! Pero ¿de qué sirvió, Emilio? Si al despertar nunca nos acordamos.
El eclipse de la mujer logogrifo
La mujer logogrifo se perdió. La mujer invisible y la mujer abstracta resolvieron alargar sus brazos, tantearon todito el mundo pero no la encontraron. Eran las seis y treinta y siete de la mañana y la mujer abstracta y la mujer invisible estaban tocando una versión a veinte dedos del tema favorito de la mujer logogrifo: oöôõø?ò. La mascota Ula descansaba un poquito más abajo. El sol repartía una luz dulce sobre el teclado del mecanismo melódico. Y un olor a pino había. Como siempre olía cada vez que movían sus manos reuniendo sonidos. Pero esta vez, además, había otro olor que desconocían.
UN DÍA COMÚN
Un policía auxiliar acudió al llamado en un restaurant de comida rápida y encontró a un hombre furioso que golpeaba la puerta de un Mc Donalds.
-¡Me han robado! – Dijo el hombre. – Pagué por un par de hamburguesas con extra queso, mostaza y mayonesa, y me han servido algo que no se parece en nada a las fotos del menú. Por eso me han echado fuera.
En ese instante una patrulla llegaba a la escena del crimen. Uno de los policías abrió la puerta de una patada y entraron con las armas por delante.
-¡Muy bien, dónde está la mayonesa y la mostaza! – dice uno de los oficiales, encañonando a los empleados que toman las ordenes.
-¡Al suelo todos los demás, o serán acusados de negligencia laboral sin importar que sean comensales! – dice otro.
El hombre agraviado entró al restaurante y se perdió al interior. Entonces el policía auxiliar volvió a su puesto, en el estacionamiento.
Al poco tiempo vio ingresar un pequeño bólido al estacionamiento, y más tarde, un gato subía por la rampa maullando alegremente. El guardia echó un vistazo a los autos, y encontró uno muy pequeño, estacionado perfectamente.
El policía encendió un cigarrillo, y lo fumó.
VIDAS PARALELAS
– Ven a visitarme, hace tiempo que no disfruto de tu compañía – Se dijo a sí mismo.
– No puedo, estoy atrapado aquí – Se respondió.
– Tu presencia me basta, tu presencia me basta, tu presencia me basta – Susurro.
Sumergido en esa intima conversación que solo ese planeta puede ofrecer, el planeta en donde no te reconoces, en donde tu otra mitad toma tu lugar y tu “verdadero yo” es tan solo un espectador.
Abrió sus ojos y regreso al lugar al que pertenece, aspiro fuertemente una bocanada de aire para despertarse del todo, miro a su alrededor y recordó la conversación que tuvo consigo mismo tan clara y pura. Su deber era visitarse, tenía que visitarse para recordar universos distintos y visitar tiempos extintos.
El camino lo llevaba hacia donde debía ir, caminaba sin dejar de pensar en su conversación hasta que finalmente sin darse cuenta arribó a su destino. Ahí estaba, parado como si nada, la otra parte de su conversación, su vida pasada, su tiempo pasado, su especie pasada.
El gato se encontró a sí mismo en el cuerpo de ese hombre, se reconocieron.
JAZZ MUSIC
El artista soñó que volaba más alto con cada acorde de la música de su piano; música de jazz.
Todo el día, había estado interpretando nuevas melodías, nuevos acordes, algo que cambiara el rumbo de él mismo, y de la música. Pero el trabajo de sus manos, no le parecía suficiente a sus sentidos, ni a su espíritu.
Esa mañana, había leído la carta de su mujer que venía de un país distante, y en ella, le pedía que volviera a su lado. Él, se había retirado de la vida, de la miseria, para estar cerca del genio, de la soledad.
Esa madrugada, el músico quedó dormido sobre su piano, con solo un par de tazas de café por alimento; y, soñó la música perfecta, la ascensión del genio, un cohete que se pierde en el espacio, una flecha que no cesa en su velocidad, que jamás cae a tierra, porque su blanco, es la eternidad…
A la mañana siguiente, los transeúntes encontraron un piano caído sobre un árbol, atrapado entre sus ramas.
El artista, jamás fue hallado. Nunca volvió a su patria; quizá, volvió a la tierra primigenia, allí, donde gobierna la belleza.
Estatua
Lo tengo todo: ojos, nariz, boca, orejas, brazos, manos, piernas, pies, podría conquistar el mundo, pero soy de piedra.
EL HOMBRE DE LAS CAVERNAS
La última vez fue captado por las cámaras de vigilancia del territorio que solía recorrer. En dichas escenas, se le veía corriendo desnudo, rapado, y al parecer afeitado del rostro, pues la cámara, lo había tomado por la espalda.
A este personaje se le recordaba por “proteger a su gente de la violencia”. Él era un vagabundo que enfrentaba a los ladrones de panaderías, tiendas de autoservicio y bancos, cuando nadie más lo hacía por miedo. Él, se ofrendaba como holocausto a los bandidos antes que lastimaran a “su gente”, algunas veces había desarmado a los ladrones, y siempre había impedido los atracos. Él, era un héroe y, un vagabundo. Caminaba, y lo alimentaban, siempre estaba sucio y cubierto de pelo.
Un día, desapareció.
Siempre se le recordaba por haber frustrado un asalto a mano armada y haber desarmado a los bandidos.
Allí donde esté un plato de papas sin terminar, él estará allí; El Hombre de las Cavernas.
Para él, la vida, no era sino un sacrificio.
INSTINTO
Por Ernesto Mendoza
Se tomó el tiempo para limpiar la sangre de su cara redonda y pequeño cuerpo. No tenía prisa, en la oscuridad del estacionamiento nadie podía verlo. Odiaba el agua y amaba el sabor de ese espeso vino. Así, como siempre, lamió cautelosa y placenteramente cada mancha que quedaba.
De nuevo, lo único que había he cho fue obedecer a sus más salvajes instintos. Nunca cargaba algún sentimiento de culpa, se la tragaba junto con todo el desastre perpetuado. Sabía y sentía que para eso fue diseñado. Además, la existencia que había suprimido era inútil y desagradable para muchos. En el fondo e sentía un héroe.
Después de ocultar el cuerpo y haberse aseado por completo, se dirigió a la salida. Caminó elegante y seguro, como siempre lo hacía, con el aire de grandeza que su verdadero tamaño le negó. Así desfiló en frente del guardia del edificio, le gustaba pavonearse y burlarse de cualquier figura de autoridad. Cruzó la calle y se fue, mientras el guardia pensaba que nunca había visto a ese gato por ahí.
EL ÚLTIMO PIANO
Por Ernesto Mendoza
La guerra de bandas había iniciado, los redobles de los tambores y tarolas se escuchaban en todo momento. Al principio, aisladas notas eran lazadas sin piedad, luego arpegios, requintos y al final acordes. Era una masacre del sonido. Sin embargo, los generales musicales no sufrieron ninguna merma. Lanzaban sus infinitas y cíclicas escalas a la batalla. Nadie ganaba, nadie perdía. Pero llegó la tragedia.
Un flautista dejó caer su instrumento por accidente, y éste explotó con un eco y poder sin precedentes. Todo general musical decidió destruir sus propios instrumentos a costa de ganar la guerra. Ningún sonido, instrumento o banda sobrevivió. Pero hace poco se encontró un piano sobre un árbol sin estallar. Las teorías dicen que no lo hizo porque estaba mal afinado.
NOBLES RECUERDOS
Por Ernesto Mendoza
Ella amaba adorarlo. Le gustaba que le arrancara sonrisas con sus bromas infantiles; agradecía su poca estatura, poder mirarlo hacia abajo y sentarlo en sus piernas. Le encantaba su cuerpo y alma troncadas, el primero en tamaño y la segunda en inocencia.
Para ella era un espectáculo verlo caminar después de unas copas de vino. Siempre acababa recargado en una pared o tirado en el suelo. Observarlo levantarse era igual de gracioso a una tortuga caída sobre su caparazón; reía hasta perder la noble compostura, de sólo imaginarlo atravesar un terreno llano en ese estado.
La princesa pensaba que esa pequeña persona objeto de su más casto cariño, a pesar de medir la mitad que cualquier hombre, valía el doble. Aunque la verdad, ese enano le recordaba al bufón que alguna vez tuvo en un cumpleaños aún cuando era niña, aún cuando era infanta*.
*Referencia a «El cumpleaños de una infanta» por Oscar Wilde.
El eclipse de la mujer logogrifo -texto corregido-
La mujer logogrifo se perdió. La mujer invisible y la mujer abstracta resolvieron alargar sus brazos, tantearon todito el mundo pero no la encontraron. Eran las seis y treinta y siete de la mañana y la mujer abstracta y la mujer invisible estaban pulsando el piano suspendido en el árbol y se oía una versión a veinte dedos del tema favorito de la mujer logogrifo: oöôõø?ò. La mascota Ula descansaba un poquito más abajo. El sol repartía una luz dulce sobre el teclado del mecanismo melódico. Y un olor a pino había -como siempre olía cada vez que movían sus manos reuniendo sonidos-. Pero esta vez, además, había otro olor que desconocían.
FESTIVUS
Los gatos descubrieron primero el sistema de viajar en el tiempo.
Volvieron, como era de esperarse, al antiguo Egipto, y dejaron huella de su estado de dioses. Recorrieron la Edad Media y esparcieron las enfermedades. Dejaron en su camino la peste, la pobreza y la semilla del poder en el corazón de los hombres.
Volvieron al futuro y fueron testigos silentes de la desaparición del hombre. La indiferencia, que no estaba en su agenda, fue la salvación para la especie felina.
A veces se reúnen para los sacrificios de esclavos humanos. Los visten con ropas antiguas, juegan con ellos como si los pobres supieran hablar o escribir.
Luego los devoran.
La máquina del tiempo, resguardada bajo las grandes bóvedas, se queda poco a poco sin energía.
Nunca volverá a funcionar.
LA CAÍDA
Jorge Luis supo de las voces en su cabeza por culpa del gran piano Steinway que caía hacia él.
El Gran Consejo de voces suspendió todos los conciertos, manifestaciones y reclamos programados para ese día. Se trataba de un día especial. Nunca antes las voces se habían decidido a salir de su reclusión, así que se declaró en asamblea general tomar las instalaciones y no desistir hasta que el cerebelo respondiera a las órdenes del líder.
Para Jorge Luis, la alarma sonó cuando la mancha negra se dirigía hacia él a una velocidad espasmódica.
Para las voces, cuyo tiempo transcurre de forma singularmente más lenta que para su humano anfitrión, hubo tiempo de abandonar la nave y buscar a otro individuo propenso a escucharlas. Se escuchó el murmullo de la salida masiva por todos los poros de Jorge Luis.
Las voces, errantes, vagarán por años en la gran ciudad.
DESAPARICIONES
Un hombre atravesó la puerta y desapareció.
Vinieron estudiosos. Ingenieros. Físicos. Becarios. Todos desaparecieron.
Alguien se hizo el gracioso y lanzó una puerta a través de la puerta. Desapareció.
Vino una mujer llamada Alicia, pasó por la puerta y desapareció.
Vinieron poetas, músicos, cantantes y merolicos. Desaparecieron con una sonata de Bach.
La puerta tragó políticos, acarreados y miembros perenes de partidos políticos.
Vino el presidente y dijo basta. El Papa. El Dalai. El fantasma de Martin Luther King. Cien futbolistas. Desaparecieron.
Vino un hombre humilde, y de rodillas, preguntó a la puerta: ¿qué quieres?
La Gran Puerta, abierta de par en par. Lo tragó todo.
Caos.
Se quiso prohibir la entrada a la puerta pero los letreros desaparecieron. El edificio. Las calles. La ciudad. El país. El continente. Los mares. El planeta. El sistema solar. El universo hizo ¡plaf!
La puerta, entonces, se cerró.
Costumbre
Por fin: después de un mes saliendo y entrando a este edificio, el guardia ya no se maravilla de que sea un gato.
Enhorabuena a los ganadores 🙂