Concurso

Concurso especial #100

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Esta bitácora está llegando a 100 meses de convocar a concursos de minificción (o microrrelato). En este lapso han pasado cerca de nueve años, se han publicado varios miles de  textos de autores de tres continentes y ha aparecido un libro conmemorativo: Historias de Las Historias, que recogió a los ganadores de los primeros años del concurso.

Para este concurso #100 hay que celebrar. Quedan todos invitados a participar. Los interesados pueden comenzar observando esta imagen:

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Instrucciones:

  1. Suponer que esta imagen representa un instante de una historia.
  2. Imaginar cuál es esa historia: qué está pasando allí, qué momento se anuncia, por qué, quiénes están presentes, qué hacen. No se trata de explicar la imagen, ni de escribirle un pie de foto, sino de tomarla como punto de partida para imaginar una historia propia.
  3. Escribir la historia, en forma de cuento brevísimo (minificción, microrrelato; el nombre es lo de menos), en los comentarios de esta misma nota.

En esta ocasión habrá un premio único, que recibirá su trofeo virtual y un paquete de libros muy especial (esperen a ver). Además, el segundo volumen de Historias de las Historias, que ya está en etapa de planeación, incluirá al ganador y a las posibles menciones de este concurso.

La fecha límite para participar es el 29 de abril.

Muchas gracias a todos los lectores de ayer y hoy de Las Historias.

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  • Información Bitacoras.com

    Valora en Bitacoras.com: Esta bitácora está llegando a 100 meses de convocar a concursos de minificción (o microrrelato). En este lapso han pasado cerca de nueve años, se han publicado más de un millar de  textos de autores de tres continentes …

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    • De repente estábamos ahí. Eran ellos quienes nos miraban absortos, no comprendían de donde surgimos.
      La habitación era pequeña, es cierto. La cama tan diminuta que nos turnábamos para estar uno debajo del otro.
      Y de repente sentimos arena en nuestras manos. Besos de sal, algas marinas en tus cabellos.
      Tus mejillas rojas, el sol.
      Ardíamos en plena playa. Eran ellos quienes nos miraban alterados.
      Lo hemos logrado, viajamos.
      Nuestro amor.

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    • Febo

      Ingenua seguí el camino luminoso. Un aire tibio acarició mi rostro y mi cuerpo entero. Mis pies desnudos recibieron la tibieza del suelo con mucho agrado. Cada paso me alejaba de la razón, sólo respondía ante el llamado del brillo. Me detuve un instante, la luz me cegó. En ese momento pude retroceder pero, la curiosidad de vivir inmersa en las olas de la locura fue más fuerte.

      No pude contener la emoción al sentir la densa humedad, avancé despacio no por arrepentimiento, sino por la falta de oxígeno en el aire. Olvidé todo y a todos.

      Los sentimientos abandonaron mi cuerpo y la excitación me tomó por completo hasta que llegó tu imagen, tan sólida y rotunda como un sol. Ahí me encontraba, ante un Dios frívolo y ardiente. Luego desapareces. Sedienta e impaciente me quedé.

      Regresas con más fuerza y me diriges unas cuantas palabras. El timbre de tu tierna voz, me tranquiliza, apacigua mis aguas. Tus largos brazos me arrullan como lo hacen olas del mar en el atardecer.

      Ha caído la noche, el camino luminoso se torna en arena y sal.
      Me doy cuenta que te has ido.

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    • Cristóbal Franco
      11/04/2014 9:22 am

      Estas son las reglas:
      1. Sólo cazadores certificados. Amateurs abstenerse.
      2. Prohibido usar armas de fuego.
      3. Prohibido usar dinamita. Los padres del chico quieren tener algo que enterrar.
      4. Por ningún motivo entren al agua. Este tiburón ya mató y volverá a hacerlo.
      5. Y última regla y más importante; disfruten.

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    • Día 123; hemos probado la carne humana.

      Responder
    • – Tons qué, compa, ¿nos echamos una modelo?
      – Qué pasó, compa, yo vengo con mi señora.
      – De esas no, menso, de estas.
      – No, compa, yo ya no tomo.
      Más tarde esa noche, al fin me le declaré a mi compadre.

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    • Las vacaciones del pederasta.

      – Pero qué hermosa playa. ¿Dónde jugarán los niños?

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    • Otro día.

      – Vamos, por favor.
      – ¿Quién está bautizando hoy?
      – Un tal Jesús de Nazareth.
      – No, mejor otro día.

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    • Simulacro

      –Nadie puede tapar el sol con un dedo–, le dijo su padre en sentido figurado. A él le quedó la duda en sentido literal. Finalmente, la curiosidad infantil pudo más e hizo la prueba: apuntó su dedo hacia el astro rey y hubo un apagón repentino en todo el sistema solar; la oscuridad de fuera que envolvió a cada uno de los planetas, lunas y asteroides, les permitió a otras constelaciones y estrellas lejanas ser apreciadas. En ese instante, en medio de tanta vastedad, a contraluz de la vía láctea, yacía una bola negra, un lunar llamado sol. –Estoy practicando para el Apocalipsis–, dijo inocente el pequeño Creador. Y ellos contemplaron.

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    • Bergman.

      – Aquí fue donde Ingmar Bergman filmó esa escena en la que un tipo juega ajedrez con la muerte.
      – Órale, qué interesante… ¿nos enterramos en la arena?

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    • Sal.

      – Seis agotadores días de trabajo duro. Creo que me merezco este descanso. Salud, mundo; ahhh, qué deliciosa ambrosía.

      Más tarde; en la madrugada.

      – ¿Le puse sal al mar, pero qué estaba pensando?… oh, qué más da, ya habrá otros mundos.

      Responder
    • Maui.

      – Mira, amor, qué bonita postal nos mandó tu mamá de sus vacaciones en Maui.
      – ¡Qué no me oíste, quiero el divorcio!

      Responder
    • Yucatán.

      El poderoso Megalosaurio volteó hacia al cielo al sentir la increíble ola de calor que desprendía el gigantesco meteorito, y sus ojos hicieron ebullición.

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    • Estela en el mar.

      Estela tiene 27 años, a los 25 le diagnosticaron cáncer de mama. Los cirujanos le extirparon los dos senos pero el cáncer no se detuvo. Los doctores le dijeron que solamente le quedaban algunos días de vida, así que renunció a su trabajo, vendió su casa, su auto y todas sus posesiones y se mudó a esta playa a la que sus papás solían traerla cuando era niña. Tenía tantos recuerdos bonitos de este lugar. Estela observaba el vaivén de las olas cuando un grupo de chicos alcoholizados del “springbreak” se le acercaron y le pidieron que les mostrara sus senos. Estela los observó por un momento y, sonriendo, se quitó la parte superior del bikini. Las prótesis cayeron a la arena haciendo un ruido seco que dejó a todos en silencio. Entonces, Estela caminó hacia el mar para ser devorada por las olas.

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    • Diana Renteria
      15/04/2014 5:11 pm

      Conduciendo después de varias horas pasaron a su lado, discutir los ha agotado …. el grupo de hombres observa y nace en sus adentros una ansía loca por desnudarla, por hacerla mujer, revolcarse con ella, todos en desorden buscan ser el primero … ella aguarda expectante «voy a ahogarlos a todos» ….

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    • Diana Renteria
      15/04/2014 5:19 pm

      Hambrientos, después de semanas de estar perdidos devoraban el mar, y el a ellos, ahogándolos! #microrrelato

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    • El Vengador del Pasado
      15/04/2014 5:38 pm

      «Los viajes fotográficos»

      Los Manipuladores del Futuro nos concedieron un deseo: viajar a través de fotografías. Eran nuestro premio por años de trabajo a su favor y buena conducta. Teníamos una vasta colección de ellas. Cada una era una puerta hacia una historia incierta, el arco de entrada hacia una travesía inenarrable, pero no se nos permitía viajar al pasado. Ninguna fotografía antigua constaba entre nuestros archivos. Nunca nos advirtieron que conoceríamos lugares y gente de tiempos posteriores al nuestro, pero sin palabras. En las ciudades que visitamos vimos anuncios, pero nunca eslóganes ni elementos que pudieran considerarse escritura. El verbo era reemplazado por la imagen. El mutismo asfixiaba a todos los habitantes de las fotografías que conocimos. Solo el capitán Kustos y yo, su fiel ayudante, podíamos comunicarnos con palabras.

      En un día inexacto del tiempo visual que nos contenía, bajé a revisar la computadora posterior de la nave y, al hurgar en sus expedientes, encontré una fotografía extraña: era la primera vez que veía un astro de furia resplandeciente. Pendía sobre un mar ligeramente inquieto, como aferrado a un cielo azul brillante, distinto al que me cobija desde que soy ciudadano del Futuro. Al observarla, Kustos me urgió a que atravesáramos la foto. Al otro lado de ésta pudimos contemplar al astro y untarnos la infusión de sus rayos en la piel. Estuvimos así por largo tiempo, sentados en la playa. Pasada la impresión, y puestos a cavilar sobre nuestro próximo objetivo, descubrimos un mensaje escrito en la arena: “el verbo traerá la liberación”. Desde entonces trasladamos habitantes de otras fotografías a este paraje donde el rostro infinito de la arena les devuelve el habla y, con ello, la comunión expresiva. Es difícil vislumbrar, al menos por el momento, el alcance alfabetizador de este sitio que hemos llamado Playa Pantibiblon .

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    • Se acerca, lo sé. Es el momento. ¿Por qué dudo? ¿Por qué cada vez que quiero continuar el aparecen mi mente? Lo miro y él lo sabe, sabe que lo observo, sabe lo que pienso, lo sabe.
      Y así nos quedamos, mirando al mar; queriendo más de algo que es imposible. Nunca lo permitiría. Nunca. Mientras el sol brillaba sobre mi piel y la cálida briza de la primavera me anunciaba el final, en secreto me prometía que jamás lo olvidaría. Respiro y observo a las personas en la playa, me pregunto ¿Qué tan lejos llegarían por amor? Difícilmente lo sabrían. Difícilmente lo haría.
      Lo miro y sé que quiere decirme algo. Cierra los ojos y tras un memento para pensar pero no para reflexionar, habla.
      -No importa lo que pensemos, como actuemos, si somos materiales u holgazanes. Todos merecemos ser amados de la misma manera, por nuestro igual. Todos merecemos a alguien dispuesto a sacrificarse por nosotros. Y al conseguir una cicatriz, sabes que lo has logrado, que has amado… Yo seré tu sacrificio. Y de igual manera te amare. Siempre te amare. Y un día tu harás lo mismo, tal vez no de la misma manera pero tú te sacrificaras por alguien que amas. No importa si es de este maldito planeta o no. Solo espero que sea lo suficiente bueno para ti.
      Me quedo muda. <>. Es el momento <>. Tengo que marcharme. <>. Mis pies no responden. <>. Tengo que irme. <>. La confusión aumenta. <>. Mi corazón. Ese corazón que se me implemento. Late. Late por él. <>Ya no hay tiempo. <>. ¿En que pensaba? ¿En quedarme aquí con un cuerpo humano? Conseguimos un cuerpo y un corazón. Fue la primera parte de la misión. Un corazón que me robaron. El me lo robo. Yo jamás quise entregarlo. No era mi misión, aquella misión era todo lo contrario. Pero que no lo quieras, no significa que no lo encuentres. Las imágenes me bombardean sin avisar y siento que mi cabeza se expande, aprieto las manos contra ella tratando de controlarlas. Cierro los ojos pensando que puede mejorar, pero no sucede. Las imágenes dan vuelas en mi cabeza, todas ella pruebas de este horrible lugar, de estas personas sin valor. No puedo ver, todo está oscuro, como si me hubiera quedado ciega. El conector de mi cabeza se activó. Ha comenzado. Lo sé. El juicio. El juicio ha comenzado. Y de repente lo siento, siento su cuerpo en torno al mío. El me sujeta y me acerca a él. Quiero tocarlo y llenarme de él. Él también sabe que ha comenzado. Una oleada de calor me inunda, pero no es el transmisor, soy yo. Es la respuesta de mi cuerpo junto a él. Las imágenes comienzan de nuevo, esta vez en orden y siento que mis ojo se abren aun sin recuperar la vista. Las imágenes de este mundo defectuoso y corrupto. La segunda fase de la misión está en proceso. Debería sentirme llena de júbilo y sin embargo no es así. ¿Por qué? Esta misión era todo para mí y en este momento siento que me oprimen el pecho, no me siento bien, me siento como el fracaso. No he hecho nada mal, logre mi objetivo al venir aquí y conseguir las pruebas que tanto necesitaba.
      “Necesitamos pruebas de que este planeta no vale la pena” habían dicho los rangos más altos de la directiva a la que yo presente mi plan. No podía echarme para atrás, no lo hice aun cuando fui voluntaria para venir aquí sola y hacerlo. Era mi plan y tenía que salir bien. “Sin fallas” siempre decía a cualquiera que se equivocaba y luego lo echara. No equivocarme me había llevado a lo más alto. A la cima. Ahora soy consciente de lo que he hecho, pero nunca he dicho nada. Todavía puedo arreglarlo. Y al concentrarme en lo que pasa me doy cuenta de que las imágenes están cambiado. Y en todas está el. ¿Cómo fue que paso? Trato de separarlas y no puedo. No quiero. El juicio está llegando al final. Si están a favor, me iré. Si están en contra, también. ¿Estoy dispuesta a perderle? La cuestión aquí es quien será la cicatriz de quien.

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    • Alan Michel Barrosa
      17/04/2014 7:43 pm

      ¿Qué sentía? ¿Qué sentía?; el viejo de saco desgastado—más repugnante, que aquella flor de sol; no por él, era su olor a pescado putrefacto y una humedad seca— me miraba, pero, seguro, para preguntarme algo que a medida no debía escuchar.
      — ¿Estás seguro de lo que haces, Willy?, zarparemos en unos cuantos minutos—su voz rasposa pregunto. Lo hizo nuevamente—. ¿Este es tu camino?
      No ayudaba, solo presionaba mis dudas y aquella escasa preocupación, y se encharcaban en el espacio—entre esa delgada línea del tiempo y lo que sucede— que yo les asigno muy dentro de mí. No era eso lo que realmente un chico necesita escuchar, cuando todo se envuelve en un destello y nos vemos en la obligación de darle al mar una respuesta simple, literal, sin tapujos, de lo que omite una pequeña o larga sonrisa durante la pauta en consideración.
      ¿Por qué no es tan simple tomar una decisión?, ¿Por qué no? ¿Por qué no es tan simple la vida?
      Cuando este frunció una interrogante apropiada—pero despiadada, por ser no más que un degrado, a mis pasos inseguros, sin un fin, posiblemente—me volví hacia el chispeante mar, como esperando no consuelo, esperando ganar tiempo y, evadir la gota de niebla que se transformaría en una respuesta.
      Después, mire tras mi hombro para seguir en lo mismo, seguir mintiéndome para no afrontar la voz de lo que espera ser descubierto por nosotros. Note que los mercaderes se daban prisa—aunque no abastecían a subir todas sus provisiones a la nave, con velas exhaustas de color—para abordar el Zelandia, y así llegar a Islas Brujas, donde tal vez, solo tal vez, creo, cada cual debía un futuro, o solo se les cobraría su pasado.
      El rugoso Strutk, se alejó unos metros para subir sus pertenencias al barco—al igual que los demás—solo habían llegado hasta allí, puesto, fue una consecuencia positiva, por detenerse a petrificarme por una punzante interrogante; mis zapatillas seguían tomando la misma posición en la fría arena—parecida al lodo seco—no había un desplante por su parte; el viento se metía por mi heredada gabardina verde, se levantaba con una ondulación en la parte baja; de instante, ese fastidioso de ojos, ese abrumante sol, se despedía; ganaba punta una ennegrecida de nubes—gritando en voz alta una muy segura lluvia desganada—la luz me oscurecía por falta de un camino claro, bien aventurado, o distinto, o elegido.
      Un hombre aventó un grito fuerte.
      — ¡Apresúrense tíos, os llegareis tarde a la colina de Mesia!—me importaba poco si llegase o no retrasado, o si los demás, conquistaran su destino; debía tomar una decisión ahora.
      Es preciso formar la unión de nuestra felicidad.
      Empecé a caminar del sitio marcado. En mi trayecto de la orilla del mar a la puerta inclinada de la nave, solo miraba arena mojada, su pintado por la llegada de las olas a tierra firme, recuerdos que dan vida, y quien sería, en parte, culpable de un gran viaje.
      El aire pegaba muy fuerte y rechinaba. Era resonante y con un bramido descomunal, pero no para sus acompañantes, con quien acostumbra a charlar por las mañanas.
      Una mano escamosa, sujeto mi brazo hasta halarlo. Volteé. Era el navegante Strutk. Me detuve.
      —Si vas por ahí, es posible derramaras sangre y errores, veras luz en la oscuridad… su efecto contrario. Aprenderás a encender tu alma cuando se haya apagado, sabrás que tu diferencia es una ventaja clara—aturdirá en ocasiones—, obtendrás locuras y desvelos con empinada a un abismo—tan solo penderán de un hilo—gozaras dignamente por tu alma libre; besaras junto al mundo esas tiras del mar. Hay dos sonrisas en la vida, una larga y una corta… esperemos verte patas arriba. Hoy no es un día de suerte, solo es mejor que ayer. Nacimos para volar.
      La mirada propia se había implantado en la suya.
      — ¿Este es tu camino?—añadió otra vez, y otra vez, me condeno a la duda.
      Le respondí sin ataduras.
      —la brisa dice que no se vive de los sueños.
      El viejo entrelazo su brazo derecho sobre mi hombro. Me llevo hasta el Zelandia.
      —No se vive de los sueños… se vive de hacerlos posible.

      Responder
    • Alan Michel Barrosa
      17/04/2014 7:54 pm

      ¿Qué sentía? ¿Qué sentía?; el viejo de saco desgastado—más perturban te, que aquella flor de sol; no por él, era su olor a pescado putrefacto y una humedad seca— me miraba, pero, seguro, para preguntarme algo que a medida no debía escuchar.
      — ¿Estás seguro de lo que haces, Willy?, zarparemos en unos cuantos minutos—su voz rasposa pregunto. Lo hizo nuevamente—. ¿Este es tu camino?
      No ayudaba, solo presionaba mis dudas y aquella escasa preocupación, y se encharcaban en el espacio—entre esa delgada línea del tiempo y lo que sucede— que yo les asigno muy dentro de mí. No era eso lo que realmente un chico necesita escuchar, cuando todo se envuelve en un destello y nos vemos en la obligación de darle al mar una respuesta simple, literal, sin tapujos, de lo que omite una pequeña o larga sonrisa durante la pauta en consideración.
      ¿Por qué no es tan simple tomar una decisión?, ¿Por qué no? ¿Por qué no es tan simple la vida?
      Cuando este frunció una interrogante apropiada—pero despiadada, por ser no más que un degrado, a mis pasos inseguros, sin un fin, posiblemente—me volví hacia el chispeante mar, como esperando no consuelo, esperando ganar tiempo y, evadir la gota de niebla que se transformaría en una respuesta.
      Después, mire tras mi hombro para seguir en lo mismo, seguir mintiéndome para no afrontar la voz de lo que espera ser descubierto por nosotros. Note que los mercaderes se daban prisa—aunque no abastecían a subir todas sus provisiones a la nave, con velas exhaustas de color—para abordar el Zelandia, y así llegar a Islas Brujas, donde tal vez, solo tal vez, creo, cada cual debía un futuro, o solo se les cobraría su pasado.
      El rugoso Strutk, se alejó unos metros para subir sus pertenencias al barco—al igual que los demás—solo habían llegado hasta allí, puesto, fue una consecuencia positiva, por detenerse a petrificarme por una punzante interrogante; mis zapatillas seguían tomando la misma posición en la fría arena—parecida al lodo seco—no había un desplante por su parte; el viento se metía por mi heredada gabardina verde, se levantaba con una ondulación en la parte baja; de instante, ese fastidioso de ojos, ese abrumante sol, se despedía; ganaba punta una ennegrecida de nubes—gritando en voz alta una muy segura lluvia desganada—la luz me oscurecía por falta de un camino claro, bien aventurado, o distinto, o elegido.
      Un hombre aventó un grito fuerte.
      — ¡Apresúrense tíos, os llegareis tarde a la colina de Mesia!—me importaba poco si llegase o no retrasado, o si los demás, conquistaran su destino; debía tomar una decisión ahora.
      Es preciso formar la unión de nuestra felicidad.
      Empecé a caminar del sitio marcado. En mi trayecto de la orilla del mar a la puerta inclinada de la nave, solo miraba arena mojada, su pintado por la llegada de las olas a tierra firme, recuerdos que dan vida, y quien sería, en parte, culpable de un gran viaje.
      El aire pegaba muy fuerte y rechinaba. Era resonante y con un bramido descomunal, pero no para sus acompañantes, con quien acostumbra a charlar por las mañanas.
      Una mano escamosa, sujeto mi brazo hasta halarlo. Volteé. Era el navegante Strutk. Me detuve.
      —Si vas por ahí, es posible derramaras sangre y errores, veras luz en la oscuridad… su efecto contrario. Aprenderás a encender tu alma cuando se haya apagado, sabrás que tu diferencia es una ventaja clara—aturdirá en ocasiones—, obtendrás locuras y desvelos con empinada a un abismo—tan solo penderán de un hilo—gozaras dignamente por tu alma libre; besaras junto al mundo esas tiras del mar. Hay dos sonrisas en la vida, una larga y una corta… esperemos verte patas arriba. Hoy no es un día de suerte, solo es mejor que ayer. Nacimos para volar.
      La mirada propia se había implantado en la suya.
      — ¿Este es tu camino?—añadió otra vez, y otra vez, me condeno a la duda.
      Le respondí sin ataduras.
      —la brisa dice que no se vive de los sueños.
      El viejo entrelazo su brazo derecho sobre mi hombro. Me llevo hasta el Zelandia.
      —No se vive de los sueños… se vive de hacerlos posible.

      Responder
    • Iván Romero Torres
      23/04/2014 4:55 pm

      La otra conquista

      Tañía el tambor y el sonido del caracol retumbaba en los cuatro vientos. Los presagios funestos se habían cumplido. Los conquistadores sometieron todo, el mestizaje dio sus frutos, templos y dioses se edificaron sobre los restos de las civilizaciones primigenias. Los hombres blancos, llamados Vikingos, se convirtieron en amos y señores de la gran Tenochtitlan y extendieron su imperio a todos los puntos cardinales.
      Hernán Cortés y sus soldados desembarcaron cuando la conquista se había consumado ya. La utopía ibérica se disolvió entre las aguas y, antes que regresar a casa con las manos vacías y la deshonra, el capitán y sus hombres prefirieron entregarse a las furibundas aguas orientales para ser devorados; de la costa caminaron a las entrañas del mar y, bajo el sol radiante, se consumó el suicidio colectivo.

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    • J. González
      24/04/2014 10:47 pm

      Tradiciones familiares
      “Todos los días se me van como agua”, me dijo Hipólito cuando llegamos a la playa. Nos quedamos sentados a unos metros de la orilla viendo el horizonte. Era muy temprano en la mañana del último día del mundo.

      La noticia la habían dado unos diez años antes. Una serie de eventos en una región del universo cercano borraría la vida en la Tierra con una tormenta de rayos gama, con tal intensidad que no quedaría una gota de agua líquida o sólida en la superficie de la Tierra por muchísimo tiempo. La explosión aproximan los científicos fue el ocho de mayo de dos mil catorce. El día que nació Hipólito.

      Me casé con Fabiana tres años antes de la explosión, teníamos dos niños, futuro y planes; al día siguiente ya no.

      Hace dos años filtraron la fecha del final del mundo. Sería el cinco de diciembre de dos mil veinticinco. María cumpliría trece esa navidad.

      A los cuatro años Hipólito supo la noticia. Apenas y entendía el mundo en el que vivía y le tuve que explicar que nunca tendría dieciocho años, universidad, coche propio, tampoco esposa o hijos. Todos esos futuros que habíamos tenido por generaciones, se habían vuelto pasados para nuestros hijos. Desde su quinto cumpleaños solamente me pidió un regalo: ir al mar el día del impacto. Morir en su lugar favorito.

      María y Fabiana no quisieron venir, había que cuidar a los abuelos y estar con los primos y sobrinos. Al principio no escondieron la tristeza, pero aceptaron que era justo que pudiera llevar a mi hijo a ver el último amanecer del mundo, a la playa donde mi abuelo, mi padre y yo, conocimos el mar.

      Responder
    • Livia Chavira
      25/04/2014 12:24 pm

      Teuthis o el acecho del calamar gigante
      Nací, crecí y viví casi 30 años en la Ciudad de México sin tener más contacto con el mar que las vacaciones de verano y las jaibas que mueren a machetazo limpio en la Calzada de la Viga. Cuando regresábamos de Acapulco, mi estómago hacía vacío y succionaba mis felices momentos en familia para dejarme angustiada en el primer día de escuela. Al vacío le seguía la expectación de un evento desconocido; sentía que una fatalidad ocurriría en cualquier momento, el hormigueo que uno siente en las manos antes de un momento importante, sin saber exactamente cuál es ese evento. La preocupación perduraba por lo menos hasta el fin de semana y volvía a sentirla el domingo por la tarde.
      Cuando crecí, la angustia persistió e intenté disolverla con racionalidad. Funcionó por muchos años hasta que descubrí que el desasosiego y la sensación de acecho no era ningún transtorno psicológico. La aflicción estaba encarnada en una criatura, que con los ojos más grandes que ha tenido un ser vivo, me observaba, desde lejos, desde la playa, desde niña…
      Teuthis, un calamar gigante de tamaño sobrecogedor, sumergido en el mar me vigilaba sin yo saberlo, estuvo esperándome hasta que saliera de tierra firme y entonces me alcanzaría.
      A los veintitantos dejé México, siguiendo a mi único amor hasta Inglaterra despertando a Teuthis quien ya me llevaba ventaja cuando pisé por primera vez la isla. Ignorante de otras costas, imaginaba mi nueva residencia en la playa, con arena y brisa. Resultó ser Southampton un puerto sin playa ni arena donde el calamar plácidamente se acomodaba entre llegadas de cruceros y cargueros. Su ojo estaba más cerca que nunca antes. Cuando el aire golpeaba la ciudad con tormentas que te hacen levitar por fracciones de segundo, imaginaba yo que eran corrientes que venían de lugares remotos como Escocia. ¡Oh mi ingenuidad! Era Teuthis quien giraba sus tentáculos como aspas y levantaba el agua que caía en diluvio. Por las noches, al estar arropada en la cama y escuchando las gotas caer por la tubería, también era Teuthis quien me arrullaba agitando sus brazos como si dirigiera una orquesta. En esos momento, aún no revelaba su presencia ante mí.
      A la brevedad de un año regresé a México feliz y sosegada. Sin saber qué me sucedía, como si la plenitud fuese un estado anormal, pensaba que la desgracia que siempre me acechó se había olvidado de mí y se había obsesionado con otra persona. Fui muy feliz, pensando todas las noches que algo tendría que pagar por la dicha de mis años, por el amor recibido y por la suerte que tenía. Y tuve razón, Teuthis se quedó distraído y divertido escuchando historias del Titanic en Southampton así que no supo ni cómo ni cuándo me fui. Cuando lo descubrió yo ya estaba en tierra firme, bajo la nube café que cubre la ciudad así que ni sus ojos ni sus tentáculos podían llegar a mí. Sus episodios de furia llegaban a mí en forma de sismos intensos y bastante regulares. Los demás habitantes de mi país pagaron junto conmigo la ira de Teuthis, o tal vez eran millones de calamares gigantes empujando con chorros de agua nuestra tierra, intentando moverla, intentando sacarnos.
      Teuhtis y el destino quisieron que volviera a salir de México y regresara Inglaterra. Cuando supe que así sería, no estaba tan segura de querer hacerlo. Tuve, como los condenados a muerte, un último deseo. Y ese estado de gracia duró siete meses. Como un pez, mordí el anzuelo y salí de mi estero tibio y seguro. Tras la misericordia que tuvo conmigo, empezaría a ejecutar acciones impostergables.
      Me instalé en el centro de la isla con ánimos de abrir nuevas puertas. El primer golpe me llegó como picadura de medusa, Teuthis atacó a mi madre y la dejó con el cuerpo débil permanentemente. Acostumbrada a la voluntad férrea y a la alegría que mi mujer ejemplar tiene por la vida, tarde unas semanas en volver a escucharla sonriente y vivaracha. Esta vez no me tiraste Teuthis, el pico que tienes en la boca no nos alcanzó, pensé.
      Las aguas no estaban calmas, el cielo era negro como normalmente lo es en la isla y el frío calaba los huesos. Teuthis fue tras mi padre y lo alcanzó. Sin duda no fue el primer embate que mi papá enfrentaba así que con el peso de sus 80 años fingió que había muerto para que lo dejara libre. Al final de la batalla, papá quedo confundido y no supo si murió o sobrevivió y empezó a comportarse muy distinto, a olvidar cosas, a mezclar situaciones del pasado. Teuthis dañó su espíritu y se le estaba saliendo del cuerpo como el aire de una llanta ponchada. Apenas tuve aliento para vivir los siguientes días, para sacar la cabeza y respirar. Emprendió la ofensiva el calamar, acometiendo esta vez a mi amor. Removió arenas profundas del pasado y las arrojó sobre sus ojos y sobre su corazón.
      Fui al encuentro de la bestia, con ganas de verle en su inmensidad y arrojarme de una vez por todas a sus tentáculos. Escogí el puerto de Liverpool para ello. El día que llegué, el cielo estaba claro y las aguas tranquilas, pensé que una vez más jugaba con mis emociones y sádicamente gozaba con la zozobra y el miedo que me hacía sentir. Sobre la orilla del Pier Albert piensé: Teuthis, estoy aquí, a tu alcance. Nada sucedió porque debí saber que no estaba ahí, jamás está donde piensas.
      Sentí la más grande desolación cuando mi padre moría y yo no conseguía salir de la isla. Tormentas, nevadas, inexplicable cambio de clima que hizo que un vuelo de nueve horas se volviera de doce. Llegué tarde, ya habían enterrado a papá. Si tan sólo hubiese llegado tres horas antes…
      Desde entonces no hay un solo día soleado y sin lluvia; francamente no sé porque está tan enojado si engulló a su víctima y me dejó sin brújula. Como revancha, compro latas enteras de calamar en su tinta, al ajillo, en aceite, ahumado, como sea. Lo devoro no sin antes hacerlo trozos con el cuchillo, picarlo con palillos y dejarlo hecho una masa como él dejo a mi padre.
      He pensado que la vida misma se llama Teuthis, sé que está removiendo el suelo que piso hasta quebrarlo, esperando que caiga en una grieta y me trague lentamente.
      Teuthis: sabido tengo que no ganaré esta batalla pero te aviso que pelearé y mi epitafio se escribirá con tinta de calamar.

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    • Graciela Roque García
      25/04/2014 11:25 pm

      Ese día apareció en el mar una sirena. Los pobladores y turistas no podían creerlo, sacaron fotografías para tener evidencias de ese prodigio, los movimientos de la sirena pintaban de azul rey, el agua; de pronto, cuando los rayos del sol dieron de lleno en su pecho, poco a poco, se volvió transparente; los observadores empezaron a sudar pequeños cristales plastificados con aroma a brisa y sabor a coco y alga marina y, en escasos segundos, los observadores comprendieron la aleatoriedad de lo vivo y se veneraron unos a otros.

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    • -Son las sirenas -les dije. Pero ellos no me escucharon.

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    • Cuando despertó, todos iban al mar. Menos el dinosaurio.

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    • Arazela, esa tarde, más que nunca, tenía miedo del mar. No importaba que sus familiares se bañaran en él, ella sentía miedo. Temor a ese vozarrón que escupen las olas, a esa caricia agitada que juega con la arena… Arazela, lejos del mar, juega con estrellas de mar, porque más que al mar, teme a la noche, cuando las estrellas inundan el cielo.

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    • Y bueno, aquí estamos a pie del mar, porque no queremos estar en esta vida llena de tierra.

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    • Uno a uno, ser humano a ser humano, deshojábamos a la humanidad… me quiere, no me quiere… qué final…

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    • Por supuesto que el sol calienta, le dije. Pero enfría más, la humanidad.

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    • El resplandor es cegador, la arena calentísima. el agua brava. La curiosidad y emoción de saber hasta dónde llegaré me arrojaron por primer era vez a la inmensidad al lado de los otros quelonios. Y dice así…

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    • Cuidadora
      Eran como las cuatro de la tarde, creo. Todavía quedaba gente en la playa y algunos dentro del mar. No se cómo se echó a correr, sólo sentí que se me soltó. Brillaba tan fuerte el sol que deslumbraba. No supe por donde se metió, le juro, le juro que lo busqué como loca, grité mil veces su nombre, pregunté a todos. Se lo tragó el mar. Sólo me dejó su correa.

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    • Momento
      Salió el niño del mar con una bolsita de plástico y la cara feliz.
      – ¡Apúrate que ya nos vamos!, recoge tus juguetes, dijo la madre.
      – Mira mamá lo que tengo aquí, un pez, ¿puedo tenerlo de mascota? ¡Porfa! ¡Porfa!
      La madre en medio del agobio de levantar el campamento que habían montado accedió sin voltearle a ver.
      El niño feliz abrió el tupper, le echó un poco de pan y vació el contenido de la bolsa. Se dio cuenta que al pez le faltaba agua en ese recipiente y tomó una botella de evián y vertió la mitad. El pez agitado abrió las branquias y la boca durante unos segundos, luego se ahogó.

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    • Recuerdos
      Lo invitó a pasar por primera vez. Él aceptó y la imaginó desnuda. En la sala y mientras esperaba, clavó la vista sobre una foto donde se observaba una tarde de playa. El mar un poco agitado, y a lo lejos algunos bañistas se veían a contra luz.
      De pronto ella apareció, la blusa semi abierta y en cada mano una copa de vino.
      – ¡Aaaah! ¿notaste la foto?
      Él asintió y se giró para acercarse a ella.
      -Muy buena.
      -Es de la última vez que estuve con mi marido. Esa noche tuvo el infarto.
      Él tragó saliva y la besó.

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    • María

      El vestido es color beige, hice que le quitarán el exceso de perlas, las conté. El vestido quedó sólo con 27. Mis últimos tres años de trabajo fue para comprar el vestido.

      Jueves 20 de Agosto, de 2012
      En playa escondida, Veracruz, una vendedora de papalotes encontró al parecer la parte de un diario con fecha del 20 de agosto de 1927.

      Lluvia aun no lo sabe,
      La dejé postrarse en la arena
      Mirarse al espejo e unirse con él
      Es una chiquilla que me destroza todo

      María, la vendedora de papalotes, de regreso a su casa, distraída, contaba las ganancias del día. Fue entonces que escapó el papalote. María persiguiéndolo por playa escondida, trepó a una roca para desatorar el papalote…

      A lluvia la miré orinarse
      Vi como sus malos modos espantaba a las personas
      Hoy le he comprado su vestido de novia
      Sé que irá al punto de encuentro

      María murió en el hospital de la región, antes de fallecer contó como había caído de la roca para tomar el mensaje.

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    • Isabel Burgos
      29/04/2014 1:18 pm

      Mira el mar con nostalgia. El gran error de su vida se toma una cerveza bajo una sombrilla, incapaz de hacer las paces con su conciencia. La sirena camina por la arena, usando las dos piernas que cambió por su voz, muda también de lágrimas saladas como el aire que respira.

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    • Pinceladas

      El sol estaba pegando tan fuerte que hasta el paisaje había adquirido un tono extrañamente blanquecino. Eso no importaba a los muchachos que, ajenos a todo lo demás, seguían lanzándose a las aguas en busca de una buena ola que desafiar.

      No era un día de grandes olas. Más improbable aún era que llegara la ventolera que en otras ocasiones aparecía por las tardes. Solamente el calor inundaba la escena y una incómoda sensación, como si el tiempo no avanzara, como si el verano se hubiese hecho eterno.

      Agobiado, el pintor decidió tomar un poco de distancia y contemplar el cuadro. Tal vez debí poner un poco más de color, pensó.

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    • Graciela Roque García
      29/04/2014 11:33 pm

      Enjuague

      El viento zarandeaba nuestras risas en la algarabía de encontrar un agua que sabía jugar al juego de irse y regresar sin descanso. Yo tenía nueve años, mis hermanos: siete, cinco, tres y un año; el más pequeño, siempre en brazos de mi madre. El sol estaba en el cenit. Mi madre nos gritó que debíamos abandonar la playa, enjuagarnos y subir al autobús. Así lo hicimos. Habían pasado cuarenta minutos de viaje cuando mi madre preguntó por mi hermana Telly, de cinco años.
      -¿No está contigo?- Le contesté sintiendo que mi garganta se saturaba de arena.
      -No, pensé que estaba con ustedes.
      -No.
      El autobús giró para regresar por mi hermana. Mi madre recordó que no había dejado subir al autobús a Telly porque tenía arena en los pies y la había mandado a enjuagarse. Llegando a la playa, los adultos descendieron, preguntaron por mi hermana, supieron que el dueño del hotel la tenía a su cuidado y la encontraron llorando, sin descanso.

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    • Ana A. Aguirre
      29/04/2014 11:58 pm

      No era tanto por esperar otro atardecer como por presenciar otro ocaso. La necesidad de corroborar que el tiempo pasa y ella está cada día más cerca de aquel encuentro, no obstante otro día, y a pesar de sus hijos que juegan entre las olas, la reconforta.

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    • FOTOSENSIBILIDAD

      Sus ojos eran estrellas binarias moribundas a punto de estallar, listas para absorber toda la luz, materia y energía del mundo cual agujero negro. El día que lo llevaron a la playa, no pudo evitar mirar, maravillado, el cielo claro, y justo en su centro, al sol. Entonces sus dos pupilas crearon supernovas implosivas seguidas de sus respectivos agujeros negros que alcanzaron los cielos, absorbiendo y consumiendo todo el espectro de la luz solar. Todo fue haciéndose negro al tiempo que era arrastrado hacia la nada: el mar, la arena, las palmeras, los animales, las personas. Y así sucesivamente y a una velocidad exorbitante, toda la vida en la Tierra; hasta que le llegó el turno a sus ojos y, finalmente, a su propia existencia.
      En fin. Siendo testigo de todo hasta el último momento, el invidente dejó de fantasear con su depresión. Afuera no hay colores.

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    • Cuando empezó la balacera, todos corrimos al mar. De veras, no me importó no saber nadar. Prefería morir en los brazos de la Naturaleza, que abatido por las balas de esos cabrones.

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  • El mar siempre supo que algún día regresaríamos…

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  • Fui un grano de arena del Sahara meciéndome entre dunas. Fui un grano de las playas del mar del Nilo. A veces fui un grano pegado plantas y palmeras, cobijas, y pies descalzos. Sin embargo, me gusta pensar en mí como compañero del general Napoleón Bonaparte. Una tarde terminé en la solapa de su sombrero, cuando animaba con uno de sus grandes discursos a sus tropas para la batalla en Egipto. Las maniobras que hice para mantenerme junto al general fueron muchas, pero mi admiración por él era mayor. Me sentía otro guerrero más montado en su caballo, o pegados a las hombreras de su uniforme. Hoy, no obstante, soy sólo un grano de arena debajo del mar. Después de perder al general, busqué mi camino a la playa, y me dejé arrastrar por los otros granos que buscan despedirse de la furia del viento, y descansar tranquilos cobijados por la presión del agua. A veces pienso que, quién sabe, quizá haya forma de regresar y repetir.

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  • La luz y el trueno.

    …Y un trueno retumbó en el cielo, como una voz que nos llamaba y hacia ella fuimos. Como polillas cruzamos la tierra siguiendo la luz que parecía estar quieta sobre el océano, cuyas marea subían y bajaban como si nada pasara.

    De los primeros en llegar casi todos se hundieron, sin cerrar sus ojos ya quemados, viendo siempre hacia la luz a pesar de las olas turbias. Luego comenzaron a aparecer los elegidos, que andaron sobre las aguas como profetas bendecidos por el toque divino. Ellos ardieron sobre el océano y sus cenizas pronto comenzaron a fundirse con la arena.

    Tras días de inmolaciones y ahogamientos, surgieron los que no se ahogaron, ni andaron sobre las aguas. Ellos flotaron, se elevaron hacia la luz con un gesto idiota en sus rostros, la expresión de los insectos, pues insectos eran para el ojo cósmico. Ascendieron pronto hasta alturas prodigiosas y no supimos cuantos fueron ni lo que pasó con ellos.

    Finalmente quedamos unos pocos que llegamos al mar de últimos y no nos hundimos, ni realizamos prodigios. Las olas necias nos regresaron una y otra vez a la playa de cenizas hasta que un nuevo trueno rugió en el cielo dejándonos sordos. Atónitos nos vimos a la cara, sin rconocernos uno a otro; apenas vestidos con harapos, empapados con una mezcla de agua de mar, ceniza y desperdicios; con los oídos sangrantes y los ojos enrojecidos como si de nuestra misma sangre estuvieran hechos.

    Somos los herederos de la Tierra. No sabemos cuántos somos, no escuchamos más que nuestra voz desde muy adentro, contándonos esta historia que cada uno escribe siempre y por siempre, sin comer, sin dormir… ¡Aquí estamos! Entendimos nuestra misión y la cumpliremos mientras esperamos… mientras esperamos…

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  • Noé Stoypar Anadie
    02/04/2014 4:52 pm

    Amenaza para el Cosmos

    Un buen día salió del mar en calma por que ya no cabía allí, en ese equilibrio. Arrastrándose en forma amenazante llegó a tierra firme. Con el paso del tiempo se irguió y desarrolló un pulgar oponible y así pudo trepar a los árboles para escapar de algunos de sus parientes. Gracias a un defecto en la mandíbula de uno de sus ancestros ésta se volvió menos dura y le permitió desarrollar a él y sus descendientes durante la fase embrionaria una bóveda craneal más grande y con eso espacio allí para un cerebro mayor con el cual pudo, entre otras cosas, llegar a una mejor comprensión de su entorno. Ello, aunado al ya mencionado pulgar oponible, lo llevó también a construir herramientas y a crear un lenguaje para comunicarse con los de su especie. Merced a esas ayudas y la consecuente ventaja que le conferían sobre otros parientes, comenzó a multiplicarse sin orden contaminando con ello su entorno. Si bien algunos de sus congéneres fueron capaces de realizar avances para mejorar el mundo que habitaron, fueron los menos. La mayoría siempre fue una especie depredadora: una suerte de plaga planetaria. Debido a las herramientas cada vez más sofisticadas que podía construir un buen día fue capaz de abandonar su planeta de origen dejándolo completamente deteriorado . El Universo todo,antes tranquilo y en equilibrio como el mar del que surgió esta amenaza, desde ese momento ya no pudo estar a salvo nunca más…..

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  • Natalia Honorata
    02/04/2014 5:51 pm

    Te besé y me supiste a mar, ese mar que te carcome las heridas con su sal, que te cuece el corazón y la lengua… que se lleva tu esperanza si lo dejas…
    Y olvidé decirte, antes de que partieras por la mañana, odio el mar.

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  • Diane Peña
    02/04/2014 8:49 pm

    Pramédicos
    Martín era un anciano de 73 años que se mudó a una isla cercana al Caribe. Nunca se casó, pero sí tuvo hijos con distintas mujeres, de algunos se llevó la sorpresa y de otros simplemente les cerró la puerta. Mas hubiera valido que no…

    Fue soldado en la guerra de Vietnam, de su pelotón, sólo sobrevivió él… El sentido reciente de su vida era acumular objetos, a tal grado llegó su trastorno que después de ser tratado por varios psicoterapeutas, llámense psicoanalistas, psicólogos o psiquiatras comenzó a colectar únicamente cochas de mar, le encantaba escuchar el sonido que producen. Decía que sólo así atenuaba los disparos y los gritos de aquella guerra, aunado a sus huidas intermitentes de la nada.

    Éste verano su ambición pareció no tener cordura cuando se adentró tanto entre el mar por conseguir una impetuosa concha… Está por demás describir cómo fue su agonía al haber tragado tanta agua y que sus brazos no fueran lo suficientemente fuertes para seguir resistiendo.. Su mirada quedó perdida, sus labios abiertos… y los para médicos veían desde sus pupilas el sol tan resplandeciente… pensando – ¿sí tan solo supiéramos con quién comunicarnos? Éste hombre siempre estaba solo.

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  • Diane Peña
    02/04/2014 10:03 pm

    Victoria estaba recostada sobre la arena, esperando a su hija Mariana, que fue por unos cocos… mientras la madre se preguntaba una y otra vez cómo explicarle que las relaciones sexuales se deben preservar para una edad (de preferencia) mayor a los 18…

    Mariana volvió sonrojada y agitada, Victoria le ha notado el cambio y Mariana sabe que su madre jamás la entenderá por qué no tiene su juventud, así que resume todas las miradas inquisitivas como un: !nada sí, ¿no puedo estar contenta porque´sí?! Al ir por los cocos se encontró con un hombre terriblemente apuesto que rondaba los 34 años…
    Las ha estado observando desde hace días… y a Victoria que tiene 38 le ha gustado sin saber que a Mariana también.

    La segunda ronda de cocos corrió por cuenta del seductor y sorprendidas voltearon para ver dónde estaba… se aproximó con una sonrisa y una cámara de fotos, juntos se pusieron a retratar esa vista hacia el mar… Madre e hija guardaron su secreto y aunque Mariana consumó el acto esa misma noche, Victoria seguía pensando que mañana habría un mejor momento para abordar el tema.

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  • Diane Peña
    02/04/2014 10:24 pm

    Semental Barba Roja

    – !Navegante soy en tus olas misteriosas! … gritaba el actor mientras nalgueaba a la actriz que lo seguía con ritmo, desde la posición más primitiva…
    – !Corte! gritó el camarógrafo para indicarles que continuaría con el «close up» mientras ella se colocaba encima.

    Todo sucedía desde el balcón de una casa privada con vista hacia el mar..
    .

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  • Diane Peña
    02/04/2014 11:19 pm

    Cuentos conexos

    La misma tarde que Martín murió ahogado (Revisar cuento de Para médicos); que Mariana y Victoria se fotografiaban con el «extraño seductor» (Revisar cuento de Victoria estaba recostada…) sucedía que los del estudio de grabación de películas para adultos (revisar Semental Barba Roja) hicieron una convocatoria para que mujeres jóvenes trabajen como «modelos» y casualmente el seductor de 34 ya había convencido a Mariana… Victoria al encontrar el volante con la información y las bragas afuera de la ducha con vestigios del acto «amoroso», se molestó y preocupó tanto que la presión le subió y los mismos para médicos fueron a ayudarla.

    Las demás personas que nadaban tranquilas en la orilla del mar, no se imaginaron el enredo en el que estaban involucradas aquellas personas que por la mañana saludaron sin prestar mucha atención.

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  • Pudimos hacer mil cosas pero decidimos disfrutar del sol, mientras caía hacia nosotros.

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  • Abrió la palma que brilló en la oscuridad. La quiromántica le dijo con pena al vampiro: veo un sol en tu futuro.

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  • Cuando terminó de hundirse la Atlántida durante un segundo el mar guardó silencio.

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  • El sol, dijo el ciego, es un globo amarillo allá arriba, rodeado de un cálido el viento de luz. Estuvimos de acuerdo con él y nadie quiso decirle la verdad.

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  • El sol, dijo el ciego, es un globo amarillo allá arriba, rodeado de un cálido viento de luz. Estuvimos de acuerdo con él y nadie quiso decirle la verdad.

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  • Fue entonces cuando aparecio, como un destello de luz brillante, el sol era infimo comparandolo con el aura que emitia con su sonrisa; entonces hasta este momento descubri mi sexualidad que brota como lava incandescente de lo mas profundo del mar, mis manos eran como dos bolas de fuego que podian derretir hasta un tempano de hielo, mi respiracion se habia convertido en complice de mis senos que se mecian uniformemente en cada suspiro, solo una mirada basto para podernos conectar como dos nubes que se fusionan formando la figura perfecta para los enamorados. El reloj se detuvo, se acerco a mi, no puede haber explicacion humana para lo que enseguida acontecio, pareciera que ha sido el mismo Diablo que lo ha puesto en mi camino como una tentacion de la cual no tenia control, ya no existia ni el espacio, ni el tiempo, ni materia alguna entre el y yo, estabamos destinados a caer en la garganta cruel y despiadada del infierno infinito, era solo ese momento hermoso para tomar mi decision, me pare, deslice suavemente mis manos sobre sus brazos, no parecia humano, mas bien era un ser divino que jugaba con mis deseos seduciendo mis instintos de mujer que por 2 decadas estuvieron inertes, conservandose para este momento. Me acerque un poco mas para poder sentir su respiracion con mis labios, conectamos nuestras almas con nuestros ojos, ya no habia escapatoria, no pude hacer nada, nos besamos, su boca era tan dulce que la pasion y el deseo se apoderaron de mi…Alguna vez quise saber que sentia el colibri al extraer el nectar de las flores, ahora tenia la respuesta. No podia haber mejor escenario para culminar nuestro encuentro, la melodia del mar era perfecta, nos recostamos en la arena, el extasis que emitiamos era como el perfume del jazmin en plena primavera…
    Entonces se detuvo, acaricio mi cabello, me miro fijamente a los ojos, una lagrima rodo por mi mejilla, beso mi frente y se fue. Grite tan fuerte que me desperte, Sara me dio agua y se rio de mi, el libro de Jane Austen se habia caido a la arena..El iba pasando enfrente de mi, levanto mi libro, me pregunto mi nombre e iniciamos una conversacion, el deja vu otra vez….

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  • Hoy es un buen día

    -Hoy es un buen día, hazlo – Me levanto y me pongo el camisón, porque aunque ya salió el sol, es temprano y hace frío. Salgo de la casa, la brisa toca mi cara y llena mis pulmones de oxígeno. Respiro, sigo aquí. Escucho la voz otra vez y recuerdo lo que tengo que hacer. Camino dejando huellas sobre la arena, superficiales. Sigo caminando hasta que el agua toca mis pies. Me detengo. Mi corazón empieza a latir más rápido, pero escucho a la voz una vez más. Camino y camino hasta que el mar cubre todo mi cuerpo y poco a poco, diluye mis lágrimas en su inmensidad. No quiero morir, pero la voz en mi cabeza no me deja vivir.

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  • La columna de fuego se mantiene eterna sobre Sodoma y Gomorra. Miles llegan buscando convertirse en sal.

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  • El artista admiraba su obra. El primer amanecer de todos los tiempos.
    Había bastado con curarse la palma de su mano para que una lluvia de partículas inundará el universo y se pusieran en marcha los engranajes de la vida. Ahora fascinado con su creación esperaba paciente para ver que clase de criaturas emergirían del primer diluvio universal.

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    • «Amén» susurraste en el clamor de la madrugada. «Amén» que no significaba nada religioso, ni puro ni casto, menos en ese contexto. «Amén» era simplemente tu forma de decir «Así sea».
      Hacer un pacto en el medio del mar suena a suicidio, maldita Alfonsina que vinculaste las olas con muerte, pero nuestra promesa era hermosa, llena de esperanza y deseo, plagada de «nos vamos a volver a ver» y de «nunca te voy a olvidar». Una gordita como yo, blanca como la nieve ( y no se imaginen a la hermosa Blancanieves, porque lejos estoy de esa figura esbelta y feliz) había encontrado el real significado del amor en el mar. Por eso maldigo a Alfonsina, porque a mi el mar me había traído el amor, y ahora se lo estaba llevando, al fin y al cabo así es el mar: llega ruidoso, y se va en silencio. Paco era un alfiler con patas, parecíamos «El Gordo y el Flaco», en este caso «La Gorda y el Flaco», yo caminaba segura a su lado porque el decía que yo era hermosa. Y la verdad, ante tantos años de ser «la gorda» del curso elegía creerle.
      Suenan las olas. Se escuchan chicos corriendo y riendo, «niños» me dije en mi mente, niños que no saben lo que yo descubrí este verano, niños que están lejos de descubrir lo que yo descubrí.
      El sol nos penetraba y mi piel blanca pasaba del pálido al rosado en cuestión de segundos, tus ojos verdes brillaban aún más y a mi eso me derretía. «Clarita, te voy a volver a ver porque soy feliz con vos. Porque me gusta hacerte sentir bien, y me gusta que me hagas sentir bien. No hay mucho que explicar. Te amo desde el primer día de vacaciones, te amo desde que vi que no tenías prejuicios, que te gustaba disfrutar de las pequeñas cosas como a mi. Te amo porque sencillamente el mar te trajo a mis manos, y el mar de aleja de ellas.»

      ¡Ah! Suspiré. Mi Paco querido, tierno como los cachorritos de mi perra Cleta. Tierno como el bebe de mi prima Sabrina. Tierno como sólo Paco podía serlo. Le dí un beso en el cachete y me quede con las ganas de que me dieras mi primer beso. Pero como eras un hombre de palabra debía esperar al verano siguiente.

      Adiós Paco. Buen viaje y hasta luego.

      CB

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  • La segunda vez que fui místico
    Domingo 1 de marzo 2014

    Hay una batalla entre el cielo y el infierno por mí. Los ángeles están molestos, pues parece que yo no ayudo en nada, solo blasfemo. La contienda parece que está por decidirse. Me quieren bautizar me quieren poner, Samael o el Negro, (Ella me llamaba prieto) a mí me gusta mi nombre, a mí me gusta perro (Eso significa mi nombre) Krisna significa el oscuro, el negro. El símbolo del misticismo es el sol negro. Pero no, no quiero. Pido una entrevista, propongo que nos veamos en el lobby del hotel en media hora. Bajo, todo es orden y paz, pasa los 30 minutos, me desespero, no entiendo nada. Solo veo dos ángeles desayunado. Pero no pasa nada, no creo que hayan pasado más de diez minutos cuando me desespero, me largo. Subo al cuarto por mi maleta y cuando bajo, todo es el infierno. Un caos en la realidad, música ruidosa. Y el gerente de todo eso, burlonamente me dice, hasta pronto. Nos vemos. Salgo de ahí.
    Camino por la calle. Pasa corriendo frente a mí un Ángel. No sé qué hacer, sigo caminando y enfrente de mi va un demonio. Me cambio de calle y ella lo hace, sigue delante de mí. Me vuelvo a cambiar y vuelve a hacer lo mismo, ahora es ya obvio. Quizá hasta ella se ha dado cuenta. Me detengo, pasa un ángel y lo sigo, se asusta, trato de no llamar mucho su atención, pero se asusta. Se detiene y se mete a una cochera, lo espero, sale y lo sigo, ya se dio cuenta.
    Llego a una congregación de Ángeles. Intento sacar fotografías pero en ese instante se me descarga el cel.
    Están por restablecer la luz, el orden divino. Me quedo a sus pies y empiezo a rezar. Son como las 9am.
    Llega otro penitente, se para junto a mí y comienza a ver el cielo, es mayor que yo, tendrá 50 años más o menos, va vestido igual que yo, está ahí parado junto a mi viendo el cielo y esperando algo, parece que duda, se arrepiente se quiere ir, trato de decirle que espere, que se dé que va el juego, que él vendrá y que estaremos bien. Tiene cara de tristeza, finalmente después de unos 30 minutos de estar ahí igual que yo, vestido como yo y mirando el cielo igual que yo, se va.
    Pregunto cuándo se va a restablecer la luz, me dicen que como a las 11 am, o 15 para las 11am, empieza la corriente. Sé que significa, rezo y espero. Solo veo el cielo. Pasan frente a mí, demonios y ángeles. Un ángel trae un símbolo muy espacial, un símbolo practicante infalsificable, yo lo he utilizado como principio de realidad. Por eso sé que esto es real, no es una coincidencia. Además trae un perro, el perro se hace debajo de la cruz, el ángel recoge el desecho, sé que me están dando otra oportunidad. Ahora estoy seguro de que no mienten, pero los demonios me quieren hacer dudar, me quieren perder. Se burlan de mí, estoy ahí en una plaza pública de la ciudad laberinto, rezando y volteando al cielo. Sin embargo me sé el juego. Aparece el demonio, trata de que lo vea, volteo hacia el cielo, rezo. Se burla de mí, dice que estoy loco. Lo escucho decir que la última vez que dios vino tardo 9 años. Pienso en que seré un indigente, 9 años viviendo ahí en una plaza pública, no creo poder con eso. Pero en el fondo sé que no es cierto, me sé el juego. Se pone detrás de mí y en un punto donde lo puedo ver por un espejo, siguen sus burlas, sigo volteando hacia el cielo, tengo que esperar. Pasa un ángel le pregunto la hora. Diez para las diez me dice, sigo rezando, el demonio se va pero, llegan otros demonios menores, sigo rezando, según yo ha pasado como media hora. Pregunto a otro ángel la hora. Me dice 10 a las diez, alguien lo regaña, por bromear con migo. Sigo ahí no puedo saber que hora es. Trato de calmarme pasan como dos horas según mi medida, siempre he sido bueno calculando el tiempo, pregunto a otro ángel la hora, 20 a las Once. Sé que están por establecer la corriente, y no pasa mucho cuando empiezo a sentir. La electricidad corriendo por mi espalda, un calor que va de mi columna hacia los lados, como si me incendiara, sé que sigue, sé que debo hacer. Si me mantengo ahí, si logro controlar la corriente, si logro matar al ego, al narciso, se presentará dios. Pasa un ángel y me dice, que dios vendrá pero como hasta las 7 pm, le doy gracias, se me hace extraño que le gente no curioseé mas, la mayoría de los presentes son o ángeles o demonios. Esto es de lo más extraño.
    Comienza la electricidad a correr por mis columna, me dan espasmos, la gente se saca un poco de onda. Tengo pendiente de mi cartera y de mi mochila, si me disuelvo, alguien se las va arrobar, sé que eso me ata a la realidad, sé que si sigo pensando en el dinero de la cartera o en la laptop de la mochila no lo voy a lograr. Me digo que debo arrojar la cartera y la mochila pero no lo hago. Sigo jalando energía. Me da un pequeño desmaño, nada importarte, solo un vaguido, quizá ni me desmaye, pegue con la cabeza en un piedra, no importa sigo ahí esperando, pero la adrenalina me levanta, tengo que tranquilizarme y tratar de calmarme, sigue los demonios alrededor mío. Pido ayuda al cielo y me mandan ángeles, sigo rezando y viendo al cielo, son como las 11 30.
    Llega un mariachi. Son Ángeles son tres o Ángeles, con símbolos de Ángeles y cantan las mañanitas a no más de 3 metros de mí. Casi sin razón alguna. Sé que está pasando. Me siento bien. Las cosas van mejorando.
    Pasa un ángel en una camioneta y me grita ya pusieron la luz, ya hay corriente. Doy gracias. Me santiguo, agarro mis cosas y me voy.
    Debo aceptar que no estoy listo, que tengo solo un cuarto lugar. Debo ser humilde y aceptar que mi arrogancia no me permite ir más allá. Debo aceptar esta experiencia como una prueba que he pasado con seis y estar alegre de haberla pasado. No sé si se ha quitado el empate paro creo que sí. Debo ser humilde y aceptar que esto no es una derrota sino un acto de perdón, de preparación para una batalla más larga.
    Bajo hasta una tienda comercial, quiero comprarme una camiseta con un símbolo angelical, pero está cerrada, me dicen que no ha vuelto la luz, que por eso está cerrada, afuera hay como unos 20 demonios unos 5 ángeles y como 2 personas. Sé que algo nada mal, me regreso a la plaza a rezar, pasó junto a un puesto de ropa, usada. Lo entienden dos brujas, veo un sweater con el símbolo que necesito, lo compro, sé que aparte me ayudar a lograr lo que quiero. Pues el calor puede ayudar a que se dé la disolución. Cuando llego de nuevo, hay un verdadero caos, Ángeles y Demonios se me quedan viendo de la manera más extraña que me pueda imaginar, nadie sabe que está pasando, todo se vuelve un caos. Nadie ni yo mismo se bien que estoy haciendo ahí, los Ángeles se retiran, quedan solo demonios, creen que he regresado a burlarme, o no sé qué crean pero todo la realidad es un caos, vuelve a aparecer el demonio, y yo sigo rezando. Pido a dios me dé una oportunidad de luchar por él, y no solo por mi alma, empiezan a aparecer madres con sus hijos, aun no entiendo ese símbolo. Aun no sé qué significa, se ponen de detrás de mí me cuidan, ahí madres con símbolos demoniacos con hijos con símbolos demoniacos y madres angelicales con hijos angelicales. Me desespero pero no sé qué debo hacer, sigo rezando y tengo miedo, siento el calor, en mi espalda, siento la cara quemada por el sol, tengo sed, sigo rezando. Se van esas madres aparecen otras, sigo sin entender los de los hijos. La realidad se empieza a componer cada vez hay más ángeles y menos demonios, veo los símbolos, no pasa nada, no entiendo nada, no voy a poder, estoy ahí como una hora más, finalmente acepto que Dios no va a venir en esta ocasión, porque yo soy muy arrogante, sé que la lección es que acepte que no soy digno que me retorne y me prepare para la siguiente vuelta. Veo que la realidad este tranquila, que no haya demonios en el sitio. Finalmente doy gracias por la oportunidad y me voy.
    Llego a la tienda comercial. Está abierta, voy hacía el departamento de ropa, veo un camisa con el símbolo que quiero, justo al lado, esta otra con el símbolo demoniaco, la que quiero cuesta 158 y la otra 35, es extraño, parecen ser muy similares solo cambia el símbolo, no sé porque la diferencia de precio, compro la que quiero, salgo de la tienda, me la pongo y voy de regreso a la plaza. Mientras camino voy pidiendo humildad, que me den otra oportunidad. Cuando llego todo es otro caos, nadie entiende que estoy haciendo ahí. Me pongo en mi lugar, rezo, todo es un soberano caos, está el demonio y sus secuaces, se ríen. Le digo a Dios que los deje ahí, que así menos me rajo, tengo miedo y sé cómo aprovecharme de eso, lo meto a la columna y lo trasformo en energía, sigo rezando, todo se clama, ahora ya no hay ni Ángeles ni demonios, pido ayuda, leo los símbolos, otra vez aparecen los Ángeles, de cuando en cuando un demonio, sigo rezando.
    Hago un experimento, pido ángeles, y los Ángeles llegan, están un rato se van pido de nuevo y otra vez aparecen. Sé que todo esto es real. No me lo estoy inventando. (Ojala y hubiera servido el celular para haber sacado fotos)
    Recuerdo lo que me dijo el Ángel, que como a las 7pm, vendría, sé que no me podre quedar tanto tiempo, quiero pero me falta humildad, me falta fe, sigo rezando como otra hora, pero no sé bien, el tiempo es de los más complicado, finalmente, doy gracias por la oportunidad, me quedo con lo que tengo, me santiguo y me voy a casa. Pido a dios entendimiento.

    Día tres de marzo, llego a casa d mi madre, me reciben con alegría me han hecho de desayuda, todo es festivo. Finalmente me han bautizado, se ha resulto la batalla por mi nombre. No puedo decir que pasa algo raro, pues en estos días, todo, todo, todo es raro. Pero de repente veo el calendario, y aparece mi nombre, me han puesto, San Caledonio. Me gusta. Tomo la hoja como evidencia. Ni siquiera sabía que existía un Sato con tal nombre. Siempre dije que yo era San calebcito de asís de los santos de los últimos días de nuestro señor el apachurrado por un camión de la corona. Pero ahora ya no me causa gracia. Lo extraño es que hayan respetado mi nombre, como lo pedí.

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  • El Lic. Peralta no sabía cómo se siente la arena y la sal en la planta de los pies, nunca se quitaba los zapatos en la playa. Se contentaba con mirar el mar a una distancia prudente, se quedaba siempre un cuarto de hora observando, luego recogía una concha, la guardaba en la bolsa y regresaba a su cuarto de hotel. Su colección ascendía casi a un centenar de estas conchas, todas provenientes de playas diferentes. Le gustaba viajar. En cada lugar que visitaba, costas invariablemente, repetía el mismo ritual y nada más. Sólo una vez cambió ese rito, era un día soleado y despejado, a lo lejos se veía un grupo de jóvenes jugando con las olas, era 29 de febrero, año bisiesto. Peralta miro por un cuarto de hora esa postal viviente, luego camino en dirección al mar, a paso lento pero decidido, no se quitó los zapatos, sólo siguió derecho, sin dejar de ver al horizonte, sin detenerse, hasta que se perdió de vista para siempre.

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  • «Se volvió a fundir» repetían berreando todos alborotados. Ninguno estaba callado, ninguno quieto. Todos a medio tostar, reclamaban un poco calientes, otro poco borrachos. Había, desde luego, los revoltosos y criticones, también en bañadores pero éstos, los bañadores, eran rojos y negros y estrellados y con martillitos tropicales muy revolucionarios. «Pero eligieron diez años más, ¿verdad? Vidas más largas y servicios públicos pésimos». Se referían, desde luego, al referéndum universal en el que la humanidad, casi de manera unánime -de no ser por los noruegos (¡ah, esos malditos noruegos!)- que la administración divina debía, como prometió en campaña, cumplir con diez años más de vida, hueso y pellejo a cada individuo sin importar su devoción y la eliminación permanente de la calvicie, sin importar la edad.

    Cierto es que Buda lo había hecho estupendo dos siglos completos, recompensado en las urnas con la reelección permitida. Pero siempre hay voces que rompen lo que no debe romperse. «Ya fue mucha bondad, nos estamos durmiendo como humanidad, siempre nos ganan los orientales, cómo permitimos que un obeso nos gobierne» Por eso, y porque los dioses latinoamericanos no se asesoraron bien y armaron campañas dispersas con discursos muy anclados en el viejo regionalismo (¡en pleno orden cósmico!) volvimos al régimen conservador, pero renovado. La nueva cara del occidentalismo era, sí, dinámica, propositiva, con las mismas barbas pero menos castigador y juicioso. Una elección apretadísima le dio la victoria por un siglo completo sobre una coalición india que aceptó divinamente su derrota.

    Cumplió las promesas más populares y las más viables. Desde luego que no nos engañó desde un inicio cuando reconoció que sería complicada la petición más sonada -las encuestas de opinión pedían nuevas extremidades capaces de emprender vuelos cortos-, pero la longevidad y la erradicación de alopecia, fueron concedidas. Como todo gobierno y todo problema público, divino o humano, los recursos son siempre escasos (más que refutada está la hipótesis del universo en expansión). Para cumplir ciertas cosas, se redujo el presupuesto en espectáculos visuales, como arcoíris y auroras boreales, y en alumbrado público, en buena medida. Ya estamos a mitad de siglo; los diez años de longevidad no le alcanzaron a la generación del momento para reclamar por los apagones solares, que se prolongarán, según expertos, hasta bien entrados los cien años de administración.

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  • Natalia Honorata
    03/04/2014 4:26 pm

    El mar se balanceaba al compás de los acordes del piano, en un segundo, el gran pez de hierro sintió la música encima. La enorme ola enmudeció las teclas y la brisa se llevó los últimos murmullos del concierto. Un naufragio inesperado, un hoyo negro; sin despedida, el barco se llevó los secretos del músico, marinero sin instrumento. La red pudo recobrar al maestro.
    Arriba el sol resplandecía sobre la fatídica fiesta.
    Abajo, en el oscuro profundo, sobre la Real Concha, la primera lección de la sirena hacía volar los susurros de las notas de Chopin.

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  • Soledad.
    En este preciso momento dónde mi soledad se hace tan real y tú presencia tan lejana. Me siento a orillas del mar y contemplo tu esplendor, tu singular belleza que me quema el alma y me llena de ti, de tu quietud, de tu incesante luz que me persigue y me provoca a estar quieta, a desear estar contigo, me dueles, me duele mi ausencia de ti.
    Lo siento, lo siento mucho, ni tu deslumbre de majestuosidad me alcanza para volver a ti, ni reconocer mi necesidad de tu presencia en mi vida, nada, no hay nada que me jale hacía a ti, ya no sé cómo conquistarte, ni cómo dejar que me conquistes.
    Tú estás ahí reflejado en la naturaleza y yo estoy aquí sentada frente a ti… esperándote, deseándote, anhelándote, por favor, no tardes.

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  • Al final el ser hombre decidió regresar, tantos miles de años que la evolución dedicó al ser humano, escapando de un medio acuático, hostil, adaptándonos a un nuevo hogar, sobreviviendo, evolucionando, tomando a este mundo como nuestro… Al final ya no queda más remedio que regresar, los últimos seres humanos se encuentran buscando ser aceptados nuevamente en el medio que nos dio vida, polvo al polvo, eso se dice, somos agua… volver a nuestros orígenes, lógico, el sol cada vez más grande e inclemente, la tierra ya no se mueve, el calor nos está matando, no hay más, es hora de regresar, de formar parte de lo que alguna vez fuimos, nada.

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  • De entre todas las fotografías que tenía el psiquiatra, su favorita era una playa con un sol resplandeciente que se reflejaba en el mar. Esta le provocaba una grata sensación de lejanía.
    Había pasado años visualizandose en esa playa en su tratamiento contra la agorafobia, hasta que al fin estuvo curada y decidió conocer el lugar que la había sacado de su encierro.
    Durante el viaje comprendío que aquel momento era el que definiría lo que era. Y así fue cuando al enfrentarse a un sol tan brillante que podría cegarla y a un mar que amenazaba con devorarla a la menor provocación, no pudo más que encontrar refugio en una cueva, donde habría de pasar el resto de sus días frente a la playa que amaría siempre desde la fantasía.

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  • Fernando Zesati
    03/04/2014 10:05 pm

    Camino hacia la playa pero la playa se me escapa. Por más que avanzo se mantiene la distancia, como si la costa se moviera a mi ritmo, dando un paso atrás por cada paso que yo doy. Es terrible, lo sé, pero qué se le va a hacer: ningún hombre ha podido alcanzar al Horizonte.

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  • He contado los días de mi naufragio. Mil ciento once días. He registrado la forma de las nubes. Leones, orugas, pañuelos, unicornios, barcas. He medido la duración de las líneas de espuma en la orilla. He clasificado los bramidos de la resaca según la distancia en cada punto de la isla. He dominado a las especies marinas y mamíferas. He aprendido a contar mi historia en la corteza de los árboles y las cuevas de los acantilados. Y ahora me dispongo a contar las estacas que alojarán las cabezas de los enemigos que llegan a través del agua.

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  • Laura Angélica Méndez Morales
    03/04/2014 10:26 pm

    Mi último día
    …Pies descalzos, impotencia, frustración y soledad, combinación perfecta para que aquél día pudiera correr a todo lo que daban mis piernas. Miedo, terror, ¿por qué tenía que escuchar esas palabras de mi padre?: “tiene que saberlo ahora mismo, morirá en cualquier momento, no podemos dejar que ocurra y ya”… Tal vez lo mejor era volver o ir en busca de ayuda pero ¿ayuda? ¿A quién? Si estoy absolutamente sola en este mundo; decidí borrar todas esas opciones de mi cabeza y seguí corriendo con la mente en blanco, con lágrimas que se asomaban por mis ojos, así es, lloraba pero podía notar el coraje en el corazón, pues no lloraba de tristeza; siempre fui una persona frívola, no entendía por qué ahora comenzaba a quebrantarme, quizás ahora estoy presenciando mi fase terminal.
    Empezaba a cansarme, no sabía dónde me encontraba, sólo me llegaba un olor a tierra mojada, agua salada… ¡El mar! Había llegado a la bahía, escuché miles de veces hablar sobre éste, pero no lo conocía. El agua, pura y cristalina, tal y como era yo de niña, cuando ahí las cosas no parecían tener importancia, en cambio, hoy vivo el presente y todo mi entorno se ha derrumbado.
    De repente, toda aquella desesperación desaparece, camino despacio con arena bajo mis pies, arena que se desvanecía entre mis dedos al tomarla, era tan fina, tan suave… que sentía que contar cada granito de ella no sería problema; contar… ¿contar? Esa palabra puede significar tanto, me remonta a las épocas en las que me preocupaba por todo, en las que cada minuto de aquellos días me deprimían, todo parecía ser negativo y sobre todo era porque no contaba con nadie; sin embargo, ahora estoy aquí, feliz y aún sin tener a alguien a mi lado… pero en esta ocasión es diferente, no se siente el dolor, no existen sensaciones malas, sentimientos negativos, sólo puedo sentir paz, lo relajada y lo contenta que estoy. Pero todo tiene un fin, y el mío se aproximaba, lo reitero: no siento ya dolor. La puesta de sol se aproxima, empiezo a tener la sensación de quedarme dormida… lentamente… poco a poco… Intento acurrucarme, pero ya es tarde para moverme, ya no puedo, lo último que veo es el sol ocultándose, y lo que finalmente escucho son las gaviotas que van directo a su nido; una vez más, lo último que siento es la brisa en mi rostro, sonrío, llegó al túnel de la oscuridad, mis ojos se han cerrado eternamente y es obvio que elegí el mejor lugar para vivir por última vez.

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  • La Reina Madre

    Es un breve, brevísimo, instante, en que tambaleante, Hécuba se detiene sobre la arena frigia, antes que como bulto la trepen a una de las naves de Odiseo, rumbo a Ítaca.
    La reina madre, reina viuda, despojada de su prole, siente la sal en su piel herida. Ve el humo que queda de Troya perderse entre las nubes. Ve el sol sobre las aguas, el manto de Apolo. El alba nueva.
    Fija su mirada en los hilos del sol. Ruega porque, misericordiosos, la dejen ciega.

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  • Las tumbas apenas se distinguen, sus cruces se alinean con el mar, por unos minutos justo cuando el sol se asoma y las sombras se confunden, parecen que surgen del agua como las mismas olas. Cada cruz avanza a la orilla hasta que el sol las ilumina por completo, entonces se quedan quietas, clavadas en las rocas hasta la noche cuando la marea las devora y regresa al mar. Es costumbre entre los pescadores clavar una cruz en las rocas cuando alguno de nosotros ya no regresa más a casa. De cada cruz penden como rosarios hilos tejidos de caracolas, en sus conchas vacías guardan murmullos de adiós que se repiten por la corriente hasta los oídios de los seres queridos en el fondo del mar. Aquí está mi cruz, grabado está mi nombre, de ella penden siete caracolas. Aquí está mi tumba, que desde hace 9 meses y 28 días surge del mar con cada amanecer.

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  • Telón de espuma

    ‘Él entra en escena, como rompe una ola’, pensó sosteniendo las hojas blancas y el bolígrafo. La arena en sus pies lo hacía pensar en cómo la humedad le estorbaría al escribir.
    Tú fijarás los ojos en la espuma y, desde las burbujas, te sorprenderán reflejos de tus ojos, de tus largas barbas, de tus ojos negros. Eras como un Artemio Cruz pulsante, el Picasso proyectado desde los cristales de la bolsa de mujer se habían convertido en pulsión de muerte desde el mar: yo, tú, él.
    Yo respiraba, respiraba y empañaba el vidrio de la mesa. A penas sentía las manos. Cuando intentaba pararme: fallaba. Mi cabeza volvía a caer sobre el vidrio. Ya había perdido demasiada sangre para sostenerme.
    Él siempre exclamaba: «Y cuando suba el telón…» Así comenzaban sus historias asombrosas. Él y su voz habían narrado Shakespeare hasta memorizarlo. Él y su voz dejaban ver alguna Ofelia perdida en los pliegues de la memoria.
    Tú entenderás, entre tanta burbuja, esferas reflectoras, que encharcado en tu propia sangre habrías de morir. Tú pensarás eso cada mañana que despiertes con arena en los pies y metal en la boca.
    Yo ya no. Yo-yo. Yo-ya-no respiraba. Yoya norrespiro cuand tu mano muebe las míás con las muniecas cortadas. Paresco munieco de trapo, de jerga décia miabuela. Con un lengüa de trapo. hAdios hOracio.

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  • Gerardo Jiménez
    04/04/2014 3:16 pm

    Se veía tan lejano y enorme, que pensábamos que era el Sol.
    Unos segundos, vapor, piel que reventaba en ampollas rojas.
    Cayó al mar y destruyó la vida.
    Así fue como el mar volvió a ser lo que fue en un principio.

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  • Javier Castanedo
    04/04/2014 5:10 pm

    CONDENA

    ¡Qué hueva! volvió a salir el sol. Y yo que ayer me acosté feliz pensando que esa maldita pelota amarilla había muerto ahogada en el mar. Ni modo: ¡a trabajar otra vez!

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  • Omar Descotte
    04/04/2014 10:04 pm

    Respiro bajo el agua

    Caminaba solo, observe mis huellas en la arena como siempre lo hacía. Miré a mí alrededor, los observaba, me gustaba pensar en cómo sería ser uno de ellos. Pero yo soy diferente, pensé. Nunca me había preocupado por los demás, solo me gustaba observarlos. No tenía a nadie, ningún incomodo acompañante, lo intentaba pero nada cambiaba. De un momento a otro se acerco a mí y me pregunto ¿por qué miraba a su novia?, diablos, tenemos siete años, me dije.

    Ella intento detenerlo pero a pesar de su corta edad era más fuerte que ambos. Me sujetaron entre varios y me llevaron a la zona prohibida de la costa. “Nadie debe entrar aquí” grite mientras intentaba zafarme. “¿Qué te pasa?, no he hecho nada” le pregunte con rojo en los ojos. Lo único que escuche fue: “Aprende a nadar imbécil”. El agua estaba fría, no me gustaba el olor y sabía peor. Intente salir pero termine por hundirme mientras el sol era el unico testigo.

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  • DRAMA EN TATOOINE.
    Tocó, con cuidado, el parche que ocultaba la cicatriz, el vacío de su ojo. Ahora veía sólo uno de los soles.

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  • Manuel Noctis
    05/04/2014 1:53 pm

    Acá a lo lejos me encuentro tratando de acariciarle la cara al cielo, buscándole remedios a mi soledad, recordándole a los mares tus miradas.

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  • Víctor Rivas
    05/04/2014 6:12 pm

    «ADVERTENCIA» Nunca nadie se molesto en avisarnos que las exóticas caracolas marinas de aquellas recónditas playas,eran en realidad, bellas y peligrosas trampas, diseñadas por las sirenas para capturar marinos incautos -cómo lo eramos nosotros- y hacer quién sabe qué, con dichas presas. Ahora nuestros cadáveres naufragan sobre la inmensidad del océano con dos advertencias: la del horror y la de la muerte.

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  • Atardecer
    Ella me dijo que la encontrara en la playa. Cuando llegué sólo había espuma.

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  • Sin el color de tus días mi playa no era más que una tierra baldía.

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  • Última comunicación

    Era jueves según recuerda la testigo, acapulqueña de nacimiento. Dice que por un lapso de 15 minutos se posó un ángel con una espada sobre la playa del hotel donde trabajaba. Le describe con la corona, las alas y los caireles. También dice haberle preguntado su nombre y ser ignorada por completo. Al parecer el sujeto se retiró hacia el norte dejando una estela de luz que confirma lo que se manejó en la última comunicación. Está cerca. Debemos seguir moviéndonos. Cambio y fuera.

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  • Consuelo García Toledo
    06/04/2014 12:14 am

    …era inmenso,profundo,cálido y resplandeciente,de esos amores únicos e irrepetibles,¿a donde había partido? ¿Volvería un día ?
    Creyó encontrar sus huellas en la arena,las seguía desesperada mientras la olas divertidas reían en su interminable vaivén.
    Sucedió que, cansada de manotear entre la espuma,decidió enfrentar al mar y fue así ,que después de reclamar a gritos por la ausencia de su amado se sumergió y como respuesta tan sólo el silencio quedo…

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  • El maldito Van Helsing le mandaba postales de blancas playas y espléndidos soles.

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  • Meteoro.

    Mientras paseaba por la playa su mirada se perdió en aquel brillo tan singular que provenía del cielo. Parecía que al fin conocería el rostro de su mejor estrella, por lo que la miró por el resto de su vida.

    ¡PUM!

    Sí, por el resto de su vida.

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  • Diego Lanis
    06/04/2014 3:24 pm

    El fuego de la pasión parecía perdido. El sonido de las gotas lo desmentía. La mano se apoyaba sobre el marco de la puerta y flexionaba un dedo como si invitara a entrar.. Espió con un sólo ojo . El tambor de la cerradura giró lentamente. Intentó desviar la atención. Los anillos concéntricos obnubilan la mirada. Salgó despedido cómo si me hubieran dado un empujón. El líquido ya no corre. Espera expectante. También yo. Los cuerpos se arriman mientras las miradas se aprueban. La mano que , cierra la ducha recorre los primeros pliegues de la piel lozana.Las piernas tiemblan , el corazón se acelera y el estómago cosquillea con una pluma en la planta del pie. El cabello de ambos es ahora un conjunto abroquelado. Los dedos se toman , las palmas baten y los oídos escuchan susurros. Los labios esperan que , las bocas se cierren con un candado. El amor y sus lenguas clausuran cualquier otra posibilidad.. Los pies , entrelazados asienten y confirman. Sentado sobre la arena ,con los brazos apoyados sobre las piernas no miro. Ví y deje de hacerlo. Pasan a mi lado los dos desnudos. Rozan uno de mis pies. Con un guiño invitaban a seguirlos. Ya no . Así , está bien. El sol y el mar ratifican. Cómo vinieron al mundo. Para seguir amandosé.

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  • Déjà vu

    Fue entonces cuando apareció, como un destello de luz brillante, el sol era ínfimo comparándolo con el aura que emitía con su sonrisa; entonces hasta este momento descubrí mi sexualidad que brota como lava incandescente de lo mas profundo del mar, mis manos eran como dos bolas de fuego que podían derretir hasta un tempano de hielo, mi respiración se había convertido en cómplice de mis senos que se mecían uniformemente en cada suspiro, solo una mirada basto para podernos conectar como dos nubes que se fusionan formando la figura perfecta para los enamorados. El reloj se detuvo, se acerco a mi, no puede haber explicación humana para lo que enseguida aconteció, pareciera que ha sido el mismo Diablo que lo ha puesto en mi camino como una tentación de la cual no tenia control, ya no existía ni el espacio, ni el tiempo, ni materia alguna entre el y yo, estábamos destinados a caer en la garganta cruel y despiadada del infierno infinito, era solo ese momento hermoso para tomar mi decisión, me pare, deslice suavemente mis manos sobre sus brazos, no parecía humano, mas bien era un ser divino que jugaba con mis deseos seduciendo mis instintos de mujer que por dos décadas estuvieron inertes, conservándose para este momento. Me acerque un poco mas para poder sentir su respiración con mis labios, conectamos nuestras almas con nuestros ojos, ya no había escapatoria, no pude hacer nada, nos besamos, su boca era tan dulce que la pasión y el deseo se apoderaron de mi…Alguna vez quise saber que sentía el colibrí al extraer el néctar de las flores, ahora tenia la respuesta. No podía haber mejor escenario para culminar nuestro encuentro, la melodía del mar era perfecta, nos recostamos en la arena, el éxtasis que emitíamos era como el perfume del Jazmín en plena primavera…
    Entonces se detuvo, acaricio mi cabello, me miro fijamente a los ojos, una lagrima rodo por mi mejilla, beso mi frente y se fue. Grite tan fuerte que me desperté, Sara me dio agua y se rio de mi, el libro de Jane Austen se había caído a la arena..El iba pasando enfrente de mi, levanto mi libro, me pregunto mi nombre e iniciamos una conversación…. el Déjà vu otra vez……

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  • Todos los peces retrocedieron. En el mar se leía un mensaje nuevo. El hombre entendió: el verdadero cielo se mueve, baila entre las rocas, destroza los pies, está hecho de arena.

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  • Gertrude se equivocó

    Cuando las rosas dejaron de ser rosas, una a una las estrellas se apagaron.

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  • FERNANDO CARRILLO VIRGUEZ
    07/04/2014 11:05 am

    Marchaban cual «zombies» hacia el centro del océano.
    Una fuerza incólume, espectral, ineludible y magnética, parecía halarlos mar adentro. Se avistaban sedados. Parecían poseídos, alienados, enajenados.
    Presos de esa atracción cinematográfica y aterradora, miles, se adentraron en las gélidas e insondables aguas salinas.
    Y lo más asombroso, se perdían en esa inmensidad. Sumergidos por completo. Jamás salían a flote.
    Nunca lo hicieron.
    El mar no devolvió a sus prisioneros, jamás.
    No liberó a ninguno.
    Absorbió a toda la población.
    A los últimos, aquella tarde en la que el sol radiante resplandecía con una fuerza que parecía calcinar algunos hombros furtivos.
    Brillaba de una forma muy particular.
    Era un sol profético, ardiente pero, desesperanzador.
    Parecía anunciar la despedida.
    O la bienvenida a algo tan sublime, como fantasmagórico..
    (..)

    50 años han transcurrido desde entonces y, el enigma aún no ha sido resuelto. Ni lo será jamás, seguramente..

    Frente a esa playa lúgubre y tremebunda, yace el pueblo fantasma.
    Sus tristes y seductoras aguas, jamás volvieron a abrazar a ser humano alguno..
    (.)

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  • INSTÁNTANEAS

    La foto de la playa. Vacaciones. Verano. Agosto. Infancia. Mamá tomando el sol. Bañistas en el agua. Palas. Rastrillos. Cubos. Niños en la arena. Castillos. Olas en el horizonte. Sombrillas por todas partes. Gaviotas sobre nuestras cabezas. Mucho calor. El agua de un azul turquesa. Más castillos. Más niños. Más gente. Mi hermana Julia chapoteando en la orilla. Risas. Gritos. Voces. Diversión a raudales. Aguadillas. Un mar de gente. Bronceados perfectos. Mujeres en topless. Pechos grandes. Pequeños. Pezones claros. Oscuros. Turgentes. Puntiagudos. Olor a loción solar y salitre. Cuerpos achicharrándose. Rayos UVA. Julia buscando caracolas. Julia mezclándose entre el gentío. La playa llena de toallas. Torsos bocarriba. Bocabajo. El oleaje que derriba mi fortificación de arena. Yo pegándome con las olas. El castillo destruido. Lágrimas en mis mejillas. El cubo arrastrado por la corriente. Un calor asfixiante. Mamá sobresaltada. Mirando. Preguntando. Haciendo aspavientos. Hablando con los socorristas. Con las señoras. Con los hombres. Con las ancianas que llevan pareos. Mamá preocupada. La furgoneta negra alejándose. Mamá llorando. Infancia. Agosto. Verano. Vacaciones. La foto de la playa.

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  • EL MAR Y SUS INSONDABLES MISTERIOS

    Algunas tardes me siento junto a la orilla de la playa y, a pesar de que el mar está desierto y no se ve a nadie, oigo voces procedentes del agua. Dicen mi nombre, una y otra vez, como la rueda de un molino que no cesa de dar vueltas. Aun así, yo trato de ignorarlas, de no hacer caso a esas voces. Los médicos creen que están en mi cabeza, que son figuraciones mías. No existen, me han dicho en cientos de ocasiones en el psiquiátrico mientras me atiborran de pastillas. Sin embargo son tan reales que esta vez, atraído por la curiosidad, me interno en el agua. Está fría y huele a salitre. En el horizonte, el sol es un queso gigante. Cuanto más me adentro, con mayor nitidez escucho las voces. Rubén, Rubén, parecen decirme. El agua ya sobrepasa mi cintura y todavía no sé qué es lo que quieren. De repente una ola me engulle. Me atrapa entre sus garras y apenas puedo respirar. Me falta el aire, mi cabeza estalla en mil pedazos y luego se hace el silencio. Ahora al ver a los bañistas, soy yo quién los llama, esperando a que cualquiera de esos incautos ocupe mi puesto.

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  • Jesús Armenta Peredo
    07/04/2014 5:26 pm

    Un viento execrable y violento impero el cielo; lanzando a las inertes nubes a la faz de la tierra. La gente palideció al ver el suceso casi bíblico; dirían algunos. Otros el miedo los venció y decidieron suicidarse, pensando en la llegada del juicio final.

    La humanidad feneció en el cobijo de las nubes níveas.

    Seguido después de un silencio críptico que domino todo el planeta… Desde ese día el cielo ya no es el cielo y el infierno… ocupa ya otro lugar.

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  • Jesús Armenta Peredo
    07/04/2014 5:30 pm

    MUDANZAS
    Un viento execrable y violento impero el cielo; lanzando a las inertes nubes a la faz de la tierra. La gente palideció al ver el suceso casi bíblico; dirían algunos. Otros el miedo los venció y decidieron suicidarse, pensando en la llegada del juicio final.

    La humanidad feneció en el cobijo de las nubes níveas.

    Seguido después de un silencio críptico que domino todo el planeta… Desde ese día el cielo ya no es el cielo y el infierno… ocupa ya otro lugar.

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  • Hijos de la Tierra

    Los trajeron las olas. Eva gritó asutada cuando miró al primero. Tardaron en darse cuenta de los otros porque se reunieron extrañados y llenos de curiosidad alrededor de aquel bulto portentoso. Era biscoso y del tamaño de una persona; parecía un capullo cubierto de algas en descomposición y sobre su húmeda superficie había un lento borboteo. Tomás halló otros dos, y entonces vieron cómo la marea arrastraba más, cientos de ellos, dispersándolos por toda la costa hasta donde alcazaba la vista. De pronto escucharon un crujido. Una grieta empezó a atravesar el cascarón asqueroso y del interior salían volutas de vapor y un olor nauseabundo. Luego, primero suave y entrecortado y amplificándose después, se desencadenó una serie llantos infantiles. Las cebezas que asomaron por la ruptura pudieron ver los movimientos juguetones de un niño, un niño humano, pringoso y sin embargo perfecto, cuya blanca piel tenía restos de algas por todas partes. Era un niño precioso. Cada niño de cada bulto era precioso. Y la humanidad los criaría aun cuando todavía no sabía que, en adelante, no podrían procrear.

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  • PLAYA AL FONDO

    Al final de la tarde toda esa gente apoltronada, sin querer, disfrutaba del tibio oleaje. Hacia la mitad del cenit aún con un enceguecedor resplandeciente, el sol se disponía a remojar sus viejos cabellos y hundirse hasta la otra mitad de la tierra en albo reposo. Las cámaras flotando en la orilla indicaban que algunos rescatistas habían tirado la toalla. Mientras, la madre pareció hundirse en un ensopado recuerdo que el mediodía le trajo, entre sus manos rugosas, y sus alaridos fantasmales como alas de gaviotas cortando el viento de gotas. Se dice la madre, como si flotara sola ahora, en una profundidad que seguramente forma parte de un ídolo de cuatro años, cansado de sonreírle a las profundidades. Cuando corría tras un rastro que no logró advertir en la playa, dos jóvenes vestidos de camisa blanca le advirtieron que todo pasaría, madre, que siga la línea de luz y dictamine el caos del mundo en donde se esfuman las almas dormidas hacia las profundidades florales que repites. El momento respirado es siempre ahora. Luego de voltear a ver si se topaba con algún rastro o una pequeña mirada tirándole del vestido, los dos hombres resplandecientes desaparecieron. Para esto, el oleaje había ya borrado sus huellas. Es presumible que en ese punto de partida termine el vertedero de lágrimas, pero la verdad no habita lo conmocionado de lo que sucede, impredecible. El muchachito persiguió las olas que lo iban arrastrando, atado a la cámara que lo varó mar adentro. Unos albatros en círculos lo despertaron, avanzada la tarde. El extravío lo tornaba invisible. Las ondas en círculos aguardaban la paz de un cielo que se hundió con el peso de un ídolo de carne. El niño hundiéndose entre burbujas y crines como jirones de tela vivientes deseará la paz de los ahogados, sin dejar de sonreír.

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  • Don Arturo
    07/04/2014 10:40 pm

    Se fue…
    Estoy cansado, he recorrido un largo camino, mis ojos se cierran, no he dormido en tres días, no puedo olvidar su cara.
    El rumor de las olas, caminar descalzo, sentir la arena entre los dedos me reanima.
    No puedo olvidar, ese aire que viene del mar, golpea mi cara me hace respirar nuevamente.
    ¿Porque no salió? quise ayudar, me congele.
    El sol quema mi piel, la siento irritada, desde que llegue me acosté, no tengo ánimos de levantarme. Tres niños jugando en la orilla, verlos como entran y salen del agua, me hacen recordar cuando luchaba por salir. ¡Quiero olvidar!
    Destapo la tercera, cuarta, quinta, no se… ya perdí la cuenta de lo que he tomado, prefiero tirarla ya se calentó.
    Se fue ¡maldita sea!…

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  • Y DE LA ARENA, NI SUS LUCES

    Siempre he dicho que el mar es mi cura y salvación.
    Supuse que era una buena idea.
    Que bastaba para tener un buen y sobre todo; romántico, divertido y aventurero plan para que él viniera.
    Le envié una carta por correo, claro, eso lo haría caer. Correo viejito, con cartero, a casa de sus padres porque no tenía ni idea si se había ya mudado, si vivía con su pareja, con sus amigos, si se había fugado al campo o a la montaña, si se había ido al cono sur que tanto anhelaba. Bueno. Decidí enviarle esa carta a casa de sus padres, seguro que le llegaría a las manos. La acompañé con un libro. ¡Claro! Él había estudiado literatura, tenía que caer si le llegaba un paquete con una carta escrita a mano con mucho cuidado, acompañada de un libro. El libro, obviamente en portugués, su país favorito es Brasil, tenía que ser en portugués para que cayera redondo.
    De hecho incluí una frase en portugués para que no hubiera ninguna duda de su presencia a mi “plan”.

    Yo sentada. No puedo leer, no me concentro. Tengo esa punzada en el pecho que da cuando algo te da emoción, o angustia o sientes que algo está por suceder y no sabes si es bueno o malo pero sucederá.

    Pienso si será buena idea meterme al mar, “no creo, si me revuelca una ola tendré una facha terrible y a mí que me chocan mis pestañas”. Me quedo ahí, inmóvil. En mi mochila sólo traigo agua, audífonos y dos libros. Ningún libro me entra.

    Llevo ya una hora, seguramente está llegando su camión, pienso.
    Las manos me tiemblan, muero de hambre pero no me atrevo a moverme de este punto porque, y ¿si no me ve?, y ¿si no lo veo?

    De pronto me quedo dormida (sí, con todo y esa angustia). En mis sueño él llega y me toca un seno, sí, un seno. Me da un beso largo y tierno que resulta contradictorio con su mano en mi seno. Pero su mano siempre tierna también.

    Despierto sudando.

    Él no está.

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  • Varela Periañez
    08/04/2014 11:36 am

    las diluetas del mar
    Todas las tardes Rafael, miraba y remiraba el mar, no perdía la esperanza de volver a ver a su familia, un día observó que de la orilla se levantaban unas diez u ocho personas, quiso correr a preguntarles si no habían visto por allá de donde venían a su ma, pero una mano blanca le impidió moverse, no se atrevió voltear a ver quién era, simplemente siguió sentado, mirando como regresaban las siluetas al mar.

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  • Dunkerque
    Atrás, el fuego, el plomo cayendo del cielo, la muerte desgarradora. Y ahora esta paz. Esta ultima mirada al mar

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  • Fue ese día que brillaba poco el sol al menos para mi , el día que partiste aunque el sol intentaba calentar mi corazon, se sentia la oscura soledad me bañaba como olas la tristeza de tu ausencia como aquel día frio con poco sol….

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  • Liliana Martínez
    08/04/2014 5:41 pm

    Habían pasado varios meses desde que partieron de la costa Oeste. Ya no eran padre e hijo, sólo conocidos de una historia pasada. El más joven miró el reflejo del sol sobre las olas. Quiso reclamarle el largo viaje, la sed y hambre, el cansancio extremo y angustia eterna. «Pensé que la sal podrería sus cuerpos». «Se dice pudriría, y no, al parecer nos equivocamos». Otra vez el conocido silencio, ahí tampoco había aves ni otro ser vivo que lo rompiera. Los cuerpos comenzaron a acercarse a ellos. Se quedaron esperando la muerte en vida.

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  • Estela Pérez Lugones
    08/04/2014 9:35 pm

    Sentí mi piel arder y desperté. El sol clavado sobre nuestras cabezas consiguió el prodigio de separarnos. Lo odié por arrancarme de vos.

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  • Carlos Pineda
    08/04/2014 11:27 pm

    Nostálgica tarde, no esta, arde.

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  • Era el ruido atronador que lo enloquecía. Sus manos temblaban sobre el teclado desgastado por el golpeteo incesantemente sus dedos.

    Recostado sobre la cama, en el suelo, apoyado en la mesa, intentaba por todos los medios que las palabras brotaran.

    Tenía sólo 24 horas para entregar el texto y nada.

    Apenas escribía un renglón y escuchaba ese chocar de las olas dentro de su cabeza, taladrándole, obligándole a guardar silencio.

    El archivo no avanzaba, era el mismo párrafo repetido una y otra vez.

    Cerró los ojos y vencido, se dejó llevar. Sintió el sol abrazando su piel, el picor de la arena, el oleaje humedeciéndole el cuerpo.

    Pero era un sol que se iba enrojeciendo, calentaba más conforme el tiempo pasaba, la piel ardía, los labios resecos apenas podían despegarse. Intentó gritar pero estaba tan seco, deshidratado, aturdido y pegajoso como una medusa sobre la arena.

    Asustado, abrió los ojos. Aún le dolían. Sentía el cuerpo entumecido. Se estiró para corroborar que todo estaba en orden. El cuarto estaba apenas iluminado por el parpadeo intermitente de la pantalla, en modo de ahorro de energía.

    Alargó los dedos para revisar en dónde había dejado el texto y se estremeció al escuchar de nuevo ese ruido atronador y sobre el teclado, una fina capa de arena y las teclas completamente mojadas.

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  • Nadie recuerda, pues, el asedio. Las torres derribadas, las manos que trataron de mantener unidos los muros ante lo inevitable. Hay un silencio de tumba, de abandono, de derrota. Triunfante se retiran las aguas y sobre la playa estéril no queda ni un castillo de arena.

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  • NUNCA SE OLVIDA LA PRIMERA VEZ QUE SE VE EL MAR
    Javier no sabe si era azul, infinito, inabarcable. Recuerda, en cambio, que el tirante de María nunca terminó de deslizarse de ese hombro desnudo.

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  • – ¿Coppertone? – le ofreció, arrullada por el mar y el sol, a aquello que se derretía lentamente a su lado.

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  • Los fantasmas suenan a mar. Cada caracola es una casa hechizada.

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  • El sol ya no sale para todos, rezaba la publicidad. Y no mentían. Cierto es que habían tardado tanto en encontrar un mecanismo para quitarle el servicio de iluminación, fotosíntesis y calor a quienes no cubrieran la cuota, pero la segmentación es complicada en un servicio de cobertura tan amplia. La respuesta, evidentemente, no estaba en ajustar la estrella para que hiciera lo propio de manera personalizada y sólo en sujetos y propiedades al corriente con sus pagos. La Sociedad Usurera Nacional, por sus siglas, SUN, se hizo de un comando gigante y efectivísimo dedicado a identificar usuarios morosos e inyectarlos con una neutralizador que anulaba de manera indeterminada los efectos solares. ¿Legal? No tengo idea, pero sí muy eficaces. En un par de meses, el 30% de los deudores, sus plantas, casas y animales habían sido neutralizados (lo cual constituye un eufemismo de 30% de la población humana y de animales pálida y muerta de frío). Lo que seguía eran anuncios como éste y la evidencia sin mesura en las calles luminosas.

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  • Me hundo. El día está claro y mi cuerpo pesa. Es tan dulce que siento mi piel dejar la superficie del agua como una caricia. Mis ojos abandonan el cielo algodonado y se sumergen entre estas líneas de luz y sombra. ¿Qué estará haciendo él ahora? ¿Pensará en mí, en mi piel fría y húmeda? Hay algo seductor llamándome al vacío. El agua besa mis labios salados. No puedo dejar de ver el destello del sol en el agua, me confunde, no sé si de verdad sigo cayendo o floto. La totalidad del mar abraza mi cuerpo.
    Me hundo hacia el sol.

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  • Faltaban tres horas para amanecer, los rusos habían cumplido su amenaza. La bomba estallaba iluminando la playa, yo fui el primero en ver aquel atroz milagro.

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  • Cerraste los ojos para imaginar el mar, el sol y la arena. Pero los abriste y de nuevo caíste en cuenta de tu realidad: tu hijo, tu esposo, el departamento con problemas de goteras, el ultimo piso de ese edificio en Tlatelolco, el trabajo de mesera en el que te valoran más por lo corto de tu falta que por tu eficacia.
    Tomaste la pistola, la acomodaste en tu sien y apretaste el gatillo.

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  • Hágase la luz, dijo Dios, sepárense aguas y tierra. Después inventó los hombres, las mujeres, los bikinis, la Semana Santa y las vacaciones. Está ahí, en una playa, disfrutando de una piña colada prometiéndose que algún día seguirá la Creación.

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  • HECTOR NUÑEZ
    09/04/2014 5:44 pm

    Jesús escuchó con incredulidad el boletín de prensa, esperaba que la comunidad científica les ofreciera mayor información, pero cerraron toda comunicación hacía la gente de prensa. La era de Acuario estaba por terminar y con ésta toda la armonía platónica de los últimos años. A pesar de todos los avances tecnológicos, la capa de ozono desapareció completamente desde hace más de trescientos años. En cada intento por renovarla sólo lograron reducirla exponencialmente. Por lo que el cáncer de piel cobraba miles de vidas anualmente. La radiación solar era tan alta que en pocos minutos cualquier cuerpo se llenaba de llagas. Jesús caminó hacia la playa, ahí lo esperaban sus nuevos discípulos.

    La clonación de humanos era una práctica común, pero las réplicas no tuvieron la capacidad intelectual de los genes originales. Todos los grandes científicos y pensadores no pudieron igualar sus grandes proezas, tampoco fueron más creativos. Cuando le tocó el turno a Jesús, las expectativas eran muy altas, creían que su ADN cósmico podía armonizar con la nueva era: es decir todos esperaban regresar a la época de los grandes milagros. Él trato de convencerlos de que sólo reanimaron la carne, que su espíritu divino había traspasado a un plano astral diferente. Por lo que pronto se olvidaron de él. Era común ver a un hippie deambular por todos lados llevando un mensaje de paz pasado de moda y de tiempo.

    Los científicos trataron de controlar la radiación solar, utilizando los últimos avances en nanotecnología lograron enviar hacia el sol millones de nanorobots. Era un plan sencillo: al controlar la combustión interna, mediante la alteración molecular del hidrogeno, harían que las explosiones solares fueran menos intensas. Mientras tanto, Jesús se cuidaba de no ser asesinado por alguno de sus discípulos. Al mismo tiempo las grandes empresas vitivinícolas trataban de convencerlo de que no convirtiera el agua en vino; los ecologistas que ni se le ocurriera trasmutar el vital líquido; los consorcios de comida y los almacenes no querían que multiplicara el pan. Las diferentes religiones se peleaban por tenerlo dentro de sus congregaciones. Pero se dieron cuenta que era un simple hombre sin poderes, por lo que empezaron a llamarlo farsante y a desacreditarlo por todos los medios posibles.

    Jesús, a diferencia de otras ocasiones, no les habló de Dios ni de hermandad —les gritó: ¡el fin del mundo esta acerca; la era de Capricornio nos cubrirá de oscuridad eterna! Un largo invierno nos espera—. Los doce lo miraron como a un loco, pensaron que la hierba que fumaron y las pastillas psicotrópicas lo habían terminado de trastornar. Uno de ellos sacó un cuchillo. El control de las explosiones solares por parte de los nanorobots fue un éxito, la radiación la redujeron a un tercio de su potencia. Sin embargo, no midieron las consecuencias; alteraron el campo magnético de la tierra, y por consiguiente el equilibrio hidrostático de la galaxia. Aceleraron el cambio climático hasta hacerlo completamente inestable. Jesús habló por última vez, antes de ser atravesado por la hoja oxidada: “Por eso estamos aquí, para observar el último rayo de luz, el último amanecer, el último crepúsculo. En este mar en calma; esperamos que se apague la vida para siempre”.

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  • Se quedó quieto mirando las nubes, la brisa le partían los surcos que la resequedad le había escarbado en el rostro. –Puedo explicar la torsión del cielo azul, dijo
    en voz baja– Comenzó a calcular, los días pasaron y llenó varioas cuadernos. Estaba acostumbrado a hacer cáculos, a pensar lento. Quería olvidarse del avismo que traía en medio del pecho debido a que había perdido la celeste mirada de Zoe.

    Al siguiente día llegó el Duende que imaginaba, metió una catástofe y resolvió el problema en menos de una página.

    El cuerpo del enamorado flotaba con la boca llena de arena y los cangrejos ya le habían comido los ojos. Las olas lavaban un tatuaje en la nuca que se aferraba al símbolo de la vida. Los bañistas descuidados corrian al encuentro de las olas.

    Del otro lado de la pantalla, una reacción química más rápiada que un femtosegundo, revela la secuencia de un pensamiento. Una línea brillante marca
    el monitor y punto que pierde brillo lentamente marca el fin de la consciencia.

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  • Germán Campos
    09/04/2014 6:58 pm

    Lo intentamos por muchos años, pero el mar pudo mucha más que todos nosotros. Al final, jamás nos fuimos.

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  • Náutica

    Cerré los ojos y dejé que el sol calentara mis párpados. Ya no escuchaba las risas de Santiago. Ya no recordaba por qué estaba tan molesta con él.
    ¿Está bien, señorita?, dijo el mesero que sacudió mi hombro. ¡Ayuda!, gritó cuando no le respondí. Un grito ahogado salió de su garganta cuando me tomó en brazos y trató de correr hacia el hotel. Lloró cuando se cayó conmigo sobre la arena.
    Santiago se alejaba cada vez más de la orilla, quería asustarme, hacerme pensar que se había perdido. El sol lo encandiló por última vez cuando sintió mis manos jalándolo hacia abajo, a donde ninguno de los dos había nadado nunca.

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  • Carta al capitán
    Con la calma chicha que amerita la zona marítima, te comento que es bien sabido que tu sentido de orientación encalla ola tras ola.
    El diluvio elimina mi creencia en el cielo azul.
    Tengo verdadera inclinación por los náufragos.

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  • Miradas prohibidas

    Todas las tardes, en cuanto empieza a anochecer, salen de sus cuevas y se lanzan al mar.

    Madre dice que no debemos acercarnos a la valla ni mirarles porque, si posan sus ojos sobre los nuestros, quedaremos hipnotizados y a su merced.

    Pero no puedo evitar dejarme llevar por la fascinación que me provoca su mirada color prohibición. Y hoy, bajo los últimos rayos del sol, escucho por primera vez el canto de los hombres pez llamándome por mi nombre.

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  • Se llamaba Sol y estaba suficientemente solo, como un foco en una habitación de pocos muebles.

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  • Los bañistas esperaban ver caer el ocaso como una repetición del instante; ese donde decidieron dejar posesiones y ambiciones que la buena sociedad les ofreciera. La idea de la comuna salvaje aun tiene filosos colmillos, pensaba Ignacio mientras el calor le comía su sexo a esa hora de la tarde, en que por primera vez se pregunto, ¿Qué seguía?
    Después de hoy todo acabaría, se había decidido que su pequeño mundo, como algunos les gustaba llamarlo, se había corrompido finalmente…la desnudes espiritual y corporal ya no bastaba. Habría que migrar, el gran pozo estaba listo después de meses de excavación, estaba lleno hasta la mitad, después solo tendrían un poco más de tiempo antes de que la marea subiera y completara la limpieza.
    Solo era cuestión de saltar…Ignacio y muchos lo hicieron. Abajo en la oscuridad se dieron cuenta por vez primera de su animalidad, que era lo que tanto buscaban. Mas fue tarde solo se alcanzaron a escuchar los últimos aullidos primigenios.

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  • Pakal Fernando
    10/04/2014 3:51 pm

    Dos peatones coincidieron a la espera de un semáforo en rojo. Se miraron y sonrieron interesados el uno por el otro. Él habló primero, construyendo un diálogo rápido y fluido; ambos hablantes enganchados por una mágica simpatía.

    —¡Qué bonita muchachita eres!—

    —Umh, pues… Gracias—

    —A ti, por no ofenderte—

    —¿Cómo podría ofenderme algo como eso?—

    —Uno ahorita ya no sabe, si arriesgarse o no—

    —El que no arriesga no gana, jovenazo—

    —Órale, eso que ni qué… Hoy gané tu aprecio y con eso me quedo… Además del hecho de casi poder asegurar que tu mente es ágil e inteligente como pocas—

    —Podrías ganar algo más—

    —Sí, podría… Hay que salir un día, ¿va?—

    —¡Va!—

    —¿Me pasas tu fon?—

    —Apunta—

    Desde la primera noche juntos, Patricia y Ramiro se enamoraron profundamente. Los dos tuvieron la seguridad casi instantánea de estar ante su complemento ideal, y así fue. Su vida juntos fue casi perfecta, ‘casi’, ya ven que eso de la perfección es un rotundo imposible… Hoy, a décadas de esa extraordinaria casualidad que unió sus existencias, siguen juntos compartiendo su senectud desde el sosiego cercano a un litoral todavía virgen. El océano pacífico les brinda la paz absoluta, sus cabellos son blancos y sus pieles contraídas. Ambos están atiborrados de sabiduría, satisfechos, felices… Sus hijos y sus nietos con frecuencia los visitan, el mar empapa de alegría a todos…

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  • Pakal Fernando
    10/04/2014 3:57 pm

    ARAMARA (expresión huichola que refiere al mar)

    Cómo olvidarlo: El terremoto acabó con la mayor parte de nuestras vidas… Al mediodía de aquella fatídica jornada yo había visto la fotografía publicada. Era la imagen de una playa que mostraba al sol en su máximo poderío, un mar con oleaje relajado y estrías de blanquecinas nubes creciendo desde el horizonte. A partir de dicho retrato, debía crear una historia breve para participar en el concurso número 100 de en un blog literario encontrado por casualidad. “A ver qué sale”, me dije entusiasmado, pero luego de una hora ideando qué escribir no se me ocurrió algo relevante para mi criterio. Me di por vencido. Casi al instante Alma llamó a mi celular y me invitó a comer, su sola voz me hacía evocarla hermosa y grande, toda bella ella. Estaba enamorado y saber que esa mujer correspondía mi sentimiento me hacía sentir el más dichoso de los hombres. Mi trabajo hastiaba aun mi espíritu, sólo me sentía persona cuando la miraba los fines de semana enteros y algunas veces en mis horas de comida. Salí de la oficina y mi Alma ya esperaba. Me besó en la frente y con la mirada me dijo te amo. Sonreí en respuesta. Caminamos algunos segundos y de súbito la tierra comenzó a moverse mediante una agitación asesina, sacudiendo con trepidante furia a sus nobles hijos los ‘humanos’. En medio de la calle, situados en un bulevar, Alma y yo resistíamos trémulos el fenómeno destructivo. Presenciamos a la distancia el edificio donde yo laboraba, derrumbándose como una torre de naipes derrotada por un viento simple. Fue vertiginoso sentir a Mamá Natura enfurecida. Me sentí entonces el más insignificante de los seres vivos. El terremoto nos curtió durante un minuto y diez segundos que parecieron la eternidad prometida por todas las religiones. Se había acabado el espectáculo. Muchos lloraban, otros fumaban y varios más permanecían en shock. Yo no dejaba de pensar: la mente es el más vertiginoso instrumento de creación etérea. Pensaba y pensaba, por completo estremecido: pensaba en este mundo, en este país, en mi mujer y nuestras completas soledades; pensaba en mi infancia y en mi futuro también. Pensaba en que pretendía ser escritor y ni siquiera pude construir una historia a partir de una fotografía. Pensaba en el significado exacto de la palabra fracasado, y enseguida en el significado exacto de la palabra destrucción. Mi ciudad estaba deshecha y de pronto el pecho me dolió, creo que era mi corazón… Alma sollozaba. La contemplé unos segundos y también lloré. Sólo pude abrazarme a ella con fuerza desmedida y una gotita desbordada de mi ojo izquierdo mojó su hombro. Volví a recordar esa fotografía inefable para mi infértil imaginación. La playa. Una ráfaga de abstracciones nubló mi conciencia, sólo pude suspirar y susurrar en el oído de mi amada: “aquí ya nada nos detiene, vámonos al mar, vamos a empezar de cero”. Mi Alma se separó mostrando es su rostro un rictus de confusión, instantes después asintió con su cabeza. Aramara nos esperaba…

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  • Sólo los monos -todos locos- son gordos morosos, contornos porosos, montón mocoso. Pongo pocos, doro con poro, con coco. Los como pronto con polvo,Son sosos, Don Sol. Son sosos.

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  • Pakal Fernando
    10/04/2014 4:16 pm

    Aquella tarde estaba emocionadísimo. Hacían tres años que no visitaba el océano. Lo recuerdo muy bien: en vez de ayudar a bajar las cosas del auto e instalar la casa de campaña, lo primero que hice fue ir a saludar al mar. Estaba acercándome a sus cálidas aguas cuando de pronto un grupo de bañistas comenzó a gritar despavorido… “Se lo llevó, se lo llevó”… Salían a toda prisa de la inmensidad azulosa. Ya después vi con mis propios ojos aquel enorme tentáculo meneándose tremebundo, envolviendo y desapareciendo a un desdichado individuo. Corrí como nunca antes lo había hecho en mi vida y le dije a Susana que también lo hiciera, me obedeció al instante. Llegamos hasta la carretera y pedimos ayuda, fui de los primeros testigos en presenciar una serie de ataques de una bestia hasta hoy desconocida…

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  • Última voluntad

    -¿Segura que es aquí? -preguntó a su hermana mayor.
    -Este es el lugar. Es ahora o nunca. –le respondió.

    Las hermanas subieron a un bote, navegaron hasta perder de vista la playa.

    -¿Estás lista? –preguntó la hermana mayor. La menor asintió con la cabeza mientras abría un cofre que guardaba celosamente. Dentro de él había un recipiente cuadrado de cristal. Lo observó unos segundos, una lágrima brotó de sus ojos color marrón.

    -No puedo hacerlo -dijo con voz quebradiza.

    La hermana mayor tomó el frasco, lo abrió y dispersó las cenizas de su padre en el mar.

    Todo era silencio y paz.

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  • Para una joven doncella.

    El mar crea olas que te mueven de aquí para allá; parece una balanza; a veces moja, a veces seca.

    En ocasiones el Sol calcina. No te preocupes por ello ¿Sabes? Existen situaciones en que las nubes lo visitan moviendo su atención al otro lado del mar. El fuego de hoy está distraído, déjate humedecer.

    Ya se acercan las olas, ellas te llevarán a la profundidad de tu intimidad. Créeme, estarás a salvo en medio del océano.

    Regresarás como sirena.

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  • Y fue ahi donde nos volvimos a encontrar,donde todo comenzo y donde todo a de terminar.

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  • Despues de que te fuiste solo tome el carro y maneje a donde pude.Hacia un calor de la fregada.Alli estaba yo parado viendo hacia donde no estaba el dolor, donde el sentirme vacio se me olvido, cuando vi las olas y la gente alli divertiendose.
    Ellos que sabian de lo que yo sentia.
    El sol me lastimaba los ojos, pero no importaba, me lastimaba menos que lo que me dijiste.
    Alli me quede por mucho tiempo, me quite los zapatos, y al sentir el agua en los pies.
    Esa frescura me hizo quedarme mas tiempo. y al menos por un instante, olvidar.

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  • Mikitrifis

    La pequeña bruja llevaba consigo todos los elementos necesarios para el hechizo. Le llevó muchos meses conseguirlos.

    -Bien –dijo- tengo todos los ingredientes:

    *Una suela de zapato negro mordisqueado por una vaca.
    *100 gramos de raíz de cúrcuma
    *3 pelos de gato negro
    *Un trocito de la capa de superman

    Modo de preparación:

    Vierta los tres primeros ingredientes en la caldera con dos litros de agua de mar. Déjelo hervir por 20 minutos o 30 si el día está nublado. Filtre la infusión utilizando el trozo de capa de superman. Añada azúcar al gusto. Déjelo enfriar y bébalo mientras baila la danza nigromántica en la playa. El efecto comenzará transcurridos 5 minutos. Puede experimentar leve jaqueca y vértigo.

    La pequeña bruja siguió al pie de la letra las indicaciones. Bailó por toda la playa, tomó el brebaje, esperó los cinco minutos…

    Nada, no experimentó dolor de cabeza o vértigo. Pensó que el efecto tardaría unos minutos más de lo prescrito. Así que se recostó sobre la arena. Esa tarde había sido muy ajetreada, estaba muy cansada por haber perseguido a superman. Se quedó dormida un par de horas.

    Al despertar, tristemente se dio cuenta que el hechizo no funcionó. Tomó el libro de encantamientos, buscó el hechizo y al leerlo detenidamente exclamó con furia.

    -¡Mikitrifis y recontrachúfrules! –pronunció las palabras más léperas del vocabulario brujeril-¡Cómo pudo ser! –se decía así misma mientras se daba de topes con el libro de encantamientos. En la parte final de su embrujo decía con letras muy pequeñas:

    Recuerde que este hechizo no funciona en el horario de verano.

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  • Andrés Carmona
    11/04/2014 8:53 pm

    El túnel de Kens

    Pese a la devastadora crisis energética de los veinte, el Colisionador Lineal Internacional (CLI) se terminó de construir en Kioto en mayo de 2028.
    El éxito fue rotundo; se catalogaron tres nuevos elementos, se logró un Big-Bang reducido y la Partícula de Dios fue hallada. Pero el choque de hadrones trajo más que eso. Entre los restos del experimento flota una partícula que no cesa de captar antimateria. Su estructura, para sorpresa de la comunidad científica, luce como una cadena de doble hélice. Como una secuencia de ADN que no termina de crecer.

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  • Después del horizonte.

    El Sol bronceaba las espaldas de Alicia. La arena se colaba entre sus sandalias. Se incrustaba en las plantas de sus pies. La música que producían las olas, como orquesta, una tras otra, le recordaban sus días pasados: La noche que había dormido junto al mar, con las brazas candentes reflejando las estrellas. A Sebastián, el hombre que le había traído la playa y se había llevado el mar. Todos y cada uno de los catorce días que pasó acariciada por las gotas saladas que asemejaban lágrimas dónde un amor se ahogaba.

    La brisa tibia mantenía húmeda su piel. Le dificultaba el camino. Intentaba hacerla cambiar de opinión. Pero no había retorno. Alicia había dejado en lo profundo a Sebastián. Donde ella no podía llegar. Volvió un poco la mirada. Observó de reojo el mar. El sol con recelo destelló sus pupilas. Era la despedida.

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  • Me dijo, corre, sólo es agua salada, si llegas al final, todo será mejor, nunca volverás a sentir aquel dolor que Sofía te provocó.

    Nadie lo podía creer, pero llegué al final, el dolor no desapareció, me sentí tan pendejo cuando reaccioné que aquella voz que me dijo que caminara al final ,era de Sofía.

    Morí ahogado, en este mundo dicen que por amor, en el que me encontraba antes dicen que por pendejo.

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  • Jorge dijo que llegaba en estos días de verano, hace quince años, y presuntamente le creí muerto desde hace diez. Pero le veo, toda su tripulación emerge hacia aquí con paso lento y tambaleante entre las olas.

    Joder, si ya no le esperaba debí huir de nuestra pequeña choza en la playa para no lidiar con las frustrantes esperanzas porque qué le iba a decir, ¿que ahora amo a su hermano? Incluso la iluminación solar tiene tinte apagado por mi temor a sus manos, a los golpes de sus palabras y su punzante mirada.

    Así debe ser mi fin, con él, pues toca ser desdichada tras mi traición. Escurre agua, encabeza la marcha de rengos y sube el escalón del pórtico; viene a por mí ¡Tómame Georgie, te he extrañado, te amo! Mientras sonríe con la mirada perdida,

    ?? Hola putita, perdona la tardanza pero son muchos kilómetros abajo y las olas son más fuertes que los peores vientos, ya extraño tus abrazos amor.

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  • He tenido una buena vida. Aunque nunca tuve hijos, Aiden me llenó de felicidad y buenos momentos. Una felicidad que hemos forjado y consolidado a través de años de luchar y sobrevivir juntos a todo. Nunca nos casamos, pues nunca creímos en la necesidad de tener un papel que nos dijera quiénes somos, pero juntos recorrimos medio mundo: de África a Alaska, de Sudamérica a Corea, de Islandia a Papua… Recuerdo cada lugar por las pequeñas cosas que comíamos en la calle: tacos en México, mofos en Madagascar, fleischkäse en Alemania (¡qué no daría por alguno de esos ahora!)… Los recuerdos de esos olores y sabores se han convertido en vínculos con cada una de esas sociedades y culturas, una forma simple, pero muy efectiva, de sentirme más cerca de toda la gente que ha vivido en esos lugares por tantas generaciones, que han aprendido a vivir de una forma tan distinta, pero a la vez tan cercana a la mía. Esto es por ellos, por todos y cada uno de ellos. Por todos nosotros y las generaciones por venir.

    Esta es la lección más importante que aprendí del profeta… Aunque “aprender” no es la palabra correcta… Desde mucho antes de que él empezara a recorrer el mundo con su mensaje, muy dentro de mí yo ya había entendido esas palabras… Él simplemente logró convertir en una sola voz todos esos pensamientos que todos teníamos, pero nadie había sido capaz de articular. Y él los hizo explotar.
    Nos mostró que no estábamos solos y que nunca lo estuvimos. Él nos mostró que somos parte de un flujo interminable de creación y destrucción, de vida y muerte: para que unos vivan, otros deben morir. Una idea simple y brutalmente cierta, pero que en nuestra moderna obsesión con la belleza y el placer sin límite hemos olvidado.
    Doy gracias por haber vivido y de haber tenido la oportunidad de ser parte de esta generación en la que finalmente nos decidimos a romper la espiral de degradación que había absorbido a nuestra sociedad. En mi tiempo traté de crear belleza, de transmitir a todos a quienes conocí el calor de toda la gente que tuve la oportunidad de conocer. Estos recuerdos hoy me inundan de amor y si hay lágrimas en mis ojos es por la felicidad de haber vivido.

    Hoy no tengo miedo de lo que pasará. Escogimos venir a la playa en la que Aiden pasó su infancia porque, ¿acaso hay una mejor forma de decir adiós a este mundo que mirando de frente al sol y su tibio calor, al mar inmenso, al viento implacable y la arena bajo tus pies? Es casi poético, como un regreso inesperado al vientre de la madre de todos: la Tierra.

    Hoy, al amanecer, ya podían verse algunas personas en la playa. Familias disfrutando unos últimos momentos con sus seres queridos: jugando, abrazándose, besándose. Nosotros recorrimos varios kilómetros en silencio, caminando sobre la arena, simplemente tomados de la mano y aferrándonos uno al otro. Ahora son casi las cuatro de la tarde, el aire es un poco frío, pero apacible. Hay unas pocas nubes en el horizonte y algunas personas bañándose, sacándole jugo a las últimas horas con sus seres queridos.

    Aunque éste debiera ser un momento de alegría y reconciliación, una atmósfera de tristeza y expectativa lo llena todo. En las noticias ya han aparecido reportes de Japón, Australia y otras islas de Oceanía. Muchos han acudido a playas como nosotros, pero otros han elegido sus casas, hoteles, autos y hasta prostíbulos (todo lugar es bueno para el último adiós).

    Sé que muchos no están de acuerdo con lo que estamos haciendo, que nos tildan de fanáticos o dementes. Incluso querrán culpar al profeta, acusándole de lavarnos el cerebro para elegir este final. Pero nunca he estado más lúcida y nunca me he sentido más libre en toda mi vida como en estas últimas horas. Parto con alegría, fortaleza y plena conciencia de que estamos haciendo lo que deseamos. Nuestro sacrificio no es en vano y puede ser un punto de inflexión para garantizar nuestra supervivencia como especie. ¿Qué importa sacrificar unos años de vida para otorgar a las nuevas generaciones la oportunidad de nacer, de conocer el amor, la tristeza y la esperanza? ¿Qué monstruos egoístas seríamos si no pudiéramos hacer este pequeño sacrificio? Seguir esperando a que la avaricia y el hambre de poder que carcomen a nuestras cúpulas políticas otorguen soluciones viables para la crisis en la que hemos sumergido al planeta es mucho más demente. Quizás algunos crean que les hemos dejado ganar, que hemos sido derrotados y estamos simplemente tirando la toalla. Pero si este sacrificio no hace despertar a las generaciones más jóvenes, entonces—como el profeta ha dicho—quizás no valga la pena sobrevivir de todos modos.

    Escribo estas últimas palabras, no como una forma de pedir perdón o explicar a nadie mi decisión, sino como evidencia para que las futuras generaciones sepan de todo el amor y esperanza con la cual estamos haciendo esto. Pronto será el atardecer, el momento que elegimos para entregar nuestros cuerpos a la inmensidad. Un amor inmenso y total ha reemplazado todo el miedo que aún quedaba en mi corazón.
    No los conozco y nunca les conoceré, pero los amo. Vivan intensamente, libremente y sepan disfrutar y respetar a todos sus congéneres y a la Tierra que nos ha dado la oportunidad de respirar, comer, oler, sentir… Sean generosos y no sigan el ejemplo de esos que proclaman que la avaricia y el despojo son los motores de nuestra sociedad.
    Ésta es mi herencia.

    Con amor,

    Shelley

    §§§

    Últimas noticias… Reportes de todo el mundo han confirmado múltiples eventos de suicidios masivos, principalmente de personas de 60 años o más en Europa, Asia y América, todos ocurridos en las pasadas 48 horas. Aunque no existen cifras oficiales al momento, estimaciones de diversos expertos hablan de millones de desaparecidos a escala global. Líderes del G8 se han reunido en Nueva York para abordar esta crisis, aunque aún no se dispone de los detalles de estas discusiones. Autoridades locales solicitan a la población contactar a sus vecinos y conocidos para reportar posibles decesos; sin embargo, todas las líneas de emergencia se encuentran saturadas por personas que intentan localizar a sus familiares. Distintos líderes religiosos han llamado a actos masivos de oración y repudio a las actividades del comúnmente llamado “Profeta,” quien sigue bajo arraigo domiciliario como principal sospechoso de haber participado en la planeación y ejecución de estos lamentables hechos. Activistas que apoyan al Profeta han realizado manifestaciones masivas de apoyo para exigir su liberación en Nueva York, Los Ángeles, Berlin, Chicago, Londres y en más de una veintena de países. En varias ciudades de Europa se ha declarado ley marcial para evitar los saqueos de las casas de ancianos fallecidos, pero la escala del desastre parece haber desbordado a las autoridades. Disturbios siguen afectando las calles de Londres, Tokyo, Bruselas, Oslo, Beijing y otras ciudades principalmente europeas… Seguiremos informando…

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  • Parpadeó lentamente, dejando que el mar terminara de abandonar sus ojos. En medio del cielo, el resplandor inmóvil del sol. No podía mirarlo mucho tiempo. Las imágenes pueden herir, comprendió. Cuando abrió de nuevo los ojos había una luz más amable en un cielo negro. El vértigo fue inesperado. No había límites, una miríada de luces y el infinito. Casi regresó al mar, a las cálidas aguas primordiales. El pez gritó algo (horror, maravilla, soledad). Escuchó su voz rebotar a lo lejos, en el eco. Se estremeció ante lo nuevo. Tenía que ver de nuevo el resplandor de luz, el mar de calor, el azul inmóvil. A lo lejos amanecía, fuego y rojo. Cerró los ojos. Cuando los abrió, la noche se diluía. ¿Cómo podría regresar a lo conocido, a lo finito? El primer pez que dejó las aguas se recostó en la suave arena y disfrutó de la playa, el sol, del camino infinito que nosotros, sus descendientes, aún recorremos.

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  • Robinson Crusoe entretenía sus tardes vacías armando naufragios en botellas.

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  • La victoria fue total, inesperada. Nadie supo cómo Van Helsing logró convertir a la luna en un segundo sol.

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  • Sólo él sabe que no existe el mar, de las pesadas maquinarias de la ilusión, sonríe (le cuesta trabajo) y deja que disfruten de ese sol que funciona a pilas.

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  • Lo primero que hice hoy fue levantarme y asomarme por la ventana. Ayer llovió muy fuerte y no pudimos salir a la playa, pero hoy, la luz del sol me despertó y sentí cosquillas en la panza. –Amalia, Amalia – Traté de despertar a mi hermana, que dormía junto a mí, pero parecía que estaba muerta. Es dormilona, nunca se despierta antes de las nueve de la mañana, a menos que sea día de escuela. Me bajé de la cama y rápido me puse el traje de baño. Temblé todita, porque estaba frío y todavía húmedo de la mañana anterior. Busqué mis chanclas y como no las encontré, me puse las de Amalia. Caminé en puntitas. No quería despertar a mis papás. Seguro no iban a dejar que saliera sin antes ponerme bloqueador en el cuerpo. No me gusta el bloqueador. Se siente como una capa de grasa que no deja que el sol caliente mi piel. Salí y olí el mar. Corrí hasta la playa y me zambullí en el agua. No había olas, el mar estaba apenas despertando, como todos. Me puse a recoger conchitas hasta que escuché a mi mamá gritar desde la casa – ¡Irene! ¡Ven acá!- Yo no quería regresar, pero ya tenía muchas conchitas en las manos y necesitaba una cubeta para guardarlas. Volví a la casa y lo primero que hizo mi mamá fue ponerme ese horrible bloqueador. Además, tuve que esperar a que Amalia se cambiara para que saliéramos juntas. Luego de estar mucho rato en la playa, y de que nuestros brazos se pusieran morenitos, fuimos a desayunar. Yo comí un plato de frijoles negros con totopos. Mi papá pidió que me hicieran un huevo estrellado, pero yo sólo comí frijoles negros con totopos. Después del desayuno regresamos a la playa. Mis papás se acostaron en los camastros mientras Amalia y yo nadábamos y nos aventábamos arena. Mi mamá nos regañó porque terminamos con arena por todos lados, hasta en los calzones del traje de baño. Pero fue un regaño pequeño, no como cuando nos regaña por olvidar los cuadernos para la tarea. Cuando venimos a la playa todos nos ponemos más contentos. Al menos yo sí. No quiero regresar a México, no quiero regresar a la escuela. Me gusta estar aquí. Todos los días me levanto sintiendo cosquillas de emoción en la panza. Cuando estoy en México, el despertador me levanta con ese bip insoportable que no me hace sentir cosquillas; me hace sentir más bien como un hoyo que va desde mi panza hasta mis pies. No quiero regresar a México, y ya mañana es domingo.

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  • «Hemos llegado y hasta aquí llega la tierra» dijo en voz alta y sus padres no lo escucharon, miró de frente al sol.

    El ruido blanco del mar apretó su pecho, despertó del letargo cuando sus pies se quemaron e intentó correr hacia el agua, siguió adentrándose hasta esconderse del sol.

    Sus padres lo buscaron hasta dar con él, pequeño como era, tornado azul como el agua, tristeza salada.

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  • Daniel Espinosa Basurto
    15/04/2014 6:17 pm

    La playa.

    Siempre odié la playa. Gente y calor. Las dos cosas que más detesto en perfecta conjunción. Aún no sé cuál de las dos me disgusta más; supongo que nunca lo sabré. Básicamente no me queda mucho tiempo. Parece que aquí moriré, en la arena. Qué desagradable sensación cuando se mete en el espacio entre los dedos del pie; y es inútil quitársela, porque al siguiente paso ahí estará de nuevo, lista para escabullirse en cualquier resquicio destapado del cuerpo. Nunca soporté la arena más que en los adornos baratos de feng shui que se ponen en las mesas, esos que tienen un pequeño rastrillo y puedes hacer figuritas para después borrarlas; es un pequeño placer en el que todos hemos caído. Con gusto hubiera preferido un ataúd. Por lo menos habría estado más fresca, incluso hubiera tenido un cojín y estaría sin duda muy bien vestida y maquillada. Mi familia tendría tiempo de llorar en un entorno bien cuidado, según el protocolo establecido. Pero aquí estoy, con risas veraniegas, gente aceitada, voleibol, arena y sol; todo lo contrario a un funeral. Nadie llora, todos ríen.

    ¿Alguien notará algo raro? Seguro parece que estoy dormida. Estos lentes negros tampoco ayudan. Malditos bichos. Fue un piquete, estoy segura. Caminar con sandalias siempre me pareció una necedad, igual la arena te «inunda» hasta los tobillos. Además, siempre me gustó ir descalza por la vida, sobre todo en mi casa. ¿Algún alacrán escondido? Primero pensé que había sido una botella rota. La gente es muy cochina y tira su basura donde sea. No vi sangre, sólo un punto rojo. Oscar se fue a buscar una cabaña mientras lo esperaba aquí. Ojalá me encuentre pronto. Siempre insistió tanto en venir a la playa, como si ver el maldito mar tuviera algo de especial. Mucha agua y nada más. Bueno, también gente y calor. Me senté mientras revisaba mi planta del pie y repasaba las líneas con las que le reclamaría a Oscar la estúpida decisión de venir aquí.

    De pronto estoy inmóvil mirando al sol. Mi cuerpo no responde. Ya no tengo el poder de mover la materia. Dejé de sentir la arena, lo cual es bueno (dentro de lo que cabe). Estoy más calmada de lo que creí. Teniendo en cuenta mi claustrofobia, pensé que estar encerrada en mi cuerpo me pondría más nerviosa. ¿Cuál es el punto de todos modos? Pienso que, siendo mis últimos momentos de vida, tendría que aprovechar y pensar algo relevante, algo digno. Pero nada me viene a la cabeza. Ya viene Oscar. Se ríe y me habla, pero no le escucho. Se agacha, me acaricia el hombro. Nada. Sus cosquillas tampoco funcionan. Su cara risueña y cachetona adquiere un tono distinto. Tiene miedo, los ojos se le ponen rojos. Se me caen los lentes mientras me agita. Algo ve y comienza a gritar. Me abraza y llora. Grita nuevamente, pide ayuda al parecer. La gente por un momento deja de jugar. Todos se acercan. Oscar me recuesta en su pecho y me abraza el cuerpo. Mis ojos apuntan perdidos al horizonte. Por fin lo veo. Por fin entiendo lo maravilloso del mar.

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  • Fronteras
    Cielo abajo
    mar arriba

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  • Psicología in-vers@

    Las nubes
    al igual que los fantasmas
    soló nadan por las noches
    en cielos desiertos

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  • Antonio de Jesús Fuentes Ruiz
    16/04/2014 11:46 am

    Los colmillos rudos que trae la marea

    Todavía puedo lograrlo, el mar está cerca. Mientras tanto, el enemigo ancestral ha comenzado ya su ascenso hacia el cielo, desde donde enviará su luz y su calor a toda la tierra. Ya siento sus horribles efectos.

    Veo lo postes… no falta mucho. Si no hubiera sido por mi presa, estaría ahora oculto en mi gruta, a salvo y en la oscuridad. Pero no podía dejarla ir. De ningún modo. ¡Y cómo ha luchado! Eso me ha retrasado. Avanzo, no obstante. Me esperan los míos. Espero que otros también hayan tenido suerte.

    Es probable que por algunos días las barcas de los hombres busquen entre las olas los restos de su compañero. Los huesos vacíos, vaciados de sus médulas y perforados por nuestros dientes a veces flotan.

    No me han visto, estoy seguro, pero intuirán que hemos sido nosotros, sabrán que nunca nos fuimos, como acaso llegaron a creerlo. Los más viejos contarán entonces las antiguas leyendas sobre mí especie y los convencerán nuevamente de reanudar el viejo pacto.

    Comenzarán otra vez, -espero ¡oh, amo del océano!-, los sacrificios rituales en el anochecer de cada primera noche sin luna; y volverán a traernos bestias vivas que serán arrojadas más allá del arrecife. Con ellas calmaremos nuestra hambre y nuestra sed de sangre caliente. Nos conformamos apenas con animales mientras nos eviten con ellos la penosa salida del agua. Y la cacería.

    No exigimos mucho… es el precio de su paz. Ellos son quienes pierden más. Y lo saben. De allí nuestra ventaja. Nos temen… y nosotros no. Por eso es bueno recordarles que si se olvidan de nosotros, regresaremos. Lo de esta noche… sólo ha sido una advertencia.

    He llegado al fin agua. Nuevamente el sol, no ha podido conmigo.

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  • Era el último día de los primeros de su verdadera vida.
    Después de años sin atreverse a amar, Don Enrique había decidido ir a la playa de San Sebastián en busca de aquella chica que en el verano del 96 lo dejó sin algo más que palabras, aquella figura femenina que le había robado el alma en un suspiro y le había dado material a sus pensamientos para viajar.
    Después de casi 18 años de aquél súbito encuentro, al fin había tomado el valor para ir en busca de sus sueños, para empezar a soñar despierto y vivir lo que alguna vez invadió sus noches y pensamientos.
    Llegó a la playa tan seguro de que vería aquel rostro otra vez, tan lleno de esperanza y deseo, pero con el pasar de las horas su esperanza se iba, una y otra vez, montada en las nubes de aquel cielo que prometía algo más.
    Pasaron así las cuatro estaciones y ella nunca llegó, y tras un año entero, con el cansancio del alma que provoca la espera decidió sentarse frente al mar y encomendarse al incierto mañana y a la luz del ayer, regalándole un último suspiro a aquél lugar que lo vio vivir de verdad.

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  • Estoy perdiendo la vista, de eso estoy segura. El sol, antes clarísimo, empieza a mancharse de puntos negros, imparables. Cierro los ojos y me preparo mentalmente para enfrentar el mundo a tientas, para desarrollar otros sentidos y aprender a andar en las sombras como los insectos escurridizos que salen de sus escondites al apagar la luz.

    Me paso los días memorizando imágenes, insertando en lo profundo los ojos azules de mi abuelo, el perfil de mi padre y algún gesto de mi madre. Tomo al azar las fotos y las miro como se mira lo que se sabe perdido, inalcanzable.

    Antes de que el sol se oculte hago todos los preparativos para el entrenamiento y me hundo en la oscuridad, escucho el viento y el polvo que se arrastra y golpetea el escondite de los insectos como una clara señal para que salgan y hagan de las suyas. Dejo que caminen por mi cuerpo y que me susurren sus secretos. Me hablan de su urgencia de ver, quieren ver a través de mí.

    Hacen una larga fila desde la planta de mis pies y se deslizan hacia arriba, hasta la cuenca de mis ojos. Decenas y decenas de ellos se van metiendo y manchan de puntos negros las imágenes insertadas. Estropean los ojos azules de mi abuelo, el perfil de mi padre y el gesto de mi madre. Intento abrir los ojos pero es demasiado tarde, están cubiertos de diminutas patas que danzan sin cesar, que no me dejan ver. Me levanto, choco contra las paredes y antes de que pueda prender la luz un chorro de agua fría me cae en la cara, alejando a los insectos. ¡Despierta!, ¡tu cuarto está hecho un asco, tenemos que fumigar la casa! Tomo la primera foto que está a mi alcance, el sol está en lo alto y es clarísimo, impenetrable.

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  • Este día la evolución, por medio del ser humano, decidió, ante la destrucción desatada por éste, dar “undo” a su obra magna. Una a una, ingresaron las personas al océano, para disolver el código de la vida en sus sales. Excepto una, como era de esperarse, que contempla bajo el sol la hecatombe, el final de ese experimento fallido llamado “inteligencia”, “consciencia”, “humanidad”, “vida”. Esa persona, no acepta un final, porque no comprende que hubo un principio. El mar es el final, bajo el sol… porque no hay nada nuevo, debajo de él. La esperanza es un virus que apunta al cielo: la temida pantalla azul. Y este brote de consciencia, que contempla a los demás volver al origen, es solo un grano de sal, o de arena, en medio de la inmensidad. Tantos mares hay en el universo, tantas humanidades en medio de las arenas, que se aniquilan en su propio principio. Pero un solo final. Un solo ojo que observa y se niega a morir.

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  • Víctor Rivas
    17/04/2014 4:45 pm

    AÑO SABÁTICO

    Al regresar de aquellas de las vacaciones, la niña encontró en su habitación una postal de su amigo imaginario,en la cual, le anunciaba con cierto pesar que se quedaría a vivir -indefinidamente- en aquel castillo de arena que ella cariñosamente había construido sobre esa suntuosa playa. También era cierto,que se había enamorado del clima y de la vista,que desde luego, era insuperable. Además, el habitar construcciones en el aire y no era uno de sus principales intereses.

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  • Aquel era otro falso y decepcionante fin del mundo.

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  • Sergio Embleton Márquez
    20/04/2014 12:07 am

    RETORNO

    Fue el Hombre ingenioso que pudo arrasar con esa sagrada Ciudad abundante en caballos; el Hombre que pudo engañar al de un ojo después de decir que era Nadie; el que escapó de las fauces de aquella mujer con su cinto salvaje de perros, que resistió como nadie los cantos funestos atado a su mástil; que descendió hasta la Oscura Morada para investigar el destino con el soberano Adivino. Tantos pesares sufrió, a tantos amigos perdió. Dejó a su mujer y a su hijo por pelear una guerra que no le tocaba.
    Llegó después de dos veces diez años, con ayuda de un barco feacio, a su tierra querida. Por fin había vuelto a su patria, pero ya no era la misma. El mar, última frontera de su reino, parecía ser idéntico al que lo vio partir, pero ya no era el mismo. Parecían ser el mismo sol, la misma arena, los mismos escollos… Él mismo ya no era igual. “¿En verdad ésta es mi tierra?” Sería muy doloroso, incluso ignominioso, ser recibido como un extranjero. Pero el hado advertido por el Ciego vidente ya estaba firmado. Debía ganar nuevamente la estancia en el trono. Tenía que pelear una última guerra.
    Sólo el telar del amor seguía intacto: hilos que mantuvieron atada a la Mujer con el Héroe. Fueron hilos que construyeron su unión y la reconstruyeron. Ella hubiera podido tejer hasta el fin de sus días. Fue la única que se mantuvo constante en su ánimo todo ese tiempo. La hija de Icario jamás olvidó al hijo de Laertes. Nunca dejó de esperar su regreso.

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  • Cadena humana

    La cadena humana no funcionó. Sólo puedo oír el ahogo en nuestras gargantas. Nuestros ojos están fijos en la interminable contemplación del coloso que se llevó a esa mujer. Sabemos que ella no regresará; la gradación de sus intentos terminó de extinguirse en la lejanía. Y aunque en el proceso de rescate no faltó ningún presente que contribuyera como eslabón para la cadena humana, nuestros esfuerzos fueron tan inútiles como detener las olas con la palma de nuestras manos.

    ¡Qué soledad se percibe en el aire! A pesar de los estruendos del violento oleaje que acompañan de manera rítmica los alaridos de una hija que intenta arrancarse la cabeza. Los demás parecemos estatuas que rinden un indeseable culto al bello monstruo que engulló aquella alma humana. Supongo que nadie tiene ganas de moverse o siquiera de decir algo ¿qué podríamos comentar? Nuestros pies se hunden en la arena húmeda mientras nuestra vista mantiene su dirección hacia la distancia perdida del vacío.

    Una señora rompe el silencio con un susurro desalentador: “Nadie le gana al gran océano; ningún esfuerzo humano…”

    Mi desesperación se desboca con sus irónicas palabras y de mi garganta sale un rugido hacia esa mujer: “¿Por qué, por qué dice eso? ¡tal vez nos faltó gente, debimos seguir intentando!”

    Ella alza su ceja y mientras da media vuelta para sacar sus pies del agua, agrega con tono aleccionador: “por más larga y fuerte que sea la cadena humana, siempre falla…”
    Me quedo paralizado, con mis ojos clavados en aquella mujer gruesa y vieja. Una brisa fresca acompaña nuestro silencio en tanto ella se voltea y contempla mi juventud con serenidad. Rompo en llanto y balbuceo: “Es que no entiendo por qué seguimos viniendo a nadar en esta playa, a ponernos en peligro en este mar”. Ella se acomoda sus gafas y me contesta: “hemos nacido en la suerte de esta arena y no tenemos otra opción”.

    Responder
  • No se vayan muy lejos, está muy picada la arena estos días, les gritaba Augusta, en un regaño severo pero cotidiano plácidamente acostada en una ola. A la tierra hay que tenerle respeto, balbuceó más bajo para sí, mientras veía a sus pequeños curiosear en la parte más baja, donde apenas quedaba mar. Así se ha llevado a tantos ya que ahora purgan su condena quién sabe cómo y por cuánto tiempo en esas ominosas calles y casas y torres donde apenas se sueña con nadar.

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  • Acostado sólo podía mirar hacia arriba, al sol, a la luz. Un instante luminoso que comencé a gozar entre figuras oscuras moviéndose a mi lado, inquietas, reuniéndose, conspirando. Y mirando no me cegaba, sino todo lo contrario. Escuchaba el mar aún, pero yo era como el agua. Escuchaba al viento y las gaviotas y eran una idea. No escuchaba a hombres, ni a mujeres. Me escuchaba a mi, solo a mi y comencé a imaginar lo que iba a escribir, entre figuras oscuras que se movían a mi lado, separadas en espacios, o comas o puntos.

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  • Adolfo Vega
    22/04/2014 9:53 am

    Cadena humana

    La cadena humana no funcionó. Sólo puedo oír el ahogo en nuestras gargantas. Nuestros ojos están fijos en la interminable contemplación del coloso que se llevó a esa mujer. Sabemos que ella no regresará; la gradación de sus intentos terminó de extinguirse en la lejanía. Y aunque en el proceso de rescate no faltó ningún presente que contribuyera como eslabón para la cadena humana, nuestros esfuerzos fueron tan inútiles como detener las olas con la palma de nuestras manos.

    ¡Qué soledad se percibe en el aire! A pesar de los estruendos del violento oleaje que acompañan de manera rítmica los alaridos de una hija que intenta arrancarse la cabeza. Los demás parecemos estatuas que rinden un indeseable culto al bello monstruo que engulló aquella alma humana. Supongo que nadie tiene ganas de moverse o siquiera de decir algo ¿qué podríamos comentar? Nuestros pies se hunden en la arena húmeda mientras nuestra vista mantiene su dirección hacia la distancia perdida del vacío.

    Una señora rompe el silencio con un susurro desalentador: “Nadie le gana al gran océano; ningún esfuerzo humano…”

    Mi desesperación se desboca con sus irónicas palabras y de mi garganta sale un rugido hacia esa mujer: “¿Por qué, por qué dice eso? ¡tal vez nos faltó gente, debimos seguir intentando!”

    Ella alza su ceja y mientras da media vuelta para sacar sus pies del agua, agrega con tono aleccionador: “por más larga y fuerte que sea la cadena humana, siempre falla…”
    Me quedo paralizado, con mis ojos clavados en aquella mujer gruesa y vieja. Una brisa fresca acompaña nuestro silencio en tanto ella se voltea y contempla mi juventud con serenidad. Rompo en llanto y balbuceo: “Es que no entiendo por qué seguimos viniendo a nadar en esta playa, a ponernos en peligro en este mar”. Ella se acomoda sus gafas y me contesta: “hemos nacido en la suerte de esta arena y no tenemos otra opción”.

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  • En sus tardes grises, Odiseo pinta paisajes marinos, colecciona caracolas, canta para sí melodías de sirenas. Penélope se da cuenta que él nunca ha regresado a Itaca.

    Responder
  • – ¡Idiota! – le grita cuando le ve nadando en el cielo azul y no en el mar, como todos.

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  • Héctor Núñez
    23/04/2014 12:49 pm

    Desapariciones

    El eco que producen las olas tiene un sonido incomparable, el tranquilo fluir del agua bajo mi insomne cuerpo le proporciona una paz milagrosa. Camino sin prisas mientras mi alma se integra a la arena. Una niña llena una botella —transparente — con medusas, caracoles y mis sueños. Me lleva entre los dedos infantiles de pies y manos, pero con obediencia fugaz me devuelve a la tierra y al mar. Entonces la marea me arrastra hasta la profundidad del abismo y ahí desaparezco para siempre.

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  • La cueva

    Millones de rocas se agitaban estrepitosamente, dentro de una cueva negra y húmeda, al ritmo del vaivén de las paredes que se ensanchaban y contraían en un temblor interno. El estruendo era relajante, casi hipnótico. Las rocas crujían al ser comprimidas unas con otras y la humedad del lugar hacía de ellas una masa consolidada pero flexible que se iba extendiendo lentamente sobre todo espacio vacío. El crujido constante, el único sonido, empezaba a reverberar en cámaras más profundas. La sensación era emocionante; quería más. Deseaba más. Así que hizo que se abriera la cueva y dejó la luz entrar. Por un momento el sol invadió el espacio negro y, tras ese instante de sosiego, un segundo puñado de millones de rocas minúsculas penetró la caverna. Las paredes reanudaron su danza al ritmo que su voluntad dictaba. El placer aumentaba. ¿Hasta dónde podía llegar? El eco íntimo de las piedras crujiendo en sus entrañas actuaba como un trance, un puente hacia algo superior que hacía que su voluntad respondiera a un instinto alineado con fuerzas más grandes que la razón, más antiguas que la civilización, más significantes que la Palabra. Una tercera avalancha irrumpió en la cueva; y luego una cuarta. Un universo de partículas se precipitaba inestable, llenando todo espacio vacío, compactándose y absorbiendo energía, acumulando más y más fuerza hasta que la niña no pudo seguir masticando y, con un espasmo engendrado en su garganta, empezó a expulsar los millones de granos de arena que había metido en su boca.

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  • MIEDO

    Eran las dos de la mañana y yo aún seguía en pie. Veía las agujas del reloj avanzar a compás de mis latidos. No quería darle más vueltas al tema, así que, intenté cerrar los ojos y dormir.
    No estaba pasando por un buen momento, sentía que me aparecían cicatrices que se llevan por dentro, que se esconden entre la ropa más gruesa llegando a las entrañas. Quería desaparecer y fundirme como el chocolate desecho de un invierno frío o como los cubitos de hielo de un refresco en pleno mes de agosto.
    No entendía aquella carta. ¿Por qué se despedía de mí? ¿Por qué quería huir? “Sentía que tenía que irme lejos, sin avisar. En el fondo tenía miedo”, decía.
    Sin querer, estaba reconduciéndome al pasado para entender lo que ocurría. Entonces fue cuando empecé a recordar aquel momento a pocos centímetros de la orilla, con esa brisa tan fina y delicada, al lado de él, cubierta con sus brazos, escuchando el sonido de las olas. “Quiero tenerte pero tengo miedo”, me susurraba al oído.
    Notaba que mis pensamientos me dejaban sin aliento y de repente desperté. Comprendí que tenía miedo a perderme, por ese motivo quiso irse, porque algo que no tienes no lo puedes perder.

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  • «Quiero morir como los grandes» pensaba mientras la ola se acercaba. El agua entró a mi nariz y me arrepentí. Demasiado tarde.

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  • Cada atardecer, el mar se come al Sol. Está celoso, el Sol también ama a la Luna.

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  • Criaturas del mar
    Del mar salían todas las tardes, buscando por toda la costa el indeseado encuentro con la botella donde habían depositado su sueño colectivo: el volver a casa. Porque aquella embarcación que años atrás, había quedado perdida y hundida cerca de una isla -que creyeron virgen-, fue la última parada de su travesía llamada vida.
    Un día, mientras recorrían la costa, hallaron por fin la botella, pero solo tenía algunos pedazos de papel y restos de comida. Todos lloraron y ante el lánguido sol que ordenaba su regreso impostergable, uno de ellos, decidió no regresar más al barco, aferrándose a la botella, viendo como sus demás compañeros volvían al mar.
    De pronto sintió que alguien lo tomo por la espalda y se lo llevo en una caja. Esa misma tarde, mientras sus compañeros ya regresaban; una expedición de buzos científicos había descubierto el hundido barco y Pablito había llegado entusiasmado a casa con un cangrejo que colocó en un barquito, dentro de su pecera. Fin

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  • Felipe Rodríguez Maldonado
    25/04/2014 2:14 pm

    UNA TARDE PERFECTA

    «¿… Y cómo no iba a parecerme perfecta si era la primera vez que mis pies (¡sí, mis pies!) estaban en la playa?… ¿Nadie me ha explicado de dónde cuelga esa piel azul en las alturas; ahí, donde el ojo dorado gigante flota sin dejar de ver lo que hacemos?… Es cierto. Nunca antes estuve ahí, aunque sabía que existía este lugar donde las olas revientan una, y otra y otra y otra vez, sin detenerse nunca. La había visto en un millón de ilustraciones, pero jamás pude imaginar un rugido que pudiera opacar la furia ensordecedora de las tormentas a las que estamos acostumbrados… No. Nunca entendí (todavía ahora, en este preciso momento, no acabo de comprenderlo del todo) por qué papá y mamá, y antes los abuelos, y antes los bisabuelos, y antes todos los antepasados lo prohibían… ¿La voz? ¿Cantar? No lo creo. El precio bien lo vale. Sentir la blancura de esas piedras pulverizadas que forman la playa y que, impertinentes, quieren anidar entre los dedos de mis pies, sentir eso lo vale… Ni aunque todos los naufragios que hemos provocado siglo tras siglo fueran atesorados juntos los preferiría sobre esta tarde perfecta… Puedes decir lo que quieras y anunciarlo por los Siete Mares, de cualquier manera solo ‘escucharan’ lo que pienso. Me quedé sin voz, ¡pero puedo caminar, incluso más allá de la playa!… Mira, aquel muchacho dice que es poeta y escribirá una historia para mí. Dijo que soy ‘Den lille Havfrue’ [‘La muchacha del mar’], aunque un amigo le hizo otra propuesta: ‘Imagina un libro que en su portada diga: ‘La Sirenita’ por Hans Christian Andersen´».

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  • Pakal Feernando
    25/04/2014 3:29 pm

    ARAMARA

    (corrección)… Cómo olvidarlo: el terremoto acabó con la mayor parte de nuestras vidas… Al mediodía de aquella fatídica jornada yo había visto la fotografía publicada. Era la imagen de una playa que mostraba al sol en su máximo poderío, un mar con oleaje relajado y estrías de blanquecinas nubes creciendo desde el horizonte. A partir de dicho retrato, debía crear una historia breve para participar en el concurso número 100 de un blog literario encontrado por casualidad. “A ver qué sale”, me dije entusiasmado, pero luego de una hora ideando qué escribir no se me ocurrió algo relevante para mi criterio. Me di por vencido. Casi al instante Alma llamó a mi celular y me invitó a comer, su sola voz me hacía evocarla hermosa y grande, toda bella ella. Estaba enamorado y saber que esa mujer correspondía mi sentimiento me hacía sentir el más dichoso de los hombres. Mi trabajo hastiaba aun mi espíritu, sólo me sentía persona cuando la miraba los fines de semana enteros y algunas veces en mis horas de comida. Salí de la oficina y mi Alma ya esperaba. Me besó en la frente y con la mirada me dijo te amo. Sonreí en respuesta. Caminamos algunos segundos y de súbito la tierra comenzó a moverse mediante una agitación asesina, sacudiendo con trepidante furia a sus nobles hijos los ‘humanos’. En medio de la calle, situados en un bulevar, Alma y yo resistíamos trémulos el fenómeno destructivo. Presenciamos a la distancia el edificio donde yo laboraba, derrumbándose como una torre de naipes derrotada por un viento simple. Fue aterrador sentir a Mamá Natura enfurecida. Me sentí entonces el más insignificante de los seres vivos. El terremoto nos curtió durante un minuto y diez segundos que parecieron la eternidad prometida por todas las religiones. Se había acabado el espectáculo. Muchos lloraban, otros fumaban y varios más permanecían en shock. Yo no dejaba de pensar: la mente es el más vertiginoso instrumento de creación etérea. Pensaba y pensaba, por completo estremecido: pensaba en este mundo, en este país, en mi mujer y nuestras completas soledades; en mi infancia y en mi futuro también. Pensaba en que pretendía ser escritor y ni siquiera pude construir una historia a partir de una fotografía. Pensaba en el significado exacto de la palabra fracasado, y enseguida en el significado exacto de la palabra destrucción. Mi ciudad estaba deshecha y de pronto el pecho me dolió, creo que era mi corazón… Alma sollozaba. La contemplé unos segundos y también lloré. Sólo pude abrazarme a ella con fuerza desmedida y una gotita desbordada de mi ojo izquierdo mojó su hombro. Volví a recordar esa fotografía inefable para mi infértil imaginación. La playa. Una ráfaga de abstracciones aniquiló mi certidumbre, sólo pude suspirar y susurrar en el oído de mi amada: “aquí ya nada nos detiene, vámonos al mar, vamos a empezar de cero”. Mi Alma se separó mostrando en su rostro un rictus de confusión, instantes después asintió con su cabeza. Aramara nos esperaba…

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  • Pakal Feernando
    25/04/2014 3:31 pm

    CAUSALIDAD

    (corrección)… Dos peatones coincidieron a la espera de un semáforo en rojo. Se miraron y sonrieron interesados el uno por el otro. Él habló primero, construyendo un diálogo rápido y fluido; ambos hablantes enganchados por una mágica simpatía.

    —¡Qué bonita muchachita eres!—

    —Umh, pues… Gracias—

    —A ti, por no ofenderte—

    —¿Cómo podría ofenderme algo como eso?—

    —Uno ahorita ya no sabe, si arriesgarse o no—

    —El que no arriesga no gana, jovenazo—

    —Órale, eso que ni qué… Hoy gané tu aprecio y con eso me quedo… Además del hecho de casi poder asegurar que tu mente es ágil e inteligente como pocas—

    —Podrías ganar algo más—

    —Sí, podría… Hay que salir un día, ¿va?—

    —¡Va!—

    —¿Me pasas tu fon?—

    —Apunta—

    Desde el primer encuentro Patricia y Ramiro se enamoraron profundamente. Los dos tuvieron la rotunda seguridad de estar ante su complemento ideal, y así fue. Su vida juntos fue casi perfecta, ‘casi’, pues la perfección representa un absoluto imposible… Hoy, a décadas de esa extraordinaria casualidad que unió sus existencias, siguen casados compartiendo su senectud desde el sosiego cercano a un litoral todavía virgen. El océano pacífico les brinda la paz absoluta. Sus cabellos son blancos y sus pieles contraídas. Ambos están atiborrados de sabiduría, satisfechos y felices… Sus hijos y sus nietos con frecuencia los visitan, el mar empapa de alegría a todos…

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  • Pakal Feernando
    25/04/2014 3:33 pm

    LEVIATÁN

    (corrección)… Aquella tarde estaba emocionadísimo. Hacían tres años que no visitaba el océano. Lo recuerdo muy bien: en vez de ayudar a bajar las cosas del auto e instalar la casa de campaña, lo primero que quise fue saludar al mar. Estaba acercándome a sus cálidas aguas cuando de pronto un grupo de bañistas comenzó a gritar despavorido… “Se lo llevó, se lo llevó”… Salían a toda prisa de la inmensidad azulosa. Ya después observé con asombro aquel enorme tentáculo meneándose tremebundo, envolviendo y desapareciendo a un desdichado individuo. Corrí como nunca antes lo había hecho en mi vida y le dije a Susana que también lo hiciera. Ella, sin cuestionarme en lo absoluto, percibió el terror en mis expresiones y me obedeció casi de inmediato. Llegamos hasta la carretera y pedimos ayuda, fui de los primeros testigos en presenciar una serie de ataques de una bestia hasta hoy desconocida…

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  • Luto de mar

    Érase una vez dos mujeres en el mar. Érase una madre pariendo/gritando/resucitando/llorando/lavando/amando/despidiendo… el cadáver tiernito y caliente de su hija.
    Érase la sal asfixiando pulmones nuevos e inundando ojos viejos. Érase un sol, que aunque caliente, nunca llegó a ser cobijo. Érase el ritual más primitivo del hombre. Érase lo que nunca será. Érase la danza marina acunando un luto, y una ballena encallada y moribunda, cantando su último llanto, para arrullar el sueño de una cuna vacía.

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  • Juan Cancelado
    25/04/2014 8:23 pm

    El Síndrome de Villegas-Szymborska

    El primer sonámbulo de La Historia que cruzó la frontera, ese es Donato Vislavo Villegas.

    El video aún recorre el mundo: un viejito en pijama dando pasos cortos, los brazos tratando de acordarse cómo nadar, pero no hay frontera natural, sólo la vieja idea de límite entre la gente.

    Donato aseguró: siempre fui dormilón, desde chiquillo; de tanta maña para la siesta se me lesionó el nervio del dormir.

    Lo golpearon los agentes fronterizos, lo regresaron a su patria y a la vigilia.

    Los esotéricos decían que si el sueño, o “Somnus”, era hermano gemelo de la muerte, entonces un sonámbulo era otro tipo de zombi.

    El ser humano no puede esconder su animalidad estando dormido –dijeron los científicos- y hay que recordar que muchas especies del reino animal experimentan el instinto de emigrar en determinado momento. Se creó el término Síndrome de Villegas-Szymborska para explicar el fenómeno del sonambulismo emigratorio.

    Zombiámbulo, zombiorska, sonambulímico… así llamaba el vulgo a todos los que trataban de cruzar la frontera dormidos o fingiendo.

    Donato dijo: “Lo hago por mi familia”. “Pero si no tienes familia”, le decían. “Por eso mismo necesito cruzar”, decía él.

    A Donato Vislavo le prometieron balas, anclas para dejarlo hundido en la última siesta, si intentaba cruzar de nuevo la frontera. “Ya no voy a cruzar, ahí los dejo con el trabajo que les dan las hormigas que cruzan de ilegales, los pájaros, las semillas y el polen, por no decir los otros como yo”. Y Donato Vislavo cambió de lugar su cama, que antes estaba frente a la puerta de su casa -apuntando directamente al Ñorte-, de forma que ahora bloqueara la puerta con la cabecera, así se durmió Donato, con los pies sonámbulantes apuntando en la dirección contraria: hacia el Zur con su frontera líquida de sales fluyendo.

    Nadie nunca preguntó qué soñaba Donato Vislavo mientras cruzaba la frontera Ñorte. Se le quedó allá el ensueño de prados verdes, el sol calentando la piel, el encuentro con una mujer de cabello blanco por todo el cuerpo, y habla gutural, que lo besaba, un hombre encorvado que lo espulgaba: un sueño que sintió como un reencuentro. Ése ensueño continuó sucediéndose solo allá del otro lado de la frontera.

    Donato Vislavo Villegas sigue levantándose sonámbulo. Como bloquea la puerta hacia el Ñorte, sale por la ventana hacia el Zur, llega a la playa, de día o de noche lo esperan seguidores, turistas, investigadores y curiosos por igual. Algunos se sumergen con él y terminan despertándolo. Siempre le preguntan qué estaba soñando. Donato les dice que lo ha olvidado. Tal vez les miente por la vergüenza de explicarles que es como ir a conocer a unos parientes muy viejitos, estar entre hombres, mujeres y niños con escamas que lo abrazan y restriegan con su cuerpo, que boquean y hacen esas burbujas que se deslizan por su cuerpo arrullándolo, que lo miran, como entre llantos, con esos ojos que parecen hacerle siempre la misma pregunta que aquéllos que lo despiertan

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  • Elegida

    Con un intenso brillar desde el cielo bajó y consigo se la llevó
    eres la elegida le dijo sin preámbulo alguno
    y ella como si esperara ese momento sin replica le siguió
    como mutuos acuerdos de antaño que no tienen discusión.
    Y el mundo sigue pensando en masculino al salvador…

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  • Un sol radiante en pleno cenit regaba sus rayos sobre aquella playa oculta de las Islas Marietas ubicadas a 22 millas náuticas al noroeste de Bahía de Banderas. Una playa en donde pude acceder nadando por debajo del agua durante unos segundos a través de un resquicio situado a un costado de la isla, para después, al emerger, visualizar un paraíso terrenal virgen a los caprichos del hombre; sin embargo nunca me hubiera imaginado que ese pedacito de cielo sirviera como santuario de prácticas antropófagas al descubrir disipadas sobre la arena: cráneos, y huesos muy similares a los míos y a los de cualquier ser humano. Por lo que sabía la isla estaba desierta; la marea había ascendido dejándome imposibilitado para salir de ahí. Se escucharon sonidos de tambores y de una caverna vi salir a varios seres parecidos a mí.

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  • Solamente el sentir la arena en las patas hacía que me retorciera. Es horrible, incluso cuando hago lo que más me gusta hacer, que es salir a pasear, odio la sensación del piso mojado, o del piso con piedritas. Prefiero el pasto. Seco, de preferencia.

    El punto es: voy emocionado en el auto, no tengo idea de a dónde vamos pero esta vez es más lejos de lo que esperaba. Me empiezo a marear. Esas curvas hacen que mi cuerpo se desequilibre y a veces hasta llego a caer del asiento al piso del auto. En una de esas tuve que vomitar, no me aguanté. Lo hice debajo del asiento del copiloto para que María no se dé cuenta.

    Oigo que María me grita: “¡Pedro, ven a tomar agua, seguro que te estás deshidratando ya con este calor!”

    Bajo de un salto, después de darle dos lengüetazos a eso que salió de mi cuerpo. Directo al tronco de enfrente, hago pipí. Después volteo y veo a María con un bote de agua en el piso. Bebo. Regresamos a nuestro camino.

    Por fin llegamos, bajo del auto y veo a María viendo el horizonte. Veo mucha agua, enseguida corro hacia allá. De pronto siento esa sensación. Mis patas están llenas de arena. Mi cuerpo no lo soporta y cuando me rasco la arena ya está en mi cara y en las orejas y me da más comezón. ¿Por qué me trajo aquí María?

    En el agua hay un fenómeno extraño, va y viene, va y viene y así todo el tiempo. No me queda de otra que ladrarle. ¿Qué está haciendo? No me atrevo a meterme al agua. Corro para adentro pero después ese fenómeno llamado ola me alcanza. Me moja las patas y es aún peor porque el agua hace que se me pegue más la arena.

    Decido regresar al coche.
    Llevo todas las vacaciones aquí dentro. María está muy enojada porque ayer que me sacó vio mi vómito. Me gritó y dijo algo de que era más difícil limpiarlo cuando está seco. Hace mucho calor pero no pienso salir del coche en lo que resta de las vacaciones.

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  • El resplandor es cegador, la arena calentísima, el agua brava. La curiosidad y emoción de saber hasta dónde llegaré me arrojaron por primera vez a la inmensidad al lado de los otros quelonios. Y dice así…

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  • Mecánica de las olas

    Al primero lo recibieron cálidamente, se volcaron con él, le ofrecieron mantas, comida y un techo bajo el que dormir cada noche. “Son seres humanos”, “las pateras nos dan una lección de entereza y humanidad”, se decían unos a otros. Pero luego, noche tras noche, llegaban más y más y empezó a cambiar su semblante.
    Y por eso, desde hace unos días, las autoridades están estudiando poner puertas al mar.

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  • Victor Florencio Ramírez Hernández
    27/04/2014 1:30 pm

    Debía continuar ahí, así, sin abrir ojos ni boca. ¿Debía? ¿Bastaba con haberlos visto y probado? No, pero los imaginaba, y el solo hacerlo era más de temer.

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  • Mario Arroyo
    27/04/2014 2:49 pm

    Qué solazo

    Lo anunciaron en las noticias, en la radio y en las calles con semanas de anticipación, tiempo suficiente para que hiciéramos planes, porque de todas formas no tenía caso ocultar a la población algo tan obvio. «La NASA lo confirma», decían una y otra vez, «se viene el estallido. Pase usted sus últimos momentos con quien mejor le parezca y donde mejor les convenga». Después de mucho pensarlo (unos se ocultaron bajo la tierra, otros viajaron a las frías montañas donde creían que la muerte no los alcanzaría, y claro que se equivocaron), nosotros fuimos a la playa. Con los pies hundidos en la arena y las cervezas irremediablemente calientes vimos el fulgor blanco llenar el cielo. Pronto ardieron las plantas, hirvió el mar y se carbonizó nuestra piel. Abrazados y ciegos, nuestro último pensamiento fue para el calor que lo llenaba todo.

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  • Entonces la explosión en el cielo les dio luz verde. Horripilantes criaturas con escamas, aletas y extremidades con filosas garras, comenzaron a salir del agua aterrorizando a todo ser que ahí se hallaba y desgarrando con sus gigantescos colmillos a cualquiera que se atraviese a huir y absorbiendo hasta su última gota.

    Ese fue el comienzo.

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  • – ¡¿Puedo ver?! ¡Solamente quiero ver!

    Yo quedé completamente anonadado. Al fin habíamos logrado minar las paredes de nuestra celda, hacía mas de tres décadas que nos encontrábamos recluidos en el «Pabellón de los peligrosos». Él mató a su familia, lo hizo de frente «¡Les miraba! ¡Te lo juro! Directito a los ojos.» y con sus propias manos – Siempre se persignaba mientras lo contaba – los ahorco. Yo, buscaba justicia. Dicen que atente contra la Ley. Crímenes semejantes.

    – ¡¿Puedo ver?! ¡Solamente quiero ver! ¡Vamos! Déjame ver – Insistía mientras manoteaba sobre mi hombro-. ¡Vamos! ¡Quiero ver! ¡Déjame ver! – Fue entonces que me cargó y me lanzó contra la pared. Cuando abrí lo ojos aún se movía todo, y pude notar, difusamente y a lo lejos, que dos grandes guardias vestidos de negro lo llevaban cargando por lo brazos. Él pataleaba en el aire gritando fuertemente:

    – ¡Es un hueco llorando soles! ¡Es un hueco llorando soles!

    No recuerdo más. El guardia me ha dicho que lo transfirieron al «Pabellón de los idiotas» ¡Y yo no puedo sacar de mi mente esa imagen! Me han crecido las uñas, mañana comenzaré a cavar.

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  • Atlas se había decido a voltear el mundo. Entonces, llenos de euforia corrimos hacia el mar. Escaparíamos junto con él por aquel Gran hueco en el cielo y así discurriríamos infinitamente entre galaxias. No hace mucho la ciencia moderna había afirmado: «Solamente, a través de un fluido, es posible viajar entre galaxias.»

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  • Pude ver la luz, aquella que quema y consume. Mientras deslizaba mi mano sobre su cintura, pude ver su piel de arena, su fragancia de espuma, su aliento de nube, su gemido de mar llamando a la luna. Entonces las olas retornaban a su estatismo visceral. Nos quedábamos abrazados, hundidos en el colchón, meciéndonos entre las sábanas.

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  • Maquinista Olympia
    27/04/2014 11:32 pm

    DHARMANITA

    Imagina que se muerte la persona que más amas; pero puedes viajar en el tiempo.
    Yo soy la persona que más amo y he llegado al futuro en el que ya me cremaron.

    Detecto, con una computadora de bolsillo, que hay vegetación en Boca del Cielo que asimila algunas de mis cenizas, otras viajan en el viento hacia los poblados vecinos, unas pocas salen a flote en esta playa y un puñado se pega al bikini de una turista. Me le acerco.

    Sonríe. Tras una charla ligera dice que dio a su hijo en adopción hace mucho tiempo, luego él murió y desde entonces ella viaja en el tiempo para verlo vivo. Es mejor que los video-hologramas, dice riendo.

    Le confieso que vengo a este futuro donde estoy muerto y este sistema de geo-tanatología, que se vale de una sustancia llamada dharmanita, me deja saber cómo mis átomos se unen a los de una flor, o viajan sobre la concha de un molusco mientras yo al mismo tiempo estoy vivo porque me la paso viajando por el tiempo para perderme el momento en que sucede mi muerte.

    No, me dice, vienes aquí para saber si alguien visita tus cenizas, si alguien te ama tanto como tú te amas; yo soy esa persona, te di en adopción para que tuvieras un futuro, yo sabía que tu madre adoptiva era la única persona que podría inventar la máquina del tiempo…
    Corro, aprieto en mi puño las pocas de mis cenizas que le pude quitar del bikini, me las trago, saben a lodo, ella grita desde la playa que la perdone, que me ama, que me dará su dirección.
    ¿Para qué?, si no se puede memorizar, ni escribir en un papel de dos dimensiones, la dirección de alguien que viaja con la muerte en la sección de primera clase del tiempo.
    Sin embargo, en mi cuarto del motel me la ha dejado: un bulbo de vidrio, dentro hay un pez nadando en agua con unas cuantas de mis cenizas o las de ella.

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  • Día de playa

    Truum truum titititittititi ffshiuuuuu tataratara shushushsus shhhhhh eeeeeeee
    – ¡Niños, no naden muy lejos! ¡Dejen que les aplique el bloqueador!
    – ¡Agua, agua, limonada, frescola!
    Huuuusshhhhh….brummmm splash splash eeeee uiuiuiuiuuiuiui jajajajajajajaaj
    -¡Vamos niños, ya es tarde!
    -¡Ay no, no queremos irnos todavía!
    -¡Vamos, vamos; volveremos después!
    -¡Adiós, adiós!

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  • ESPEJO

    El brillante astro se alzó una vez más sobre el horizonte del silencioso mundo.

    En una de las escasas playas que el océano no había cubierto, una docena de esculturas con forma humana recibió los primeros rayos de la ardiente brasa que comenzaba su ascenso; al contacto con estos, sentidos escondidos en las esculturas encontraron patrones largamente esperados y entraron en acción: una gruesa capa protectora de metal que las cubría se fracturó y cayó en pedazos. Adelgazadas, libres, las esculturas comenzaron a moverse y a dominar sus cuerpos de color dorado, con rasgos y apariencia de infantil; tardaron un rato pero lo lograron y entonces exploraron su entorno. El poderoso astro se encontraba ahora casi en su zenith, era cien veces más brillante que el que habian conocido los constructores de aquellas esculturas, ahora animadas.

    Quedaba poco tiempo. Recuerdos aletargados emergieron de las efigies. Caminaron en fila hasta la playa y formaron un círculo. El mar bullía y la arena se vitrificaba pero eso no afectaba a su fuerte constitución. Extraños chillidos electrónicos surgieron de sus gargantas y los fueron modulando hasta ser exactamente iguales a los almacenados en sus memorias de cristal. La atmósfera se espesaba y la visibilidad descendía, solo el tremendo brillo del cuerpo celeste ayudaba a ubicar arriba y abajo.

    Con tres sonoras palmadas, las figuras comenzaron una larga serie de cantos, cantos en los que la sorpresa, el gozo y el juego eran los principales protagonistas; las letras evocaban cosas y seres que las figuras desconocían por completo: árboles y mariposas, sapos y lagartijas, dulces y juguetes; cada canción era cantada en su idioma original, con los vaivenes y tonos correctos, con convincentes risas y ruidos de asco o susto donde era necesario. Cada canto incluía su propio baile; torpes al principio, las doradas efigies pronto adquirieron la gracia suficiente para reproducir los brincos, palmadas y vueltas correspondientes a cada canto. En ocasiones, alguna de las doradas figuras continuaba canturreando después de haber terminado la tonada, dando la impresión de haberla disfrutado mucho; los demás le aplaudían y bailaban otro poquito.

    La arena crujía y silbaba. El mar, hirviendo, se había retirado a más alla de donde alcanzaba la vista pero nada de esto importaba a las figuras que continuaban con su alegre fiesta.
    Poco después, acabado su ciclo, el llameante astro desapareció tras espesas y brillantes nubes. Humeando un poco, las figuras se detuvieron un instante sobre la gruesa capa de vidrio fundido en que ahora se hallaban y comenzaron la canción final. Si estos actos eran idea de un individuo o de una especie no lo sabían, ni tampoco el porque sus constructores eligieron aquella como la última canción de aquel planeta silencioso; quizá se debiera a que la música les pareció más alegre o divertida que las otras o quizá por estar escrita en uno de los lenguajes más antiguos según sus registros. No importaba.

    Las doradas figuras voltearon al mismo tiempo en dirección opuesta a aquella por donde había descendido el astro y observaron; de horizonte a horizonte una colosal pared negra se aproximaba velozmente, se levantaba llegando hasta el cielo; era el océano siendo evaporado y proyectado al espacio en cuestión de instantes. Tras la última noche sin noche, la Luna se había puesto y el Sol surgía, mil veces más grande y mil veces más cerca. Faltaba poco, sin inmutarse, las figuras formaron una fila, tomaron la cintura del que tenían enfrente y graciosamente comenzaron a avanzar por la franja de cristal fundido donde se encontraban mientras cantaban alegremente:

    A la víbora, víbora
    de la mar, de la mar
    por aquí pueden pasar.
    Los de adelante corren mucho
    y los de atrás se quedarán
    tras, tras, tras.

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  • Finalmente, llegamos al Puerto de Veracruz con todo y su cielo enmohecido y amenazadoramente cercano. Estábamos, recién casados y por consecuencia, recién desencantados, tanto así, que andábamos redesganados, éramos como sombras y por eso nadie se percataba de nuestro amor, de nuestros disgustos, de nuestras imberbes pasiones. Deseábamos ir a la playa, pero había norte, así que directo nos fuimos al hotel. Durante la primera noche, sólo follamos; durante la segunda sólo reñimos, peleamos como dos cirujanos desvelados. No recuerdo a ciencia cierta el detonante del pleito, seguramente fue que le vi las nalgas a alguna veracruzana en la terminal de camiones y al darse cuenta mi esposa, los celos le hicieron erupción; o tal vez sólo fueron los calores de la costa… por ésta que no me acuerdo. Tanto fue nuestro estupor que pasamos a los golpes, después al siguiente nivel: sacamos las tijeras para uñas y los cuchillos que llevábamos para pelar manzanas y pa’ pronto, nos degollamos el uno al otro. Al día siguiente, la dama que hacía la limpieza de las habitaciones nos encontró regados por el piso y por la flojera de no llamar a los municipales lueguito nos embolsó para llevarnos ahí nada más a los cubos gigantes de basura del hotel para que nos comprimieran como era debido. Nuestras cabezas no corrieron con la misma suerte pues a la vieja le pesaron mucho, así que con los cuchillos que dejamos tirados, las separó del resto del cuerpo y las puso en unos costales para luego darle cincuenta del águila al “Ñor” de mantenimiento para que se deshiciera de ellas como mejor le pareciera. Éste, después de caminar unos metros, con sus bultos sobre el lomo, las llevó a colgar en unos cables tensados sobre unas estacas clavadas en la playa «Pa´ que se sequen al sol y no se apesten », pensó, acto seguido escupió sobre la arena e incólume, se fue silbando una cumbia. Así, como en un sueño de verano, terminamos en la playa, ella y yo, con la arena en las pestañas, con los rostros al sol, tostándonos al atardecer, juntos por siempre, y nuevamente, según alcancé a percibir, pues el sol me daba de lleno en la cara, nadie, ni los bañistas advertían nuestra presencia, ni nuestras infortunadas pasiones, mucho menos nuestro amor; o tal vez era sólo que nos confundíamos con las boyas que colgaban junto a nosotros, sí, seguro era eso, para qué nos hacemos nudos la cabeza pensando en complejos de pareja o en rencillas con la gente.

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  • Me disculpo contigo, Israel. Mira quiero pedir tu ayuda

    Hace algunos años, y escribía cosas y las mandaba a blogs y correos electrónicos sugiriendo, que los dueños de tales medios, eran de su autoria

    Tenia esa curiosidad por saber que pasaría.

    La cosa es que tengo exactamente el mismo escrito en ,mi cuaderno, incluso después se lo enseñe a mis padres, cuando estuve asistiendo a terapia.

    Entonces pues aquí pueden ser 2 cosas:

    La primera que yo lo haya escrito, pero hoy en día no se quien lo recibió( -aquí pido tu ayuda-)

    La segunda es que efectivamente tu lo escribiste pero hace bastante tiempo, después yo lo transcribí a mi cuaderno y creí que yo lo había escrito

    Por supuesto, también pudo pasar que el verdadero autor, sea alguien más, puesto que en mi cuaderno ya tiene bastante tiempo.

    Me gustaría que mis recuerdos fueran mucho mas claros del suceso.

    Incluso recuerdo, como se me ocurrió la historia arriba descrita, y quisiera que el administrador corroborara si esta imagen para este concurso, no se había usado ya.

    Pues si lo escribí yo, recuerdo muy bien que fue cuando mi papa y yo fuimos a jugar basquetbol cuando se me ocurrió la historia, independientemente esta imagen haya servido para otro concurso

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  • Respecto a la historia de Israel A. Gutiérrez Nava
    12/04/2014 a las 12:03 am
    ‘Simulacro’

    Me disculpo contigo, Israel. Mira quiero pedir tu ayuda
    Hace algunos años, yo escribía cosas y las mandaba a blogs y correos electrónicos sugiriendo, que los dueños de tales medios, eran de su autoria
    Tenia esa curiosidad por saber que pasaría.
    La cosa es que tengo exactamente el mismo escrito en ,mi cuaderno, incluso después se lo enseñe a mis padres, cuando estuve asistiendo a terapia.
    Entonces pues aquí pueden ser 2 cosas:
    La primera que yo lo haya escrito, pero hoy en día no se quien lo recibió( -aquí pido tu ayuda-)
    La segunda es que efectivamente tu lo escribiste pero hace bastante tiempo, después yo lo transcribí a mi cuaderno y creí que yo lo había escrito
    Por supuesto, también pudo pasar que el verdadero autor, sea alguien más, puesto que en mi cuaderno ya tiene bastante tiempo.
    Me gustaría que mis recuerdos fueran mucho mas claros del suceso.
    Incluso recuerdo, como se me ocurrió la historia arriba descrita, y quisiera que el administrador corroborara si esta imagen para este concurso, no se había usado ya.
    Pues si lo escribí yo, recuerdo muy bien que fue cuando mi papa y yo fuimos a jugar basquetbol cuando se me ocurrió la historia, independientemente esta imagen haya servido para otro concurso

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  • El Sol acabó siendo no una estrella, ni una piedra siquiera. Una bola disco gigante, un espejo redondísimo y lustrado. En él se reflejaba entonces otro Sol. Uno que sí era. Tanto que lo era que, quienes miraban el espejo eran unos cuerpecillos fundidos, achicharrados y evaporados berreando en alucinaciones infinitas de calor que lo que veían allá arriba era un sol.

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  • El último viaje

    Fue cuando los vi jugando frente a la vieja casona en la playa. Todos estaban ahí, recordé aquellos tiempos cuando nos reuníamos en familia y disfrutábamos juntos, ya casi lo había olvidado. Ahí, mirándolos, me di cuenta de que había llegado al fin.

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  • El último viaje

    —Solo por procedimiento, necesito que evalué la atención que se le proporciono cuando fue traído aquí.

    —Fue un viaje realmente agradable, ella espero paciente a que me despidiera de todos y en el camino fue muy atenta al resolver todas mis dudas —de pronto mordió su labio inferior—. La única recomendación que podría hacer, es que cambiaran el color del uniforme, puede resultar muy impactante.

    —Bien, no es el primero que lo dice —dijo anotando algo en su libreta y soltando una carcajada—. Ahora ¿Qué le parecen las instalaciones?

    —Son realmente cómodas y sobretodo acogedoras, me recordó a aquellos días en los que jugaba en la playa frente a la casa de mi abuela. No pudo haber mejor lugar.

    —Eso es perfecto —se levantó le ofreció la mano y agregó—: Como sabe esta es la última sesión de iniciación, espero que disfrute junto con todos sus familiares. En este lugar hay un sinfín de actividades, todas para hacer más agradable su estancia, espero pueda acompañarnos en aquellas que sean de su interés. Oficialmente ¡Bienvenido!

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  • Cuanto de luz
    -Quisiera poder formar curvatura alguna en mi rostro, una que asemeje una mínima ventura, por el contrario, sólo puedo aspirar a un vil estado de conformismo que parece complacerse al consumirme en cantidades discretas- le contaba Aída a uno de los miles de cuantos de luz que no veía, pero que sentía en su último verano.

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  • Maquinista Olympia
    28/04/2014 8:19 pm

    DHARMANITA

    Imagina que se muerte la persona que más amas; pero puedes viajar en el tiempo.
    Yo soy la persona que más amo y he llegado al futuro en el que ya me cremaron.

    Detecto, con una computadora de bolsillo, que hay vegetación en Boca del Cielo que asimila algunas de mis cenizas, otras viajan en el viento hacia los poblados vecinos, unas pocas salen a flote en esta playa y un puñado se pega al bikini de una turista. Me le acerco.

    Sonríe. Tras una charla ligera dice que dio a su hijo en adopción hace mucho tiempo, luego él murió y desde entonces ella viaja en el tiempo para verlo vivo. Es mejor que los video-hologramas, dice riendo.

    Le confieso que vengo a este futuro donde estoy muerto y este sistema de geo-tanatología, que se vale de una sustancia llamada dharmanita, me deja saber cómo mis átomos se unen a los de una flor, o viajan sobre la concha de un molusco mientras yo al mismo tiempo estoy vivo porque me la paso viajando por el tiempo para perderme el momento en que sucede mi muerte.

    No, me dice, vienes aquí para saber si alguien visita tus cenizas, si alguien te ama tanto como tú te amas; yo soy esa persona, te di en adopción para que tuvieras un futuro, yo sabía que tu madre adoptiva era la única persona que podría inventar la máquina del tiempo…
    Corro, aprieto en mi puño las pocas de mis cenizas que le pude quitar del bikini, me las trago, saben a lodo, ella grita desde la playa que la perdone, que me ama, que me dará su dirección.
    ¿Para qué?, si no se puede memorizar, ni escribir en un papel de dos dimensiones, la dirección de alguien que viaja con la muerte en la sección de primera clase del tiempo.
    Sin embargo, en mi cuarto del motel me la ha dejado: un bulbo de vidrio, dentro hay un pez nadando en agua con unas cuantas de mis cenizas o las de ella.

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  • Oleaje

    ¿Qué es la poesía?, me preguntó Ïenn. A lo que, encantado por su belleza marina, yo le respondí: Enséñame tus senos y escribiré un poema al otoño vivo en tus ojos.

    Sonriendo corrió hacia el mar y luego volvió conmigo.

    —¿Qué hizo ella entonces, Hank?

    —¡Ay, amigo! Una joven creatura desamparada suele ir demasiado lejos.

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  • No es fácil ser Ingmar Bergman. Tú lo sabes.Sobre éstas piedras y al ritmo del oleaje he podido crear películas donde el mar es un personaje más en mis historias. Miro las olas y veo nuevamente a la señora Vogler, a ti, Liv .

    Comprendes quizá mejor que yo lo que quiero decir con tus pecas y tus ojos interminablemente azules enmudeciendo por el simple hecho de no querer hablar y «Alma» te cuenta de la orgía -justamente en una playa como ésta- donde ella, a pesar de su renuencia termina teniendo el orgasmo más placentero de toda su vida, «ni antes, ni después como en ésa ocasión » diría ella y fue en una playa como ésta, tú ya sabes cómo, Liv…

    Tu Ingmar.

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  • PLAYITA

    No se si vayan, o vengan. No alcanzo a distinguir, me encandila esa lámpara colgada en lo alto del cielo. Pero no debe ser nada bueno. Pero estoy tan a gusto quemándome la epidermis, que no me importa.

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  • PARADISE MADE
    ¿Qué por haber llegado hasta donde lo hicimos ya no podemos gozar de las maravillas naturales? ¡Pamplinas! Podemos gozar perfectamente de una playa soleada con todos sus accesorios. De hecho, es aún mejor que las naturales, pues el nuestro es un mar de agua purificada y que pese a tener el mismo aroma –una mezcla ingeniosa de preparados que simula los efluvios de sal y algas –no irrita los ojos ni curte la piel. La arena es suave al tacto pero suficientemente firme como para evitar resbalones y el sol tuesta la piel de una manera agradable que no conlleva empero ningún riesgo de quemaduras ni de cáncer. Cierto es que el sol en cuestión tiende a apagarse repentinamente, pues este tipo de sistemas eléctricos toma tiempo perfeccionarlos. Cierto también es que la suavidad de la arena y del agua dan a veces una perturbadora sensación de jugar en un enorme jardín de infantes. Pero eso no impide que disfrutemos de una alegre vacación. Tenemos que hacerlo, ya que este mes es el único asueto que se nos concederá en nuestras vidas cuidadosamente planificadas. De otro modo se agotarían los recursos artificiales que hemos desarrollado y que resultaron ser aún más perecederos que los naturales. Más no hay por qué angustiarse, para eso tenemos a nuestra entera disposición toda clase de refrigerios que simulan con bastante pericia el sabor de las frituras, los mariscos, el coco y los refrescos de frutas. A decir verdad el sabor no es ni remotamente parecido, tan sólo consiste en una serie de variaciones sobre estimulantes dulces y salados. Pero es el único lujo que podemos permitirnos y si nos permitiésemos percatarnos de la ruina en que caímos nadie cesaría de llorar con amargura.

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  • MARCHA AL GENESIS

    Nos arrastrábamos, luchando contra las olas, anfibios que ansiaban su origen. No contábamos con ese límite, ignorábamos que había una barrera de agua, igual de azul e inmensa que el muro invisible e insalvable de cielo. Eso no detendría la marcha. Quizá nadando, cosa que no recordamos hacer, pero que hacíamos, llegaríamos al confín y de ahí otro salto. Igual empezamos a recordar idiomas acuáticos. Aquel ojo de luz que ahora horadaba el espacio, nos llamaba, era el faro que intuíamos aparecería algún día; llegaríamos a él con la milenaria paciencia con la que nos fuimos alejando.

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  • Cielo carmín es mi vista, mi primera vista, hermoso cielo embarga mi ser; cielo segundo, placer más profundo, pudiendo mirarte no dejo de ver.

    Cielo te llamo; te pido, te ruego, te acerques a mi; sonrío, te canto, que encanto, caminas allí.

    Mis ojos, posados, en salado afán, buscando tocarte camino al mar.

    No se lo que siento pues nunca he sentido, no se lo que veo, pues nunca lo he visto, se que en mi pecho hay intenso clamor; clamor de tus besos, clamor de tus manos, clamor de quererte, abrazarte, tocarte, caminar junto a ti. Clamor es el sueño que habitas en mi.

    Pálida arena compone mi cuerpo, arena durmiente de mar y de sal, arena en tu cuerpo, arena en tus manos, dando vida a la vida de este pálido afán.

    Noche estrellada, camino de estrellas; camino, caminas, tus pasos se tornan en mi; me rigen, me toman, provocan zozobras, alegres poemas de tus pasos en mi.

    De pronto te roba el pálido espectro de hombre con vida que llamas amor, tomas su mano y despacio te alejas, dejando la arena, abandonando mi sueño, abandonando el camino que trazaste en mi piel, ¿Porqué me das vida si te marchas con él?

    El cielo aclara, golpea mi cara, calienta con rayos mi salada piel; mi piel siempre sola, la que siempre te añora y no puedes ver, porque soy solo arena, esclavo del mar, remanso salado de lo que nunca será. Y así siempre te escribo desde esta punta del mar.

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  • Semana Santa en Caletilla

    El cuerpo del pez se hallaba dentro del agujero. Un tono azulado se reflejaba en su brillante negrura, una mancha roja en forma de hélice decoraba su frente, ¿acaso los pescados tienen algo así como una frente? Al parecer, poseía una crin como de caballo y se meneaba como una peligrosa morena con la boca abierta.

    El hombre embebido por el afán que nace de todo ser humano hacia las bestias sobre las que no tiene competencia, y que por voracidad quiere poseer, tenía transformado el rostro debido al deleite que le causaba la caza submarina. Pronto la presión del agua hinchó sus tímpanos que vibraban y le causaban dolor profundo. Un ligero mareo apenas perceptible empezaba a envenenar su mente. El silencio, la oscuridad y los pequeños fragmentos de vida esparcidos en esa parte del océano, le provocaron una pequeña alucinación; producto de la escasa experiencia en el buceo, la somnolencia y la falta de alimento.

    La criatura se recostó en la salida de su cueva y enrolló su cuerpo como si anidara, permaneció así varios minutos. Tenía la cabeza aplanada y ojos sagaces aunque opacados por la membrana que los cubría. Dio una ojeada en dos direcciones, para luego quedar inmóvil mirando hacia el frente, planeando su ruta de escape. De pronto, dio un salto, dejando a su paso una estela arenosa, simulaba una flecha musculosa que trataría de competir con aquel arpón casero. El impulso del pez estrelló la mica del visor del hombre y lo obligó a dar pataletas y manotazos que terminaron por enredarlo en altas columnas de sargazos inertes que se adhirieron a su cuerpo como si de una piedra se tratara, la consternación se tradujo en horror, en pánico. La angustia de ahogarse es inevitable e infinita.

    El pez lanzaba fieras mordidas, la fortaleza de su cilíndrico cuerpo y de sus aletas pélvicas crearon una cortina de burbujas.

    La superficie, se veía a lo alto lejana, de un azul violáceo e inalcanzable. Una especie de santuario cerrado. La ancha bóveda marina.

    El hombre despertó rodeado de morbosos mirones, vendedores y buenas personas que habían corrido en su ayuda. Se levantó, miró a su alrededor, agitó su cuerpo y muy digno se arregló los calzoncillos que con la revolcada habían quedado enrollados.

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  • Disculpen, señores. No quisiera yo distraer su descanso. ¿Habrán visto por aquí a mi hijo? Lo perdí de vista apenas un día y no lo encuentro por ningún lado. A lo mejor se lo encontraron antier o esta mañana. Claro, mire aquí su última foto. Se parece más a su papá pero si lo ve por ahí y me conoce hay algo en sus ojitos muy parecido a los míos, ¿no es así? Entiendo, no se esfuerce tanto. Es un poco más redondito de como se ve en la foto .Ese día estaba muy nublado y no se le distingue bien la nariz. Me ayudará mucho, si lo ve, pidiéndole que se esté quieto un poco y me espere. Ya sabe cómo son los niños. Nunca se le acaba la energía. Yo ya no puedo correr tan deprisa. Sí, sí, aquí le dejo mi teléfono. Voy a seguir dando vueltas por aquí por si se aparece. De nuevo, apúntele un espejo a la cara si se aparece, dígale que su vieja madre lo anda buscando y que por lo que más quiera no se asome a los agujeros negros. Reventaría sólo de pensar que mi pequeño se caiga en una cosa de ésas. Seguramente cuando saliera, su vieja madre estrella ya estaría apagada muy lejos.

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  • Mario Rosete García
    29/04/2014 1:01 pm

    Cómo construí un cielo más alto… o porqué tuve que caminar más de 10 km a mi casa.

    Reviso el monedero: tres billetes de $50.00 y unas cuantas monedas. Pinche vieja, tanto grito para esta miseria, me digo.

    Diez para las dos. Hace mucho calor y estoy ansioso. Desde mi banca te busco con la mirada, y me perece verte en cada breve mujer que sale del mercado, sin embargo se que cuando finalmente seas tú
    no habrá lugar para la confusión.

    ¡Claro que no habrá lugar para la confusión! Si tu forma de caminar es particular: pasos cortos pero seguros, rápidos, tu espalda recta, con elegancia.

    Miro nuevamente mi reloj: cinco para las dos. Veo salir a una pareja de escolares con uniformes y ella sonríe abiertamente. Me gusta su sonrisa; me gusta verte sonreír. Evoco la primera vez que te vi: estaba concentrado en alguna tarea y escuché una vocecita parecida a un gorjeo preguntándome ¿no quiere algún postre?, levanté la vista y me encontré con tu sonrisa de labios apretados coronada por tus ojitos pequeños de colibrí extraviado que me miraron fijamente. ¿Qué misterioso mecanismo pusiste a andar dentro de mí que ya no me fui posible olvidar aquella sonrisa? Sólo atiné a decirte “no gracias” como un idiota y te vi alejarte veloz, como se alejan los momentos de felicidad.

    Desde ese día todas mis tardes se cargaron de expectativa: ¿te veré hoy?, ¿cómo estarás vestida?, ¿me mirarás?, ¿me regalarás una sonrisa?, ¿me atreveré a hablarte?, ¿te confesaré que me gustas mucho?, ¿te preguntaré tu edad?

    Tu edad. Aquí lo misterioso se vuelve doble, porque tienes dos advocaciones: a veces de niña, otras de mujer; eres niña por el cuerpecito frágil y menudo que te da sustento, por la sonrisa de rapazuela que acaba de cometer una travesura y está conteniendo la risa, por tu forma de vestir; eres mujer por las formas de tu cuerpo, por el dejo de melancolía que tu mirada refleja, porque toda niña que trabaja abandona parte de su infancia para convertirse en mujer en ciernes. Eres una niña – mujer, eres mi niña – mujer.

    Interrumpo mis pensamientos y te veo al otro extremo del mercado ofreciendo tus postres a los turistas. Me paro indeciso, apresuro el paso y te doy alcance. Sólo atino a decirte hola y volteas con tu sonrisa de niña inquieta. Pregunto por el precio de las rebanadas de pastel y pregunto también por el precio de los flanes y tu respuesta es escueta y rápida. Me observas esperando mi decisión, siento tu mirada quemando mi piel y bajo la vista hacia tu charola al no resistirla. Te pregunto cuánto suma la totalidad
    de tu mercancía mientras echo un vistazo rápido a tus pechos y me encantan; dudas haber comprendido mi pregunta y la repites –¿todas las rebanadas y los flanes?. Mientras cuentas y haces los cálculos mentales aprovecho para observar los detalles de tu rostro: tu frente amplia, tus cejas definidas, tu nariz roma y el velo de melancolía que cubre tu rostro y me duele. Me dices la cantidad total y no estoy seguro de que me alcance el dinero robado; primero cuento los billetes y comienzo a contar las monedas. Con pena te digo que me quites una rebanada de pastel cuando encuentro un poco más de efectivo en mis bolsillos traseros y contento digo que si me alcanza. Te pago el importe exacto y todavía me sobran tres pesos. Te pido que coloques los postres, ahora míos, sobre una banca. Me das las gracias, una mirada y tu más bella sonrisa por terminar tu venta de forma tan inesperada como rápida. Te alejas con tu caminar donoso mientras me quedo con una caterva de preguntas que no te formulé: ¿cómo te llamas?, ¿podríamos platicar un rato?, ¿tal vez invitarte un café y una de mis varias
    rebanadas de pastel?, ¿volveré a verte?

    Me voy de la plaza con mis postres en una bolsa de supermercado, tres pesos en mi bolsillo, el recuerdo de tu sonrisa que me dedicaste sólo a mí y con la consciencia de que voy a tener que caminar más de 10 kilómetros para llegar a mi casa. Antes de irme noto que el mar es de un azul más rabioso, que el cielo de Puerto Vallarta es tres veces más alto y que su aire es tan dulce como el primer viernes de cuaresma.

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  • Estaba sentada en su oficina. Intentando escribir algo para la imagen del concurso, le vino a la mente que hace semanas pudo haberse ido sola a la playa, pero no lo hizo. Ahora tenía en su mente el relatro de Joisefina Viscens ‘El Libro Vacío’ y después se le vino a la mente un torrente de ideas. Escribir que escribo, Elizondo parece… ya viene yo es otro Rimbaud
    pero imaginar que imaginar mentiras, dejar fluír aquello que no se piensa pero se sabe. Ayer fumé marihuana de nuevo, ya tenía ganas. disfruté ver el cielo y encontré un caballo blanco, una caída, un ángel. El mar, desde el cielo puedo ver el mar y que mas importa que esté sentada detrás de este escritorio editando noticias para un diario, vivo todos los días el mismo día, pero suceden cosasa distintas quizá, trato de asirme de lo cotidiano. Pero me atrapa la idea de la playa como escape.

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  • TONTO DEL CULO

    Allí estaba. Apenas sobrepasados los cincuenta, recogiendo el Premio Nobel de Literatura. Un galardón que, al final de su discurso, dedicó entre otros a su padre: el anciano que sentado en primera fila aplaudía, lloraba e hinchaba el pecho orgulloso, sin acordarse ya de cuando el premiado tenía diez años y le preguntó si la orilla era el principio o el fin del mar, y él pensó, muy abatido, que de sus dos hijos aquél era el más tonto.

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  • Tomó su mano, Él la miró por un instante antes de perder su mirada en el horizonte. Sin soltar su mano preguntó: «¿Soy el amor de tu vida?. Hubo un breve silencio y al suave ritmo de las olas ella respondió: «¿De cuál vida?, ¿De esta?» Silencio.

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  • F. A. Real H.
    29/04/2014 2:19 pm

    Eterna oscuridad

    —¿Has pensado qué pasaría si el sol se apagase?

    El ensordecedor rugido del mar apagaba todos los demás sonidos, sumiéndolos en una charla propia, privada. Avanzaban por la playa descalzos, dejando que la húmeda brisa marina les acariciara la piel desnuda mientras hundían los pies en la arena suave y rugosa, como esos baldes repletos del grano limpio y seco de la estación.

    —En realidad no, pero me imagino que estaremos todos muertos para entonces —contestó con su fría lógica de siempre.

    —Sí, obvio que no lo veremos… Aunque quizás sí, si crees en… ¡Pero da lo mismo! Yo me refiero a otra cosa. ¿Cómo sería el mundo sin el sol?

    —¿Es esta una pregunta del tipo «si un árbol se cae en el bosque pero nadie lo oye»?

    —No, no —contestó paciente, enganchando su brazo con el suyo y acercándose hasta susurrarle al oído—. Imagínate esta misma playa, sin nosotros y sin el sol. ¿Cómo sería todo? ¿Habría peces en el mar, o animales que vagaran por la tierra? ¿Quién se beneficiaría de una eterna oscuridad?

    —Los de siempre —respondió de inmediato, sin meditar realmente su respuesta y tan seguro de ella como quién se considera por sobre todo cuestionamiento.

    —No entiendes —añadió con resignación, alejándose un poco y jugando a dibujar con los dedos de los pies el mensaje que sus palabras eran incapaces de entregarle.

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  • Ay, Lucía.

    Ya estás cansada, déjame aquí. Qué más da si dejas este costal de huesos por aquí o un poquito más allá. Ya, Lucía, no camines más. ¿O acaso no me quieres dejar? Esa colección de navajitas tuyas, siempre la adoraste. ¿Cómo pudiste mancharlas con la sangre de este infeliz? Y tú piensas y te convences de que has hecho bien. Te aplaudo, Lucía, si quieres hasta con los pies. Ay, jovencita, sé que te arrepientes y que eres incapaz de llorar. Te arrepientes, ¿no es así? Detente. Mírame. ¡Mírame! No, no bajes la mirada, no seas cobarde. ¿Se están humedeciendo tus ojos? No me lo creo, para verte llorar tendría que estar muert… Ya, lo entiendo. ¿Aquí me enterrarás, Lucía? —Este no es un buen lugar para el cempasúchil—le dije. Y seguí caminando.

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  • Qué vista tan bella- pensó mientras con gran pesar arrastraba una bolsa negra cuyo contenido jamás quería volver a ver.
    Antes de continuar con su cometido, se permitió admirar las olas del mar que, al igual que su mujer, parecían peligrosas y listas para arremeter contra él en cualquier momento. Sin embargo, pensó con una sonrisa al contemplar el mar, al menos ella no lo podía lastimar ya.
    Echó un último vistazo a la inmensidad que se daba frente a él y después continuó jalando la bolsa.

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  • Historias de terror para un vampiro.

    Salió para tomar el sol. Observó el paisaje: hermoso. Jamás, se dijo, olvidaría una vista tan perfecta como la que se mostraba ante sus ojos.
    Cinco segundos después su piel comenzó arder.
    Cinco más tarde quedaban sólo cenizas…

    ¿Salir a tomar el sol?- interrumpió el relato el neófito-.¡Qué estúpido!

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  • Antonio H.V.
    29/04/2014 4:53 pm

    FUE CERCA DEL MAR

    Después de haber salido de ese sopor y de aquella cabaña, corrí lo más rápido que pude. No sin antes, mientras corría, aun se me presentaban las imágenes de Adriana, que se había quedado a buscar sus pantuflas debajo del camastro, en cuclillas. Yo le había gritado y ella parecía que no había escuchado. El calor me ahogaba, y la pequeña palangana aún seguía encendida, aumentando el bochorno. Pero salí, sin entender sus acciones; yo corría por mi vida.

    Una vez que hube recorrido gran tramo y que hube llegado a una gran vereda despejada, me pude dar cuenta, que estaba incorporado, o que se habían incorporado, una multitud de personas, y todas corrían a la velocidad que mis piernas alcanzaban. Unas gritaban, otras pedían auxilio; otras más cantaban o silbaban, y también había quienes ejecutaban vueltas de carro en el pasto. Una anciana que iba delante de mí me dijo: “No mires hacia atrás”, pero fue inevitable tomar su consejo o su advertencia; pues, pude ver cómo grandes bolas de fuego caían del cielo y se estrellaban con la tierra y el pasto, arrancando todo cuajo y ocasionando un desorden grotesco. Confieso que esto ocasionó que ahora me sintiera víctima de una hecatombe progresiva y que había soltado en llanto y alaridos. Pero yo seguía corriendo, siguiendo a la multitud de gente que se dirigía hacia el mar, donde según la lluvia de meteoritos no alcanzaría. Antes de llegar al mar inmenso, pude observar que no todos corrían y que le daban poca importancia a tal catástrofe, pues varios hombres de edad madura permanecían agrupados alrededor de una piedra circular y lisa, jugando a las cartas y fumando en pipas de alabastro o de madera; ellos se reían de mí.

    Llegamos a la playa. Mis pies, que se sumergían en la arena, me impedían adoptar de nuevo la velocidad con la que antes corría. Mucha gente se aventaba al mar como renacuajos o como suicidas, y yo quería hacer lo mismo, chapotear en el agua fresca, pues la temperatura de la atmósfera aumentaba, que pronto, pude ver cangrejitos y estrellas de mar asándose y ardiendo, retorciéndose en espasmos de dolor y ardor. Yo quería entrar al mar, pero antes, pude ver una bola de fuego muy grande en el cielo -pensé que era el sol-, pero no, pude cerciorarme que se trataba de una bomba nuclear recién lanzada, a causa de la guerra que se había desatado días atrás. Y antes de que pudiera admirar el gran fenómeno de la bomba explotando en el cielo, antes, vi mis manos, mis ropas y mi piel, desprenderse como partículas de luz, desintegrarse en lo cálido del día cerca del mar.

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  • Parpadean nubes lamiendo arenas en vaivén sobre huellas. Impregna el salitre sostenidos y bemoles sobre su blanco aliento vespertino para cantar palabras salvavidas en cada tecla carbón: gritar el silencioso pensamiento.

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  • SALUDOS SI SE VE MI CUENTO EN LA PAGINA?

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  • Aguamalas

    Era como un capullo de mariposa, del tamaño de un hombre, de colores naranjas y amarillos, brillante. Excepto que al abrirse, algunos minutos después, solo quedaba un esqueleto blanquísimo que al segundo se desmoronaba. Ese día estábamos en la playa, el viaje familiar que año con año emprendíamos en semana santa. Recuerdo el sol brillante, el calor que pintaba de espejismos cada sombra que entraba y salía del océano. El aroma a sal, el sudor pegado a la piel y la comezón de la arena que se le unía. Yo era un niño, jugaba entre las olas con mis primos. Entonces el grito de alguien a lo lejos detuvo todo: “¡Aguamalas!”. Todos salimos del agua renegando, pero convencidos. Ya otros años habíamos tenido la experiencia de la llegada de un banco de ese tipo tan particular y local de medusas, que son como hilos largos, entre anaranajados y amarillos, coronados con un globo azul del tamaño de un grano de arroz. A pesar de su tamaño diminuto, ellas se enredaban en el cuerpo con gran velocidad, provocando una comezón y un dolor tal que hasta los adultos a quienes yo había visto sucumbir derramaban lágrimas. Solo había que esperar a que se los llevara la marea, nos recordó mi padre. Eran como una gigantesca bola de cabellos, flotando allí cerca de la arena.

    Pero ese día algo fue diferente: Desde la playa empezamos a observar hilos verticales que sobresalían del agua. El pensamiento general entre los que éramos testigos era el de una ilusión óptica provocada por el calor. Pero fueron emergiendo más y más. Lentamente se iban acercando, y seguían apareciendo, hasta el punto de que lo que parecía un espejismo cobro una nitidez de muro transparente. Era una pared de colores amarillos. Aun no se veía solida, pero faltaría poco para que la cantidad de aguamalas formara un solo ser gigantesco, cubriendo de izquierda a derecha lo que abarcaba la vista. Parecía que toda la costa estaba a punto de ser engullida por la cabellera brillante que componían esos seres. Pensábamos que era una ilusión. Las aguamalas no tienen la dureza para permanecer erguidas de esa forma, y menos considerando que estaban verticales cual largas eran, guardando un equilibro imposible, tocando la arena apenas con una punta de su cuerpo. No falto el valiente, o necio, aun no lo sé, que se acerco tratando de convencerse de que todo era obra de una histeria colectiva. Fue entonces cuando los cientos de hilos ácidos lo cubrieron, se enredaron, se volvieron un capullo, dejando después un esqueleto humano, desarmándose ante el parsimonioso avance. Todos huimos.

    Para el momento en que llegamos al hotel donde nos hospedábamos el pequeño poblado costero era presa del miedo. Todos los turistas regresaban a casa, dejando a los pobladores a su suerte. Las carreteras de cuota estaban colapsadas. Mi padre tuvo el acierto de llevarnos por caminos entre los pueblos, por lugares poco transitados. Por la radio la notica tenía un tono algo incrédula, al parecer en todo el mundo se estaba dando el fenómeno de medusas que emergían del océano, erectas, lentas y mortales. Medusas azules azotaban áfrica, regatas portuguesas tomaban por asalto la costa azul del mediterráneo. Para cuando llegamos a la ciudad, el tema dominaba la mayor parte de los noticiarios.

    Al principio surgieron los remedios caseros: arrojarles agua de limón las volvía pilas de gelatina sin forma, el cloro las reducía de inmediato, el fuego las achicharraba a gran velocidad. No eran un problema, o no debían serlo, pero ellas seguían emergiendo, en forma constante, seguras, insensibles a la caída de sus congéneres. Al pasar los años se fueron agotando los recursos. Transitar por el mar se volvía en misión suicida, pues sus ácidos llegaban a perforar, a fuerza de pegarse con persistencia, hasta le casco más duro. Las playas fueron tomadas, luego los ríos, la vegetación costera, los bosques, las montañas. Muy tarde aprendimos que solo el cristal parece resistir a sus ácidos. La tierra estaba siendo cubierta por ellas. Desde la orilla de la plataforma en que vivo, sostenida por inmensos pilares de cristal, observo el horizonte, el sol en lo alto me trae el recuerdo del día que las vi emerger. Bajo mis pies un mar de aguamalas y medusas se retuerce en sus propios jugos ácidos. Los científicos aseguran que el nivel de ellas sigue creciendo, que ya han abarcado casi en su totalidad la superficie de la tierra. Solo nos quedara huir a los polos, allí donde el frio las mantiene a raya.

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  • Erika Chacón Torres
    29/04/2014 6:56 pm

    Mientras yo he decidido venir sola, la ciudad me vuelve loca y mi traje de baño mantiene mis ideas ajustadas a esta mente delirante. Debes saber… hace tantos meces que no te escribo, hace días que no padecía por tu esencia, ya olvidaba el ligero olor a cigarro mezclado con tu buen gusto por perfumarte, casi olvido la pasión con la que te escribía noche tras noche antes de dormir, en aquel año mi mente vaga ante la realidad e indiferente a la cordura y razón, pienso que tal vez erré al decirte tal confesión, que admito es la única vez, bizarro el que y por qué de tu tan grata compañía te amé y puedo decir que ame porque en mi corta vida nada me ha movido ni manipulado con tanta facilidad como tú, nada me ha hecho desvariar , nadie jamás me acarició con tal sencillez, ternura e hipocresía como tú, sólo podría enumerar virtudes en certeza de no acabar pues mira corazón que hasta tus defectos me enloquecen.
    A razón de hoy, admito que después de años, ya no estremeces mis razones siquiera cuando me miras, ya no aceleras mi respiración, admito que siempre admiré la esencia que contagias, pero tu excesiva melancolía (cualidad tuya), impenetrable y placentera para ti, no me inspira más, esta vez me ha vencido la razón. Ya he escuchado que tienes un amor y a pesar del tiempo que llevan juntos, no todo marcha bien, pero sé que te causa placer esa situación. Solo espero y así tendré un motivo para abandonar por completo el miserable deseo que me provocas, ¿la amas?, de ser así estaré muy contenta de escucharlo, porque no me desvelará la incesante voz que me pregunta si alguna vez tendrás la mínima noción de saber lo que fue amar y entregar el corazón, solo así todo seguirá su curso en esta vida.
    Y aunque no del todo feliz, yo hoy, camino tranquila, mirando el atardecer en este verano y sintiendo cada grano de arena hundirse entre mis dedos al regreso de la ola más débil de la costa, camino, alzo la mirada y me siento como cuando niña corría, sin prisa, por gusto, liviana y sentía el aire correr en dirección de la fluida sangre de mis venas. Sé que mañana despertare y hoy como siempre te llevaré conmigo, pero no de la misma manera, esta vez para recordarme lo bien que hace amar.

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  • Erika Chacón Torres
    29/04/2014 7:05 pm

    Olas, ¿te has preguntado por qué el sonido que producen resulta tan placentero y relajante?, o haz cuestionado la discreta pero no inadvertida relación que guarda la luna con la marea; y ante la majestuosa inmensidad de la costa que, para algunos,es causa de un gran deseo de aventura, mientras que a otros les estruja los sentidos pensar en su inferioridad ante él.
    Llevo un par de semanas aquí, donde el viento golpea mi piel con los granos de arena que vuelan a su merced, levanto la mirada y gozo por unos segundos el resplandor del sol que contrae mis pupilas y con trabajo diviso la claridad del borde de las espaciadas nubes que se pierden en el horizonte. Ya sabes lo que se observa en estos lugares, niños acompañados de sus familias jugando con pelotas de colores, mamás empalagosas bañando en bloqueador a sus pequeños y colocándoles flotadores por si deciden sentarse en la orilla del mar, padres tomando cerveza y jugando un pequeño partido de voleibol con sus gordas panzas de respectivos empresarios, mientras sus esposas se divierten platicando sobre las pesadas labores del hogar, todos tratando de ser felices, después, pueden regresar a sus somnolientas vidas.
    Más a la izquierda hay chicos en el éxtasis de su juventud, fiesta, sexo, alcohol, dinero y padres consentidores, ellos recostados en camastros curándose la buena borrachera de la noche pasada con sus refrescantes cervezas y unos cigarrillos. Ayer cuando subía a mi habitación ellos llegaron, después de una noche de bar, tomaron el elevador y yo podía ver los movimientos de sus labios tan ligeros y libidinosos al pasar frente a mí; llegamos al mismo piso y para intentar abrir golpearon sus cuerpos candentes contra la puerta, su ebriedad no les permitía más, por fin entraron a una recámara junto a la mía y con un andar pausado entré a mi dormitorio y me recosté siguiendo sus movimientos. Podía escuchar sus risas sarcásticas y sus cuerpos rosando, perforando cada poro con su inminente pasión, sin darme cuenta mis manos también los acompañaban deslizándose lenta y firmemente por mis pequeños y redondos pechos, pero una de mis falanges tropezó torpemente con mi ombligo; tras recuperar el paso mis dedos encallaron en la evocación de mis piernas y mi total feminidad, ellos daban cuerpo a sus sentimientos con besos que descendían del cuello, los puedo escuchar, mis dedos rodean la entrepierna y juegan con mis labios sobre aquel lunar inspeccionado alguna vez, cierro los ojos y la pared se pierde, tras una fina tela ellos danzan con sus cuerpos bajo las sábanas y ella llega al punto final exhalando el más puro sonido del amor una y otra vez, al ritmo de su acelerada respiración, y yo más dentro y más suave elevo mi cadera, puedo, sentirlo, abro mis ojos y escucho el eco de la agitada palpitación descender poco a poco, mientras mi respiración se vuelve menos profunda; encalle en el más profundo sueño.

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  • -Ya estamos aquí. ¿Era esto lo que querías?
    Caminan hacia la playa, el sol les lastima los ojos y los tienen entrecerrados. La niña no responde, siente el filo de la migraña cortándole la sien pero aún no sabe lo que es.
    Sus pasos son medidos, lentos y raros porque intenta caminar sin mover la cabeza.
    Dejan el adoquinado y las recibe la arena cálida entre los dedos de los pies.
    Una bolsa de plástico preñada de latas vacías está acurrucada junto al poste que sostiene un basurero casi vacío.
    -Ven, dame la mano.
    Los pies de la niña esquivan trabajosamente las colillas semienterradas en la arena que se extienden a todo lo largo y ancho de la playa, concentrándose, como hormigas, alrededor de las sillas de tela y de las toallas que hay por doquier.
    La gente toma el sol.
    Los niños se corretean y arrojan puñados de arena a todo el que pasa cerca.
    La brisa trae consigo retazos de música y el ruido de las olas.
    -Ya tuve suficiente, lo siento. Ya me quiero ir.
    Ahora es la mujer quien no responde.
    Han llegado a la orilla y la niña esquiva con repulsión el agua espumosa que quiere lamerle los tobillos.
    La playa huele a drenaje. Y hay gente sumergiéndose en ella.
    -No podemos irnos, niña mía. Ya no hay a dónde ir.

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  • [aprendo de mi pasos]

    “La poesía es más profunda y filosófica que la historia”
    -Aristóteles-

    Mar de Fuego.

    149.600.000 km aproximadamente es la distancia del sol a la tierra. El sol es capaz de dar luz, calor; y su energía calorífica sobre el mar detona el ciclo del agua que desde el principio de los tiempos en un planeta ha ocasionado que exista la biodiversidad. ¿Cómo definir vida en términos químicos? ¿Cómo saber que en un lugar hay vida? El sol es un revolucionario y la energía solar su revolución. La existencia de que haya un sol es un ingrediente indispensable para que haya vida y ésta continúe evolucionando. Los rayos solares son benignos en la piel humana para la asimilación de la vitamina D; y a pesar de que llegan desde una gran distancia también son malignos, son capaces de producir cáncer en la piel humana. El sol es un astro que impone respeto. De esa misma envergadura es la literatura. Hay quienes se limitan a ser de un solo color; he ahí que limitan su propio horizonte. La luz solar, en su simpleza, al pasar a través de un cristal se transforma y proporciona diferentes colores; al pasar a través de las gotas de lluvia es capaz de manifestar un arcoíris. El sol es sencillo y es elegante. Tal vez así sea el color del equilibrio; el sol es un mar de fuego; un mar con temple, un mar que ningún gobierno puede gobernar, porque el mar manifiesta su fuerza expresando que es libre.

    He vuelto. Regreso a escribir, dice el aprendiz. Soy comandante en jefe de la novena legión y el reclutamiento ha comenzado. He estado en constante entrenamiento para saber si soy capaz de dirigir, si soy capaz de ser líder o soy simplemente un merolico. ¡Qué emoción ese acto de la escritura! ¡Qué emoción escribir! Escribir es una revolución cuando un escritor es capaz de fluir con el fuego.

    Un escritor al igual que el sol, no creo que estén de adorno. Hay quienes creen que la poesía es un género menor… En mi mundo la poesía es el origen de la literatura. En mi mundo un escritor es un ave de fuego que nace y muere ardiendo.

    No importa qué tan larga sea la semblanza de un escritor, porque una cara en blanco siempre va poner a prueba a nuestra pluma. Como si fuera la primera vez. Mediante el acto filosófico, una hoja en blanco reta constantemente a un escritor: ¿Eres capaz de escribir? ¿Eres capaz de seguir escribiendo o prefieres estar en la comodidad de tu pinche fama?

    ¡¿Qué es una revolución intelectual y cómo se inicia; cómo se nutre; cómo se vive?!
    ¡¿Somos flamas artificiales o somos capaces de dejar que la lumbre emane de nuestra naturaleza?! ¡¿Somos libres o somos esclavos?!

    ¿Quién soy? En todo caso soy un Juan Bautista: “soy una simple voz que clama en el desierto”.

    En mi mundo, una genuina revolución es respaldada por un ejército de poetas. El propio universo es el más grande y el más hermoso de todos los poemas. ¿Qué es el tiempo?

    Someto a la aprobación de la sociedad de la media noche dar continuación; y pondré el siguiente fragmento del libro ¿Tener o Ser? del maestro Erick Fromm. Ha pasado tiempo desde la última vez que dejé el primer fragmento aquí en Las Historias; y dejé pasar varios meses para intentar darle fuerza al significado del siguiente texto: Actividad o Pasividad:
    ———————————————————————————————————————————-
    [la resistance]

    Tener o Ser
    (Erick Fromm)

    “El modo de ser manifiesta como requisitos previos la independencia, la libertad y la presencia de la razón crítica. Su característica fundamental es estar activo, y no en el sentido de una actividad exterior, de estar ocupado, sino de una actividad interior, el uso productivo de nuestras facultades, el talento, y la riqueza de los dones con los que cuentan (aunque en varios grados) todos los seres humanos.

    Actividad y pasividad.

    Ser, en el sentido que hemos descrito, implica la facultad de ser activo; la pasividad la excluye. Sin embargo, “activo” y “pasivo” son de las palabras más mal comprendidas, porque su significado es completamente distinto hoy día del que expresaba desde la antigüedad clásica y la Edad Media hasta el periodo que se inició con el Renacimiento. Para comprender el concepto de ser, debemos aclarar los conceptos de actividad y de pasividad.

    La actividad en el sentido moderno se refiere sólo a la conducta, y no a la persona que hay tras la conducta. No tiene importancia si la gente está activa porque es impulsada por una fuerza externa, como un esclavo, o por una compulsión interna, como una persona movida por la angustia. No importa si los individuos se interesan en su trabajo de carpintero, de literato creador, de científico o jardinero; o si no expresan una relación interior (y una satisfacción) con lo que hacen.

    El moderno sentido de actividad no distingue entre estar activo y estar ocupado; pero hay una diferencia fundamental, que corresponde a los términos “alienado” y “no alienado” en las actividades.

    En la actividad alienada no siento ser el sujeto activo de mi actividad; en cambio, noto el producto de mi actividad, algo que está “allí”, algo distinto de mí, que está encima de mí y que se opone a mí. En la actividad alienada realmente no actúo; soy activado por fuerzas internas o externas. Me vuelvo ajeno al resultado de mi actividad. El caso de actividad alienada que puede observarse mejor en el campo de la psicopatología, es el de los individuos compulsivos-obsesivos. Forzados por una necesidad interior a hacer algo contra su voluntad (contar pasos, repetir determinadas frases, realizar ritos privados) pueden mostrarse muy activos buscando esta meta; pero como lo ha mostrado ampliamente la investigación psicoanalítica, son impulsados por una fuerza interior de la que no están conscientes.

    En la actividad no alienada, yo siento ser el sujeto de mi actividad. La actividad no alienada consiste en dar a luz algo, en producir algo y permanecer vinculado con lo que se produce. Esto también implica que mi actividad es una manifestación de mis poderes, y que yo, mi actividad y el resultado de ésta son lo mismo. A esta actividad no alienada la denomino actividad productiva.

    “Actividad” y “pasividad” pueden manifestar dos significados completamente distintos. La actividad alienada en el sentido de estar ocupado en realidad es “pasiva” en el sentido de la productividad. En cambio la pasividad, como el no estar ocupado, puede ser una actividad no enajenada. Esto es muy difícil de comprender hoy día, porque la mayor parte de la actividad es “pasividad” alienada y la pasividad productiva rara vez se practica.

    “Productivo” como se usa aquí no se refiere a la capacidad de crear algo nuevo u original, como la actividad creadora del artista o del científico. Tampoco me refiero al producto de mi actividad, sino a su calidad. Una pintura o un tratado científico pueden ser totalmente improductivos, o sea estériles. Por otra parte, el proceso que se realiza en quienes cuentan con una conciencia profunda de sí mismas, o que verdaderamente “ven” un árbol y no sólo lo miran, o que leen un poema y sienten el movimiento de los sentimientos que el poeta expresó con sus palabras, ese proceso puede ser muy productivo, aunque no “produzca” nada. La productividad es una orientación del carácter que puede haber en todos los seres humanos, en el grado en que no se encuentren emocionalmente inválidos. Las personas productivas animan lo que tocan. Hacen surgir sus propias facultades, y dan vida a las personas y a las cosas.»
    …………………………………………………………………………………………………………………..
    Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
    venas que humor a tanto fuego han dado,
    médulas que han gloriosamente ardido,
    su cuerpo dejará, no su cuidado;
    serán ceniza, mas habrá sentido;
    Polvo serán, mas polvo enamorado.

    -Francisco Gómez de Quevedo-

    [la mer]

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  • Ricardo Gómez
    29/04/2014 8:40 pm

    Creíamos que al final de la playa el mar nos abrazaba. Descubrimos demasiado tarde, ya sin tierra firme, que en realidad nos devoraba.

    Responder
  • Ricardo Gómez
    29/04/2014 8:41 pm

    «Salieron del mar» repetían las historias de nuestros abuelos. Cuando por fin llegamos al planeta aquel sólo encontramos arena y peces.

    Responder
  • Ricardo Gómez
    29/04/2014 8:42 pm

    Un crimen se cometió aquí -dijo alguien sobre la arena guarecido dentro de su traje de plasma- nosotros lo pusimos en el agua pero alguien los ayudó a salir, ahora vagan por las estrellas abordo de máquinas más grandes que este planeta. Humanos se hacen llamar.

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  • En el fin del tiempo observó cómo el incansable amado de la Luna trataba de tocarla. Lo miraba y, como si se tratara de un libro abierto, entendió la desesperación del mar. Más de una eternidad intentando tocarla. Más de mil vidas humanas amándola. Cada mes esperaba paciente que ella se mostrara y sin falta acudía a la cita. Él siempre estaba esperándola, mirándola, sin poder tocarla. Nunca.

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  • Fernanda Sánchez A.
    29/04/2014 9:18 pm

    Me pierdo en el mar de tus ojos. Naufrago y me arrastro en la arena, muerta de sed; el hambre comienza a devorar mis entrañas. Me alimento de peces muertos, añorando otros mares. Todos se han ido, el océano se esconde en la oscuridad, ningunos ojos brillan entre penumbras. Soy agua salada.

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  • Juan Carlos Gallegos
    29/04/2014 9:27 pm

    Tomar la libreta equivocada

    [En la penúltima hoja de una libreta, con las tapas color azul oscuro, se pueden leer las siguientes anotaciones escritas a lápiz y bastante legibles]
    El tiempo puede ser circular.
    El o la protagonista se llama Álex. Este nombre permite, con el vocabulario correcto, no dar a entender si se trata de una mujer o de un hombre.
    La historia gira en torno a la idea de que se puede ser lo que se desea en la vida, a pesar de las circunstancias y las dificultades, a partir de la fuerza de voluntad y de no dejar de persistir.
    OJO: decidirse por una anécdota.

    [En la última hoja las siguientes frases, las únicas escritas con tinta negra, a punto de agotarse: la palabra final, más que escrita, está marcada por la presión que se hizo sobre el papel]
    El contraste se genera con las personas que “son alguien”, pero que siguen todas el mismo camino en la vida. Tanto se parecen que [tachones con tinta negra] Representar a esas personas como un grupo de siluetas que hacen lo mismo.

    [Texto escrito con tinta roja]
    El lugar puede ser una playa: los bañistas son sólo siluetas. Son la sociedad con sus destinos trazados, cada uno. De eso no pueden escapar. Incluir la siguiente frase: “no hacen sino seguir las mismas reglas y llenar los mismos moldes”.
    Álex a contracorriente, a pesar de tener un futuro incierto.

    /objeto descartado como evidencia 3: libreta azul/

    [En otra libreta, de tapas negras, en la primer página que estaba en blanco, justo después de muchas más plenas de información incriminatoria, escrita a lápiz, el siguiente texto, en tinta roja]
    Puntos a desarrollar:
    1) La [hay una palabra tachada con lápiz: descripción] caracterización de Álex a partir de sus acciones. Su descripción (mínima, que parezca un ser andrógino)
    2) La [hay otra palabra tachada con lápiz: inclusión] introducción de personajes que ayuden a la identificación del protagonista con el tema a desarrollar.

    Agilulfo. Mencionar que es inoxidable por estar cubierto de aceite de ballena.
    [Un nombre tachado con lápiz: Gurdulú] [Otro nombre tachado con lápiz: Gudi-Ussuf]. Gurdulú.
    (Agilulfo es pura voluntad [Escrito al margen de la hoja: es, a pesar de no existir] y Gurdulú, a pesar de [Se salta un renglón y en el siguiente continúa] no sabe que existe
    Identificar a Álex con Agilulfo, a los bañistas con Gurdulú.

    Podría incluirse a Kustos y la anécdota sobre Varosha. Mencionar los accesos de irrealidad. Identificar los accesos de Kustos con la crisis de Álex [Palabras tachadas: (desesperación ante su futuro, incierto)]

    El conflicto: intentar ser lo que se quiere ser en un mundo donde todos hacen lo que siempre se hace.

    3) [Subrayado tres veces] Extremadamente importante: No narrar de más!
    La minificción puede convertirse en cuento.

    4) Importante: Encontrar una estructura decente (y que no exija una narración prolongada) para contar todo lo anterior en una extensión de aproximadamente una cuartilla.

    5) El tiempo [Las siguientes palabras escritas con un color de tinta distinto: negro] ya se había determinado que podía ser circul

    /objeto declarado como evidencia 3: libreta negra con salpicaduras de sangre en la pasta y suciedad de alcantarilla en su parte externa/

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  • Juan Carlos Gallegos
    29/04/2014 9:28 pm

    El único peligro

    Los bañistas serán sólo siluetas, sin rasgos. No se diferenciarán entre sí. Sus vidas tampoco, todas hechas con moldes bien definidos. Despertar a las 6:00 am seis días a la semana, para ir a trabajar lejos, volver por la tarde, casi noche. Dormir temprano. Ahorrar dinero para comprar todo lo que les han dicho que deben comprar. Y tener un anhelo, muchas veces secreto, de hacer otra cosa, de dedicarse a algo que es distinto y que los llama, pero no se atreven a seguir.
    Fer los observará. No querrá ser como ellos. Irá a contracorriente, hacia lo profundo de ese mar de posibilidades. Habrá dejado un empleo como el de todos los que observa, remunerado pero no querido, por dedicarse a lo que siempre había deseado hacer pero siempre había pospuesto, a pesar de que no le deje tanto dinero, en ocasiones tan poco que, con frecuencia, al principio, no sabrá ni con qué va a pagar la siguiente renta.
    Kustos, antes de irse, observará a los bañistas. Dirá algo de los fantasmas sin rostro, turistas que acuden a los hoteles de Varosha. Dirá que estos bañistas que son sólo siluetas se los recuerdan un poco, tan sólo un poco, pues son algo diferente.
    Gurdulú se mezclará con los bañistas, y él y ellos se confundirán, serán todos uno, serán todos el mismo, indistinguibles, pese a tener tantos nombres, tantas profesiones, tantos títulos profesionales, tantas tarjetas y deudas y planes de crédito, tantas cosas compradas y por comprar.
    Fer se internará en el mar de posibilidades. Sentirá al inicio que pierde el control, que no puede asirse a nada. La simple idea de volver a su viejo trabajo le reconforta, le hace pensar que es un rescate: de regresar podrá salir a flote, pero si lo hace volverá a ser como los demás, como casi todos, por eso se empeñará en no hacerlo, preferirá emplearse en seguir su sueño, en no abandonar lo que persigue, en tener fe y en persistir, a pesar de que el agua estará muy por sobre su cabeza y la corriente arrastrará su cuerpo poco a poco hacia lo profundo…
    Entonces Agilulfo aparecerá caminando sobre la arena del fondo, cubierto de aceite de ballena, con determinación, rumbo fijo y paso constante. Y Fer lo verá y entenderá que se puede respirar en ese mar de posibilidades, que si se mantienen los pies en la tierra se puede caminar hacia una dirección definida, porque se dará cuenta que hay caminos ocultos para todos los que no quieren verlos, pues siempre hasta entonces habrán seguido el mismo. Y Fer encontrará su camino y lo seguirá, y el agua del mar ya no será un peligro, porque el único peligro todo el tiempo habrá sido ser como los bañistas. Y los bañistas serán sólo siluetas, sin rasgos.

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  • Retorno

    En mi infancia, mi abuelo me narro la historia de nuestro pueblo. En una era en que los hombres se formaban en las filas de los ejércitos de grandes imperios, uno de entre ellos se alzaba aun por encima de los demás, pero su grandeza conllevo a un costo equivalente. Entre las penumbras de una noche y las devastadoras lluvias, incesantes, llegó su caída.

    Hundidos, en la miseria y el hambre, tuvimos que acostumbrarnos a una nueva existencia, siempre añorando el pasado. Nací en una época de cambios, educado para gobernar con una idea “El mundo está para conquistarse”. Con esfuerzos recobré a su vieja gloria nuestra armada, impulse la economía y fortalecí el sentimiento nacionalista del pueblo.

    Fue cuando conquiste los mares que lo supe, ya no podía detenerme. El mundo entero, de nuevo reconocería la supremacía de mi pueblo.

    —¡Había comenzado el ascenso!

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  • Tiene una vaga idea y piensa en cómo podrá retenerla antes de que se disuelva entre las olas del mar. Antes de que los cíclopes la mastiquen y escupan. Antes de que Medusa la convierta en piedra. Antes de que Circe la cambie de forma y Penélope la desteja. Piensa en cómo capturar su idea antes de que los dioses la conviertan en estrellas.
    ¿Cómo atraparla antes de que desaparezca por completo y nunca regrese a él?

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  • Generaciones

    El señor Spiegel, ingeniero metalúrgico jubilado de una importante fábrica de autos alemana; la señora Spiegel, dueña de una tienda de artesanías mexicanas afincada en Frankfurt, ambos tomaban el sol acostados en sendas tumbonas frente a la playa de Los Cabos. Un whisky para él, un tequila derecho para ella, la luz solar tostaba los cuerpos de la pareja. El señor Spiegel levantó el pulgar derecho y lo interpuso entre el sol y él.
    —No puedes tapar el sol con un dedo querido —dijo la señora Spiegel.
    Harry Spiegel tataranieto del matrimonio Spiegel desembarcó en la costa de Los Cabos, los rebeldes texanos se habían internado en el extenso desierto del norte de México y era deber de su unidad establecer una cabeza de playa y partir para buscar las madrigueras de los rebeldes en las dunas del desierto y volarlas una por una. El sol parecía hacer surcos en la piel, se volvió y extendió el brazo derecho colocando el pulgar contra el sol.
    —No puedes tapar el sol con un dedo —dijo el cabo Rodríguez.
    —Lo sé pero lo intento… —alcanzó a decir Harry Spiegel antes de ser silenciado por el proyectil de un francotirador insurgente.

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  • Lost Paradise

    –¿Entonces se trata más de un asunto de retórica?
    –Lo del libro y lo del disco sí, sobre todo lo del disco.
    –¿Tú que pediste?
    –A García Marquez y Rubber Soul de los Beatles. Tu?
    –Me quise pasar de listo con un MP3 de doscientas y tantas pero ya vez que….
    –Si, los cabrones no mencionan la ausencia de energía eléctrica.
    –Aunque ese no es el problema, imagínate que hubiera tocadiscos y todo. ¿Cuantas veces escucharías el mismo disco antes de enloquecer?
    –¿Y lo mismo pasa con el libro?
    –Me lo sé de memoria, quieres que te lo diga? “Muchos años después, frente…..
    –No hace falta, te creo…
    –Déjame adivinar (enrolando los ojos), tu también… Cien años de Soledad?
    –… (Asintió con la cabeza mientras bajaba la mirada)
    –Más de la mitad de todos con los que he hablado también.
    –Y yo ni lo había leído…
    –No te preocupes, nadie lo había hecho hasta llegar aquí, es el libro que a todos les hubiera gustado leer o quizá el único titulo que se sabían. Eso ahora no importa.
    –Y cuanto tiempo tienes aqui?
    –No sé, ya hasta perdí la cuenta
    –Oye.
    –Dime
    –No quiero ser indiscreto pero….
    –A Lorena Velázquez
    –De veras? No pues todavía te tocó algo decente.
    –¥o quería a Brigitte Bardot pero uno, ya la había pedido alguien más y dos, eso solo te lo concede un genio categoría uno.
    –Categoría tipo uno?
    –Si, el archipiélago está dividido por categorías ¿Vez aquellas islas de la derecha, están bajo la jurisdicción de genios de más alta jerarquía, en una de ellas vive un viejo amigo mío con Sofia Loren, en otra mi ex esposa con Marcelo Mastroiani.
    –¿Y no te dan celos?
    –Para nada, aunque el exceso de sol y el agua salada le ha resecado el cabello y la piel a mi Lore, somos muy felices.
    –Y que otra celebridad hay por aquí?
    –Sofía Loren, Marlon Brando, Catherine Deneuve….
    –Y de este lado?
    –Casi pura actriz nacional que se convirtió en primera dama.
    –Como la mía…
    –¿Cómo se llama?
    – No la conoces es muy joven y aquí no hay tv.
    –Dime, aquí nos llegan los chismes de la farándula no sé cómo.
    –Pues tu lo has dicho un actriz que termino de primera dama
    –No me digas que es…

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  • Acá está güey

    Lo dieron por muerto, después de varias semanas de infructuosa búsqueda, se suspendieron todas las actividades de rescate al no encontrar ni sobrevivientes ni restos de la nave. Su funeral al menos fue emotivo.
    Fue un milagro (o quizá todo lo contrario) que haya encontrado tierra firme.Para evitar volverse loco decidió mantener su mente ocupada y se dio a la tarea de contar toda la arena de la playa, grano por grano.
    Así lo hizo religiosamente desde el día uno. En repetidas ocasiones tuvo que empezar de cero debido a una fuerte brisa o a una tormenta que le desorganizara el ábaco playero.
    20 años pasaron para que un navío pesquero fuera atraído por el humo proveniente de la isla que de tan pequeña no aparecía en mapa alguno.
    Aún le faltaban unos cuantos centímetros cuadrados, cuando los pescadores lo encontraron. Absorto en su matemática, no se alegró de ver el navío acercarse a la isla y apenas si reparo en los hombres que venían a rescatarlo.
    –Acá está güey– gritó uno de los hombres cuando vio al naufrago concentrado en su labor. Por varias horas intentaron convencerlo de ir con ellos. Él sin abandonar nunca su tarea, les dijo que se moría de ganas de ver a su familia, a su esposa y a sus dos hijos, que a esas alturas ya deberían haberle dado nietos, pero por ningún motivo dejaría la isla hasta terminar de contar toda la arena.
    Era imposible para los pescadores esperar a que el naufrago terminara su diligencia y tuvieron que zarpar sin él.
    Después de unos cuantos días de ese encuentro por fin terminó su empresa. Pese a lo que esperaba, no sentía ninguna satisfacción, por el contrario, el dolor de cuello y espalda había empeorado considerablemente y por las noches no lo dejaba dormir.
    De día ya no tenía nada en que ocupar su tiempo. Espero un día y otro tras otro a que los pescadores volvieran a buscarlo, pero eso nunca pasó.

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  • La Colmena (Postal de Semana Santa)

    Por acá hay espacio vieja (si para él una superficie de un metro cuadrado es suficiente para él, su mujer e hijos entonces tenía razón). El salvavidas estaba muy alerta y esperando algo de acción en su primer día de trabajo. ¡Cerveza fría! ¡Cerveza helada! Ven mi amor vamos a nadar. Pero ya te dije que no sé. Pues yo te enseño. Un niño llora porque se ha rozado con la arena y los orines. ¿Al mojo de ajo o a la diabla? Al mojo y también unos ostiones. Oiga compadre, como ha creído mi ahijada, si parece fue ayer cuando cumplió sus quince. ¿Que pasó compadre? Si yo nomás decía. Un niño que no sabe nadar se ha adentrado demasiado al mar (bueno hasta donde la muchedumbre lo permite). Ya vez, te dije que yo te enseño, ahora estírate y comienza a patalear. No puedo, tengo miedo. Tranquila, tranquila. Gordo, se quedó la pañalera en el coche. Qué lata contigo (aunque en realidad va con gusto para echarse los tacos de ojo que más pueda). El niño que no sabe nadar ya no alcanza a tocar el fondo con sus pies y eso le aterra. ¡Cerveza fría! ¡Cerveza helada! El salvavidas ya está aburrido que no haya nada de acción. Ella finge más miedo del que tiene y se engancha al cuello de él. Pero si ibas muy bien. Es que siento que me sueltas, apriétame fuerte. Está bien. La mujer le cambia el pañal al niño que llora, no llevan bolsa para la basura y lo coloca detrás de la hielera. Mamá me anda del baño. Pues aquí no hay baño, metete al mar y has ahí. Pero es del dos. Ah, pues aguántate, te dije que hicieras en la casa. Aquí está su orden señor, ¿algo más? No, ¿cuánto le debo joven? Quédese con el cambio. El niño asustado comenzó a patalear y manotear pero nadie prestó atención. El salvavidas ni siquiera alcanza a verlo porque una señora gorda le tapa la vista. ¡Cerveza fría! ¡Cerveza helada! Terminó de comer pero nadie venia a recoger los platos. Entre los restos de la comida y el pañal sucio, comenzaron a juntarse las moscas. ¿Ya vez qué si puedes? Nada más no dejes de patalear. Pero agárrame bien de aquí y de aquí. El lo hizo (feliz y desconcertado). El niño asustado ya no lo está más, ahora flota como alga y nadie se ha percatado todavía. Se han llevado los platos pero las moscas se han quedado. Mamá, ya no aguanto, tengo que ir al baño. Comadrita si quiere yo llevo a mi ahijada a buscar un baño. Muchas gracias compadre. ¡Cerveza fría! ¡Cerveza helada! Alguien se da cuenta del cuerpo que flota boca abajo. La que no sabía nadar se aleja (nadando) a toda prisa dejando atrás al novio. El salvavidas comienza a tocar su silbato e intenta acercarse pero la estampida humana viene a contracorriente. La playa queda desierta como si hubiera sido azotada por siete plagas (una de ellas era el pañal sucio lleno de moscas).

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  • Alejandro Nájera
    29/04/2014 11:04 pm

    Me encontraba en esta playa. Había regresado después de tantos años de no venir aquí. Y saber que la ultima vez que vine fue con mis amigos y ella.

    Empecé a caminar con la nostalgia colgada de mi espalda, hasta que llegue a aquella piedra enorme que se encuentra embarcada desde hace ya varios años.
    Pude notar con enorme tristeza que todavía se encontraba marcado con barniz de uñas nuestras iniciales. «Tal vez esta piedra no sabe que es cosa del pasado», pensé. Decidí irme, no sin antes susurrarle a la piedra como un loco que esa historia ya no era.

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  • Resaca

    Las ondas azules acarician la playa en un suave vaivén delimitado por espumosas nubes. La resaca lo arrastra todo, succiona con fuerza al cielo, las aves, al mismo sol en un remolino caótico para después arrojarlo todo de vuelta en la siguiente ola.

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  • Miguel Sánchez
    29/04/2014 11:53 pm

    NO CONTÓ BIEN EL AÑO BISIESTO

    Bueno, al fin es el día 1814 del lustro según este calendario. No se me puede reprochar nada. He seguido todos los pasos a cabalidad. El sol agrede en forma correcta y las doce gaviotas han hecho la señal. Así que más vale que ya emerjan. Las costras de la sangre se me pegan a los vellos con mayor rabia cada vez. El aire de estos lugares se ensaña con la piel batida. No podría soportar otra inmersión en aquella tina pestífera. Ni quedan cabras además. Lo justo es que se me satisfaga, pero no se oyen los rugidos que yo espero. Sólo los de las olas. ¡Que ya salgan, carajo! Tanto rito me ha dejado en práctica bancarrota. Aquel perro tiene un aspecto demasiado lúcido. Creo que me ha estado mirando. No puedo especular sobre el ladrido que emitiría, más allá de que tendría algún sonido magmático. ¡Ah! Estoy aburrido y hambriento. Ninguna de estas mujeres tiene senos aptos y las conchas saben rancias. Van a acabar arruinándome las muelas.

    Si el mar no interrumpe su mediocre vaivén y si no vuela en los próximos minutos alguna pierna, cabeza o torso de aquellos bañistas, en serio que me voy a molestar.

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  • Miguel Sánchez
    29/04/2014 11:54 pm

    UN SECRETO DE ARENA

    – ¿Ves eso de allá, hijo?
    – ¿Qué, papi?
    – ¿No lo ves?
    – No papi, perdón. ¿Qué? ¿Qué?
    – Allá va tu mamá, hijo. Nos abandona.
    – ¿Nos abandona? ¿Pero por qué, papi?
    – No sé. Sólo me dijo que te lo preguntara a ti.

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  • Miguel Sánchez
    29/04/2014 11:55 pm

    UNA PIEZA CRÍPTICA

    – Listo. He terminado. Así debe quedar este. No voy a introducir esqueletos, gusanos de ciegos, batallas absurdas ni mitos en el clímax de su destrucción. Que la sobriedad de esta pieza los haga especular sobre el pintor que quiso denunciar el carácter tumoral del sol en la vida de los hombres. Hombres pequeños en el cuadro que, sin embargo, siempre estarán constituidos por imbatibles borbotones de sombra. Quizás en seiscientos años al fin puedan identificar al pintor agazapado entre los hierbajos de la esquina inferior derecha.

    Tras sonreír, Brueghel el Viejo rompió por la mitad hasta el último de sus pinceles.

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  • Humberto iván
    29/04/2014 11:58 pm

    El dios de mis padres.

    Busca identidad en las costumbres de la que hubiera sido su gente. Leyendo emociones en las palabras acumuladas por sus poetas y recitando las hazañas de antiquisimos héroes. Se imagina bailando con las jovenes de otras casas las noches de los festivales lunares y se ve compartiendo su copa con jovenes camaradas despues de los rituales de transición. Se deleita en los banquetes de las estaciones y se siente abrigado con la tunica usada por sus ancestros. Todo esto lo conforta y lo alegra aunque sepa que sueña despierto.

    Sólo la oración en el día de la creación le hace sentir resentimiento contra el dios que le dio esa nueva vida y lo obliga a soñar hoy. Mira hacia a las estrellas con intriga y desdeño, de la misma forma en que el es contemplado.

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  • Revolucionarias.
    Fue un canto gutural el que acercó a los hombres a la costa, y fue un espasmo el que los empujó a las olas. Uno a uno desparecieron. A lo lejos las mujeres agradecían a las sirenas su liberación. El sol se extinguía al tiempo que el patriarcado. La luna llegaría pronto. Y con ella la fiesta de una nueva época.

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  • Cuando empezó la balacera, corrimos al mar. De veras, no me importó no saber nadar. Prefería morir en los brazos de la Naturaleza, que ser abatido por las balas de esos cabrones.

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  • […] – – – – – – – – – * Cuento escrito para ser publicado en el concurso 100 de Las Historias, de Alberto Chimal, y no publicado por haber creído que duraba hasta el día 30, cuando cerraba […]

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  • […] dos ganadores y sus autores recibirán cada uno un paquete de libros: son los minicuentos “Pinceladas” de Puerco Espín, por la sutileza con la que crea su situación y el modo en que asombra una vez […]

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  • […] Este micro obtuvo una mención en el Concurso especial #100 de Las Historias de Alberto Chimal […]

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