Como cada mes, esta bitácora convoca a su concurso de minificción (o microrrelato). Los interesados pueden comenzar observando esta imagen:
[fusion_builder_container hundred_percent=»yes» overflow=»visible»][fusion_builder_row][fusion_builder_column type=»1_1″ background_position=»left top» background_color=»» border_size=»» border_color=»» border_style=»solid» spacing=»yes» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» padding=»» margin_top=»0px» margin_bottom=»0px» class=»» id=»» animation_type=»» animation_speed=»0.3″ animation_direction=»left» hide_on_mobile=»no» center_content=»no» min_height=»none»]Instrucciones:
1) Suponer que esta imagen representa un instante de una historia.
2) Imaginar cuál es esa historia: qué está pasando allí, qué momento se anuncia, por qué, quiénes están presentes, qué hacen. No se trata de explicar la imagen, ni de escribirle un pie de foto, sino de tomarla como punto de partida para imaginar una historia propia.
3) Escribir la historia, en forma de cuento brevísimo (minificción, microrrelato; el nombre es lo de menos), en los comentarios de esta misma nota.
El o los textos ganadores recibirán un trofeo virtual y serán seleccionados considerando la opinión de quienes decidan opinar. La fecha límite para participar es el 26 de abril. Quedan invitados.[/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]
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Información Bitacoras.com…
Valora en Bitacoras.com: Como cada mes, esta bitácora convoca a su concurso de minificción (o microrrelato). Los interesados pueden comenzar observando esta imagen: (clic para ampliar) Instrucciones: 1) Suponer que esta imagen representa un instant……
En Dónde tecleo el microrrelato?
Lo puedes hacer aquí mismo, Víctor, en la sección de comentarios.
Esta es la única foto que puedo enviarte por ahora, te prometo que en cuanto consiga más te las mando. Es que acaban de formatear mi compu y perdí todas mis fotos. Como ves no soy muy alta, pero soy morena y sonriente, me acuerdo que me dijiste que eso te gustaba de alguien. Y tú ¿cuándo me envías una foto tuya? Para mí el físico no es tan importante, pero sí me gustaría saber cómo eres físicamente. Por cierto escríbeme a mi correo personal porque luego aquí en la escuela se meten a ver mis mails (la directora es la mujer de los aretes bonitos, yo se los regalé). Tu amiga, Citlali.
Al salir del teatro se encontraron en un abrazo. El tiempo se detuvo convirtiendo en estatuas de carne y hueso a todas las personas que fueron irradiadas por la alegría.
“¿Todo bien?” Preguntó la abuela. “Todo en regla” le dije yo, luego se hizo la sonrisa. Martha y Bertha venían a lo lejos, mi abuelo y mi hermana venían cerca. Abracé a Martha, ignoré a mi hermana y a Bertha la llene de besos. “Todo en regla” le dije a ella. Luego nos reímos y nos abrazamos. Martha sonrió con nuestro secreto. Bertha me cuidaba; Bertha era mi ángel era mi confidente. Con Bertha nada me hacía falta, no era mi prima… para mí era mi hermana… Mi vida era esa fotografía. Mi abuela con prisa, mi hermana con envidia, Martha la implicada, Bertha con sugerencias y pastillas y yo con mi boca y una sonrisa que goteaba en mis bragas. ¿Mi abuelo?, detrás de la cámara, siempre detrás de ella… siempre sobre nosotras hasta que se aburría y nos acariciaba.
No me explico por qué sigo en moderación, sin embargo, lo agradezco; quiero rechazar este cuento y proponer otros dos.
Las tiendas de androides, ciertamente ofrecen cada vez modelos más avanzados, incluso podría decirse que efusivos
Aunque pareciera un exceso, realmente se había convertido en un gusto. Las participantes todavía tenían ganas de felicitarse con un abrazo, al finalizar el concurso de abrazos que tuvo lugar en el Palacio de Bellas Artes. Abrazar es un Arte.
2040. Al salir de la escuela, ella estaba ahí, esperándola. Las Juanitas se fundieron estrepitosas por útlima vez, antes de que la vieja apretara el botón del control remoto que llevaba en el bolsillo de la falda. Cayeron muertas con una sonrisa distraída en los labios. Los otros, sonrientes, siguieron su camino. Game over.
Me gusta acortar mis pasos por este sitio para confirmarle al tiempo, que mucho ha pasado, y nosotras aún seguimos aquí.
TIC_TAC
Un viaje es un trayecto hacia lo desconocido. El andén de una estación constituye siempre un vivero de historias. Personas que se reencuentran, amantes que se separan, jóvenes que se marchan lejos a estudiar o ancianos que vislumbran ante sus ojos cómo inexorablemente el tiempo se les escapa. Desde el vagón, reparo en dos amigas que se abrazan deseándose buena suerte, en la chica del sombrero que no cesa de morderse las uñas y mirar constantemente el reloj o en la mujer pelirroja que parece extraída de un anuncio de Pantene. Dice Julio Llamazares que el paisaje es eterno y sobrevive en todo caso al que lo mira. Yo me paso los días observando el comportamiento de las personas. En cada acción hay un relato. No obstante, no todos somos capaces de reparar en ello. Aun así solo basta con tener un poco de intuición, un bloc de notas, un bolígrafo y saber captar el instante. Frederic Brown solía subirse a los autobuses y se pasaba semanas enteras viajando de un lado a otro hasta que le llegaba la inspiración. Yo prefiero los trenes. Me gusta embriagarme del calor de los viajeros. Sentir sus miradas llenas de ilusión, resignación, esperanza o desprecio a la captura de esa instantánea que me sirva de germen para un relato. Porque al fin y al cabo, escribir no es más que desentrañar esas pequeñas historias que subyacen bajo la superficie y que a veces son invisibles a los ojos.
—¡Eh, oiga, señor! — le grito al hombre de barba que se acaba de bajar del vagón — ¡Qué se deja la mochila!
Eran obejas de Dios, cada cual tenía ya su camino.
En esa casa de muñecas, las señoras, diríase que se sentían extrañas y un tanto incomodas. Al ver lo mucho que habían perdido…
Los ‘Sinsombrero’ son seres despiadados que atacan a cualquiera con la cabeza cubierta. Sin embargo, sus preferidos son los de boina o sombrero panamá, dicen tras digerirlos, que su sabor es exquisito.
Me gusta acortar mis pasos en este sitio para confirmarle al tiempo, que mucho ha pasado, y nosotras aún seguimos aquí.
La tía Bertha
La tía Bertha se peina como Cruella de Vil. Supongo que se quedó atrapada en uno de esos papeles que interpretó en su juventud, cuando era una reconocida actriz de teatro. Ahora la tía Bertha dirige las revistas musicales de la Universidad de Monterrey. No ha corrido con tan buena suerte, pues van dos años consecutivos que las protagonistas se le suicidan sin razón aparente. Ayer fue el estreno de su nueva obra: una adaptación hipster de “Mujercitas”. Fue todo un éxito. Hoy, la joven que interpretó a “Jo” –“Chepina”, en esta versión-, está desaparecida. Mis padres fueron a ver a la tía Bertha. Mamá dice que está inconsolable; papá, que cada vez la ve más joven.
Eran ovejas de Dios, lamentaron descubrir su condición.
Regreso.
Necesitaba ver cómo habían cambiado los muros, se decía que los pisos eran nuevos, que habían derribaron los árboles. Volví a la escuela para constatar el paso del tiempo, volví con miedo de encontrarte.
Sí, todo era diferente, pero seguíamos ahí. Lo vi todo de reojo, de prisa, no me atreví a detenerme. Era yo, no había duda, con mi vestido de flores, frente a ti, frente a ella. Apresuré el paso. Las lágrimas inundaron mis ojos, pero no las dejé correr. Hubiera querido detenerme frente a mí, consolarme, decir que todo estaría bien, que la traición dejaría de doler algún día.
Subí al auto y no fui capaz de encenderlo. Miré de nuevo hacia nuestra antigua escuela. Ya no encontré nuestras sombras. Junto a mí, la niña que fui me miró fijamente. Me dijo que el olvido no era cosa fácil, que ya nunca me abandonaría. Nos abrazamos.
– Bienvenida al club de las suicidas.
Te odio tanto. Eres tan vil. Me las pagarás todas y cada una. Pero ahora, te abrazo.
Alivio.
“¿Todo bien?” Preguntó la abuela. “Todo en regla” le dije yo, luego se hizo la sonrisa. Martha y Bertha venían a lo lejos, mi abuelo y mi hermana venían cerca. Abracé a Martha, ignoré a mi hermana y a Bertha la llene de besos. “Todo en regla” le dije a ella. Luego nos reímos y nos abrazamos. Martha sonrió con nuestro secreto. Bertha me cuidaba; Bertha era mi ángel. Con Bertha nada me hacía falta, no era mi prima… para mí era mi hermana… Mi vida era esa fotografía: mi abuela con prisa, mi hermana con envidia, Martha la implicada, Bertha con remedios y yo con la boca llena de pastillas.¿Mi abuelo?, detrás de la cámara, siempre detrás de ella… siempre sobre nosotras con sus caricias bajo nuestras faldas.
Mis bragas estaban en regla y eso me aliviaba.
El huésped
Alguien habitaba en su cabeza. Alguien que llegó a sentirse múltiple y espeso, y que no tenía lenguaje. Ella supo que el huésped fue feliz así, y lo supo, también, sin lenguaje, o con el lenguaje de pudiera tener el paso de una brisa por la cara. Palabras casi táctiles, sin un sentido y, a la vez, inteligibles.
Esa sensación de ajeno bienestar la acompañó durante toda la mañana. La puso de buen ánimo en la oficina. El inútil de Contabilidad fue a pedirle permiso para salir temprano: su hija iba a presentarse en una obra de teatro del colegio. No sólo se lo concedió sin lanzarle ningún gesto, ningún tipo de mirada, ningún comentario, sino que genuinamente quiso, deseó que el inútil de Contabilidad tuviera una tarde inolvidable junto a su familia.
El huésped, sedoso y rebosante en su cabeza, había encontrado una manera de sanarla: el inútil de Contabilidad, años antes de convertirse en “el inútil de Contabilidad”, la misma cantidad de años cumplidos por su hija adolescente, la había dejado por una universitaria. Sintiéndose ya casi curada por el huésped, se plantó bajo el aire acondicionado, levantó un poco la cabeza, cerró los ojos y, agradecida, sonrió.
Pasado el mediodía, se guardó en un bolsillo de la falda los cubiertos desechables y salió a almorzar. Quiso evitar los lugares de siempre. Caminó por otras calles, contempló los edificios, buscó en las caras de la gente expresiones conocidas, rasgos, máscaras. Había tanto que ver y por un momento temió no encontrar aquello que el huésped, silencioso y con lisura, le había hecho saber que perseguía. Decidió volver.
Al doblar en una esquina, pasó raudo un camión, levantó partículas de polvo, estremeció un par de papeles tirados en la acera, y el huésped, múltiple y espeso, se erizó, tensó como miles de brazos los filamentos de su cuerpo, se agarró firmemente del cuero cabelludo y le hizo girar la cabeza. Un segundo después de reconocer el parentesco -el vestuario de la niña, afortunadamente, no incluía un antifaz- ella sacó la mano del bolsillo.
Corrección:
El huésped
Alguien habitaba en su cabeza. Alguien que llegó a sentirse múltiple y espeso, y que no tenía lenguaje. Ella supo que el huésped fue feliz así, y lo supo, también, sin lenguaje, o con el lenguaje que pudiera tener el paso de una brisa por la cara. Palabras casi táctiles, sin un sentido y, a la vez, inteligibles.
Esa sensación de ajeno bienestar la acompañó durante toda la mañana. La puso de buen ánimo en la oficina. El inútil de Contabilidad fue a pedirle permiso para salir temprano: su hija iba a presentarse en una obra de teatro del colegio. No sólo se lo concedió sin lanzarle ningún gesto, ningún tipo de mirada, ningún comentario, sino que genuinamente quiso, deseó que el inútil de Contabilidad tuviera una tarde inolvidable junto a su familia.
El huésped, sedoso y rebosante en su cabeza, había encontrado una manera de sanarla: el inútil de Contabilidad, años antes de convertirse en “el inútil de Contabilidad”, la misma cantidad de años cumplidos por su hija adolescente, la había dejado por una universitaria. Sintiéndose ya casi curada por el huésped, se plantó bajo el aire acondicionado, levantó un poco la cabeza, cerró los ojos y, agradecida, sonrió.
Pasado el mediodía, se guardó en un bolsillo de la falda los cubiertos desechables y salió a almorzar. Quiso evitar los lugares de siempre. Caminó por otras calles, contempló los edificios, buscó en las caras de la gente expresiones conocidas, rasgos, máscaras. Había tanto que ver y por un momento temió no encontrar aquello que el huésped, silencioso y con lisura, le había hecho saber que perseguía. Decidió volver.
Al doblar en una esquina, pasó raudo un camión, levantó partículas de polvo, estremeció un par de papeles tirados en la acera, y el huésped, múltiple y espeso, se erizó, tensó como miles de brazos los filamentos de su cuerpo, se agarró firmemente del cuero cabelludo y le hizo girar la cabeza. Un segundo después de reconocer el parentesco -el vestuario de la niña, afortunadamente, no incluía un antifaz- ella sacó la mano del bolsillo.
… Y así terminó la historia, todo en un fuerte abrazo y en un interminable secreto -dijo la tía. Pero, tía no contaste la transformación que tuviste cuando te encontraste de frente con aquel hombre, y cómo le correspondiste con una inusual mirada tuya en un intento por continuar algo que sólo ustedes dos saben como se inició.
CORRECCIÓN
Y así terminó la historia, todo en un fuerte abrazo y en un interminable secreto -dijo la tía. Pero, tía no contaste la transformación que tuviste cuando te encontraste de frente con aquel hombre, y cómo le correspondiste con una inusual mirada tuya en un intento por continuar algo que sólo ustedes dos saben cómo se inició y que te guardaste con disimulo en tu bolsillo.
El cielo era igual que como Laurita lo había imaginado: la escalera de caracol que subía directo del patio de la escuela hasta las nubes, los grandes pedazos de algodón por todos lados para ambientar y los colores claros. Naranjitas y amarillo huevo que ya no importan porque el hambre ya no sé siente (aunque eso no evita que haya helado de chabacano). La luz entra tenue por las ventanas, como imitando a la de los vivos. Es un precio justo a cambio de no sufrir metamorfosis, de quedarse en esa tarde a la salida jugando policias y ladrones por siempre, de comerse las nubes de adorno (que en realidad son de azúcar si uno va y las mira con cuidado). No hay truco, sólo es que mañana, cuando la tibieza abandone del todo al cuerpo y el rigor mortis diga «ya fue», el helado sabrá a talco, el talco a polvo y el polvo a ceniza de este horno donde Laurita se acaba de meter. O quizá sólo estoy siendo pesimista, quizá juegue para siempre y sus risas y los olancitos de sus vestidos sean esta serie de imágenes locas que cruzan por nuestras cabezas cada noche justo antes de dormir.
Con los ojos entrecerrados alcance a verla, de pie junto a nosotras. A ella: la de los zapatos dominicales y de los calcetines hasta la rodilla; del sombrero retocado con un moño y del vestido floreado; llena de encajes, de forzada amabilidad y de falsas sonrisas.
Lleno de pasión.
Las dos amigas se fundían en un enorme abrazo, se despedirán momentáneamente. Peculiares situaciones las unieron a inicio de sus estudios, nunca pudieron verse fuera del entorno escolar, vivían en lugares opuestos de la gran ciudad. Sus madres se veían con recelo. Una con sus 52 años, había llevado una vida de confort en su gran estilo de vida y desconfiaba de los nuevos ricos, representado en esa mujer de treinta y tantos años, que pese a sus joyas caras, perfume fino, ropa de diseñador, senos firmes y piernas bien contorneadas, nunca sería igual a ella, solo compartían el extraño afecto que tenían sus hijas. La madre joven disimulaba con torpeza el desprecio que sentía ante ese vejestorio, una mujer podrida en la abundancia, nunca podría ser como ella, luchadora desde los estratos más bajos y que vendría a ocupar el lugar que ese anciana dejara cuando falleciera.
Estacionó deprisa el auto justo frente a la escuela, bajo veloz y a 30 metros se detuvo en seco, el golpe en el pecho creció exponencialmente, su mente se inundó de frases, las imágenes terribles de su próxima realidad lo apuñalaban directo al corazón, su rodillas tocaron el piso ardiente, una mano evito que su rostro se estrellara en el pavimento, la derecha intentaba aprisionar su corazón.
-Mierda-
Las niñas no pudieron contener un “¡papi!” al unísono. La estupefacción dio paso a la rabia en la mujer mayor, la sangre llama y las ligeras similitudes ahora tenían explicación. La joven se supo acorralada, sus piernas respondieron con un paso atrás. Las uñas recién producidas en una estética, se estrellaron en la cara próximamente desfigurada. La mole era demasiada para los tacones de la joven madre y cayó al piso, el golpe en la cabeza la dejo indefensa a un sinfín de atrocidades, la rabia años incubada y el poder al fin, responder a los golpes recibidos sumisamente a cambio de bienestar económico.
El público enloqueció como es costumbre ante la apasionante pelea de dos mujeres, irresistible si son mayores y de sociedad. Nadie noto a dos niñas llorando ante el cadáver de su padre, fulminado por una vida llena de pasión.
[…] Aquí encontraran la dinámica a seguir. Y a continuación, mi participación: […]
EL VIAJERO DEL TIEMPO
Al abrir los párpados la luz le hiere. Enseguida descubre que está en los servicios de una sala de fiestas. Al mirarse en el espejo, advierte que de sus ojos han desaparecido las patas de gallo, ya no tiene arrugas en la cara y ahora luce una melena arrebatadora donde antes poseía un pelo de color ceniza. Se fija en que camina erguido y no precisa de la ayuda de ningún bastón y al reparar en las manos se queda sin palabras al darse cuenta de que ya no le tiemblan. Cuando sonríe comprueba que su dentadura vuelve a ser blanca y no le falta ninguna pieza.
Al salir del lavabo escucha una canción de Roy Orbison y las jóvenes que se deslizan en la pista de baile atraen su interés. Observa que visten prendas anticuadas. Debe tratarse de una de esas fiestas temáticas que están tan de moda. En la barra pide un whisky y se lleva las manos a los bolsillos en busca de la cartera. Extrae un billete y se lo extiende al camarero. El hombre lo coge y se queda confuso durante unos instantes. Lo siento, pero aquí solo admitimos pesetas, le dice. El cliente se encoge de hombros, como una tortuga dentro de su caparazón y contempla asombrado el billete de veinte euros. Después continúa rebuscando en su cartera y se topa con una fotografía de la que nunca se desprende. Sin embargo, se queda perplejo al comprobar que las figuras de la foto han desaparecido. Se han borrado. Incapaz de creérselo cierra los ojos y los vuelve a abrir. No están. ¿Pero cómo es posible?, se pregunta. Si la memoria no le falla en aquella fotografía se veía a su mujer y a sus tres hijas. Se encontraban en la estación de Atocha. Tere y Luisa se abrazaban porque esta última se marchaba a México DF a estudiar. Nervioso, echa un vistazo a la copa y se lleva la palma de la mano al mentón.
—¡Hola, me invitas a un trago! — dice una voz a sus espaldas.
Se gira y sus ojos se encuentran con una mujer con el cabello de cobre, la mirada más oscura que el alquitrán y una voluptuosa figura.
En la foto, que descansa sobre la barra, comienza a dibujarse una melena pelirroja.
Ah, qué bueno está el relato del Roñas.
LA CATEDRAL Y LAS CAPILLITAS.
Su marido murió una noche de Septiembre.
Sara hace tremendo festín, cada día tres de cada mes, en honor al difuntito.
Ella y sus otras 4 viudas, brindan hacia el suelo; pues dicen que ahí descansa mejor.
CITA PENDIENTE
«Detestable vieja, me dejó aquí según para vigilar, y mira… mira esos panecillos de chocolate detrás de mi… ¡Tengo Hambre! » Pensaba con agobio un bolso negro con un patrón de tela de araña que había sido abandonado cerca de un muro de cierta estación de autobuses.
–¡Abuelo, abuelito Santi, ya llegaste!– Expresaron unas tiernas voces de dos niñitos que apresuradamente se abalanzaron hacia un señor de avanzada edad, el cual dejo caer su elegante bastón de ébano y abrió ampliamente sus brazos para recibir a los dos pequeños.
–¡Que gusto en verlos hijitos!– Decía con una voz entrecortada mientras intentaba contener lágrimas de alegría.
–Bienvenido papá – Dijo una dama con voz dulce mientras se inclinaba a darle un beso en la frente.
El bolso se quedo observándolos. «Santi –pensó– ¿Dónde he oído ese nombre?»
–Abuelito, ¿nos prometes que ya nunca te vas a ir?
–Se los prometo, siempre voy a estar con ustedes – Contesto el abuelo mientras se alejaban.
–¿Santi? ¡Ahhh qué más da! – Dijo el bolso –, ahora bien, respecto a los panecillos…
Mientras continuaba sumergido en sus famélicos pensamientos, el bolso no presto atención a un grupo de jovencitas que se acercaban y abrasaban como celebrando algún acontecimiento, ni a la figura de una mujer que detrás de ellas se aproximaba lentamente, la cual inclinándose exclamo en un tono cansado:
–Ya regresé, disculpa por la tardanza, busqué por toda la estación y no encontré a nuestra cita.
–¡Condenada vieja, hasta que apareces! –replico el bolso– ¡de que te sirven esos cronógrafos que traes colgando si siempre llegas tarde!
–Ya, ya, tranquilo –Contesto la señora.
–¿¡Tranquilo!? Me tienes aquí esperando como un tonto –Exclamo indignado
–¿Alguna novedad?
–No, nada en absoluto… –contestó el bolso en una inflexión más relajada– No, espera, ¿Te suena el nombre Santi?
–¡¿Que si me suena?! –Grito la señora– El es nuestra cita, ¿en dónde lo has visto?
–Paso por aquí hace unos cuantos minutos con unos niños y una señora.
–Bolso estúpido, ¿Y no hiciste nada, lo dejaste ir así nomás?
–¡Qué querías que hiciera! ¡Soy tan solo un bolso!
–Esta bien, esta bien– dijo la señora mientras sacaba una pequeña libreta de una bolsa que colgaba de su hombro derecho, la abrió y escribió: “Hernández Santiago, Pendiente: Próxima cita en un mes”. Suspiro y sonrió como si le diera gusto anotar esas palabras. A continuación, con serenidad cerro la libretita y caminó hacía el bolso pasando a través de las jovencitas que seguían abrazadas como si el tiempo se hubiese detenido; se inclino para tomarlo, pero sus ojos se desviaron a los panecillos de chocolate que estaban aún guardados en su empaque de plástico, saco uno y procedió a morderlo.
–¡Dame uno, dame uno! – Grito con desesperación el bolso.
–¿Tienes hambre? – Contesto la señora
–Si… muchísima –Dijo el bolso con voz exhausta.
–Haber, deja te doy algo para “comer” –se inclino hacia bolso, lo abrió y metió su libreta– Ahora guárdame esto, ¡bolso gorrón!
–¡Mira la hora! –Exclamo la señora mientras miraba uno de sus cronógrafos– Tenemos otra cita dentro de poco, y esta vez no podemos llegar tarde.
Con paso apresurado asió el bolso y juntos emprendieron camino a su siguiente cita; el tiempo regreso a su estado normal.
Mientras caminaba seguía mordisqueando el panecillo, el bolso indignado por la actitud de su dueña le pregunto:
–Oye, ¿porqué los humanos te dicen la “Flaca” si estas bien gorda?
Fe de erratas: Donde esta escrito “abrasaban” debería decir “abrazaban”. Lamento mi “dedazo».
Incentivos:
El peinado de la mujer fue lo primero que llamo mi atención pero no me sorprendió, cuando de ganar se trata la gente es capaz de cualquier cosa. Las más chicas llegaron sonriendo y sin saludar se colocaron en la fila. Desde el inicio la gente las veía de reojo, algunos murmuraban y otros solo se reían a sus espaldas. Aunque tardamos en avanzar varios minutos, ellas nunca se dieron cuenta del efecto que causaban, inmunes a las críticas entraron a la entrevista. Al final se quedaron con el puesto:
“Se solicitan dos muchachas con vestidos de olan, dos jóvenes de medias rayadas y mujer de unos 50 años con peinado de cresta.”
CITA PENDIENTE
«Detestable vieja, me dejó aquí según para vigilar, y mira… mira esos panecillos de chocolate detrás de mi… ¡Tengo Hambre!» Pensaba con agobio un bolso negro con un patrón de tela de araña que había sido abandonado cerca de un muro de cierta estación de autobuses.
– ¡Abuelo, abuelito Santi, ya llegaste!– Expresaron unas tiernas voces de dos niñitos que apresuradamente se abalanzaron hacia un señor de avanzada edad, el cual dejo caer su elegante bastón de ébano y abrió ampliamente sus brazos para recibir a los dos pequeños.
–¡Que gusto en verlos hijitos!– Decía con una voz entrecortada mientras intentaba contener lágrimas de alegría.
–Bienvenido papá – Dijo una dama con voz dulce mientras se inclinaba a darle un beso en la frente.
El bolso se quedo observándolos. «Santi –pensó– ¿Dónde he oído ese nombre?»
–Abuelito, ¿nos prometes que ya nunca te vas a ir?
–Se los prometo, siempre voy a estar con ustedes – Contesto el abuelo mientras se alejaban.
–¿Santi? ¡Ahhh qué más da! – Dijo el bolso –, ahora bien, respecto a los panecillos…
Mientras continuaba sumergido en sus famélicos pensamientos, el bolso no presto atención a un grupo de jovencitas que se acercaban y abrazaban como celebrando algún acontecimiento, ni a la figura de una mujer que detrás de ellas se aproximaba lentamente, la cual inclinándose exclamo en un tono cansado:
–Ya regresé, disculpa por la tardanza, busqué por toda la estación y no encontré a nuestra cita.
–¡Condenada vieja, hasta que apareces! –replico el bolso – ¡de que te sirven esos cronógrafos que traes colgando si siempre llegas tarde!
–Ya, ya, tranquilo –Contesto la señora.
–¿¡Tranquilo?! Me tienes aquí esperando como un tonto –Exclamo indignado
–¿Alguna novedad?
–No, nada en absoluto… –contestó el bolso en una inflexión más relajada– No, espera, ¿Te suena el nombre Santi?
–¿¡Que si me suena!? –Grito la señora– El es nuestra cita, ¿en dónde lo has visto?
–Paso por aquí hace unos cuantos minutos con unos niños y una señora.
–Bolso mentecato, ¿Y no hiciste nada, lo dejaste ir así nomás?
–¡Qué querías que hiciera, soy tan solo un bolso!
–Esta bien, esta bien– dijo la señora mientras sacaba una pequeña libreta de una bolsa que colgaba de su hombro derecho, la abrió y escribió: “Hernández Santiago, Pendiente. Próxima cita: En un mes”. Suspiro y sonrió como si le diera gusto anotar esas palabras. A continuación, con serenidad cerro la libretita y caminó hacía el bolso pasando a través de las jovencitas que seguían abrazadas como si el tiempo se hubiese detenido; se inclino para tomarlo, pero sus ojos se desviaron a los panecillos de chocolate que estaban aún guardados en su empaque de plástico, saco uno y procedió a morderlo.
–¡Dame uno, dame uno! – Grito con desesperación el bolso.
–¿Tienes hambre? –Contesto la señora
–Si… muchísima –Dijo el bolso con voz exhausta.
–Haber, deja te doy algo para “comer” –se inclino hacia bolso, lo abrió y metió su libreta– Ahora guárdame esto, ¡bolso gorrón!
–¡Mira la hora! –Exclamo la señora mientras miraba uno de sus cronógrafos– Tenemos otra cita dentro de poco, y esta vez no podemos llegar tarde.
Con paso apresurado asió el bolso y juntos emprendieron camino a su siguiente cita. Mientras caminaba seguía mordisqueando el panecillo, el bolso indignado por la actitud de su dueña le pregunto:
–Oye, ¿porqué los humanos te dicen la “Flaca” si estas bien gorda?
Los asesinos (los buenos, los viejos) guardan siempre una instantánea mental del momento justo antes de ejercer su arte
¡¡Ahh!! ¿Se publico dos veces mi historia? Que cosa…
Despedida
Abrazó a su nieta segundos antes de atravesar el portal. “No llores, mi niña, vas a verme otra vez, mañana, en casa de tus primos”, le dijo mientras metía la mano en el bolso de la niña y apretaba su teléfono sin cables. No quiso volver al pasado sin una prueba de su estadía en el año dos mil.
Mientras Lin Yan Wong decidía agotar su reserva de misiles transatlánticos y el general George Madog pensaba en lo mismo al otro lado del mundo, dos niñas se fundían en su último abrazo antes de ser, por siempre, luz y sombra grabada en la pared.
Au revoir, añoranza de mi juventud.
He vuelto por el ayer de tazas de té, encajes, y novelas todavía en papel. Vengo a cambiarle al mañana esta mi vieja cara donde hoy no se refleja mas que agrio rencor. Esta vez no dejes que el orgullo oculte el rubor de tus sinceros pensamientos, pues un sólo beso hará de ella tu amada eterna. No son sabios consejos de una mujer mayor, sino reparos de tu futuro yo.
Llegar a tiempo.
Para llegar a casa a tiempo tenía que cortar por un callejón en verdad estrecho. Era un acceso apócrifo, pues el corredor no fue planeado durante la construcción del fraccionamiento, y hacía pensar que las casas, cuyas paredes laterales enfrentadas daban paso a un rayo de vacío, se habían alejado por propia voluntad en signo del asco que sentían la una por la otra.
Al partir por la mañana, Sara usaba el camino habitual para entrar y salir del fraccionamiento. Iba a pie recién bañada hasta la estación del bus y disfrutaba del viento que por el callejón no la acompañaba nunca. Al volver por la noche siempre andaba presurosa, solitaria, avanzando a pasos difusos como de luz pública; parecía que no llegar jamás a tiempo era ineludible.
Una noche, al volver ansiosa como siempre y tomar el trazo recto de la nada para intentar llegar a hora, notó que no avanzaba gran cosa entre las paredes; el engaño de la rapidez era efecto del eco multiplicado de sus -en realidad- pesados tacones. Sara se asustó a mitad del sendero, volteó a las paredes y de pronto el viento, que ni por error pasaba por ahí, atravesó poderosamente ese corte en el músculo del fraccionamiento y aventó el cabello de Sara hacia atrás igual a una palmera en tormenta. Mas el soplo había barrido mucho más que la cara de Sara, se había llevado también las paredes y Sara pudo observar la vida que no sospechaba en el vacío absoluto del atajo: mujeres se abrazaban, alguien bajaba las escaleras, piso de ajedrez. Por esto, llegó más tarde.
La mañana siguiente Sara caminó en dirección al callejón, pero ya no se encontraba ahí, las casas aparecían juntas, cerradas y sólidas. Alguien emergía de una de las casas, se puso nerviosa y dio media vuelta. Sentada en el bus, recién bañada, quiso sentir el viento, corrió la ventana y al levantar la vista; ahí estaba, el rayo de vacío partiendo dos casas desconocidas.
Yo voto por el cuento de Milton Rodri
EL ABRAZO
Cuando dos seres se abrazan sinceramente parece que se abrazan tres, parece que el mundo se esta abrazando lentamente asi mismo y que todo el estar terrenal esta contenido en ese abrazo. Las miradas. Pero que provoca un abrazo de tal magnitud? Ninguna por eso ese abrazo,no es consuelo, ni apoyo, ni alegría. Es sólo la necesidad de abrazar con las ganas de acercar un cuerpo a tu cuerpo y asi crear una forma, la forma del abrazo sincero. En el abrazo sincero, los cuerpos son el recipiente que al unirse le dan forma a la esencia, la nada que provoca un abrazo sincero.
Abrazadas con una fuerza que venia de la nada formaban el abrazo sincero sus cuerpos. Miradas, risas, indiferencia… todo lo externo que puede existir fuera del abrazo sincero.
El abrazo sincero siempre fugaz pero eterno se mantenía ahí visible para el mundo. Mundo que rueda, que es enorme, y que vuelve al abrazo sincero un punto diminuto, una manchita, desde la eternidad donde se le mira existir.
Corrección: «Abrazadas con una fuerza que venia de la nada formaban sus cuerpos el abrazo sincero. Miradas, risas, indiferencia…todo lo externo que puede existir fuera del abrazo sincero las contemplaba.»
Corrección:
Cuando dos seres se abrazan sinceramente parece que se abrazan tres, parece que el mundo se esta abrazando lentamente asi mismo y que todo el estar terrenal esta contenido en ese abrazo. Las miradas. Pero que provoca un abrazo de tal magnitud? Nada por eso el abrazo sincero no es consuelo, ni apoyo, ni alegría. Es sólo la necesidad de abrazar con las ganas de acercar un cuerpo a tu cuerpo y así crear una forma, la forma del abrazo sincero.
En el abrazo sincero, los cuerpos son el recipiente que al unirse le dan forma a la esencia, la nada que provoca un abrazo sincero.
Abrazadas con una fuerza que venia de la nada formaban sus cuerpos el abrazo sincero. Miradas, risas, indiferencia… todo lo externo que puede existir fuera del abrazo sincero las contemplaba.
El abrazo sincero siempre fugaz pero eterno se mantenía ahí visible para el mundo. Mundo que rueda, que gira, que es enorme, y que vuelve al abrazo sincero un punto diminuto, una manchita, desde la eternidad donde se le mira existir.
Mi comentario no se publico…
FEMME FATALE
Hace frío y todo está oscuro. Estoy sin ropa, tumbado boca arriba sobre una superficie metálica y en el dedo gordo del pie izquierdo me han colocado una etiqueta. No sé qué hora es ni cuánto tiempo llevo aquí. Al cabo de un rato oigo el ruido de unos pasos. Alguien se aproxima, abre una puerta y la bombilla desparrama su vómito de luz por todos los rincones. Observo el techo. Las grietas y manchas de humedad que empañan la blancura del padul. Frente a mí, hay un rostro desconocido. Es un hombre mayor con bolsas en los ojos y arrugas. Apesta a café y parece estudiarme con minuciosidad.
Después se enfunda unos guantes, coge un bisturí y me lo incrusta en el tórax. ¿Está loco? ¿Pero qué hace? Trato de gritar, de moverme, pero por alguna extraña razón el cuerpo desobedece mis órdenes. El individuo me arranca los riñones, los pesa en una balanza y anota unas cifras en un cuaderno. Hace lo mismo con el corazón, los pulmones y el hígado. Entra otro hombre en la habitación. Viste una gabardina, lleva un sombrero y parece cansado.
—¿Se sabe a qué hora ocurrió, Mike? —le pregunta al individuo de la bata blanca.
—Estoy en ello.
—¡No tengo nada, joder! Ni huellas dactilares, ni arma. Ni siquiera un sospechoso. Solo encontré esto en la habitación del motel.
De una bolsa de plástico saca mi reloj, una cadena de oro y mi cartera de piel de la que extrae unos dólares, las tarjetas de crédito y una vieja foto. En ella están mis hijas Jane y Marcia abrazándose, la pequeña Eva y mi mujer Linda, una belleza sureña con el pelo cobrizo y unas piernas largas e inabarcables.
—¡Pobre desgraciado! ¡Nadie merece morir así! Lo tenía todo. Una esposa que le quería, unas hijas maravillosas, pero la vida a veces es injusta. Espero que podamos atrapar a ese cabrón.
Tras unos minutos Mike coge una radial, pero tras acercarla a mi cabeza se detiene. Algo acaba de captar su interés. Repara en mi mano izquierda, se acopia de unas pinzas y extrae algo que se ha incrustado en la uña del pulgar. Es una hebra pelirroja.
La viajera interdimensional finalmente estaba satisfecha: había cambiado las ropas impúdicas de esas nínfulas por otras más recatadas. En otras ocasiones había movido la mano atrevida de algún enamorado que besaba a su novia en la calle, de la frontera de la espalda baja hasta bien alto en la cintura. Había comenzado a hacerlo desde niña, hacía quién sabe cuánto tiempo. Su estricta madre siempre la había reprendido ante la menor falta y ella aprendió la lección muy pronto. No recuerda cuándo fue que supo que podía viajar entre dimensiones, simplemente ocurrió después de un fuerte disgusto al ver pasar a un niño con el zapato mal anudado. Ahora podía controlar muy bien su traslación en espacio y tiempo en cualquier dirección. También recuerda con alegría cuando finalmente supo cómo detener el tiempo a placer: ¡al fin podría corregir una escena antes de brincar a otra! No sabe si alguna vez el azar la llevara de vuelta con su familia antes de morir: sí, había notado que ya no era una niña sino una mujer mayor, canosa y arrugada. ¿Que la vieran así quienes la conocieron como muñequita de porcelana? ¡Ni pensarlo! Se preguntaba cómo sería la muerte, qué haría si no iba a estar corrigiendo los detalles de cada escena que visitaba. Miró una vez más ese abrazo y, con un gesto de aprobación, se mudó a otra escena.
PISO 14 (Versión I)
Las ve bajar del taxi y avanzar sonrientes hacia ella, suben por los doce escalones de mármol hasta llegar a la entrada del hotel donde lleva ocho minutos esperándolas.
-¿Tuvieron buen viaje?-Pregunta mientras simula abrazar afectuosamente a una de ellas para poder preguntarle al oído <>.
-No…
-¿Traen lo acordado?
-Si…
Mira a su alrededor y clava su vista en una de ellas para después tomarla de la mano y atravesar la puerta de cristal que divide el lobby del cada vez más decadente paisaje urbano.
-Vamos las está esperando.
Mientras caminan hacia el elevador van sorteando besos a turistas y empleados de rostros demacrados.
-¿Están seguras de esto?- Pregunta una vez dentro de la cabina y al mirar que ambas asienten con la cabeza presiona el botón 14.
Mientras el ascensor cierra sus puertas ve como un hombre se apresura con dirección hacia donde se encuentran ellas y le escucha decir <> pero hace caso omiso a la petición.
A medida que se elevan por la espina dorsal del edificio, les comienza a dar una serie de instrucciones al par de chicas que no logran disfrazar su miedo.
-No digan nada a menos que él les pregunte algo; en tal caso sean breves y contesten lo que les pide, no lo miren directamente ni husmeen en la habitación.
El ascensor se detiene y abre sus puertas, da un paso seguido de otro por la alfombra verde, mientras las chicas la siguen de cerca hasta llegar a la habitación 126, toca tres veces seguidas hace una pausa y toca una vez más, luego pasa su tarjeta y entran, adentro un hombre de traje beige canturrea un tango:
Tus ojos son oscuros como el olvido;
Tus labios, apretados como el rencor;
Tus manos, dos palomas que tienen frío;
Tus venas tienen sangre de bandoneón…
-Aquí están.
-Ya me di cuenta- Dice aquel hombre mientras enciende un cigarrillo- ¿Traen lo que les pedí?- pregunta dirigiéndose a las dos chicas.
-Sí- Contesta apenas con un hilo de voz la más joven de ellas.
-Muéstramelo.
Saca una foto de su bolsa y se la entrega, el hombre la mira unos minutos sin parpadear mientras el cilindro en su boca disminuye progresivamente.
-Son idénticas a su madre- Comenta el hombre observándolas con los ojos húmedos. -Le prometí que si algo le llegaba a pasar yo me haría cargo de ustedes, pero como lo abran inferido, soy un hombre con mucha sangre entre las manos que solo les traería más problemas.
El hombre la mira y asiente con la cabeza, ella sabe lo que significa esa señal, desenfunda su arma y le coloca el silenciador.
-Tania les explicará lo que sigue -Dice dirigiéndose a las chicas- …Las amo hijas.
La vuelve a mirar y cierra los ojos. -Cuídalas- ella le dispara hasta vaciar el cartucho.
PISO 14 (Versión II)
-Hola- Saluda temerosa sin saber muy bien que más hacer o decir una vez que ha llegado a la puerta del hotel.
Las dos chicas que tiene enfrente, se miran una a otra y después la abrazan efusivamente.
-Eres más guapa de lo que habíamos imaginado- le dice una de ellas al oído.
-Gracias…- Responde Tania más turbada que antes.
-Vamos que ya es hora- Dice la segunda joven atravesando la puerta de cristal.
La escoltan por el lobby del hotel hasta la cabina del ascensor, una vez que entra se despiden de ella y le entregan una tarjeta de acceso; el cubo metálico cierra sus puertas y comienza a subir por los pisos, mientras suena una música suave.
Saca de su bolsillo un pequeño trozo de periódico torpemente recortado y lee el anuncio en voz baja:
<>
Cuando toma conciencia se da cuenta que está frente a la puerta de la habitación 126, no recuerda haber salido del elevador ni haber dado los 18 pasos por el pasillo hasta ese lugar; duda un momento y por fin se decide a entrar.
Adentro un hombre presiona con ritmo y fuerza las teclas de una vieja máquina de escribir.
-He venido por el anuncio.
-Lo sé, toma asiento por favor.- Señala una silla frente a él.
-Me llamo Tania y tengo 23 años- hace una pausa y traga saliva- quiero…
-Lo sé, soy el escritor de esta historia, y si…vas a vivir por siempre a través de ella.
PISO 14 (Versión II) CORREGIDO
-Hola- Saluda temerosa sin saber muy bien que más hacer o decir una vez que ha llegado a la puerta del hotel.
Las dos chicas que tiene enfrente, se miran una a otra y después la abrazan efusivamente.
-Eres más guapa de lo que habíamos imaginado- le dice una de ellas al oído.
-Gracias…- Responde Tania más turbada que antes.
-Vamos que ya es hora- Dice la segunda joven atravesando la puerta de cristal.
La escoltan por el lobby del hotel hasta la cabina del ascensor, una vez que entra se despiden de ella y le entregan una tarjeta de acceso; el cubo metálico cierra sus puertas y comienza a subir por los pisos, mientras suena una música suave.
Saca de su bolsillo un pequeño trozo de periódico torpemente recortado y lee el anuncio en voz baja:
Se busca mujer joven (de entre 18 y 100 años) interesada en la inmortalidad de su ser.
No importa físico ni posición social.
Interesadas presentarse cualquier día del mes de abril en la habitación número 126 en el piso 14 del hotel “Las historias”.
Nota: Dos chicas con vestidos estúpidos te recibirán en la entrada.
Cuando toma conciencia se da cuenta que está frente a la puerta de la habitación 126, no recuerda haber salido del elevador ni haber dado los 18 pasos por el pasillo hasta ese lugar; duda un momento y por fin se decide a entrar.
Adentro un hombre presiona con ritmo y fuerza las teclas de una vieja máquina de escribir.
-He venido por el anuncio.
-Lo sé, toma asiento por favor.- Señala una silla frente a él.
-Me llamo Tania y tengo 23 años- hace una pausa y traga saliva- quiero…
-Lo sé, soy el escritor de esta historia, y si…vas a vivir por siempre a través de ella.
El Pequeño Solovino Ilustrado
Rocío, profesora de Literatura, apresuró el paso a la salida de la escuela pues se avecinaba al parecer una gran tormenta. Aún con la prisa alcanzó a despedirse de dos de sus alumnas que se daban un abrazo a las puertas del plantel. Apuró el paso pues aunque vivía muy cerca de la escuela la tormenta era ya inminente.
Sin embargo no notó que la seguían. Comenzaron a caer grandes gotas de lluvia y Rocío entró rápidamente a su casa pues justo al llegar a ella estaba sonando el teléfono. Por descuido dejó la puerta abierta y quien la seguía se coló al interior de la casa entre los ladridos de la «Camie» que lo descubrió y lo siguió hasta la puerta de la biblioteca obligándolo a entrar ahí y se detuvo antes de entrar pues sabía bien que le tenían prohibido el ingreso a esa habitación. Cuando Rocío colgó el teléfono, vio a la «Camie» echada esperando a que él saliera de esa estancia, descubrió las pequeñas pisadas húmedas desde la puerta de entrada hasta la biblioteca y entendió de inmediato todo lo acontecido: Un pequeño cachorro la había seguido hasta la casa seguramente con el fin de resguardarse de la feroz tormenta.
Afuera caía ya un torrencial aguacero. Cerró la puerta mientras pensaba ¡pobrecito, seguramente se mojó! Entró a la biblioteca y lo encontró seco pero así, pequeñito como era. husmeando entre las hojas de un libro que al parecer había derribado del librero. Trató de quitárselo pero el pequeño cachorro lo mordió y se resistía a dejarlo. Lucharon fuertemente por el libro mientras la «Camie» ladraba afuera de la biblioteca como queriendo entrar a particpar del juego pero a sabiendas que no debía ingresar allí. Trataba de entrar pero de inmediato se detenía en el borde de la puerta, regresaba, se volvía sobre sí misma, ladraba y aullaba por lo bajo pero no se atrevía a entrar. Solamente al final se echó y chillando los observaba atentamente.
Rocio al fin pudo quitarle de entre los dientecillos el libro al cachorrito y cuando vio que se trataba de una edición antigua del Quijote de inmediato se preocupó de que la hubiera maltratado pero no… el libro aunque viejo curiosamente no presentaba daño alguno, como si el cachorro hubiera querido conservarlo pero respetando el objeto.
¡Por lo menos tiene buen gusto!, pensó Roció mientras reía y colocaba el libro en su lugar… O quizás solamente tenga hambre…
Así que se dirigió a la cocina a servir dos buenos platos de leche. Al pasar de regreso a la biblioteca le dejó un plato a la «Camie» quien seguía todavía inquieta echada cerca de la puerta, siempre sin atreverse a entrar.
.
Seguramente está celosa, pensó Rocío, mientras le acercaba el plato a la «Camie» y le acariciaba la cabeza. Entró con el otro plato en la mano y grande fue su sorpresa al descubrir al cachorro pasando con ayuda de sus pequeñas patas las hojas de otro libro que había conseguido. Esta vez se trataba de una selección de cuentos de Francisco Tario, y el cachorro estaba jugando con el libro, al parecer como si lo «leyera».
De inmediato se rió y pensó: ¡Tiene mejor gusto que muchos de mis alumnos!¡y hasta que alguno que otro maestro! Le pondré de nombre: «Solovino» por aquello de que llegó solito atrás de mí.
Pasaron los días y el «Solovino» se negaba a salir de la biblioteca. Rocío lo atribuía a que quizás le temiera a la «Camie» quien era mucho más grande que él en edad y tamaño, además de que le ladraba muy fuerte y se la pasaba rondando la puerta de la biblioteca, sin entrar, como un vigilante de la misma.
Un día le comentó a Jorge, su marido, el hecho de que siempre encontraba al Solovino «leyendo» y que últimamente lo que «leía» eran, curiosamente, textos en inglés y siempre sus «lecturas» eran excelentes, como si las escogiera así.
A ese paso pronto será: «El Pequeño Solovino Ilustrado» dijo en broma Jorge y los dos rieron por la ocurrencia.
Pasaron los días y el «Solovino» devoraba libro tras libro aunque, afortunadamente, no de manera literal.
Más adelante Rocío abrió la puerta y descubrió al «Solovino» cerca de la máquina de escribir antigua la cual aunque funcionaba perfectamente, con la llegada de la computadora solamente estaba de adorno en el escritorio de la biblioteca.
El «Solovino» se asustó y corrió a esconderse. En la máquina de escribir Rocío descubrió una carta en perfecto inglés dirigida a Harold Bloom donde se hacían alguna observaciones a su Canon Occidental.
Rocío estalló en una carcajada al leerlo pues pensó que seguramente se trataba de una broma de Jorge.
Ese día olvidó comentarlo mientras cenaban. Al día siguiente al parecer alguien dejó una ventana abierta y por allí se escapó el «Solovino». Se notaba que había peleado con la «Camie» antes de partir pues dejaron rastros de lucha por toda la planta baja de la casa y cada que Roció llamaba a la «Camie», ésta se acercaba despacio, agachando la cabeza como admitiendo que por su culpa ya no estaba más el «Solovino» en la casa. Cuando recordó le comentó a Jorge acerca de la carta pero él le dijo que no sabía nada de eso. Rocío pensó que Jorge seguía con la broma y no insistió más aunque extrañamente la carta no volvió a verla.
Desapareció al igual que el «Solovino».
Rocío y sus familiares y amigos colocaron papeles en todos los postes y comercios de las zonas cercanas a su domicilio avisando de la pérdida del «Solovino» detallando las características físicas del cachorro, aunque por supuesto no mencionaban nada de la pasión que tenía por los libros o los tildarían de locos pero pronto en todo el vecindario ya sabían que el perrito se había extraviado.
No tuvieron noticia alguna por mucho tiempo y ya se habían hecho a la idea de que el «Solovino» se había perdido y vivía feliz muy lejos en otra casa con otra familia, que no sabrían nunca más de él, en forma directa o indirecta y hasta llegaron a pensar que no era más que un sueño el hecho de que un pequeño perrito hubiese pasado tantos días solamente «leyendo» de manera ávida los libros de esa bien surtida biblioteca a no ser porque ahora mismo miran azorados, sobre el escritorio
junto a la máquina de escribir antigua, otra carta, que ha dejado el cartero esta mañana y en la cual al abrirla descubrieron atónitos que es nada menos que la respuesta de Harold Bloom, dándole la razón a «Mr. Solovino» por las pertinentes observaciones que le hace a su obra y termina preguntándole si es factible que puedan seguir en contacto por este mismo medio para discutir en detalle tan interesante asunto.
Dora la Inquisidora
¡Muchachitas descaradas! pensó Dora, la directora del plantel cuando vio
cómo dos alumnas se abrazaban al momento de salir de clases.
¡Esas no me engañan, son más que amigas! continuó pensando mientras apuraba
el paso para llegar a su cita.
¡Además alcancé a ver cómo una de ellas le agarró una nalga a la otra! agregó refunfuñando
¡En mis tiempos no se hacían así las cosas, mañana llamo a sus padres y pongo
en orden esa porquería de escuela antes de que todo se salga de control!
Iba ya colérica y cerrando los puños, ensimismada en sus pensamientos y por ello
al cruzar la calle no vio el semáforo en alto, ni escuchó el cláxon del camión
de carga, ni las llantas al quemarse tratando en vano de frenar, ni el golpe seco del
camión contra su cuerpo ni pudo tampoco ya llegar nunca más a sus puntuales citas amorosas entre semana antes de comer, en casa de Irma, su amante desde hace más de veinte años después de las cuales se iba a su casa a fingir un feliz matrimonio con el señor Pérez.
Por varios días no pude entrar a las Historias, cada vez me aparecía un aviso de página prohibida, por eso no publiqué antes mi historia, espero que aun entre en el concurso. Gracias.
Salón de belleza
Esta es la historia de como mi trabajo, un salón de belleza, se convirtió en un artefacto para medir la estupidez.
El salón lleva varias décadas operando en un inmueble que fuera diseñado originalmente para ser casa habitación. Tiene dos puertas, la frontal, que estuvo cerrada por mucho tiempo y que da a lo que fuera «el cuarto de color» antes de la remodelación. El cuarto de color es donde las estilistas aplican los tintes y permanentes.
La segunda, la lateral, es la que servía de acceso único. Esa puerta da al área de shampoo. Enseguida, a la izquierda estaba la recepción que ahora es el cuarto de color. A la derecha ahora es la recepción, donde antes era el cuarto de color. Ahora es mucho mejor porque la gente cuando usa la puerta de enfrente entra directamente a la recepción. Al shampoo y al cuarto de color solo va quien necesita esos servicios.
Antes era un desfiladero de personas todo el tiempo, incluso quienes iban a la segunda planta, al pedicure o manicure pasaban por shampoo. Así la gente a la que se le lavaba el cabello se relajaba menos y no disfrutaba de los masajes que les doy después. Lo peor es que eso se reflejaba en la propinas.
La dueña tomó la decisión del cambio repentinamente. Un día llegué y ya habían hecho el cambio, la recepción está en el cuarto de color y viceversa. Por un tiempo las dos puertas estuvieron abiertas, para eventualmente solo usar la puerta de enfrente.
Como es natural, los clientes no tenían conocimiento del cambio, llegaban como siempre por la lateral. Desde un principio me pareció divertido ver las diferentes reacciones de la gente. Sé que mi deber al trabajar ahí sería indicarles a los clientes sobre los nuevos cambios. Por cortesía debía indicarle sobre la remodelación, pero esa atención hacía con ellos me privaría del placer de ver sus caras llenas de confusión.
Si alguien llegaba mientras yo lavaba el pelo de algún cliente miraba disimulado a ver que hacían, así fue que desarrollé el mecanismo para medir la estupidez. Muy poca gente fue parte de la primera categoría, las que desde el área de shampoo se dieron cuenta del cambio, sin decir nada, casi instintivamente caminaron a la derecha, a la nueva recepción.
La gran mayoría, aunque notaran antes de entrar que ya no era más la recepción, aun así entraron para luego exclamar fuerte «pero es que han cambiado todo», tardan un breve momento en salir de ahí y comenzar a buscar su destino. Los segundos que demoran en salir son directamente proporcionales a su estupidez. El promedio son de tres a cuatro segundos.
Hubo un caso que se salió de la norma, la señora que ven en la foto, llegó, entró a la vieja la recepción y nunca más salió. Después de esto, la dueña tuvo que clausurar la puerta para evitar que el incidente se repitiera.
Corregido y aumentado….
Salón de belleza
Esta es la historia de como mi trabajo, un salón de belleza, se convirtió en un artefacto para medir la estupidez.
El salón lleva varias décadas operando en un inmueble que fuera diseñado originalmente para ser casa habitación. Tiene dos puertas, la frontal, que estuvo cerrada por mucho tiempo y que da a lo que fuera «el cuarto de color» antes de la remodelación. El cuarto de color es donde las estilistas aplican los tintes y permanentes.
La segunda, la lateral, es la que servía de acceso único. Esa puerta da al área de shampoo. Enseguida, a la izquierda estaba la recepción que ahora es el cuarto de color. A la derecha ahora es la recepción, donde antes era el cuarto de color. Ahora es mucho mejor porque la gente cuando usa la puerta de enfrente entra directamente a la recepción. Al shampoo y al cuarto de color solo va quien necesita esos servicios.
Antes era un desfiladero de personas todo el tiempo, incluso quienes iban a la segunda planta, al pedicure o manicure pasaban por shampoo. Así la gente a la que se le lavaba el cabello se relajaba menos y no disfrutaba de los masajes que les doy después. Lo peor es que eso se reflejaba en la propinas.
La dueña tomó la decisión del cambio repentinamente. Un día llegué y ya habían hecho el cambio, la recepción está en el cuarto de color y viceversa. Por un tiempo las dos puertas estuvieron abiertas, para eventualmente solo usar la puerta de enfrente.
Como es natural, los clientes no tenían conocimiento del cambio, llegaban como siempre por la lateral. Desde un principio me pareció divertido ver las diferentes reacciones de la gente. Sé que mi deber al trabajar ahí sería indicarles a los clientes sobre los nuevos cambios. Por cortesía debía indicarle sobre la remodelación, pero esa atención hacía con ellos me privaría del placer de ver sus caras llenas de confusión.
Si alguien llegaba mientras yo lavaba el pelo de algún cliente miraba disimulado a ver que hacían, así fue que desarrollé el mecanismo para medir la estupidez. Muy poca gente fue parte de la primera categoría, las que desde el área de shampoo se dieron cuenta del cambio, sin decir nada, casi instintivamente caminaron a la derecha, a la nueva recepción.
La gran mayoría, aunque notaran antes de entrar que ya no era más la recepción, aun así entraron para luego exclamar fuerte «pero es que han cambiado todo», tardan un breve momento en salir de ahí y comenzar a buscar su destino. Los segundos que demoran en salir son directamente proporcionales a su estupidez. El promedio son de tres a cuatro segundos.
Hubo un caso que se salió de la norma. La señora que ven en la foto, llegó, entró a la vieja recepción, pasaron tres, cuatro segundos y más y nunca salió. Después de esto, la dueña tuvo que clausurar la puerta para evitar que el incidente se repitiera.
Al caer la tarde
Camino a su casa ya casi al oscurecer sintió un pinchazo en el cuello. dio un golpe al mosquito que lo provocó y sintió que se liberaba por medio de una inusual fuerza. Vio su mano llena de sangre, Al llegar a su casa no pudo reconocer su imagen al intentar verse el cuello en el espejo del baño. Sintió cómo un sopor recorría todo su cuerpo al tiempo que la invadía una extraña promesa de vida eterna.
Amnesia
Caminaba por la calle. Unas niñas abrazadas le recordaron su infancia. Más adelante una pareja tomada de la mano le recordó a su primer amor y el primer beso. Cuando llegó a su casa, quiso hablar con su marido y éste no le contestó recordó de pronto que ya estaba muerta.
Miodesopsias
Caminando por la calle volvió a verlas como cuando era niña: Esas extrañas figuras en sus ojos llamadas miodesopsias. Los doctores le habian recomendado que no las siguiera con la vista y que así desaparecerían. Pero esta vez desobedeció y las siguió con la mirada viendo cómo de pronto comenzaron a llover gotas de colores que al chocar contra el suelo sonaban como monedas al caer y transformábanse de inmediato en luciérnagas iridiscentes o en suspiros multicolores. La calle comenzó de pronto a lamentarse y a volverse sobre sí misma mostrando sus colmillos de concreto y su lengua de asfalto con una línea blanca en medio para separar los dos carriles. Quiso huir de esa monstruosidad pero del cielo salió un dedo que la empujó hacia su destino. Se aferró al piso pero esa fuerza que la atraía hacia la destrucción era más fuerte que la gravedad y se estaba tragando todo. Cuando el paramédico llegó a atender a la señora que estaba en el piso entre los curiosos manoteando y gritando como loca, en agonía… alcanzó a verle en los ojos unos curiosos animalitos moviéndose y dijo para sus adentros: ¡Qué extraño! ¡Esta señora que se muere tiene en sus ojos los mismos objetos que yo veía cuando era niño! Los doctores me dijeron que eran miodesopsias y aconsejaron que no los siguiera con la mirada y no lo he hecho desde entonces ¿qué sucederá si los sigo la próxima vez que los vea?
Mis favoritos son Ariel Villanueva y sus misíles trasatlánticos y Alejandro Vera con el club de las suicidas.
Gracias. 🙂
Desde que apareció otra luna el tiempo en la tierra es «diferente». Tres niñas, de tres épocas diferentes, se conocieron en el verano. En una isla, con barcos diferentes, de tres tiempos aparte. ¿Qué tiene de común las tres infancias totalmente opuestas? El miedo, los sueños y este planeta que ya es otro. La tía es tía de las tres, madres de las tres y hermana de las tres. Dos lunas están ya en la tierra, el tiempo es otro.
Detener el tiempo no es tan difícil. Basta que dos o tres personas tomen la decisión y realicen ciertos actos, insignificantes en apariencia, para que un instante se quede así, congelado y parsimonioso, fuera del vendaval de los minutos, los siglos y los días que en su fluir natural constitutyen un ventarrón que arrastra todo: células, eventos, personas y un largo etcétera. La fotografía que ilustra este instante lo demuestra ejemplarmente: junto a la señora del peinado enloquedido por la corriente espacio-temporal, tres muchachas excéntricas comparten un instante de eternidad estática, unidas en un abrazo que espera el alterne que permite un trío. ¿Cuánto puede durar? Eso no importa, puesto que, por añadidura, la fotografía permite acentuar la pausa. Les bastó el vesturario inusal y la lúdica intención para lograr un gesto de rebeldía ante el autoritario pasar de las horas, que incluye además a una testigo ajena a la parálisis: no les bastó con discriminar a la muerte de su fiesta, sino que además la incluyeron en el cuadro para reforzar, si es posible, su expresión de azoro en su derrota, su despeinada sorpresa al descubrir que, simplemente, la habían mandado al diablo con todo y sus relojes.
Castigo
Cuando «La Bruja» citó a Catalina en la Dirección, supimos que no la volveríamos a ver. El «Directogro» nunca dejó a una niña con vida.
Tres generaciones mas tarde El Gran Círculo Kotau habían ganado la batalla y dominaba el mundo. Atrás habían quedado los días en que ser un otaku era cosa de broma y a los cosplayers se les miraba de arriba abajo con risitas burlonas. Ahora el pronombre otaku era una cuestión honorífica. La revolución comenzó como algo inofensivo, el adoctrinamiento fue largo aunque no tedioso. El primer blanco fueron los niños y los adolescentes. En aquellos tiempos los programadores no sólo competían por superarse unos a otros y obtener ganancias económicas. En el fondo había mucho más. Opciones que pocos conocían: mientras más éxito tuvieran creando juegos, consolas, historias y todo aquello que ayudara a la programación virtual de las generaciones foco, mayor era su rango y poder dentro del Gran Círculo Kotau. Sitio que sería heredado honoríficamente a sus descendientes. De manera que era cuestión de labrarse un firme lugar en la organización mundial futura. Para cuando los poderes gobernantes se dieron cuenta de que no se trataba sólo de fanáticos obsesivos y sus científicos pudieron encontrar las frecuencias armónicas y los tonos binaturales escondidos en la música que era insertada en los juegos y las consolas, las señales lumínicas, los paquetes senso-hipotalámicos, Las sensaciones dirigidas con precisión nanométrica al sistema límbico, era irremediablemente tarde. La programación se extendió como un terrible virus perceptivo. Después vino la selección. Se creo un orden infalible, cada elemento humano tenía una función precisa, finita, inderogable. No hubo muertos ni guerras armadas. Poco a poco de las calles desaparecieron las personas vestidas de la manera que era tradicional y las Sakuras, los Narutos y los Luffys con sus enormes ojos creados por cirujanos plásticos proporcionados gratuitamente por el Gran Círculo, personalidades de un catálogo perfectamente elaborado, piezas precisas milimétricamente dispuestas dentro del nuevo orden y el nuevo sistema. Miles de millones de personas dominadas sensorialmente por el poder mas absoluto: el placer. Ahora controlar los humanos personajes era algo tan terriblemente simple como un juego.
Sé que ya cerró el plazo…pero no quise dejar)
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