Esta bitácora convoca una vez más a su concurso mensual. Los interesados pueden comenzar observando esta imagen:
Instrucciones:
1) Suponer que esta imagen representa un instante de una historia.
2) Imaginar cuál es esa historia: qué está pasando allí, qué momento se anuncia, por qué, quiénes están presentes, qué hacen. No se trata de explicar la imagen, ni de escribirle un pie de foto, sino de tomarla como punto de partida para imaginar una historia propia.
3) Escribir la historia, en forma de cuento brevísimo (minificción), en los comentarios de esta misma nota.
El o los textos ganadores recibirán un trofeo virtual y serán seleccionados considerando la opinión de quienes decidan opinar. La fecha límite para participar es el 25 de abril. Quedan invitados.
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Información Bitacoras.com…
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La amaba tanto. Por mucho tiempo, no quería recordar cuánto, le veía pasar, brillando en las madrugadas, casi bailando mientras limpiaba su calle. El pelo espeso, las caderas redondas, el naranja opaco y su olor. Esa esencia tan suya, peculiar. Le costó tanto atreverse pero valió la pena hacerlo.
Cada tarde dejaba atrás la mansión, los guardaespaldas, los trajes italianos, la pistola y el fuero, y salía vestido de naranja a recorrer con ella las calles que de noche les pertenecían. Bailaban juntos, reían y apestaban a ciudad cansada. En la oscuridad, nadie se impresionaba de que aprovechara cada instante para robarle alguna caricia sucia, llena de limpio deseo.
Las nubes empezaron a tapizar el cielo estrellado, las gotas empezaron a caer rápidamente y los truenos se hicieron notar de su forma tan característica, así como solo ellos saben hacerlo. Después de un rato las nubes comenzaron a dispersarse partiendo del punto que está justo arriba del edificio más alto. Formaron un círculo y justo del centro cayó un potente rayo que impacto contra el techo de la enorme estructura. Un rayo que dejo ciegos a muchos por un instante. Todos voltearon hacia arriba y vieron con admiración como un ángel descendía, se postro firmemente sobre el edificio, desenfundo su espada y apuntó hacia un punto que nadie recuerda. Sin embargo todos estaban ocupados admirando su radiante belleza, y solo una señora se atrevió a mirar lo que el ángel señalaba.
Hoy en día ella afirma que fue lo más bello que cualquiera haya visto en su vida. Logro tomar una simple foto con su celular, pero con eso basto para que muchos interesados en el arte de la fotografía tiraran sus sueños a la basura. Y no solo los fotógrafos, todo aquel que vio al ángel y también la foto de la señora, se sintió miserable. Ellos estaban más interesados en ver al ángel sin darse cuenta que, cualquier cosa que algo tan hermoso señalara, valdría la pena voltear a ver.
Gotas de agua
¡Que si se puede! Te digo que si….. mira, derechito, derechito. Si tú fijas bien la cámara, y yo te sostengo los brazos, lo lograremos. Ya lo estuve pensando bien: es cosa de que captemos las gotas de agua justo en el instante en que se tiñen de azul clarito, y sin movernos, grabamos unos segundos. Subimos el video, amplificamos la imagen, y en cámara lenta al fin sabremos lo que nos quiere decir el espectro.
¡Me encantó! Una de mis favoritas.
-No estoy lista para entrar,ni aunque nos hallamos puesto estos trajes que dices nos van a salvar si algo sucede
-Pues me picaron los ojos con el precio, así que lo valen. Ya verás como si funciónan; es cosa sencilla de meternos en la fuente… anda que viajamos mucho para sumergirnos aquí.
-Esta bien. Sólo abrazame muy fuerte y sonríe, para que después te pueda reclamar.
El Abrazo
Él la abrazaba cuando un clic lo despertó de su sueño brevísimo: la simulación de un obturador transformando una imagen que ninguno de los dos veía. Mira, salió bonita, no? Si, está bonita. El vio la imagen en la diminuta pantalla del celular y notó que había un espacio entre lo que veía y lo que estaba en la imagen. La composición era impecable y el manejo de la luz era sin lugar a dudas admirable; no lo dijo, ni si quiera lo pensó en esas palabras, pero lo notó. Justo en ese momento sintió un relámpago que lo hizo darse cuenta de sus ropas de trabajadores de limpia; así, de golpe, se dio cuenta que ese abrazo no existía sino para ellos dos y de inmediato, sólo para él. Notó las miradas de condescendencia y admiración que los rodeaban, como si miraran a una pareja de abuelos a punto de morir que habían atravesado una vida entera tomados de la mano. Ella dejó de sentir la misma fuerza en el abrazo. ¿Qué te pasa? Nada… ¿Por qué?
FOTOGRAFÍA DE ENSUEÑO
Las mujeres evocan en un tierno abrazo sus pasiones. Sonrientes, posan para la cámara del celular. Están a tan sólo un click de distancia de la felicidad eterna…
¡Click!
Una de ellas despierta. De nuevo está allí, en su cama, con un brazo gordo de hombre rodeándola. Está allí y no es feliz. Ya va para un mes que sueña con la amante y no puede sacársela de la cabeza. Su sueño es burdo. Después de todo, no se podía esperar menos de quien tiene como materia prima los deshechos de los demás.
«La penúltima foto»
Nemesio recibió el teléfono mientras barría la banqueta de adoquines frente al Palacio Municipal.
-Y ya sabes: si ves al ejército patrullando o algo sospechoso, nos mandas una alerta en chinga -le dijo el copiloto de la lujosa camioneta negra.
Nemesio asintió con un “sí, mi comandante”. El hombre subió la ventana polarizada y el vehículo arrancó rechinando las llantas.
En todo el día Nemesio no vio ni al ejercito ni algo que le pareciera “sospechoso”. Cuando estaba oscureciendo decidió marcar el número de Catalina. Quedaron de verse en el kiosco de la plaza a las ocho.
Se besaron en los labios cuando se vieron y, al desprenderse, Nemesio le presumió el nuevo teléfono a su novia.
Catalina posó para Nemesio. Algunas veces le ganaba la risa porque sus poses le recordaban a las modelos de los catálogos de zapatos. Nemesio hizo lo mismo y se recargó en coches estacionados que le parecían lujosos, mientras Catalina capturaba el momento.
Nemesio la besó de nuevo en los labios, la abrazó por la espalda y se tomaron la penúltima foto en la que saldrían juntos.
Dos días después, en la sección local de varios periódicos y en casi todos los sitios de internet que difunden noticias sobre narcotráfico, aparecía una foto de Nemesio tirado sobre un charco de sangre. A Catalina se le veía al fondo de la imagen, llorando histérica, tratando de acercarse al cuerpo de su amado mientras un policía se lo impedía.
Esa fue su última foto juntos.
Rechazo Involuntario
Beatriz tiene cierta manía de fotografiar cualquier espacio que capte la atención de su mirada, que después de un día de trabajo duro recolectando cosas que la gente deja caer al suelo cuando ya no le parecen bonitas, le dejan los ojos lánguidos. Esto desde que se compró un «smartphone» nuevecito del que ya no se desprende, tal como
Carmen no se desprende de ella, cada vez que Beatriz saca su teléfono para capturar, con su cámara, contrastes que uno no podría imaginar.
En realidad Beatríz no lo sabe, pero Carmen le mete un papelito en su
bolsillo cada vez que la abraza por atrás, en donde le expresa los más ardientes y apasionados deseos de tenerse ellas mismas en una situación mucho más íntima, que le recorren las venas cada que termina un día laboral.
Beatríz, como todos los días, regresa en camión a su casa y tira irónicamente el boleto de autobús junto con el mensaje de Carmen en el contenedor de basura de su cocina.
P.M.
Dicen que las amantes se embalsaman cada noche en un sueño extraño, en el que actúan como más quisieran actuar y se transforman en lo que menos quisieran ser. A pesar de todo, las amantes se abrazan y juguetean con sus cuerpos.
Dicen que las amantes siempre se quedan a un click del beso perfecto. Entonces despiertan, cada una en su cama, en su realidad distante del sueño.
La extraña historia de Nunca y Jamás
Esta es la historia de Nunca y Jamás: Mientras trabajaban, Nunca se puso a tomar fotografías y Jamás le reclamó su falta de compromiso laboral. Discutieron. Nunca dejó de tomar sus fotos. Jamás le perdonó que no le prestara la debida atención. Se reconciliaron. Jamás la abrazó. Nunca respondió con el mismo gesto. En el fondo Jamás la amó en secreto y Nunca le correspondió. Al término de la jornada laboral se retiraron a sus casas. Después Nunca pudo encontrarla pero Jamás la olvidó…
Nunca conoció alguien igual y Jamás se casó.
Nunca se sintió muy confundida de ser parte de una historia tan extraña y por pena o remordimiento Jamás trajo hasta nuestros oídos este relato.
Epílogo
Nunca existió en verdad y Jamás regresará en otra aventura
El incidente.
Al pie de la fuente sólo se veía correr el preciado líquido teñido de rojo, aterrada dió un paso atrás para que no llegara a sus zapatos.
Minutos antes esperaba en el paradero el microbús que la llevaría de regreso a casa cuando una señora que iba pasando a toda prisa se había enganchado con el mango de su paraguas en el bolso de otra, quien, para no verse despojada del bolso, desengancho el paraguas dando un ligero empujón a la dueña, ésta sin mediar palabra le asestó un golpe. La hija de la agraviada, una jovencita que apenas pasaba los quince años, salió en defensa de su madre que era ya una señora mayor. Sin embargo la agresora era más alta y robusta, así que violentamente se fue sobre las dos con el paraguas, ante las miradas atónitas e indiferentes de los ahí presentes y otros curiosos, que sólo se limitaron a moverse lo necesario para que los golpes no los alcanzaran sin perder su lugar en la fila. Segundos después y aún sin asimilar completamente lo que había pasado, la jovencita seguía enjuagando la cabeza herida de su madre en la fuente vecina.
Lo corregí porque sentí que el final estaba mal escrito. Creo que así quedó mejor. Saludos.
“La penúltima foto”
Nemesio recibió el teléfono mientras barría la banqueta de adoquines frente al Palacio Municipal.
-Y ya sabes: si ves al ejército patrullando o algo sospechoso, nos mandas una alerta en chinga -le dijo el copiloto de la lujosa camioneta negra.
Nemesio asintió con un “sí, mi comandante”. El hombre subió la ventana polarizada y el vehículo arrancó rechinando las llantas.
En todo el día Nemesio no vio ni al ejercito ni algo que le pareciera “sospechoso”. Cuando estaba oscureciendo marcó el número de Catalina y quedaron de verse en el kiosco de la plaza a las ocho.
Se besaron en los labios cuando se vieron y, al desprenderse, Nemesio le presumió su nuevo teléfono a su novia.
Catalina posó para Nemesio. Algunas veces le ganaba la risa porque sus poses le recordaban a las modelos de los catálogos de zapatos. Nemesio hizo lo mismo y se recargó en coches estacionados que le parecían lujosos, mientras Catalina capturaba el momento.
Nemesio la besó de nuevo en los labios, la abrazó por la espalda y se tomaron la penúltima foto en la que saldrían juntos, pues la última sería dos días después.
La foto salió en la sección local de varios periódicos y en casi todos los sitios de internet que difunden noticias sobre narcotráfico. Nemesio aparecía tirado sobre un charco de sangre y a Catalina se le veía al fondo de la imagen, llorando histérica, tratando de acercarse al cuerpo de su amado mientras un policía se lo impedía.
¿Que pensaba el cuando la tomo por sorpresa? incluso mucho tiempo antes cuando juntos soñaban con llenar sus vidas de recuerdos no habian contado con la peligrosa vida de estar enamorados, quiza ella lo pudo saber una noche cuando despues de amarse se le recosto al estomago y le dijo que el amor era peligroso para los que intentan soñar. En estas cosas, causas y juegos de amor lo divino esta presente y se pierde la cordura para regresar el tiempo, por eso cuando ella sientio el abraso supo que nunca se dejarian de amar, a pesar de la mala noche y la falta de palabras ambos sabian que la cintura era la parte mas importante de las mujeres y que el corazon protegiendo la espalda de la mujer es el mejor de los dones, ese que nunca se pierde con la vida.
Ellas, las dos, hundidas en la podredumbre y la ignominia, en el desamparo de la noche sin estrellas, barriendo a cada paso con el pudridero; calles íngrimas, soledad austera. Llagando las cayosidades de sus manos con el fuste de barbas yertas, arrastrando en su mirada la pesada labor de la asepsia de una ciudad en ruinas, de una ciudad basurero de la burocracia, basurero de ensueños, mortaja de ilusiones.
Ellas, subyugadas por sus pálidos atavíos, recompensadas con el mínimo salario, sosegadas por la luna impasible, fulgente y suntuosa.
Ellas, sin esperansa, sin ilusiones, sin opulencia, sin rostro, pero, al final, cobijadas por un amor imperturbable, amor entre las dos, entre ellas. Eso era lo único que les pertenecía: un abrazo, un beso, una fotografía edificando el monumento a su felicidad, una imagen en cuyo altar se encontraría el recuerdo inperecedero de lo único que era suyo, de lo único que habrían de ostentar cuando murieran.
*esperanza, se me pasó una ese.
No te muevas tanto y apúrate a tomar la foto, pues un rato más anochecerá y ya me están fastidiando las miradas burlonas de las personas que pasan. Sólo a ti se te ocurre disfrazarnos así. Mira a esa señora, se va riendo sola. A de pensar que somos raras, que nos gustan las mujeres. Bueno, te confieso que en estos momentos que mis brazos rodean tu cuerpo me siento como en las nubes.Viéndolo bien, puedes tardarte todo el tiempo que quieras. Después de todo, ahorita estoy descubriendo que me gustas y estoy feliz.¿Raras?
Abductores
Los vi al pasar por el Centro. Portaban trajes muy extraños color crepúsculo, como si viniesen de más allá del atardecer o incluso de varios atardeceres adelante de nuestros días. Uno de ellos rodeaba con los brazos al otro en un rarísimo ritual. Mientras tanto el que era abrazado utilizaba un, para mí, desconocido artefacto con el fin de realizar una acción determinada apuntando a personas y objetos con dicho artefacto. Violando las más elementales reglas de urbanidad y afrontando el peligro me acerqué y vi lo que hacían: Se robaban la esencia de los objetos y de las personas introduciéndolas de inmediato en el artefacto y mostrándolas posteriormente en la parte trasera de su exótica herramienta. Ellos reían. Su actitud era cínica y nunca había visto antes rasgos faciales como los suyos. Parecían venir de más allá de Última Thule pues su lengua era asaz estrambótica y desconocida aún para mí que soy erudito en lenguas, incluso en aquellas caídas en desuso. Mencionaban cosas como: «SMS», «Apps», et cetera. No pude más y tomé el primer objeto que encontré y por instinto de supervivencia, usándolo como arma, comencé a golpearlos salvajemente para evitar que se robaran la esencia de personas y objetos o que me la robaran a mí. Un guardia real se acercó y me tomó por sorpresa, golpeándome en la cabeza y así impidió que los matara ya que perdí el sentido. Como en la aldea se pena gravemente la violencia me detuvieron y encerraron. Inconsciente no pude defender mi caso. Me tildaron de loco salvaje y fui torturado y confinado en aislamiento. Ahora que he salido de la mazmorra vengo a enterarme por los demás presos que los «abductores» sí venían, al parecer, del futuro y que merced a sus extraños hechizos y artefactos han desaparecido diversas personas y cosas, como si los coleccionaran o nos estuviesen estudiando. Los aldeanos de fuera de la prisión, me he enterado de buena fuente, están muy asustados pues no saben si esos objetos y personas regresarán o no volverán a verlos más. Tampoco se sabe con qué propósito se los llevaron y si esos «abductores» como yo he dado en denominarlos vendrán nuevamente del futuro y qué es lo que nuestra bellísima y próspera aldea pueda esperar de su visita.
EL CUADRO
Como todos los días madre e hija viajaban en el Autobús, el rumbo era siempre el mismo, viajaban para traer el sustento diario, ya que únicamente se tenían ellas. Pues luchar por obtener su libertad fue difícil, pero ese era solo un pedacito de felicidad que las hacia levantarse todos los días para obtener su preciado fin, su espacio, su propio espacio. Por ello todos los días trabajaban horas extras para pagar el enganche de su casa. Uno de tantos días, casi al finalizar la jornada laboral, les sorprendió ver un alboroto en la plaza, junto a una fuente, fue tanta su curiosidad que caminaron hacia el barullo, pero no lograron meterse entre los recovecos de la gente, a parte se encontraban en oras laborales; sin embargo, después de un rato y conforme la gente se fue disipando, encontraron un punto en el que se encontraban ellas y la imagen, contemplándola atónitas y embelesadas. Con tal asombro como el que imprime un artista en sus obras magnas. Hija, le recordó a Madre lo maravilloso que era seguir a su lado, la abrazo tiernamente y Madre supo que ese era el momento en el que tenia que guardar esa imagen, para que cuando llegaran a su fin, ese sería el primer cuadro que adornaría su hogar y le recordaría todos y cada uno de los días, por los que vive y quiere vivir.
COMO ELLA
Había tenido un horrible sueño. Me bañé y me vestí con esmero como me gusta. Llegué muy temprano a mi oficina y me detuve unos instantes ante los cristales de la puerta de la entrada para contemplarme de cuerpo entero. Me gustaba verme, así, limpio, impecable, con la corbata en su punto. De pronto, detrás de mí apareció la figura gorda y sonriente de la barrendera de la calle, con el traje sucio. Tenía un tiempo diciéndome: ¿Ton’s qué papacito, si o no? Trató de abrazarme. Me di la vuelta para encararla. Me hizo retroceder su sonrisa sucia. Extrañamente ahora no me dijo nada. Seguía sonriendo. Sacó de su bolso un teléfono celular y me lo mostró. Allí estaba yo, vestido como ella, sucio como ella, abrazándola.
LA FOTO
Tuve un sueño extraño. Yo era barrendero y estaba enamorado de una barrendera, gorda, enorme, cuyas carcajadas hacían vibrar los cristales de los edificios. En un arrebato emotivo yo la abrazaba y ella sacaba su celular y tomaba una foto donde se veía mi cara feliz abrazándola por la espalda. Desperté aliviado. Cuando llegué a la oficina todos me miraban con suspicacia. Adriana estaba enojada: no me dejó saludarla de beso. Juanita ni siquiera quiso mirarme. Encendí mi computadora y apareció la foto, esa maldita foto.
EL DESAYUNO SUCULENTO
Despierto con la tonadita de una canción estúpida y con la imagen de la foto en mi cabeza. No comprendo. En la foto estoy abrazando a una barrendera gorda. Esto es una locura. Cada sueño tan extraño que tengo. Ya es tarde, tengo que apurarme para llegar a la oficina. Me visto rápidamente. Cuando llego al comedor veo que en mi mesa está servido un desayuno suculento. ¿Quién pudo poner esto? La casera no brinda este servicio y mi novia no sabe absolutamente nada de cocina y hoy no es mi cumpleaños. Oigo de pronto que alguien tararea la maldita canción de mi sueño. De la puerta de la cocina aparece la gorda, feliz, sonriente. Hola amor, mira lo que te hice para que no te vayas con la pancita de farol y lave tu traje. ¿Mi traje? Sí, este. Y me enseña un percudido traje de barrendero.
NO ERA UN SUEÑO
Soñé que era un barrendero enamorado de una enorme gorda del mismo gremio. Desperté. Di gracias al cielo. No era un sueño. Ya no estábamos trabajado. Mi gorda y yo estábamos en casa, en la cama. La abracé como en la foto que nos tomamos frente a Bellas Artes antes de venirnos a descansar.
AMOR SIN LÍMITES
Vestido como ella, de barrendero, me le acerqué decidido y le dije: “El amor no tiene límites ni oficios”. Sonrió, me abrazó; luego me pidió mi celular y se dio media vuelta y tomó una foto en donde nos vemos abrazados. Mírala. Aún puedo oler su aroma. Mmm, cómo me prende. Lástima que era casada y su marido andaba por ahí cerquita.
Con esta pinche gordita y un atole… nomás veía a la bolobana y se me paraba el corazón. Ya habíamos acabado de trabajar y le dije que nos fuéramos al hotel que está atrás de la iglesia de San Juditas, pero la muy cabrona se la pasó tomando fotos por todo el centro con la cámara que le regale. La neta yo ya estaba bien caliente y bien encabronado. La apreté fuerte fuerte para que sintiera el rigor de mi cuerpo y le chupe el cuello, le metí la mano debajo del overol para apretarle las chichis, le di unos repasones en el trasero, la besaba y la fuí acercando al hotel en cuestión. A la mera hora la pinche bolobana se me rajó, no quiso entrar al hotel, que vamos a tomar más pinches fotos, que vamos a desayunar unos tamales, que la madre!!! Nomás déjame entrar al baño le dije, me chaquetee y la calentura se me subió al hígado. La volví a abrazar y la lleve al crucero de Antonio Caso, ahí quedó la cabrona estampada en un ruta cien. Qué fotos ni que su pinche madre. Ora a ver si la tripas quiere hacerme el favor.
Tenían mas de tres años barriendo las calles del centro histórico. Esa noche Irene abarcaba en un abrazo el cálido cuerpo de Cristina,la cual le intentaba mostrar una borrosa fotografía de su padre muerto. Irene se embarraba cada vez con mas fuerza a aquel pesado cuerpo deseando que aquella amistad se convirtiera algún día en la mas apasionada historia de amor.
Ups!!! en mi cuentito del «El CUADRO», tengo una falta ortográfica, perdón, es «horas laborales», no «oras laborales»….
Entre ellas
Tenían mas de tres años barriendo las calles del centro histórico. Esa noche Irene abarcaba en un abrazo el cálido cuerpo de Cristina,la cual le intentaba mostrar una borrosa fotografía de su padre muerto. Irene se embarraba cada vez con mas fuerza a aquel pesado cuerpo deseando que aquella amistad se convirtiera algún día en la mas apasionada historia de amor.
Corrieron, no en vano habían pasado la tarde en el subterráneo guiando a los transeúntes, esa marabunta que parecía tener vida propia.
Era tarde, podrían llegar si se apresuraban lo suficiente, ella le envió un mensaje a su teléfono móvil – Te veo en tu estación.
Él no quería esperar ni un minuto más, pero se sentó paciente mientras veía avanzar los vagones. Por fin la vio salir, casi expulsada de las fauces del monstruo metálico. Nada más importaba, ahí estaba, su cabellera obscura, los ojos brillantes. Sonreía.
Subieron la escalinata hasta salir a la calle, caminaron un par de cuadras y fueron a dar justo frente a la fuente coronada con la estatua de Amaterasu Omikami. Hicieron reverencia y ofrecieron unas monedas de agradecimiento por su generosidad. Tomaron la fotografía, era la clave que faltaba para completar el proyecto.
Días después, salieron del país con la maleta repleta de yenes, cada uno hacia un país distante. Pero sabían que volverían a encontrarse.
La ciudad había maltratado los sueños de las hermanas que hace unos meses llegaron a la capital, fue tanto su sufrimiento que decidieron abandonar el génesis de sus penas. Luego de terminar el ingrato trabajo, regresaban a su casa para coger las maletas y volver al pueblo. La ciudad al contemplarlas tan melancólicas, se arrepintió de haberlas tratado de tal manera y quiso recompensarlas, las hermanas escucharon un sonido extraño y del piso de la ciudad salió la felicidad, salió completa, como nunca se había mostrado a ningún otro humano, una de las hermanas sacó su celular para captar el momento y la otra abrazándola por la espalda sonrió y dio instrucciones precisas para captar el mejor ángulo de la felicidad, la foto fue tomada. El asunto se volvió más inexplicable cuando las hermanas revisaron el celular para admirar a la felicidad en todo su esplendor, la foto presentaba el momento en que ellas se abrazaron y sonrieron conjuntamente, ellas eran su felicidad.
Epicentro
Sí la quiero, mucho, es mi pareja ideal. Lo que me encanta son sus nervios, ese mover el piso y perder el paso; sus temblores que no figuran en primera plana pero desfiguran ante el peatón que paso a paso pasa.
No sé por qué tanto nervio, en realidad no me importa, es el pretexto perfecto para abrazarla fuerte y ponerle un hasta aquí, de aquí a que destape la lente, quitando su dedo, para que la foto por fin pueda salir, no muy movida.
¡Qué suerte tienes manta, es un black berry!
¡Sonríe manta, vamos a estrenarlo!
Pero, si no me he peinado.
¡Ahhh si tu nunca te peinas, manita!
Un black berry, una cereza negra.
Mujeres ambas, ambas víctimas de la violencia, ambas con hijos que mantener, ambas sin estudios, ambas preocupadas por la renta, con el único trabajo que barrer calles, ambas con baja estima, ambas en una enorme ciudad, ambas de anaranjado, ambas ignoradas, ni porque las autoridades vistan de naranja a los pobres, son tomadas en cuenta por nadie, almas gemelas, gemelas en una imagen virtual y real de un black berry que le dará a Slim sus cincuenta pesillos cada semana, ellas no lo saben, ambas esclavas del consumismo y las modas estúpidas de los celulares. No habrá para comer, no habrá para leer un libro, no habrá para leche, no habrá para pagar la luz, quizá nadie les hable por celular, pero escuchar los narco- corridos, recibir chistes y su signo del zodiaco en un black berry no tienen precio.
ORANGE
Nadie sabe cómo había ocurrido. Nadie sabe como inicio. Y de repente se se originó. Ante los ojos del mundo
ORANGE
Nadie sabe cómo había ocurrido. Nadie sabe como inicio. Y de repente se se originó. Ante los ojos del mundo
ORANGE
Nadie sabe cómo había ocurrido. Nadie sabe como inició. Y de repente se originó. Ante los ojos del mundo la REVOLUCIÓN NARANJA estaba fluyendo. México, un país podrido estaba regenrándose, empezaba a fluir vida. Un éjercito de poetas dando paso a la revolución intelectual. Escritores mexicanos, población en general hermanados en un mismo ideal. Salían a las calles por todo el país a barrer la basura por doquier como acto de renovación de valores por labrar. De norte a sur; de sur a norte, la ola naranaja se desplazaba desde Yucatán, Quintana Roo, Campeche hasta Sonora, Baja California, Chihuahua.
Antes, entre mexicanos nos rompíamos la madre unos a otros, ahora la revolución naranja nos volvía una fraternidad.
[OB LA DI – OB LA DA]
Día de contrataciones. Eran las últimas dos personas de la fila. Al terminar la entrevista sólo me pidieron encarecidamente que nunca las separaran; la solicitud de empleo señalaba que eran hermanas, asentí sin darle mayor importancia.
Los nuevos ingresos eran acomodados en el turno nocturno, también era mi turno, así que coincidí con las hermanas en su primer día de trabajo; me abordaron y me pidieron nuevamente con la misma vehemencia que las dejara trabajar juntas, como normalmente repartía el trabajo en parejas no tuve reparo en ello; y en efecto, durante la jornada todas las actividades las realizaron juntas, con extrañeza observaba en la penumbra, las franjas reflejantes de sus trajes moverse casi de manera simultánea; eran la mejor pareja del grupo, concluían una encomienda y estaban listas para la siguiente; sin pensar más en el asunto me concentre en terminar y ganarle algunas horas a la madrugada.
Frecuentemente me tocaba atender más de un sitio por noche. Asignaba las tareas al primer grupo y después me dirigía a organizar al siguiente. Me llegaba a ausentar hasta un par de horas y algunos trabajadores aprovechaban mi partida para holgazanear, sin embargo, con las hermanas sucedía algo peculiar, tomaban fotografías del lugar antes de empezar las actividades y cuando regresaba, orgullosas de haber concluido su labor, me las mostraban; les brindaba mi aprobación al comprobar su empeño comparando la obra concluida con la evidencia fotográfica, y esto a la vez las animaba a esperar con impaciencia la siguiente orden.
Esta situación me causaba cierta hilaridad, observar las escenas del antes y del después me hacia recordar los anuncios de algunos talleres mecánicos o de algunas peluquerías que muestran dibujos de autos destartalados y arreglados, cabezas greñudas y bien peinadas, y que junto con el rótulo “así llegan así salen” pregonan la reputación del negocio. Imaginaba un cartel, con las hermanas, sus utensilios y su cámara; y a mí, con los brazos cruzados, sonriente, enarbolando el pulgar, con una variación de la cita original: “así encontramos así dejamos”.
Al regresar de supervisar una segunda faena encontré un alboroto y gente corriendo, las hermanas en el suelo, separadas, no sabía que había ocurrido, al verlas un escalofrío recorrió mi espalda y se me erizó la piel, recordé la petición de no separarlas, en realidad no podían separarse, un apéndice palpitante, que se movía erráticamente, las unía, a una por el abdomen, a otra por la zona lumbar. Las piernas flaquearon y me desvanecí.
Desperté. Me encontraba en la cama de un cuartucho obscuro, una ventana con las cortinas raídas dejaba pasar una rendija de luz, al incorporarme y observar la escena un sabor ácido invadió mi boca producto de un conato de vómito, descubrí horrorizado un par de protuberancias fibrosas que crecían en mi abdomen y que continuaban torciéndose entre sí hasta unirse a los cuerpos de las hermanas; ellas me miraban sonrientes con sus trajes amarillos de franjas brillantes y su cámara, trataban de tranquilizarme, recordándome que eran las empleadas mas eficientes que jamás había tenido.
Unión carnal
Siempre he tragado con todo porque soy la más blandengue. Hasta que me enteré que me engañaba con mi marido.
Hemos estado meses sin hablarnos. Pero fuimos enfermándonos de melancolía. La oía suspirar a menudo. Yo me hacía la dura, pero la procesión iba por dentro.
Volvemos poco a poco a los viejos juegos de espejos, para poder vernos. Ahora ya le preguntó hacia qué lado quiere que nos movamos, evitando así los tirones. Si fuma, hago la vista gorda. Todo apunta a una reconciliación certera.
A fin de cuentas, estamos muy unidas, por la sangre y por el tronco.
QUERIDO DIARIO
(LA CIUDAD ABSTRAE)
[…] y entonces, como de costumbre, pasé caminando por la plaza. Todo igual, nada raro. SI acaso, creo que antecitos de la fuente, pisé una lona y unas cuerdas como con fierros que estaban ahí tiradas. Seguro van a poner unas carpas que nomás afean el paisaje. Pero eso es normal: a cada rato que si la expo, que si el mitin, que si quién sabe qué. Y de ahí, tomé mi pesero, me aventé los 50 minutos correspondientes, llegué a la casa, me preparé la cena y aquí estoy escribiéndote. Hasta mañana.
Querido Diario: Resulta que las lonas de ayer eran de un paracaídas. Y resulta que una osada maestra de paracaidismo y su alumna cayeron en la plaza. Y resulta que de tanta adrenalina, luego-luego se pusieron a ver el video de su atrevido vuelo. Y resulta que las arrestaron por perturbar el orden público. Y resulta que me enteré, porque hasta salgo yo (o mi espalda), en la foto del periódico. Claro, ahora me explico los flashazos y las sirenas. Yo que iba a saber, todo se veía tan normalmente raro. Que le vamos a hacer si la ciudad abstrae…
llegaban del pasado durante las noches: esperaban a que la sirena se convirtiera en roca, algunos de ellos limpiaban la ciudad,ya esterilizada, otros hacian el sexo freneticamente o hablababan extasiados con los hologramas…nadie supuso que serian los unicos sobrevivientes
La noche
La neta que la noche la inventaron como otra excusa para no dormir.
Esta es la hora cuando te das cuenta como todo el mundo se la rifó para ver quien hacía más tiradero y no me refiero a la basura que recojo puntualmente durante la madrugada sino lo restos que la gente fue dejando atrás, los pasos que nadie seguirá, las caricias que algunos creen sólo serán válidas cuando las calles sean iluminadas por las luces de los coches.
Me pregunto ¿porqué han decidido que sea durante las altas horas de la noche que nos toque limpiar las calles? ¿será porque les dá pena ser testigos de ver cómo otros nos encargamos de ponerle orden a esta ciudad?
Disfruta este momento, el instante en que logramos que la ciudad fuese habitable, este cachondeo no puede ser más puro, te lo digo, neta, disfruta esta noche porque mañana por la mañana todo volverá a ser un desmadre.
esta es la imagen que contemplas a traves de la escotilla de la xilografia realizada por escher de un camarote del titanic, la escultura que se equilibra sobre el pedestal que esta en el centro de la fuente llego a las playas de Tampico en el año 2112
Luna de miel
-¡Vente, ya vámonos!
-¿Verdad que está lindo? Ahora que seamos reales y no un *holo, verás que el mar sí existe. ¡Hasta moja sin quemarte! Abrázame para que salgamos bonitas.
*Diminutivo con el cual se autodesignaban, en 2092, los seres constituidos en su totalidad por «holoplasma» y aspiraban a ser de carne y hueso. Lo que nunca sucedió.
LA MIRADA DEL OBSERVADOR (a Marc Behm)
El flash de una cámara se proyecta en la noche y retrata a Ana mientras agarra de espaldas y por la cintura a Luisa, que a su vez fotografía con su cámara del móvil a dos mujeres abrazadas en una fuente, cuya cámara tiene en la memoria de la tarjeta la fotografía de dos señoritas, una de ellas rodea a la otra con sus brazos, al tiempo que la primera apunta con el objetivo de su cámara a un par de damas, que se dan muestras de afecto mientras la más alta estrecha entre sus brazos a la otra, que sostiene entre sus dedos un teléfono móvil que asimismo apunta a Ana y Luisa en el instante en que se abrazan y, ésta última, enfoca con su cámara a dos mujeres abrazadas en una fuente cuya cámara tiene en la memoria la foto de dos señoritas, una de ellas rodea a la otra con sus brazos, al tiempo que esta última apunta con su objetivo a un par de damas que…
Reflejos
Él tomó una foto de ella tomando una foto de él tomando una foto de ella tomando una foto de él tomando una foto de ella tomando una foto de él tomando una foto de ella…
Mientras ella me sujetaba la cadera, yo me ponía a pensar. Pensaba en este oxímoron de ciudad: una enorme contradicción a cada esquina, un pueblo gigante que crecía en eternas ramificaciónes. Pensaba también en nosotras, una mancha naranja de humanidad resplandeciente, juntas mientras contemplábamos la gradual desaparición de toda la belleza que en nuestro hogar quedaba. Nosotras, amantes temerarias, hundiéndonos junto a la gran masa de mármol que era la razón de nuestras uniones. Todas las cosas regresando a los lagos donde se construyeron. Todo volviendo a su origen, y yo entre sus brazos.
“Vivir de la basura”
Desde aquella noche La Gorda ya no fue la misma. Encontrar la cámara, empezar a tomar fotos y convertirse en “artista” fue casi una misma cosa.
Primero fue al caballo ese con alas que está afuera de Bellas artes, después siguió con los burros del tiradero del Bordo de Xochiaca a donde llevábamos el camión lleno con todo lo que barríamos durante las noches. A donde miraba era “clic, clic”: si un perro muerto ya inflado, “clic”; si una niña jugando con muñecas rotas y despelucadas, “clic”; si a las moscas rondando las tortillas que una viejita calentaba sobre la tapa de un tambo de thinner, “clic”, todo para ella era una chingada foto.
Pero yo creo que no habría pasado nada si ella nunca hubiera llevado a imprimir sus fotos a esa tienda de La Condesa. El pedo fue que las vio aquel güey de esos fresones jipis y valió madres. De ahí no la soltó: que si era “una artista de la miseria”, que “su arte era descarnado”, que iba a “shockear a sus brothers” y no sé qué más. Desde entonces ya no fue La Gorda. Y no sólo porque se hizo la lipo y dejó su casa en Neza para irse a vivir en la Roma, sino porque venía al tiradero, ahora con una camarota y con su tapabocas les decía a los pepenadores “pónganse así, pónganse asado”, o a veces juntaba a todos los escuincles y les aventaba bolo de dulces entre toda la cochinada, para que en sus fotos en blanco y negro salieran un montonal arremolinados.
Pero si todo eso me encabronaba, lo hacía más el que desconociera a la banda, sobre todo a La Flaca, porque ésta la quería un buen y hasta dicen que tuvo sus “queveres” con ella.
Por eso a mí también me va a valer madres y le voy a mandar esta foto al güey con el que anda, para que la vea cuando era gorda y tomó su primera imagen toda mugrosa mientras la flaca la tenía bien abrazadita para quitarle el frío. Porque aquella noche yo también cambié y, con la otra cámara que venía en la mochila que nos encontramos, igual que ella comencé a vivir de la basura: me volví paparazzi
Incluí el titulo y cambie un poco el final. Atento a sus comentarios.
Así era, así somos
Día de contrataciones. Eran las últimas dos personas de la fila. Al terminar la entrevista sólo me pidieron encarecidamente que nunca las separaran; la solicitud de empleo señalaba que eran hermanas, asentí sin darle mayor importancia.
Los nuevos ingresos eran acomodados en el turno nocturno, también era mi turno así que coincidí con las hermanas en su primer día de trabajo; me abordaron y me pidieron nuevamente con la misma vehemencia que las dejara trabajar juntas, como normalmente repartía el trabajo en parejas no tuve reparo en ello; y en efecto, durante la jornada todas las actividades las realizaron juntas, con extrañeza observaba en la penumbra las franjas reflejantes de sus trajes moverse casi de manera simultánea; eran la mejor pareja del grupo, concluían una encomienda y estaban listas para la siguiente; sin pensar más en el asunto me concentre en terminar y ganarle algunas horas a la madrugada.
Frecuentemente me tocaba atender más de un sitio por noche. Asignaba las tareas al primer grupo y después me dirigía a organizar al siguiente. Me llegaba a ausentar hasta un par de horas y algunos trabajadores aprovechaban mi partida para holgazanear, sin embargo, con las hermanas sucedía algo peculiar, tomaban fotografías del lugar antes de empezar las actividades y cuando regresaba, orgullosas de haber concluido su labor, me las mostraban; les brindaba mi aprobación al comprobar su empeño comparando la obra concluida con la evidencia fotográfica, esto las animaba a esperar con impaciencia la siguiente orden.
Observar las escenas del antes y del después me causaba cierta hilaridad, recordaba los anuncios de algunos talleres mecánicos o de algunas peluquerías que muestran dibujos de autos destartalados y arreglados, cabezas greñudas y bien peinadas, y que junto con el rótulo “así llegan así salen” pregonan la reputación del negocio. Imaginaba un cartel, con las hermanas, sus utensilios y su cámara; y a mí, con los brazos cruzados, sonriente, enarbolando el pulgar, con una variación de la cita original: “así encontramos así dejamos”.
Al regresar de supervisar una segunda faena encontré un alboroto y gente corriendo, las hermanas en el suelo, separadas, no sabía que había ocurrido, al verlas un escalofrío recorrió mi espalda y se me erizó la piel, recordé la petición de no separarlas, en realidad no podían separarse; un apéndice palpitante de aspecto húmedo y viscoso las unía, a una por el abdomen, a otra por la zona lumbar; este se movía, reptaba, se alargaba y se contraía al ritmo de la respiración; en una de las hermanas se alcanzaba a ver un manchón de vello obscuro y tupido en el nacimiento. Quise correr como el resto, pero las piernas flaquearon y me desvanecí.
Desperté. Me encontraba en la cama de un cuartucho obscuro, una ventana con las cortinas raídas dejaba pasar una rendija de luz, al incorporarme un sabor ácido invadió mi boca producto de un conato de vómito, descubrí horrorizado un par de protuberancias fibrosas que crecían en mi abdomen y que continuaban retorciéndose entre sí hasta unirse al cuerpo de cada una de las hermanas, ellas me miraban sonrientes mientras me mostraban algunas fotografías que me habían tomado en la víspera sin que me hubiera percatado de ello; trataban de tranquilizarme, recordándome que eran las empleadas más eficientes que jamás había tenido.
Eternidad
Verónica comenzó a recibir regalos del supervisor desde que se cambió al turno de en la noche. Se supone que nadie lo sabe pero su hija Mayela lo supo desde el principio. Ésta vez le regalo un teléfono celular muy moderno con cámara porque hoy es su cumpleaños. En su hora de descanso se ha dedicado a fotografiar todo a su alrededor; quiere captar tantas imágenes como le sean posibles, quiere a través de ellas recordar este momento tan especial ¡Jamás había recibido un regalo tan ostentoso!
Mayela abraza a su madre, le gusta verla enamorada y sonriendo por primera vez desde hace mucho tiempo; seguramente le dirá a su padre lo mismo que le dijo a ella: el teléfono se lo encontró tirado en la banqueta mientras barría… Les quedan cinco minutos más antes de volver a sus labores, Verónica todavía tiene un poco de tiempo para seguir retratando la eternidad.
El último adiós
¿Por qué el amor debe ser así? ¿Por qué todo comienzo debe tener un final? ¿Por qué siempre uno sale lastimado? Te amo, él le susurraba al oído –al menos fue lo que entendí- mientras ella sonrojada buscaba en su celular la función para tomar fotos en modo nocturno. Pobres, no saben lo que les espera. En cada beso, en cada caricia, en cada mirada están apagando la llama, están extinguiendo la magia que los unió.
Yo por mi parte me he dado por vencida, hice todo lo que estuvo en mis manos para que volviera a mí. Sin él no soy nada; sólo tristeza, soledad y amargura llenan mi ser. Esto no es vivir. Por favor no se me acuse de ser débil, de no enfrentarme a la vida sin él, sin mi querido Manuel. Sé que nadie me extrañara, soy gorda, fea, solterona y ahora también desempleada. Quisiera solamente vivir para ver cuánto tiempo tardan en encontrarme, una semana tal vez, cuando el hedor de mi cuerpo descompuesto les diga que estoy aquí, que siempre lo estuve.
Norma y Rosa
El amor entre Norma y Rosa fue un amor a primer olfato. A Norma le gustó el aroma a sandía de Rosa, y a Rosa el aroma a melón de Norma.
La mezcla de sus aromas fue tan deliciosa para ambas que en pocos días pasaron de tomarse fotos en cualquier lugar a barrer la basura de un lugar en común.
Sin embargo, desde la noche de abril en que Rosa llegó con un ligero aroma a naranja en su ropa, el aroma de las cobijas de la cama que comparten a Norma le sabe a agua de limón sin azúcar, y a Rosa a agua purificada.
Hay días en los que Norma piensa en separarse de Rosa, y días en los que Rosa piensa en separarse de Norma. Ambas en algún momento han sentido como ese aroma que las unió se pierde como el aroma del café en una taza a medida que se va enfriando.
Se resisten a tomar una decisión, al fin y al cabo el aroma es lo último que se pierde.
[…] addthis_share = [];}Buenas tardes. El ganador del concurso de abril de esta bitácora es el cuento “La mirada del observador” de Roñas, por su desarrollo circular e […]
[…] tardes. El ganador del concurso de abril de esta bitácora es el cuento “La mirada del observador” de Roñas, por su desarrollo circular e […]