Esta bitácora convoca una vez más a su concurso mensual. Los interesados pueden comenzar observando esta imagen:
Instrucciones:
1) Suponer que esta imagen representa un instante de una historia.
2) Imaginar cuál es esa historia: qué está pasando allí, qué momento se anuncia, por qué, quiénes están presentes, qué hacen. No se trata de explicar la imagen, ni de escribirle un pie de foto, sino de tomarla como punto de partida para imaginar una historia propia.
3) Escribir la historia, en forma de cuento brevísimo (minificción), en los comentarios de esta misma nota.
El o los textos ganadores recibirán un trofeo virtual y serán seleccionados considerando la opinión de quienes decidan opinar. La fecha límite para participar es el 29 de febrero. Quedan invitados.[/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]
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Valora en Bitacoras.com: Esta bitácora convoca una vez más a su concurso mensual. Los interesados pueden comenzar observando esta imagen: Concurso #76 (clic para ampliar) Instrucciones: 1) Suponer que esta imagen representa un instante de una histo……
Ya no pudo cerrarlos. En el instante que lo intentó, se dió cuenta; estaba varado,inmerso en el tiempo, después de leer las historias. Era el proyecto perfecto: la mezcla de pensamiento, imaginación y propósito perfectamente dirigido, en conjunto con el acelerador de partículas del nerd. El necio, el obsesivo, el fatídico Fredérick, quien apoyándose en mi admiración por Alberto, se le hizo sencillo involucrarme en el proyecto. Ahora me encuentro aquí, estático, sin poder moverme, mirando como ocurre todo frente a mis ojos en este mundo raro de seres que no ven, que no oyen, que no sienten… sólo que ellos si pueden moverse.
Ya no pude cerrarlos. En el instante en que lo intentó, me di cuenta; estaba varado,inmerso en el tiempo, después de leer las historias. Era el plan perfecto: la mezcla de pensamiento, imaginación y propósito perfectamente dirigido, en conjunto con el acelerador de partículas del nerd. El necio, el obsesivo, el fatídico Fredérick, a quien apoyándose en mi admiración por Alberto, le resultó sencillo involucrarme en el proyecto. Ahora me encuentro aquí, estático, sin poder moverme, mirando como ocurre todo frente a mis ojos en este mundo raro de seres que no ven, que no oyen, que no sienten… sólo que ellos si pueden moverse.
Favor de eliminar el primer cuento, no supe hacer la edición de manera adecuada (y puse otra palabra equivocada : intentó en lugar de intenté) en el corregido. Disculpas! a ver que se puede hacer. Saludos Alberto.
HE VUELTO
Iguales. Los mismos ojos y labios, su maltratada negra barba. Hasta el mismo estilo de ropa, camisa idéntica a los manteles de la casa. Esa mirada exacta que le dio cuando le dijo «Al rato vuelvo». Por eso lo abrazó y besó llorando ¿Qué culpa tenía la señora de que el supermercado pusiera un maniquí de su hijo a quien la última vez que vio fue en una tumba?
Escuchábamos todo el día el «Nevermind», ¿te acuerdas?,
solías hablarme de tu madre, que había rechazado las instituciones y el matrimonio, por eso era madre soltera, siempre te echaba en cara tu vaguedad y abstencionismo, ¿cómo quería que tuvieras una filiación?, si habías crecido con un padre ausente, como un niño descuidado, marcado con el miedo al fin del mundo, teníamos bajas expectativas de nuestro futuro, por ello escuchábamos «Smells Like Teen Spirit» y nos decíamos: «Hay que rechazar todos los ideales de estatus, dinero y ascenso social»; luego Kurt se despacho así mismo con una dosis de plomo.
Fue la misma época en que nos dejamos de ver, yo he vuelto a casa de mis padres tras divorciarme, no soy opositor y tampoco apoyo abiertamente causa alguna, mis expectativas financieras, laborales y personales son bajas, por eso sigo en el almacén, engañando al tiempo, en espera de una improbable jubilación.
Cuéntame como te encuentras, supe migraste a provincia, por el ambiente menos enfático de consumismo y de tecnología, ¿Sigues desmenuzando cada detalle de la vida? o ¿Tienes un modo de vida ajeno a los intereses vitales de los días del grunge?, ¿Tienes deudas?, ¿Una vida «madura»?.
La vida esta llena de sinsabores y de una insatisfacción perpetua.
Me dio gusto verte, no te demores tanto esta vez, y que la moda-retro te traiga nuevamente al almacén.
El jamás la volvió a ver, sin embargo, algo en aquel maniquí lo inquietaba.
Se quedó paralizado, esperando el cambio de turno. ¿Qué más podía hacer un maniquí? Seguía buscando la respuesta cuando se apagaron las luces y llegó el silencio.
¡Carajo! Nadie me dijo que iba a reencarnar en un estúpido maniquí, y ya van 21 años…
Ella era como él la había soñado: blanca, delgada y afable y le decía adios desde los hombros del almacenista que se la llevaba. Él se quedó impávido, frunció sus cejas queriendo gritarle, pero no, los maniquíes no hablan y ni siquiera tenía brazos para poder decirle con las manos adios.
El final del amor
Poco a poco, sin saberlo, nos convertimos en cera pues no nos salían ya ni los gestos del amor ni las muecas de complicidad. Nos convertimos en madera pues cualquier movimiento hubiera significado una emoción. Nos convertimos en acero para sobrevivir tanta frialdad, nos convertimos en ceniza para poder volar y convertirnos de nuevo en amantes de otros amantes.
voto por esta microficción
Los accionistas
Hay un extraordinario parecido entre ese maniquí y el obrero desaparecido. Quizás los accionistas lo hicieron con piel, huesos y carne de diversas personas, como la comida de ayer (del mes anterior) No pude resistir el asco y salí corriendo hacia mi caja, en donde escribí: Hoy los accionistas nos dieron de comer carne humana. Evidencia.
Los accionistas, un grupo invisible, desbaratan mi red reemplazando a conocidos por desconocidos. Por ejemplo, no reconozco a nadie en este almacén. Sin embargo, ellos saben quién soy. Me persiguieron ayer (el mes anterior) y me golpearon para sacarme información. Lo sé porque en mi caja está escrito: Los agentes de los accionistas me golpearon hoy (es decir, mañana)
Los accionistas asesinaron al obrero que vivía junto a mi caja mientras dormía. Ahora intentan suprimir la evidencia usando su cuerpo para hacer maniquíes. Observo al muñeco detenidamente (lo acaricio), y después salgo corriendo con la seguridad de que los agentes me persiguen. Llego a mi caja y sobre un montón de palabras y números escribo, borrándolos: Hay un extraordinario parecido entre ese maniquí y el obrero desaparecido.
muy buena también
Todas las tardes se ponía a practicar frente al espejo tratando de superar a su contrincante en el juego que consistía en quien podía pasar más tiempo sin parpadear.
Esa mañana supo que había conseguido el éxito cuando el empleado, sin poner mayor reparo, lo despojó de su camisa sucia y le puso encima el nuevo modelo que había llegado a la tienda.
voto por este cuento, breve y sustancioso
La piñata:
Gozo aventurarme dentro de estas estructuras. Voltear hacia arriba y dejar a mis ojos recorrer el andamiaje de acero. Cegarse por los lamparones. Escalar pirámides de productos apilados. Colorear montones de frutas y verduras. Rebotar en los anaqueles de pan. Pescar los ojos vidriosos ocultos en el hielo. Frenarse ante los vehículos de carga,en áreas delimitadas como por policías.
Hoy, reflejaron la mirada inexpresiva de una piñata degollada. Alcanzaron a ver las cicatrices en su piel:¿Heridas de combate o testimonio de tortura?
Se miró en el espejo. La camisa a cuadros no terminó por convencerle. Pensó que le colgaban demasiado las mangas.
Se miro ante un espejo y quedo estupefacto.Ahora solo era un maniquí de nefasta postura. Erecto y rígido y esto no lo había imaginado nunca. El que siempre fue versátil y pura locomoción. Que diablos pasaba?. Se había transformado, por su anhelo estúpido de querer ser un modelo frívolo, por solo tener un rostro tan níveo y un hercúleo cuerpo; en un títere de pasarela fashion.Ya no pudo huir. Quedo atrapado en el mundillo snob de escuálidos títeres del mundo de la moda.Vestido, maquillaje y peinado.Fotos, sonrisa extrema, ojeras y seriedad.Cada lúgubre día…
-Bienvenidos a la presentación de la nueva línea de maniquíes – dijo el gerente Uribe, alzando ambos brazos como una gran político. – Wal-Mart de México s.de r.l. de c.v, refrenda su compromiso como empresa socialmente responsable, comprometida con las necesidades del país. Es en este contexto que hemos identificado un problema que amenaza la sana convivencia de los mexicanos: el racismo. Por eso presentamos el nuevo maniquí cien por ciento mexicano, que es nuestra forma de decir ¡No a la publicidad racista! ¡Ya basta de modelos rubios! – Y develaron el maniquí, se armó un barullo, todos estaban realmente sorprendidos, el gerente lo abrazó y siguió con su discurso – Pero también sabemos que un problema más urgente acecha a la nación, la enorme ola de violencia desatada por una guerra absurda, es por eso que si se fijan bien, nuestros maniquíes llevan las huellas del dolor en su cuerpo, esto es fuerte pero tiene que ser así, algunos están desmembrados, otros manchados de sangre, este en particular, ha sido degollado. – Y los hurras y los bravos retumbaron en el súper-mercado, aparecieron consignas políticas, los empleados enardecidos, no dudaron tomar las armas, una revolución se estaba gestando.
Recuerdo el día en que se quebró el cenicero que me regalaste. Para variar, era lunes y todo lo demás era igual de absurdo. Sin querer, dejé en tu camisa toda poblada de recuerdos, la nota del poeta del que habíamos hablado. Yo aún ignoraba tus migrañas y el por qué a veces tus ojos parecían estar realmente abiertos. Pensaba en esas películas de David Lynch en donde hay una constante intención de recordarte cómo es que llegas a ser humano a pesar de los demás. Pensaba también en Segovia, en sus modos de versar sobre todos los destierros del alma. Y si sólo sucede que apareces leyendo la nota del poeta en quintaesencia estridentista; todo eso de las máquinas, la imagen que se metaforiza cientos de veces, que aparece resonante o provocativa. Todo eso de las relaciones de poder…tiene el mismo sentido que el mundo para un nihilista. El caso es que recreas esa parte en que ser humano tiene sentido a partir de su imagen. Sí, el cenicero en que depositas todas esas partes de lo que no eres, mientras construyes esa imagen de todo lo que te dicen que tienes que ser.
EL BAILE DE LA CALAVERA
Le contrataron para animar la fiesta en el centro comercial. De modo, que cuando empezó a sonar la música se fue quitando la ropa. Primero se deshizo de los zapatos, la camisa y los pantalones. Bailó junto a las amas de casa que coreaban a gritos su nombre y algunas le iban metiendo billetes en el tanga. Ellas querían más. Lo veía en sus ojos, lo intuía en la forma sensual en que desplazaban sus lenguas alrededor de los labios. Y empezó a quitarse más cosas. Se arrancó la piel a tiras; se desprendió de los músculos. Introdujo su mano en el tórax y comenzó a arrancarse el hígado, el bazo, los pulmones y el corazón. Se sacó de forma sensual el intestino, se lo puso alrededor del cuello y jugueteó con él, como si fuesen las medias de Sofía Loren. Después se agarró la cabeza con las manos y tiró tan fuerte que terminó cediendo. Decapitado, continuó bailando hasta que la música de los altavoces cesó. Entonces, la jauría de señoras se abalanzó sobre él, sedientas de hambre y sexo. El chico era tan guapo y estaba tan bueno que devoraron todos sus órganos. Desde aquel día el striper no ha vuelto a pisar un centro comercial. Las compras las realiza por internet y como superan los cien dólares se las llevan directamente a casa. Ahora ya no trabaja realizando striptease. Lo ha cambiando por algo más normal. Está empleado como esqueleto humano los martes y los jueves en la facultad de ciencias. Eso sí, los días de lluvia, le sigue gustando mover el esqueleto.
A Tito le gustaba pasear con su madre en el centro comercial. Lo que no le gustaba era cuando mamá decidía comprarle calzones y calcetines a papá, pues lo hacía esperar quieto en un rincón del departamento para caballeros, donde había un maniquí que lo seguía con la mirada. Tito siempre intentaba esconderse detrás de los montones de ropa en oferta o detrás de un muro con espejos para que la figura no lo viera, pero entonces su mamá tampoco podía verlo y se asustaba y empezaba a gritar: “¡Titooo!”.
Un día Tito se dio cuenta que el maniquí ya no estaba. Al salir del centro comercial tomado de la mano de su madre, Tito vio la mitad del muñeco metida en un contenedor de basura. Ya no lo siguió con la mirada. Su mirada ahora apuntaba al cielo.
Desde ese día Tito estuvo más tranquilo. Podía esperar a su madre el tiempo que fuera en un rincón del departamento de ropa para caballeros, sin tener que esconderse. Pero le llamaba la atención un empleado que pasaba empujando aserrín con algo parecido a un trapeador. Cada que lo veía, el hombre le sonreía o le hacía un guiño.
Un sábado al salir del centro comercial tomado de la mano de su madre, Tito vio al empleado que empujaba aserrín a un lado del contenedor de basura, comiéndose un sándwich. El hombre no lo vio ni le sonrió ni le hizo un guiño como era costumbre, pues su mirada apuntaba al cielo.
Recuerdo el día en que se quebró el cenicero que me regalaste. Para variar, era lunes y todo lo demás era igual de absurdo. Sin querer, dejé en tu camisa toda poblada de recuerdos, la nota del poeta del que habíamos hablado.Yo aún ignoraba tus migrañas y el por qué a veces tus ojos parecían estar realmente abiertos. Pensaba en esas películas de David Lynch en donde hay una constante intención de recordarte cómo es que llegas a ser humano a pesar de los demás. Pensaba también en Segovia, en sus modos de versar sobre todos los destierros del alma.
Y sólo sucede que apareces leyendo la nota del poeta en quintaesencia estridentista; todo eso de las máquinas, la imagen que se metaforiza cientos de veces, aparece resonante y provocativa. Todo eso de las relaciones de poder…tiene el mismo sentido que el mundo para un nihilista. El caso es que recreas esa parte en que ser humano tiene sentido a partir de su imagen. Sí, el cenicero en que depositas todas esas partes de lo que no eres, mientras construyes esa imagen de todo lo que te dicen que tienes que ser.
Saludos, Alberto. No sé cómo funcione mejor la historia -si en tercera persona o en primera- pero ahí va en primera persona, a ver qué tal:
Me gustaba pasear con mi abuela en el centro comercial. Lo que no me gustaba era cuando le compraba calzones y calcetines al abuelo, pues me hacía esperar quieto en un rincón del departamento para caballeros, donde había un maniquí muy feo que me seguía con la mirada. Siempre intentaba esconderme detrás de los montones de ropa en oferta o detrás de un muro con espejos para que la figura no me viera; pero si hacía esto mi abuela tampoco podía verme y se asustaba y empezaba a gritar mi nombre.
Un día el maniquí ya no estaba. Al salir del centro comercial tomado de la mano de mi abuela vi la mitad del muñeco metida en un contenedor de basura. Ya no me siguió con la mirada, pues su mirada ahora apuntaba al cielo.
Desde ese día pude esperar tranquilamente a mi abuela en un rincón del departamento de ropa para caballeros. Aunque no dejaba de llamarme la atención un empleado que pasaba empujando aserrín con algo parecido a un trapeador a lo largo del pasillo. Cada que lo veía, el hombre me sonreía o me guiñaba.
Un sábado al salir del centro comercial tomado de la mano de mi abuela, vi al empleado que empujaba aserrín recargado en el contenedor de basura. El hombre no me vio ni me sonrió ni me hizo un guiño como era su costumbre, pues su mirada apuntaba al cielo.
Después de varios intentos fallidos para aprender a arremangarse la camisa, el robot UNAM1 se arrancó los brazos y siguió aprendiendo a combinar la ropa.
Necesitábamos un señuelo, una representación perfecta de Iván, similar en estatura, facciones, cabello, complexión.
Entonces estaba allí, no lo podía creer, era Iván solo que sin aliento y con la piel de plástico. Ahora solo debía tomarlo y sacarlo de ese lugar para luego colocarlo en su auto tomando el volante y mirando de frente. Finalmente prenderle fuego al auto y hacerlo cenizas, así lograremos la escena y toma perfecta para este film.
La miraba todas las mañanas al despertar desde hacia ya muchos años, todos decían que era hermosa, pero de eso no estaba convensido; parecía conocerla desde antes de tener consciencia de si mismo, y era la misma, la del cabello negro que se expandia por la almohada como una sombra protectora, la misma del caminar sin gracia y la sonrisa chueca.
«No,no, no….. eso no es amor, pero tendra que serlo» se repetía dia tras dia mientras otra voz en su cabeza se burlaba «¿estas seguro?…¿estas seguro? »
No era su culpa, despues de todo, ella parecía perfecta para todos los demas, nadie pensaría jamás lo mucho que lo había lastimado su existencia, nadie conoceria el secreto que los unía, tendria que sufrir solo como hasta ahora y aguantarse las ganas de acabarla, de matarla de una buena vez y terminar con todo el asunto, pero eso era imposible…¿estas seguro?
Su vida había dependido siempre de las decisiones de esa mujer, hasta el punto en el que su personalidad se difuminaba entre ese horrible tono rosa y ese asqueroso adorno en su cabeza, la suerte parecía estar del lado de los tacones y las faldas, mientras él era ignorado, hundido en la imposibilidad de ser olvidado, suspendido siempre y por siempre en un callejón cerrado de ese laberinto de largos cabellos, ¡maldita la hora!
Esa mañana no era como las otras, había algo en ese amanecer que lo despertó súbitamente, miraba ese brillo mientras abria la ventana,cegado, embriagado de luz tomó las tijeras y se lanzó frenético hacia su oscuro cabello…»si; estoy seguro » gritaba con fuerza, «seguro»….
Desde esa mañana no la vió mas; y al fin, pudo mirarse al espejo, por primera vez.
Las horas se vuelven absurdas y cotidianas.
El transitar constante de historias que se guardan en cuerpos de hombres que cargan consigo pensamientos tristes y doloridos.
Tienen un corazón ardiente y sangriento, pero éste no siente ni ama. Tienen también una mente que ya no provee razonamientos nuevos, pues cree que ya todo conflicto, aún cuando no se haya presentado, lo ha resuelto previamente por su inteligencia.
Posan su imagen frente al espejo que está a mi costado y se vanaglorian de su apariencia, giran su rostro y me miran con una total indiferencia, por ser una creación de sus manos y un ente plastificado.
Ellos son los verdaderos maniquíes, pues su espíritu, está aún más muerto que mi cuerpo.
El maniquí pensaba, inserto en un tiempo que no entendía, a través de una velocidad inescrutable, que pronto se despejaría su vista y volvería a ver el campo de batalla con las espadas y las insignias. Se aterró al pensar que sentiría consuelo cuando viera la crueldad sangrienta de la refriega y las lágrimas de sus hermanos.
En una fábrica de la ciudad de México se fabrican maniquíes desde un molde doble. Después de la violenta separación, los dos se pasan la existencia, larga como el poliuretano, tratando de encontrarse en un amor del que nadie habla, ni recuerda, ni imagina pero que los ha marcado.
Nunca sabrá nadie lo que pasa después de la muerte, nunca creería nadie las inauditas formas de reencarnar que existen.
¡Hey! ¡Hey! ¡Soy yo! ¡Mami! ¡Sácame de aquí! ¡Por favor! No puedo seguir metido en esté maniquí. La gente me mira, me toca, me huele, se tropieza conmigo. He estado por caer más de tres veces. Siento un dolor en el cuello. Un corte, una herida. No sé. ¡Sálvame! Esto es tan frio. De noche apagan las luces. Los guardias van y vienen. Grito y no me hacen caso. ¡Ellos no me conocen, pero tú sí, mamá! Tengo hambre. Sed. ¡Hey! ¡Hey! ¡No te vayas! ¡Te prometo que te haré caso! ¡No más travesuras! ¡Solo jugaba al escondite, mamá! ¡Quiero sentarme! ¡Estoy tan cansado! ¡Me caigo!
Madrastra
La mujer le dejó el tentempié en movimiento. Iba y volvía muy agitado. El nenito muy excitado lo zarandeaba cada vez más fuerte y no paraba de reírse. En un último vaivén impetuoso el muñeco noqueó a la criatura de forma letal. La mujer acudió rauda al lado del infante. Al ver la escena respiró aliviada. Sería fácil convencerles de que todo fue un accidente.
Buenas tardes, en que puedo servirle, que talla buscaba –dijo el maniquí ignorado por una cuarentona que buscaba regalo para su suegro. Después se calló y no volvió hablar.
Ella le vio a los ojos. Estaba tan guapo como siempre. Volvía a poner en su lugar el brazo con que había pasado la noche. Ella se retiró, dejando 3 cosas atrás; un beso en la mejilla de cera, un ‘te quiero’ silencioso y una promesa de volverse a ver.
Y se miró a si mismo en ese maniquí, sin brillo en los ojos, sin sangre en las venas, sin corazón, sin alma. Como una habitación desocupada, en donde solo ha quedado la imagen de un comercial de la televisión replicado en un cuerpo. Viviendo sin vivir, sentenciado a muerte desde su nacimiento por esbirros que ocultan su cara en miles de máscaras. Esos que mantienen a los vivos enterrados, para que sean esclavos del mundo.
Y entonces despertó, un soplo de aire recorrió su cuerpo. Una fuerza que había estado latente, hizo latir su corazón. ¡Estoy vivo! no tengo porque seguir siendo un maniquí en el aparador del mundo. Antes que un muñeco, soy un ser humano. ¡Yo soy!
Plasmado me quede, al ver su rostro de nuevo pasando por al frente de mi, y siempre me miraba. podría decir yo que me sonreia o tal vez solo imaginaba y me olvidaba que era lo único que hacia en este lugar, tan solo era uno mas de los objetos de porcelana poco usados en esta tienda de segunda donde todos me veian pero nadie me sentia.
el amor siempre lo habia querido sentir, siempre pense que la vida era tan corta, por lo tanto tendría que buscar el amor de mi vida en cuanto me fuera posible, pero… llevo 100 años en este cuerpo y ya no sincero si podre algun dia encontrar el amor, otras como yo han pasado pero ninguna vive, ninguna ama, ninguna sonrie, ninguna respira. es por eso que necesito decirle, ella necesita saber que el amor que siento es incondicional y aunque parezca como que estoy detras de la pared soy un admirador muy poco común. y la llegaré a conquitar aun asi me pueda pasar otros 100 años tan solo viendola y yo me siga sintiendo sin vida cuando la vida que tengo es una vida que solo ella me ha dado. sin ella ya no podré vivir ni sentir, si no la vuelvo a ver solo seré otra vez esa porcelana vieja sin ningun ser..
El siguiente
Lo compró en una venta de bazar. Calvo y desnudo, sin rostro. Ese cuerpo consiguió arrancarle más de una sonrisa, clavó en sus manos la necesidad de sobrevolarlo mil veces. No se parecía al de la semana pasada, al rubio de ojos de cristal; en el nuevo podría pintar cualquiera de sus caprichos. De vuelta en el estudio decidió hacerlo un hombre barbado, de cabello negro. Luego probó el coral de sus labios con la punta de la lengua. Sus dedos, las uñas llenas de aquella necesidad, bajaron por el pecho, alcanzaron la cintura, el vientre. Después, nada, el aire cercano a la pared.
Con el fastidio torciéndole la boca regresó al autoservicio. El muchacho del estacionamiento la miró alejarse al tiempo de sostener el maniquí, la tercera donación de esa mujer para el área de ropa masculina. “La próxima vez compro uno con piernas”, alcanzó a escuchar mientras caminaba a la bodega.
Si todos supiéramos lo que va a suceder, no disfrutaríamos tanto ese momento en el que ciegamente nos entregamos. Por eso él era el único capaz de reflexionar, al ser testigo fiel del ritual del consumo.
¿Cuántas veces le tengo que explicar a Patricia que no debemos de comprar en Wal-Mart? Llevo años diciéndole que hay que evitar venir a estos emporios transnacionales que se llevan nuestra riqueza y nos dejan más pobres. Hasta el cansancio le he dicho el mucho daño que le hace a nuestra economía, de la forma en que los señores Walton son más ricos que países enteros y de como nos seguirán exprimiendo hasta que no abramos los ojos y evitemos la comodidad de las tiendas de autoservicio.
Pero es bien fácil de convencer mi gorda, nada más porque el Suavitel está en oferta y hay unas licuadoras chinas baratísimas que Betty la-del-3 compró y le ha funcionado de maravilla, ya es motivo suficiente para venir a darles el dinero a estos mafiosos en vez de ir con Don Chuy a la esquina. Para acabarla de amolar me remata con el: “sirve que pagamos el teléfono si no nos lo van a cortar mañana”. Hasta el pinche Slim sale ganando, ¡hijo! como somos brutos.
Pero ahora si no hay de otra, ni modo de ponerme a discutir, con lo jarioso que ando y lo explosiva que ha estado ultimamente, seguro en la noche seguiría de malas porque “siempre salgo con lo mismo” y nomás no se me haría. Aunque si fuera un buen mexicano debería de olvidarme de mi calentura, sacar a Patricia de esta tienda, ir con Don Chuy por un jabón Zote, quedarnos sin licuadora, total que haga la salsa en molcajete, así queda más sabrosa, y cancelar la línea de teléfono hasta que deje de exisistir ese monopolio escandaloso que es Telmex. Aunque esta camisita de cuadros está chicles y bien bara, ¡uy! y aparte tiene descuento extra, bueno…que sea la última vez que compramos aquí.
Adelmira, la guardia loca
¿Sigues enojado conmigo? ¿Otra vez no me vas a hablar? Pensé que ya lo habías superado, si ya habíamos hablado de eso, y ya, ya te dije que Juan el de salchichonería no significa nada para mí, o sea, sí no te voy a negar que cuando nos besamos en el pasillo de los cloros y Fabulosos sentí retebonito, pero fue el puro lívido y fue hace mucho, como hace tres días, y de eso no pasó, te lo juro, te lo juro por mi jefecita, y tú bien sabes que con eso no juego. Y ni hablar de lo que pasó con el Toño, sí, el Toño de electrónica, ahí sí que yo no tuve nada que ver, ni vela en el entierro pues, las pinches cajeras argüenderas fueron las que empezaron el chisme por envidiosas, luego también andaban hablando mal de la Lupe que le estaba poniendo el cuerno a su esposo, pero no es cierto, si ella me hubiera contado, aunque acá entre nos el otro día me dijo que ganas no le faltan. Pero bueno, ya no te hagas de rogar, si tú bien sabes que yo te quiero a ti, aunque ahorita ni me hables y ni siquiera me voltees a ver.
Pues ya estuvo bueno, ¿no? ¿O qué te traes? Si tú sabes que me gustas, que tú eres el mero mero, con tu barbita bien recortadita y esos labios, que ¡ay, papacito! Además, ese porte tan galán, ¿quién como tú aquí? A ver dime, ¿quién? Con esa camisita a cuadros y la mirada un poco perdida, pero ahora sí que me hipnotiza bien duro, manito. ¿Te acuerdas de nuestro primer beso? Si yo lo recuerdo bien clarito, ya se habían ido todos y ¡pácatelas!, te agarré desprevenido y por la espalda, y es que están tan durito, que ¡ay! mira, hasta pasé saliva.
Ándale, ya no seas así. Mira, nomas que cerremos la tienda, se apaguen las luces y vengo por ti, chiquitito, pasamos por a la sección de vinos y licores, nos pepenamos una «chamgné», y luego nos acurrucarnos en un reposet ¿sí?
Descartar este, por favor.
Adelmira, la guardia loca
¿Sigues enojado conmigo? ¿Otra vez no me vas a hablar? Pensé que ya lo habías superado, si ya habíamos hablado de eso, y ya, ya te dije que Juan el de salchichonería no significa nada para mí, o sea, sí no te voy a negar que cuando nos besamos en el pasillo de los cloros y Fabulosos sentí retebonito, pero fue el puro lívido y fue hace mucho, como hace tres días, y de eso no pasó, te lo juro, te lo juro por mi jefecita, y tú bien sabes que con eso no juego. Y ni hablar de lo que pasó con el Toño, sí, el Toño de electrónica, ahí sí que yo no tuve nada que ver, ni vela en el entierro pues, las pinches cajeras argüenderas fueron las que empezaron el chisme por envidiosas, luego también andaban hablando mal de la Lupe que le estaba poniendo el cuerno a su esposo, pero no es cierto, si ella me hubiera contado, aunque acá entre nos el otro día me dijo que ganas no le faltan. Pero bueno, ya no te hagas de rogar, si tú bien sabes que yo te quiero a ti, aunque ahorita ni me hables y ni siquiera me voltees a ver.
Pues ya estuvo bueno, ¿no? ¿O qué te traes? Si tú sabes que me gustas, que tú eres el mero mero, con tu barbita bien recortadita y esos labios, que ¡ay, papacito! Además, ese porte tan galán, ¿quién como tú aquí? A ver dime, ¿quién? Con esa camisita a cuadros y la mirada un poco perdida, pero ahora sí que me hipnotiza bien duro, manito. ¿Te acuerdas de nuestro primer beso? Si yo lo recuerdo bien clarito, ya se habían ido todos y ¡pácatelas!, te agarré desprevenido y por la espalda, y es que estás tan durito, que ¡ay! mira, hasta pasé saliva.
Ándale, ya no seas así. Mira, nomás que cerremos la tienda, se apaguen las luces y vengo por ti, chiquitito, pasamos por a la sección de vinos y licores, nos pepenamos una “champagné”, y luego nos acurrucamos en un reposet ¿sí?
Eso era lo único que quedaba en su casa, pero la mirada del maniquí, muerta, sin brillo, burlona, solo encendía su ira, no se oía nada solo su propio corazón palpitando cada vez más y más fuerte, ¡Ah ese pobre hombre!, por fin había enloquecido, inmerso en esa demencia, lo tomó y le prendió fuego, pero la mirada, causante de su locura, no se fue, ahora centelleaba ¡Eran como los ojos de un demonio!, soltando un grito desgarrador, salió corriendo de su hogar en llamas, hasta la fecha nadie sabe donde fue y en las ruinas de su casa, entre las cenizas solo quedo el maniquí.
El maniquí.
Mira, observa y contempla. Hacia el mismo lugar. El ir y venir de cientos de personas al día. Al joven, que es y no es aquél, que metía en bolsas de plástico los productos con los que la gente llena algunos de sus espacios en blanco.
Escucha el llanto de un niño que frente a él pide a su madre que lo tomé en brazos.
Calla, calla… aunque el aire acondicionado se filtro en su interior por la cicatriz que tiene en el cuello.
De pronto las sombras lo rodean. Quisiera cerrar los ojos. Despegarse de la base que lo mantiene en pie. Asfixiarse o cortarse las venas. Pero ese fresco y pequeño aliento que encontró una puerta abierta para entrar en su oscuro laberinto le recuerda al joven, que es y no es aquél, que le regaló una sonrisa desde la caja 7 al terminar de despedirse de sus compañeros.
Mira, observa y contempla. Callado. Atento. Inmóvil.
En un parpadeo el misterio que refresca la profundidad interna puede hacerse presente.
Quizás vuelva siendo Él y siendo Otros. Ojalá sea antes de ser sustituido.
Ya deja de mirarme las nalgas. ¿Cómo sabes que te las miro, si estás de espaldas? Justo por eso, idiota, sé perfectamente dónde prefieres instalar tus ojotes bien abiertos. Tenemos dos semanas aquí, ¿y hasta ahora te quejas? Es que no sabía que estabas ahí detrás, fue Faby la que me dijo. ¿Faby? Es una maniquí del departamento de jovencitas, te tiene bien fichado; ha oído que eres el más puerco de la tienda, todas lo dicen. Okey, entonces no hay remedio, te seguiré consumiendo el derrière a mi antojo. ¡Imbécil!, y claro, como estoy en lencería, ¿al menos te gusta lo que miras? Muy poco qué ver, la verdad. Estúpido. Cuando insultas como que te tensas y te pones buena. Qué pesado. Ahora que nos regresen a la bodega ojalá nos pongan juntos, pero sin mirarnos. ¿Para qué? Para enseñarte que puedo platicar contigo sin estarte viendo nada. Eso me gustó, sonó caballeroso. Pero claro, antes tendrás que soportar en tanga y sostén delante de mí toda la temporada. Y ya lo arruinaste de nuevo. La culpa es del utilero, ese medio enfermo que le mete mano a las maniquíes cuando nadie mira; es él quien nos pone a verlas a ustedes, se calienta con eso. Ya lo sospechaba, ese cochino siempre me carga por las piernas de una manera extraña. Eso es, nosotros los maniquíes varones somos tan víctimas de sus porquerías como ustedes. Vaya, está bien, te creo. Entonces, ¿lo nuestro va bien? Si no sintiera tu mirada derritiéndome el trasero quizá lo pensaría. Tenemos toda la temporada. Quizá nos veamos en la bodega. ¿Y si me vuelven a poner detrás de ti, no te molestaría? No tienes la culpa. Entonces, ¿estoy perdonado por mirarte las nalgas? Está bien. Gracias. De nada. Qué buena estás. Bobo.
Nadie ha venido en un mes. Ni siquiera los empleados, tampoco el utilero y me urge que me quite ya esta ropa, siento que apesta. Las luces no han dejado de funcionar y la tienda permanece desierta. Sin nadie que me mire, no hay misión, me invade el sueño. El resto de los maniquíes ya claudicaron. Casi fue un consuelo, el último de ellos, uno a mi derecha en la sección de ropa deportiva, no hacía más que suspirar y repetir: ah, esta tristeza. Yo he resistido, soy la última frase de la última de las historias, pero ya no hay quien me mire.
Moda andrógina
Con mi mente como un monitor apagado, desconectada de mi cerebro que luchaba por retomar el control de mis sentidos. Vestido con un traje abullonado de terciopelo y detalles de metal, caminaba inerte por un escenario urbano complejo lleno de grandes espectaculares iluminados con lámparas de alta definición. Mi entorno visual era un poco borroso pero alcance a observar a personas de aspecto raro que entraban y salían de un enorme establecimiento cargando partes anatómicas sobre sus hombros. Me acerque, varias figuras inertes lucían en el aparador. De pronto en el reflejo de vidrio apareció una mujer, era yo…
No tenia bigote, ni barba. Mi aspecto en general parecía ser el de una mujer. En un estado de total confusión, sin saber que hacer o hacia donde dirigirme seguí deambulando entre las luminosas calles.
Una molestia en la parte baja de mi espalda que se extendió hasta el abdomen me hizo detener y gemir de dolor. Llevé mis manos a esa zona y sentí una ligera protuberancia lineal que rodeaba toda mi cintura. Miré intrigado; era una apenas perceptible cicatriz de cirugía. Un escalofrió de temor recorrió mi cuerpo lentamente. Me senté en una pequeña banca tratando de poner en orden mi caos mental. Me sentía aterrado, la espantosa incertidumbre que vivía en esos momentos me mataba.
De pronto, sentí unas inmensas ganas de orinar. Así que busqué hasta que encontré un callejón sin mucho transito. Me aseguré que nadie estuviera viendo y bajé el cierre de mi pantalón. Cuando iba aligerar mi carga… no tenía con que desaguar.
Mi aspecto viril se había perdido también de la cintura a los pies. Sentí ganas de gritar, ganas de correr, pero me tranquilice. Volví a mirar que nadie estuviera curioseando, con dificultad y un poco de dolor me puse en cuclillas, mi vejiga se vacio completamente. Busqué entre mis bolsas con que asearme. Lo único que encontré fue una factura de Transformaciones andróginas, S.C. a nombre del Sr. Hugo Nébula. En la cual se desglosaba el pago de un trasplante de órganos femeninos, tejidos anatómicos de la parte inferior del cuerpo, modificación del rostro y la instalación de un circuito integrado para modificar la psique. Comencé a sentir vértigo y síntomas de vomito que afortunadamente pude controlar.
Con nerviosismo y en estado de mayor perplejidad, salí de aquella callejuela. De inmediato fui interceptado por dos fuertes mujeres, las cuales utilizaban vestimenta masculina, las mire asustado. Me sujetaron e inyectaron algún sedante por que empecé a sentir unas enormes ganas de dormir. Pero alcance a escuchar que una de ellas me decía: No se preocupe, Sr. Hugo, se nos olvido instalar el chip que le activará su nueva personalidad. Ahora si, cumplirá su sueño de ser verdadero andrógino en el ciberespacio.
IGUALITOS
Se sorprendió al ver al maniquí: era igualito a él. El mismo pelo cortito y chino que parecía que estuviera pintado al cráneo, la misma barbita de candado y la misma camisa a cuadro y la misma camiseta azul. Vaya coincidencia, se dijo. Tanto tiempo eligiendo qué ponerse para terminar vistiéndose igualito que el maniquí. Tuvo una idea: se paró a su lado y se quedó en la misma postura, inmóvil. Quería ver qué gestos pudiera hacer la gente cuando los viera. Una muchacha se detuvo ante ellos y los miraba asombrada. Le dieron ganas de reír, pero se aguantó. Ella se acercó a él para observarlo. La chica era bella y su perfume era dulce y embriagador. La muchacha le golpeó con los nudillos la cabeza que sonó como una caja de cartón vacía. Luego ella se acercó al maniquí y le sonrió.
—Hola. Eres igualito.
—Sí, verdad— dijo el maniquí al tiempo que daba un paso y tomaba a la muchacha de la cintura. Él trató de moverse. No pudo. El maniquí le hizo un guiño y se alejó con la muchacha hasta perderse entre los pasillos.
Agonía
Cerró los ojos, y soñó que era un volcán.
Abrió los ojos, y estaba derritiéndose.
😀
Ahí estaba. Por fin se aclaraba la historia, por fin se aclaraba la identidad del sujeto. No era como lo habíamos imaginado, de hecho era difícil de imaginar a alguien tan común. Nada parecía sugerir que no fuera un ciudadano común sino un estafador. Pero también estaba ella y el puzle se armó de un momento a otro. Como en las películas que hablan de amoríos y adulterios, conversaban en un lugar público y lleno de gente. Sin mirarse. En apariencia atentos a los productos y no a una conversación. Tras una pila de detergentes en oferta tramaban su próximo golpe, ya solo quedaba acordar el lugar y la hora.
Recién así pude irme por fin, tranquilo. La foto hablaría por mí mismo y el que no lo entendiese es porque no tendría intención de hacerlo. Y también caería.
«Mamá mamá, ¿Porqué ese señor es tan alto, fuerte y su piel se ve tan bronceada? preguntó el pequeño Joe T. Brooks a su madre. «Lo que pasa es que se alimenta de frutas y verduras.» Para la señora Brooks la hora de la comida era un problema ya que Joe dejaba siempre lo que más lo nutría, como las verduras en las tardes o la fruta por las mañanas. Ella lo quería alimentar de una manera adecuada para que siempre tuviera fuerza para sus entrenamientos de baloncesto. «Ma m m má», tartamudeó Joe algo impactado por la respuesta de su madre.»¿Que no el pasillo que sigue es el de frutas y verduras?»
-Esto tiene que ser una broma- dice Naria cliente de este supermercado mirando ese maniquí con la camisa mal acomodado. se acerca fríamente para disponerse a hacerle los arreglos como se debe a este maniquí que asta el cuello torcido tiene, como Naria es bien exigente cuida cada detalle asta que este queda perfectamente.
Todo indica que a terminado de acomodarlo según a las exigencias que ella tiene pero al momento de dar los toques finales siente un bulto extraño en el bolsillo de la camisa del maniquí, mete la mano y saca el objeto pero al percatarse de la rareza de este se lo lleva en el carrito de compras si saber de los peligros que puede contraerle
Esperando a mi amor me he quedado en un estado inmóvil, congelado en el tiempo, varado en la infinidad de este lugar solo mis recuerdos hacen posible que yo sigua con vida. Mi cuerpo ya no puede pero mi alma sigue en pie, el amor de mi vida llegara y lo demás se detendrá, solo ella y yo nos moveremos libremente, estando los dos juntos simplemente el mundo dará igual estaremos en los lugares más hermosos y fantásticos que nos regalaran una simpleza muy bella y por fin podre estar con ella para siempre, en la infinidad de un mundo in inmóvil.
No señora, esa crema no la hará más joven. Lo siento niño, ese juguete no te hará super héroe. ¡Ay jovencita! esa revista no te ayudará a encontrar novio, no es lo que te falta. En este centro de la esperanza donde cierto tipo de humanos depositan materiales que a un precio “aceptable” merecen ser dignos de la confianza y tiempo de otro tipo de humanos que a bolsillos llenos y corazón vacío busca dar lo que sea por una solución. Claro, con instructivo. Aquí sólo llegan aquellos que buscan caprichosamente remedios en un frasco, soluciones en una caja, respuestas en una bolsa. Y si es así… ¿cuál es mi solución? Debo juzgarme despiadadamente para poder encontrar un error que un pomo de sustancias pueda reparar definitivamente. ¿Es necesario? Es como decir que todos los errores deben ser reparados a toda costa. Estoy aquí, tal vez también tenga un error…
No soy diferente, el pasado me trajo al mundo sin una pista de lo que debo hacer, como a todos. Pero justamente aquí, esta sucursal, todos ahogados en su esperanza buscan algo que satisfaga sus dudas o repare sus problemas. No es realmente lo que busco, sin embargo también estoy aquí…
Quizás yo sea una solución, una respuesta.
Un niño está parado mientras toma la mano de su madre, que observa fascinada la ropa recién colocada en la sección de caballeros durante los quince minutos que ocupó para sus compras express de supermercado.
-Ésta le gustaría a tu padre -decía mientras tironeaba la playera de lo que pretendía ser un maniquí- . Por cierto, ¿dónde estará?
El niño suelta la mano de su mamá antes de que un sujeto de chaleco azul (uniforme del mall) cargue el cuerpo de la señora con gran facilidad y camine en dirección a la sección de damas.
Ensayo. «El amor es cuando se ha renunciado
a la persona amada, cuando no se la
necesita, cuando no queremos que nos dé
nada, ni lo esperamos; el amor es
libertad, no es la esclavitud».
Inés Arredondo, «Atrapada».
Como cada ocho dias que iba a ese lugar, sentía su mirada sobre mi, cada vez que pasaba a su lado hacia como que no lo veía; esquivaba cualquier contacto con él, me gustaba jugar. Pero no podía detenerme mucho tiempo, tenía que seguir mi camino, llevar todo lo necesario para poder mantener la casa en orden. A Ismael le gustaba que no faltara nada, esta vez podría llegar a casa.
Aunque solía no llegar a cenar, yo lo esperaba hasta que el sueño le ganaba a mis párpados; y de vez en cuando me despertaba el eco del silencio que habitaba en el departamento, tan ajeno a mi.
Suelo ser infiel sólo cuando lo veo a él, con su camisa de cuadros, su mirada lo provocaba, me hacía ser; prende mi piel y mi deseo.
Sin embargo, pensándolo bien, no soy infiel, ya no lo soy, dejé de serlo, cómo iba a serlo si soy igual a él, por eso lo amo y vengo cada ocho días a verlo y a recordarle que me ha tomado.
Y tan pronto la vio, uno a uno, comenzaban a surgir los arrepentimientos tan típicos del siglo XXI. – no me hubiera escapado del hospital; bien me lo decía mi madre: “nunca salgas sin lentes”, tal vez me hubiese salvado; debí suponerlo, no soy tan espe…(la idea nuca fue terminada) –Pobre, creyó ser el único – dijo Polidectes – , te dije que habría venganza – dijo la medusa, mientras se ponía de nuevo los anteojos.
🙂
Muy bueno. 🙂
Cada mañana él espera que alguien baje sus mangas, cierre su camisa. No le gustan estas nuevas modas, ahora solo espera el fin del otoño-invierno.
—Ya le digo, comadre, sin bañarse.
Sadomaniquismo
Después de dos horas y media de violencia sexual, ella lo levanta del suelo para vestirlo con la ropa de la nueva temporada. Cuando se asegura de no haber dejado a la vista ninguna cicatriz, lo acomoda con cuidado en la vitrina, y se dirige cabizbaja a la oficina del gerente. Ella es la subordinada que subordinó a un maniquí.
Todos los visitantes al gran almacén apenas parecían advertir su presencia, salvo por aquellas ocasiones en que le colocan la ropa nueva de estreno y entonces hay quienes parecen reconocerle, dicen cosas como: “Quiero una camisa como la del maniquí” ó “¿Ya no hay playeras como la que tiene el maniquí?” algunos, como Juan, son menos atentos y considerados en sus comentarios, pues en su caso, cada día le toca desvestir, limpiar y volver a vestir el maniquí, pero, en realidad pocos son los que saben lo que sucede con él, como es que su mundo cambia y su paciencia diurna, casi estoica, es recompensada al apagarse las luces, al invadir el silencio el otrora tumulto, entonces todo toma un toque de romanticismo y a lo lejos, el puede verla iluminada tenuemente con las luces de emergencia, es ella, la maniquí del departamento de damas, a veces viste unas blusas hermosas y estampadas y otras, como hoy, una muy escotada, en ocasiones se miran, pero solo un poco, el instante preciso para decir lo que no puede hablarse y para hacer lo que no necesita movimiento.
El vacío de sus ojos.
No puedo explicarlo perfectamente, ni siquiera puedo controlarlo del todo, después de tanto tiempo. Fue algo con lo que nací, y al principio, lo utilicé para divertirme y hacer algunos amigos. No lo consideraría como una virtud, y por el contrario, es una habilidad que he preferido dejar en paz. Cuando era pequeña, siempre lo consideré meramente como algo de suerte. Sabía que yo hacía que esas cosas hicieran lo que yo quería, pero jamás llegué demasiado lejos.
Al menos no hasta aquel día.
Fue una tarde cualquiera, tenía unas ganas inmensas de no ir a la universidad y quedarme en casa, y por eso fue que empezó a llover. Sonreí a la ventana sin darle mucha importancia, orgullosa de mí misma. Ese día me puse a pensar de nuevo en todo esto que hacía, pues ya era más que obvio que era obra mía. Más que poder atinarle a todas las respuestas correctas de algún examen, más que poder decidir si llovería o no, quería algo. Más específicamente alguien. Como pueden pensar, todo esto me había hecho muy egoísta, y jamás consideré ir más allá de manipular algunos pensamientos de las personas para mi favor… Pero quería más. Ese fue mi único error.
Empezó como una lista, luego un dibujo. Mi hombre perfecto: sería alto, amable, que siempre fuera mi sombra, mi lacayo. Un hombre de barba de candado, con la mirada sólamente en mi, y que no tuviera miedo de hacer y sacrificar todo por hacerme feliz.
El dibujo… Pues hé de decir que no soy experta en anatomía… Realmente pensé que sólo estaba jugando, tal vez como máximo algún día lo conocería, pero…
Finalizó ese día y satisfecha con mi nuevo deseo procedí a doblar la hoja y la guardé en un cajón.
Semanas más tarde todo seguía igual, y asumí que tal vez mis «poderes» no fueran capaces de llegar tan lejos. Quisiera que así hubiera sido.
La primera vez que lo ví fue en el supermercado. A primera vista, pensé que era uno de los maniquíes más de la tienda y sin embargo, poco después, me inquietó mucho. Su mirada parecía seguirme a donde quiera que estuviera, sin cerrar los ojos, fijos en los mios, impasibles. Rápidamente terminé mis compras y me dirigí a casa. Aquello me había recordado al dibujo que había realizado… Era tan parecido… Corrí a mi cuarto, abrí el cajón de un tirón y lo observé, sólo estaba la lista de aptitudes, y no el dibujo, hecho que solo hizo que me asustara aún más. Desde entonces, lo hé visto. Nunca me deja sola, pero la demás gente parece no notar su presencia, jamás me dirige la palabra, y siento que estoy alucinando cosas, siempre que quiero dormir, su rostro sin expresión aparece brevemente por mi ventana, con el vacío de sus ojos brillando con la luz de la luna.
Nunca, jamás usaré esta habilidad, siento que está tomando poco a poco un pedazo de mi cordura, una mano pobremente dibujada que se apoya en mi hombro. Y que cumple todos mis deseos… Pero que se ha convertido en mi sombra.
cuando gire por el pasillo de los descuentos y la vi, lo único que puede hacer fue quedarme como maniquí. sin expresión alguna al saber que tendría que cruzar palabra con ella de nuevo. pero ella paso de largo y ni siquiera noto que traía puesta la misma camisa roja que ella me regalo aquel aniversario. fui un tonto al no tomar la iniciativa y hablarle aunque sea solo para escuchar su voz. pero ahí estaba parado como un maniquí esperando a que alguien quitara del paso para pagar sus cosas en la caja de adelante.
Entré una tienda departamental buscando algo que aliviara mi dolor. Era el lugar más cercano, no parecía haber mucha gente y sabía que sus puertas automáticas no se cerrarían ante mi como ha sucedido en diversos lugares antes . Esa tienda sin importancia se veía en ese momento como un coliseo inmenso con pasillos de longitud infinita y productos inútiles en esos feos estantes. Tenía que encontrar algo de ropa y algunos medicamentos pero debía hacerlo sin llamar la atención.
Seguía viendo solamente mercancía inservible para mí en este momento de frustración y sufrimiento que estaba pasando. Llegúe a lo que parecía la sección farmacéutica y vi algo que me sería de mucha utilidad. Sin que nadie se diera cuenta tomé un frasco de antibiótico y un frasco de vendas, caminé lentamente directo a los sanitarios revisando que mi sangre no se derramara y dejara manchas en el piso.
A unos metros del baño por fin vi lo que me hacía falta. Un maniquí con cara de hombre afeminado con mucho maquillaje llevaba una playera y una camisa a cuadros; era perfecto ya que esa ropa parecía de mi talla y era ropa que yo normalmente usaría. Cuando levanté el brazo para tomar el conjunto sentí como se abría más mi herida. El dolor se hacía más penetrante mientras regresaba mi mano al lado izquierdo de mi pecho, el cual tenía por debajo de la playera, la herida que había comenzado de nuevo a sangrar; ahora al piso caían poco a poco gotas de cálida sangre, creando una mancha roja que crecía junto con mis nervios y una sensación helada que recorría mi cuerpo.
Entré al baño corriendo y le grité que se fuera a un hombre regordete que se me había quedado viendo asustado. Al salir el hombre del baño, azoté la puerta y me di cuenta que mis piernas llevaban un largo rato temblando. Me tiré al suelo para después comenzar a toser bruscamente escupiendo cada vez más sangre. El frío empezaba a aumentar y mi mente se nublaba, ahora solo recordaba el estruendo provocado por el arma que me alcanzó y atravesó mi pecho. Había sido herido por personas malvadas, sin embargo yo no había sido precisamente un «santo» en el pasado, supongo que estaba pagando mis errores. Sonreí por lo irónica que había sido mi vida, recordé los pocos pero añorables y simples momentos de mi pasado y finalmente di mi última exhalación, tirado en ese sucio baño de supermercado recargando mi cabeza en la puerta que en unos minutos empezaría a ser golpeada.
Comencé mi jornada acomodando productos en los pasillos del supermercado. Esta monótona rutina ya se había repetido tantas veces que, a veces, cuando trataba de hacer las cuentas de los años que llevaba aquí, terminaba con dolor de cabeza. Hoy no. Interrumpieron mis pensamientos y me asignaron a la sección de ropa. Todo transcurrió como de costumbre, a excepción del nuevo maniquí que tenía que colocar. Con un poco de dificultad, ensamble las partes y le puse las prendas seleccionadas. Realmente era un maniquí feo, mal pintado; me incomodaba verlo. Aunque también me causaba fascinación. Debo admitir que se parecía un poco a mí, en mis primeros días de trabajo.
Después de unos meses, el maniquí seguía ahí. Ya me habían mandado a remplazar varios, excepto este. Una vez traté de cambiarlo por iniciativa propia, para encontrarme con que lo habían regresado al día siguiente. Ahora no solo me incomodaba, me molestaba. Tan repetitivo, tan inerte… y seguía tan poco agraciado. Es cierto, me le quedaba viendo. Me llamarán loco, pero a veces, antes de cerrar, cuando la tienda estaba casi sola, sentía ganas de gritarle. Esa mirada del maniquí me acosaba. Me delataba que yo también seguía una vida repetitiva, inerte… y poco agraciada.
Finalmente, un día le grité al maniquín. Algunos de mis compañeros han de haber prescenciado la escena, por que no volví a ver el maniquí después de eso. Aunque, bueno, de igual manera, también yo me digné a cambiar de trabajo.
Vivía en el drenaje porque me sentía bien ahí, rodeada de todas ellas, eran amables conmigo, hasta que un día comenzaron a hacer experimentos sobre mí, recogían pedazos de basura y los iban pegando a mi cuerpo, no podía hacer nada, me cortaron los brazos y mis piernas ni siquiera las podía ver. Estaba indefensa y esas malditas ratas lo sabían, mantuvieron mi cara despejada para que sufriera hasta el último momento; al poner la última basura sobre ésta, me dirigieron las últimas palabras de mi vida: “no son mejores que nosotros”.
Después de esto sentí que me movían, pero no me dijeron a donde, finalmente me dejaron en un lugar, estaba oscuro cuando llegué y creí que habían tapado también mis ojos. Al día siguiente una luz se encendió sobre mí y pude entrever estantes llenos de diversos productos y gente caminando fijándose en mí, al ver esto empecé a pedir ayuda, pero nadie podía escuchar mis débiles quejidos, lo intenté durante varios días, pero nadie se percataba de que estaba ahí y decidí desistir. Yo era una chica que vivía en las alcantarillas, pero tenía sueños y esperanzas, pero ahora solo espero que mi sufrimiento se termine y liberarme de está cárcel en forma de maniquí que las ratas construyeron para mí.
No sé cómo ni en qué momento ocurrió, sólo me informaron que la había asesinado; mi pobre alumna… le pasaron la navaja por su cuello, no se supo más de ella ni su cuerpo, es por ello que me encuentro sorprendida; entro a la tienda departamental y ahí se encuentra un maniqui identico a ella pero en masculino, tiene barba y bigote pintados en su cara, además, en el cuello una cortadura, huele a su perfume. Eterna duda.
…me toca torpemente como cada fin de temporada. Lo siento hasta donde la superficie de mi piel artificiosa no ha recibido mayor mutilación. Lo observo hasta donde la inmovilidad de mis pupilas lo permite(nunca alcanzo a leer su nombre en el gafete). Cómo quisiera partirle de un tajo la cabeza…
A ya casi son las 10 , por fin paz y tranquilidad , por hoy no tendré que soportar más a toda esta gente que solo dice estupideces y chismes, no puedo creer que pudiendo moverse se quejen de tantas cosas, cuando simplemente podrían intentar hacer algo al respecto , pero no, es más fácil simplemente quejarse.
Y aquí estoy yo, sin poder hacer nada para dejar de escuchar esas voces y sus tontos problemas, será mejor descansar lo que queda de la noche que mañana será un día igual de largo.
Era un día un día normal en la cuidad de guadalajara mientras yo me encontraba haciendo las compras matutinas en el supermercado.
al pasar por la seccion de ropa me encontre con la sorpresa de que habían cambiado el departamente de damas hacia otro lugar. Así que tuve que cruzar el departamento de caballeros hacia el otro extremo. Mientras realizaba mi recorrido, encontre un extraño y peculiar maniqui; este vestía una camisa a cuadros y tenía una barba que lo hacia notar. Además su ceja estaba delineada como la de una mujer de los bajos barrios que tatuo su ceja y remueve la original. este maniqui llamo mi atención no solo por su aspecto físico o su apariencia de cholo, sino que lo que atrapo mi atencion fue el guapisimo chico que se encontraba tras el maniqui, el sintió mi mirada y cuando volteó trate de evitar el contacto físico haciendo un brusco movimiento de mi cabez al otro lado de la tienda; y cuando volvi a voltear el me miraba y reía. Después vi que no solo el se reía si no que sus amigos también; entonces muy apenada comenze a caminar hasta que llege a una columna donde había un espejo, me mire de reojo y note algo extraño en mi, asi que volvi al espejo y fije mi mirada en mi cara, tenía la cara llena de chocolate pues acababa de terminarme una paleta de vainilla cubierta de chocolate fue lo más vergonzoso que me ah pasado.
Dos días después el chico apuesto me agrego en facebook y comenzamos a conversar, y así fue como comenzamos a salir, ahora llevamos 5 meses saliendo y nos queremos tanto. c: <3
wuuu fina rifa!!!
CONVERTIDO EN MANIQUÍ
Ese día dijiste que ya no te sentías igual, que lo nuestro no iba a funcionar, que tu alma necesitaba libertad. Yo no lo pude entender, para mí todo era sensacional, mis pensamientos se conjugaban con los tuyos, nuestros corazones bailaban un vals. Pero tu decisión habías tomado ya, traté de detenerte un poco, te recordé los días gloriosos de nuestro amor, y minimizé todos los defectos que te aferrabas en mencionar. Nada sirvió… Tiene más de dos meses que no sé nada de ti, y desde entonces he estado inmerso en una tormenta en un océano perdido. No había querido salir, pero hoy me siento diferente, así que me visto lo primero que encuentro y voy al supermercado para aligerar el dolor con algo de comida. Basta ya de esas noches en vela lagrimeando canciones lastimeras, basta ya de esos días esperando una llamada… Pero no basta con mi decisión, a la vida le gusta mofarse un poco del dolor humano, pues apenas queriendo salir de mi putrefacción, te veo venir hacia mí, llena de luz, sonriente, tomada de la mano del que parece ser «tu libertad»… Invoco a todos los dioses, que me trague la tierra, que desaparezca de la nada, ¡que pase lo que sea! Pero para pedir también hay que ser muy duchos, porque sí, logré que no me vieras con el corazón roto, pero ahora heme aquí, convertido en un maniquí, atado a la pasividad de la nada, cuando podría estar en mi habitación sufriendo por tí.
(Lo envié como respuesta ya que el servidor no me dejó subirlo como comentario)
estaba ahí, estático, sin ningún movimiento como un simple maniquí, sirviendo como mostrador de ropa ya había pasado por muchas tiendas al rededor de toda la república, no era un maniquí nuevo, había pasado por todo tipo de tiendas, desde ropa de marca hasta tiendas de marcas piratas, y por lo menos una vez había vestido de ropa de etiqueta, un simple maniquí ha sido testigo de tantas cosas, y las ha presenciado, siempre en primera fila, a gusto, sin nadie que lo moleste, salvo los mocos que generalmente acuden con sus papas a las tiendas, por todo lo demás el era feliz, tenia una visión que ninguna otra persona podría tener en esta vida…
Siempre a su lado los días y noches transcurrían amenamente en un espacio que solo nosotros compartíamos, adoraba todo de él, era la persona con la que había soñado pasar mi vida, aun si no era alguien perfecto, no me importaba. Mi familia, amigos y vecinos me criticaban, no éramos aceptados públicamente por la sociedad, todos decían que yo había perdido la cabeza, que estaba loca, no los comprendía, tenía una hermosa vida al lado de mi marido, sin embargo, los insultos y señalamientos hacia nuestra persona no tenían fin.
Mis padres no lo soportaron por más tiempo y me alejaron de su cálido cuerpo, fui ingresada a lugar desconocido, era extraño, ese no era un lugar para mí, los doctores me hacían exámenes al mismo tiempo que me cuestionaban, mencionaban términos científicos que yo no entendía, mi esposo era en lo que yo pensaba, ¿Dónde estaba? y ¿Que había sido de él?, mi desesperación aumento hasta el punto en el que agredí a una enfermera, sin notarlo fui sedada y encerada, en aquel psiquiátrico alejada de mi querido maniquí, la imagen de mi fallecido esposo.
sostuve inmóvil la mirada por mucho tiempo, no me moví por meses, habían pasado siglos desde la última vez que caminé, pero esta mañana había algo diferente en mi, todo parecía tan repugnante, irritante, era insoportable.
La gente y el ruido hacían un eco taladrante en mi interior. después de tanto tiempo en la misma posición tanto tiempo sin despertar realmente, pero claro, es que la gente no sabe, no, no saben, los maniquies tenemos mente, sentimos, nos movemos; si esa vez que miraste un menique y pensaste «parece como si me viera» te veía. pero nos ocultamos, la gente no parece entender, sus creaciones que creían vacías, gozan de vitalidad.
conforme la mañana transcurría mi paciencia llegaba a su fin, por qué los humanos no podían dejarnos libres?,siempre aprisionados bajo sus camisas a cuadros. jalones y tirones para ver el precio, miradas de desprecio.
eran ya las 4:57 cada minuto era peor intenté cerrar los ojos, pero lo notarían, puse la mente en blanco, intentando calmarme, pero entonces, sólo entonces, apareció,aquel chico, el que tiró de mi para ver mis prendas, su olor , su mirada egocéntrica y despectiva, la malicia en su caminar, entonces escupió sobre mi zapato sin que lo notaran.
era su fin, cerré los ojos, lo golpeé con el brazo y el cayó al suelo más sorprendido que adolorído, la gente escuchó el estruendo de su cuerpo al chocar contra el suelo. me lancé sobre el y comencé a golpearlo con todas mis fuerzas, la gente gritaba atemorizada. el chico ensangrentado trataba de defenderse pero era inútil, le rompí la nariz de un golpe, tomé una bufanda iba a estrangularlo, sentí brazos sobré mi, eran los otros maniques, ¿porqué?, si luchaba por nuestra libertad; no entendían, me resistí y seguí forcejeando con todas mis fuerzas, al final mis brazos flaquearon y cedí, el muchacho se quedó tendido en el piso casi inmóvil…sentí un frío doloroso en todo mi ser, y luego reinó la paz, no sé exactamente como sucedió, creo que morí, tal vez rompieron lo que quedaba de mí, no lo sé, pero por primera vez pude oler la verdadera libertad
La había visto desde la primera vez que entró a la tienda. Su cara pálida y su cabello siempre peinado me hacía recordar modas antiguas de otras épocas; aún cuando no me había animado a hablarle, sabia que ella también me miraba, se le escapaba uno que otro vistazo y yo fingía, tranquilamente, no saber nada. Pero hoy es el día, hoy me acercaré a ella, y antes de que pueda alejarse, le robaré un beso, aunque sea en su mejilla, no espero nada a cambio… Aunque todo sería más fácil, si estos tornillos no me mantuvieran atado al piso.
el estaba ahí, meses ahí, frente a frente. el en la sección de caballeros yo en la de damas.
cada día, y cada hora así como cada minuto deseaba estar a su lado, y sé que el al mío. hablábamos con la mirada, esa silenciosa y profunda mirada que me encantaba, estaba enamorada.
lo nuestro era imposible, jamás podía alcanzarlo, pues sólo somos maniques en este aparador, que es sólo para el espectador, y yo no podré tener su amor, pues de plástico echa estoy, a pesar de que grandes sueños tengo yo.
Cuatro de la tarde, el sol en su punto, el día tranquilo como para tomar una siesta al acabar de comer. Yo cansada y con hambre, ya no podía mantenerme de pie, la tranquilidad de la tarde me incitaba a dormir, con ganas de estar recostada en mi cama; pero en cambio estoy aquí, parada frente a ese maniquí que cada vez se volvía más imposible verlo, con esa mirada al vacio, sus ostentosas cejas y por si fuera poco, el pobre había sufrido de una reconstrucción, una rajada en el cuello que demostraba que habían intentado deshacerse de él y el pegamento blanco decía que mejor decidieron que si podía ser útil. Ahí estaba yo muriendo de aburrimiento a punto de quedarme dormida y caer al piso en el impacto. Y justo cuando ya no aguantaba más, por fin la vi, mi mamá, se acercaba y eso solo significaba una cosa, que después de tanto tiempo por fin nos podríamos ir.
CONVERTIDO EN MANIQUÍ
Ese día dijiste que ya no te sentías igual, que lo nuestro no iba a funcionar, que tu alma necesitaba libertad. Yo no lo pude entender, para mí todo era sensacional, mis pensamientos se conjugaban con los tuyos, nuestros corazones bailaban un vals. Pero tu decisión habías tomado ya, traté de detenerte un poco, te recordé los días gloriosos de nuestro amor, y minimizé todos los defectos que te aferrabas en mencionar. Nada sirvió… Tiene más de dos meses que no sé nada de ti, y desde entonces he estado inmerso en una tormenta en un océano perdido. No había querido salir, pero hoy me siento diferente, así que me visto lo primero que encuentro y voy al supermercado para aligerar el dolor con algo de comida. Basta ya de esas noches en vela lagrimeando canciones lastimeras, basta ya de esos días esperando una llamada… Pero no basta con mi decisión, a la vida le gusta mofarse un poco del dolor humano, pues apenas queriendo salir de mi putrefacción, te veo venir hacia mí, llena de luz, sonriente, tomada de la mano del que parece ser «tu libertad»… Invoco a todos los dioses, que me trague la tierra, que desaparezca de la nada, ¡que pase lo que sea! Pero para pedir también hay que ser muy duchos, porque sí, logré que no me vieras con el corazón roto, pero ahora heme aquí, convertido en un maniquí, atado a la pasividad de la nada, cuando podría estar en mi habitación sufriendo por tí.
Y ahí estaba yo otra vez, haciendo el trabajo tan obligado y tedioso que tanto odio , ese trabajo del cual no hay escapatoria , de ese tipo de cosas que se hacen de por vida; ser un maniquí.
Era domingo y como se acostumbra cada fin de semana llega el cambio de ropa, la parte mas odiada de mi trabajo, la incapacidad de no poder hacer nada al respecto, no poder elegir la ropa que quiero y esperar a que llegue alguien mas a cambiar la ropa por mi; pero como odiaba los domingos.
A pesar del disgusto que tengo por mi trabajo no puedo quejarme, siempre he creído que uno nace con un destino ya establecido, y a mi, bueno me toco ser un maniquí y mi destino pues es y sera ser un maniquí .
TODOS TENEMOS UN LUGAR ESPECIAL
O
EL CLUB DE DRACKENSTEIN
Cuando me hacían sangrar llegaba a este supermercado solitario.
Aquí sigue el Drackenstein como maniquí modelando una camisa a cuadros. Sé lo que es porque está conectado a la luz (ningún maniquí es eléctrico), también porque la carne sanguinolenta de los congeladores desaparece.
Fui perdiéndole el miedo a fuerza de verlo siempre inmóvil.
Una noche que mamá me molía, cerré los ojos y vine aquí a encontrarme por primera vez a los niños; iban por los pasillos tirando mercancía, encendiendo y apagando las tv’s y maltrataron a Drackenstein.
Nos hicimos viejos intentando que Drack nos ayudara. Los niños también venían cuando la pasaban mal (¿este lugar es la mente escondida bajo la cama?).
Ya de viejos sabemos volver: hay que cerrar los ojos y voltear hacia los primeros dolores.
Un día desapareció el papá de Mirna. Un testigo lo vio peleando con un tipo de camisa a cuadros. Entre todos revisamos a Drackenstein. No tenía señas de lucha. Pero en la repisa junto a él, una de las camisas como las que modelaba, olía a sudor, al perfume de uno de nosotros, a algo que nos endulzó la cara cuando pasó de nariz en nariz.
El papá de Mirna regresó un día a su casa. Dicen que está muy cambiado.
Priceless
T-shirts $ 5 dólares. Jeans $ 20 dólares. Explotación infantil, no tiene precio. Literalmente.
Ilegal
Ante las continuas redadas del departamento de Migración a los almacenes Walmart. La empresa ya solo contrata indocumentados para trabajar como maniquís, para burlas a los agentes del Ice Police. Todos los que acepten el puesto tienen que hacerse el tatuaje “HECHO EN CHINA”.
Y ahora, otro intento de cuento mutante. Alberto dime porfavor si capte la esencia de lo que es el cuento mutante o no.
Adam & Eve @ Walmart
Adán y Eva, los únicos maniquís de espuma de poliestireno, tienen que reproducirse para poblar el supermercado. Toda la descendencia será producto del incesto.
En este supermercado los anticonceptivos están más prohibidos que el fruto prohibido.
Adán se detiene frente a los televisores de pantalla plana a ver un partido de futbol. Eva se adelanta al departamento de frutas y verduras.
Eva está indecisa, manzanas orgánicas o transgénicas. Las segundas cuestan la mitad, son mucho más lustrosas y grandes, además con pecado incluido.
Eva hojea revistas de moda, las hojas de parra es lo que viene para esta temporada.
Además del pecado, las frutas tienen un alto contenido de vanidad polisaturada. Eva se ha probado varias tallas de hojas y con todas se siente gorda.
En la pandería del supermercado, Adán pide unos bagettes, le piden que pague con gotas de sudor.
Caín se pierde buscando el pasillo de “Quijadas de burro y objetos parricidas”. Se topa con su viejo amigo Edipo.
Caín ya encontró lo que buscaba. Ahora necesita el verificador de precio.
Abel fue encontrado sin vida. Sin duda el primer caso de impunidad de la historia.
El gerente de la sucursal, supervisa todo por medio de un sistema de circuito cerrado. Cuando no está dormido, revisa el buzón de quejas y sugerencias.
[…] los resultados del concurso de febrero de Las Historias: gana el cuento experimental (mutante) “Adam & Eve @ Wal-Mart” de Magay, por su forma extraña de varias ficciones o viñetas que se entrelazan y forman a la vez […]