Concurso #139

Las Historias convoca a su concurso #139 de minificción o microrrelato. Las personas interesadas en participar pueden comenzar observando esta imagen:

Instrucciones:

1) Suponer que la imagen representa un instante de una historia.

2) Imaginar cuál es esa historia: qué está pasando allí, por qué, quiénes están presentes (o no), qué están haciendo. No se trata de explicar la imagen, ni de escribirle un pie de foto, sino de tomarla como punto de partida para imaginar una historia propia.

3) Escribir la historia, en forma de cuento brevísimo (minificción, microrrelato; el nombre es lo de menos), en los comentarios de esta misma nota. Aunque no hay una regla estricta sobre la extensión de la minificción, se recomienda que los textos no rebasen las 200 palabras.

Quienes ganen el concurso recibirán un trofeo virtual y serán seleccionados considerando la opinión de quienes decidan opinar.

La fecha límite para participar es el 31 de enero de 2019. La invitación queda abierta.

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49 comentarios

  • Conmigo misma

    Me quedé sola, pensando, pensando, en que la vida es así. Me quedé sola, imaginando, soñando que soy el sol, que soy un ave, que soy el mar. Me quedé sola en un mundo donde la amistad está extinta, está perdida, está sola. Me quedé sola, con la mente en blanco, deseando desaparecer entre la oscuridad. Me quedé sola, pero tengo el tiempo que nunca tuve para escribir, para reír, para sentir, para vivir. Me quedé sola, pero me acompaña mi sombra; mi fiel compañera de aventuras. Me quedé sola, pero no importa, porque por primera vez podré hablar conmigo misma; podré reconciliarme con la niña que aún vive en mí; podré enfrentarme a mis miedos. No, no me quedé sola, porque la soledad es la mejor compañera; la soledad me permite ser el sol y dar calor a mis pensamientos. La soledad me deja sentirme ave y volar. La soledad me deja naufragar y sentir el mar. No, no me quedé sola; no, no estoy sola. Estoy, estoy conmigo misma.

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  • Melodía Onírica

    Se encontraba sumida dentro de un sueño profundo. Recostada sobre su cama, el cuerpo de la pequeña se movía de vez en cuando. Debajo de sus párpados, los globos oculares bailaban de un lado a otro. Sin duda, estaba experimentando un sueño muy vívido.

    Tras bambalinas, un enorme teatro repleto de gente aguardaba su llegada. Después de un fastuoso anuncio, caminó en dirección a la pequeña silla localizada al centro del escenario. Antes de tomar su sitio, agradeció con una breve reverencia.

    Las luces de la sala se apagaron. Solo permaneció encendida la lámpara que la iluminaba de frente desde el suelo en tonos multicolores, mientras al fondo, se proyectaba imponente su silueta.

    Respiró profundamente y se llevo la flauta a la boca. Una bella melodía comenzó a salir de aquel instrumento, tocado magistralmente por la pequeña. La audiencia estaba maravillada, pues al tiempo que la música llenaba el ambiente, se iban dibujando diferentes paisajes que acompañaban de forma armónica la interpretación musical.

    Fue justo cuando la música llegó a su fin, y el público se levantó de sus asientos aclamando a la pequeña prodigio, cuando ésta despertó sonriente de su maravilloso sueño.

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  • «No dejes que ella me bese»

    ¿Te acuerdas, papá, de las noches en que me contabas las historias de tus viajes antes de dormir?
    Tú me describías lo fría que era el agua del Mar del Norte; yo imaginaba su aroma a sal y a arenque fermentado. Imitabas la sirena del barco pesquero, pero yo oía el clarinete de su voz. Me hablabas de las auroras y de nubes de figuras enigmáticas. Yo sentía sus rizos algodonosos acariciando las manchas luminosas de color verde, azul o amoratado, que sus dedos habían dejado horas antes en mis muslos y en mis caderas. Tú sonreías y yo te devolvía las sonrisas porque no quería robártelas (venías tan poco a casa y yo te extrañaba tanto) y entonces me preguntabas si mamá ya había venido a darme el beso de las buenas noches, y yo (con los labios apretados como el horizonte noruego), contestaba con la cabeza que sí, que siempre lo hacía. Entonces salías de mi habitación y esas noches infrecuentes yo dormía, sabiendo que ella no se atrevería a venir a mi cama con sus palabras de sirena y con su aroma a sal y arenque.

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  • Miguel Ángel Ortiz Aguilar
    12/01/2019 2:06 pm

    Helena
    No era yo, sino Helena, con las notas del clarinete dibujando aquel mar quieto, que conocí al recorrer la costa por carretera, en un nublado día de marzo.
    El viento producía un hipnótico sonido, del que un inmutable público era testigo. El aroma a petricor plagaba el ambiente de ensueño, mientras mi sombra se proyectaba en una etérea pantalla del color de las lavandas.
    Todo contrastó cuando la oscuridad me rodeó al salir de mi trance, aunque ya era de mañana. Ya no era ella, sino yo, atrapada en este cuerpo que me ha acompañado tantos años, esperando noche tras noche en que el sueño de materializarme en Helena se haga realidad.

    Responder
  • Mike Norris Bronson
    12/01/2019 2:58 pm

    Helena
    No era yo, sino Helena, con las notas del clarinete dibujando aquel mar quieto, que conocí al recorrer la costa por carretera, en un nublado día de marzo.
    El viento producía un hipnótico sonido, del que un inmutable público era testigo. El aroma a petricor plagaba el ambiente de ensueño, mientras mi sombra se proyectaba en una etérea pantalla del color de las lavandas.
    Todo contrastó cuando la oscuridad me rodeó al salir de mi trance, aunque ya era de mañana. Ya no era ella, sino yo, atrapada en este cuerpo que me ha acompañado tantos años, esperando noche tras noche en que el sueño de materializarme en Helena se haga realidad.

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  • Norma Hortensia Grillo
    13/01/2019 2:05 pm

    Aún no se si fue un sueño o realmente lo viví. Esa noche después de tomar unos tragos (resultado de la gran soledad en la que estaba sumida) llegué a la cama tambaleante, me dormí enseguida…
    Ahora lo recuerdo como a través de un vidrio opaco y no se qué pasó, pero de repente me vi sentada mirando una lluvia de estrellas. Qué hermoso espectáculo! Duró tan sólo unos segundos, luego reflejos de colores inundaron el cielo azul, terso como un terciopelo, y nubes algodonosas y pícaras formaron figuras caprichosas que quise robar, alcancé a tomar la punta de una y y así comencé la aventura de volar entre esos fenómenos astrales mientras me olvidaba de mis penas y mi vida vacía. Un rayo inoportuno y egoísta alcanzó mi mano y logró que mi nube desapareciera, giré como un trompo en el infinito, no vi nada más, caí en el jardín y aturdida no supe diferenciar entre la realidad y la fantasía. No se cuánto hace que ocurrió, sólo se que cada noche espero con anhelo que se repita.

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  • Melómano D'Armario
    14/01/2019 12:51 pm

    ¡Fiiiuuuu-EEERRIAAHH-Ascaromeeeennielaoouu-jopetas-marincholdoteacáthl-chicarcacharpous-pichanchinimamalolón-quirimitínn…!
    gritamos todo lo que pudimos a la campana del aerófono; nos esforzámos mucho hasta que salió ella por la boquilla.
    Ahora mismo, mientras recuperamos el aliento, estamos tratando de recordar todo lo que gritamos y silbamos, en el mismo orden y tono, pues no sabemos cuánto durará ella ahí parada del otro lado de nuestras voces, sosteniendo a esa sombra que se parece a la de todas las mujeres que se nos han ido.

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  • Cesar Eduardo Merlín Escorza
    14/01/2019 7:33 pm

    La tercera es la vencida.

    El experimento resultó. Si tan solo papá hubiera vivido una semana más. Ni siquiera él, cabeza del equipo cuántico y creador del espejo intra-dimensional, pudo predecir aquel efecto retardado. Lo calcularon todo, menos los tiempos de Dios. Al finalizar la shiva, Annet volvió a casa con la voluntad de tocar el clarinete hasta alcanzar a su padre. No sabía si moriría de sed o si caería inconsciente y despertaría luego, llorando a risotadas. Antes de comenzar, tendió sobre la cama la gabardina verde que su Pachu lindo vestía los domingos. Se recostó sobre ella y maldijo cada vez que le sugirió actualizar su guardarropa. -¡Eres una pendeja!, gritó. Exhalando rabia, jaló una silla hasta el centro del salón y comenzó a tocar. Pasaron horas antes de que sus dedos se entumecieran y sus pulmones no soplaran más. Cien mil notas resonaron sin sentido aparente entre aquellas paredes que tantos experimentos fallidos albergaron. Su frágil consciencia le recordó la primera vez que Pachu la llevó al mar. En ese instante algo apareció frente a ella, algo incomprensible que brotó entre su cuerpo de sombra y el paisaje que recordaba. Algo que se parecía a ella. De otro tiempo, de otro lugar.

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  • g2-bc50f0ae214e57c41778f432f994dd63
    16/01/2019 5:51 pm

    – Necesito dinero, Orfa.
    – Tienes que hacer lo que te haga feliz, eso te llevará a ganar lo que deseas.
    – Me hace feliz… invocar a Satanás con mi clarinete.
    – Hazlo. Sigue tus instintos, aunque te critiquen, o te tachen de loca.

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  • Said Romero
    16/01/2019 8:37 pm

    Caminé a mitad de la noche por la oscura playa, el compás de las olas, el reptar de los animales nocturnos, el aleteo de una enorme polilla negra. Todo queda amortiguado por el sonido de su clarinete, en cuanto el caramelo de limón comienza a deshacerse en mi boca, solo tengo mente para recordar tus besos, recordar la brisa del mar tu melena atravesar. La escuela jamás perderá este sabor a sal, intenta sepultar tu fragancia, mi querida, tu cítrico aroma, casi veinte años han pasado, desde aquella vez en que peleamos, en tu noche estelar. ¡Máldito mar! ¿Porqué te la tenías que llevar?. Sentado en el pequeño teatro, solo me queda el recuerdo, tu frugalidad, un fragmento nocturno y un concierto de clarinete para en la penumbra así llorar.

    Responder
  • Said Romero
    16/01/2019 8:43 pm

    Nocturno para clarinete

    Caminé a mitad de la noche por la oscura playa, el compás de las olas, el reptar de los animales nocturnos, el aleteo de una enorme polilla negra. Todo queda amortiguado por el sonido de su clarinete, en cuanto el caramelo de limón comienza a deshacerse en mi boca, solo tengo mente para recordar sus besos, recordar la brisa del mar su melena atravesar. La escuela jamás perderá este sabor a sal, intenta sepultar tu fragancia, mi querida, tu cítrico aroma, casi veinte años han pasado, desde aquella vez en que peleamos, en tu noche estelar. ¡Máldito mar! ¿Porqué te la tenías que llevar? Ahora solo me queda el recuerdo, tu frugalidad, un fragmento nocturno y un concierto de clarinete para en la penumbra así llorar.

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  • Said Romero
    16/01/2019 8:46 pm

    Caminé a mitad de la noche por la oscura playa, el compás de las olas, el reptar de los animales nocturnos, el aleteo de una enorme polilla negra. Todo queda amortiguado por el sonido de su clarinete, en cuanto el caramelo de limón comienza a deshacerse en mi boca, solo tengo mente para recordar sus besos, recordar la brisa del mar su melena atravesar. La escuela jamás perderá este sabor a sal, intenta sepultar tu fragancia, mi querida, tu cítrico aroma, casi veinte años han pasado, desde aquella vez en que peleamos, en tu noche estelar. ¡Máldito mar! ¿Porqué te la tenías que llevar? Ahora solo me queda el recuerdo, tu frugalidad, un fragmento nocturno y un concierto de clarinete para en la penumbra así llorar.

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  • Nocturno para clarinete

    Caminé a mitad de la noche por la oscura playa, el compás de las olas, el reptar de los animales nocturnos, el aleteo de una enorme polilla negra. Todo queda amortiguado por el sonido de su clarinete, en cuanto el caramelo de limón comienza a deshacerse en mi boca, solo tengo mente para recordar sus besos, recordar la brisa del mar su melena atravesar. La escuela jamás perderá este sabor a sal, intenta sepultar tu fragancia, mi querida, tu cítrico aroma, casi veinte años han pasado, desde aquella vez en que peleamos, en tu noche estelar. ¡Máldito mar! ¿Porqué te la tenías que llevar? Ahora solo me queda el recuerdo, tu frugalidad, un fragmento nocturno y un concierto de clarinete para en la penumbra así llorar.

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  • Jorge Zárraga
    17/01/2019 6:37 am

    … las armonías crearon la luz, la tierra, los mares y los cielos. Al instrumento y a la ejecutante. Y todo estaba bien.

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  • Miguelina Reyes Hernandez.
    17/01/2019 5:24 pm

    Sucesión…

    Ella contempla su cuerpo inerte, balanceado por las olas que irrumpen sobre el acantilado.No recuerda cuanto tiempo lleva allí, ni quien la empujo hacia el mar. ¿Acaso fue ella? De reojo vislumbra la sombra que siempre la acompaña, a cierta distancia. Quisiera huir, alejarse del sitio; pero una fuerza magnética la mantiene clavada en esa silla. Sabe que la próxima víctima le toca a ella… como también sabe que debe permanecer allí, hasta el final de los tiempos…

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  • Oswal M Preciado
    17/01/2019 8:45 pm

    Respiro póstumo.
    Alce una inquietante mirada a todas direcciones y me di cuenta que ya no habían quedado nada de aquel enorme palacio.
    Todo, absolutamente todo se derrumbó, dando lugar a nada más que a agrietadas piezas y escombros de aquello que se ha forjado durante tantos cientos de años, y que ni ejércitos ni mares, pudieron mover o empujar.
    Una espesa brisa, una clara niebla y un sol qué lento se asomaba, saludando su cara hacia mí, indicándome que pronto el cielo estaría despejado.
    No podía más que quedarme atónita, alzada, erguida pero con el alma hecha pedazos, como si mi cuerpo estuviese tumbado, derrumbado en el aún, fresco césped, contemplando qué, de todo aquello, ya no quedaba nada.
    Y de repente, sin previo aviso, se escuchó un temblor y sintió el trueno. !El clamor del cielo en plena mañana! Esto dio paso a la llegada de la bestia que lo había provocado.
    Esta vez, físicamente arrodillada al pasto, levante la mirada, con la cara volteada hacia atrás mío y pude darme cuenta que ahí estaba; el ser causante de esta hecatombe, la cosa que había provocado tal catástrofe, el ente de pesadillas, merodeador de una inefable destrucción.
    Con su llegada no pude más que agachar mi cara, ahora de la cual colgaban mis lágrimas y con el cantar de las olas en el muelle creado por tal devastación. No me queda más que esperar a que el verdugo dicte la sentencia para la llegada de mi último aliento…

    Responder
  • Oswal M Preciado
    17/01/2019 8:48 pm

    Respiro póstumo.

    Alce una inquietante mirada a todas direcciones y me di cuenta que ya no habían quedado nada de aquel enorme palacio.
    Todo, absolutamente todo se derrumbó, dando lugar a nada más que a agrietadas piezas y escombros de aquello que se ha forjado durante tantos cientos de años, y que ni ejércitos ni mares, pudieron mover o empujar.
    Una espesa brisa, una clara niebla y un sol qué lento se asomaba, saludando su cara hacia mí, indicándome que pronto el cielo estaría despejado.
    No podía más que quedarme atónita, alzada, erguida pero con el alma hecha pedazos, como si mi cuerpo estuviese tumbado, derrumbado en el aún, fresco césped, contemplando qué, de todo aquello, ya no quedaba nada.
    Y de repente, sin previo aviso, se escuchó un temblor y sintió el trueno. !El clamor del cielo en plena mañana! Esto dio paso a la llegada de la bestia que lo había provocado.
    Esta vez, físicamente arrodillada al pasto, levante la mirada, con la cara volteada hacia atrás mío y pude darme cuenta que ahí estaba; el ser causante de esta hecatombe, la cosa que había provocado tal catástrofe, el ente de pesadillas, merodeador de una inefable destrucción.
    Con su llegada no pude más que agachar mi cara, ahora de la cual colgaban mis lágrimas y con el cantar de las olas en el muelle creado por tal devastación. No me queda más que esperar a que el verdugo dicte la sentencia para la llegada de mi último aliento…

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  • Víctor Andrés Parra Avellaneda
    18/01/2019 10:22 pm

    Todas las posibles variaciones sobre un tema al azar

    El sistema de partituras era singular. En vez de seguir una métrica basada en el sistema que se enseña en los conservatorios, el músico interpreta, a su discreción, lo que el holograma está mostrando. Por lo general son líneas que un algoritmo genera automáticamente, pero cuando el intérprete ha encontrado ya una línea melódica, es decir, una coherencia en lo que está viendo y tocando, el algoritmo detecta que el músico ha descifrado la imagen y de inmediato cambia nuevamente.

    -¡Demonios!-piensa la intérprete-me ha descubierto otra vez-

    La clarinetista se las ingenia para emplear la destreza de sus dedos y cerebro

    -Seguramente esa máquina, si tuviera boca y pulmones, se estaría riendo de mí-pensó

    Es imposible tocar la misma pieza y es imposible interpretar una partitura completa, por que la partitura jamás es la misma. Trampas hace y no deja respirar al músico, lo frustra y lo pone en un extremo de desesperación. No se trata ya de improvisar, sino de ganar una carrera. Algoritmo contra la mente del músico. Aquí sigue existiendo cierta duda, si cuando el músico descubre la pieza que oculta la imagen (pieza que es personal para cada intérprete y depende de lo que esté sintiendo) y esto ocasiona que cambie, ¿Quién realmente es el autor de la composición?

    -Ahora estoy haciendo lo que quiere-piensa la chica-tal vez si hago una variación por aquí, hago una progresión de quintas y luego hago un “contrario motu per agumentationem”, podré engañarla y ganar, la pieza será mía y nadie se la atribuirá a ese maldito aparato-

    Sin duda alguna, se trata de una composición simbiótica, donde tanto el algoritmo como el músico están componiendo en conjunto la pieza. No es aquí ya cuestión de inspiración o destreza, sino de un aspecto muy básico e instintivo en el ser humano: la supervivencia.

    El temor a perder el control de la pieza obliga al músico a encontrar un camino que lleve al equilibrio, a la lógica harmónica, mientras que la inteligencia artificial del pentagrama holográfico hace de depredador, tratando de confundir a su presa.

    -¡No puedo más!-exclama la chica
    -Yo tampoco-dice la máquina

    Ambos han encontrado, en esta simbiosis un punto culminante donde ambos se han superado mutuamente. La chica es la tortura del algoritmo y el algoritmo es el tormento de la chica.

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  • Con su clarinete evocaba mares, cielos, nubes… Era una maestra para convertir notas musicales en paisajes. Podía evocar con facilidad bosques y desiertos, montañas y valles, lagos e islas. Lo que más le aplaudieron fue cuando describió con música las figuras naturales del Cantar de los Cantares. Ella tuvo éxito y honores, pero nunca logró plasmar sentimientos con su instrumento. Y eso era lo que ella más quería: poner lo que dictan los corazones en melodías. No se puede todo en esta vida.

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  • fannie martinez Morell
    19/01/2019 6:13 pm

    NO INSISTAN
    Señores: no insistan, me niego a mirarlos. Pero si insisten, no tendré más remedio que hundirme en la pared que sale del otro lado; porque como cerillo quemado ya nada me puede ocurrir. ¿Entienden? ¿No? ¡Necios! Insisten y se niegan a escucharme hundiéndose en la blanca pared del otro lado. Todo lo que cuento es verdad. ¿No lo creen, o no lo saben? Lo juro y perjuro, o ¿re-juro? ¡Ay! las palabras se me confunden entre nubes de fósforo y relámpagos. Repito, nada puede ocurrirme, ni escape ni muerte. ¿Pero dónde, dónde quedó la pequeña puerta por la cual puedo desvanecerme y volver al recinto donde los cuerpos se juntan y explotan? Allí, en el lado oscuro de la pared donde ustedes no se atreven a penetrar y donde todo ocurre; desde allí, yo miro ese cuarto de cemento inmovilizado en selvas, mares y desiertos; mientras ustedes consumen sus indiscreciones, transpiran y me observan atravesar la puerta por la cual nunca he de pasar.

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  • Miraba fijamente la ventana, nada de lo que veía le representaba nada. Hacía días que se había perdido de si misma, se desconectó
    para no sufrir más. No entendía cómo era posible que aún con toda la violencia que él había descargado contra ella, no pudiese erradicarlo de tajo de su mente. Fue entonces que se sentó a mirar a través de la ventana, el mar, las aves, el sonido la tenían en un estado de somnolencia meditativa. Así fue como la encontré, inmóvil, cási a oscuras, lo único que le iluminaba era el foco de la bicicleta que había dejado frente a ella, yo al entrar, no vi nada excepto la larga sombra que proyectaba. Me quedé observándola unos segundos que parecieron eternos, me acerqué y la abracé, apenas reaccionó a mi presencia, «vamos Camila no te quedes aquí sola», se levantó despacio y me dijo «No estoy sola, aquí está mi ventana».

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  • Fijamente miraba la ventana, nada de lo que veía le representaba nada. Hacía días que se había perdido de si misma, se desconectó
    para no sufrir más. No entendía cómo era posible que aún con toda la violencia que él había descargado contra ella, no pudiese erradicarlo de tajo de su mente. Fue entonces que se sentó a mirar a través de la ventana, el mar, las aves, el sonido la tenían en un estado de somnolencia meditativa. Así fue como la encontré, sentada, cási a oscuras, tocaba despacio las primeras notas de conciero para clarinete de Mozart, lo único que le iluminaba era el foco de la bicicleta que había dejado frente a ella, yo al entrar, no vi nada excepto la larga sombra que proyectaba. Me quedé observándola unos segundos que parecieron eternos, me acerqué y la abracé, apenas reaccionó a mi presencia, «vamos Camila no te quedes aquí sola», se levantó despacio y me dijo «No estoy sola, aquí está mi ventana».

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  • someto la segunda historia, no la segunda porfavor!! saludos ??

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  • Emmanuel Bakuman
    21/01/2019 1:47 pm

    Y la chica se quedó ahí sentada durante toda la obra…

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  • —¿Escuchas ese silbido?
    La joven elevo una ceja suspicaz. “Su abuela y su música ambiental otra vez.” —Ehh ¿no? —Contestó, con un dejo de sarcasmo.
    —¿No? —Insistió.
    —No. —Finiquito la muchacha. —Considerando que la marea y el viento no eran precisamente un “silbido”
    La anciana miro con tristeza a su nieta por un segundo. Aún no había vivido lo suficiente y desconocía demasiadas cosas de la vida y de… todo en realidad.
    En cambio, se concentró aún más en el sonido, en la música envolvente que marcaba su camino y hacia los cambios en el ambiente de manera tan sutil que, sino mirabas con extrema atención pasaban inadvertidos.
    Pronto la música subió en su tono oscureciendo el cielo y atrayendo nubes de tormenta.
    —Abuela. —llamo la chica, cuando la lluvia empezaba a caer a su a rededor. —Es tiempo…
    Un destello en el cielo interrumpió sus palabras.
    Pudo haber sido su imaginación, pero con el brillo de aquel relámpago, estuvo segura de haber visto la silueta de…
    No. No podría ser.
    Sonrió con nostalgia, mirando a su abuela.
    Tal vez… solo tal vez… había algo ahí, más allá, lejos de todo, dirigiendo el curso del mundo a través sus notas.

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  • Eduardo Landa
    23/01/2019 12:43 pm

    En el congelador

    Sigo aquí sentado muriéndome de angustia. No puedo creer que al fin lo hice, días de planearlo y todo salió como esperaba. Nadie me vio, ella calló en la trampa y fue a mi departamento. Ahora, solamente hay que esperar a que el refrigerador haga su trabajo y todas esas piezas de su cuerpo queden congeladas para así poder llevarlas a vender.
    Y justo ahora, sentado en esta sala de concierto, recuerdo cómo empezó todo. Es como revivirlo, le di flores, la conquisté y al fin aceptó ir a mi departamento. Entro en una pieza y saldrá en muchas.

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  • La imaginacion divide los hechos de los sueños, un niño podria golpear un bote con un palo de escoba y soñar que es el mejor baterista del mundo. Una niña se pone un vestido de su madre y sueña que es dramaturga y acaba de ser nominada como mejor actriz.
    La mujer toca con una afamada filarmonica frente a un gran publico que la escucha y aclama su interpretación y ella recuerda aquel instante hace tiempo cuando soño con ese momento, cuando tocaba con una vieja flauta frente al espejo.
    Soñar no basta pero es primer y mas importante paso.

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  • NO ESTÁ EN VENTA

    Un niño y su madre deambulaban por una juguetería vieja, de esas que se quedaron obsoletas hace ya muchos años. El niño recorría los anaqueles con profundo asombro, pues la mayoría de los juguetes no tenían luces, no hacían ruido y mucho menos una pantalla que reprodujera imágenes. La madre, con obvia melancolía, no dejaba de inspeccionar una muñeca que estaba muy bien conservada, a diferencia de los demás artículos. De pronto, el niño llamó a su madre escandalosamente, por lo que la ella perdió la concentración con su conexión al pasado y fue a ver qué sucedía con su hijo.

    – ¡Mamá, mamá, quiero esta cajita! ¡Mira que bonito sonido tiene! – dijo el niño con gran entusiasmo.

    -No vamos a comprar nada, te lo dije antes de entrar-

    De pronto, el anciano que atendía la juguetería, salió de la bodega trasera con una prisa inusual.

    – La caja no está en venta. Puede llevarse la tienda entera y hasta el edificio mismo si quiere, pero esa caja es mi único bien preciado. El día que deje de escuchar esa música, moriré- en sus ojos se dejaba ver una sincera preocupación

    La madre, asustada por la actitud del viejo, tomó a su hijo del brazo y, a pesar de los manoteos y gimoteos del niño, se fueron sin mirar atrás.

    Cuando el viejo se quedó a solas, cerró la puerta de la juguetería y dio vuelta al letrero que decía abierto y colocó hacía la calle el anuncio de cerrado. Fue a la vitrina donde se encontraba la caja musical y le quito la tapa. Con una lupa y con lagrimas en sus ojos, observaba a su pequeña hija que, víctima de una enfermedad extrañísima, se había ido empequeñeciendo hasta medir no más de cinco centímetros. Ahora, vivía dentro de esa caja, que su padre le había construido y con ella, un clarinete, su instrumento favorito. Ajusto la lámpara que daba luz a la caja y que a su vez alumbraba a su hija y después de darle las buenas noches, cerró la tapa y se fue.

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  • Dulce melodía

    El auditorio se encontraba repleto de una multitud silenciosa, la cuál esperaba ansiosa el recital de flautas. Mi turno inminente me provocaba un ligero cosquilleo en el abdomen y mis manos sudorosas se aferraban al preciado metal, tras largos minutos mi nombre fue anunciado, entre aplausos y murmullos recorrí la gran tarima para situarme frente al majestuoso atril.
    Las luces se apagaron y en el instante en que comencé la melodía una serie de figuras neón se apoderaron de la pared.
    Me imaginé sumergida en esas nubes, en esas olas, apreciando la suavidad de la arena entre mis pies y la brisa golpeado mi cara.
    Perdí la noción del tiempo, cerré los ojos sintiendo las notas musicales danzando conmigo, me dejé llevar y en ese escenario les regalé lo mejor de mí.

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  • Dentro de su hermoso vestido negro, sus pulmones empujaban un aire que eventualmente salía por en medio de sus dos labios. Este mismo soplo era dirigido al instrumento que sostenía en sus manos, lo atravesaba, y enseguida emergía al otro lado del aparato en forma de Re sostenido. Había practicado y desarrollado cierta disciplina para este momento. Sin fallar ninguna nota, recibe la atención del público, luego sus elogios, luego sale por el lado izquierdo del escenario.

    Más tarde esa noche, sus pulmones empujaban un aire que era obstruido por un pañuelo insertado en medio de sus dos labios. En el maletero de un coche, no recibe atención de ningún público, ni sus elogios, y no hay lugar por donde salir. No puede dejar de pensar en las palabras de su padre «No me sorprendería si te sucede algo cuando uses ese vestido negro». No puede dejar de pensar que quizás si fue su culpa al pensar ilusamente que una mujer podía vestir lo que fuera sin miedo a las consecuencias.

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  • Javier E.Cruz.
    25/01/2019 12:09 am

    Nadie habla, ríe o llora, lo único que escucho es mi respiración. De hecho, no sé si hay alguien más a mi alrededor. Como sea, no quiero saberlo, porque por primera vez en años siento paz. La paz de la luz que me rodea. La paz de aquel dibujo en la pared, idéntico al de mi cuarto de la infancia. Todo el mal pasó. Ahora, aquí, siento que la noche me lleva. Por fin podré dormir sin tener pesadillas.

    Responder
  • Juan Carlos García
    25/01/2019 9:32 pm

    No está en venta.

    Un niño y su madre deambulaban por una juguetería vieja, de esas que se quedaron obsoletas hace ya muchos años. El niño recorría los anaqueles con profundo asombro, pues la mayoría de los juguetes no tenían luces, no hacían ruido y mucho menos una pantalla que reprodujera imágenes. La madre, con obvia melancolía, no dejaba de inspeccionar una muñeca, que estaba muy bien conservada, a diferencia de los demás artículos. De pronto, el niño llamó a su madre escandalosamente, por lo que la ella perdió la concentración con su conexión al pasado y fue a ver qué sucedía con su hijo.

    – ¡Mamá, mamá, quiero esta cajita! ¡Mira que bonito sonido tiene! – dijo el niño con gran entusiasmo.

    -No vamos a comprar nada, te lo dije antes de entrar-

    De pronto, el anciano que atendía la juguetería salió de la bodega trasera con una prisa inusual.

    – La caja no está en venta. Puede llevarse la tienda entera y hasta el edificio mismo si quiere, pero esa caja es mi único bien preciado. El día que deje de escuchar esa música, moriré-

    La madre, asustada por la actitud del viejo, tomó a su hijo del brazo y, a pesar de los manoteos y gimoteos del niño, se fueron sin mirar atrás.

    Cuando el viejo se quedó a solas, cerró la puerta de la juguetería y dio vuelta al letrero que decía abierto y colocó hacía la calle el anuncio de cerrado. Fue a la vitrina donde se encontraba la caja musical y le quito la tapa. Con una lupa y con lagrimas en sus ojos, observaba a su pequeña hija que, víctima de una enfermedad extrañísima, se había ido empequeñeciendo hasta medir no más de cinco centímetros. Ahora, vivía dentro de esa caja, que su padre le había construido y con ella, un clarinete, su instrumento favorito. Ajusto la lámpara que daba luz a la caja y que a su vez alumbraba a su hija y después de darle las buenas noches, cerró la tapa y se fue.

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  • Plácido Romero
    26/01/2019 2:51 am

    El primer participante tocó la sonata para flauta en mi menor de Händel. Los jueces, que valoraron la serena fluidez de la interpretación, le dieron 9,33 puntos. El segundo concursante atacó con brío la sonata para flauta de Poulenc. Obtuvo 9,83 puntos. El tercer intérprete debía tocar la sonata en si menor de Bach. Se sentó en la silla y acercó la embocadura a los labios. Sin embargo, no consiguió sacar ni una sola nota. Pasados dos minutos, le dijeron que abandonara el escenario. Los jueces, tras una rápida deliberación, le dieron la máxima nota –un 10– y elogiaron a su creador, que había conseguido lo que ningún fabricante de androides: simular magníficamente el pánico escénico.

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    • Víctor Andrés Parra Avellaneda
      26/01/2019 5:49 pm

      Excelente relato, de todos los que he leído, este me parece el mejor (mejor incluso que el mío). Me ha dejado impactado y fascinado por como has logrado desarrollar la historia, partiendo de una situación simple, y aparentemente inofensiva, hasta ofrecernos una conclusión sorprendente. Lo he releído varias veces, y me sigue encantando esa atmósfera inquietante que rodea las finales conclusiones; ese desconcierto generado, ese «tengo que leerlo otra vez por que no me lo creo».
      ¡Felicidades!

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    • ¡Excelente!

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    • Enhorabuena, Plácido. Qué relato más estupendo

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  • Juan Carlos García
    26/01/2019 8:08 am

    No está en venta.

    Un niño y su madre deambulaban por una juguetería vieja, de esas que se quedaron obsoletas hace ya muchos años. El niño recorría los anaqueles con profundo asombro, pues la mayoría de los juguetes no tenían luces, no hacían ruido y mucho menos una pantalla que reprodujera imágenes. La madre, con obvia melancolía, no dejaba de inspeccionar una muñeca, que estaba muy bien conservada, a diferencia de los demás artículos. De pronto, el niño llamó a su madre escandalosamente, por lo que la ella perdió la concentración con su conexión al pasado y fue a ver qué sucedía con su hijo.

    – ¡Mamá, mamá, quiero esta cajita! ¡Mira que bonito sonido tiene! – dijo el niño con gran entusiasmo.

    -No vamos a comprar nada, te lo dije antes de entrar-

    De pronto, el anciano que atendía la juguetería salió de la bodega trasera con una prisa inusual.

    – La caja no está en venta. Puede llevarse la tienda entera y hasta el edificio mismo si quiere, pero esa caja es mi único bien preciado. El día que deje de escuchar esa música, moriré-

    La madre, asustada por la actitud del viejo, tomó a su hijo del brazo y, a pesar de los manoteos y gimoteos del niño, se fueron sin mirar atrás.

    Cuando el viejo se quedó a solas, cerró la puerta de la juguetería y dio vuelta al letrero que decía abierto y colocó hacía la calle el anuncio de cerrado. Fue a la vitrina donde se encontraba la caja musical y le quito la tapa. Con una lupa y con lagrimas en sus ojos, observaba a su pequeña hija que, víctima de una enfermedad extrañísima, se había ido empequeñeciendo hasta medir no más de cinco centímetros. Ahora vivía dentro de esa caja que su padre le había construido y, con ella, un clarinete, su instrumento favorito. Ajusto la lámpara que daba luz a la caja y que a su vez alumbraba a su hija y después de darle las buenas noches, cerró la tapa y se fue.

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  • —¿Escuchas ese silbido?
    La joven elevo una ceja suspicaz. “Su abuela y su música ambiental otra vez.” —Ehh ¿no? —Contestó, con un dejo de sarcasmo.
    —¿No? —Insistió.
    —No. —Finiquito la muchacha. —Considerando que la marea y el viento no eran precisamente un “silbido”
    La anciana miro con tristeza a su nieta por un segundo. Aún no había vivido lo suficiente y desconocía demasiadas cosas de la vida y de… todo en realidad.
    En cambio, se concentró aún más en el sonido, en la música envolvente que marcaba su camino y hacia los cambios en el ambiente de manera tan sutil que, sino mirabas con extrema atención pasaban inadvertidos.
    Pronto la música subió en su tono oscureciendo el cielo y atrayendo nubes de tormenta.
    —Abuela. —llamo la chica, cuando la lluvia empezaba a caer a su a rededor. —Es tiempo…
    Un destello en el cielo interrumpió sus palabras.
    Pudo haber sido su imaginación, pero con el brillo de aquel relámpago, estuvo segura de haber visto la silueta de…
    No. No podría ser.
    Sonrió con nostalgia, mirando a su abuela.
    Tal vez… solo tal vez… había algo ahí, más allá, lejos de todo, dirigiendo el curso del mundo a través sus notas.

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  • La imaginacion divide los hechos de los sueños, un niño podria golpear un bote con un palo de escoba y soñar que es el mejor baterista del mundo. Una niña se pone un vestido y maquillaje de su madre y sueña que es la mehor actriz del mundo.
    La mujer toca el clarinete con la filarmonica frente a un gran publico que la escucha y aclama su interpretación y ella recuerda aquel instante hace tiempo cuando soño con ese momento, cuando tocaba con una vieja flauta frente al espejo.
    Soñar no basta pero es primer y mas importante paso.

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  • Concierto

    Mis ojos se impregnaron en aquella figura que permanecía estática en el escenario, inmediatamente la reconocí al mirar como sus dedos se movían de una manera prodigiosa, parecían danzar sobre las frías teclas de ese gastado clarinete.
    Hipnotizado a la melodía dejé que los recuerdos me llevaran a años pasados, a su lado. Un matrimonio que nunca debió ocurrir. Una niña para arreglar una malgastada relación. Un clarinete como regalo de cumpleaños. Clases interminables, obsesión compulsiva. Mozart de fondo, tratando de mitigar la situación. Enojo, rabia, desesperación. Divorcio. Abandono. Finales esperados.
    Regreso mis pensamientos a la chica que interpreta místicamente “Mozart, Quinteto para clarinete en La mayor”, miro sus manos, las mismas que según su madre me heredó, sonrío en el fondo, -las clases al final sirvieron de algo-, digo para mis adentros, mientras salgo apresurado de aquella sala vacía.

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  • Juan Carlos García
    30/01/2019 6:05 pm

    No está en venta.

    Un niño y su madre deambulaban por una juguetería vieja, de esas que se quedaron obsoletas hace ya muchos años. El niño recorría los anaqueles con profundo asombro, pues la mayoría de los juguetes no tenían luces, no hacían ruido y mucho menos una pantalla que reprodujera imágenes. La madre, con obvia melancolía, no dejaba de inspeccionar una muñeca, que estaba muy bien conservada, a diferencia de los demás artículos. De pronto, el niño llamó a su madre escandalosamente, por lo que la ella perdió la concentración con su conexión al pasado y fue a ver qué sucedía con su hijo.

    – ¡Mamá, mamá, quiero esta cajita! ¡Mira que bonito sonido tiene! – dijo el niño con gran entusiasmo.

    -No vamos a comprar nada, te lo dije antes de entrar-

    De pronto, el anciano que atendía la juguetería salió de la bodega trasera con una prisa inusual.

    – La caja no está en venta. Puede llevarse la tienda entera y hasta el edificio mismo si quiere, pero esa caja es mi único bien preciado. El día que deje de escuchar esa música, moriré-

    La madre, asustada por la actitud del viejo, tomó a su hijo del brazo y, a pesar de los manoteos y gimoteos del niño, se fueron sin mirar atrás.

    Cuando el viejo se quedó a solas, cerró la puerta de la juguetería y dio vuelta al letrero que decía abierto y colocó hacía la calle el anuncio de cerrado. Fue a la vitrina donde se encontraba la caja musical y le quito la tapa. Con una lupa y con lagrimas en sus ojos, observaba a su pequeña hija que, víctima de una enfermedad extrañísima, se había ido empequeñeciendo hasta medir no más de cinco centímetros. Ahora, vivía dentro de esa caja, que su padre le había construido y con ella, un clarinete, su instrumento favorito. Ajusto la lámpara que daba luz a la caja y que a su vez alumbraba a su hija y después de darle las buenas noches, cerró la tapa y se fue.

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  • Edgar Flores
    30/01/2019 8:09 pm

    Su voz como un asalto.

    No fue la rutinaria estantería en la que se había convertida la vida con ella. Ni el polvo de la nostalgia acumulado de los reclamos. Era el cansancio, las discusiones inconclusas, el cúmulo de sueños marchitos con olor fétido que me hizo estar atento a otras miradas y sensaciones. Helena, como la de Troya, era la encargada de las copias en el departamento de Logística y Conexión del Call Center de Reforma, un día coincidimos, sonrisas prontas. Entre broma y en serio, quedamos en un hotel lujoso a dos cuadras más adelante de Reforma, coartada perfecta, diría que tenía ganas de caminar hacia metro Hidalgo e inventar una manifestación de la Antorcha Campesina. Nervios, jamás le había sido infiel a ella, guardé el anillo en la bolsa del saco. Sentado en el bar del hotel pedí un whiskey barato. Mi corazón palpitaba en las orejas, en un paisaje de segundo plano una chica tocaba el clarinete mientras olas de proyector te llevaban al mar. Comencé a sudar frío, tocaba la canción de nuestra boda, cuando tomando el impulso para dejar plantada a Helena, su voz me sorprendió como un asalto…

    Responder
  • Edgar Flores
    30/01/2019 8:15 pm

    No fue la rutinaria estantería en la que se había convertida la vida con ella. Ni el polvo de la nostalgia acumulado de los reclamos. Era el cansancio, las discusiones inconclusas, el cúmulo de sueños marchitos con olor fétido que me hizo estar atento a otras miradas y sensaciones. Helena, como la de Troya, era la encargada de las copias en el departamento de Logística y Conexión del Call Center de Reforma, un día coincidimos, sonrisas prontas. Entre broma y en serio, quedamos en un hotel lujoso a dos cuadras más adelante de Reforma, coartada perfecta, diría que tenía ganas de caminar hacia metro Hidalgo e inventar una manifestación de la Antorcha Campesina. Nervios, jamás le había sido infiel a ella, guardé el anillo en la bolsa del saco. Sentado en el bar del hotel pedí un whiskey barato. Mi corazón palpitaba en las orejas, en un paisaje de segundo plano una chica tocaba el clarinete mientras olas de proyector te llevaban al mar. Comencé a sudar frío, tocaba la canción de nuestra boda, cuando tomando el impulso para dejar plantada a Helena, su voz me sorprendió como un asalto…

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  • Héctor Zaragoza
    31/01/2019 4:59 am

    SIN FINAL

    Los videntes con sus prometedoras palabras me aseguraron que cuando terminara de interpretar esta sonata para clarinete de Brahms entonces tú quedarías en el olvido; que mis luminosos y oscuros recuerdos de ti y el tormento de tu ausencia se extinguirían junto con las últimas notas y no regresarias más.
    Pues bien. La música terminó y tus imágenes siguen conmigo.
    Empezaré de nuevo.
    Tocaré la misma sonata. Volveré a interpretarla una y otra vez eternamente buscando el olvido.

    Responder
  • Esther Sarasua
    03/02/2019 1:04 pm

    Tan avanzada estaba la medicina en aquel planeta, que sabían sanar con música. Sus habitantes conocían perfectamente qué melodía, instrumento o afinación podía curar tal o cual enfermedad. Por ejemplo, el sonido del clarinete funcionaba muy bien para la gripe. La guitarra, en cambio, era buena curando infecciones. El violín sellaba fracturas más rápidamente de lo normal. Y la voz estridente de una soprano sanaba corazones. ¡Hasta ellos mismos se sorprendían cada vez que encontraban un nuevo remedio musical! La profesión de médico se confundía con la de músico y ya no se sabía con exactitud quién era quién. Ya no existía la enfermedad y la felicidad se esparcía como una hermosa canción a lo largo y ancho del planeta.

    Y aún así, aquel doctor lloraba y lloraba, como un niño, sentado en su despacho: su bebé había nacido sordo.

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  • Esther Sarasua
    03/02/2019 3:30 pm

    Tan avanzada estaba la medicina en aquel planeta, que sabían sanar con música. Sus habitantes conocían perfectamente qué melodía, instrumento o afinación podía curar tal o cual enfermedad. Por ejemplo, el sonido del clarinete funcionaba muy bien para la gripe. La guitarra, en cambio, era buena curando infecciones. El violín sellaba fracturas más rápidamente de lo normal. Y la voz estridente de una soprano sanaba corazones. ¡Hasta ellos mismos se sorprendían cada vez que encontraban un nuevo remedio musical! La profesión de médico se confundía con la de músico y ya no se sabía con exactitud quién era quién. Ya no existía la enfermedad y la felicidad se esparcía como una hermosa canción a lo largo y ancho del planeta.

    Y aún así, aquel doctor lloraba y lloraba, como un niño, sentado en su despacho. Su bebé había nacido sordo.

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