Las Historias convoca a su concurso #137 de minificción o microrrelato. Las personas interesadas en participar pueden comenzar observando esta imagen:
Instrucciones:
1) Suponer que la imagen representa un instante de una historia.
2) Imaginar cuál es esa historia: qué está pasando allí, por qué, quiénes están presentes (o no), qué están haciendo. No se trata de explicar la imagen, ni de escribirle un pie de foto, sino de tomarla como punto de partida para imaginar una historia propia.
3) Escribir la historia, en forma de cuento brevísimo (minificción, microrrelato; el nombre es lo de menos), en los comentarios de esta misma nota. Aunque no hay una regla estricta sobre la extensión de la minificción, se recomienda que los textos no rebasen las 200 palabras.
Quienes ganen el concurso recibirán un trofeo virtual y serán seleccionados considerando la opinión de quienes decidan opinar.
La fecha límite para participar es el 28 de agosto de 2018. La invitación queda abierta.
28 comentarios. Dejar nuevo
De pie, a las ocho y media del día en que se declaró la guerra, escudriñaba el cielo, esperando el bombardeo con el corazón helado de miedo. A su alrededor se había congregado una multitud de muchachos de la escuela, porque se habían suspendido las clases. // El primero en divisarlos fue un niño que oteaba el horizonte.
—¡Ya vienen! —chilló—. ¡Ya vienen!
Al principio, solo se vieron unos puntos que podrían haber pertenecido a una bandada de pájaros, pero luego un rumor de motores confirmaba que el niño tenía razón. El primer avión descendió en ángulo, estaba muy cerca y su tremenda velocidad impresionó a los niños. Por un momento daba la impresión de que, en lugar de volar, estaba cayendo, y después, pareció colgar en el aire cerca de la superficie, como suspendido de un hilo, durante un momento de incertidumbre. Por fin, el gran estruendo y la vibración esparcida al estallar las bombas.
— Bix a beel.
—¿Que cómo estoy? Ma’alob, kux teech.
Estaba bien y ya habían pasado por eso muchas veces, aunque él estaba infiltrado y no era un maya yucateco como su amigo.
IMÁGENES EFÍMERAS DE VERANO
Virginia y Guillem tomaban el sol tranquilamente en la piscina de su residencia de verano. Tenían las hamacas colocadas entre el sol y la sombra y, al alcance de la mano, el vaso de granizado de limón. No se podían quejar. Estaban disfrutando de unas vacaciones tranquilas. Empezaron a percibir un sonido que, cada vez, se hacía más intenso. Ante ellos, un avión militar aterrizaba en el jardín. Venía solo, sin tripulación. ¡Cómo son los avances de la ciencia!
Se levantaron perezosos, se quitaron las gafas de sol, se miraron fijamente a los ojos y una sonrisa pícara les trajo el recuerdo de antiguas aventuras juntos.
En unos minutos, los agentes V y G estaban vestidos y listos para otra misión secreta. No quisieron despegar sin hacerse una foto que inmortalizara el momento. Aunque, evidentemente, en tres segundos se autodestruyó. Tres, dos, uno.
El puente
En el puente vive un león. Fiero e irascible, nunca ha dejado cruzar a nadie.
Bajo el puente vive una ardilla. Escuálida y temerosa, su más grande deseo es cruzar el río para alimentar a su familia, lejos del estruendo que día a día sacude los bosques.
El cielo está gris. Ha pasado semanas así, ahogado en humo, cenizas y polvo. Un cuervo lo sobrevuela todos los días, fascinado por los estallidos y el fuego de los humanos en guerra.
Un día el cuervo vio a la ardilla intentando cruzar el puente. Se acercó curioso y le dió un regalo. “Toma esta roca”, le dijo, “con ella te desharás del león, solo quítale el metal y arrójasela, así lo hacen ellos.” La ardilla tomó el regalo agradecida y fue de prisa hacia el león. Encontró a la bestia devorando a uno de sus hijos. Sometió el miedo que la invadía con ira, luego quitó el metal de la roca y la lanzó. Apenas supo que había acertado el tiro cuando el puente explotó.
Ahora el cuervo vuela extasiado. Ese instate brevísimo es su favorito, cuando la luz cegadora retumba por la tierra y los aires y lo destruye todo. Vuela alto a la espera de un nuevo espectáculo mientras el río se lleva en su cauce los deshechos del mundo.
Duro relato, Edgar, disfrazado de fábula infantil protagonizada por animales. Me temo que el río no va a poder soportar todos los deshechos del mundo. Me ha gustado aunque me ha dejado el alma inquieta. Un abrazo.
¿Qué sigue?
Praxedis, satisfecho frente a la imagen, repasó las dificultades y el largo periodo que le llevaron
-persistencia mediante-, a vencer adversidades de todo tipo; desde las propias del falseamiento de sus hipótesis, hasta las resistencias de los grupos científicos de poder.
Todo un logro revolucionario. Utilizar la biotecnología para transformar seres vivos en máquinas sofisticadas.
Sin embargo, el gozo intelectual, la emoción placentera, no lograba desaparecer la otra sensación, una especie de temor indefinido.
Con todo y todo, ver aterrizar al koala-air en la cúpula de la milenaria pirámide, le provocaba gratitud y felicidad. Todo al mismo tiempo.
DARWIN
Miro la foto, y no me reconozco. Fuimos dos pilotos escogidos para la gloria, así nos lo dijeron y así lo creímos.
La superpoblación se había convertido en una plaga. Como termitas voraces de vida, destruimos los ecosistemas y esquilmamos los recursos del planeta, la hambruna se extendía como gangrena.
Como siempre, los poderes fácticos, económicos y políticos decidieron por todos, y, en secreto, dispusieron lanzar una bomba. La llamaron “Resurrección”, silenciosa pero mortífera. Un virus que acabaría con la mitad de la población según los vectores y simulaciones de laboratorio.
El antídoto se suministró a unos privilegiados, nosotros entre ellos; para el resto, la lotería de la selección natural. Mi mujer y mi hijo sucumbieron. La culpa fue mi castigo, la soledad, mi cárcel.
La foto inmortalizó nuestra hazaña, nuestro destino. Un hombre y una mujer como instrumentos de supervivencia para la humanidad. Elegidos para la inmortalidad, pero nuestros rostros se pixelaron para la historia.
La miro, y no me reconozco.
Estrella fugaz
De pie sobre los restos de una civilización antigua, la pequeña Catalina miraba asombrada un punto brillante en el cielo creyendo que era una estrella fugaz. Emocionada, cerró los ojos y pronunció mentalmente un deseo. A su alrededor, ajenos a lo que la niña veía, sus compañeros de clase observaban la pirámide que se erguía majestuosa frente a ellos, escuchando atentos la historia que relataba su maestra.
Poco a poco, la estrella extraviada que brillaba a media tarde fue creciendo hasta adquirir la forma de un avión de combate. Para cuando se dieron cuenta, ya era demasiado tarde. Envuelto en llamas, se precipitaba inevitablemente en dirección de la gran pirámide.
La tierra se estremeció con el impacto. El humo se elevó al cielo, manchándolo, como tinta negra derramada sobre una hoja en blanco. Entre las llamas y la humareda, solo quedaron los restos de lo que alguna vez fue un imponente templo maya y sobre ellos una ave plateada destrozada.
Catalina pudo distinguir dentro del avión dos cuerpos inmóviles y en un intento de apartar esa imagen de su cabeza, elevó su vista al cielo descubriendo con horror que estaba lleno de estrellas fugaces.
Solo espero que las lágrimas de San Lorenzo que nos gusta contemplar en las cálidas noches de agosto, no se conviertan en la pesadilla que describes. Pobre niña…Aunque no creo que dure mucho si empieza la batalla…Un abrazo.
Avionazo
Iba a haber un desfile en la ciudad en los días próximos.Los aviones, a los que habíamos visto ensayar sus maniobras con gran espectacularidad, volaban muy cerca de las ruinas prehispánicas que durante años nos habían servido como fuente de ingresos y después se alejaban hacía el sur.
El sábado anterior al desfile mi primo entró a la habitación muy agitado y, casi gritando, me dijo:
– Ya se cayeron dos aviones en la pirámide. La desgraciaron toda.
En los periódicos la noticia se regó por todo el país y en ellos hablaban de las lamentables muertes de pilotos mexicanos y del daño al patrimonio histórico de nuestra región. En las noticias decían los nombres de aquél hombre y aquella mujer que nos habían desgraciado la pirámide.
Yo lo escuché pero ya no me acuerdo. Sólo recuerdo sus caras recortadas en el periódico, quién sabe por qué y, sobre todo, que algunos anduvieron diciendo desde entonces que los rostros de algunos dioses habían cambiado en la pirámide y que ahora se parecían a aquellos pilotos que nos habían desgraciado.
Pilotos calientes del espacio
Tenía una infección que hacía que le ardiera hacer pipí, pero necesitaba cumplir su promesa: una última película, con Roberto Pajuelos, ni más ni menos. Y después el retiro, poner su repostería, hacer pasteles durante las mañanas, venderlos a medio día y ver Netflix en las tardes con su hija. Daniela la esperaba afuera del set, como siempre.
“Pónganse los uniformes” dijo con tedio Martín Rico, el director. “Isela, tu ponte ahí. Agarra el casco como si te acabaras de bajar de la nave. Así. Saca más las chiches. Bien. Después le agregamos el fondo, una nave espacial con unas ruinas, o a ver qué sale. Algo que tenga que ver con el filme”.
“¿Cómo se va a llamar la película?” le preguntó Isela a Roberto.
El cliente
—————
Al principio pensé que se había equivocado de puerta. Arriba hay una peluquería de señoras con mucha clientela, y es frecuente que chicos que vienen acompañando a sus madres salgan aburridos a dar una vuelta por el edificio y se equivoquen de planta al volver.
– Muchacho, si buscas a tu madre la peluquería es una planta más arriba.
– ¿No es esta la agencia de detectives?
– Sí.
– Entonces no me he equivocado. Quiero contratarlo para que encuentre a mis padres.
Y me enseñó una foto-composición con dos personajes, masculino y femenino, ambos en traje de aviador. También había un avión, y lo más desconcertante era que no tenían caras. Eso, y una pirámide parecida, o que era, la de Chichén Itzá.
– Mira chico, no se que idea te habrás hecho, pero yo no puedo encontrar a tus padres con esto.
Se había hecho tarde, estábamos los dos solos en el despacho, y cada vez estaba más oscuro. El blanco de sus ojos brillaba, como sisestuviesemos en uno de esos locales donde ponen luz ultravioleta. No sé cuánto estuvimos así, pero durante ese rato me sentí arrebatado, sin poderme mover, como si me sondeara el alma. Al cabo pareció conformarse, recogió la fotografía y se dirigió hacia la puerta.
– ¿Me dijo que la peluquería estaba arriba? Debo volver ya, mi mamá me debe estar buscando.
Salió y no lo volví a ver más. Al día siguiente cerraron la peluquería.
Partieron en las naves a las que llamábamos pirámides y supimos que Bradbury no era escritor sino profeta.
-¡Wow! Lecciones desde el cielo.
¿No es una fotografía muy extravagante, una mujer piloto de senos exuberantes y un musculoso piloto, ambos sin caras? Preguntó una reportera en periodismo de investigación.
No, no crea usted; el discurso de la violencia opera con símbolos concretos y ésos se construyen desde la ejemplaridad. ¿Entiende? Necesitamos reclutar más y más futuros “Héroes”. En cuyo preciso caso debemos someter a los nuevos aspirantes a pilotos a formarse mediante nuevas tácticas.
-¿Imposición del silencio? ¿Simulación? ¿Ceguera? ¿Sexo?
¡Sí! Todo eso, como siempre, pero hay más. Estamos recurriendo a una novedosa estrategia sanitaria. Simplemente,” si no lo ves, no pasa nada”. No hay culpa, no hay conciencia. De esa manera nuestros “muchachos” están obligados, sin ver ni oír a precipitar a los de allá abajo al exterminio, De esa manera misericordiosa, alejamos a nuestros jóvenes pilotos de guerra lo más posible del espanto que les aguardaría al mirar el fondo del abismo del terror.
¿No hay posibilidad de algún problema moral? -¿Y si no acatan las órdenes?
-No, las máquinas no sienten; y ya sabe, paradoja, tras paradoja ha caminado siempre el pueblo.
-¡Wow ¡
-¡Wow! Lecciones desde el cielo.
¿No es una fotografía muy extravagante, una mujer piloto de senos exuberantes y un musculoso piloto, ambos sin caras? Preguntó una reportera en periodismo de investigación.
No, no crea usted; el discurso de la violencia opera con símbolos concretos y ésos se construyen desde la ejemplaridad. ¿Entiende? Necesitamos reclutar más y más futuros “Héroes”. En cuyo preciso caso debemos someter a los nuevos aspirantes a pilotos a formarse mediante nuevas tácticas.
-¿Imposición del silencio? ¿Simulación? ¿Ceguera? ¿Sexo?
¡Sí! Todo eso, como siempre, pero hay más. Estamos recurriendo a una novedosa estrategia sanitaria. Simplemente,” si no lo ves, no pasa nada”. No hay culpa, no hay conciencia. De esa manera nuestros “muchachos” están obligados, sin ver ni oír a precipitar a los de allá abajo al exterminio, De esa manera misericordiosa, alejamos a nuestros jóvenes pilotos de guerra lo más posible del espanto que les aguardaría al mirar el fondo del abismo del terror.
¿No hay posibilidad de algún problema moral? -¿Y si no acatan las órdenes?
-No, las máquinas no sienten; y ya sabe, paradoja, tras paradoja ha caminado siempre el pueblo.
-¡Wow ¡
La fila es larga. Número 34 dice ahora la niña detrás del vidrio. Ya casi, piensa. Le pican los brazos, los ojos, muestra del sueño acumulado. Ya casi, le dice su corazón que se acelera. Revisa una vez más los papeles con sigilo, los guarda de nuevo en el sobre de manila. Ya casi, murmura y habrá valido la pena tanto esfuerzo. 42 oye al fin. Entrega el sobre, no lo abra ahora, es peligroso. La niña como sin oírle lo abre, y encuentra múltiples fotos con recortes incrustados y pegante por todos lados. Muchas gracias volveré en un mes, dice con sus ojos de sapo y casi una sonrisa antes que la niña pueda hacer alguna pregunta. A la salida se encuentra con su amigo que lo espera siempre, siempre que salva el mundo cada primer miércoles del mes.
He enviado por dos veces mi cuento:lecciones desde el cielo. Pero no aparece. ¿Hay algún problema?
Gracias.
Hola. El software anti-spam del sitio lo había retenido, pero ya está visible.
Gracias Alberto.¿Puedo saber porque, algún error de parte mía?
No, lo más probable es que el software no haya reconocido tu dirección IP.
Código
El cigarro, después de la última bocanada, se apaga. Las luces están tenues alrededor y el viento corre frío sobre sus cuerpos. Enciende otro cigarro, le dice una voz femenina. Él obedece. El radio comienza a hacer el típico ruido de desconexión. Código…Código…Se escucha, pero no logran entender el número. Se mueven con cautela de lugar para tener una mejor recepción de mensajes. Código 50, persona peligrosa, repito, código 50, persona peligrosa, ¿me escucha? Código 53, enterado. Repito, código 53, enterado. Coloca su rifle coreano sobre la superficie del búnker. Apunta directo a la cabeza de un perro. El sudor que resbala por su cara es frío. Abre bien el ojo por el que mira a su objetivo. Dispara. La mujer toma el radio y dicta, código 35, orden cumplida. Le responden de manera fría, bien hecho, Código 77, mantenerse alerta. Vuelven a lo que estaban, encienden un cigarro más. Lo único que queda es esperar. Dan un sobresalto cuando de forma alterada escuchan un código 71, bloquear la entrada. Y enseguida un código 69, artefacto explosivo. Vuelve a colocar el rifle coreano. Tiene confianza en su arma, su única amiga. Ésta tiene la capacidad de lanzar de 20 a 30 rondas de municiones. Apunta. Le pide que se detenga. Vuelve a gritar, ¡deténgase!. Los latidos de su corazón se aceleran. No quiere disparar. No puede. Siente que las piernas se le debilitan. Por el ojillo del rifle ve la cara del niño al que tiene que matar. Se lo han ordenado. Dispara, vamos, le grita su compañera. El niño sigue avanzando. Se detona el arma. Al acercarse a la escena el soldado ve a un amasijo de carne revuelto con sangre. El soldado vomita. Comienza a sonar el radio. No entiende el código que le dictan. De manera entre cortada sale de sus labios un código 33, repita el mensaje. El radio se resbala de sus manos. Cae hincado y llora. La mujer desde el búnker lo ve sin sentimiento alguno. En la cabeza del soldado se repite, una y otra vez, el último código dictado. Código 8, falsa alarma, repito, código 8, falsa alarma…
Tangible.
Me recosté en el suelo, escuchaba el crujir de la madera bajo mi columna, necesitaba sentir ese dolor incomodo en la espalda. Necesitaba relajarme, esa tortura moderna llamada cama solo estimula mi ansiedad. Necesito quitarme la prisa del cuerpo. Al subir en el ascensor presioné el botón varias veces, ? ¿De veras crees que llegaras antes? Me dije.
Había sacado una foto del cajón de la mesa, estaba doblada y media rota, era vieja, tal vez unos 10 o 15 años, de producción analógica, se apreciaba perfectamente las alteraciones de luz producto de las sales de plata sobre el papel fotográfico. Se podían ver dos siluetas sosteniendo algo, no se distinguía mucho. ? ¿Porque nos hacemos fotos? ? Me pregunte. Inmortalizar un momento para toda la vida, nada es absoluto, todo se mueve, todo cambia, todo termina y se va lejos ? pensé ? eternizar un momento de felicidad, sonreír un momento y guardarlo en algo tangible.
Cuanto más feliz es el momento, más doloroso será la nostalgia en la distancia. Heme aquí sosteniendo la felicidad tangible en mi mano.
El decúbito supino parece que comienza a hacer efecto. Mis ojos comienzan a cerrarse. La habitación se obscurece, por fin.
Hola, parece que al subir mi relato varios símbolos que utilizé se reemplazaron por signos de interrogación. En fin. ¡Gracias por todo!
Tangible.
Me recosté en el suelo, escuchaba el crujir de la madera bajo mi columna, necesitaba sentir ese dolor incomodo en la espalda. Necesitaba relajarme, esta tortura moderna llamada cama solo estimula mi ansiedad. Necesito quitarme la prisa del cuerpo. Al subir en el ascensor presioné el botón varias veces, ?¿De veras crees que llegaras antes? Me dije.
Había sacado una foto del cajón de la mesa, estaba doblada y media rota, era vieja, tal vez unos 10 o 15 años, de producción analógica, se apreciaba perfectamente las alteraciones de luz producto de las sales de plata sobre el papel fotográfico. Se podían ver dos siluetas sosteniendo algo, no se distinguía mucho. ? ¿Por qué nos hacemos fotos? ? Me pregunté. Inmortalizar un momento para toda la vida, nada es absoluto, todo se mueve, todo cambia, todo termina y se va lejos ? pensé ? eternizar un momento de felicidad, sonreír un momento y guardarlo en algo tangible.
Cuanto más feliz es el momento, más doloroso será la nostalgia en la distancia. Heme aquí sosteniendo la felicidad tangible en mi mano.
El decúbito supino parece que comienza a hacer efecto. Mis ojos comienzan a cerrarse. La habitación se obscurece, por fin.
Los hombres mosca han perdido todas las batallas pero no el orgullo. Al ser fotografiados sonríen con dignidad a la cámara. Ellos se jactan de conocer la galaxia entera; en sus aeronaves aladas como pájaros han viajado a todos los planetas, dicen. Creen conocer mejor que nadie las culturas habidas y por haber en el Universo. Yo que puedo decir, no conozco más allá de mi ciudad en mi pequeño planeta.
Hace no mucho abrieron una especie de museo en las afueras de la ciudad en donde muestran unos pocos de los souvenirs que se han traído de algunos de los tantos lugares de los que hablan. Ahí también, mediante representaciones en tres dimensiones se narran algunas de sus sorprendentes aventuras. Pero no lo pueden evitar, la derrota se deja ver detrás de todo. Puede uno darse cuenta de que los han corrido de todos lados, que han salido con el rabo entre las patas de casi todo rincón del Universo en que se han metido. A veces llegan a reconocer abiertamente la derrota, aunque claro, la adornan con un aura de heroísmo.
Por ahora en mi planeta somos sus amigos. A mí en especial me caen bien, encuentro cierta autenticidad y candor en su proceder y, no lo voy a negar, también hay algo en la personalidad de las mujeres mosca que me atrae.
¿Que porqué digo que sonríen si ni siquiera tienen boca en el rostro? Digamos que los he llegado a conocer. Un poco.
-No te preocupes, dejamos nuestros rostros en el cielo-. Me dijo antes de detenerme a pensar si acaso en la tierra los hombres éramos hombres y no productos antropófagos de quien sea que nos manda al vuelo.
Fotografia
_¿Una fotografía? ¿Para que una fotografía?
-Para inmortalizar el momento, ¡El operativo fue todo un éxito! después de meses de trabajo, por fin logramos atrapar a toda la banda, incluyendo el jefe de la misma; es mas, ¡Incautamos el dinero robado! El día de mañana todos los diarios hablaran de esto y nuestras fotos en primera plana.Anda, ven, este será un ángulo perfecto. Los dos se colocaron en pose; al frente de la cámara, y los dos cayeron cuando ésta disparo algo mas que una imagen.
Maestro Alberto Chimal:no he recibido ninguna notificación de «las historias». Habrá algún problema? Agradeceré me informe. Saludos.
Hola. Una disculpa. He tenido demasiado trabajo encima y el sitio ha estado inactivo.