Concurso #131
Las Historias convoca a su concurso #131 de minificción o microrrelato. Las personas interesadas en participar pueden comenzar observando esta imagen:
Instrucciones:
1) Suponer que esta imagen representa un instante de una historia.
2) Imaginar cuál es esa historia: qué está pasando allí, por qué, quiénes están presentes, qué hacen. No se trata de explicar la imagen, ni de escribirle un pie de foto, sino de tomarla como punto de partida para imaginar una historia propia.
3) Escribir la historia, en forma de cuento brevísimo (minificción, microrrelato; el nombre es lo de menos), en los comentarios de esta misma nota.
Quienes ganen el concurso recibirán un trofeo virtual y serán seleccionados considerando la opinión de quienes decidan opinar.
La fecha límite para participar es el 29 de septiembre de 2017. La invitación queda abierta.
Etiquetas: Concurso, microrrelato, Minificción
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Marketing utópico
Desde aquel funesto incidente, en otoño del ´88, cuando vencido por el instinto de cazador felino cierto león se abalanzó de súbito contra dos patos maiceros, tres koalas, un venado cola blanca, hecho que detonó el ataque de un oso a dos mujeres -una de turbante africano, otra de kimono, portadoras ambas, por cierto, de sendas canastas llenas de manzanas- los miembros de nuestro culto religioso dejamos de usar imágenes utópicas en los folletos. Para honrar el evento, cada año salimos a predicar con la máscara de algún animal paradisíaco.
La Prueba
¡Malditos! Me habían engañado. Sabían todos mis puntos débiles, me habían seguido por meses y por eso me pusieron en ese cuarto. Las dos primeras horas soporté como un verdadero hombre, pero luego el instinto se fue apoderando de mi cuerpo. Lentamente mi olfato fue cediendo y ya percibía dónde estaba lo que ellos querían que encontrara. El pelaje fue despertando bajo mi traje. Era tan fuerte esa esencia que por dentro todo se me revolvía, pero fui fuerte, sabía que estaba en el estante de arriba pero no moví la cabeza ni un instante. Por más que el aroma se impregnaba en mi naturaleza no iba a poner en riego siglos y siglos de preparación. ¡No podía poner en peligro a toda una especie! Ese pensamiento me llenó de valor para seguir soportando y ahí me quedé, quieto, mirándolos fijamente como si fuéramos seres iguales, porque eso éramos, criaturas con las mismas capacidades; aunque ellos persistan en ponernos en evidencia a cada momento no lo lograrán. Resistí una hora más y luego me dejaron ir, tal vez no los convencí del todo pero al menos no tenían ninguna evidencia de mi condición salvaje. Me alejé rápidamente. Ahora les escribo a todos mis camaradas que estén atentos por si algún día tienen que pasar por lo que yo pasé. Mucha garra a todos, no hay que desfallecer nunca… Grrr…
Fui a comprar un hombre de peluche para mi pequeña osita Ana, pero no hubo de los que me había pedido para su cumpleaños.
-Lleve un monstruo- dijo la jirafa que atendía tras el mostrador, sonriente- no son tan aterradores pero a los pequeños les gustan.
-…Mejor vuelvo otro día, gracias.
Me quedé sentado esperando no sé qué cosa en el centro comercial. A mí mente llegaron los recuerdos de la infancia. Mi padre y yo en el bosque, al norte del país. Una familia de humanos; dos adultos y tres pequeños. Papá disparó a los grandes y a dos pequeños. Tomó el arma y la puso en mis manos.
-Anda, nene, es una pequeña. La podremos en la pared de tu cuarto. Apenas mis dedos tocaron el gatillo vi un destello y sangre sobre mis manos.
-!Eso es, campeón¡
La sonrisa de mi padre de camino a casa era grande, eterna e indestructible…
-Llevaré al mounstro- dije a la amable jirafa de vuelta en la tienda de regalos.
-Qué valiente su pequeña, a mis pequeños les dan mucho miedo esas criaturas- decía la jirafa mientras envolvía en papel florido aquel ser de peluche y ojos muertos.
«Si la vida nos separa»
Jamás pensó Javier que el precio por ser el mismo sería tan bochornoso. Quedaron en que su prima de Guadalajara llegará con sus sobrinas e irían a «Altaria», por el porfume que que el quería desde hacía mucho tiempo.
Yo no daré un paso en ese centro comercial, es la máxima versión, aquí de la pose social, a mi llevenme al al tianguis, les decía Javier totalmente convencido.
Pero su orgullo quedó mermado cuando le dijeron: -Si no vas no te compro tu perfume, tú decide.
Javier guardó sus discos de los Cadetes de Linares, en la guantera y con un profundo suspiro bajo del carro, pero antes una máscara de oso se colocó, soy pero no soy le dijo a su prima y sus sobrinas. Ellas divertidas, se fueron a dar una vuelta, mientras Javier cantaba por lo bajo: » tu mi chiquitita, que bando vacilando… »
Salud.
El perfume del éxito
Esperando como un perro ,yo Rufo, en una vida utópica esperaba inpaciente firmar un importante contrato con el dueño de una prestigiosa marca de perfumes femeninos.
Llevaba esperando casi 15 minutos ,faltaba poco para celebrar ésta historia .Pensar que un año atrás no lo hubiera imaginado y es que yo tenía un sueño, ser el mejor maquillador artístico del país .Maquillar a las estrellas caracterizarlas de personajes imaginarios , llenos de color y fantasía.
Si supieran lo que me había costado ahorrar para estudiar lo que mas me gustaba ,tuve que trabajar duro , ahorrar ,sufrir , pagar piso como se dice . Bueno en fin ya eso había quedado atrás yo estaba en una nueva etapa de mi vida , era hoy el día en que yo sería el maquillador estrella de las modelos que lucirían los perfumes de ésta marca reconocida mundialmente, aún no lo creo; pero es un una realidad, ahora se me viene a la mente esa popular frase , que dice : todo esfuerzo al final tiene su recompensa…
No importa cuántas veces me la quite, otra vez, como cada viernes, me volvió a crecer la cabeza de oso.
—¿Wuff? Perdone, no conozco esa loción. Quizá sea importada. Permítame preguntarle a mi superior. Tome asiento y espere aquí. No se mueva, ya vuelvo.
Siempre obediente, moviendo el rabo con júbilo, Kaiser mira desde su sitio cómo la vendedora se aleja y se pierde en los pasillos de la tienda, mientras ella piensa que ver a un perro con traje es señal inequívoca de que ha bebido demasiadas botellas de perfume.
???? ¡cuento limpio!
Una pareja discute frente al mostrador…
-Y te gusta este?
-Si
-Me dices si a todos !!
-Da igual, si al final no te decides por ninguno y llevamos horas aquí
-Que prisa tienes? ah! claro… el partido
-Sabes que los domingos me gusta ver el partido con mis amigos
-Y tu sabes que el domingo es mi descanso y que no me gusta el fútbol
-Ya vas a empezar?
-Si te digo que me gusta este, me lo compras?
-Si te lo compro, ya no buscaras mas perfumes?
-Lo prometo
-Señorita, compraremos este, gracias.
La cajera envuelve el perfume, le da el recibo de pago al joven y ella toma la bolsa con el perfume y pregunta…
Señorita, me podría mostrar algunas cremas para contorno de ojos?
-Hey! prometiste que ya no buscarías mas cosas
-Prometí que ya no buscaría mas per-fu-mes !!
-Es neta? ya estoy cansado de estar esperando !!
-Pues te sientas y me esperas por ¡¡ BESTIA !!
El capitalismo siempre estuvo en el reino animal, los pandas sólo necesitaban corbatas para comercializar la dulzura.
Había pasado unas cuantas veces por la tienda de perfumes.
Me desviaba de mi ruta para quedarme como pendejo detrás del gigantesco vidrio y ver a la preciosura del pasillo derecho.
Piel blanca, labios siempre bien pintaditos. Lo que creo que es óptimo cuando se lee como requisito «excelente presentación».
Decidí en la quincena, entrar para poder siquiera verla de cerca.
Fui derechito al pasillo donde atendía.
– Puedo ayudarlo en algo?
Yo titubeé unos segundos
– Pues… Quisiera algo que me hiciera ser un poco más atractivo…
La miré
– Para una mujer que me gusta.
Ella me sonrió con una expresión casi maternal.
– Vamos a ver qué le puede servir
Estuvimos como una hora hablando de qué era lo que quería hacerle pensar. Si me gustaba un olor maderoso, dulce, o qué. Yo le pregunté que qué le gustaría a ella.
Hizo una tiernísima mueca con la boca mientras pensaba y se estiró a un mostrador. Trajo una botellita, la agarré y me puse un poco. Alcé el cuello y le dijeque oliera un poco. Ella se acercó. Morí dos segundos al tenerla tan cerca.
– Te gusta?
– Pues… Huele muy perrón
HACER EL OSO
No es nada cómodo. Ver que la gente huye de mí, cuando ni siquiera he pronunciado una palabra, me hace padecer el flagelo de la discriminación.
Francamente me hicieron sentir que estoy haciendo el oso, pero eso a mí no me preocupa porque me siento orgulloso de lo que soy y si hacer el oso es parte de lo que debo de hacer, pues lo hago y punto. Me parece que es peor el qué, por no hacer el oso, tenga que hacer lo que todos los demás piensan, sienten o creen, que és lo que debo hacer.
Creo que en términos generales la gente está mal orientada y es que tratan de ser lo que realmente no son y en consecuencia, creen que no solamente es normal intentar comportarse como lo que no son, sino además, pretenden forzar a los demás que sean como ellos creen que deberian de ser. Están jodidos.
Yo nací oso y de ello no tengo porque sentir vergüenza. Al contrario, esa característica me diferencia de otros y me distingue de todos los demás, incluso de aquellos que siendo de mi misma especie, tienen su propia personalidad. Nos parecemos mucho pero afortunadamente, no somos en lo más mínimo iguales. Eso es lo maravilloso de la personalidad.
Así que aquí estoy; esperando que me resuelvan mi solicitud. Si me baso en la cara que puso la señorita que recibió mi aplicación, lo más seguro es que me digan que vuelva para otro día. Ya los conozco. Van a decir que por el momento ya está cubierta la vacante, pero no me daré tan fácil por vencido y de ser necesario ofreceré de gratis mi trabajo porque sé lo que valgo y lo que puedo. Ya ellos mismos me ascenderán de puesto, me pagarán lo justo y cuidarán de no perderme. Veran que puedo hacer el trabajo que harían dos o gasta tres de esos que andan buscando trabajo rogando a Dios no encontrar.
Entiendo, sí, que es raro ver a un oso trabajando pero en el terreno de las posibilidades, lo mismo puede ahuyentar a la clientela que llamar la atencion y con algo de suerte, hasta ventas recird se podrían lograr. A final de cuentas, así es siempre; en donde menos esperas, salta la liebre.
Quién se iba a imaginar tuviera que vestirse tan formal para pedir trabajo, pero la vida se ha puesto tan difícil, que muchos tenemos que gacer hasta lo inconcebible para salir adelante. Todo por una mala distribución de la riqueza.
No hay fórmula perfecta; parecía que las propuestas socialistas salvarían al mundo de la desigualdad pero resultó peor el remedio que la enfermedad. El pueblo terminó mucho más pobre y los líderes en la opulencia.
Los capitalistas son más concientes pero no menos voraces, igualmente corruptos y tan falsos como los comunistas. La única ventaja es que si te pones listo, puedes aprender a ser como ellos.
Aquí estoy, despues de haber luchado tanto oara darle lo mejor a mi familia y por el simple hecho de intentar cumplir cabalmente con las buenas enseñanzas y los buenos principios que me inculcaron, otros mas vivos me comieron el mandado.
El maoache salió adelante en la política.La zorra, vendiendo su amor al mejor postor.El tigre implacable con el dinero, sin importarle un bledo a quién haya dejado tirado en el camino o en la ruina. Ahí está el viejo lobo de mar, sacándole provecho a su experiencia y a su sangre fría para sacar ventaja de todos los incautos. La rata siempre bien abastecida y los ratones haciendo lo que les enseña la maestra. Veo a los puercos sin saber que hacer con tanto dinero y a los narranos sin saber que hacer con tanto puerco.
Y yo aquí, haciendo el oso…
-«¿Podría salir esta vez? Sí, sí lo haré, lo haré.
No,no,no,no. Mejor no ¿Está siguiéndome? ¿Me sigue? Me estoy volviendo loco.
Fue tu culpa, fue tu culpa. Para, para, ¡PARAAAA! No debí matarlo, era mi hijo ¿qué estaba pensando? No pensaba en nada. Mejor saldré, relájate, relájate.»-
Caminó entre las calles, un cuerpo apagado y mirada irreflexiva. El centro comercial estaba cerca, a dos cuadras de su casa, pero lo había olvidado ya que hace meses que no salía de ella. Entre murmullos decía:
-«Todos te miran lo están haciendo, saben lo que hiciste, eres un asesino, no sólo a tu hijo, sino a tu esposa. ¿Me estaré volviendo loco? Ya lo estoy, para, para ¡PARAAA!»-
Entre un ataque de sensatez entró una perfumería y temía ser encontrado por su acosador. La tienda estaba vacía así que esto le causó placer y calma. Olió cada esencia queriendo encontrar una en especial, la de su esposa.
Entre estante y estante lo encontró, se regocijo de placer al oler ese perfume sin ninguna mezcla con sangre. Estaba a punto de regresar a su casa, cuando sintió una mirada atenta a él.
-«Me encontró, lo hizo, desgraciada. ¿Cómo lo hiciste? ¿Qué quieres? Sólo haz tu deber, no, no lo hagas ¡LÁRGATE!»-
Y sí, el tiempo lo había llegado, su enemigo, su aliado… la muerte.
Te estaba esperando en un lugar “no común”. Para ambos esto es una simpleza. ¿Cómo llegué ahí? ¿Por qué me puse la cabeza de una botarga de una tienda departamental? ¿Quién me tomó la foto? La vestimenta, ¿era rentada? Porque lo único mío eran las calcetas rojas que me regaló Andrea. Si, la chica que odiabas en la Preparatoria. ¿Cómo fue que di con ella, después de tres años de no verla? Y todas esas preguntas trae una foto que tomaron unos turistas y me etiquetaron en las redes sociales. Los turistas, ¿eran mis conocidos o eran tuyos? ¿Eran chinos que dominaban la lengua española como Cervantes? ¿Así se apellidaba Andrea? La chica que besé por el despecho que me provocaste al ver que te subías al auto del profesor de Bioquímica. ¿Al qué apodaban el oso? ¿Por eso me hice retratar con la botarga de cabeza de oso y no con la imagen de Mr. Met? ¿Aún lo sigues viendo en mis ojos cuando te acaricio?….
El lado derecho de mi rostro ya está todo hinchado, mi dedo meñique, el indice y mis nudillos duelen, abro la llave del lavabo y me enjuago la boca y la cara, el agua sabe a oxido, eso no importa, todo está mal; debo llamarla, sí; eso debo hacer.
– Sí, bueno.
– Hola, hola, disculpa por llamarte, se que es muy tarde.
– No te preocupes acababa de dormirme, ¿qué pasó?, ¿estás bien?, te escuchas raro.
– Está tocando mi puerta, despacio, intermitente pero constante… es él, todo es mi culpa.
– ¿¡Qué hiciste!?
– Estoy seguro, es él, lo vi en el centro comercial, creí haberlo imaginado, pero no, en cuanto lo vi sobre el techo de la casa de Renata supe que era él.
– ¿¡Qué hiciste!?
– Perdóname.
– ¡Rompe las fotos!
– Ya no importa, nos vio a los tres aquél día, lo sabes, lo supimos siempre.
– ¡Por favor!
– Perdóname… debo abrir.
– ¡Levántate Lázaro!… ¡La nueva fragancia de «ours sauvage» no va a venderse sola!…¡Vamos! ¡Vamos!…
¿Eres tú Lázaro?
Paciente.
-¡Ey! ¿De casualidad a visto a una mujer esbelta, rubia, de ojos claros? Pregunta que repito una y mil veces a todos los que pasan frente a mi, pero al parecer no me escuchan …o no me ven. Ella me dijo que solo iba al departamento de damas, y jamas regreso. desde entonces espero aquí, por los siglos de los siglos…
Viernes
¡Hoy si le mostrare mi rostro!, pensé
Llevo más de dos meses con esta rutina le espero siempre en su puesto de trabajo, su horario comienza a las once de la mañana y termina tipo ocho o nueve dice que depende de cómo le vaya con sus ventas.
Me vestí con el mejor traje del que dispongo, (negro porque cuadra con todo) mi propósito de lucir impecable hubiese sido exitoso de no ser por el infortunio de no saber combinar el color de las medias con el del calzado, algo que, por supuesto ella notara de inmediato, nunca le importó que llevara una máscara encima todo el bendito tiempo, que pareciera un acosador de niños, que cuando salíamos a comer yo pidiera para llevar todo con tal de evitar quitarme la máscara.
Son las 3 de la tarde y no aparece, estoy resignado a que no vendrá, me pregunto ¿por que?, ya me estoy hartando de la gente que me pregunta por los productos, pues piensan que mi mascara hace parte de algún tipo de estrategia de mercadeo por parte de la gente de los perfumes, al fin y al cabo ellos tienen un oso con traje en las estampas, las etiquetas y los empaques del dichoso perfume y es obvio que una persona normal no saldría vestida así a la calle.
Extasiada se probó uno por uno los perfumes del mostrador. Procuró tranquilizarse, pero la mirada de su acompañante sólo la excitó aún más. Aquel traje, aquel vello, aquellos colmillos… No podía esperar a estar en la cama con aquella bestia.
Comprando lociones ves a un hombre observando directamente tus ojos, sin pulso, solo haciendo ritmo con sus pies. Con un calcetín rojo para señalar su vida de circo; un cínico total.
Todos con curiosidad se acercan para comprar su perfume y este, con una sonrisa siempre en su rostro, les muerde la nariz y se ríe.
Historia de un vendedor que nunca vende
Última moda.
—El traje te sienta muy bien.
— Lo sé. Y con mi nuevo abrigo de piel de humano seré la sensación en la fiesta —Dijo el Oso.
El experimento del Sr. Atkinsons
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Su trabajo era disfrazarse de mascota, aunque a diferencia de otros colegas, que lo consideraban un empleo temporal, para el era una profesión. Siempre ponía gran empeño en dotar de alma a su animal, y no era lo mismo un pollo, que un perrito o un papagayo, respectivamente sus últimos trabajos en un supermercado, tienda de mascotas y en el zoológico. Por eso constituía un gran reto presentarse a las pruebas de selección del oso de «Atkinsons». Un oso nada menos, y vestido de traje, iba a exigir de toda su creatividad.
Se preparó concienzudamente, estudio vídeos de osos, su vida y características, durante un mes cualquier cosa que hacía o le pasaba pensaba que habría hecho un oso en su lugar.
Al entrar a la entrevista se encontró en una antesala con uno de esos cristales que solo se ve por un lado. La sala que veía a través del cristal estaba llena de osos, todos esperando como en la sala de espera del dentista. Una voz le indico que se pusiera el también una cabeza de oso que estaba allí, se uniera al resto, y permaneciera en silencio hasta ser llamado. Finalmente le tocó el turno y entro al despacho donde se realizaban las entrevistas.
– Bienvenido a Atkinsons, soy el Sr. Atkinsons, déjeme explicarle en qué consistirá su trabajo.
….
– Le presento al Sr. Atkinsons.
El detective García miro al hombre en el suelo que le indicaba su ayudante. De unos cincuenta, con traje oscuro y la garganta y la cara desgarradas a mordiscos, yacía en un charco de sangre. El tufillo de la sangre recocida por el sol le recordó a las morcillas que hacía su abuela Irene. Levanto un poco la voz al contestar para disimular el ruido de sus tripas.
– No tiene muy buen aspecto. Quien le ha hecho esto?
– El Sr. Atkinsons llevaba a cabo un proceso de selección para ocupar el puesto de oso en sus tiendas. Uno de los candidatos se lo hizo.
– Bien, dónde está, ya se le ha interrogado?
– Bien, no es tan simple, Atkinsons estaba experimentando con un método de contratación basado en el anonimato. Los empleados siempre se ocultarian tras la máscara, su identidad secreta para clientes u otros compañeros, y solo disponible en un fichero de acceso restringido que se usaría para los trámites mínimos necesarios: pago de salario, etc.
– Es decir que no sabemos quiénes son. Pero en qué se beneficiaba Atkinsons con este método tan complicado.
– Según las notas de Atkinsons en flexibilidad de despidos. Las ventas sin afectación al echar o sustituir un oso que ningún cliente echara en falta, y la unión de trabajadores inexistente por desconocimiento entre ellos.
– Bien pues el culpable no lo sabemos, pero el motivo parece claro.
– ?
-Bueno, era un oso no? Todas las especies salvajes reaccionan con violencia al sentirse amenazadas.
….
La experiencia había sido inesperada aunque finalmente muy satisfactoria, sin embargo había durado poco, y de nuevo estaba sin trabajo. Necesitaba buscar otro, un anuncio para hacer de lobo para una financiera especializada en préstamos a alto interés le llamo la atención. En la barra del bar, mientras leía el anuncio, la camarera que le sirvió pensaba que nunca había visto a nadie relamerse tanto ante un plato de comida.
CABEZA DE OSO.
¡Todo es un juego para ti! ¡Eres un hombre, actúa como tal! le dijo Selman, su mujer.
Cabeza de oso, la miró fijamente deseando que ella pudiera ver todo el odio que sentía.
Se encogió de hombros y le dijo “ La vida es corta”, dió media vuelta y salió del departamento.
El camino era largo pero valía la pena, pensó que tenía el mejor trabajo del mundo, nada le importaba. Era perfecto, no tenía que hablar con nadie y nadie tenía que hablar con él.
Entró en la lujosa tienda, caminó a la sección de fragancias, sintiendo a su paso las risas de empleados y clientes, escuchándo sus comentarios.
-¡Qué ridículo atuendo!
– Calcetin rojo, ¿a quién se le ocurre?
-¿Una cabeza de Oso? ¡Es ridículo!
– Yo creo que es sexy.
Pavoneándose como gran señor, se sentó en el sillón como hacía todas las tardes desde hacía un mes.
Su misión era buscar a las señoras más encopetadas y abordarlas para ofrecerles una fragancia para sus esposos, con olor salvaje de bosque.
El argumento de “venta” era horrible; de hecho no le importaba, lo único que quería era usar la cabeza de Oso, por siempre si era posible. Esto pensaba mientras veía de reojo a la hija de la señora encopetada, lo miraba con interés.. o era deseo? Curiosidad, tal vez.. Era muy joven, era difícil adivinar su mirada.
La madre y la hija se alejaron sin comprar nada y él regresó al sillón, estuvo en la misma posición por más de una hora, sin moverse, sin vender el olor salvaje del bosque. Cuando su supervisora se acercaba escuchaba un gruñido desde dentro de la cabeza, tal vez era ronquidos, ronquidos que asustaban.
Al finalizar su turno en Recursos Humanos, lo invitaron a cambiar sus metas profesionales, agradeciéndole el tiempo en la tienda y prometiéndole una buena recomendación.
El Gerente de la tienda evitó darle la mano después de recibir un gruñido de advertencia al pedirle que devolviera la cabeza, propiedad de la tienda. Cabeza de Oso gruño tan fuerte que hasta un grizzly habría evitado acercarse.
Cabeza de Oso salió orgulloso de la tienda, era el mejor día de su vida, mientras enfilaba a la salida del Centro comercial, se topó con la encopetada y la hija de mirada incierta; ellas detuvieron la marcha, lo observaron y mientras pasaba a su lado, les regalo un gruñido amistoso aunque no entendió por qué ellas pusieron cara de terror.
¡Qué divertidas eran ellas! Pensó y se rió dentro de la máscara y al parecer eso las asustó aún más.
Se encogió de hombros y les dijo “La vida es corta”, siguió su camino.
Al llegar a casa hambriento, gruñó pidiéndo comida, mientras avanzaba a la cocina tiraba todo a su paso, Selman le gritó que se detuviera y se quitara esa absurda cabeza.
Cabeza de Oso, la miró fijamente, ya no la odiaba, la amaba, se acercó a ella, la miró de frente y le dió tremendo lenguetazo en la cara.
¡Por dios! Qué bien sabía esa mujer gritona.
Selman se echó para atrás, quiso escapar pero era demasiado tarde, Cabeza de Oso ahora tenía unas garrás enormes, bastó un zarpazo para tirarla al suelo y devorarla ahí mismo.
Los vecinos que escucharon los gritos, enviaron a la policía, cuando lograron entrar, encontraron trozos de Selam por todos lados, cabeza de Oso estaba dormido, hibernando. La policía nunca logró quitarle la cabeza de Oso, cuando lo intentaron parecía pegada, sangraba, de hecho parecía que era su cabeza, no tenía garras, solo eran cuchillos de cocina.
El invierno ha pasado, Cabeza de Oso aún no despierta; ahora reside en un Hospital Psiquiátrico, se están preparándo para recibirlo cuando termine su proceso de hibernación, los médicos no saben si gruñirá o preguntará ¿en dónde estoy?
Esperen la historia muy pronto.
Que alguien le diga a ese hombre que está haciendo el oso. Fue lo único que escuche cuando llego la seguridad, nos sacaron del establecimiento. Es curioso que por traer huaraches y ropa de manta nos discriminen, no veníamos a vender chicles, solo mazapanes, hasta deje afuera mi vaso de elote para respetar sus reglas.
Lo acompañé a la tienda departamental. Tal vez al fin pudiera ver su rostro. Lo esperaba cuando se iba a dormir, al comer, al ir a bañarse. Pero siempre traía su cabeza de felpa sin excepción.
Me habían dicho que nadie conocía su rostro. A nadie parecía molestarle, pero yo no podía conocerlo hasta ver su persona. Su cara sin máscara.
Se sentó para medirse unos zapatos. Mientras él esperaba, sólo me veía sin decir ninguna palabra. Sentí que se burlaba de mí. Yo esperaba el momento adecuado. Sabía que él también quería liberarse de esa máscara que lo aprisionaba. Lo sabía porque había pasado de ser una parte de él, a tomar el control de su vida. Su identidad era su rostro, y el único rostro que conocíamos de él, era una ilusión.
–¡Sea usted bienvenido señor Lynch! ¿Le ofrezco la misma fragancia de siempre?
El oso domesticado
Estuvo huyendo durante días de un grupo de cazadores, quienes, al carecer de cualquier sentimiento de piedad lo seguían sin darle ningún tipo de descanso. La huida hizo que se acercara a las ciudades y con ingenuidad animal sucumbió a la curiosidad de las luces brillantes. Aprovechó el reflejo de los escaparates para confundirse con el mobiliario y de una muchedumbre que, por las prisas, no se fijó en él. Ahí no había sombras nocturnas, ni las fantasmales siluetas de sus perseguidores. Era otro tipo de bosque con crecidos y frondosos edificios de acero y cristal. Era fácil pasar desapercibido, pues nadie se miraba la cara, todo el mundo se había entregado al celular. El traje fue el disfraz perfecto, la pedicura desapareció las garras y los zapatos le facilitaron la residencia. Con el tiempo consiguió esposa e hijos, una casa y un trabajo. Cierto, todavía tenía el olor inconfundible a oso, pero sabía que los cazadores no se guiaban con el olfato y las huellas en el asfalto eran difíciles de seguir. A veces, extrañaba los campos y la libertad de moverse de un lugar a otro, sin embargo, aprendió a viajar en primera y a hospedarse en hoteles de lujo. Se sentía un animal domesticado, pero acaso ¿no es el camino que siguió el hombre?
El oso domesticado
Estuvo huyendo durante días de un grupo de cazadores, quienes, al carecer de cualquier sentimiento de piedad lo seguían sin darle ningún tipo de descanso. La huida hizo que se acercara a las ciudades y con ingenuidad animal sucumbió a la curiosidad de las luces brillantes. Aprovechó el reflejo de los escaparates para confundirse con el mobiliario y de una muchedumbre que, por las prisas, no se fijó en él. Ahí no había sombras nocturnas, ni las fantasmales siluetas de sus perseguidores. Era otro tipo de bosque con crecidos y frondosos edificios de acero y cristal. Era fácil pasar desapercibido, pues nadie se miraba la cara, todo el mundo se había entregado al celular. El traje fue el disfraz perfecto, la pedicura desapareció las garras y los zapatos le facilitaron la residencia. Con el tiempo consiguió esposa e hijos, una casa y un trabajo. Cierto, todavía tenía el olor inconfundible a oso, pero sabía que los cazadores no se guiaban con el olfato y las huellas en el asfalto eran difíciles de seguir. A veces, extrañaba los campos y la libertad de moverse de un lugar a otro, sin embargo, aprendió a viajar en primera y a hospedarse en hoteles de lujo. Se sentía un animal domesticado, pero acaso ¿no es el camino que siguió el hombre?
-Agua de Río por favor
-Espere un momento, enseguida le traigo su fragancia
-Aquí espero, grrrracias
(Agua de Río, la nueva fragancia de Natura, diseñada con base en roble, miel y frutos rojos, con un toque suave de salmón.
Agua de Río es el aroma para el híbrido de hoy.)
Cuento para niños terremoteados II
El día que la policía descubrió los horribles experimentos que practicaba el doctor Morse en su laboratorio escondido en la selva de Yucatán, se produjo una verdadera conmoción. En una especie de cárcel subterránea encontraron tres mutantes encadenados por el cuello y las extremidades. Eran el resultado de la experimentación genética que realizaba el doctor Morse cruzando cromosomas humanos con los de animales.
El hombre-perico; la mujer-jaguar y el hombre-oso se hicieron famosos. El hombre perico tenía cabeza de hombre y cuerpo de loro y podía volar. La mujer jaguar tenía cuerpo de leopardo y una cara de mujer muy bella. Fuerte, ágil y valiente, podía ver en la noche como si fuese de día. Y el hombre oso, que poseía un cuerpo humano con cabeza de oso. De los tres era el único que no podía hablar, ya que sus cuerdas vocales no estaban desarrolladas.
Cuando fueron liberados, el hombre perico encontró trabajo de locutor en una radio, ya que hablaba como loro; la mujer jaguar de nochera y vigilante en una empresa de seguridad privada. El hombre oso no pudo encontrar trabajo, ya que no podía hablar y su hocico afilado y con grandes colmillos daban miedo. Para poder comunicarse aprendió el lenguaje de señas, de ése que usan los sordomudos, pero ni así lo contrataron. Así que el hombre oso se paseaba por el centro de la ciudad, cesante, lamentando su suerte, pensando que podría hacer para ganarse el sustento. Siendo poseedor de un olfato prodigioso, entraba a las perfumerías de la ciudad y se sentaba allí por horas, frunciendo su nariz y oliendo perfumes de las más exóticas fragancias, con notas dulces o florales, como jazmín y violetas.
En ese lugar lo sorprendió un día el terremoto, que llegó, como siempre, sin avisar. Estaba sentado en una droguería deleitándose con el olor a perfumes cuando el piso empezó a moverse como si fueran olas, la tierra a retumbar y las paredes a moverse. Los estantes con perfumes comenzaron a caerse y el ruido de los frascos rompiéndose tenía un efecto ensordecedor. Miró hacia el techo, las lámparas oscilaban y podrían caerse en cualquier instante. Como pudo, tambaleándose, salió de la tienda, y alcanzó la calle. Miró hacia atrás y estupefacto vio como el centro comercial en el que estaba unos segundos antes se había derrumbado, dejando gente atrapada en su interior.
El terremoto cesó. La gente empezó a ayudar a sacar escombros para rescatar a los que quedaron al interior del edificio derrumbado, pero, si bien era mucha la buena voluntad no había resultados positivos. Hasta que el hombre oso empezó a dirigir el rescate. Usando su olfato y apuntando su nariz por entre los túneles y pasadizos destruidos, podía descubrir donde había sobrevivientes y encauzar las tareas de rescate en esa dirección. Se unió a él la mujer jaguar, que gracias a su condición felina llegaba hasta los lugares más recónditos. Parecía un gato grande, retorciéndose, trepando y saltando, mostrándole el camino a los supervivientes.
Al final del día los dos mutantes habían rescatado a muchas personas y pudieron descansar un rato. El hombre oso preguntó a la mujer jaguar, en lenguaje de señas, qué había pasado con el hombre perico, ya que hubiese sido de mucha ayuda, porque con su voz de cotorra podría haber conversado y reconfortado a los rescatados. Pero ella le respondió, bajando la cabeza, con un dejo de vergüenza, que el hombre perico se había comportado como un cobarde. Que había volado lejos de allí, prometido no volver nunca más a esta tierra temblorosa donde ponía en riesgo su vida.
El Hombre oso y la mujer jaguar colaboraron en muchos rescates. Después de unas semanas de trabajo incesante, el gobierno quiso entregarles medallas de oro por los servicios prestados, en un gran acto público, que sería televisado para todo el país. Pero ellos se negaron. Manifestaron que lo que habían hecho no lo hicieron por las medallas, ni por ninguna recompensa, sino que les nació en forma espontánea ayudar a la gente con sus talentos y habilidades.
Hoy la mujer jaguar sigue trabajando en la empresa de seguridad y el hombre oso encontró trabajo como catador de perfumes en un laboratorio. Se supo que el hombre perico, buscando huir de los terremotos, encontró su muerte desplumado por un huracán.
Autoridad
Mi padre me mira, al otro extremo de la sala, está sentado y haciendo gestos extraños. Trato de no mirarlo, contengo la risa, me muerdo los labios. Mamá me golpea con el codo. ?Deja de estar haciendo el tonto ?dice mientras chillo de dolor y mi padre se desternilla de la risa, me provoca. Mamá sigue hablando con la vendedora, papá se para de cabeza, da volteretas y se quita la cabeza, lo hace tan cómico que suelto una carcajada. ?¡Si pareces loco! ?dice mi madre mientras me da un coscorrón?, si estuviera aquí tu padre. No sé la razón de que mamá no lo vea, él es tan gracioso y la pobre tan amarguetas.
[…] aquí está ya el ganador del concurso #131, que es “Última moda” de Jair Ortega de la Sancha, por lograr una historia desconcertante y no poco espantosa de extrema […]