Concurso

Concurso #126

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Las Historias convoca a su concurso #126 de minificción o microrrelato. Los interesados pueden comenzar observando esta imagen:

Concurso126

Instrucciones:

1) Suponer que esta imagen representa un instante de una historia.

2) Imaginar cuál es esa historia: qué está pasando allí, por qué, quiénes están presentes, qué hacen. No se trata de explicar la imagen, ni de escribirle un pie de foto, sino de tomarla como punto de partida para imaginar una historia propia.

3) Escribir la historia, en forma de cuento brevísimo (minificción, microrrelato; el nombre es lo de menos), en los comentarios de esta misma nota.

Quienes ganen el concurso recibirán un trofeo virtual y serán seleccionados considerando la opinión de quienes decidan opinar.

La fecha límite para participar es el 28 de marzo de 2017. La invitación queda abierta.

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    • Estaba allí, parado en medio de la nada; mi mente no pensó, mi acto inconsciente de un alma triste y dolida fue buscarte; ir hasta tu puerta y esperar decirte todo lo que alguna vez no pude, tenía la esperanza que cuando abrieras, me leyeras los ojos, la mirada y el alma; que vieras lo desesperado que estaba por tenerte de nuevo conmigo, tal vez un poco tarde, pero listo para ti; corrección para un «nosotros». Mis piernas temblaban cual adolescente, pues estaba a punto de recuperarte o perderte para siempre en ambos modos; mi corazón parecía que si hacía un movimiento arrebatado saldría de mi pecho, podía hasta escuchar mi propio pulso de los nervios, mi respiración se aceleraba; entonces todo paró, me dio un colapso, algo se quebró… Al verte salir tan feliz, tomada de la mano de alguien más. Ese alguien más, hacía el trabajo por el que yo tuve la oportunidad, eso fue lo que me quebró. Fuiste toda mía y jamás me di cuenta, hasta que te perdí.

      Tatiana Fernández Araujo.

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      • Otra vez, en este punto, ¡ésta maldita puerta!; y en éste caso, ya no es una entrada, es más bien una salida; no puedo creer que pasara esto, jamás me lo imaginé; nunca pensé en estar fuera del lugar donde vivía con aquella chica que consideraba perfecta y no ser parte del mismo, ¡No es posible, cambio hasta la chapa de la maldita puerta!, Nunca tuve una explicación, un aviso, una carta, ¡Para que me da una oportunidad, si me va a sacar de nuestro hogar!; No me encuentro más que con la mochila, que me llevé por la mañana, después de ir a la «típica» tienda de la esquina, otros le dicen de «abarrotes», en fin; yo todavía comprando sus espantosos cigarros rojos, ¡No queda duda que ella es el hombre de la relación fumando esas porquerías!, por supuesto que en el camino de regreso, yo venía fumando esas cosas de los nervios, estaba a punto de tomar una decisión que aunque viviéramos juntos, no era nada fácil, en especial cuando ella toma siempre la iniciativa de las decisiones formales e importantes, le iba a pedir que fuera la mujer que camine tomada de mi mano, por el resto de nuestras vidas; supongo que después de ocho años de esperar esa propuesta se cansó, no entiendo por qué me esperé tanto para tomar su mano, porque aunque vivíamos juntos, nunca la hice mía; no como cualquiera hubiera esperado durante ocho años. -¿Entonces abuelito?, -Pues así fue como supe que tu abuela era la mujer de mi vida y quería casarme con ella.

        Tatiana Fernández Araujo.

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    • El Serch.

      Ahora si nadie me gana, llegué primero, es temprano pero aún no llega nadie, bueno faltan 10 minutos para que abran las puertas.

      Esto está muy raro, en el radio dijeron que la FIL estaba a reventar, todos los días; ni me la creí porque dicen estamos muy mal como país, que no leemos y pues sí, nadie llega, solo veo mucha gente caminando, para allá, pero siempre hay un chingo de gente aquí, no?

      Pues yo ya chingué, jajaja voy a entrar primero que nadie, tendré los pasillos para mi, uy ya me vi llegando primero a las mesas de discusión.

      – De repente Sergio, “El Serch” como le dicen sus cuates, escuchan una alarma, se asusta, piensa en la alerta sísmica, se acuerda cuando usaron las bocinas para buscar a una chavita, qué locos. La alarma sube de intensidad y Sergio que seguía mirando al interior del Palacio de Minería, volvió su cara para darse cuenta que estaba en su cuarto, despertando, la alarma reventaba sus tímpanos, la apagó y se dió cuenta que era tardísimo y vivía muy lejos del centro.

      Valió madres, ya no llegué, se levantó en friega sin saber que en su camino encontraría un choque que atrasaría 30 minutos su transporte, un trailer volcado que lo retrasaría 1 hora y cerca de la llegada al metro su camión sería asaltado.

      – Así sería el día del Serch.

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    • Emiliano Segovia
      27/03/2017 8:01 pm

      Al acercarse al portón negro como la noche, recordó lo que sentía cuando regresaba de la escuela y pasaba por ahí cuando todavía era un niño; todo ese miedo, la necesidad de seguir avanzando y no voltear a ver más allá de lo que permitía la tenue luz que entraba al edificio, y una pizca de curiosidad. De niño siempre antes de dormir se prometía que al día siguiente iba a echar un vistazo al interior del edificio, pero nunca lo hizo, hasta que repentinamente su familia se mudó y nunca volvió a ver el misterioso inmueble, hasta aquel día.

      Todas las memorias de su niñez relacionadas con el edificio pasaron como relámpagos por su cabeza, estaba más cerca de la puerta de lo que nunca había estado, gracias a esto pudo observar los detalles; el portón, aunque todavía predominaba el negro intenso, tenía partes oxidadas, las paredes estaban más desgastadas y la cadena que recordaba aún estaba ahí. Pero algo era diferente, sentía cierta ligereza en su cuerpo, estaba relajado, se movía de un extremo a otro con confianza, ya no tenía miedo. De hecho, el inmueble le parecía mucho más pequeño de lo que recordaba, hasta podía tocar la puerta sin temor alguno, la única sensación que sentía era la curiosidad, pero debido a la cadena no pudo adentrase más.

      Retrocedió dos pasos y en lo único que pudo pensar fue en el niño corriendo asustado hacia su casa con un miedo profundo por lo desconocido, un niño que no podía imaginarse a sí mismo parado enfrente del terrorífico edificio. Al recordar eso, sonrió con nostalgia y dijo en un tono sarcástico «Ni daba tanto miedo». Se dio la media vuelta y caminó hasta la esquina para tomar un taxi.

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  • El trágico domingo, el héroe se llenó de valor, ya que estaba cansado, aburrido, harto de su trabajo de burócrata, visitó al alcalde de la ciudad en su casa de campo para pedirle que lo ayudara, cuando llegó, tuvo la desagradable sorpresa de encontrar a su novia en la cama con el alcalde.

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  • Me acerqué, la luz tenue me atraía, no había explicación, estaba frente a algo que cautivaba mis miedos y seducía mis sentidos. Se había detenido todo. Estaba frente a no sé qué, frente a algo más inmenso que la vida. Podía ver la escena desde afuera, como externo a mi cuerpo; mi alma deambulando por la escena de mi desaparición. Nadie sabrá qué ha pasado conmigo. Me tragó algo sólo sé eso y ahora floto en la dimensión de ese último recuerdo vago, de esa última mirada a la realidad que habitaba. No sé dónde estoy.

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  • Georgie López
    02/03/2017 10:19 am

    ¡Qué difícil! ¡No puedo más!, no puedo irme solamente así, porque tú quieres…
    Y qué de lo que yo quiero, y qué si no me importa eso que estás haciendo. En verdad, no me importa. Podemos seguir como hasta ahora, pero sigamos.
    Eso se escucha tan bien, tan lleno de determinación. Porque carajos no puedo hacerlo, si puedo pensarlo puedo hacerlo…



    ¡Carajos! La próxima vez quizá.

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  • La escala en donde se desarrolla la siguiente curiosidad no es precisamente un teatro. Lo que se confronta es un espacio vacío. No se tiene conciencia de que existan más espectadores. Soledad e interés, nada más. Esto lo estoy diciendo yo, la voz en off, la voz sin rostro, la voz chocante, la imposición.

    Las preguntas las hace esta voz. Las respuestas las dicta la misma. La única manera de enterarse es someterse a la tendencia que se pauta. Los sucesos se irán develando consecuentemente.

    El hecho realmente lamentable es que se perderá el control absoluto. Los acontecimientos irán tomando forma de mil absurdas maneras según el entendimiento de cada lector entrometido.

    Dejando a un lado los circunloquios, surjan, pues, algunos conceptos que abran el telón de las imágenes….

    ¿Móvil?
    Se ha colegido que no, no hubo un móvil.

    ¿Consecuencias?
    Evidentes: Un occiso, algo terrible.

    ¿Accidente, acaso? mmm, Comme ci comme ça. Una reacción, sin más.

    Nada más que agregar.

    Veamos……..

    Pasó que la unidad de reparto Número Veinte fue a entregar los imanes. El inmueble en su conjunto era absolutamente desapercibido, decorado con los tonos que ofrece la hora cero. Logró colarse cuando salía un vecino. La primera impresión discordante apareció al llegar al privativo Número Treinta. Una sucia puerta de tambor de un color mamey apastelado tirando a rosa, realizado con pintura de aceite brillante. Las molduras eran corrientes, elaboradas y fantasiosas, pintadas en un tono dorado, patinado por el tiempo y tocado con una línea azul clara en su parte más delgada, este último detalle estaba hecho con pintura vinílica matizada. Absurdo. No había timbre, tampoco aldaba ni campana. Estas cosas son para enervar a cualquiera. Intentó llamar con los nudillos pero el resultado del golpeteo se ahogaba de éste lado de la puerta; ¿Qué sería del sonido al otro lado? Procedió a impactar sus llaves, mejor sonoridad. Descubrió mellas de golpes dados anteriormente con llaveros, monedas y anillos; se percibían unos dos palmos arriba del lugar donde acababa de golpear. Esta ridícula puerta estaba insinuando su estatura con un manchón de melladuras. El primer impulso fue volverse y mandar todo a volar, pero recordó quien era; siempre que acometía una empresa la llevaba a término, por insignificante que fuera su ocupación, siempre se esmeraba. Aporreó la puerta con la palma abierta. Nada.

    Terminó por bajar a buscar el timbre en la tablilla de botones del acceso principal y descubrió para su desgracia, que era el único individual que no tenía mando, únicamente estaba el agujerito. Se empecinó en conseguir proyectiles de grava entre los tiestos de un descuidado arriate que malhadadamente trataba de embellecer el frontispicio. Cuando buscaba las piedritas dio también con una sustancia viscosa, inmediatamente reprimió las neuronas eferentes y se limpió con tierra seca, evitando a tiempo las arcadas. Después de revisar la numeración, dedujo que el departamento era interior, con lo cual se resolvió a deshacerse del parque.

    Esperó más de media hora hasta que regresó el vecino con un tamal y un atole y abrió la puerta. Cuarto piso, sin elevador. Ahí lo teníamos de nuevo, subiendo de dos en dos. Se dirigió a la puerta contigua para comenzar sus indagaciones, esta otra puerta tenía una curiosa aldaba que no golpeaba, pero al momento de levantarla para impactar, se escuchó un celestial din dong. Un departamento que si encajaba con sus paradigmas, la puerta era normal, opaca, rasa, práctica, como todo lo demás; era para abrir y para cerrar. De súbito, ¡oh sorpresa! Sonó la chapa de la puerta absurda. Escuchar el mecanismo y ponerse en frente de la puerta absurda fue una sola acción.

    El batiente giró hacia adentro y salió de la penumbra una figura más bien alta y de corte estrecho, con cabello rubio, ondulado y débil, los ojos expresivos, ligeramente más grandes que sus órbitas; eran unos ojos de un color gris azulado desvaído, estaban encarnados, parecía que hubiera estado sollozando. Vaya una mirada, era patéticamente tierna e implorante, ornada por unos pómulos delicados y arrebolados. Su piel era nívea, casi diáfana. El conjunto no hacía ningún contraste, todos sus elementos se perdían en diversas tonalidades pálidas. La criatura, afectada por una hermosura griega que irradiaba sensibilidad, se desperezaba. No se adivinaba su género. Era todo lo contrario de la reciedumbre, más bien abúlico, parecía necesitar protección. Piel algo fofa, contorno delgado que delataba leves visos de hidropesía hacia el vientre y las caderas. La indumentaria era indefinida, floja, zancona y de colores claros.

    En cuanto la figura posó la suave mirada sobre su visitante, solo atinó a decir suplicante – ¿es mi tiempo?

    Entonces vino el destello que le obnubiló, el golpe de adrenalina y los furiosos movimientos devastadores.

    – – – – –

    Claro que no es homofobia, jamás distinguí si era hombre, mujer o catamita, sencillamente creo que no pude tolerarle, era el espectro de la pusilanimidad. Es del dominio público que la delicadeza no tiene tinta en las preferencias.

    Cuando habló, no supe de mí, simplemente salté lleno de cólera, se me nubló la vista y comencé a golpear. Yo no iba por él. Por Dios, ¿qué me pasó?, ¿por qué dijo eso? Si ello sabía que moriría, está bien, era su destino; pero, ¿porque yo? Únicamente iba a hacer una entrega.

    Muy bello, una figura controvertida; le amas o le odias. Según lo aprendido, yo no le podía amar. Tal vez venga de ahí la furia. Solo puedo amar lo que admiro. Como Nietzsche admiro la fuerza y la integridad. La belleza solo es un accidente, y el primor no es más que un defecto…. como los ojos claros.

    Desde que vi la puerta supe que algo iba mal. Era la esencia de una fantasía carcomida por la negligencia. Y esas chapitas rosicler.

    No estoy seguro si salieron los vecinos de la vivienda con el tirador musical, debieron haberlo hecho, puesto que llamé. Mucha gente pregunta antes de abrir. Tal vez no abrieron ¿o sí?, tal vez me vieron.

    ¿Y los imanes?, ¿qué fue de ellos?, ¿qué voy a hacer?

    Dejé rastros por todos lados, no puedo regresar a limpiarlos. Dicen que el asesino siempre regresa al lugar del crimen.

    Me cegó la cólera. Maldita cosa. Maldito. Maldita sea. ¡Maldición! ¿Qué me movió a reaccionar así?

    Fuiste tú Titiritero facineroso. Autor pretencioso ¿A ver cómo me sacas de esta?

    ¿Por qué hago el reclamo mirando hacia arriba?, ¿quién te crees?

    Ahora, ¿Qué voy a hacer?

    ¿Por qué no me suspendieron a tiempo?, antes de que pasara todo esto.

    Me hubieran podido alejar. Darme una embajada, ¿por qué no? Llevar a cabo negociaciones en otro relato o con otro escritor. La única salida: Huir a toda costa, pero ¿a dónde?

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  • Daniel Vargas
    02/03/2017 12:05 pm

    DESDOBLAMIENTO
    Se vistió sin bañarse, era día de trabajo, para que esforzarse, de todas formas en el transporte, esos viejos y cansados autobuses, como siempre irían atestados de mal olientes trabajadores taciturnos y mal encarados, su hobby favorito había logrado un desvelo tal que le costaba abrir los ojos, leía de noche se decía que era la mejor hora del día en que podía disfrutar de sus libros.
    En la parada del autobús, junto al padre, un hombre mayor, aun amodorrado, bostezaba repetidamente como queriendo tragar bocanadas de aire, tal vez así pudiera despertar de una buena vez. Un auto pasando lentamente de pronto detuvo su marcha. Del auto baja un hombrecillo adulto de gafas y de sweater con corbata a rayas, el pelo relamido de goma y pantalón de vestir muy bien planchado.
    – Oye chamaco! Si tu ese del copete!
    – Otra vez que te vuelva a ver a fuera de mi casa llamaré a la policía!
    El padre, cuestionó al unísono que el hombrecillo vociferaba
    – Lo conoces??
    – No, nunca lo había visto
    – Estas seguro?
    – Si papa estoy seguro!
    El hombrecillo, se acercó aun más a los dos hombres parados en la esquina, apenas media un metro sesenta, los dos hombres, además de cantidad, le sacaban unos 30 o 40 centímetros al hombrecillo.
    – Yo ni lo conozco señor
    El hombrecillo fruncía el ceño para mejorar su vista, al mismo tiempo que gritaba cada vez más cerca a los hombres.
    – ¡Si eres tú, estoy seguro!
    – Todas las noches con tus amigos avientan piedras a mi casa, ya estoy cansado de sus pendejadas!. –ladraba el hombrecillo cada vez más cerca.
    Enardecido por la cercanía y por los gritos del desconocido, el hombre mayor soltó la maleta que traía al hombro y se acercó al hombrecillo.
    – Ni te conocemos, cabrón!
    – Si es él estoy seguro!, deteniendo su marcha, el hombrecillo volvió a gritar.
    – Mira cabrón! no sé quién eres y no te conocemos!, así que mejor lárgate o te rompo la madre.
    El hombrecillo se recogió en hombros por el grito del hombre mayor y dio unos pasos hacia atrás, caminando de espaldas a su automóvil, siguió vociferando.
    – ¡Me las vas a pagar, wey ¡ te voy a echar a la policía
    – ¡Estás loco estúpido! , yo no sé ni quien eres ni en donde vives, llégale! Culminó la discusión el joven
    El auto se alejó y el padre insistió en la veracidad de la historia del hombrecillo, el joven aseguraba no conocerlo. Los dos extrañados por la situación, abordaron el autobús atestado de obreros mal olientes y mal encarado, el autobús apenas si se detuvo para que con un salto los dos hombres se apearan al cacharro.
    Mientras parte de su cuerpo volaba en el estribo del autobús, El joven sentía una extraña sensación, la cofusión lo hacía desconfiar de su mismo, tal vez un desdoblamiento de personalidad!.
    Absorto en sus pensamientos, descartaba posibilidades, debatía sobre teorías, rebuscaba en la lógica el acontecimiento, No!, era ilógico un desdoblamiento de personalidad!, siempre fue una persona tranquila sin problemas, le gustaba leer, y nunca se metía con nadie, ni en la escuela, ni en el trabajo ni en la cuadra.
    ¡No!, era imposible!, ilógico!, tener una doble personalidad?, desecho la teoría, aturdido por esa extraña experiencia, pretendía borrar de su mente la idea del desdoblamiento, Al mismo tiempo que se decía Sybil Dorset era un caso especial concurrieron muchas situaciones en su vida que la volvieron introvertida e hizo que se desdoblara, él no tenía esa vida, no tenía problemas mayores más que les acontecen a los adolescentes, no estaba loco se decía así mismo.
    Distraído en sus pensamientos, caminó junto al padre rumbo al trabajo, sus manos adolescentes, se dirigieron a los bolsillos, sintió un objeto áspero y rugoso en el bolsillo izquierdo, no recordaba el objeto, lo extrajo y para su sorpresa sostenía una roca en la mano, un sudor frio recorrió su frente , una roca?? Decía su mente, quien puso esto aquí?,, se transportó de inmediato a la historia del libro, desdoblamiento??? Naa no es posible, se decía mientras su mano izquierda sin pensarlo se levantaba sobre su cabeza y se disponía a arrojar la piedra al ventanal de la acera de enfrente.

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  • FRENTE A LA PUERTA
    Hacìa años que no iba por esos rumbos; que no se paraba frente a aquella puerta, tan temida, tan añorada. Una gruesa cadena impide el paso, un letrero en una esquina anuncia que la casa està en venta. Es un anuncio viejo pues la casa tiene mala fama y nadie la quiere. Se dice que el hijo de los dueños, estando muy drogado, los matò con saña para escapar luego con rumbo desconocido. Una làgrima rueda lentamente por su mejilla hasta llegar a su boca, luego otra y otra hasta volverse un rìo salado. De repente unos gritos cortan el aire y se da cuenta que este momento de debilidad puede salirle caro. Los gritos no cesan; cada vez mas cerca, cada vez mas fuerte: «¡Atràpenlo! ¡ahì està el asesino!»

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  • Aves de rapiña

    Joven, se retira por favor

    Mire, la feria empieza hasta las once, ya le dije; entiendo, quiere ser de primero, pero
    no puedo permitirle que permanezca desde esta hora. Hágame el favor de retirarse, no puedo dejarlo ahí.

    Joven, si continúa ignorándome, sin pronunciar una sola palabra, me veré obligado a someterlo.

    Anoche se metieron a la casa de mis padres, ellos dormidos, son ancianos, indefensos; cuando se levantó mi papa al baño, pensó que habían olvidado encender el foco de la entrada, se asomó por la ventana y vio: lo habían quebrado. La puerta estaba entreabierta, los maleantes forzaron la chapa. Al encender la luz de la sala, vio, se robaron cuanto pudieron los desgraciados, se robaron cosas de su cuarto donde estaban dormidos. La rapiña fue sigilosa.
    Su aspecto, joven, discúlpeme por juzgarlo en apariencia -no debería- me hace ponerle imagen a los cuervos de anoche; a lo mejor me equivoco. A lo mejor usted tiene más educación que yo, y es estudiante de filosofía, letras, poeta, pintor, por querer entrar ahí. No sé, le repito, de no hacerme caso, me veré obligado a proceder.

    «Central, reporto desde Tacuba, hay un individuo sospechoso que se niega a darme cualquier tipo de información…»

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  • -Ese hombre se masturba, Chuchita.
    -¿Qué dices?
    – Mira tú misma por la ventana, está en el edificio de enfrente.
    -Ave María purísima, es cierto, ver para creer, Chonita.
    -Oye, tal vez solo está haciendo pipi.
    -Pero, no hay charco.
    -¡Qué degenerado!
    -Necesito ir a la iglesia, es miércoles de ceniza y ya es muy tarde.
    -Lo siento, no puedes salir, la calle está sola, te vaya a violar
    -Ya es tarde, todavía puedo encontrar abierta la iglesia de San Bernardo, la que está en 20 de noviembre.
    Chonita se pone su chal, se enrolla la pañoleta en la cabeza y sale de lóbrego edificio en ruinas, decidida a cruzar la calle, se persigna y al salir y murmura:
    – Es el camino corto para llegar pronto. En el nombre sea de Dios.
    Cuando Chonita iba a atravesar la vía para doblar en la calle de Uruguay, el hombre se voltea y la ve de frente, ella disminuye la velocidad de su paso y luego se queda petrificada.
    -¿Cuánto dinero contaste Juan? Preguntó una mujer que se acercó al tipo.
    -Tenemos suficiente chaparra, la venta de hoy fue buena, podemos ir al cine y a cenar.
    -Yo terminé de guardar la mercancía y dejé cerrado el puesto, replicó la mujer.
    Mientras ellos se alejaban, en la cara de Chonita se desdibujaba su enjundia por acudir a recibir su cruz de ceniza.
    -Caramba, yo habría podido convencer a ese hombre para que tomara el buen camino.

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  • Adriana Mabel Magalevsky
    04/03/2017 5:49 pm

    Regreso a casa
    El viaje había sido largo. Debió gastar sus últimas monedas en el pasaje pero, al fin, estaba allí.Al pararse frente a la gran puerta de entrada, el joven la observó desconcertado; una gruesa cadena con candado bloqueaba la reja. No lo podía creer:
    -¡Papá! ¡Papá!- gritó desesperado.
    Silencio. Apoyó su cabeza contra el tejido de hierro y el frío le cruzó la espalda. De pronto, alguien le tocó el hombro y él se volvió sobresaltado:
    -No hay nada que hacer, muchacho- le dijo un anciano- Ya todo pasó.
    -¿Cómo? ¿De qué me habla?
    -Él te esperó lo que pudo, pero ya no está en este mundo- intentó explicar- Ahora, ya ves, es demasiado tarde.
    -¿Y usted quién es?- preguntó el joven sin entender.
    El anciano lo miró a los ojos y, sin ninguna sombra de reproche, respondió:
    -El abuelo de tus hijos, si hubieras regresado a tiempo.

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  • Siempre me detenía ante la imponente entrada del Palacio de minería, nunca me animaba a entrar, pues sentía que no pertenecía al mudo cultural que engloba tan bello edificio, total que siempre seguía con mi camino, pues en contra-esquina (o sea en en la esquina de lo que hoy es el MUNAL)los jueves se ponen unos chicos amistosos que tocan música de los años 60…. Un día cuando uno de mis amigos me invitó a la presentación de su libro, resultó que era en el palacio de minería, por lo que sin poder contener más el deseo y la curiosidad de conocer los adentros de aquél pedacito de historia, acepté la invitación, al plantarme en la entrada como lo había hecho innumerables veces la curiosidad que me había invadido comenzó a acrecentarse por lo que traté de darme prisa en entrar, cuando pisé por fin lo que es parte del patio, algo en mi cambió, algo nuevo en mi comenzaba a nacer, algo en mi me hizo sentir vivo, algo en mi me decía que aquel mundo al que yo creía ser ajeno, me abrió las puertas y me susurró al oído que me esperaban desde la primera vez que miré por las rendijas de aquel portón de hierro, ese día, fue el día que el arte me vio nacer…

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  • karla Barajas
    05/03/2017 12:36 pm

    Cuando regresó a México en agosto, la oficina donde trabajaba Luciana, su amor platónico, estaba cerrada.

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  • Jack Elkyon
    05/03/2017 5:53 pm

    Déjeme entrar, por favor.

    –Váyase joven, a esta hora ya no puede pasar…
    –Usted no entiende, traigo un elixir para doña Juana, la viceministra, tiene las oficinas en el cuarto piso.
    –Mire, las reglas son las reglas y aquí después de las seis de la tarde nadie entra, Estos son organismos públicos y se respetan los horarios.
    –Le insisto, estoy acá por una razón muy importante. Este elixir fue hecho en la última reunión de magos y hechiceros del país.
    –A ver… ¿Y qué propiedades tiene el elixir que lo hacen tan trascendental?
    –A quien lo bebe se le despiertan los atributos de la bondad, el criterio, la diligencia y la cordura. Que lo tome la viceministra es importante para todos nosotros. Déjeme entrar, por favor, por el bien del país.
    –Mire, no le creo nada, si fuera como usted dice le darían el famoso elixir al ministro.
    –Tiene razón, pero él ya tiene el antídoto.

    Responder
  • Larissa Villarreal Villarreal
    07/03/2017 9:34 pm

    Me quedé fuera -dijo el chico y recordó la historia de toda su vida-.
    No había sido una vida larga pero se había perdido muchas cosas, no pudo entrar a muchos lugares, nunca ganó. Murió. Fin. No hay nada más que decir. Quizá el chico recuerde otra historia y pueda, después, vivirla, le escriban los más bellos cantos y sobre su mito se funden ciudades donde nazcan emperadores.

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  • Marie-Liz Krajcik Castro
    07/03/2017 9:51 pm

    Después de un largo camino recorrido, al fin, pude encontrar lo que estaba buscando, un consuelo a mi vida, una forma de pensar diferente de la que yo estaba acostumbrado, mi vida ha sido una difícil, no como las personas con pequeños problemas, ya sea de dinero o cosas materiales por el estilo que la gente tiene comúnmente, yo nací en una familia problemática, mi madre era una prostituta y bueno yo no sabía quien era mi padre, mi madre con todos sus excesos me dijo que era un cliente que la frecuentaba y ella se enamoró de él y un día que le dijo que jamás iba a volver ella decidió hacer algo para recordarlo por siempre aunque le costara la vida, ese soy yo. Crecí en un mundo difícil, el mundo de la trata de blancas, yo solo era una forma de crear lástima, yo crecí sin ninguna educación no sabía leer y mucho menos escribir, hasta que una persona me vio mendigando en la calle se compadeció de mi y me daba una que otra clase para que no cayera tanto en la ignorancia, esta persona era una mujer con una larga falda y un tipo de manto blanco en la cabeza, ya era una mujer grande, esta me dijo que pertenecía a un grupo religioso que ella le decía una congregación que se dedicaban a la vida con Dios, para mi no existía ningún Dios por la clase de vida que llevaba, pero ella me convencía de su existencia, me decía lo que supuestamente el hizo por nosotros, yo me preguntaba como una señor que vivió hace dos mil años, murió por nosotros, eso no puede ser posible pues nosotros todavía en su época no existíamos.
    Pero ella me hablaba maravillosamente, era una forma de sentirme querido, era una sensación extraña que jamás en mi vida había yo sentido.
    Un día como cualquier otro, fui al lugar donde siempre me enseñaba, pero ella no llegó, yo pensé que tal vez a ella se le había olvidado por su condición, cada vez que más pasaba el tiempo más vieja se ponía, era algo normal de la vida que eso lo aprendí por mi solo. Pero algo no andaba bien, porque según mis cálculos (los pocos que yo sabía) se había tardado más de un mes, pero yo seguía yendo como si supiera que al día siguiente iba a volver, pero un día una mujer con la misma vestimenta que la señora que me daba las clases apareció, y ella en un tono muy tranquilo, me dijo que la señora que me daba las clases había fallecido, eso fue un golpe muy fuerte para mi, ya que nadie más me había hablado de la muerte más que ella, era un dolor muy intenso, la señorita que me dio la noticia me dijo que sus restos iban a estar en la catedral metropolitana, por si quería ir a ver donde había yacido ella.
    La señorita que me dio la noticia se fue en un carro, como me vio tan devastado, me dejó solo vivir mi luto, yo solo pensaba, como podría vivir sin ella, pero en ese instante se me ocurrió ir al lugar donde ella yacía,así que me marché sin más, anduve caminando por mucho tiempo, que hasta perdí la noción del tiempo. Pero hasta que en un momento de mi andar, me encontré en frente de la imponente catedral metropolitana, fui hacia la entrada de esta pero estaba cerrada, no me quedó de otra que recargarme ante la imponente reja, rezando los rezos que ella me enseñó, rezando por su eterno descanso y llorando desconsoladamente, hasta que el sacerdote de la catedral no pudo tomar desapercibido mi llanto y me preguntó por qué lloraba, yo le dije por qué ahí yacía la persona que me crió, la que me dio todos mis conocimientos de la vida, el cura se conmovió tanto de mi explicación que me dejó pasar al sepulcro de mi adorada maestra, al entrar a la catedral sentí algo mágico, como una forma de que alguien me llamaba, me sentí como hechizado y con la sensación de jamás irme de ese lugar. Al llegar al lugar donde estaba mi maestra de vida, llore más por pensar que ella estaba ahí sin vida, el sacerdote estaba ahí todo ese tiempo. Hasta que yo me calme le dije lo que estaba meditando mientras le lloraba a mi maestra, le conté toda mi desdichada y lo único que sabía era sobre ese señor clavado en la cruz y quería dedicarle mi vida hacía él, el cura solo me sonrió, el me dio una casa y sustento, me dijo que lo pensara con determinación porque me dijo que muchas personas de mi edad pensaban lo mismo que yo, que me iba a enseñar lo que era la vida católica o como ellos le llaman una vida con vocación y pasando ese tiempo supe que esa era i vida en adelante, así que el me llevó a un seminario que era donde se preparaban jóvenes para ser sacerdotes, hice toda mi carrera, nunca creí llegar tan lejos con mis pocos conocimientos que me dio mi maestra de vida, fui de los pocos en graduarme o como le dicen ser ordenado sacerdote, tuve mi propia parroquia que yo administraba y a todos mis feligreses les contaba mi historia, todos se quedaban sorprendidos y yo les decía que no dejaran de creer en ellos, así llegarían a ser alguien en la vida, cuando yo era un nadie.

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  • Tardó tanto tiempo en decidirse a comenzar a estudiar que, para cuando al fin el adulto en el que se convirtió juntó la suficiente fuerza de voluntad para hacerlo, la escuela ya había cerrado sus puertas para siempre…

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  • RELATO BREVE
    La semana anterior perdí mi viaje porque hubo una suspensión de actividades en el Aeropuerto internacional con destino a León Gto.
    La cita con la editorial Micky no pudo realizarse.
    Hace dos días Mr. Trump desestabilizó todas las economías mundiales al mismo tiempo que nos detiene las exportaciones se ocurrió construir un muro estilo Berlín.
    Tremendo obstáculo que detuvo en seco a los soñadores de la libertad.
    Y ahora que se celebra la FIL ANUAL de CD. MEX.me encuentro que fue suspendida por falta de talento.
    ME TEMO QUE HABRÁ UNA LARGA FILA PARA HACERSE MIEMBRO DE ALGÚN PARTIDO POLÍTICO.
    Terminó de elucubrar Alfonsino Chavez mirando con un dejo de otrora esperanza al candado de la tremenda verja del inmueble de la FIL.
    Ya habrá más suerte en una editorial en las FILs occidentales mirando de reojo la cubierta de su libro de ciencia ficción EL FUTURO DE LOS ESCRITORES.
    Por el momento es necesario hacer una escala forzada
    Dio media vuelta perdiéndose en el mar de gentes de todas clases sociales del Área de CD. MEX..

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  • Jair Ortega.
    07/03/2017 10:19 pm

    Cuando llegué a casa y descubrí que cambiaron la cerradura, me quedó claro… Había muerto.

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  • valerykubrick
    07/03/2017 11:49 pm

    Fue un suspiro largo, parecía que el alma se le salía del cuerpo; pero no, le estaba regresando.
    —Así que esto se siente encontrar un oasis en el desierto.— Pensó el chico mientras que entre tambaleos intentaba subirse la bragueta.

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  • Mayra Elizondo Cortés
    08/03/2017 7:20 pm

    Día feriado

    Por los anuncios publicitarios ella se enteró del día en que él presentaría su nuevo libro. Había estado preparando el encuentro por casi tres meses, ¿qué decir para faltar al trabajo? ¿qué inventar en casa para que no se dieran cuenta de que no habría ido a trabajar? Juntar el dinero para comprar el libro, esa iba a ser una tarea complicada tomando en cuenta el plan de gastos que siempre tenía y que realmente no era un plan sino una rutina que evidenciaba que nunca alcanzaría para todo lo que realmente necesitaba. Por supuesto, también debía leer el libro, pero esa una de las partes más agradables, que no costaría ningún sacrificio. Finalmente, ¿qué se pondría para ese día? Al fin se verían cara a cara, conocería a quien estaba segura de que era su alma gemela en el mundo, quien con cada historia, párrafo y palabra, validaba lo que su solitario y depresivo corazón sentía a sus escasos pero ya muy sufridos 17 años. El día llegó. Se levantó como de costumbre para fingir que iba a trabajar pero en lugar de ello, se dirigió al recinto majestuoso en el que se encontraría con su admirado acompañante secreto, de los últimos tres años de su vida. Después de muchas horas vagando entre cientos de personas y miles de libros que ni en sueños podría comprar, entró a la sala y se sentó en la primera fila. Él apareció y todo se iluminó para ella, la presentación comenzó. Una atmósfera de éxtasis, mareo y felicidad la invadió aunque también evitó que comprendiera del todo la plática que se exponía. Además, él a veces la veía y ella sabía que con la mirada le decía que estaba feliz de verla ahí por fin, que verla era una de las razones de estar en ese lugar.
    Al término de la exposición, pidieron que los asistentes hicieran una fila para la firma de libros y por más que se apresuró y empujó con su cuerpo a varios desconocidos, le tocó ser quinta o sexta en la fila. Al llegar frente a la mesa, sin verla, él le pidió su nombre y garabateó en la primera página del libro. Ella le iba a preguntar, que en dónde lo esperaría al final de las firmas, pero otra voz le ordenó que se retirara de la fila. Decidió esperarlo hasta el final pero estaba impaciente por leer la dedicatoria en el libro. Lo abrió y leyó: “Para Camelia con cariño. Fernando D.”. Pero, no era posible… Ahora sí, Amelia estaba segura de que no le importaba a nadie en el mundo.

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  • Hoy por la mañana me levante con el ego del tamaño del mundo, entonces me pregunté: -¿Por qué no Roberto? es hoy el día, de eso estaba seguro. De la habitación me dirigí al baño y con plena seguridad abrí la llave de la regadera como todo un experto, alguien que sabe muy bien lo que hace desde luego, entonces la regadera empezó con su lluvia de agua helada a las 7 Am, una vez terminado de asearse, Roberto salio a la calle sin rumbo alguno, sin embargo, sentía una gran convicción de que algo bueno le sucedería ese día, pues con sus 22 años de vida sentía que no había tenido ninguna suerte, que todo le salia mal, pero al pasar por el centro de la ciudad, le llamo la atención una casona que se encontraba cerrada, era grande y la puerta tenia un portón de fierro, se acerco a observar que era lo que le causaba tanto enigma de aquel lugar, entonces se quedo perplejo, como si su voluntad se hubiera disuelto, cual niño en el limbo, de pronto descubrió algo que le alegro el corazón, era un billete de 20 pesos que estaban tirados junto a la puerta detrás del cancel, entonces se quedo mirando para saber de que manera los podía tomar sin que nadie se diera cuenta, pues era el gran día de ir por unos ricos tacos de canasta, su día estaba resuelto entonces.

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  • Dennise Alcíbar
    12/03/2017 10:03 pm

    Sirva esta nota como constancia de los hechos ocurridos en este sitio de podredumbre.
    No sé cuánto tiempo ha pasado desde mi llegada. Ellos se encargaron de disolver el tiempo entre sollozos y gritos de angustia. Viven en la puerta contigua. Nunca los he visto pero sé que existen porque taladran mi cabeza con sus monstruosos alaridos. Desde mi llegada no he tenido un minuto de paz. Han venido a golpear la puerta más de una vez pero se marchan antes de que pueda abrirles. Mis entrañas se han congelado, mi sangre hierve, sepan que soy tan real como ellos y voy a enfrentarlos. Cuando lean esta nota estaré llamando a su puerta.

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  • Lo recuerdo como si hubiese sido ayer. Mis compañeros del colegio arrojando papeles húmedos sobre mi cabeza, la monja pintada en el pizarrón con orejas grandes y pinta de bruja. Mi mochila llena de libretas, lápices de diferentes tamaños, y plumas sin tinta. Recuerdo a Daniela, la niña más inteligente del salón, el amor de mi vida. Sólo el recuerdo ha quedado, de aquel maldito día, en el que me volví insoportable en temporada de exámenes. Era un chico listo, opacado por mis compañeros hijos de papi millonario, pero con buenas calificaciones. Entre ochos y nueves, y una que otra vez un diez, me estaba muriendo de ganas por darle un escarmiento a Fernando, mi compañero más detestable, pues sólo lo era conmigo. Aunque yo no era así, yo sólo quería terminar mis estudios sin problema alguno, pues en mi familia todo estaba bien, y las expectativas eran altas. Pero no, las cosas pasan, y punto. Un jueves de examen de matemáticas, resolví todos mis problemas. Me jodí hasta a la madre superiora, después de eso simplemente huí, y hoy he vuelto realizado, con el honor de haber sido el único sobreviviente, y con la pena de culpa que aún me persigue, pero hoy por hoy, creo que me sigue valiendo madres.

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  • Y en el final…

    Y en el final sólo quedó resistir. Después de la caída de los sistemas de organización social mundiales, la humanidad tuvo que empezar de nuevo. Ahora el Museo era nuestro refugio.

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  • Él sí la quería, pero «por hombre» no la detuvo. Aún así le dolió tanto, que ni siquiera se movió. Cuando ella porfín se perdió de vista, él lloró, simulando que orinaba, asilado como un parásito dando la espalda al mundo.

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  • Michel M. Merino
    14/03/2017 6:18 pm

    El museo llevaba ya tres días clausurado, y de las personas al interior no había noticias; estábamos empezando a alterarnos.
    —Todo está bien. No hay de qué preocuparse —repetía un nefasto hombre de traje negro, tratando de restarle importancia al asunto.
    Exigíamos respuestas; ¡queríamos saber qué estaba ocurriendo! Mi hermano y su novia estaban trabajando allí adentro cuando docenas de militares cerraron el museo y acordonaron la zona sin dar explicaciones.
    Es suficiente…
    Empujamos con fuerza y las vallas al frente comienzan a chirriar y a vencerse.
    El tipo del traje negro nos suplica casi llorando que nos calmemos, pero ya es muy tarde para eso.
    Los soldados apuntan sus rifles hacia nosotros; han sido autorizados a abrir fuego apenas crucemos el perímetro.
    Las vallas ceden y la gente corre en tropel hacia el museo, siendo recibida por ráfagas de furiosas balas.
    Pero somos demasiados…
    La multitud no tarda en llegar hasta los soldados para despojarlos de sus armas y usarlas contra ellos.
    Logro abrirme camino entre la trifulca, golpeo a un insistente soldado que me sujeta del cabello y escapo de él. Corro hasta la puerta del museo e intento correrla sin éxito.
    Grito con todas mis fuerzas esperando que mi hermano o su novia aparezcan.
    —¡Félix! ¡Laura!
    Mi corazón se detiene cuando al fondo veo aparecer una horrenda figura que me…

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  • Creí haber encontrado el amor de mi vida, pasaba largas horas con ella, la hacia reír y ella me hacía feliz. Un día comencé a sentirla lejana, rara, distante. Me preocupaba, ella se excusaba diciendo que estaba fatigada por el trabajo. Sin embargo, yo no le creía. Pasaba más tiempo en el trabajo que de costumbre así que un día la fui a buscar. Me acerqué al portón y todo estaba cerrado, inclusive las luces daban a entender que no había nadie. Me quedé observando por largo rato, en vano. De repente siento una mano que toca mi hombro, era ella. Me vio y me preguntó acerca de mi visita a ese lugar. Le fui sincero y le dije que dudaba de su trabajo y que efectivamente no hay nadie adentro. Ella se rió, yo me enojé. Le pedí alguna explicación. Pregunté mil veces – «¿Por qué me haces eso a mí?, ¿por qué me mientes?»- ella me robó un beso y me dijo: – «Tontito, no te he mentido, te confundiste de calle y de empresa. Trabajo en la empresa que esta en la esquina , Esta en la que me buscaste quebró hace algunos años, obviamente aquí no encontrarás a nadie». Sorprendido volteo y observo su empresa -la de la esquina- y me doy cuenta que ella tenía razón.

    Sharon Del Sirius

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  • Javier Cuesta
    16/03/2017 11:27 am

    “FIL PM MX”

    Por fin había resuelto el enigma con el que tropecé en un oscuro blog en internet “lashistorias.com.mx”

    Es muy largo de explicar aquí como resolví la encriptación secreta del mensaje, aunque aquellos familiarizados con el campo de las matemáticas idempotentes lo encontrarán casi infantil.

    Baste decir que las letras “FIL PM MX” que aparecían en una foto en un inocuo concurso de relatos en el blog, eran la clave de la fecha, muy próxima, del fin del mundo, así como de la dirección del edificio y contraseña de entrada para los afortunados acertantes del mensaje misterioso, los cuáles serían admitidos en el plan de evacuación que sería ejecutado antes del infausto cataclismo.

    Me puse en camino hacia la dirección indicada, pero un desafortunado error al interpretar el plano del suburbano, jejeje que ironía, me hizo tomar el trayecto equivocado y llegar tarde. El portalón del edificio, cerrado con un inmenso candado por dentro, así como una nota pegada a la puerta e incomprensible para los no iniciados – “chincha rabiña” decía – indicaba que sin lugar a dudas la selección ya había finalizado.

    Me imaginaba a los futuros supervivientes dentro del vetusto edificio, ajenos al mundo exterior, y ya en la frenética actividad de los preparativos previos a la partida.

    Del éxito del plan de evacuación no me cabía duda. Lo probaba el hecho de que la foto, aparecida días antes en la convocatoria del concurso, era una foto mía en ese mismo momento, visto de espaldas, mirando desconsolado a través de la puerta de forja cerrada ante mis narices.

    Indudablemente las mentes privilegiadas que habían elaborado aquel plan, y que dominaban el viaje en el tiempo, era improbable que hubieran dejado algún margen al error.

    Y en fin con esto viene ya la petición al autor de este blog, de la que esta parrafada no ha sido más que preámbulo explicativo.

    Verá Sr. Alberto Chimal, después de este disgusto que usted podrá comprender, me quedaba el consuelo al menos de presentar un relato al concurso y ver si lo ganaba, pero veo que termina el 28 del corriente, y digo yo:

    ¿No sería posible adelantar la selección del ganador unos diitas?

    Responder
  • Jack Elkyon
    19/03/2017 7:49 am

    La mitad de la mitad

    El ennegrecido portón forjado del vetusto edificio de oficinas se encontraba cerrado mediante una gruesa cadena con candado.
    –¡Ábranme la puerta por favor, necesito entrar!—gritó hacia el interior del inmueble un joven parado en las escalinatas que comunicaban la construcción con la acera que da a la calle. Su tono tenía más de súplica que de enfado.
    En el interior, un hombrecito pequeño y delgado se encontraba inmóvil, parado dentro de una vasija de barro mirando el pasillo. Parecía absorto en sus pensamientos. Se acomodó los anteojos de color rojo que le caían pesados sobre una gran nariz aguileña y con una mueca de desagrado se dignó en responderle al joven a través de la puerta enrejada:
    –¡Váyase, señor!.
    –Pero tengo hora con el psiquiatra, piso 8.
    –Asumiendo en forma hipotética que entrara al edificio, nunca llegará al piso 8.
    El joven se acercó a la puerta y agarró, con firmeza, dos barrotes de la reja.
    — Seguro me toma por estúpido porque soy paciente del psiquiatra. ¿Cómo no voy a poder llegar?, es muy fácil, tomo el ascensor y marco el piso 8, luego me bajo cuando se detenga y las puertas del elevador se abran. Desde ahí puedo caminar un par de pasos a la oficina del médico.
    El hombre se detuvo al escuchar la afirmación del joven. Respiró profundo el contaminado aire de la ciudad y movió sus manos como ramas de un árbol meciéndose con el viento.
    –El ascensor se detiene siempre en la mitad del viaje, ya sea de subida o de bajada. Por ejemplo, si usted marca el piso 8, se detendrá en el piso 4. Luego, estando en el piso 4, volverá a marcar el 8, pero se detendrá en el 6. Volverá a marcar el 8, pero parará en el 7. Entre el 7 y el 8 hay un solo piso de diferencia pero el ascensor se detendrá en la mitad de los dos pisos. Y así, en forma sucesiva, siempre se detendrá en la mitad, y después en la mitad de la otra mitad. Nunca podrá arribar a su destino.
    –Pero puedo marcar el piso 16, va a parar en el 8, y ahí me bajo—refunfuño el joven creyendo tener la solución.
    –El edificio tiene 9 pisos—espetó el hombre—y si usted marca ese número en el elevador, entonces se detendrá entre los pisos 4 y 5. De ahí en adelante, e independiente de cualquier piso que marque en el ascensor nunca más se detendrá en un piso entero.
    El joven no se dejaba convencer.
    –Pero se puede llegar al piso 6. Ahí me puedo bajar y subo los dos pisos por la escalera.
    –Con la escalera ocurre lo mismo. Es imposible llegar al piso superior, uno se queda subiendo o bajando eternamente en el entrepiso, sin poder avanzar más allá de la mitad de la mitad.
    –Bueno, y, entonces ¿cómo es que el psiquiatra tiene la consulta en el piso 8?
    — Me temo que el pobre hombre anda por ahí, errante por la escalera o atrapado en el ascensor. Lo conozco porque de vez en cuando me ha venido a pedir ayuda para llegar a su oficina, pero no he podido ayudarlo, las reglas de este edificio son inexorables.
    El joven agarró su mochila, que había dejado en el suelo durante la conversación, y se la puso a la espalda, resignado a irse sin lograr su objetivo. Pero le asaltó una última duda:
    –¿Y usted, cómo lo ha hecho para no perderse entre los pisos del edificio?
    –Ah… es que yo no me muevo. Soy una plantita.

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  • Sharon A. Hdez. Garduño
    21/03/2017 9:38 pm

    Sólo la esperaba; esperaba a que bajara por las escaleras, con sus maletas. Enojada y al mismo tiempo feliz, liberada al fin de su mala racha. Muchos problemas y nada de soluciones.

    Sus papás molestos cierran de golpe la puerta. No me quieren ni ver.

    Era difícil, lo sé. Pero era y es el nuevo inicio a nuestro futuro y bienestar.

    Por más malandro que parezca, ella me arrebató el alma de una manera tan fugaz que me rendí ante ella, dejando la mala hierba y dejándolo todo por protegerla y protegerme a mí para ella.
    No tengo ganas de perderla, de perderme, de perdernos.

    Tengo miedo… algo nuevo está por comenzar.

    La veo bajar, sus ojos sonrojados y sus labios pálidos en una sonrisa.
    La veo y mi corazón se acelera como si fuera a darme un infarto, al mismo tiempo de que se detiene.

    Respira, no tengas miedo.

    Darías la espalda al mundo con tal de tenerla a ella. Darías todo por estar con ella y tener su amor.
    No temas..

    -¿Estás listo?
    -Para ti, siempre

    Sharon Astrid Hernández Garduño

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  • Entonces fue que me señaló aquel portón, la casa lucía vieja, pero tenía una entrada tan grande como un palacio. Él parecía nervioso, respiró profundo dos veces sobre sus manos juntas mientras me daba las gracias por el aventón; sentí cierta curiosidad, pero la prisa que tenía yo era mayor y dejé que fluyera todo sin decir una sola palabra.

    Después de unos segundos escuché un “chido, gracias”, mirándolo por el retrovisor puse mi puño a la altura de mis hombros para que él pudiera chocarlo desde la parte trasera, y así lo hizo. Sus nudillos estaban helados, pero claro, quien sabe cuánto tiempo llevaba el pobre chavo caminando en periférico.

    Y es que se veía tan descuidado el pobre. Según nuestra corta conversación, él había estado caminando por más de un día sobre aquella avenida desconsolado, aunque parecía más tiempo debido al descuido del largo de su cabello, y nadie siquiera se había acercado a preguntarle si estaba bien o si necesitaba algo.

    – “Mmm… digamos que soy hijo de una de las personas más importantes del estado” – me dijo con titubeos al preguntarle cómo se llamaba. Se me hacía raro que siendo alguien tan importante en la vida de esa “celebridad” no haya hecho nada por buscarlo; y por eso me atreví a preguntarle de su aventura. Tal vez una noche de copas, alguna escapada de casa, alguna chica…

    – “Pues… digamos que es algo parecido” – empezó a confesar ya un poco menos tenso – “le robé el coche a mi papá para salir con un amigo a una fiesta. Todo iba bien, había tomado mucho y no podía manejar muy bien, pero ya nos dirigíamos a casa. De repente, vimos caminando por la banqueta del periférico a un par de muchachas bastante lindas, bien arregladas, piernas torneadas y faldas pequeñas; ellas accedieron a que les diéramos un aventón sin saber si quiera quiénes éramos. ¿Lo ves?, el auto de mi papá es maravilloso… luego de ahí, no recuerdo mucho. Tengo un estilo de “flashback” en las que ellas nos decían que se quedarían a dormir con nosotros, pero no recuerdo”

    Fue entonces que, por primera vez, lo miré a los ojos por el retrovisor de mi auto. Lucía hinchado y un poco golpeado. No quise preguntar, pero supuse que alguno de los dos se quiso pasar de listo con una chica y estas les acomodaron una paliza debido a su estado de ebriedad; así que únicamente sonreí regresando mi mirada hacia el camino. Él, al notar mi pequeña risa, rio incluso más fuerte que yo, como si se tratara de una relación padre e hijo.

    Creo que él sintió lo mismo, pues se acomodó mejor y abrazó el asiento delantero del copiloto para poder platicar mejor. Aprovechando este movimiento y la cercanía que ya había tenido conmigo, aproveché para decirle lo qué habría hecho mi padre difunto si hubiera estado en sus zapatos. Sin ser lo que yo esperaba, el pasajero respiró profundamente y se acomodó de nuevo en el asiento trasero mirando por su ventana.

    Yo me di cuenta del hecho y supuse que la relación con su papá estaba algo descuidada debido a la falta de tiempo que éste podría darle a su hijo. Tal vez nunca ha tenido esa cercanía fraternal, así que me disculpé recibiendo una encogida de hombros de su parte… y la seriedad regresó. No me atreví a cruzar con él otra palabra hasta que llegamos a su casa, aquella del portón enorme y ventanas grandes.

    Estuve toda la noche y todo el día siguiente pensando en el pobre muchacho, sentía la necesidad de hacer algo por él, pero no sabía cómo… Sin pensarlo un segundo más, me levanté de mi cama aquel domingo, tomé mis llaves y me dirigí a su casa. Tal vez lo que él necesite simplemente es a alguien que lo escuche y lo comprenda, alguien que lo aconseje – pensaba mientras navegaba por las calles de la ciudad.

    Llegué a su casa y aún estuve esperando unos minutos estructurando mi conversación con él e intentando imaginar qué me contestaría para sonar lo más responsable posible; es algo que suelo hacer desde pequeño, pues mi padre me enseñó que no debía abrir la boca si no sé qué iría a decir.

    Antes de terminar mi estructura final, salió un hombre de la casa, parecía ser su padre. Él lucía hinchado como su hijo aquel día que le di aventón, su traje negro intenso hacía relucir ese fino y brillante “Rolex” que traía en la mano izquierda, tanto como la cadena dorada que rodaba en su pecho fuerte y peludo que lucía a través de aquella camisa abierta.

    En ese momento, mi mente se puso en blanco, ¿cómo era posible que alguien se preocupara más por su apariencia que por la relación con su hijo? Me dirigí hacia él con pasos fuertes y una mirada llena de coraje y decepción, estaba decidido a ponerlo en su lugar.

    Me planté frente a él y sin decirle más, comencé a insultarlo: “es usted un mal padre, debería de ponerle más atención a sus hijos, hijo de la gran…” – Me interrumpió muy extrañado preguntándome a qué me refería.

    Aquel cinismo me hizo hervir la sangre, pero intenté controlarme para narrarle todo lo que había ocurrido dos días atrás: que al preguntarle sobre su padre se le habían llenado los ojos de lágrimas y había decidido evitar responder; porque es usted un mal padre, porque a los hijos se les debe de escuchar, de dar atención, que había recogido a su hijo golpeado caminando sobre periférico, que lo había traído hasta su casa y…

    Fue aquí cuando paré de insultar al ver su mirada confundida, el sujeto me preguntó que cómo era que sabía yo que el muchacho que había recogido era su hijo. Respiré profundo e, intentando tranquilizar mi respiración, empecé a describirle sus rasgos físicos, su ropa, su forma de hablar… Él se quitó la cadena que traía en el cuello, abrió una pequeña cápsula en forma de balón de fútbol el cual contenía una foto del muchacho mientras los ojos se le humedecían.

    – “Sí, es él, ¿dónde está?” – le dije – “¡Quiero platicar con él lo antes posible!”

    – Me temo que eso va a estar un poco complicado, señor… mi hijo sufrió un accidente automovilístico acompañado de su mejor amigo y dos muchachas hace dos años, él murió.

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  • Pensaba en ella todo el tiempo. Era la solitaria esposa de un policía federal y eso le gustaba, pues odiaba a los policías desde que era adolescente cuando lo golpearon entre tres sólo por cargar un porro y contestarles de mala manera que no era un asunto de su incumbencia. Los odiaba quizás desde antes. Su madre tuvo un novio que no era policía sino más bien oficial de tránsito y solía abofetearla. Él era muy pequeño y contemplaba tales escenas apretando fuerte a su peluche llamado Lenin. Tenía muy presente el cómo la gorra caía al suelo mientras el grueso hombre cacheteaba a su madre. Recordaba el color del uniforme y la placa, en realidad desde entonces odiaba los uniformes. Pensaba en ella porque no podía tenerla, porque le hablaba de su marido como un hombre invencible, de esos a los que todos temen. Estuvo esperándola en la puerta del edificio por algunos minutos después de hacer sonar el timbre. Se preguntaba cómo una mujer de tal delicadeza podía tener por marido a un hombre intimidante y grotesco. Como sea, le haría el amor con los uniformes, las placas y reconocimientos de testigos, eso le gustaba también. Terminó la espera y al subir los escalones concluía: es curiosa la manera en que el odio al amor alimenta.

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  • Catheryne Chavez
    23/03/2017 2:55 pm

    Parecía que era un día normal en el penal, todo se veía muy tranquilo, ya que estoy acostumbrado a vivir ahí , puesto que llevo diez años recluso, por una completa injusticia, tal parece me acusaron por trafico de drogas y todo comenzó por tomar una mochila errónea, que era idéntica a la mía, entonces cuando pase por la aduana me revisaron y se dieron cuenta de la carga que llevaba dentro, yo hable con los judiciales y les dije que fue una completa confusión, ya que ese no era mi equipaje y lo tome por un completo error, la policía no me creyó y me llevaron directo a la corte en la cual me sentenciaron a tantos años de prisión por eso.

    Antes de que me tomaran preso, yo tenia una novia a la cual amaba con toda mi alma, entonces en cuanto ella se entero de lo que me había ocurrido fue a visitarme al reclusorio, yo hable con ella y le dije que me esperara el tiempo que estuviera dentro de ese espantoso lugar y que en cuanto saliera de ahí la iría a buscar a su casa para continuar nuestra vida juntos y como de costumbre.

    Y tal parce llego el día en el que me liberaron de la cárcel, ya que me portaba bien, me quitaron algunos años de prisión, salí decidido de ahí, tome mis pertenencias y me dirigí justo a hacia la casa de mi amada, entrando al vecindario de ella todo estaba muy tranquilo y de lejos podía observar que su casa no lucia como antes, ya que se veía descuidada, oscura y triste.

    Llegue a su casa, pero había un candado en la puerta, las emociones de verla se me iban desapareciendo, porque tocaba la puerta de su casa y nadie salia, grite como loco y tampoco nadie se asomo, hasta que un vecino salio a decirme que ya nadie vivía en esa casa desde hace algunos años y que estaba completamente abandonada.

    Triste y decepcionado me sentía, por no haber encontrado a mi amaba, entonces pensé tal vez ella no me quería lo suficiente como para esperarme.

    Entonces simplemente me marche de ahí con algunas lagrimas en los ojos, pensando que nunca la volvería a ver, ya que no dejo rastro de a donde pudiera haber ido y me quede con esa gran incertidumbre y enigma.

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  • Avivado

    El edificio respira, el hierro fundido y la piedra se estremecen por el contacto del aire y las paredes susurran voces que nadie escucha. Las columnas crujen y la madera de puertas y pisos palpitan por la cadencia de un corazón cansado. En la fachada, las ventanas ciegas palpan la calidez del Sol y los rasguños fríos de la noche. Como el gran árbol de un bosque, la ciudad ha crecido a su alrededor agresiva e indiferente El edificio pretende probar y admirar lo que se mueve. El granito transmuta su naturaleza y del friso engendra un ser humano curioso que olfatea, ve y saborea cada rincón del mundo.

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  • Fue un día de muchas primeras veces. Y del final de una era. @CuteDeath98 cumplió 37 años, venía saliendo de su primera entrevista para un trabajo real (antes había sido “activista a favor de los pugs”, barista en un café transorgánico, servidor en un “comedor gourmet” e “ideador de startups de tecnología armónica y comercio justo”).

    Estaba sentado en la banqueta de una gran avenida, sintiendo por primera vez el rigor del sol en la frente sin el amparo de sus wayfarers ni su corona de flores.

    Por primera vez le habían dicho que sus ideales no contaban como habilidades, y que sus viajes de “autodescubrimiento” no contaban como experiencia laboral.

    Su agotamiento sólo era superado por el hecho de que en la oficina en la que hizo la entrevista, nadie le invitó un mezcal artesanal hecho por las pobres pero bellas manos de algún oaxaqueño que seguiría siendo pobre, pero serviría perfectamente como modelo para la ilustración de la etiqueta.

    @CuteDeath98 abrió los ojos, y por un momento entendió el nuevo mundo en el que vivía. Uno que no lo aceptaba tal como fingía ser. Un mundo donde los hombres con barbota y pantalones rotos no eran hip: vivían en la calle. Un mundo donde dedicar días enteros a las causas sociales era causa de despido.

    Sacó un sobrecito de la bolsa de su bermuda hecha con fibras de maguey, y comió desesperadamente lo último que le quedaba de kale hidropónico. Lo hizo sin gusto, con el cinismo típico de su generación.

    Volteó a ver su smartphone para ver la hora. Le quedaba 5% de batería. No tenía pila portátil ni enchufes cerca. Por primera vez en años, su teléfono estaría apagado. Dejó la pantalla encendida y se quedó viendo el porcentaje de carga hasta el último momento, incluso ignoró los retweets que le daban a su mensaje de despedida.

    1% y contando. @CuteDeath98 cerró los ojos, y al tiempo que su smartphone se despedía del mundo, él dejó la vida escapar de su cuerpo. Era el último de los millenials.

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  • Lore Proch
    24/03/2017 5:18 pm

    Había una vez un cuento como todos, pero este se quedó sin su personaje. Roy una joven joven noruega llegó a un convento de voluntaria, bueno eso es lo que dijo cuando entró, me miró y corrió a un cuarto, su mirada humeda me alarmo, ella no dijo la verdad. Corrí detrás, la puerta no habría vi una luz intensa y escuche un sonido fuerte que me hizo arrodillar tapando mis orejas. Pocos segundos después me levante, abrí la puerta y no había nadie ni siquiera una ventana o un armario, entré, camine con ansiedad recogí un cuaderno pequeño de apuntes que decía 1788 Diar de Roy Grieg sabía que era ella por sus fotos pegadas en las hojas, parecía un diario. Me quedé un rato fuera del cuarto obscuro, en cuanto quise volver a entrar llegó una monja y me obligo a salir. Desde aquel día regreso al convento con la posibilidad de que ella regresará por su pequeño diario.

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  • PASE SIN LLAMAR

    El papel pegado en el enrejado llamó mi atención. Todos los días pasaba junto al edificio, camino de la casa de mi maestro, y era la primera vez que lo veía. Sus grandes letras negras conminaban a cumplir la orden escrita de una forma casi hipnótica y me paré, incrédulo, ante el portón.
    Me sorprendió que nadie más compartiera mi curiosidad, teniendo en cuenta el gentío que se estaba congregando en la acera. Empujé la puerta, pero, obviamente, no se abrió pues la cadena que desde hacía años sujetaba las dos hojas de hierro forjado seguía en su lugar.
    El sonido estridente de una sirena que se acercaba rompió el hechizo. Me volví y contemplé cómo los sanitarios recién salidos de una ambulancia intentaban reanimar a un joven tendido en la calzada. «¡No le vi! ¡Se me echó encima y no pude frenar!», lloraba un anciano que también estaba siendo atendido.
    Sentí lástima por aquel muchacho de pelo largo que, cuando salió de su casa aquella mañana, no sabía que no iba a volver a ella. Me fijé en un cartapacio abierto a su lado del que salían partituras arrastradas por el viento y recogí algunas. «No hay nada que hacer», certificó un médico mientras le cerraba suavemente los ojos.
    Volví a la puerta, empujé y esta vez se abrió de par en par. Avancé por el hall oscuro y un acomodador salió a mi encuentro. «Por aquí, señor», me indicó guiándome por un pasillo hasta una cortina de terciopelo. Tras ella, en medio de un escenario iluminado, me esperaba un Steinway, el piano de cola con el que soñaba interpretar mis composiciones algún día. El patio de butacas estaba lleno y sonreí al descubrir en la primera fila a mis cuatro abuelos, a los que tanto había echado de menos.
    Coloqué las partituras en el piano, me senté y toqué.

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  • Oswaldo García
    25/03/2017 7:32 pm

    “Tienes que ir por aquél pasillo, si realmente quiere volver a verla debes de pasar por ese camino”.
    Aquí estoy delante de esta reja, a simple vista se ve un camino riesgoso, difícil y sobretodo complicado; la reja aparenta otra cosa, sin embargo no me dejaré seducir por la belleza que hace la lucha por ocultar la tristeza que guarda este pasillo.
    Quiero estar con ella, sin embargo el camino me impide hacerlo fácilmente. Este camino oscuro y frío me da la impresión que no quisiera volver a vernos juntos, sin embargo debo de hacer lo posible por enfrentar las tristezas, los retos y adversidades con tal de ser feliz.
    Este camino guarda todas las peleas que tuvimos, todo lo que nos dijimos y ofendimos. Sé que al cruzar por aquí me darán ganas de retroceder y no haber cometido tantas tonterías; nadie ha podido retroceder el tiempo, pero de algo estoy seguro: si quiero luchar por lo que realmente aprecio debo de cruzar esta reja para que al final me encuentre con ella, y así al verla pedirle perdón y decirle todo lo que quiera.
    Me vuelvo a encontrar con una nueva reja, un nuevo problema; sin embargo acostumbrado estoy, he cruzado muchas rejas y he logrado vencer múltiples adversidades que la vida me ha puesto. Hoy, es el amor el que está detrás del pasillo que oculta esta reja y por ende el camino será más doloroso pero con recompensa más reconfortante.

    Oswaldo García

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  • Ana Bardales
    26/03/2017 7:57 pm

    VORÁGINE — Ana Bardales

    Había ido en busca de respuestas. Cuando vio las letras que aparecían en el anuncio al interior de aquel edificio supo que estaba en el lugar correcto. Era un mensaje cifrado. Ahora, sólo tenía que tocar el timbre que apenas alcanzaba con su dedo medio y esperar. Pero el tiempo pasó y el portón continuaba cerrado. Volvió a hacer sonar el timbre, cada vez con mayor desesperación, hasta que como por arte de magia la puerta se abrió haciendo un chirrido que daba escalofríos. Entró con cierta reserva y sigilo pues el silencio que habitaba allí era sepulcral. Después de avanzar veinte pasos vio ante él un pasillo estrecho e interminable en el cual cada diez metros hallaba a los lados puertas tapiadas o desvencijadas. De pronto, escuchó un sonido que en otro momento hubiera sido imperceptible para el oído humano y tratando de huir de aquello que estaba a punto de romperle el tímpano, golpeó con su cuerpo la primera puerta que se encontró a su paso hasta que la derribó. Al entrar, una luz intensa lo encegueció, impidiéndole ver que miles de insectos revoloteaban a su alrededor mientras formaban una espiral perfecta que iba devorándolo hasta hacerlo desaparecer.

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  • Frida Guerrero
    26/03/2017 9:47 pm

    Desperté el sábado a medio día, la luz inundaba mi habitación. Me costó trabajo abrir los ojos pero tenía que levantarme. Me metí a bañar, sentí como el agua caliente caía sobre mi cuerpo, tenía mucho tiempo que no disfrutaba tanto darme un baño. Salí de bañarme, me vestí y fui a la cocina para desayunar algo. Mientras desayunaba me empezó a doler un poco el estómago, pero no porque la comida fuera a estar mala, era un dolor de nervios, de un mal presentimiento. Terminé el desayuno, pasé al baño y me salí de mi casa. Por fin, después de 1 mes, vería a la chica de mis sueños. Ella tenía todo lo que a mi me gustaba en una mujer, la verdad me encantaba. Lo mejor es que íbamos a festejar nuestro aniversario. La iba a ver afuera del metro Bellas Artes.
    Caminé por la calle de República de Brasil y di vuelta a la derecha hacia la Calle de Tacuba, caminé muy rápido para poder llegar puntual. Cuando iba de camino recibí una llamada, por un momento me detuve en la calle y contesté el teléfono. De inmediato reconocí la voz, era mi madre. Habían pasado dos años desde que me mudé y dejé de vivir con ella, casi nunca hablábamos y muy pocas veces iba a verla. Me extrañó mucho que me llamara, sonaba preocupada, le pregunté cuál era el problema pero no me decía nada. Se quedaba callada pero se escuchaba que estaba llorando. Por fin se armó de valor y me lo dijo «tu padre ha muerto». En ese momento todo se vino abajo, no supe qué hacer, qué decir, ni cómo reaccionar, mi madre seguía hablando pero no supe lo que decía. Colgué el teléfono diciéndole a mi mamá que la llamaría después. Me encontraba afuera del Palacio de Minería, me quedé en una esquina de la entrada viendo hacia adentro, mi mirada estaba perdida. Flashbacks llegaron a mi mente con la imagen de mi padre, momentos que pasamos juntos, todos recuerdos bonitos, decidí olvidar lo malo de nuestra relación. No pude despedirme de él, no pude decirle adiós. Ya no me importaba llegar tarde a mi cita, ni siquiera iba a ir.
    Decidí correr a metro Allende, me subí al metro dirección Taxqueña, bajé en Ermita para transbordar a la Linea 12 e ir hacia Culhuacán , necesitaba estar con mi madre, necesitaba ver a mi padre por última vez. Sabía desde mi casa que pasaría algo malo, ese dolor de estómago no era por nada. Sé que mi novia va a entender que la haya dejado plantada, la verdad ya no tenía ánimo de ver a nadie. Cuando una de las personas que más quieres en tu vida se va, todo pierde sentido y yo he perdido el mío. Mi padre se ha ido, no puedo hacer nada para recuperar el tiempo desperdiciado, no me queda nada más que hacer, solo decir adiós.

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  • Joaquim Sanvicente
    27/03/2017 12:03 am

    Y ahí estaba yo, esperándola en el mismo portón donde siempre nos veíamos, dejaba mi bicicleta amarrada al poste de la esquina, le ponía pausa a mi «Discman» y marcaba su numero telefónico para solo escuchar a una maquina diciéndome que el teléfono fue desconectado.
    Yo era un chico con cabello largo, pantalones cortos y un extraño amor por la cultura urbana, mientras ella siempre fue una chica linda, «fresa» como le decían mis amigos, sacaba las mejores calificaciones, siempre peinada y con ropa salida de cualquier revista de modas del momento, dos mundos diferentes, pero a la ves desde que nos vimos por primera en la Gran puerta negra sentí que la conocía de otra vida, siempre supe que ella sintió lo mismo, pero jamas me lo dijo, tal ves por miedo a que un juego de adolescentes empezara a tomar sentimientos y se volviera REAL.
    Aun recuerdo el momento en que la invite a salir por primera ves, sus amigas me miraron por encima del hombro, una de ellas se burlo de mi como si mi saludo fuera hacia ella, pero yo solo me fije en la que me trataba como una persona normal y no como un simple mensajero.
    No tenia idea a donde llevarla a pasear, ni auto tenia y cuando se lo dije, me echo una risa tierna y me dijo que podíamos ir al apartamento donde ella viva con su mamà, Agarre mi bici y le dije que la seguía hasta haya, ella subió a su coche y en menos de 10 minutos llegamos, al entrar me pregunto el porque seguía usando algo tan anticuado como un «Discman», yo para no verme como un estirado amante de los 90 solo le pude decir que era por que me gustaba escuchar mis CD’s, tomo el aparato y saco el disco «¿Incesticide de Nirvana?» fue lo que me pregunto y sin dejarme contestar lo puso en su estéreo y podría jurar que en esos 44 minutos con 44 segundos, todo desapareció y solo eramos ella y yo en su cuarto, al inicio de «Mollys Lips» le dije sin querer sonar como un acosador que llevaba rato observándola que ella era mi Molly y ella gracias a su educación privada, escucho la canción y entendió a lo que me refería y sin decir nada me beso.
    El tiempo paso y seguíamos la misma rutina, pero aunque estábamos enamorados me daba cuenta que los sentimientos no eran lo suyo, pero que decir, si ella me alejaba yo con mas fuerza me aferraba a querer entrar en ella.
    Pasaron 8 meses, los mejores que e vivido hasta ahora, pero en perspectiva tambiénlos peores, me dejaron probar el paraíso para que de un golpe todo se desvaneciera.
    La espere como siempre en la Gran puerta negra pero solo vi a su amiga que me miraba como un fracasado, pero en ese momento ella se me acerco, tenia los ojos llorosos asi que le pregunte que ocurría temiendo cualquier respuesta. Jamas pude imaginar, aunque haya pasado días analizándola, jamas pensé en su padre, el porque no estaba con ella, Y fue cuando su amiga me contó que su padre tenia problemas con el alcohol y por eso su madre lo había abandonado y se la había llevado lejos, su padre no las había encontrado hasta un día antes, borracho y enojado golpeo a su madre, a ella la metió a su auto y en su borrachera acelero y se salio del camino, terminando con la vida de su hija y como siempre, el conductor intoxicado, salio solo con unos golpes.
    Tome mi bici y pedalee lo mas fuerte que pude, hasta llegar a su casa donde encontré a su madre llorando, confirmando lo que ya había escuchado. estuve apunto del desmayo pero me mantuve firme, jamas la e podido ir a ver, a donde esta ahora, no tengo las fuerzas porque yo se que si viera esa piedra con su nombre, convertiría todo esto en algo REAL y yo prefiero esperar a mi Molly en la Gran puerta negra.

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  • Ximena del Carmen Olvera Dávila
    27/03/2017 9:12 am

    Y lo hizo.
    Me cerró la puerta en la cara.
    Por mas que le pedí que se quedara, que fuera mi fuerza y mi apoyo para superar mi lucha interna, no lo hizo, no quiso quedarse.
    Simplemente me dejó solo, me dio la espalda y me mintió en la cara. Siempre que me decía «estaré ahí para ti», «te amo», «lo más importante en mi vida eres tú», siempre le creí.
    Ahora me doy cuenta que era mentira y que el único que daba su cien era yo.
    En fin, lo único que me queda es llorar en su puerta, hasta que me sienta lo más vacío que pueda, pero ya que pase eso, sacaré fuerzas de mi interior y saldré adelante, solo, como siempre lo he hecho.

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  • Maripaz Herrera
    27/03/2017 9:18 am

    Entonces logre escapar, pero aún no se había ido. Sabía que necesitaba entrar, tenía que mantenerme a salvo. Pero estaba ahí, escondido detrás de los autos.
    ¡Era aterrador!
    No logro recordar de donde salió, o como fue que apareció. Lo único que era seguro es que quería matarme. Su mirada hablaba por si sola, su expresión corporal era fuerte, intensa.
    ¡Se me cayeron las llaves!
    Y aún seguía viéndome, no sabía si seguir corriendo o tratar de abrir la puerta.
    Continuaba sin moverse, solo me miraba, como si sus ojos me dieran a entender que quería que entrará en pánico. Solo esperaba el momento en el que yo me rindiera, y entonces iría tras de mi.
    ¡Tranquilo,respira! Me grite a mi mismo mil veces, es que nadie sabia el temor que le tengo. ¡Ayuda! ¿Alguien?
    Entonces paso, abrí la puerta y a lo lejos escuche una voz que decía: ¡deja de gritar y levántate!
    Así que desperté, salí por el periódico, y cuando eleve la mirada, el perro aún seguía ahí, solo que atado con una cadena.

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  • Una mañana como cualquier otra en la Ciudad de México un joven llamado Alejandro con el sueño de convertirse en el mayor arquitecto, se levantó para poder ir a desayunar en el mismo cómodo y cálido restaurante al que asiste con unos dos compañeros de su carrera.

    Alejandro pide lo de siempre unos gu vos con jamón, café y un jugo, sus amigos varían en dependencia al clima o situaciones sentimentales.
    Al llegar a la clase de arquitectura el profesor anunció que irían de escurcion a unos edificios antiguos pero culturales; Pero en ese momento llego un joven con chamarra oscura ,jeans cortos y tenis blancos. Algo sombrío su aspecto pero al parecer parecía muy amable ya que intento convivir con todos aunquebya era algo grande para esa vestimenta como unos 25 años.

    Al llegar a la escurcion los jóvenes estudiantes tomaban apuntes y aprendían todo lo que les decían, teniendo un futuro examen acerca de ello pero el joven nuevo no esto les mostró un interés en el joven por ser el único diferente a ellos.

    Alejandro se acercó a este joven y le dijo
    «hola como te llamas? y porque no estás anotando está informacion».

    El joven contesto «siempre fue diferente las cosas en las que trabaje en mi vida, sobre todo en mi forma de hacer diferente las cosas»

    Alejandro-
    ¿De qué hablas amigo y porque te le quedas viendo a este esificio por la reja y no desde lejos ?

    Joven-
    Tú eres un joven innovador Alejandro solo temes salir de lo mismo diario, tendrás un gran futuro pero solo si te descubres a ti mismo.

    El joven empezó a retirarse y cuando estaba a una distancia la cuál sería solo clara la voz para Alejandro este le dijo…
    Joven-
    mi nombre de hoy no es importante per mis amigos me decían Luis Barragán Morfín.

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  • CERRADO

    “Cerrado por duelo”, decían las letras grandes. Se acercó más para leer las letras pequeñas, “Con hondo pesar participamos el fallecimiento de la docente María Gurmendi”.
    —¿De qué murió? —le preguntó Fernando a otra alumna que como él se detuvo a leer el cartel.
    —Tuvo un accidente anoche, se resbaló y cayó por las escaleras.
    —Pobre —contestó Fernando. Luego, se fue tranquilo. Nadie sospechaba de él, estaba a salvo.

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  • Sesto Ricardo Hernandez Galicia
    27/03/2017 1:25 pm

    Eran quizá las tres de la tarde, las nubes jugaban con el soplar del viento, y las ramas de los arboles fingian no caerse de miedo. Me encontraba parado frente una puerta maldita, o al menos eso era lo que había oído por las calles del lugar. Mi intriga fue demasiada, y cuando menos lo noté ya estaba parado frente a esos barrotes de metal que me separaban de lo seguro a lo inseguro (patio-calle). Mi cuerpo se encontraba petrificado, pero sin más preámbulos me asomé. No noté nada raro, pero me sorprendió mucho una anciana que me decía:
    -Acércate, y toma mi lugar.
    Yo la vi muy mal, en mala facha quizá, pero nunca le tuve miedo. Porque es más seguro tenerle miedo a un vivo que aun muerto.

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  • La cena

    El chico pidió que lo dejaran entrar. No estaba nervioso, creía, pero sus dedos se aferraban al borde inferior de su camiseta. La puerta se abrió sin intermediario. El chico siguió. Avanzó unos pasos. Vio la mesa puesta, los cubiertos lavados, limpios. Ni un rastro de la carne roja que los comensales, de los cuales él había hecho parte, devoraron la noche pasada. Caminó hacia ellos. La puerta de la cocina a un lado, pudo percibir la respiración del cocinero. Su corazón se aceleró, el aire se trancó en su pecho. Lo sabía y lo quería: hoy, él sería la cena.

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  • sofia eiko
    27/03/2017 7:17 pm

    Nada puedo hacer ya, lo arruiné, los defraude.
    tome mis pocas pertenencias; entre ellas estaban un par de jeans rotos, dos camisas deslavadas, toda mi ropa interior, algunos calcetines, mi cable de celular y una foto a lado de mis padres. lo tenía todo y ahora no hay nada mas, perdí todo sin ganar nada.
    salí tristemente de mi casa, con la cabeza agachada y una mirada de vergüenza; a mi lado estaban mis padres, dos señores con los corazones mas bondadosos del mundo, yo se que me aman y que hicieron de todo para alejarme de mi destrucción; pero fue mas fuerte, fue mas fuerte aquella a la que llaman «juana».
    mi dulce y querida «juana», que desde el primer momento fue exquisita, me llenaba de plenitud y calma.
    pobres de mis viejos, llenos de amor y odio al mismo tiempo; yo lo provoque, yo me lo busque.
    así que con mi maleta en la mano salí de aquella casona que me resguardo por tantos años; voltee y por un instante, solo por uno espere a que mi madre saliera corriendo a pedirme que no me fuera, pero ya era tarde; tome mis decisiones y es hora de pagar mis penitencias
    . Mi mirada se perdió en aquella reja color negra con puntos plateados, puse mis manos sobre mi largo cabello y comencé a llorar. sin mas ni menos di la media vuelta camine y me perdí en las frías calles de mi México querido.

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  • La puerta cerrada.
    Ya era demaciado tarde, la puerta cerrada se burlaba de mi, mientras yo gritaba su nombre por ultima vez, al aceptar que no habia nadie en aquel lugar donde soliamos vernos los tres y ahora despues de tanto tiempo le diria la verdad, al fin le confesaria que el sujeto de quien se enamoro tambien la amaba a ella, pero gracias a mi él se habia ido, lo engañe para que se fuera, le rompi el corazon, le hice creer que ella lo odiaba ,lo traicione y era mi amigo, nunca me hizo nada para que yo le pagara así, pero tambien yo la amaba y si era la unica forma de tener una oportunidad de estar juntos lo intentaria.
    Ahora me doy cuenta del mal que hice, pues ella lo amaba solo a él, aún cuando le declare mi amor y aún despues de que nos besaramos aquella noche ella solo lo amaba él. Pero él ya no estaba y ahora ella tampoco esta aquí, llegue demaciado tarde para decirle la verdad, yo la seguiré amando y aunque ella me odie tendria que haberle dicho la verdad, la puerta esta cerrada y no se dónde esta.

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  • Isaac Rsutrián
    27/03/2017 9:05 pm

    Bajista, greñudo y con look metalero, solo falta el nombre y el anuncio es tuyo, es tuyo Francisco, hoy puede ser tu día de suerte, porque tú eres un bajista.

    Llegas al lugar donde parece ser y te das cuenta de que en realidad son como 17 timbres por tocar y el anuncio no tiene numero interno, decides probar suerte, tocas uno y después el otro y así te sigues hasta que te contesta una voz, esa voz era la de una joven, una chica, podría apostar a que tiene veinticinco o veintiocho.

    Abrió la puerta y subí, esperaba que fueran muchos los escalones. Deberías de dejar el cigarrillo, pero no lo hacer por falta de carácter. Y llegas a la puerta, antes de que toque ya te abren y es, es la chica, creo que gané la apuesta, incluso es bella.

    Te presentas con los demás y esperas en el sofá, seguro estan hablando del anuncio y sin darte cuenta te quedas dormido por lo agusto que estas, no cuentas las horas y deportó, al abrir los ojos, notas que no es el sofá en que estabas durmiendo hace unos segundos, pero ellos te dicen que sí, que lo hagas. Tú no entiendes nada porque eres un niño de diecisiete y solo te importa el rock, pero, lo dudas y ellos te dicen que sí, que lo hagas, te sudan las manos, no puedes pensar, tienes el papel enfrente de ti, basta con tomar la pluma y firmar, anda, tu puedes ella te dice con una voz suave y amable, seguro que sueñas con ella. Pero los nervios te comen.
    ¡Firma ya! te gritan, indeciso lo haces y en un abrir y cerrar de ojos eres parte de la banda, les perteneces a ellos tanto como ellos a ti y eso es mentira, pero siempre te lo dicen, te la crees y estás contento, te abrazan los abrazas. Se te cae el celular en el pie, te despiertas y te das cuenta que sigues en el sillón, que no es verdad y que nunca saliste de casa, en la tele está terminando “Some kind of monster” y solo fue un sueño.

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  • “Cerrado por causas de fuerza mayor”

    Ya lo veía venir, nada podía hacer que yo pudiera volver a ver sus increíbles ojos, escuchar su risa pausada mientras su voz narraba una historia de amor. No importaban los días que yo viniera a este mismo sitio, sabía que el edificio no era lo que la atrajo, sino su afecto a los libros y tanto que ella podía seducirme tan solo de leerlos. Pero ese día, las intenciones de poder acercarme no fueron suficientes, y deje que tan encantadora sonrisa se esfumara entre la multitud.

    Cada vez, pasaba por ahí, con la esperanza de poder verla, quizá sentada o solo viendo alguna pieza de arte expuesta, pero mis palpitares me decían que no la vería, sino hasta el siguiente año, en la misma celebración, donde ella haría sonar su azulada voz en ese mismo barandal.

    Pero no será así, porque ella no es para mí y yo no soy para ella, porque ella no está ahí, y yo no estoy con ella.

    -Diego S López Hedz.

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  • La entrada
    Mi mamá dijo que estaría ahí, siempre esperándome, en la entrada. Estaba cerrada con candado no podía entrar. Cada día después de la escuela pasaba por ahí, tenía la ligera esperanza de que las rejas estuvieran abiertas o que mi mamá estuviera ahí, pasó día tras día y nada. Hasta que una tarde, un señor se me acercó y me preguntó:
    -¿A quién esperas grandote?-
    Y yo le contesté que a mi mamá.
    -Pero este lugar lleva abandonado 3 años y nunca he visto a nadie por aquí-. Dijo el señor
    ¿Por qué mi mamá me habrá dicho que la esperara?. No tenía sentido.
    Al día siguiente estaba caminando por los callejones, dirigiéndome a la entrada, pase por la calle sin darme cuenta de que el semáforo estaba en verde. Un coche me tocó el claxon, la vista se me empezó a nublar y caí al suelo. Cuando desperté una luz brillante se reflejaba sobre mi cara, el señor salió de su auto y me ayudó a levantarme, señalo que volteara a la derecha, y ahí estaba ella, sonriendo y diciéndome que me acercara, abrió el candado y porfin entre y la abracé como nunca antes lo había hecho. Sentí una paz y tranquilidad infinita.

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  • Diego ISBN

    Siempre llegaba tarde a la cita: cada día de las dos semanas que duraba la fiesta. Lo había intentado trece veces y por cada retardo decoraba los botones de soldadura de la reja con pintura plateada como si fueran los puntos suspensivos de una historia de amor.
    Esta vez Diego ISBN se había quedado dormido por hacerle compañía a la máquina de imprimir hasta la madrugada. Era tan interminable su plática que no se percató de haberse sentado sobre una hoja de papel con pegamento y talco. Le costó trabajo quitársela y llegó cuando la reja estaba otra vez cerrada. No conocería de nueva cuenta a la mujer de su vida: la enciclopedia fantástica y definitiva de la literatura mexicana. Ya no podía admitirse a ningún pretendiente por más guapo, pandroso o rockstar que fuera. A pesar de que había cientos de enciclopedias y antologías, él estaba obsesionado solamente con aquella.
    Hoy era él último día de la feria y Diego se asomaba para ver si algún editor tuviese la piedad de aventarle las llaves, abrir la reja y poder entrar a la fiesta de solteros más importante de México. En su mochila venían otros pretendientes más enanos que sólo aspiraban a ligar con alguna plaquette o revista independiente: Pepito, Panchito y Luisito. Con coraje aventó la mochila por los huecos de la reja. Tal vez algún editor abriese la mochila y aprovechara a los pequeños novios para sus publicaciones. Él, por su parte, tendría que esperar hasta el próximo año. Se metió las manos en los bolsillos y sacó las copias de su minificción favorita que venía en el tomo L de la enciclopedia que era dueña de su corazón: la que contaba sobre alguien que siempre llegaba tarde a una fiesta de solteros y ya no lo dejaban entrar.

    Responder
  • Jose Manuel Gonzalez Perez
    28/03/2017 12:30 am

    Debido a la inseguridad de este país, la única manera en que puedo revisar sus mensajes es arrinconándome en una esquina para que nadie vea que tengo un celular, este se ha convertido en un lujo en estos últimos años.
    Veo que me enviaste un mensaje que dice “Tengo buenas noticias”.
    Tecleo “¿Qué pasa?” y lo envió.
    Al momento de presionar la tecla de enviar, siento como un objeto filoso está siendo encajado en mi costado izquierdo a la altura del pecho. El impacto es inmediato y certero y lo único que hago es doblegarme del dolor.
    El sujeto toma mi celular y ve la pantalla, me dice con tono burlón: “Felicidades, vas a ser papá”.
    Tendré un hijo con la mujer que amo, y no estaré ahí para verlo.
    El cuchillo llego a mi corazón, perforándolo y siento como deja de bombear sangre lentamente.
    Eso es todo, mis recuerdos no serán transmitidos, mi cuerpo se petrificara y jamás volveré al amor de mi vida y a mi hijo.
    Fue una buena vida pero con una muerte muy estúpida para ser sincero.
    Bueno, no siento mi corazón ni mi cuerpo. Así que esto es todo.
    Adiós.

    ¿Por qué sigo teniendo pensamientos?
    Ya no siento mi cuerpo, estoy en un lugar húmedo y oscuro.
    No sé qué me depare, no puedo moverme, solo siento una manguera atada a mi estómago.
    Existo y a la vez no, necesito respuestas, oigo latidos, pero no son míos.
    Esto no esta tan mal, puedo habitar aquí sin preocupaciones y ser feliz.
    Quisiera esto para mi familia.
    Aunque por alguna razón, siento a mi esposa más cerca que nunca.

    Responder
  • Cecilia Garza Corres
    28/03/2017 1:44 pm

    Se fue

    Después de tanto tiempo, me decidí; me di cuenta que la vida es un instante, que errar era de humanos, y que tenía que decirle que la amaba.
    Me quedaban pocos días, ya casi era momento de regresar, por segunda vez, no me volvería a ir así, no podía irme así, no después de los increíbles momentos que me hizo pasar, no después de que me diera los mejores días de mi vida, quería decirle que no puedo estar sin ella, que no he dejado de pensarla, quería decirle que la amaba. El tiempo qué importa, el tiempo no es nadie, no es nada, no cuando el amor es de vedad.
    Quería decirle que había sido un idiota, los dos lo habíamos sido, quería decirle que viniera conmigo, quería decirle que la amaba.
    Salí corriendo del café dónde estaba, me subí a la bici y comencé a pedalear; jamás había sentido tanta adrenalina, no dejaba de pensar en qué le iba a decir, quería decirle que la extrañaba, que la quería entre mis brazos otra vez, quería decirle que la amaba.

    Lo supe de inmediato, todo había cambiado. No fue por la cadena, ni por las plantas ya marchitas, era el aire, ya no estaba su olor. Había llegado tarde, muy tarde, unos años, nada más, supongo que el tiempo no perdona.
    Quería verla, quería decirle que la amaba, tenía que.

    ¿No me amaba?

    Se fue…

    Responder
  • Alan Chávez Elorriaga
    28/03/2017 2:16 pm

    Manuel va todos los sábados al Centro de la CDMX, a las calles de Bolívar y Mesones. Siempre toma el metro, a pesar de las molestias que le ocasiona, y baja en Bellas Artes, aunque Allende le quede más cerca, pues le gusta maravillarse una vez a la semana con la fachada del Palacio de Bellas Artes y todos los artistas extraños que están establecidos sobre la calle peatonal Madero.

    Él, a pesar de no tener el suficiente dinero para comprar una guitarra, recorre todas las tiendas de instrumentos musicales para poder tocar. Los empleados de ahí lo reconocen e inclusive le informan sobre lo más nuevo. Como recuerdo de cada visita, compra una plumilla diferente; siempre lleva su colección –que ahora es de 53– consigo mismo y las cuenta en su camino de regreso.

    Sabe que si no gastara ese dinero cada vez que va, podría comprar más prontamente su guitarra, pero aun así lo hace porque mantiene viva la idea de conocer más. Además de que su criterio de compra es cada vez más amplio. Manuel se considera el mejor guitarrista de la Zona Metropolitana.

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  • Francisco Navarro
    28/03/2017 3:20 pm

    Valeria.

    Esta mañana, de nuevo, no desperté en la cama con Valeria. Ella es una mujer enérgica. No le gustaba verme a su lado cuando abría los ojos por la mañana. La primera noche que tuvimos sexo hicimos la promesa de nunca dormir juntos. Fue idea suya, yo la acepté a regañadientes silenciosos, con la idea de que, al cabo de algunos días o semanas, por mucho, la promesa quedaría olvidada y por fin podríamos despertar al mediodía, agotados y sudados, mirándonos los ojos y las arrugas, acariciándonos el cabello enmarañado y nuestros cuerpos alumbrados por un sol alegre.

    La primera vez intenté quedarme y fingí un fuerte dolor de estómago. “No papi, aunque te duela tienes que irte, mira, toma estas pastillas, son para la infección.” De aquella primera noche al día de hoy han pasado cinco meses. Nos veíamos dos o tres veces por semana a las horas que ella disponía. Al principio, para estar en su casa cuando me lo pedía, solicité cambios de turno y soborné a los supervisores de donde trabajaba para dejarme salir una o dos horas antes de terminar mi jornada laboral. Al cabo de cuatro meses de solicitudes y sobornos renuncié, o, mejor dicho, me obligaron a renunciar para no darme finiquito; ya nadie me quería cambiar turno y casi todo mi sueldo lo utilizaba para pagar los sobornos.

    Hace un mes que no trabajo en ninguna parte y es el mismo tiempo que Valeria no llama ni para los buenos días.

    Hoy quedé con Roberto Mejía en la cantina «cielito lindo». Él es supervisor nocturno del área de control de calidad. En el trabajo éramos buenos compañeros, a veces, cuando me cambiaban al turno nocturno, platicábamos largas horas sobre nuestros planes. El pobre quería comprarse una cámara e irse lejos, lo más lejos que el poco dinero que tenía lo dejara llegar. ¿Y si te lleva a Veracruz?

    Esta tarde me llamó para invitarme un trago, que según tenía algo importante que contarme. Le dije que no tenía ni un peso. Sabía que él ya lo sabía, pero tenía que advertirle por pura buena costumbre.

    Roberto sospecha que, desde hace un mes, su esposa, Valeria Rojas, lo engaña con el vecino del departamento de al lado. Me lo dice, cabizbajo, mientras esperamos a que abran la cantina.

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  • Llegué un minuto tarde. Casi casi me cerraron la puerta en la cara. Le rogué al guardia que me diera chance, le dije que era rápido, que era de entrada por salida, pero ni volteó a verme.

    La cagué, la neta. Me quedé en la esquina, pensando en todo lo que hice mal. Si hubiera salido unos minutos antes. Si no me hubiera bañado. Si hubiera corrido cuando cambié de línea en Hidalgo. Con cualquiera de esas bastaba.

    Todas esas versiones de mí, el previsor, el cochino, el atleta, sí hubieran llegado más temprano, hubieran alcanzado a entrar. Ellos también se dieron cuenta de que el problema era yo. Empecé a sentir cómo se me revolvían adentro, escuché sus quejas, sus «qué pendejo eres», y comenzaron a desprenderse de mi cuerpo, como curitas que se quitan de la piel. Ya sin cuerpo, ellos sí se pudieron colar por la reja.

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  • Andan diciendo muchas cosas que a uno no le gusta oír.

    Cuando era un chamaco, mi Mamacita me prohibía hacer muchas cosas por su miedo a que me hiciera un vago.Tenía razón. Pero se le olvidó decirme que sí podía hacer, y aunque no sea un inútil, soy un miedoso.
    Ahora que las cosas se están poniendo feas y la gente anda alzando la voz, yo me pregunto si a mi Mamacita le hubiera gustado que fuera de esos que se quedan calladitos nomás para que no le echen bronca.

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  • ¿Han sentido la sensación de que todo su mundo es una mentira? Ha pasado vario tiempo para enfrentarme con esto de nuevo, hace mucho no regresaba al lugar donde se me rompió el corazón, pero este día me siento diferente, será porque ya se con lo que me voy a encontrar, realmente no lo se pero estoy decidido a decir un adiós definitivo.

    El guardia de la puerta es un completo desconocido para mi, es un poco más joven, pero menos amable, es irónico que hasta el guardia haya sido remplazado ya y en tan poco tiempo. Lo saludo y le digo hacia que número de departamento voy, se me queda mirando extrañamente, me estudia hasta el más mínimo detalle, creo que para él también soy un extraño.
    El guardia me pregunta mi nombre mientras aprieta en el teléfono su número de departamento, fue ahí cuando volví a escuchar su voz.

    La seguridad que sentía antes de cruzar esas rejas se va escapando poco a poco, no puede ser que después de lo que me hizo siga siendo tan débil frente a ella.
    Camino hacia el departamento y noto como mi corazón comienza acelerarse cada vez más, todo mi discurso se me olvida mientras se abre la puerta y me encuentro con su sonrisa tan bella.

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  • Lei Davanni
    28/03/2017 5:27 pm

    Des-aparición

    Nuestras conversaciones cotidianas se habían convertido en mi placer habitual: salía del apartamento, asistía a la universidad y, apenas acababa la última clase, me dirigía a toda prisa a los polvorientos umbrales de la casa-reclusorio de Justina. Acercando su desblanquiñado rostro a los huecos de la reja, ella me decía que me necesitaba, que me quería, que no soportaba su funesta soledad; su voz me conmovía de tal forma que yo no podía evitar sentirme obligado a mitigar su sufrimiento. Hacía dos meses que nos habíamos conocido, y el tiempo nos había amistado a tal grado que mi mente comenzaba a pronunciar su nombre con una frecuencia que frisaba en el enamoramiento. Cuando le confesé que suspiraba por su amor, me sonrió con ternura y, sacando un antebrazo por el hueco, me tomó de la mano.
    —Gracias —me dijo.
    Entonces desapareció para siempre.

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  • Ruth Carolina Lugo Gaxiola
    28/03/2017 5:55 pm

    LA MUJER
    Una vez más me preguntaba ¿Qué hago aquí?, ese mismo día supe lo que significaba esa frase tan usada, “la curiosidad mató al gato”. Siempre en el camino de casa a la escuela pasaba por ese mismo lugar, causaba en mí una gran angustia, una sensación espeluznante cuando me paraba a mirar detrás de las rejas, se supone que ese sitio estaba abandonado, sin embargo, escuchaba una voz llamando mi nombre -Elliot- decía la voz.
    Por fin tome la decisión, me asegure de que nadie estuviera viendo, abrí la mochila, tome la segueta y comencé a romper la cadena de la reja, me tomo dos minutos para lograrlo. Respire hondo, no sabía si estaba haciendo lo correcto, por unos segundos pensé en irme de ahí, pero ya había llegado demasiado lejos, puse el pie dentro, de inmediato sentí un escalofrío, me arme de valor, camine hacia la ventana, la rompí y entre por ahí.
    El lugar era enorme, tenía muebles muy antiguos, todos llenos de polvo, era frío y oscuro, prendí mi lámpara de mano, camine hacia lo que parecía la sala, de repente vi una sombra pasar, volví a escuchar la voz –Elliot- esta vez distinguí la voz de una mujer. Al costado de la sala había un corredor que parecía interminable, las paredes eran blancas, apunte con la linterna y vi que al final del pasillo había una puerta grande, de un color rojo. Decidí ir hacia la puerta cuando volví a escuchar -Elliot- mi corazón se agitaba conforme caminaba a mi destino, mi respiración era cada vez más rápida, me temblaban las piernas, me daba miedo voltear hacia atrás pero también, el simple hecho de abrir la puerta, llegue a la puerta, cerré los ojos, respire hondo y abrí la puerta, abrí los ojos, finalmente pude ver a la mujer de espaldas, llevaba un vestido blanco, cabello largo y negro, estaba sentada en la vacía habitación, no sabía si acercarme o no. Esa voz llamó de nuevo –Elliot-, comenzaba a odiar mi nombre , mi piel se puso chinita, ya que me di cuenta de que la voz no provenía de la mujer frente de mí, venía justo desde atrás, me paralice, no quería voltear, sentí el miedo que jamás había sentido, cuando de repente alguien tomo mi hombro, era un mano delicada, la mujer de al frente estiro su brazo hacia al frente, una vez más llamó mi nombre desde atrás –Elliot-, esta vez la mujer volteó lentamente su cabeza y me sonrió, grite tan fuerte como pude, aunque no pude moverme, la mujer se levantó corriendo del piso hacia mí, gritando, caí al piso, mi cabeza pegó en el suelo, la señora había desaparecido, no me podía mover, no podía hablar, solo yacía en el piso inmóvil, con dolor de cabeza, sangre corría en el piso, mientras lentamente perdía la conciencia, hasta que mi último suspiro cedió.

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  • Melissa Lugo
    28/03/2017 7:05 pm

    TRAS LAS REJAS NEGRAS.

    Cada día era igual, después de hacer mi trabajo pasaba por la misma calle aburrida, solitaria y eterna. Bueno, al menos a mí me parecía que no tenía final. Lo único que me quitaba la desesperación mientras pasaba por ese lugar era patinar, así que siempre iba patinando. Nada me parecía interesante de ese sitio, solo quería llegar a descansar
    .
    Un día yendo a mi trabajo, me robaron mi patineta, así que me tuve que regresar caminando. Moría por llegar casa, todo se me hacía más lento. No importaba que hiciera mi zancada más larga, nomás no lograba avanzar. Decidí tomar un descanso y deje de caminar. Todo estaba silencioso, no veía a nadie más circulando o merodeando por esa calle. Respire profundo, estaba cansado. Cuando voltee hacia un lado, vi un lugar descuidado y abandonado, pero lo extraño no era eso, era la joven que se encontraba detrás de aquellas rejas negras. Una mujer hermosa con piel pálida, ojos y labios grandes, con cabello largo y negro, el cual se movía cuando el viento golpeaba. Cuando me di cuenta la había observado por más de diez minutos. Creo que no se dio cuenta, ya que ella mantuvo la vista en un solo punto, el cual no era yo. No pude saber que miraba. Más bien no parecía que observaba algo, simplemente tenía la mirada perdida. Me acerque hacia las rejas para observarla más de cerca. Tal vez, lo que quería era tratar de hablarle. Mire el piso y note que ya no podía acercarme más, debido a aquellas rejas negras que no me permitían acercarme a ella. Levante la cabeza para volver a mirar la hermosa joven, pero ya no se encontraba. Mire todo alrededor de aquel lugar, no se encontraba por ningún lado. Al estar bastante tiempo enfrente de las rejas negras y no volver a verla, me fui.

    Después de ese día, siempre me paraba en la misma banqueta, mismo punto, enfrente de las mismas rejas, pero no volví a encontrar a aquella bella y hermosa joven que tanto anhelaba volver a contemplar. ¿Era real aquella hermosa joven? Para mí, aparentaba serlo. ¿O acaso fue producto de mi imaginación? Nunca lo sabré. Pero solo espero volver a contemplarla de nuevo, ya sea en mi imaginación o no.

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  • Necesitó que salga. ¡Sólo sal! No quería venir pero no pude evitarlo. Soy débil. Mierda, en verdad la necesito. ¡Sal!…

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  • Break on through

    Descubrió que no es lo mismo una puerta abierta que una cerrada. Ninguna de las personas que vio ir y venir durante el día, miles, le ocasionó tanta fascinación como las figuras geométricas que la puerta cerrada le permitía ver, que la mezcalina le permitía sentir. Entonces lo supo, el gran poema por escribirse estaba ahí, entre los espacios vacíos que se formaban por los giros constantes de la luz sobre los rombos, los círculos, los cuadrados. Y sí, nadie sino él podía ser el autor de ese poema, pues él lo creaba al verlo. Se acercó amorosamente a la puerta, para estampar su firma, brillante y sonora como los versos percibidos.

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  • Plácido Romero
    29/03/2017 12:39 pm

    Necesito hablar con Él. Urgentemente. Tengo que contarle lo que ha pasado, lo que he hecho. Él lo entenderá y me perdonará, sin duda. Debemos charlar. Él me aconsejará y me reconfortará. Pero, ¿por qué no está la puerta abierta? Nadie responde. Cuando más lo necesito, la puerta de la casa de Dios está cerrada.

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  • En verdad estaba triste como la hoja que cae moribunda desde la copa de un árbol. Quisiera poder explicar mejor y más terriblemente lo que cruzaba por mis venas, pero la vergüenza no me deja pensar. La gente miraba, sé que se reían de mí a mis espaldas. Mientras caminaba los niños dejaban sus juegos infantiles para observarme, «mira a ese hombre raro» pensaban, aunque no podía escucharlos, sus ojos me decían que eso pensaban. Las mujeres volteaban la mirada como si yo fuera algo obsceno, peor que un depravado acosador sexual en potencia, ellas lo intentaban disimular, pero yo sabía que así era. Mi madre me lo advirtió y ahora no puedo más que mirar este oscuro pasillo, de donde sólo espero no salga nadie. Mi madre me lo advirtió y yo no la escuché. Si tan sólo escuchara a mi madre cuando ella dice «no salgas con esos pantalones cortos».

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  • Gabriela Albiter Pérez
    La puerta de los sueños

    Hace no mucho tiempo un chico llamado Alberto Ruiz tuvo un sueño constante durante semanas, este chico soñaba con una puerta muy rara pero le tentaba entrar tras esos muros.
    El siempre despertaba en el momento que la puerta empezaba a abrirse sola para dejarlo pasar, cierto día Alberto dio un paseo y se perdió por el bosque, se percató que seguía un camino hecho de rocas muy extrañas cabe mencionar.
    El camino llevaba a una casa enorme pero justamente la entrada de esa casa tenía la puerta con la que este chico había soñado, el se espantó porque no sabía si entrar, era algo bueno? Algo malo? Que podria pasar!!!!
    Lo pensó unos momentos y de pronto empujó la puerta se sintió arrastrado por un gran viento hacia el fondo de la puerta y de pronto en lo que menos imaginó estaba dentro de ese mundo.
    Era todo lo que el siempre había imaginado eran todas las personas que conocía en el mundo anterior la diferencia era que en este mundo Alberto era una persona exitosa, era todo lo que el había soñado, todas las personas lo admiraban.
    Alberto quería quedarse para siempre ahí jamás imaginó que existiera una realidad externa a lo que él vivía a diario se emociono tanto quería contarle a alguien de esta maravillosa puerta pero pensaba que nadie le creería.
    Pasado el tiempo no tenía idea de cómo salir, pero finalmente encontró el pasadizo para salir al mundo real y lo primero que hizo fue contárselo a Roberto su mejor amigo! Pero el le dijo que estaba loco y que no le creía, Alberto lo intentó llevar pero jamás encontró la puerta por más que busco.
    Cuando intento regresar solo cuál fue su sorpresa que esa puerta había desaparecido, el se fue muy triste, Alberto de la estaba seguro de que ese mundo era real pero nadie le creería y ahora el dudaba de esto porque no podía encontrar dicha puerta.
    Pasaron los días y Alberto iba diario a buscar la puerta pero nada, finalmente una noche tuvo un sueño que un señor le decía que jamás volvería a ese mundo perfecto porque el había dicho el secreto.
    Continuará….
    Gabriela Albiter Pérez
    Narrativa
    Maestra: Lidia Hernández
    gabrielaalbiter@outlook.com

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  • OBESIONES QUE MATAN
    POR: LIZ ALEXA MARTINEZ LICEA
    Mariana, era una chica como cualquiera de 18 años, cabello negro, piel blanca, estatura 1.60, ojos negros. Disfrutaba de escuchar música, salir con sus amigos, leer todo tipo de cosas, pero entre su género de lectura favoritos eran los relatos de terror , mirar videos de cómo desarrollar hombres vivos, lo típico, sin embargo, tenía una pequeña obsesión; su compañero de universidad, Franco, durante horas, podía perderse en sus profundos ojos azules, le encantaba dibujarlo, aunque nunca podía igual la belleza de aquellos ojos; pero a pesar de lo mucho que ella lo observaba, él nunca le dirigía una mirada y Mariana odiaba eso.
    Al terminar las clases, ella solía seguirlo hasta su casa sin que él lo notara, le parecía tan fascinante, tan atractivo, incluso su forma de caminar le parecía hipnotizante. Se quedaba fuera de su casa esperando a que se asomara por alguna ventana o que volviera a salir para seguirlo nuevamente. Nunca se había atrevido a hablarle, pues se sentía demasiado insignificante, pero un día eso cambió. Durante el intercambio de clases comenzó un nuevo relato de Franco, ya no era necesario que lo observara, pues tenía bien grabado en su mente cada poro de su rostro, cuando estaba por terminarlo escuchó una voz detrás de ella que la hizo voltear enseguida.
    -¿Ese soy yo? –Pronunció la voz de su amado. –S…sí. –contestó ella nerviosa. Contemplado extasiada que esos ojos la miraban. –Eres muy buena dibujando. ¿Me lo regalas cuando lo termines? La respuesta de ella fue una obvia afirmación y se esforzó al máximo para emular al original, le tomó toda la tarde para terminar algo que le satisficiera, era el mejor que había hecho, pero como siempre, no creía que los ojos lograran la perfección de los reales, de cualquier forma a él le había gustado y entregárselo sería un buen pretexto para verlo.
    Fue hasta su casa ilusionada por la reacción que él tendría al ver el dibujo, tal vez le gustaría tanto para invitarla a salir, así ella podría contemplar acerca aquellos ojos que le fascinaban tanto y sobre todo sería mirada por él. Llegó a la puerta donde lo había visto entrar tantas veces y al tocar el timbre sintió que estaba soñando, pero en cuanto él abrió la puerta, su sueño se derrumbó.
    -¿Cómo supiste dónde vivo? Preguntó él extrañado y molesto. –Vine a traerte el dibujo –Dijo Mariana entregándoselo y evitando contestar. -¡Te hice una pregunta! ¿Me sigues o qué? –Sólo una vez… Tú me gustas mucho y… -Comenzó a decir ella pero él no la dejó terminar. –Maldita loca rara, me enfermas, ¡No te vuelvas a acercar a mí! –Dijo él arrojándole el dibujo en la cara causándole un corte del que brotó un hilillo de sangre. –No puedo hacer eso –dijo ella y antes de que él pudiera reaccionar le inyectó un tranquilizante en la pierna.
    Cuando él despertó estaba amordazado y atado a una silla en el cuarto de Mariana. Había docenas de retratos de fotografías suyas en las paredes, se le revolvió el estómago, cerró los ojos e intentó despertarse de ese sueño macabro, pero esa era la realidad. Mariana se acercó a él pero y jaló su cabello bruscamente girando su cabeza hacia ella.
    -¡Mírame! –Le gritó, pero él no abrió los ojos, lo abofeteó fuertemente un par de veces, él siguió sin reaccionar, ella tomó un cuchillo y comenzó a clavarlo frenéticamente en las piernas de Franco mientras ella gritaba. “¡Mírame! ¡Mírame!”. Finalmente él abrió los ojos mirando suplicante a Mariana, que tenía una desquiciada expresión en su rostro, los ojos desorbitados, estaba salpicada de sangre y sonreía maliciosamente mientras lo acariciaba. –Son tan perfectos, azules, brillantes, quiero que me observen siempre. –Dijo ella –Y eso es lo que harán. –Volvió a tomar el cuchillo y lentamente le cortó los parpados a Franco, tratándole de no dañar los globos oculares mientras él forcejeaba y gemía de dolor, causando que le hiciera cortes en las mejillas y la frente de los cales comenzó a brotar abundante sangre.
    Mariana observó aquél ser lleno de líquido rojizo que se retorcía y gimoteaba, ya no se parecía al joven que ella contemplaba todos los días en la escuela, pero no le importaba, aquellos ojos azules seguían intactos, así que con la ayuda de una cuchara y su cuchillo se dispuso a extraerlos. El proceso fue más complicado de lo que pensó, pero al final valía la pena cuando tuvo ese par de ojos hermosos en sus manos, los colocó sobre el dibujo que había hecho esa tarde, ahora era perfecta y la miraría cada que ella quisiera.

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  • Alejandra Huerta
    30/03/2017 12:02 pm

    Entonces pasaba caminando por la vieja casa de su amor, donde la había visto por última vez antes de que se marchara sin avisar, cuando de repente vió algo pequeño y brillante atorado entre la puerta y la pared. Se acercó y se dió cuenta de que era aquel broche que a Amelia, su amor, le encantaba usar, y un pequeño papel doblado lo acompañaba; era una carta. Esa pequeña carta explicaba cada detalle del motivo de su partida.
    Él comenzó a leer la carta y a partir del 2 párrafo sentía cómo sus ojos se llenaban de lágrimas y podía escuchar perfectamente cómo se rompía su corazón.
    «La odio» – pensó – «la odio por dejarme y por tener el poder de hacerme esto sin siquiera tenerla de frente».

    Responder
  • Daniela Rendón
    30/03/2017 12:09 pm

    Me he despertado pensando en ella, he recordado aquellos ojos marrones, labios delgados y un largo cabello ondulado. La extraño cada noche al intentar dormir, recuerdo su sonrisa aquella que se le escapaba cada vez que me veía y ahora que la he perdido solo recuerdo aquel día que la hice llorar al decirle que jamás la había amado ahora sin ella mi vida se ha vuelto una pesadilla, una vida sin un chispa de magia simplemente todo lo veo gris y ahora mi único deseo es que ella regrese después de todo, pero no lo hará por qué a pesar de que me amara yo jamás le demostré que la ame tanto que olvide por completo el mundo entero y ahora que la he perdido pido al cielo un minuto con ella.

    Responder
  • Juan Pablo
    20/04/2017 11:08 pm

    La entrada
    Mis ojos la veían, pero al mismo tiempo mi mente no lo podía razonar, la muerte se había llevado a mi madre. Pasaron 5 primaveras y 5 inviernos desde que me abandonó, todos los días por la tarde después de la escuela volvía al lugar de la accidente, a lado se encontraba un edificio abandonado con candado. De la oscuridad apareció ella, con esa sonrisa que siempre me daba al momento de verme.
    -Te estaré esperando, dijo mi madre.
    Era claro que estaba alucinando, ¿esperarme para que?
    No me la podía sacar de la cabeza, era obvio que aún no superó la realidad, mi madre se fue, -métetelo en la cabeza, me dije a mi mismo.
    Al día siguiente, volví al edificio con la esperanza de volver a verla y poder abrir el candado y abrazarla. Sin embargo ella no estaba, desconsolado y triste le di la espalda al edificio. Cruzaba la calle cuando de repente una luz incandescente nublo mi vista y todos mis sentidos. Desperté tirado en el piso, desconcertado sin saber que pasaba, un señor me ayudó a levantarme.
    -Lo siento, me dijo el señor.
    ¿Lo siente? No tenía idea de lo que estaba hablando, volteo y ahí estaba ella, abriendo el candado y la reja, corrí hacia ella y la estreche como nunca antes lo había dicho
    – Te dije que te esperaría, ven, el está aguardando. Me dijo madre.
    ¿Quién nos espera?, ¿acaso estoy muerto?

    Responder

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