Concurso #124
Las Historias convoca a su concurso #124 de minificción o microrrelato. Los interesados pueden comenzar observando esta imagen:
Instrucciones:
1) Suponer que esta imagen representa un instante de una historia.
2) Imaginar cuál es esa historia: qué está pasando allí, por qué, quiénes están presentes, qué hacen. No se trata de explicar la imagen, ni de escribirle un pie de foto, sino de tomarla como punto de partida para imaginar una historia propia.
3) Escribir la historia, en forma de cuento brevísimo (minificción, microrrelato; el nombre es lo de menos), en los comentarios de esta misma nota.
El o los textos ganadores recibirán un trofeo virtual y serán seleccionados considerando la opinión de quienes decidan opinar.
La fecha límite para participar es el 29 de enero de 2017. La invitación queda abierta.
Etiquetas: Concurso, microrrelato, Minificción
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Ya vi quién es el ganador del concurso pasado, pero no sé dónde leer el relato de mini ficción y si aquí mismo puedo escribir mi propuesta para el nuevo concurso
El texto ganador está enlazado en la nota donde se avisa del mismo. Y aquí puedes escribir tu propuesta para este concurso.
Minucias editoriales
Por su fatal cualidad, por proteger a la humanidad del terror de su irreversible efecto, se ha desterrado de la mitología griega el registro de un río cuyas aguas poseen la cualidad de devolver la memoria. Se prefirió, por ello, hablar del Leteo, un río que devuelve el olvido.
¿cuál es la extensión máxima?
No hay una indicada de manera estricta, pero un máximo de unas 200 palabras podría ser un límite práctico.
Estaba a punto de reunirme con ella. Los dedos me temblaban, la voz se me había colado por la garganta y desaparecido en no se qué rincón de mi traje recién planchado. No recuerdo ni siquiera cómo logré concertar esa cita.
¿Que le diría? ¿Que me perdonara? ¿Que me diera la oportunidad de avergonzarme aún más tratando de explicarlo todo? Creo que ese tren pasó de mí hace muchos años, cuando la herida estaba fresca aún. Empecé a sudar y no quería limpiarme con las mangas por no topármela ensuciado como un niño pequeño. Habíamos quedado de vernos en el monumento principal de la plaza, junto a la fuente. Mi pulso se aceleraba, me estorbaban el reloj y la corbata (¿Porqué llevaba corbata?). «Sé que no puedo pedirte más… gracias por aceptar mi invitación… el collar se te ve lindo, me alegra que lo hayas conservado…Espero que…» ¡ah! Le di mil vueltas en mi mente a los posibles diálogos, sin llegar a uno que no acabara en desastre.
La vi, entre una arboleda cercana. Ella no me había visto aún. Mi corazon se encendía en llamas y mi cabeza se llenó de humo. No puedo verla. No estoy listo. No quiero. ¡No!
Sali corriendo y salté a la fuente. Me sambullí. Era un ridículo hombre de traje sumergido en 80 centímetros de agua turbia que asomaba su cabeza, con cuidado de no ser visto. Apreté los dientes. El temblor se adueñó del resto de mi cuerpo.
Entonces la vi pasar, atravesando uno de los arcos de piedra. Se veía hermosa. Me di cuenta que traía puesto el collar y me alegré en verdad de que aún lo tuviera. Se detuvo por unos minutos y comenzó a voltear de izquierda a derecha, como si esperara a alguien.
Yo permanecí inmóvil hasta que sus ojos dejaron de buscar. Se perdió de nuevo entre los árboles, esta vez para siempre.
Con aquel resplandor del día te veo llegar y también irte. No sé cuántas veces pasas sin darte cuenta de mi dolor profundo al estar sol@ o podría ser también de felicidad, al verte por estos rumbos para de cierta manera saludarme, sea con tu mirada, tu forma de caminar, de contemplar el paisaje, pero pasaste por aquí…ya es algo. Déjame acompañarte en tus sentimientos, es lo que te ofrezco todos los días; espero lo sepas apreciar. Yo.
TOPÍA VIAJANTE
Cuando la ciudad por fin llegó a su destino, se sorprendió al ver las pequeñas estatuas que caminaban. Las adoptó por lástima, pero no logró enseñarles ningún truco: ni siquiera sabían dar las gracias.
Entre los arcos apareció la mujer más bella que nunca había visto. La observó. Ella sonrió. Y de esa manera más tonta comenzó un amor que duraría toda la vida.
GEODESIA DE Phyctisya
Adhli es una de las seis ciudades céntricas; junto con las otras cinco conforma los ejes internos del planeta, su esqueleto.
Nadie ha notado -menos los turistas apresurados y ansiosos por la exploración ni los residentes cegados por la monotonía- que Adhli está en el centro de un gigantesco plano.
Dividida en paralelos y meridianos, Phyctisya funciona como un cubo de rubik, o mejor dicho, una esfera de rubik. Quien espere el otro alba justo en medio de una de estas ciudades céntricas -en caso de Adhli se trata del imponente Edén Imperfecto-, presenciará la reconfiguración del planeta: paralelos y meridianos giran, reordenando la esfera.
Sólo que el reajuste también es temporal. Los giros traen a Adhli regiones lejanas pero también otros siglos.
Quien velara la noche en Adhli contemplaría la construcción del Gran muro, el vuelo del primer aeroplano, un coliseo, la inquisición atormentando a los herejes, brontosaurios y bosques inmensos, fornidos guerreros de capas rojas y cascos metálicos luchando contra ágiles hombres de turbantes, un extraño con una cruz a cuestas, naves triangulares no tripuladas surcando los cielos, otro hombre copulando con un robot…
Estos giros del espacio-tiempo dejan algunas veces vestigios, durante el sueño, en los habitantes de Phyctisya. Despiertan un tanto sobresaltados, pero se serenan devorando huevos fritos, leyendo los diarios, esperando el café.
A esa hora, después de una mañana completa, nadie sospechaba. Las aguas estaban inmóviles como la respiración de Narciso Manuel.
ERRANTE OPORTUNISTA
La única muerte que me fue dada y que puso fin a la fuerza justiciera de mi brazo y que dejó en descobjijo a los miserables que por mi clamaban, esta muerte flanqueó mis tan esforzadas esperanzas de conocer la gloria. En mala hora las puertas celestiales fueron para mi tapiadas, pues cuando la lanza de mi contrincante mi corazón atravesaba, júreme a mí y al poderoso que mí ánima no descansaría hasta que la venganza hallar pudiera. Fue mi fortuna tan aciaga que nantes de poder vengarme, a manos de la terrible peste, mi adversario mortal viera su fin. Sin poder cumplir mi juramento, mi ánima vaga errante por este mundo ralo y sin sentido que mientras más lustros pasan, menos comprendo.
Ansina, andando y deambulando, dar logré con este amanuense de la estolidez que ha querido esbozar sin talento las andanzas de algún íngrimo que paseara bajo estas arcadas, y para los mentados fines, se ha dado a meditar, y meditando logró vaciar su testera esperando el numen que regara tan duro meollo. A fuer de fortuna, trashumaba yo por estos lares, cuando para ventura mía advierto esta entidad tan despejada. Sin ceremonia mis haberes hinco y con facilidad reduzco a este exiguo habitante al cual forzado he a que aprestase sus pericias para manejar el artilugio de las escrituras modernas, a fin de intervenir y poner sordina a estos disparates.
Desta forma aquí me hallo ante este lance, que habré bien en despachar con aina para que prosiga dando tumbos como una peonza y yo seguir habitando esta enclenque utilería, que para triunfar con la virtud de la voluntad basta. Declaro que es mi intención dar captura y vindicta al sempiterno adverso de mi ser, que a fe mía ha reencarnado y transará por estos lares.
Curioso es que habiendo vivido este menda en épocas tan anteriores a la imagen postulada, seáis vosotros anteladores a mí en ser enterados y en meter baza y pluma en esta telaraña.
Dispensad que os diga que reparo en los sucesos que escribiéredes, que no satisfacen mi ánimo por no darlos crédito y no dar voto a personajes tan pardeados.
Siendo quien soy, héroe principal de tantas causas justísimas por las que vela la santa hermandad, que desde doncel he peleado en defensa de fermosas señoras y humildes titiriteros que pudieran ser sañudamente vapuleados por mendaces salteadores de mis queridos andurriales, recomendaros quiero, que a vera pasada dejéis tantas fruslerías, levantéis las cervices y en orden pongais a los aldeanos y las aldehuelas que vuestras fantasías han imaginado. Imponed vuestras mercedes yugos a los descontentadizos, que subordinados habían de ser y ordenalles que ninguna postura mentasen y se acaten talmente a los sinos que les estén dispuestos. Que hagan tornar en hazañas y bravuras sus quejumbrosas preces y vivan con la dignidad que les corresponda, a menos que los tiempos vuestros sean tan medrosos o sus cuitas tan mustias que no haiga lugar a la hidalguía.
LA CITA
«Columna norte del mausoleo, junto al canal. 4 pm». La indicación recibida mediante SMS una hora antes de la imprevista pero esperada cita me llenó de nervios, pero también de una dosis de adrenalina que me activó de inmediato. Me apresuré a afeitarme, darme una ducha y vestir para salir a tiempo al sitio señalado, a 10 minutos caminando de mi hotel. Abrí la puerta de la habitación y me dirigí al ascensor, no había marcha atrás. Luego de 18 años, llegaba al final de mi búsqueda.
Durante el camino un diluvio de preguntas me bombardeó, desde cómo sería la apariencia de mi interlocutor, hasta qué sería de mi vida tras despedirnos. Ya no era el joven impetuoso que encontró entre las pertenencias de su difunto abuelo un misterioso pergamino con una serie de instrucciones en un inentendible idioma. Lo sucedido desde entonces había desgastado mi vida como el huracán que arrasa una indefensa isla. Con el repicar de cuatro campanadas de cercana catedral apareció él. Sonreí, y recibí por respuesta un certero disparo en el corazón, como advertencia de olvidarme para siempre del tesoro por tantos años anhelado.
Recordé la última vez que lo vi.
La cantera de las columnas estaba intacta, y el sol de abril calentaba igual, pero algo en el río era distinto. Parecía tan poco profundo en comparación a aquella mañana, que por un momento mi memoria falló y volví a verlo, con sus pantalones doblados hasta las rodillas en medio del caudal; como si nada hubiera pasado.
Pasaba todos los días por el mismo lugar,
esperaba ver lo que otros veían y él no,
a sí mismo en reflejo del lago.
Edad Media
Ella buscaba con desesperación la salida en aquel gran lugar, había gente pero nadie se atrevía a hablar, la oscuridad y el miedo asomaba en sus mentes como un tic tac profundo que marcaba el paso del cruel tiempo. En un momento, cuando el encierro le empezó a agobiar, ella le preguntó a Dios – ¿Dónde está la salida? – el contestó – ¿A caso no la ves? Está detrás del ahogo de tus penas y el muro de la conciencia y el pecado, justo ahí, en el lugar donde nacen tus miedos. Aquel día la humanidad despertó.
Y aquí estoy; más sola que la Luna en un lugar importante, rodeada de gente importante en el día más importante de mi vida. Y sin embargo, a nadie le importa.
SOMBRA
Te veo. ¿Tú me ves? Creo que no. No importa. Debo llevarte conmigo, pero mi mano tiembla ante la obligación. Te quiero vivo porque estoy enamorada, y tu vida es lo que me hace sentir viva a mí. Seguirte por el mundo, días, meses, años, décadas. Te preguntas por qué no me has encontrado y yo, pues, te encuentro cada instante. Sé que debo llevarte, y mi mano tiembla una vez más, un suspiro quedo, y toco a ese mendigo que pide al pie de la fuente. Ayer fue una anciana, anteayer un niño, mañana quién sabe. Un conejito, podría ser. Tocaré a todo el mundo si es necesario para retrasar lo inevitable. ¿Estás cansado de vivir? ¿Clamas por mí? ¿Me pides que te lleve al fin? Un día, tal vez. Hoy todavía no.
ATISBOS
En medio del agua cenagosa atisbo desde mi ángulo de luz a los mortales presurosos.
Erguida he estado por siglos a la zaga del templo estético, eterna vigilante sin relevo.
Me miran al pasar, sin detenerse. No hay detalles en mí que les interese.
Soy sombra de pasados años, gloriosos algunos, penosos otros, olvidados todos.
De testigo fiel de procesiones fervorosas, de espontaneas rebeliones, de promesas sin cumplirse, he llegado a convertirme (o me convirtieron) en objeto inútil e invisible.
Solo un ángel me contempla fijo desde la columna donde descansa la cúpula.
olvidado también de los transeúntes y las aves, del viento y de las estrellas.
Yo también me he olvidado de observarle, cegada por la indiferencia de los siglos,
de los apresurados pasos que resuenan sin destino.
Así mantengo la postura inmóvil, desafiante, fría e indiferente,
como debe ser el comportamiento de las esculturas cuya finalidad es el adorno.
Un mapa gigante y dos chicas discutiendo fue lo que más llamó la atención en el sitio esa mañana.
-¿Estás segura que es por acá?
– Si, mirá, para mí que es después de la estatua de ese señor en el caballo
-Ese señor es Napoleón
– Bueno, el Napoleón ese, la cosa que es para allá.
Ella hizo un gesto de desaprobación. Era una de las que más odiaba de viajar, la compañía y el no tener wi-fi en todas partes.
-Oye, ¿y ahora porqué tenés esa cara?¿te enojaste por lo del Napoleón?
Ella no respondió.
-Hay, no te enojes. Vamos para allá, y si ahí es, te invito a una cerveza.
Caminaron hacia Napoleón, lo pasaron y doblaron en la esquina. Entraron al museo de la prostitución. Al salir, se tomaron una cerveza en honor al militar francés, después de haber comprado unos juguetes sexuales de souvenir.
LA TREGUA DE LA NIEBLA
Tras tantos días de melancolía, la niebla, al fin, se disipó. La gente se lanzó a las calles para absorber los rayos de sol y una alegría contagiosa invadió la ciudad. Se saludaba con entusiasmo a los conocidos, se sonreía a los desconocidos, se olvidaron las obligaciones.
Nadie se presentó en los centros de trabajo aquella mañana ni se abrieron las escuelas; un consenso tácito nos guió hacia los espacios abiertos para empaparnos del sol que nos había sido hurtado durante meses.
No sé cómo empezó. La euforia era cada vez más intensa, la ilusión de la felicidad se reflejaba en los rostros de unos paseantes que sentíamos la urgencia de reír antes de que llegara el aviso de que había terminado la tregua. La naturaleza se impuso sobre la civilización, es lo único que puedo recordar.
Cuando por la noche llegaron los soldados ya había terminado todo. El horror les recibió con los brazos abiertos, mostrando orgulloso su obra. Centenares de cuerpos desmembrados yacían sobre la roja marca de la victoria desparramada por la locura. Los vencedores deambulábamos desorientados por las avenidas del centro, buscando el amparo de la razón que nos había traicionado horas antes.
Sé que participé en la orgia, mi mente, sumergida de nuevo en la neblina que regresó, se niega a recordar los actos abominables que sé que cometí y que no voy a negar. Tan sólo me queda el consuelo de la advertencia: en cuanto caiga abatido por el pelotón, ¡huid! No esperéis a que se disuelva la niebla ni acatéis más órdenes de los generales. ¡Huid!
Aquella tarde regrese a ese río a revisar si el cuerpo flotaba. Imaginaba el garfio de Mario Bellatin asomándose sobre la superficie. Me perseguía la idea de que aún viviera; que la noche de ayer pudiera volverse relato bajo su pluma; ver escrito como un niño aprende la manera correcta de enterrar un cadaver. La razón por la que decidí matarlo poco interés tiene en esta historia y si ahora lo digo es por la confesión que se me obliga a escribir. Hay que sacar las entrañas, me exigen. Basta con decir que si en vez de una pluma hubiera utilizado una arma no tuviera este problema en este momento. No fue hasta un par de años después que vi su siguiente novela publicada que entendí que no había muerto y que si seguía escribiendo ese hombre solo era para torturarme. Ahora lo entiendo y he decidido decirlo todo, porque tan culpable soy yo por su intento de asesinato como el por obligar a suicidarme. Es imposible escribirlo correctamente lo se, porque suicidarme es un reflexivo que ocurre por voluntad propia. Si no hubiera llegado alguien a tocar la puerta en ese momento preciso, ahora mismo no estuviera aquí en esta escuela dinámica de escritura donde mi maestro me señala con el garfio que deje de escribir. Pudiera estar en otro sitio, tal vez hundiendo un cadaver.
Se puede corregir pequeños errores ortográficos? Apenas detectó un par de acentos que omití, y creo el auto corrector escribió extrañas por entrañas 🙁
Hecho. 🙂
Salió de casa apresurada, decidía, y en el filo de su cordura, se percató de algo…
Llevaba puesto un precioso vestido con bolsillos…llenos de ganas de vivir!
(Se había dejado las ganas de saltar en los bolsillos de su desgastado pantalón).
@Psyché.
Entre todas las insignificantes figuras que cruzaron en ese instante por debajo de aquel arco, como si fuera castigo del karma o la mas vil de las suertes, también tú pasaste, sin voltear, sin mirarme otra vez, y yo, débil como siempre, quise correr nuevamente a tu encuentro aun consiente de tu rechazo, pero era demasiado tarde, todo se oscureció en un momento. La piedra estaba en el agua, y mientras descendía imparable hacia el fondo del rió, yo solo sentí un tirón en mi cuello y apenas pude ver, por última vez, como sonreías al caminar.
Justo al otro lado del lago la condesa estaba paseando a espaldas del reino. Juraría haber cruzado miradas en el momento de lanzarme al agua, con los pesos de plomo atados a mis piernas.
-Castigo del anonimato
Portal
Padre e hija leyeron: «Nadie atraviesa el portal dos veces».
«¿Qué significa» preguntó la niña. «Que el que sale ya no entra» respondió el padre. «¿Y cómo sabemos que estamos entrando o saliendo?» dijo ella. El padre frunció el ceño. Para él era obvio que jamás había atravesado el portal, así que aquello era una salida. Para la niña no estaba tan claro: Mamá murió antes de que ella hiciera uso de razón, y no podía recordarla. Sólo sabe que tenía una madre por que todos los niños la tienen, dijo Papá alguna vez. Según este razonamiento, la niña pensó que el recuerdo del portal podría estar en una zona difusa, más allá de que en sus mentes se inaugurará «el uso de razón».
La niña compartió con su padre este razonamiento lo mejor que pudo. Sin saber si entraban o salían o, peor, si alguno salía pero el otro entraba, decidieron no pasar. Sólo de algo estaban seguros, del otro lado una madre y una esposa los esperaban. La mano del padre abrazó con fuerza la pequeña mano de la hija. Ambos dieron la espalda al portal y caminaron por la sombra, hasta que el portal desapareció en un horizonte imaginario.
Nice! Está muy bueno
gracias 🙂
Santa Imelda.
Llegó a mis oídos aquel rumoreo de la joven que murió en olor de santidad. Vine inmediatamente, por la cercanía con el gymnasium al que asisto. La difunta permanece bajo custodia en la capillita que está al otro lado de la columnata. Era verdad; muerta, bien muerta; con catorce años la desgraciada. Bellísima, por cierto; y sí, expide un aroma entre lavanda y efluvios genésicos, que al respirarse, se es víctima de un transporte feérico; ligeras campanillas detrás de la mente y la distensión irremediable de los músculos ventrales. Lo sé, porque me introduje en la sacristía a hurtadillas tras una distracción del coadjutor.
En el Vaticano ignoraron la solicitud de beatificación, por desconocerse la identidad de la malograda; al no haber testimonios de su vida, no había argumentos para presentar al tribunal eclesiástico un caso consistente; es por ello que el trámite está en un impasse. El párroco no sabe qué hacer con el cuerpo; tampoco se anima a llevar a cabo el sufragio, así que ahí está la que pudiera ser nuestra santa. Que tristeza, que estado de indefinición.
Los medios han dado en llamarle Santa Imelda; sabrá Dios por qué. Ahora a la parroquia se le comienza a llamar La de Santa Imelda. Debido a que no permiten el acceso de los fieles a los restos, a algún iluminado se le ocurrió hacer una efigie mediante un recorte de terciopelo, el cual ya se encuentra constelado de ofrendas.
La encontraron rapada y sin vida, y sin cabello continúa. Lo que sigue creciendo son sus uñas. Se desarrollan a un ritmo de un centímetro por semana. Aquí es donde entro yo; he venido cada tanto, religiosa y subrepticiamente a cortar sus uñas; inicialmente lo hacía solo por intervenir, para estar con ella y para volver a percibir su sensualidad. El oportunismo cambió el cariz de mis visitas, después de una plática que tuve con un cibernauta desconocido, y para hacer honor a la verdad, he obtenido buenos beneficios colocando los cortes de uñas a través de la internet profunda, obteniendo así, una buena masa de bitcoins; con decir que ya liquidé mis deudas. Es difícil imaginar la variedad de perfiles que tienen los compradores y las intenciones estos.
Hay un visitante más, que también es asiduo a la reliquia; no es otro que su bedel, el mismo coadjutor. Hombre de unos sesenta y cinco años, de apariencia apacible y trato fino. Me extrañó que menudearan tanto los arrebatos de devoción que el susodicho tenía por la mujer, así que me dí a la tarea de espiarle.
Yo estaba en el interior del sagrario, escondida detrás de una credencia oblonga y baja. Cuando entró el hombre, mis articulaciones ya estaban entumecidas, debido al tiempo que demoró el infelice en hacer su aparición. Pasó el pestillo, a continuación, se aproximó con letargo al cuerpo, tomó un escalpelo que estaba oculto debajo de los corporales, encima de los cuales ella yacía tendida, giró el cadáver y apareció ante él lo que quedaba del glúteo izquierdo. Escuché claramente como cedía la carne, al ser incidido el último tajo. Quedé atrapada por la expectación, a merced de sus movimientos. Elevó el tenedor y admiró el bocado a la luz roja del altísimo; mis pupilas fueron salpicadas por visos dorados. Acto seguido, el gourmet regó el sacrificio con un óleo de chalotes salados y esencias frutales. Finalmente, lo selló contra la flama de un cirio. Las crepitaciones viajaron con un hedonista aroma, despertando mis sentidos restantes, tocando mi piel, haciendo agua en mi boca, en fin, redondeando el contexto. Ocupó una mecedora dando la espalda a las imágenes de culto y con actitud ritualista, se colocó una servilleta de tela sobre el pecho. Ante el primer movimiento de su mano, imaginé que se persignaría, pero no fue así; llevó su palma abierta, primero al pecho, después a la boca y por último hacia abajo del estómago. Cerdo. Mordió aquella delicadeza, sin prisa y paladeando concentradamente.
No me es dable relatar lo que realicé a continuación. Tampoco pido perdón, empero, puedo asegurar que fue bajo el influjo de una inspiración.
Liberación
Ella Abrió lentamente la caja de madera vieja, miró por última vez las lágrimas empañadas en aquel trapo azul, junto a este, el sueño que es una pesadilla, ella había escrito detalladamente para que la historia marcada se extinguiera suavemente.
Un pergamino tapaba las 12 cartas encerradas en una funda con un listón rojo para que los demonios no se apoderen, hablaba de su tristeza, de aquel dolor que no se podrá borrar de la mente por eso no las quemó, quiso realizar el ritual de ahogar los pensamientos. Miré claramente cuando llegó al estanque después de media hora de haber cargado el peso de aquella historia, recordó todo lo que había vivido sin querer olvidar algo de aquel dolor, caminó en círculo, al llegar al estanque se descargó como nunca; lloró, gritó agudamente e inmortal y con voz alta dijo aquí se acaba está historia, sacó el pañuelo, limpió las lágrimas y muy despacio lo regresó a su puesto cerró la caja como una concha protege a su huésped, lo ató con la cadena y un candado puso fin al ritual, respiró profundamente la obscuridad del lugar ayudo al luto. Lanzó suavemente, miró como se hundía mientras dejaba el camino de libertad, se evidenciaría al momento de sacar al baúl.
?Aquella sensación y lo que había visto al coger la caja era la visión más extraña y aterradora que no podría borrar de mi pensamiento. ?La conexión se apoderó al entrar a una tienda de antigüedad, me vi atraída por un Zafiro Púrpura de Delhi, sentí mientras caminaba que era ella quien me dirigió a este lugar, pensé que estaba perturbada pero ya escuchaba sus latidos. Llegué aquel lugar, estiré mi mano, mojé mi cuerpo menudo por atrapar el baúl, con intriga del misterio que tiene debajo de ese candado oxidado por el agua, jale la cadena con miedo e ilusión abrí y evidencie lo que anteriormente vio mi mente, el listón, la funda, el pergamino y las doce cartas.
?Observe el agua, sentí su tristeza, la expansión cuando pasó del portal. Pude descubrir el más triste regalo, como el gran presagio recién comenzaba.
Y de pronto, por un instante, me vi desde lo alto, parado justo enfrente del pequeño estanque y no pude sino concentrarme más en la bella arquitectura del monumento aquel. Las personas en el centro, paseándose, entretenidas… ¿nadie se daba cuenta de que él se hallaba justo en el centro del espejo de agua, al mismo tiempo que en el techo del edificio? Y sin embargo, a pesar de lo complejo que era cada pensamiento que se cruzaba en su mente en esos instantes, ¡Cuanta paz le invadía el alma! Una vez más volteó hacia arriba, a su otro yo, el que casi tocaba el cielo. Los dos asintieron y sonrieron mientras daba un gran salto hacia el vacío, al mismo tiempo que, de alguna manera extraña, se veía a si mismo caer a la nada. Caería a unos metros del agua. ¿Cuánto tiempo podría verse en esa estampa antes de desaparecer en un inmenso grito de oscuridad…
FRUSTRACIONES
Me hubiera gustado ser boy scout, pero mírame ahora sentado en un sitio donde no conozco a nadie, imaginándome conversaciones que mi alter ego, que es bastante bobo, solo repite lo que pienso, me hubiera gustado tener una infancia citadina, con actividades planeadas en fin de semana, pero nací aquí, donde ves a los mismo, donde te sonríen y te ignoran los mismos.
Es sábado, los albañiles salen de trabajar a medio día, salen en rebaño, con ropa que pareciera destinada a usarse toda la semana, todos con las mismas botas, con la mirada inerte, sin aparente molestia por el sol. Y yo aquí mirando esta ciudad en ruinas, que puede decirme todo y no se atreve a decirme nada, yo también soy cobarde, no me acerco al agua por temor a reflejarme, por verme fracasado, por no verme como yo lo esperaba a los ocho , cuando quise ser boy scout.
Esta podría ser la continuación del “Errante Oportunista”. El transgresor antiguo podría llamarse, no se… Guido, es una posibilidad, un nombre entre mil. ¿Quién pudiera entenderlo? con ese léxico ambiguo, todo salpicado de temporalidades. Viejo loco. Lea con atención, esto es lo que me ocurrió:
Estaba acorralado en mi propio cerebro, me asediaba el imponente espíritu del invasor. En la expansión de su fuerza, no se percató hacia donde me arrinconaba. El forcejeo había arrinconado a mi alma hasta lo más recóndito de la amígdala, la fuente de las emociones, la raíz del miedo. Estaba tan presionado contra este tremendo hontanar que comencé a fundirme con un terror insondable que era generado por mi entorno, entonces, el aplastamiento adelgazó al fórnix y me hizo llegar hasta el córtex; la delgada membrana electrógena generó pequeñas centellas azules en forma de piquetes que me acicateaban y que fueron aumentando, para culminar en un restallido estremecedor.
Fue en ese momento que un golpe de adrenalina recorrió mi esencia y apareció de súbito la idea desesperada. Tomé el control de todos los esfínteres, ordené respirar profundo y contener el aire, mandando contraer los músculos abdominales. Me preparé para resistir la presión neumática que se dilataba cada vez más, sentí que iba a estallar mi estructura corporal, mientras, yo, esencia, desaparecería en una implosión. Repentinamente ocurrió una descarga eléctrica exterior que me invadió y sucedió una intempestiva despresurización, violentada por movimientos convulsivos. Mi cuerpo y yo fuimos arrojados fuertemente hacia atrás como por retropropulsión y recibimos golpes en la espalda y la cabeza que me llevaron a perder la conciencia.
Cuando me hube recobrado, el usurpador había desaparecido. Me sentí liberado. Busqué enraizarme en todas las fibras nerviosas del organismo que, curioso, ya no sentía propio, era un bien mostrenco al cual aferrarse desesperadamente y al cual, en adelante tendría que defender a ultranza. Entendí que el cuerpo es prestado, es un hospedero asignado que puede ser habitado por cualquiera y que el alma solo llega a tener sensaciones cuando se amalgama consustancialmente al cuerpo mediante la energía.
Fui tomando paulatinamente el control de mi cuerpo. Repasando los hechos, dilucidé los acontecimientos: Debido a la compresión, mi materia había reaccionado, moviéndose espasmódicamente, las manos hacían fricción sobre el teclado de la máquina, dicho ajetreo generó una fuerte carga estática que atrajo energía, lo cual produjo una variación de voltaje en las instalaciones de la oficina. Mi pierna entró en contacto con la estructura metálica del escritorio y sobrevino entonces la conducción y lo que me pareció una tetanización. Consecuentemente…. La repulsión del asaltante.
Cuando estuve rehecho, observé que el monitor reverberaba en pulsaciones discordantes. Me acerqué con curiosidad, quedando en la posición acostumbrada. Cuál fue mi sorpresa cuando mis manos comenzaron a escribir con autonomía, a una velocidad vertiginosa. Pude distinguir palabras concretas. Intenté detener la escritura pero no tenía dominio, estaba cansado, así que me dejé llevar. Me sentía vulnerado. Detecté la combinación de teclas del comando que guardaba el archivo; cerré los ojos pensando que todo había terminado. Para mí turbación el pasaje continuaba escribiéndose. Esta cosa estaba asegurando su permanencia a través de mi expertise mecanográfico y contra mi voluntad. Noté que podía mover el torso y las piernas, así que me levanté y di una patada al cable. Me lamentaba por maltratar la clavija cuando espontáneamente, reinó una beatífica paz en el entorno. Se interrumpió la conexión y con ello, el lazo de energía entre el equipo y yo.
Yo no gozaba de la misma plenitud, despedía un aura luminiscente, me dolía la cabeza y me temblaban las manos de una manera incontrolable, así que me descalcé y me fui hacer tierra a las escaleras de emergencia que son de acero. Más tranquilo, miré el reloj y solté una imprecación; se había terminado la hora del almuerzo.
Me juré no volver a meditar y mucho menos a alcanzar aquel estado Alfa, ese estado de consonancia que nos comunica con la gran inteligencia. Yo quería recibir inspiración del universo y terminé ofreciéndome a la posesión de un espíritu errante. Pido perdón y salvación.
Resignado, me senté, conecté el equipo y, en su momento, eché un vistazo a la pantalla, después de leer el primer párrafo del texto, quedé extático. Ahí estaba el enemigo, no solo estaba dando continuidad al relato, ¡estaba metido en el vórtice de los acontecimientos! Asombro, llanto, coraje y carcajadas, no supe que sentía.
En mi defensa puedo decir que fui sorprendido y, aunque soy en esencia más débil que el contrario, nunca estuve alienado. Y si vencí, fue por ir asido de la mano de la fortuna, y quien es acompañado por ésta es, a la postre, más grande que su adversario.
Yo me lavo las manos. Estoy enviando este mensaje cubierto con los guantes de carnaza del técnico de redes. Aquí queda borrado. El ser patético quedará atrapado en el ciberespacio.
Se recomienda tener cuidado al abrirlo, no se sabe lo que pueda ocurrir.
Sócrates quiso saber en lo que se había convertido la Mayéutica. A lo lejos veía algarabía y luces rutilantes poblando el horizonte. Un reflejo sin forma empezaba a engullir su espíritu, por lo que procedió a marcharse.
Tantas veces pasé por estos arcos, rumbo al estanque, solo para pensar en ti, Nora, mi amante ficticia. Y no había reparado en la gentil señora que vendía frutas a esta hora de la noche: noche que se cernía también sobre su cuerpo, ya frágil. Pero con tanta energía de vivir que buscaba en cada rostro una solución temporal a sus necesidades. Y me hizo sonreír. Busque algunas monedas y con una gentileza que pocas veces salía de mi le pregunta por tal o cual fruta, sólo buscando una razón para compartir algo de mi dinero con ella. Nunca imagine que allí, junto al lago, una mirada de agradecimiento me hiciera olvidarte, musa divina. Y aquella señora lo logró, con un gracias. Un brillo en sus ojos marchitados y una alegría de poder tener más dinero para el desayuno del siguiente día y suficiente para volver a comprar más mercancía
Tal vez la siguiente noche, cuando yo regresara a pensarte de nuevo, bien pudiera la anciana con ese brillo en los ojos superar a los tuyos y hacerme olvidar a base de humanidad…
¿Alberto?
Alberto, ¿te acuerdas de la primera vez que estuvimos aquí? ¿Cuándo fue? La memoria me falla tanto ahora que no sé si de verdad hemos estado en este lugar, por favor ayúdame a recordar, dime que no estoy olvidándome de ti, de nosotros…
Lo que está en mi cabeza no son las personas, es tu cara, como nos mirábamos en esa primera vez, el mundo se congeló a nuestro alrededor; las grandes columnas se convirtieron lentamente en un portal que nos llevó a ningún lugar, el ruido de nuestro alrededor desapareció y entonces sólo éramos tú y yo. ¿Lo soñé? ¿Sólo ocurrió en mi imaginación? ¡Alberto, ayúdame! ¡No hagas como que no estás aquí! Sabes cuánto me desagrada que me ignores, en especial a la orilla del río donde nos pasaron tantas cosas, ¿o donde no pasó nada? Tengo miedo, no te quedes callado, ¡responde!
Bueno, no importa, aunque te coman la lengua los ratones, lo importante es que estás aquí conmigo, que me escuchas, de todos modos siempre he sido yo quien más habla cuando salimos, en casa no te para la boca pero afuera es otra historia. ¿Sabes qué me gustaba? estar justo en el centro de la cúpula cuando llovía, me quedaba al centro y tú sólo observabas, tomabas un par de fotos con tu cámara y después con tu dulce voz sólo me decías «Es hora de irnos, yo llevo el paraguas» , acto seguido me ponía bajo éste y en un descuido corría a querer escalar el primer árbol que estuviera en el camino, ¡cómo te enojabas! y al final siempre terminabas riéndote de mis tonterías. Mis tonterías… ¿te acuerdas del vendedor? el que nos quería ofrecer relojes baratos, porque «eran los que nadie quiso comprar», me viste y muy serio le dijiste que no añadiendo -No necesito saber nada del tiempo, mientras tenga esta compañía- me echaste una mirada y todo fue perfecto.
¿Hola? ¿Me escuchas? ¿Alberto? ¡Deja de bromear! Reacciona de una vez por todas y dime algo, ya no es lindo, ahora me asustas, tengo miedo de caer en el río y que tú no me salves, que no te muevas ni un poco, de que me dejes ir al olvido, Alberto… por favor… ¿Alberto? ¿Dónde estás? ¿A dónde te fuiste? No puedes dejarme aquí, con toda esta gente, no los conozco, no puedo con esto. Me gustaría saber a qué hora te fuiste, cuánto tiempo estuve hablando a la nada… te esperaré aunque ya no sé si eres real o si sólo estás en mi cabeza, si nunca estuviste, si nunca estarás. Creo que al final esto solamente yo, yo y esta memoria que se la pasa jugando conmigo…
De tarde en tarde, a últimas fechas -desde principios de enero tal vez- al salir de la oficina, como ahora, me ha dado por repetir el mismo reto. Desanudo mis agujetas, me despojo de calcetines, zapatos, me siento a la orilla de la fuente, y mientras no llega el gendarme malhumorado, meto los pies al agua. Cómodo, entre las columnas veo imágenes enmarcadas de infinitas posibilidades. El reto es simple, pienso: “1) que la imagen representa el instante de una historia”; luego tiendo a “2) Imaginar cuál es esa historia: qué está pasando allí, por qué, quiénes están presentes, qué hacen”. Me intriga saber, principalmente, cuántas magas, eurípides, julietas, manzanas de la discordia, femme fatales, etc, desfilarían sólo en este mes.
Amor para uno.
En algún lugar de Roma, un joven escritor se recargo en un pilar, encendió un cigarrillo y al levantar la cabeza, vio sentada a una hermosa chica a la orilla del agua. No podía dejar de verla, pues parecía tan tranquila. Sin pensarlo se acercó a ella, y con el corazón latiendo muy rápido pregunto su nombre. Vanessa, respondió con una sonrisa. Comenzaron a hablar y él no podía dejar de ver esos hermosos ojos, esos labios pronunciando cada palabra con voz tan bella que se quedaba grabada en su alma. Al cabo de un rato ella se levantó y se fue del lugar. Él sólo la vio retirarse e hizo lo mismo. Al llegar casa no podía dejar de pensar en ella, en lo mucho que deseaba escuchar su voz una vez más y con un poco de suerte pasar el día a su lado.
Todos los días, a la misma hora, iba a fumar un cigarrillo con la ilusión de poder hablar con aquella señorita de la que estaba completamente enamorado. El tiempo pasó y como cada cigarrillo su vida se fue consumiendo. Un día como cualquier otro, ya no pudo volver, su final había llegado, pero la esperanza de ver al amor de su vida seguían con él. En cada vida él regresaría y esperaría por ella.
No la volvió a ver, pero ahora todos en aquella ciudad, al leer lo que escribió aquel joven, están seguros que lo hizo en aquel lugar, con una sonrisa en el rostro y la esperanza de ver a Vanessa, quien siempre será el amor de su vida.
Historia de dos ciudades
Leo historias en el parque, aunque sea peligroso. Ahora no puedes estar seguro en ningún lado, no en esta parte de la ciudad al menos, salvo que tengas una garantía bajo la chamarra, como yo. Prefiero recurrir a ella únicamente en el trabajo, porque hace mucho ruido y nunca quieres dejar testigos. Si la policía va por ti, o por otros diez parecidos a ti, puedes darlos a todos por muertos. La justicia no perdona ni las apariencias. En el mejor de los casos, acabas en el bote por el delito de presunta culpabilidad: de 20 años a toda una vida. Sabes que es mejor confesar rápido si te agarran, para llevar una sentencia normal.
Me gusta leer en el parque, porque no existe sensación como la de terminar un buen cuento y después voltear hacia el otro lado del estanque, hacia un lugar mejor. Dije que esta parte de la ciudad era peligrosa, pero allá no. Miras cómo la gente camina tranquila, sin temor a dios o al cuchillo. Entonces sueñas con algún día, alcanzar esa paz: un lugar donde las pistolas te cuiden, no te apunten, donde los uniformados van a sonreírte sin importar cómo luzcas y donde muros altos impedirán que conozcas ese otro lugar de la ciudad, tan desagradable en apariencia…excepto por un pequeño acceso.
Es donde hay un arco de gran valor histórico (o eso argumentaron para no tumbarlo), construido mucho antes de la división física entre clases. Un tiempo previo a la caída del peso, de que la construcción de muros fuera la norma, cuando todavía podíamos vernos a los ojos sin sospechas y miedos. Desde allí, se alcanza a ver un parque descuidado, de hierba muerta y árboles secos. Allí encontrarán mi cuerpo, sobre una banca pintarrajeada frente a ese único punto donde puedes ver la ilusión de un futuro mejor.
Ni modo, siempre corres riesgos en este lado del charco. Las noches acaban con muchas balas, tarde o temprano una te tocará a ti.
gracias por todo esto me gusta este sitio
Gracias a ti.
muy bueno el sitio gracias por dejarme entrar amigos
No hay de qué. 🙂
Era una nublada mañana que a mi abuelo visitaba
En un lago de la ciudad de Roma donde laboraba
Pero al llegar logre notar que una anciana lloraba
desconsolada y devastada con su figura encorbada
A la orilla de aquel lago caminaba mientras movia sus labios como si hablara e incluso parecía que rezaba pues su voz ni siquiera era escuchada a los pocos metros que nos separaban.
que hace aquella viejesita abuelo no se ve muy bien crez que necesite ayuda? le pregunte mientras con mi manita la señalaba.
Es doña ceci y no necesita nada
desde hace años se le puede ver cada mañana
sin importarle las diferentes circunstancias del clima
da igual si llueve graniza o llovizna
Si sale el sol si cae nieve o si hay neblina
Ella acude hasta este lago por una promesa de amor resulta que hace años se encontraba en una relación con Carlos uno de los encargados de dar mantenimiento a este lugar, eran muy felices y tenían una relación de muchos años, ella acudía cada día de visita hasta este lugar y compartieron muchas tardes juntos sentados entre los arboles e incluso corrian mientras se mojaban jugueteando se notaba la inmensa felicidad y el amor que ambos sentian, ya habían destinado la fecha para llegar al altar. La boda seria un 29 de agosto pues ese día celebraban su aniversario. Una noche antes de la boda se encontraban en el lago que se había convertido en su nido de amor y ademas su confidente, esa noche arrojaron al lago un baúl con fotografías cartas y recuerdos de aquel bonito y tan duradero noviazgo y juraron estar juntos para siempre, e incluso hasta después de la muerte y acordaron que si algún día uno de los dos faltara lo cremarian y hacia el lago sus cenizas serian arrojadas, cerraron el pacto con un beso sonrieron y continuaron las caricias aquella noche oscura y estrellada, los besos provocaron tanta intensidad en la pareja que terminaron haciendo el amor ambos perdieron su virginidad total al día siguiente se cazarían y nadie se iva a enterar.
cuando el sol salio carlos la acompaño hasta su casa tomados de la mano y muy alegres por que por fin había llegado el dia. se despidieron con un beso y recordaron la promesa del lago se rieron y Carlos emocionado se marcho a prepararse para la ceremonia, corria mientras sonreía alegre y emocionado solo el sabe todo lo que en ese momento sentía, al cruzar la calle no se percato de un carro que hacia el se dirigía y fue atropellado, su cabeza sangraba pues tenia una inmensa herida, diganle que la amo susurro mientras lloraba en su agonia.
Su cuerpo fue cremado y hacia el lago arrojado como se lo habían jurado y desde ese día doña Cecilia este sitio a frecuentado unas veces afligida llora sin consuelo pero con el tiempo la ah trastornado aquel bonito recuerdo y cada día se le puede ver un poco mas devastada y afligida dijo mientras la veia mi abuelo.
Aquella promesa del pasado la atormenta y la destroza demasiado ahora se le ve desesperada como si algo entre las ramas buscara o concentrada en el agua sin despegar su mirada como si en el lago a carlos mirara
E incluso por algunos trabajadores es juzgada
LA LOCA DEL LAGO así es como la llaman
pero muy pocos saben por lo que ella esta pasando o el motivo de su visita desde hace mas de 50 años ella oculta la razón no habla con nadie por eso no causa molestia alguna, aveces ríe aunque la mayor parte del tiempo se la pasa llorando Mientras reza o cánta o quizás hable con su difunto amor eterno dentro de su imaginación pues su voz es tn baja como si susurrará
Cumplió con su promesa y estará en aquel lago hasta que para ella ya no exista el mañana, y así reunirse con aquel hombre a quien tanto ama.
CHARLES KINGS 18-012017
Musofobia
Aquella vez fue la primera, que al ver una multitud, lo asaltó la imagen de un enjambre de ratas. El turismo se había acabado para él.
Mauricio va siempre a ver cómo luce su rostro en el agua. No importa lo tarde que sea, lo lluvioso que esté, el calor insoportable. Él va, sin falta. Está ahí justo ahora, pegado a ese desfigurado rostro suyo.
-Me dan ganas de colgarme sobre el agua. ¡Es todo tan borroso! -. Le dice a una mujer que pasaba cerca.
-Pues vaya que lo ha hecho -. Contesta ella.
ES INSPIRACIÓN.
Es una obsesión.
NO SE CULPE A MIS HONESTAS PRETENSIONES.
No me lo tome a mal; ella huiría desesperada de su sensibilidad poética.
NO PRETENDO SINO IDEALIZARLE A TRAVÉS DE MI PERSPECTIVA.
Aida no quiere ser recordada, simplemente quiere vivir.
INMORTALIZAR SU BELLEZA BAJO MI AMBIENTES.
Su depresión rampante.
MELANCOLÍA.
¿Qué me dice de sus escenarios?
SOBRIOS Y ELEGANTES.
Escalas parduzcas del pasado.
Su contextualización requiere un mundo pletórico de colores, de experiencias de…
NADA ME GUSTARÍA MÁS QUE CONTEMPORIZAR CON USTED, PERO QUE SE HA DE HACER; NUMEN DICTA.
Déjela tranquila.
SI NO LA HE TOCADO, NI LO HARÉ. ÚNICAMENTE LA PIENSO.
No la imagine, y menos bajo esa mirada umbría.
¿QUE LE QUITA?
Enturbia su totalidad, la cual está formada incluso por sus evocaciones.
NADIE ME PRIVARÁ DE LA MUSA.
Desista.
USTED GANA, YA NO SERÁ IDEALIZADA. ESCRIBIRÉ LA ELEGÍA DE AIDA, EL DESGARRADOR LAMENTO DE UNA VIDA INTRASCENDENTE; CON DEDICATORIA PARA USTED, QUE ME HA TRAÍDO A ESTE PUNTO.
BUENAS NOCHES.
Entre los arcos y la columna, había una provocación. Cada hombre con paso heroico y la multitud, fiel involuntaria, para dar testimonio de los actos. El lago multiplica los rostros. ¿Qué es la muerte en solitario? Un suicidio; con la multitud: ofrenda de paz.
Desde el fondo observo la plazuela. Una invitación automática para dar -play-.
NOSTALGIA DE UN LUGAR CONOCIDO
MEDITÉ UN POCO SOBRE AYUDARLA, TOMÉ UN TRAGO MÁS AL VINO QUE ME HABÍAN SERVIDO, LA VI DE NUEVO, NO SE VEÍA ALTERADA, ADEMÁS YO NO SABÍA SI YA LE HABÍA PEDIDO AYUDA A ALGUIEN MÁS O SIMPLEMENTE SE DIRIGIÓ A MÍ, TAMPOCO PERCIBÍ UNA ACTITUD DE ALGUIEN QUE NECESITA URGENTEMENTE APOYO, VAMOS, QUE NO PARECÍA UNA URGENCIA REAL; SIN EMBARGO, NO SÉ DECIRLO AHORA, SI FUE LA INTRIGA DE CONOCER QUÉ QUERÍA REALMENTE O UNA OPORTUNIDAD PARA SALIR DEL BAR, PERO DECIDÍ AYUDARLA.
ME LEVANTÉ, VI A MIS AMIGOS, NO SABRÍA QUE SERÍA LA ÚLTIMA VEZ, Y SOLO ACERTÉ A DECIRLES “NO TARDO”.
ANTES DE SALIR SALUDÉ A VÍCTOR, CANTINERO AMIGO QUE TE PIDE TAXI, APARTA SIEMPRE NUESTRA MESA, PERO DE QUIEN NO RECUERDO CRUZAR MÁS DE TRES PALABRAS, SU CARA CONOCIDA –POR LO MENOS TRES VECES A LA SEMANA ESTÁBAMOS AHÍ- NOS HIZO FAMILIARES, CONOCIDOS Y AMIGOS DEL MISMO ESPACIO Y TIEMPO. LE ESTRECHÉ LA MANO, Y LE DEJÉ LO QUE SEGÚN YO FUERON DOS EUROS Y MOVÍ LA CABEZA HACIA ABAJO AFIRMANDO QUE ME IBA, ÉL SE DESPIDIÓ DE MÍ EFUSIVO, POR PRIMERA VEZ RECONOCÍ UN LUNAR BAJO SU BARBILLA ¿SIEMPRE LO HABRÁ TENIDO? ME SENTÍ MAL POR NO HABERLO NOTADO ANTES, CÓMO ERA POSIBLE QUE YENDO TANTOS AÑOS AL MISMO BAR, TANTAS VECES Y VIENDO A CASI LAS MISMAS PERSONAS PERDIERA DETALLES TAN SIGNIFICATIVOS.
ELLA Y YO CRUZAMOS ESOS ARCOS, LAS COLUMNAS TAN ALTAS, ANTES NO ME LO PARECÍAN, PERO ME SENTÍ DIMINUTO EN ESE INSTANTE, CRUZAMOS AQUELLA CÚPULA, SEGUÍ SIN HABLARME, PERO LA SEGUÍA INTRIGADO, NUNCA LE PREGUNTÉ CUÁL ERA SU EMERGENCIA, NI SI ME CONOCÍA ANTES.
SEGUIMOS CAMINANDO, VOLTEAMOS A AMBOS LADOS Y CRUZAMOS LA CALLE, METÍ AMBAS MANOS A MI GABARDINA, GIRÉ Y VI DE NUEVO LAS COLUMNAS, NOSTALGIA DE UN LUGAR CONOCIDO QUE SE PIERDE PARA SIEMPRE, TAL VEZ FUE EL MOMENTO DE CERRAR UN CICLO, ESO LO PIENSO AHORA.
LA OFRENDA
Los observaba desde el sórdido refugio de mi hambre, desde mi envidia antiquísima, desde mi furor de dios vencido. Pero estaba seguro, sí, por completo seguro, de que pronto habría de devorarlos a todos. Y no sólo a ellos, también me atragantaría con su cielo luminoso, con sus espléndidas construcciones, con su estúpida paz que los lleva de aquí para allá. Es cuestión de tiempo, falta muy poco. Se acerca aquel que busca su verdad en lo profundo de mis aguas.
México Perenne
Era oficial, aquella ciudad había sido declarada la más corrupta de toda la nación. Los reporteros esperaban con ansia las primeras palabras al respecto por parte del Gobernador. Por fin apareció, y luego de una serie de formalísimas lamentaciones, dijo que se tomarían medidas inmediatas, pues lo que había hecho aquella «ciudad, nuestra ciudad» le dolía profundamente como a todos, y de ningún modo aquello podía pasarse por alto. Ordenó entonces la inmediata demolición de la ciudad. Funcionarios y ciudadanos aplaudieron la decisión, ansiosos de dejar en el olvido aquellas calles y plazas.
Alameda
Si quieren saber donde morí fue aquí y quizás, si algún día el ayuntamiento limpiara la pequeña fuente bajo los arcos aparecerá mi cuerpo. Un cuerpo que nadie habrá reclamado porque desde hace tiempo no tenía ya valor. Lo extraño sería que alguien hubiera preguntado por mí.
Desde que tuve que dejar mi ático con vistas, mi deportivo rojo, desde que dejé de frecuentar el Polanco y se acabaron las compañías femeninas. Todo porque se me acabó la plata y vine a parar aquí.
El lugar lleva tanto tiempo instalado que ya pasa desapercibido para la gente. Transeúntes, vecinos y algunos turistas despistados saben en que este lugar vivimos nosotros e intentan evitarlo. La convivencia es dura y en ocasiones cualquier tontería desata una tormenta.“El Negro”, “la Chunga”, “el Flores”, gente sin nombre, a los que violaron y pegaron, se hacen llamar a sí mismos “los olvidados”, vivimos hacinados compartiendo el frio, el miedo y la miseria.
A diario peleamos por un lugar en el campamento.
Anoche tuve que soltar un puño para que me respetaran, pero “el Negro”, llevado por el odio y en medio de la indiferencia del ersto, me lo hizo pagar para siempre.
EL TEMPLO
La iglesia fue inaugurada el día de San Eustaquio. El virrey contempló alegre el imponente templo barroco. La fachada disputaba con las mejores de España. Las torres de su fachada acariciaban el cielo. Toda una muchedumbre quiso asistir a la primera misa. Muchos se quedaron fuera. Tuvieron que dejar abiertas las puertas de bronce adornadas con bajorrelieves.
El virrey sentado en la primera fila asistía contento a la misa. Su nombre quedaría asociado para siempre con el de aquella iglesia. Tan gozoso estaba que no escuchó el sermón del arzobispo. Ni siquiera las voces que comenzaron a escucharse fuera.
Por fin, alguien chistó. El virrey advirtió el ruido. Llamó a un edecán.
–¡Que hagan callar a esa chusma de la puerta!
El ruido, sin embargo, no se apaciguó. La iglesia se fue vaciando poco a poco.
–¿Qué demonios ocurre? –preguntó el arzobispo. Estaba deseando salir, pero sólo la presencia del virrey le contenía.
–Vayamos –le dijo por fin el virrey.
Cuando les vieron aparecer, la gente se quedó en silencio y les abrió camino. Caminaron hasta llegar a la orilla del lago.
–¿Qué mira todo el mundo? –preguntó el arzobispo, que era corto de vista.
–¿Qué sucede? –preguntó el virrey.
–Mirad, excelencia –le indicó un tlaxcalteca.
Y entonces contempló lo que reflejaba el lago. No los frontones partidos ni los entablamentos curvos, no las columnas gigantes ni los capiteles corintios, no las altas torres, sino un simple templo pagano, la antigua pirámide de Tláloc que el virrey había hecho demoler piedra a piedra para construir la iglesia de San Eustaquio.
–¡Por todos los demonios! –exclamó el virrey.
Inmediatamente da órdenes de que drenen el lago, de que construyan un canal, de que saquen de él hasta la última gota de agua. Pero que antes arrojen a él a todos los mexicas a los que ha alegrado el prodigio.
Lugar terrible
Bajo la cúpula se detiene aquél que no sabe soñar. Mira el edén bajo el agua, tierra en donde habita la cólera. Después, se mira y al entornar los ojos hacia la profundidad de las aguas descubre su propia densidad que lo subyuga. Alimenta a los monstruos famélicos, mientras perece alucinado por la ficcionalidad que se escapa como un ente. Aquél hombre, cuyo oficio es el mismo que posee el silencio: mengua tendido entre los arcos ovoidales que nublan y traslucen el interminable lienzo de sus pupilas.
Utopía
Una antiquísima civilización, alcanzó un grado tal de perfeccionamiento que era imposible superarse. Habían desarrollado el tipo de gobierno perfecto. Las distintas religiones cohabitaban en armonía. Y entre sus habitantes no existía ningún tipo de discriminación. Sus ciudadanos pasaban largas horas dedicados a la vida contemplativa. Así es que comenzó el infortunio. Un hombre que reposaba al lado de un estanque saltó de bruces en el agua, se sumergió y no salió más. El ruido del chapuzón despertó a los transeúntes de su aletargado paseo. Se acercaron de prisa con la intención de ayudar a aquel hombre pero también se precipitaron al agua. La confusión creció lo mismo que el estanque. En cuanto más gente se acercaba por curiosidad para después lanzarse, el estanque creció hasta que se volvió una enorme laguna. El agua ya casi acordonaba la ciudad cuando no quedaban más personas que arrojarse y entonces le siguieron las obras de arte, cerámicas hermosamente decoradas y esculturas de mármol de delicadas siluetas. Después se lanzaron palacios, templos y academias, con sus columnas jónicas, cúpulas y escalinatas. Precedidas por plazas y glorietas con todo y sus frondosos árboles, arrancados estos desde la raíz. Lo último en sumergirse fue la biblioteca central que contenía las constituciones, los libros sagrados, los conocimientos desarrollados en diferentes disciplinas, es decir todos los secretos de como alcanzaron tal esplendor. Todo quedó sumergido en el mar, sin otro cataclismo que el provocado por la seducción del propio reflejo en la piel del agua.
[…] el premio “Historia de dos ciudades” de Javier Neri Díaz, que condensa en una historia breve una visión de un mundo desigual y […]
Oculto en la última sombra que deja el día, se encuentra esa pequeña alma, detrás del árbol. Observaba el lago, su hogar de siglos, mientras espera paciente la tarde para seguir repitiendo su historia, sin que los transeúntes lo adviertan.